De microbios y otras pestes


ANTONIO DOMÍNGUEZ HIDALGO



DE MICROBIOS...

Y

OTRAS

PESTES

Poemario en cinco insomnios
y un epílogo durmiente…


OBRA POEMÁTICA COMPLETA.
TOMO 14


INSOMNIO PRIMERO


Las doce...


…Y YO DESPIERTO
en esta noche cóncava
donde ahumeantes espejos
desintegran mis átomos floridos
y me lanzan al abismo plano
de mi conciencia…

-sistema de signos trepidantes y obsesivos-

no puedo dormir más
ni soñar...

-Un escozor de bacterias me pululan
la honestidad y el credo-

Translúcido me veo
-desorbitados ojos-
circular conclusiones abolladas
-egocéntricas-
que atascan mi engreído ensueño
radiográfico
de dar luz a las penumbras
mancilladas…
Hirsutos pensamientos
me estallan de estertores
entre tanta interferencia
de microbios
y otras pestes.

-Latrocinios reglamentarios,
corrupción enmascarada,
servilismos al piso alto-

Mis párpados alucinados,
psicomaniáticos
deprimidos
levantan su noctámbula cortina
para mirar la guerra
de la metralla insomne
que me agrieta.

Ojiabierto…
en espera sin bostezos
del indicio que me duerma,
-piedra al agua compungida de mi espacio-
infecto el centro de mi laberinto hastiado
e insalubre,
irradio telarañas que me apagan
el ventanal de mi marchito tálamo
como un astro en oclusión de rutas
disolutas,
perdidas de su ombligo,
prisioneras de fingidas libertades
-carceleras cósmicas-
y me aletargo.

Medianoche..

Punzante la mirada seca,
lacrimal evaporado,
como acaso tantos otros ojos fueron
abiertos al pensar y su deriva,
lloro en el fluir de los fracasos
mi imposible penetrar sobre el poder
heroico
de lo infinito
y hecho desecho,
algo de nada,
nadie en el todo...
aunque elemento de alguien,
partícula de un ser que nunca he sido,
imagino…
-siempre imagino-
imagino comprimirme en lo absoluto
del quebranto
para amordazarlo,
para sofocarlo,
para acuchillarlo…

y en mi delirio de dialécticas cruzadas,
recurrentes…
siento los corpúsculos de dioses
enlatados
que cruzaron mi vida
con dictámenes de muerte
y cegándome la espiga,
con las aspas incesantes
de mi mente licuadora,
me envenenan
de existencias diminutas,
rebanadas,
que cavan con insomnios imprevistos
los pergeños humillados
-conjeturo-
de mi vigilia emponzoñada.
Escucho el torrente de mi sangre,
navegando en los mares del silencio,
y floto…
siento mórbido que floto,
-vértigo encimoso-
tras la sonrisa amarga
que me enmascara
calavera devorando
-apurada-
mis carnes resecas,
mis músculos obscenos,
el vapor que era mi plasma,
las esquirlas de mis huesos
y el polvo que me arrumba
como si esto fuera fosa
-catacumba-
donde yace corrosivo
mi cadáver resistente
-embalsamado-
momia sin pirámide funesta
sombra…
…desvelándose…
…develándome...



LAS DOCE Y TRES MINUTOS…


Sin más sueños…
las almohadas
me divagan su experiencia
de milenios:
ya no hay sueño...
-tanto sueño-
de extender al universo la simple cuadratura
de alados aposentos
como antaño...
cuando apenas un proyecto de caminos
-erigido entre nocturnos-
me arreciaba el paso cotidiano
para salvar a las simientes sanas...
-trasnochado semidiós-
que se ahogaban infectadas
por las estirpes lacras
de la putrefacción…
-siglo promotor de virulencias-

Y más despierto…
como noche de tormenta en caserones
de acechantes crímenes,
-detective entre las claves-
me confundo en los fantasmas
de mis humos,
contagiado de manchas difumadas
por el fuego de la asfixia
que me enlarva
en capullos oxidados
y ennegrece la vista que me inunda
de pantallas desgarradas
con iconos turbulentos,
con antenas truculentas,
con mensajes circulares,
con visiones en magenta
-agio de las hambres-
proyectadas en los muros de mi cueva
amortajada de rictus...
alojada en los siniestros
tabernáculos del llanto
expansores de la peste tubular
y sus microbios.

-Cómo ruge sus oficios
el sillón grandilocuente
que preside la violencia
y se hace el gran patriota
salvador de los nopales:
aridez para venderla a gusto
sin ríos contaminantes
ni lagos infecciosos.
Nunca más aguas inútiles.
La tierra es el tesoro
que se asoma…
a quien la roba.
Fraccionen tolvaneras
revoloteando preventas.
El horario que se imponga
para dar salarios mínimos
empujados por los extras.

-Engañifa del que manda en los mercados-

¡Ah mi ciudad paleolacustre
cuánta miasma te ha ultrajado!

Energúmenos del hambre de poderes
escurren sus imágenes informes
y deformes
en mi salud enferma...
Y yo…
despierto,
envuelto entre las plagas de mi siglo
revuelto
-arrullos de asco-
y su estigma subyacente…
-famélicos del oro y sus dominios-
me carcome la parálisis obtusa
del recuerdo
que remuerde
que me muerde
con sus odios silenciosos
los vislumbres tremulantes del pasado.
que vomito...
Y sin impulsos de erigirme vasto
-como antes-
en la estrechez de mi tamaño mustio
-como ahora-
donde se agitan las bacterias ávidas
de retener el tiempo
y falsear eternidades...
para relacrarme,
me asilo
en un sigilo vivo
que parece yerto…

-el arte está atorado entre los sueños-

y dormito a plena vista
de los censores del filme,
sin más arrojos de explorar los cuerpos
para encontrarles el espíritu espoliado
como antes de las balas
y revivirlo a coplas...
sin más vigores de encender la escarcha
y convertirla en fuego nuevo...
sin más aceros,
-carpeta rota sintiendo cómo el viento
desparpaja mis despojos de hoja
en la plaza
y los pierde en basureros-
solo,
sólo miro cómo ruedo
desfoliado por un virus que inocula
-resentimientos-
el tenaz golpeteo de sus imperios
y en un rescoldo
me vuelve residencia de sus gérmenes suicidas:
dádivas lucradas,
rencores pagados,
envidias traslapadas,
ambiciones sacras,
calumnias noticieras,
traiciones estatuarias,

-vorágine de Judas y Melitos-

y arrinconado en mi cobija absurda
me derrito en lúgubres sudores,
apestado,
sin huidas ni salidas encubiertas,
sin puertas criminales
ni claraboyas deicidas,
-hice tanto y nada hice-
construyo escondrijos de mí mismo
soterrados en sarcófagos de un siglo
que me vela
y me vigila
como a un condenado a muerte
que no escapa
y en su escroto que destila de cinismo
vira risotadas al sepulcro
-huyo sin huir de mí-

donde caigo descarnado,
convulso en mi osamenta de milenios
que no puede alterar su calcio efímero
en fósforo radiante de fulgores
por sus primeros átomos

-Edén sin áspides-

de los ábsides
donde moraba…

Desvanecido en las páginas insípidas
de un título podrido,
de una carrera curvada
y de unos libros sin eco...
callado entre inconscientes que me azotan
su razón acerba
me derramo de verdades mudas,

-el corazón en la espada-

me taladro las ganas de golpear al viento
hervidero de podridos
y me inoculo en la inercia
de la horca
donde me cuelgo
para no contagiarme de corruptos.



LAS DOCE Y OCHO…


Noche alta…
y más no duermo...
Ahíto de moldear arcillas ínfimas
me cansa el descanso de mis siete días
erróneos
-novenario de años huecos-
y silenciando las músicas de mi locura proscrita
ningún canto ya se esboza
sobre mis labias resecas
tras la sonata incorrupta de gritar que existo,
que vivo en perspectivas
de polilla
que de astilla en astilla
pulveriza mi madera inerte
de pianoforte.

¡Está tan roto mi pulsar de cítaras!

Ya la guitarra no entreteje nardos
ni más escalo vericuetos rústicos
de algún teclado casto.
No hay más alientos que concierten marchas
impacientes para crear serviles.

