De pié los muertos/A Bélgica

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–¿He de pasar? te dijo el soberano

teutón –es menester, ¡abre la puerta!

Y tu puerta crujió bajo su mano

repulsiva como una garra abierta.


Y continuó: si cedes, un tesoro

de beneficios regaré en tu casa;

te pagaré... tendrás oro..., mucho oro,

y tú gritaste: ¡no, no, no se pasa!


–¡Ay! de ti, ¿si en abrirla no consientes?

rugió el Emperador– A tierra vino

tu puerta a tajos de uñas y de dientes.


Y pasó el Káiser... Pero aquel felino,

no abrió la brecha al triunfo de sus gentes,

¡fue a su derrota a la que abrió el camino!