Declaración de Zapata sobre la Revolución rusa (1918-02-14)
Sr. General Genaro Amezcua La Habana, Cuba
Estimado amigo:
Me refiero a las gratas de usted fechadas el 1o. y 15 de enero último.
Por ellas veo que ha continuado usted, con actividad y con éxito la ardua labor de propaganda, que la revolución le ha encomendado. Veo también con gusto que en esa tarea es usted eficazmente ayudado por entusiastas e inteligentes colaboradores, que fungen ya como agentes de propaganda.
Por los recortes que se sirve adjuntarme, quedo impuesto de la benévola acogida que en la prensa de esa capital han tenido las declaraciones hechas por usted, acerca de las finalidades que perseguimos, lo que es indicio cierto de que la intelectualidad cubana se da cuenta de la importancia de este movimiento regenerador y simpatiza con él abiertamente, al reconocer su indudable justicia.
Verdaderamente, celebro que en ese interesante país hermano del nuestro, repercutan vigorosamente y dejen hondas huellas las reivindicaciones gallardamente sostenidas por el pueblo campesino de esta república de México.
Era de esperarse que así sucediera; era de augurarse esa cordial hospitalidad para nuestros anhelos de reforma y para nuestros empeños de radical renovación, pues lo mismo tienen que pensar y que sentir los pueblos de igual historia que sufren y han sufrido idénticos males; que en su seno sienten agitarse los mismos problemas, y que, es lógico, por lo mismo alienten análogos ideales y vibren con los mismos entusiasmos.
Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta, son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos.
Aquí como allá hay grandes señores, inhumanos, codiciosos y crueles que de padres a hijos han venido explotando hasta la tortura, a grandes masas de campesinos. Y aquí como allá, los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar.
Mr. Wilson, el presidente de los Estados Unidos, ha tenido razón al rendir homenaje, en ocasión reciente, a la revolución rusa, calificándola de noble esfuerzo por la consecución de libertades, y sólo sería de desearse que a este propósito recordase y tuviese muy en cuenta la visible analogía, el marcado paralelismo, la absoluta paridad, mejor dicho, que existe entre ese movimiento y la revolución agraria de México.
Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoy llamara "el gran crimen": contra la infame usurpación de la tierra, que siendo propiedad de todos, como el agua y como el aire, ha sido monopolizada por unos cuantos poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las leyes.
No es de extrañar, por lo mismo, que el proletariado mundial aplauda y admire la revolución rusa, del mismo modo que otorgará toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolución mexicana al darse cabal cuenta de sus fines.
Por eso es tan interesante la labor de difusión y de propaganada emprendida por usted en pro de la verdad; por eso deberá acudir a todos los centros y agrupaciones obreras del mundo, para hacerles sentir la imperiosa necesidad de acometer a la vez y de realizar juntamente las dos empresas: educar al obrero para la lucha y formar la conciencia del campesino.
Es preciso no olvidar que en vrtud y por efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación de l obrero no puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino.
De no ser así, la burguesía podría poner estas dos fuerzas, la una frente a la otra, y aprovecharse, por ejemplo, de la ignorancia de los campesinos para combatir y refrenar los justos impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que, si el caso se ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos contra sus hermanos del campo.
Así lo han hecho en México, Francisco I. Madero en un principio y Venustiano Carranza últimamente; si bien aquí los obreros han salido ya de su error y comprenden ahora perfectamente que fueron víctimas de la perfidia carrancista.
Todo lo que usted haga para obtener la colaboración de los centros obreros de Europa y América, será poco, si se considera la trascendencia de la labor y la magnitud del resultado.
Debe usted excitar a estas agrupaciones a que propaguen en sus respectivos países los ideales del agrarismo; el programa de la revolución mexicana y los grandes triunfos alcanzados en el terreno de las realidades con nuestros modestos luchadores indígenas, incansables y firmes después de ocho años de lucha.
Una gira de propaganda por Sudamérica y Europa, sería muy útil a no dudarlo, y ojalá que usted pudiera realizarla, pero para ello sería preciso el apoyo de algún sindicato o corporación obrera de ese país, pues todavía no es posible para la revolución sufragar los gastos consiguientes, si bien todo hace suponer que muy pronto tendrá fondos bastantes.
Le adjunto una credencial para sus trabajos cerca de las organizaciones obreras, así como varios ejemplares de EL SUR y otros documentos de propaganda.
La revolución netamente popular y agraria ha ganado considerable terreno, y hoy domina no sólo en Morelos, Guerrero, Tlaxcala, México y Puebla, sino también en Hidalgo, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango y Coahuila y en la parte sur de la república, además de haberse extendido a Veracruz y Oaxaca ha penetrado en el fondo de los estados de Tabasco y Chiapas, quizá los más oprimidos del país.
Saluda a usted y le desea todo bien su amigo y atto. s.s.
Emiliano Zapata