Estoy cayendo…

Y mis metales se sucumben sordos
entre cuerdas retorciéndose de huecas.

Nada da capo...

Finita la orquesta.

Burda la zambra.

Se acabó la feria.

Estoy callando…

No hay Cenicienta sin mácula
ni más carruajes de hierba
ni correteos de inocencia...
y ni siquiera la zapatilla para saber que existe,
que habrá la búsqueda que me reviva
tras su apariencia intacta
de virgen florida...
sin medias lunas negras,
sin ángeles a cuestas,
sin los mantos estrellados
de su mensaje de aguante.

Solo está el cuento
y la leyenda rea...
como el príncipe maldito
en su torreón de angustia
que lo narra;
como el místico tameme
que transpira santidad
en su mentira.

-Convicto del pecado imaginario-

Así…
solo en su cama.
-Mi cama-
Solo y sin miedo.
-Mi miedo-
Solo y sin cuerpo
-aparición de mi mismo
mí mismo-
fatigado de abrazar
los cuerpos
que lo acompañaban
-me acompañaban-
fantasmagóricos.
Solo
y despierto…
-disgregación de mi mismo
mí mismo-
ritornelo eterno
me vengo
de mí.

¡Qué hondo caerse a precipicios negros!
…sin moverse del lecho.

…Y creerse venganza consumada.



LAS DOCE Y ONCE...


y sigo sin dormir en el bochorno
de mis congelados escrutinios...

-cargo una culpa que no es mi culpa,
pero lo es
por el escarnio de la pavura-

Manecillas de insomnes persistencias
me acribillan
con insipientes estopas
que me limpian los cristales empañados

-escalinatas abajo
todos huyen de la plaza-

y salpican de erupciones
el vasto imperio de mi sudario.

-Los ayes no son míos ni sus dolores,
pero me impregnan de rabias-

Cunde la noche dimensiones húmedas
en sus turgencias hendidas
-reminiscencias-
y entre las vísceras que me descargan
pozos tapados

-botes de basura repletos de cadáveres-

un encuentro de sudores gélidos
me harta de sombras que humedecen
mis rencores.

-ruindad del alto mando-

Entumecido me acurruco fetal en mi aspaviento
y tiemblo.

-No quiero perpetuar mis maldiciones-

Y hay tanto mutismo en mis baldíos
que hasta en las murallas íntimas
de mi coraza lánguida
se me rebotan sólidos
los altaneros tiempos de mi sangre inútil.

Siento el escándalo de tantos diástoles
que se alebrestan por mis lentos sístoles
y todo el aire me envenena en páramos
donde la soga de un sutil tormento
me va asfixiando de recuerdos lastres.

-Las calles en manadas de humos-

Esclavos disfrazados de terror,

-La sangre noticiosa de portadas-

tramposos mangoneando conveniencias,

-Los oscuros acuerdos del negocio-

falsarios con banderas de careta,
me hunden de cólera mis ojos turbios
ante torbellinos de injusticias que me envuelven
y me retuerzo enfermo
de un mal solitario
tan solitario como socialismo
que se inyecta enconos,
que se acumula nauseas,
que vomita cuerpos
y voces…
rezos y labios
tras su fracaso.

-Rotonda hipócrita del mundo,
traidores;
carrusel del asco-

Desconectado del orbe,
solo,
me inundo en un vacío declamatorio
que me murmura su pasión de insania
y todo se hace explosión entre mis huesos:
el tartamudo tictac de mi reloj impúdico
amortaja incesantes Nagasakis
corroyéndome de ciegas bombas
que no lanzo.
Pero pienso…

¡Malditos sean los poderosos de la nada
que se creen perpetuos…!

Escucho creciente en las paredes
los ecos de mi energumenia
mientras la gota de agua
que menstruando rompe
su taciturna tubería de presa,
me trepana.

Algún ladrido
de envidiosos perros
hocicones y babientos ladran
las puterías del gato.

Y todo acrecienta su insolencia microscópica
en mis disturbios íntimos;
se me hace tan penumbra mi caverna
-aterrado cromañón-
que aunque vierta la mirada hacia la lumbre,
las llamas me coagulan de toxinas
y en un hondo gemir se abre el infierno
para crujir con hielos
fatuos
mi cobardía de sapiens.


LAS DOCE Y QUINCE…


y yo despierto.

Mis brazos extendidos bajo sábanas
en dieta
divagan buscando en mi catástrofe absoluta
la esperanza paradójica
de un límite sin fin
y sólo encuentran en su afán de hallazgo

-cascada de insolencias-

alfombras calcinadas por hornillas de oro
que perdieron en su magia de hadas
las quimeras de anodinos héroes

-Guijos de la rasgada patria-

que de tanto planear a contra tiempo
cavaron la agonía del mapa,
tropezaron con escalas de cemento,
toparon con bardas descaradas,
hocicaron impostoras caminatas
de alabastro,
y solo pergeñaron defunciones
para el negocio…

Roedores del cristal
se me abalanzan
corroyendo mis instintos
de antigualla
y destruyen los castillos pergeñados
en mi infancia.

-Aún no sabía de colapsos asesinos
ni de terremotos usureros-

Mi teatrino interior se me derrumba
en la basca incontrolable de los trucos:

Caperuzas ultrajadas por las garras
de bestias maquilladas
clavan su percal a besos
y en un grito de colmillos sabios
saben corromper el rictus de las municiones
torcidas por las bestias ínfimas
en remolino de bosques sin entrañas
donde cazadores vicarios
sicarios
se fingen salvadores de purezas.

Blancas Nieves enlodadas por el barro
de intrépidos enanos que retaron
-habladores altaneros-
el furor de las manzanas tonsuradas
-mordida original-
y en maldito estertor de pesadillas
tuvieron que matar la vida
de la bondad cansada;
dormida mujer sin más guardianes
que el espacio diseñado a marros
para algún forajido del escarnio
que quisiera acomodarse a las siluetas
de atrevidas pasiones embrujadas
y las tendiera al gruñón
dientes de fuera.

Bellas durmientes desveladas
sin el tinte de oro de sus rizos,
convertidas en mortaja escuálida,
sin su antigua desnudez,
de princesas gélidas,
enclaustradas hoy
en burdeles
andantes y biológicos
que aparecen
en conteos perversos
-agrandando reducciones-
anunciando precios módicos,
mientras muestran sus clítoris
usados
y senectos.

-Esclavas de poses sin reservas-

No más princesas tristes…

-¿Dónde están las princesas?-

Todas la gozan en los antros
como muñecas en ganga…



LAS DOCE Y DIECIOCHO...


y vela el cuerpo su equinoccio tenso
bajo la lluvia de minutos pálidos
-afuera llueve-
mientras destilo en cuatro ceras parcas
la gota eterna que derrama insomne
los agrios marcos de mi sol cavado.

-No puedo dormir entre este acero-

Atizona la asfixiada pala
el rudo sarcófago
de mi muerte viva
-por nada-
y me reptan hoscas risotadas burdas
con su descaro de papel sellado

-Corrupción que abre las puertas-

sin más respeto a mi camastro en duelo
donde me asfixian los escritos torvos…
y harto de aguantes,
mi arrogancia ronca,
-Furia de amor entre la paz del odio-

reverbera en su álgida fogata
y se ahoga en llantos que tal vez debieran
-confusión de sentimientos
y semánticas-
despeñar sin miedo su nocturna afrenta
y gritonear frente al palacio trunco,
no se olvida;
onda agotada de su andanza rúnica
que nunca pudo en su espiral de jerga
perpetrar las fauces secas
del desacuerdo
y se quedó en los bordes
del martillo airado
sin dejar el clavo
en su madera exacta
y en su festín de hoces enclenques
buscó las tapias de poemas presos
para esconder su cobardía de dientes
y sin entrañas
devorar despojos.

-Prometeo cobarde-
-Atlas postrado-

Loco Job que añora su paciencia cruel;
Quetzalcóatl de piedra que no puede huir
ni apagarse tanta audaz fogata
ni arrinconarse en un lugar del frío
ni acurrucarse sin algún plumaje
ni congelarse a sí mismo los incendios
ni volar distante a ayeres náufragos
ni silenciar a tantos labios prófugos
que lo desnudan acres,
sólo permanecer hecho pirámide
diariamente pisoteada por la mugre
que no asciende en la emoción del equilibrio
ni se asombra en la armonía
de las potencias...
vasta irradiación del universo,
insomne fogata veladora
que a sí propia se genera

-maniático nocturno-

y se fermenta…
incólume.





INSOMNIO SEGUNDO


LAS DOS Y NO SÉ CUÁNTOS...


segundos infinitos me atosigan
dormir…
encandilado y vago no me vencen.
Soñar…
perpetuidad a solas sin metáforas
Amar…
fantasmas del engaño cáustico
Odiar…
violencias circunspectas de los mínimos
Vengar…
rencor castrado de perdones insensibles
Pensar…
engreída entelequia del zoológico
Sentir…
cableado de los nervios en acecho…

Infinitivos de gramemas vastos
que no se bastan,
neutralizados sin saber dónde iniciaban,
dialéctica promesa de un final
que nunca llega a principiar;
apóstata presente sin pasado
en su futuro indefinido,
antiguo porvenir de un copretérito cobarde
hecho de pronto potencial que llegaría,
si no fuera de inasible hilo intemporal tejido
y en tanto lapso sin madejas desatado,
tan solo a discurrir devoto en su conciencia
que conjugó con el turno retrasado
de otra época…

-Historia oficial de ocultamientos-

que ya no es mi tiempo altivo,
sino martirio escolar de tantas páginas,
inaprensible,
inubicable,
ultra indeleble,
imperfectamente perfecto,
perfectamente imperfecto,
cuasi reflejo,
reflexivo y recíproco.
Lapidaria dictadura de los verbos
que en el centro de mi voz encarcelada
telarañas de oraciones comprimidas
en cartuchos de tóxicos y sedas,
aracnidez activa haciéndose pasiva...
reciclan sempiternos los segundos
de talar mis alfabetos,
sin más solfear entre vocales tísicas
ni agonizar en los delirios sobrios
de consonantes atléticas
e impudorosas
ni derruir el templo de la virgen ebria
en su pasión malabarista de ángeles
-dormir no puedo-
ni sucumbir en las arenas híbridas
para escarbar verdades
de harapientos gambusinos mudos
ni continuar restauraciones sórdidas
de palimpsestos sin código,
donde el arreglo del dolor no cuenta
-sólo el gusano verde-
ni forjar los tañidos de campanas
con que doblen taciturnos pospretéritos
aquello de esperar en las esquinas
de algún hoy transvestista de mañanas
enredadas en ayeres de un gerundio
derrotado
ni proseguir por las arcaicas rutas de lo mismo,
viciado círculo del infinito que devora,
-dormir ya quiero-
simple adjetivo que no agrega nada,
apenas participio de un conjugar errado;
supino loco,
necia aspiración del nombre
que no puede estamparse como héroe,
sino morir entre dispersas hojas
de su gramática ultrajada.

Infinito infinitivo sin más reglas
que mis ojos manuscritos de vacío,
bajo un techo de granúsculos siniestros,
destilando telarañas de agonías,
me leo
sin más léxico entintado de patrañas
que una torva sensación incalculable
de ser letra descuidada en los estantes
de una turbia biblioteca enratonada,
temblorosa de saber bien que de pronto
ya no pueda encontrarse una palabra
donde quiera comprenderse como antes
su intención articulada…

Calla voz de mi cerebro…
Enmudece el griterío que me espanta
con recuerdos…

Déjame dormir…
… sin un disenso.



LAS DOS Y QUINCE...


Quince minutos dilatados entre símbolos
transcurren como siglos en mi mente
y acosan con sus diálogos amorfos
el monólogo sin fin que me acorrala.

-En dónde mi barcaza encontrará un afluente-

Cansado de clavarme una cruz a cada día,
fingida acaso,
o real mentira,
payasada mártir de un mesiánico suicidio
que no implora lástimas ateas
a mitad de su Gólgota asfixiado,
se me reinicia el alba de las tristezas
a plena noche ahogadas,
sin más apoyo que un sollozo fiero
en las mareas escuetas de mi ludibrio
-antes canciones-
y me desmorona el tiempo
entre las risas de mis tardes petulantes
de bufón en escenario
encarnado
que vuelca entre sus cantos
su búsqueda frustrada
de vanidades brutas y sangradas.

-Lucha esclava para nadie-

-El mundo es un gran teatro. Ya lo sé…-

Así burla burlando y al final burladas
las pequeñeces del cansancio
crecen
como cadenas oxidadas
que prolongan la derrota
de seguir tras de los huesos escondidos
en el rincón del miedo
sin hallarlos
y me aletarga el quiebre
de salvar la escama acostumbrada
de peces que tan a gusto nadan,
-fonemas sin eco,-
en su protoplasma,
entidades químicas que no sospechan
su inesperado cese de volutas accesorias…

Saturado
me revuelvo en mi desvelo infecundo.

Fantasmagorías que pasan
circulando ayeres
en los presentes pergeñados
entre el diseño de mis insomnios
me socavan
y me demuelo en los dispersos bríos
de mi altitud infecta,
irreverente ante todas las gamas del poder
tajante,
-que me aparecen lúgubres-
con desprecios tan solemnes,
que ufano me alborozo en cada mueca
donde canto los rictus moribundos
de mi propio ultraje.

Mas sensato en el escarnio,
austero en el recelo de los tristes
poderosos de lo efímero,
exiguo en la confianza de los besos,
menguado en el dolor de los torrentes,
discierno pesadillas muy despiertas
en mi dormitar amargo;
caravanas de borregos orgullosos de su porte
trasquilado
a la moda del poder que mangonea
con sus pelos de color a púas
van sentándose en los bordes del gran circo

-Mi cama suntuaria de desvelos-

donde alhajas rebeldes encarcelan
sus falsedades,
víctimas de su atadura en venta
y ya enjaulados,
aunque parezcan leones melenarios
o bengalas de tigres traidores
o panteras acechantes,
tan solo gatos son
del gato mayor que les ordena
lo que ordena el otro gato más grande
que los gatos
y así hasta el máximo gatuno
que no es más que ratón en el comando
que domina
creyendo gozar su libertad de rueca
siendo piernas embarradas
de pantalones delincuentes
disfrazados de hierbas
y plateados maquillajes
de misérrimas violencias
derramadas como muecas.

Electricista me imagino
electrón entre robotes
y en su radiografía convicta,
-celdas huecas-
descubro animales
tras la máquina perfecta
y en su vida inconsciente traslapado
la presiento muerta,
degradada en tanta ciencia
con base en los milenios programada
de impudicias
y bufando diabólicas pulsiones insurrectas
me atosiga dictador el mandamiento
con que magos de rudas conveniencias,
con que rectos maestros obcecados
o filósofos culeros y egoístas
y hechiceras extirpadas a su infierno,
los lanzaron de su molde envilecido
a ser lumpen que no sabe que la luz
-están tan ciegos-
es para ver las cúspides,
más lejos del olor
y los sonidos,
más allá de la piel
y de contactos.

-La nariz mira adelante-

Un niño misterioso lo susurra
entre brillos de magnéticas figuras,
pero la urbanidad salvaje no se asombra.
Sólo repite el accionar mecánico
de programas filmados para el suelo
de vacunar mercados
donde giren las creencias
de ser dueños de todo el aparato
y su voz de fonógrafo envasado
atiza aberraciones
con los pies enarbolados
al ritmo del monótono estribillo
que rugen los sargentos del espanto:
no romperás con el orden diseñado,
títere hombre o mujer títere,
nada más marioneta del destajo,
esclavo de mentiras que le adulan
los tatuajes del veneno.

-La elegancia y el dinero son tu atuendo-

Alfa de otro tiempo en mi desvelo
me tejo y me destejo de silencios
-aunque rabie-
mientras pasan con sus ropas de esperpentos
los ardientes esqueletos que prefieren
conservar la lozanía de ser cachorros
en brama cada hora,
sumisos al deber
de aguardar a cada día
alguna noche,
para cumplir la vida
y renacer al alba.
Felices invidentes de hojarascas
que nada miran entre tanto vaho,
pues si algo vieran de sus sepulcros
acabarían enmarañándose al cadáver
donde solo ladillas perpetúan
su olor cotidiano a basurero vivo
y mejor se callan todo el expediente
exhibiendo solo notas refinadas
de bien cumplidos al dictamen
de la estulta hipocresía
que los gobierna y los indulta
a ser naturaleza arrinconada,
siempre muy yerta,
más muerta que en los cuadros bonachones
que relucen apetencias en bodegas
encubiertas
por las pastas de archivos
en fúnebres gavetas...

-¡Frívola estulticia no me toques!-



LAS DOS Y VEINTICINCO…


Me desbordo en el campo letal,
total,
de mi desierto ronco
y sin aletas
me voy hundiendo entre la arena bronca
de mi penumbra tiesa.

Acorralado en mi poltrón de pánico
vierto miserias amarillas en mis humores negros
y me contagio con la envidia de no ser
la tristeza de quien hiero y más deseo...

Contaminado me amortajo
como un microbio más a rastras
jamás a cuestas,
y divago en esta noche corva
las bilis de mi negro cuervo,
ayer palomo,
palomino,
brabucón de las iglesias
o torcaza pordiosera,
entre las bestias.
Tal vez gorrión de la altanera mueca
o quizás águila de soles vaporosos
o gavilán altivo de insolentes poses
o cóndor lánguido y enmascarado
o ave fénix de albas,
ahora veneno
y otras pestes.

Enfermo de mí mismo y de cautines
que trazaron en mis ancas de arco
la marca de una esbelta muchedumbre
que me perdió entre su dolencia cursi
los horizontes de nacer en ascuas,
ardiendo de dolor por las pendientes
que cayeron sobre el curso aderezado
de los éxitos
para tajarme a gritos,
para ultrajarme a dientes,
para morderme a coces
y calcinarme en odios…
me suspendo.

Porque otros tienen una estrella talada
ante sus manos torpes
y yo no tengo más
que la tristeza por el bien enfermo
-…pero no envidio-
me conturbo.

Encima de mí,
como penumbra hinchada,
siento la asfixia de todos esos
que se retuercen por sus oficios
anfibios
de tanto soportar el lodo
que los estira hacia soportes tensos
con que se ahorcan
por no tener el canto entre sus muecas,
la voz entre sus muelas
y una garganta para mascar cadenas.
Amordazados para que callen
y no den más cuenta
de lo que traman con sus dolencias
de lo que piensan bajo sus tuercas,
de lo que roban sobre sus fuerzas
de lo que matan entre sus letras
de lo que engañan tras de su trata
de lo que mienten entre la cuenta
de lo que infectan.

-No hay un amor siempre feliz-

Burda omnisciencia acuchillada
por un sustrato de sutil cadencia
que se resbala como sangre vieja
por mi sustancia ruda,
rajada protesta de jauría
que me desarma
años añicos desparramados
en los cajones de un mausoleo
donde me quedo insomne
cubierto el esqueleto de gusanos
que abortan sus inquinas
ante el marfil de mi osamenta clara
incorruptible
y no les queda más que como yo
tragarse el polvo…

Las dos y treinta y seis…
y cabeceo
con un sopor tan denso
que parezco muerto.



LAS TRES…


Sigo despierto en mi semiosis inclemente
y una rala libertad me inclina
a seguir por el torrente de microbios
que me empuja fantasías de azufre
y me incita a morder los edredones,
a enredarme las cobijas trémulas
a besar mis almohadas de algodones
y a sentirme el omega de otro tiempo
que no se ancla en las miserias de la cuenta…

-Cierra los ojos habladores
de tu cerebro febril-

No es tu causa descubrir los vericuetos
de las huellas…
ni comprender las cenizas de los hornos
ni enmascarar con sonrisas los disturbios.

-No más amoratadas iras-

Suspendo los torrentes de mis sañas

-borbotones de insolencias-

y decido ceder a los sensatos sus decires,
a los necios sus pensares
a los turbios sus deseos
a los bandos sus obrajes
a los cuerdos sus relojes
a los narcos sus retretes
a los fuertes su espionaje
a los listos sus artesas,
a los sabios sus anteojos
y a los tontos sus reflejos.

-Esencia mensurable en estadísticas-

Libre de mí,
ahíto de todos,
alzo mi copa de catastro

–finiquito–

y clausuro las absurdas competencias
de tantos intrínsecos microbios
que han vivido estorbándome las alas
-El éxito te espera-

y tentándome en hogueras
con vestidos de sedas publicistas,
con canciones de nómina infinita,
con envidias de musas sin cabezas,
con la furia de nieblas putrefactas,
con lujurias de prisas controladas,
con penes verticales a los aires,
con vaginas engrasadas para un dedo,
con estirpes de empinados machos,
con ubicuas proles consumistas,
con alcurnias de discretas putas,
con manjares de glotones asnos
y otras pestes.

Me siento adormecer…
en el jadeo de la irreverencia
y me pierdo…

Nada sé.

Sólo un sosiego que me inunda
el peso de la carne
y la hace piragua
en un río donde navego
sin atuendos
que no piensan en vestirse
de payasos
sino de alboradas.

Escucho los zumbidos…
del silencio
y un sopor me va invadiendo
su desmayo inobjetable…

Me adormezco…
flotandero en un espacio imperturbable
donde todo se esfuma
como un clic…
que me apa-
ga…
los dese-
os…






INSOMNIO TERCERO


LA UNA Y NO SÉ QUÉ…


Otra noche es media noche…
altísima noche de desvelo
y yo despierto...
otra vez…
nueva vez tan vieja
como el miedo
ladrando encantamientos
a las sombras multiformes
de siluetas truculentas.

La una y no sé qué…

Pocos minutos concilié los sueños
promisorios de olvidarme
los desvelos…

-Nada es eterno-

Despojados mis ojos
de sus párpados
no se clausuran
y en un dolor de vida
se flagelan al esbozo
-subrepticio desencanto-
de lo incierto.
Un cielo convexo me camina…
y su espacio sin fin me va horadando
las efigies de horóscopos burlones
que traslucen vaticinios desprendidos
de mi soñar a cuestas.

-Todos nadan en la misma purulencia-

Me levanto a la ventana paralítica
y veo el tumulto de nubes que embalsaman
las atmósferas de estrellas oscilantes
y en la inconsciencia celeste que se mece
con su risa de vacío,
me succiona indiferente
el hoyo fantasmal de los destinos
negros.
Noche despiadada
e inconmovible loca
distiende su asfixiante cabellera
y me absorbe en mi plegaria cercenada
por la nada.


LA UNA Y SEIS…


Dos ojos sin rostro me contemplan
-pedazos de galaxias sobrias-
con su brillar sereno
-glacial-
como si nunca vieran pasar
los silabarios de un pregón despierto
que se hunde en su terror de siglos
al sentirse caer en el agobio
de ser libre
en la estulta prisión de los microbios

-Hediondez intermitente de milenios-

y tener que sucumbir en estas horas
al delirio de sentirse inoculado,
atado a las rejas usureras
de una cama,
cabecera de cadenas,
king size de mis desiertos
irresolubles a los sueños
abandonados al cierzo
de la mirada
-arenal-
que sólo ve su divagar
-como siempre-
de espectros cáusticos.

Esclavo de voraces minuteros
-¡qué me importan!-
no callo los conteos
y los vuelvo alaridos
silenciosos
de las inquisiciones
que me taladran el cuerpo
y me revientan la mente,
como cada noche patibularia,
a golpazos de ignominias,
a vilezas de perjurios,
a blasfemias de caricias,
a injusticias de soberbias,
a dobleces de ambiciones,
a diezmos de hipocresía,
a juegos de deslealtades,
a imposturas de poderes
y a confesiones falaces
que se vuelven transparencias
oligarcas
en mi democracia corroída.

El corazón se me derrumba
en náuseas
mientras circula en el espejo roto
el vértigo de mi conciencia
que me devela usurera
la intermitencia de siglos
en mi historia…
historia total de vilipendios
de amor
que me duelen como míos,
que me marcan como propios,
que me aúllan somos tuyos…
y aunque no quieras,
rellenamos los cimientos de tu hastío…

-Demasiado humano-


LAS UNA Y CUARENTA…


Y fluye el tiempo;
quién sabe cuánto tiempo
ni el mismo tiempo lo sabe…
estúpido segmento que solo nuestro cuerpo mide
hasta desaparecer
arrugado de tantos inútiles minutos
con sus trémulas manos de segundos
que se duermen para siempre.

-Eternidad, ábreme bien los brazos-

Y yo despierto…
celdas de convento ateo
envueltas en los lienzos
de mi desnudez erecta
me revuelven en la grava,
me revuelcan entre piedras
y me arrojan al cascajo de una ausencia…

Siento el ansia de pulsar el arpa
del recuerdo túrgido,
-era tan bello penetrar su cuerpo
y sentir la humedad de sus respuestas,
pero los ángeles insomnes
me acorralan el incendio
y lúcido,
sin aprensión ni riesgo
me dejo transcurrir por los recuerdos hoteleros
que otra vez me sorrajan
espantajos olvidados
en su revolotear
de estrépitos.
Desfile de cuerpos tesoneros
en su virtud desnuda
-avanzando inconscientes a su muerte-
desflorados por el alma en pena
que nunca encontró la hondura
de saciarlos en su oferta.

Senos volcánicos de leche,
cinturas mínimas ante el corsé
de mis manos,
nalgas sibaritas en mi vientre
y de frente
selva triangular que me recibe
en la succión de un beso
jugoso y celeste
malabarista.

Enloquecido de pasión la tierra me devora
férvida
y un nido de serpientes me acurruca
en el rocío de la vendimia
que envenena mis destrozos gota a gota
-testimonio de mis grietas-
y en trance de arácnidos nacientes
su parto me devora.
Fetos de amoríos ególatras
hacinados en mis ojeras
con su mentira de ilusiones prominentes,
confunden la conjura absurda
de ser trueno y volcán,
nube,
plumaje,
prodigio alado
que tendido en su jergón
-dragón-
no vuela.

Preso de mí,
liberto esclavo,
-como todos-
me vuelvo polvo de antiguas montañas
y en el contagio de mi era enferma,
la fiebre muerde mis puños salvados
con su idilio fétido que me pierde
desvanecido en mi teocali
débil

-Mi voluntad sin voluntad me roe,
me aniquila-

y sucumbo al paro de los protozoarios
que en sus ruidos de erosiones parias
rebuznan sus teorías del eros
para hipnotizarme
de lujurias.

-El amor es breve cápsula de arsénico-

Y en el ludibrio de sus tragos falsos
ebrio caigo a su inercia visionaria
donde distingo los festines púbicos
que prepararon los robotes doctos
para acabar con las simientes sanas
y acumularlas de virus
falsos.

Inmóvil,
con la mirada en ascuas,
los bacilos paralizan oratorias
y descompuestas,
las aguas me acumulan sus desechos
en el largo precipicio donde imploro
un beso...

Intento huir,
pero no puede mi piel excitada
dar un salto de acróbata
y recaigo estrepitoso,
arrobado de tersos temblores,
en un diluvio de fruiciones,
alimento de voraces muertos
-amores cabalgados-
que me fajan
que me rajan
y me ultrajan.
Me subo a la esperanza de ser cielo,
y
sol,
estrella,
galaxias,
Universo,
anidados en mi estatua de marfil
que se remonta,
mas no puede moverse en el vaivén
de tantos bálanos
y seduce mis alientos férvidos
a ser pulsión de la común euforia
que se para…

-Dios está en el orgasmo-

¡Cuán grande maravilla es Dios
en su magistral fineza!


MINUTOS MÁS, MINUTOS MENOS…


Las horas pasan su cansancio tónico
y me dan vuelcos
los desfiles de rostros insistentes
que conozco y no sé si los conozco;
que devanan sus cuerpos en sobrantes
de carnes fatigadas de ser carnes;
que revuelven peripecias de columpios
que se van y que regresan solitarios.

Me explico y no me entiendo.

Yo mismo contradigo lo que siento
me mato y me revivo en un momento
y luego de asesino me pretendo
labrador de luz.

¡Qué pensamiento!

Quisiera esclarecerme y no comprendo.

El flujo de palabras insonoras
que no grito
me aplasta en su tumulto
de murmullos
y su cúmulo de ardides;
distorsiona con redes
los sentidos
de mis párpados abiertos
donde vagan respuestas
sin respuesta
dormitando pesadillas…

Con tanta soledad enmascarada
en este lecho de disturbios cerebrales
un bullicio de fantasmas tiesos,
-ojos concretos-
-indiscretos-
me revelan agonías serenas:
en un infierno de voraces explosivos
que me estallan sus atuendos
proxenetas
para retarme el alma...
sin saber la apuesta.

Intento dormir bajo metrallas
de tantas metralletas meretrices
que persisten en tumultos
reviviéndome la cuenta,
pero no puedo…

Risueñas paranoicas van pariendo ideas
en sus marañas de discursos huecos
-tantas me amaron y tanto amé-
y gritan los ayeres mustios
de cobardes semijueces
que cayeron en su lecho preferido
por no pagar con rejas
y prefirieron morir por sus ideas
en lentos incendios.

-No se puede dormir con tanto ruido interno-

Qué tontería de bandazos truculentos,
si hasta el silencio
es un trozo de palabra rota
resquebrajada fónica
entre tantos torrenciales léxicos,
donde navega el propósito deshecho
de mi universo...
diluvio de vocablos que me ahogan
explicando los enlaces de mi duelo
en las tinieblas…

En qué rincón podré depositar mis huesos
si no existe el cementerio amplio
para soñar en paz,
-dormir eterno-
sin agrandar mi encierro,
y solamente se me asoma el nexo
de alguna voz que me cava su diseño
disyuntivo y disonante
en un sigilo que me aturde
de tanto soportar su estruendo.

Dónde dormiré,
-es lo que quiero-
en qué tálamo de marfil
tan blando
encontrará el reposo
lo que queda de mí.
Dónde sepulto
y durmiente venerado
como el cuento de que fui
un cerebro más
de fugados monasterios;
sin más ayer que el olvidado cierzo
que cayó sobre el árbol
donde ahogándome colgaron
el erotismo de mi cuerpo.

Qué ocasión azarosa me sabrá
a descubrimiento;
en qué soledad se atrofiará la hoguera
de mis hervores
y en qué tálamo se esfumarán los goces
que me sedujeron;
en qué desazón me rasgará el encuentro
de un futuro que no pienso
pero siento…
que no busco en los horarios extintos
de las brújulas,
aunque lo espero
en este navegar estrecho e insondable
que tan arduamente me arde
y no responde más
a los vocablos magos,
-juglares del ensueño-
que más no tengo.
Si cayó mi primavera deshojada
por máquinas cobardes
y marchita por sus pestes
refractó mis voluntades delirantes
en el recuento de mis epitafios
-en este preciso momento de mis días-
arrodillado el cuerpo,
sollozo por mis labios despeñados
a los sordos;
por mis brazos truncos
al ejemplo;
por las mismas cinturas que escaparon
al prejuicio
sin permitirme saber si era,
centauros o sirenas,
mi osadía de larva
sin capullo.

Y un sollozo me corroe el delirio
de animal solemne
sin un lloro
y la estatua se doblega
ante el salitre
de mi sitiado epílogo.
Enfermo de pasiones tumultuarias
renuevo mi antigua vestimenta
-amar sin miedos-
y hecho trizas mi vestuario sórdido
que encarcelaba mi llagada carne
-desnudo-
sin cruces que me abracen,
sin espinas que me besen,
herido de placeres tan flagrantes,
se escurre por mis huecas osamentas
y se alivia
mi cuerpo alebrestado
entre pedazos de semen
que revientan.

De mi cráneo escapa una luz...
que me abanica
y tiemblo…

No duermo y miro el hongo
donde todos volamos por los aires
hechos trizas de amor
sin desamores.

Caído del árbol una vez
solo me enrosco ante mi estruendo
sin fruto ni mujer alucinada
pagando atrevimientos.
Erecto,
retorno al Edén,
Adán recién dotado,
con todos los costales de frutos
y fragancias,
para tapujar el foso
donde sucumbí,
-creo…
¿o soñé?-
equilibrando destiempos
de microbios traicioneros
e hipócritas…
como aquellos que siempre han sucumbido
por este desvarío de sierpes demoniacas
que aprisionan las blancuras de las luces
-que nadie vea-
y las atan para hacer su festín
de llamaradas falsas
a escondidas.

Libre de parálisis esquivas
no me agito,
ni me muevo…
mis pasos estancados de intemperies
solo reptan la memoria del olvido,
culebra en mi hoyo,
con la opción única
de morder su propia cola
que ya no me desangra
y en el círculo de inicio
renace la meta…
acogerme a la tierra prometida
y adorarla como diosa
que satisfecha me dará el regozo
y el regazo
de madre buena...
que me arrulla
aunque no duerma.

Quedo en dilatada lasitud
como vacío…
¡Qué languidez perfecta
de la nada…!


LAS DOS Y TREINTA…


Desarmo el techo
donde la eternidad se queda
y ni un ángel se pasea;
le invento a su llanura de cabezas,
vómito barroco,
figuras truculentas,
volcánicas,
cangrejas
satánicas,
funestas,
inútil roschard de la afrenta
que me proyecta en la burda desnudez
de mi desolación perversa,
maldita como nunca,
mirando búhos que me sospechan,
y arpías que me violentan
y rostros que me agrietan;
harto de bocas ladradoras,
hociconas de sospechas,
y ojos que me espían las carnes
para masticar su venta.

Rumio en mi lecho
-crascito, crotoro, maúllo-
todo el cansancio de un mundo que se gasta
en apariencias de trabajos rudos
para renovar la nada
-animal-
y solo se cobijan en pretextos turbulentos
para sobrevivir sin más aliento
sobre los demás.
-los que se dejan-
Mierda sin fe…
de amores o de sexos,
mi vanidad corroe
la repugnancia de saberme atosigado
por hongos represores
que recorren los instantes pulcros
de la suciedad en orden
para embarrarse en ellos;
trebejo de apariencias largas
para psicoanalistas locos
con su Lacan al hombro…
-que rasguen su maternal ejido-

Yo me duermo…






INSOMNIO CUARTO


LAS CINCO SUENAN…


como un robot abro los ojos
programado
sin campanas de alboradas promisorias,
sin madrugadas de bullentes pájaros,
sin la casta ensoñación amodorrada
del amor…
sin la cadencia de dormir el alma:
estoy despierto.

Otra noche de desvelo me amordaza
la mañana que no llega
y las sombras que asedian sin luz
esta caverna,
me corroen de ansias…
y en las turbias horas de mi cataclismo
insomne
sólo circulan como siempre las palabras
-moscas alardeando escorias-
enrejadas en mi mente
que no calla
su lenta grabadora cómplice
y repite los mismos esperpentos
de mi piel alerta
y muda…

Has pasado la vida haciendo cuentos
como un dios mal cuentista
o buen cuentero
que sabiendo construir la trama
tantas veces la ha deshecho
en variables azarosas
que terminan en lo mismo,
en los mismos,
en abismos de cinismos,
a pesar de duendes prófugos
que no querían más cuentos,
sino copular con el harem

…pero Sherezada es inmortal
por más condenas que la muerdan.

Hoy ha enterrado al gran Shariar
-su incesante acosador-
y a todo su Bagdad de arena
se lo ha llevado el viento,
mas ella prosigue
-rítmico vientre sin fin-
a pesar de los fangos petroleros
que la cambian de cienos
y altaneras ambiciones descastadas
que la filman.

-Las mujeres siempre ganan-

Su cuento divaga en sus sinuosas
caderas sempiternas
que hablan y hablan,
bailarinas de arábigos sustentos
que convencen continuar
para no morir de rancias.

-Los pobres hombres pequeñitos atan su rabia-

Las abuelas cuenteras
ya no existen como en antes…
Olvidaron las agujas
y no tejen más arrugas;
hoy se operan el insulto de ser viejas
para darles al espejo
los despojos de las cremas
sin más canas
y erigir su poder de madres buenas
haciendo chocolate sin iglesias.

Torbellinos de presencias
-qué locura de filminas-
insisten en abrir mis párpados
asilándome al pasado
y machacan el relato que retorna
ante mis ojos tapizados
de crepúsculos.

…porque mi abuela no era de esas,
sino dura como el sufrimiento,
humillada de amor
por las cartas escondidas
que jamás llegaron
-intermediarias de los celos,
homicidas de la espera-
y mi padre nació como santo niño
-güerito lindo-
Desamor relatado
sin una lágrima pétrea
que no sonaba a cuento
sino a leyenda.
-Tuve que parir como una vaca
en un corral reseco,
sin reyes magos
sin pastores ni cometas
y rechazar el fruto de mis odios
pero cedí al verlo…-


LAS CINCO Y CINCO


Mi existencia se ha esculpido
en el redil de los embustes
-revolución de traidores-
donde contextos impuros
me azotaron los pretextos
de excavar el mundo...

Todos braman por ser jefes:
Generales
Licenciados
Presidentes
Y una noche de petardos
asesinos,
fraudulentos
encumbrarse el nuevo reo intransigente
de la manumisión.

Inventos cerebrales de mi mente maquinal
me destazan en un cuento que no existe,
-tan breve que ni cuenta se dio
de estar extinto-
pero imaginan en la oquedad de su espectro
el despilfarro de la vida.

Mil noches y una noche sin un sueño
se han acostado en mi cuarto
y los murmurios resuenan
en sus condenas de arsénico.

Dichoso de encontrar mi manicomio,
feliz de hallarle sentidos al desierto
oyendo los rumores de motores
que se acercan y se alejan
convertidos en dragones que combaten
a pétreos ofidios de concreto
y esculpen su aventura de cilindros
en los caños laterales
de un castillo,
-mi castillo-
sonrío
ante la mueca de las hienas…
la sordidez de los chacales,
la cobardía de los buitres,
los hurtos de las ratas
y otros microbios
que me sitian
con su fragor de estropajos
para limpiarme las venas.

Intento dormir entre el tiroteo
de sus putas amenazas
que me cobran la vendimia
de su mierda
-vociferaciones tácitas-
y me figuro en uno de sus filmes
de cartón y de hojalata.

En su infierno de voraces bombas
los hechizos de ultramundo
se deslizan para hacerme desvelar
ante lo incierto
y perversas ocurrencias
brotan derramando lazos.
Posesos de tirrias
urden tentáculos para estrangularme
con silencios compulsivos
entre retorcidos ecos
-que nadie lo oiga-
y al grito de sus uñas que intentaban
-Erinias-
desgarrar mi cuerpo encadenado
a calabozos alienantes
-aíslenlo-
con mis brazos en candado
fracturo sus lobregueces.

Y me percibo príncipe sin duelos
-Hércules redivivo-
resistente a castigos de odios ruines
-silicios, potros, latigazos-
que me quieren despojar de nuestros reinos
-fantasía, poesía, imaginación-
y entre tormentos,
-tecnócratas de las demencias-
revivir los legajos de archiveros
que arrastraron desde lejos
su Medievo,
santa inquisición diabólica
que divina en su maldad
se cree maestra
enseñándole a desnudas mártires
su vocación de orgía.

Para convencerme
-vencerme-
hetairas aciagas de sexo
desnudan sus pechos,
sus piernas tortuosas,
sus nalgas en llamas,
sus vulvas chupantes
y su culo estrecho
mas mi escudo de cemento duro,
colchón sin besos fríos,
funda sin almohada
en cabecera purulenta,
permanece rala…
-No caigo en sus tretas-

Y las hadas hechiceras
turbulentas hadas
-arcón de hologramas
que salieron ciertos…-
caen desvencijadas
en mi cama solar
como vampiras diluyéndose
y las denigro por mentirosas,
como a los reyes por embusteros,
como a las brujas por mitoteras,
como a los ogros por cotidianos,
como a los príncipes por deleznables,
como a los jueces por engreídos,
como a empresarios por insaciables.

En mi lecho se reacomoda el insomnio
lavando lo terrorífico
y quedo encantado
queriendo soñar un cuento de buenas hadas.


LAS CINCO Y DIEZ…


Hubo una vez un niño solo
triste y soñador al vuelo de palomas
y campanas
que nació en las azoteas
del antiguo Calmecac arropado
y creció frente a una plaza exacta
donde largos escribanos inventaban
su avaricia
con cuentos del amor y las tristezas:
termina con mi angustia
y vuelve
-les dictaban-
o quítame esta angustia y vete
o ven con la angustia de siempre
y ahógame de angustia,
inventando otras variantes de la misma música.

Cuentos de risa que se muere
para no llorar de tanta afrenta…

-Lobeznos del hombre-
los perros…
-son jóvenes
déjalos-
burdas parodias libertarias
de estudiantes perturbados
triturando bajezas
corroen las calles
-lo recuerdo-
con atados Cuasimodos
paseando sus vergüenzas
entintadas con plumas
de oro negro
y en lugar de Notre-Dame,
Santo Domingo campaneante
los ve desgañitar sus jugarretas
desde la esquina chata
y en mustias primaveras disfrazadas
con la iglesia topan sus protestas
levantando el trono
de la reina enharinada
para darle entre circos regalados
a la gente de siempre
agachada y facilona
la ilusión moderna
de la libertad…
-malévolo anatema del siniestro
profanador de espigas-

Hipnótico de cuentos se cierra el corazón,
no tiene prisa,
el tiempo es infinito en esta espera
de lo que nunca llega…
sueño de lo que acaso vino
-revoluciones congeladas-
un día en ensoñación de huertos
y no estuvimos para recibir su fuerza
de lo que pasó
sin darnos cuenta
y a ciegas nos perdimos
en un plantón sin vetas…

Harto de cortar la misma lengua,
mía,
pero no mía;
extranjera mudez que se despierta
en mi cansancio lírico…
me distiendo
como alfombra enrollada
que se va abriendo
al camino de los pasos engreídos
del horario transitorio que los envanece.

Y me tatúo de efemérides…
manía de recordar la inexistencia
y no alcanza mi piel para saciar las fechas.

Me he pasado la vida haciendo cuentos,
esclavo de cuenteros
truculentos
sin siquiera sospechar que en tanto tiempo
me convertí en un era…
un hace mucho…
había una vez …
un hubo…
cuento de ficción científica
tan largo
que creerlo y recrearlo nada cuenta
-El día que paralizaron la tierra-
pues de pronto entre galaxias rojas
-El mundo en peligro-
la naves invasoras se alebrestan
-El monstruo del mar-
y en lugar de hacerle daño a las estrellas
-Tarántula-
me pierden con su laser entre cuentas
-El monstruo de la laguna negra-
y hacia atrás de los ceros se regresan
sus conteos
para hollar en mi vigilia los rápidos deslices
de un espacio nítido
donde divago
los distantes regocijos de mi historia…

-¡Qué películas de asombro me renacen
de esa infancia que aún me vive
y me circula ingenua!-

Y no duermo…


LAS CINCO VEINTE…


La historia me estremece
-mía y no mía-
por todos los sentidos
que abarcan sus reventas
donde enredados los héroes
por calendarios ficticios
-no sólo los de ficción-
usufructúan con sus moldes,
los herederos recónditos
de sus pilares
-nadie sabe para quién se mata-
y en estrofas rutinarias,
desfasadas,
-dísticos que asfixian sus colores
turbulentos con habladas
epilépticas-
las verdades hieren con sus púas
los trebejos del agobio épico
de lo que no existe.

-Los microbios lo devoran-

Lejos de mis centros empedrados
-Tezcatlipoca me recuerda-
arrancaron la huella de mi casa
-ayer truncado-
y entre risas de las glorias demagogas
del comercio
la llevaron a peñascos prostitutos,
eruptos del Xitle,
donde una crápula de larvas y dineros
los huecos hijos de Malinche
levantaron sus exóticos recintos
hechos de jardines poderosos
al borde de insurgentes
que detentan angelinos credos
robando a la ciudad…
-barrio estudioso-
su centro de amor…
fragancia librera
de las tardes escolares.

Todo cerebro allá se fue
sin poder alcanzarlo
aunque vestido de hombre.

Yo también fui impedido
como tú
-Inés-
de entrar al orbe
de salones olorosos a pasado
a togas y a birretes
a cátedras altivas
de exámenes borlados;
a sostener el miedo
de llorar
por la distancia infinita
de mi niñez cenzontle,
rebelde al carcelero
de la sonrisa usurera
que traicionaba a los caídos
entre bancarias cuentas
y me quedé estatuario
más al sur de mi norte
donde vivo,
atado al Tepeyac
como mi pueblo,
-mas consciente-
entre seres desvencijados
que no comprenden
el lastre
hecho de piedras de roídas cales
derruidas
y agua reseca
-sin Tonanzin ni Nonantzin-
en el desmadre
de baratijas insolentes
que creen que con futbol
y lucha libre
se han salvado
de la muerte.
Indiferencia cabizbaja
con la vista a tanto engreído,
boxeo
ahogado entre polvos
anclados por la sed
de los antiguos lagos
hechos millones de basuras
en barateras manos
y me defiendo.

-…pero no golpeo.-

Allá se fue…
y aislado en mi tunal
sin más islote
me quedé frente a sus losas de misterios
y pasiones encharcadas
-Josefa de la fuente-
apenas con los secos noctámbulos
del santo oficio
-viejas calles de Brasil y Venezuela-
hechos fantasmas
de mujeres quebradas,
de hombres mutilados,
pululantes nocturnos que quedaron
enrejados
y emparedados
en las cárceles de fango
de la inquisición psicópata
y la antigua encarnación
de mi hambre coyotesca

-Nezahualcóyotl fugitivo-

se quedó marcada
en un amate anónimo,
distante para siempre de mi padre.
Allá se fue mi ensoñación despierta,
-hasta allasote-
me la robaron
y ni la Asbaje
intentaría llegar tan lejos
como yo que nunca pude
por el asco mudo
de no ser ficción de sabio
y me enrejé
en mi convento libre.

Como piltrafas
de siglos hechos ruinas
construyeron con cementos
y cristales
nidos de soberbios
-engreídos lame libros
que se creen intelectuales-
andrajos bañados por su tinta corrompida
a cada pago del tunante en turno…
para premiarlos.

Desvarío…


CINCO Y TREINTA…


Ardua es mi fatiga.
No puedo dormir inmaculado
como esta tierra que violan
cada día los geópatas
con sus pestes
y sus virusidades
de garrapatas.

Despojada de su encanto campesino,
mi equis central,
gambusina de los lagos,
-a pesar de todos los inmundos
microbios del poder-
ha sabido resistir tantas ofensas
a su cielo de cinema enamorado;
tanto escupitajo a sus lagunas sin abrigo;
tanto martirio a sus calles sin amparo;
tanta piqueta a caserones testigos
de amores descimbrados
por la turba mercachifle que les borró
los nichos fantasmales de sus paredes.
Y sin sus árboles,
vuelta un hollinero de ambiciosos,
gallinero de políticos apócrifos,
tosiendo cacareos promisorios
de más jácaras
derramadas por anuncios luminosos,
fincados en ganancias de la pose
más hipócrita
que arzobispos persiguiendo diezmos
atentos a los adornados
con pingües migajas
de sonrisas tesoreras de oro hueco,
la plaza se atiborra de engañados.

Allá se fue…
la casa de mi ayer
y yo tan lejos
me quedé inhóspito
descentrado entre sus ejes agonistas,
solo,
siempre al centro de plazuelas vespertinas
con mis músicos de tecla evangelista;
bajo el canto de campanas voceadoras,
entre coros de palomas
y laureles
con mis juegos de caminos
en las anchas azoteas de mi cabeza.

Me quedé extraviado
un endiablado domingo
en los prados de mi zócalo,
trunca ambición de un monumento síntesis
de lo que nadie supo qué sería
ni aun se sabe
pero se sabe…
espacio reservado a fetichistas
que de cuando en cuando ladran
para celebrar al nuevo santo
erigido por la plancha.

Laberinto trillado de mis calles primeras
-recién arrasadas en sus nombres
por despóticos caprichos-
pasea por mis ojos despiertos
con sus urnas dedicadas a vestales librerías
que allá por Argentina y Justo Sierra
me envolvían de libros y de tangos;
o por Cuba y sus Cavernas…
removían los boleros
que aún no sentía.
Cursi diseño de mi filme interno
divago:
veintinueve la puerta y la escalera serpenteante
de mi casa
-Brasil la calle-
y yo
asomándome al génesis del mundo

-¡Qué fisgones cuatro años!-

Unos ciegos me querían raptar,
pero yo jaloneando mi osadía
a punta de mordidas y de gritos
los esfumé del zaguán.

Desde entonces me he curado de cegueras.

Ya no creo…
en nadie creo,
por ahora.

A los seis Tacuba abierta a la nostalgia
de la Hidalgo y sus libreros
me envolvió hasta San Cosme
y su poniente.
Tlacopan con su árbol alegre
-que no triste-
me habló de los triunfos olvidados.

Mis oídos radiofónicos
se vestían de capítulos:
cuidado Margot dispara…
mientras el Panzón Panseco
con sus aires aristócratas sin vino
y su Domitila liberada…
pontificaba.
Me resonaba Félix amargo
alegre cínico vendiendo los enredos
de lo absurdo
mientras Se solicita criada
o Corazón de piedra
partían los hígados
de costureras
y otras lágrimas.
-Las tragicómicas de las Kúkaras-

Chucho el roto vendía consolación
de venganzas en una serie infinita
de patente incontrolada.

…pero la sombra del otro.

Y me atosiga aquella orquesta pálida
de retrógrados violines
y su piano monolítico
que me fastidiaba como misa de gallo
al compás de un tal grillo del aire
y sus mentiras waldisneanas,
imitación falsificada
de niños animales;
yo prefería el teatro Margo,
a donde escapaba,
para escuchar los pujidos de lumpen
mientras matriarcas simbólicas
usufructuaban sus guiños
masturbándoles la mente
a los pachucos y machos
que se pasaban de putos
ante el gendarme del turno
que los sorprendía.

Sueño despierto
y sucumbo en las redes
que cabalgan por mis sueños
anarcas que me aprietan riendas
para no dormir al alba.

A los nueve en encuentros revendidos
planeaba con libreros mis lecturas,
-Lagunilla-
donde decir hallé un libro
triturado de amarillo
era triunfar sobre el vacío.

Caminando en esas calles
escuché la primera hipocresía…

-¿No quieres que te quite lo niño?

En extraños cosquilleos
a los doce veo los músculos amantes
-paso a paso aventureros-
buscando saciar sus apetitos
con la muerte diaria
reviviendo a cada orgasmo
imaginado entre sus calles
-Órgano-
en sus suburbios
-Vizcaínas-
en sus rutas
-Pajaritos-
en sus cuadras
-Rivero-
en sus metros
-Panamá-
en su sueño envenenado
-Cuauhtemótzin-
que después nunca supieron
cómo las tiraron
entre el cáncer de los ejes
-viejas paredes del arrabal
que dejaron escapar
los deliquios de las siluetas-

Por acaparar dinero,
una tele hecha de goles
y patrañas sensibleras
rugía idiotismos con nombres abusivos
y otros signos de mentiras cerveceras;
cigarrillos con prodigios;
jabón de eternidades;
calzones eminentes
para convulsivos sexos
y alcohólicos deseos;
grado cero de la historia
esfumada en las veredas
de mi niñez subconsciente
que se iba…
pero crecía.


CINCO CUARENTA Y CINCO…


No quiero más atar a nadie en mis corrales
borregos nauseabundos
vacas ajenas que lucen sus validos baladas
mugidos mojados
de moscas y nauseas afuera
hundido en el minuto de la afrenta
no creo
no siento
y qué importa despertar una vez más
si conscientes pesadillas me desvelan…

-caleidoscopio fantoche-

Estallo sierpes para no caer en llantos
como antaño.

Este solitario buscador de soles ya no busca.
Ha aprendido a estar tan solo como todos
los que nacen solitarios
o todos los que mueren únicos
aunque no quieran
y que en el largo delinear de punta a punta
origen y acabose de sus vidas,
sólo pasaron indagando muecas
que les descubriera la fugaz pareja
que inasible
fingiera ser eterna compañía
de menos tiempo
que una aurora hecha ocaso…

Entre la fama pregonada por espantos
maniáticos de vastedades
me acurruco en cualquier esquina
de la hora;
ya nadie reconoce las imágenes
-mis imágenes-
hechas de niebla
y variedad de olvidos
instintivo deshabito el palacio de lo insomne
y con ladrillos de una estoica arcilla
tapio las puertas de la esperanza
y no hago muecas de lágrimas
sino de bronce.
Fundo mi corazón entre las rejas
que lo humillaron
y hecho de hielo
tan solo me detengo en los espacios
de antiguas bibliotecas
-templos de mis orbitales marchas-

Hasta el silencio es insensible
pero sintiendo más que nunca
mis corazas
dejo palabras a los azares de un nuevo sueño
que de tan antiguo
nadie sabe si aún existe
-casi duermo-
y el futuro que se hace
en lo presente
aunque después
-en lacio parpadeo sucumbo-
también ya nada sea
sólo un suspiro que tensó la cuerda
de una vihuela cósmica
en su sonata verosímil
pero in-
con-
clusa
y quedó solo
nota
de su sinfonía
dis
per
sa…

Amanece…





INSOMNIO QUINTO


ALTA NOCHE OTRA VEZ


y un golpe de sombras
me despierta…
qué enferma vocación de náufrago nocturno
abre mi ojos
y no deja que yo duerma.

¡Harto estoy de estos insomnios altaneros
que devoran con sus fauces de arquetipos
el pasatiempo de mi cuerpo!

Qué lento es este cielo corrugado
que delira,
trecho insolente,
su esquirola garra de yeso.
Transpiro la oquedad
de sus humos en silencio
y agobiado con el peso de su pase
el piso donde caigo
me renace de aciagos espectros
y me mueve como vértigo insondable…
incontrolable
sin moverme.
Mi cuerpo baila sus voraces nervios
y no duerme…
sucumbe en su desvelo
diluyéndose en locos esqueletos
descarnados
que en el techo reverberan
acumulándole insomnios
con su voz en vela
que me pierde
en un transparente remolino
acosador de mi conciencia
y la alebresta.

Crezco como rascacielos
al centro de escombros
de pasados pánicos
que ya se levanta
sobre de los hornos
donde se fundieron
las llamas de cuerpos
que no comprendieron
sus cenizas
y escucho los gritos oscos
de las pesadillas agrias
lapidando lumbres
para atarme a rabiosas torturas,
hondas
de voceríos sucumbidos vanos
en las calles anchas
de mis urbes nítidas,
donde sus hachas de ojeriza
quisieron desgarrar el árbol
vuelto parábola
de mi designio,
pero no pudieron.

Elevado a cielos
los dejé en sus ganas
de matar estrellas;
de sellar calumnias;
de sembrarme intrigas;
de labrarme engaños
de humillar mis fuerzas
y gozar mi leña.

Enfermas lombrices de ambiciones
reptan su peste azoradas
sin más capitales
que las propias deyecciones
de su fosa
y entre escupitajos
de escorpiones codiciosos,
como aterrados sapos
ven secar sus lodos presuntuosos
y se cuelgan burdos
a suicidas ramas
sin hallar los vuelos
que los enaltezcan
a infinitos cosmos límpidos.

Muda la razón se me desdobla
en el burdo parloteo
de mis almohadas
-no me importa ya el silicio-
y en el caos del silencio
sus palabras otra vez
me talan…

Mente obstinada
-por qué no callas-
me devoras de un dolor arrumbado
en galerones carcomidos…
donde una borrasca alucinada
ya no aletea
su plenitud de águila.

El terco pergamino de mi rostro
se cobija sus páginas borradas
por tintas desteñidas
y con lumbre se refresca.

-Nadie vale la pena para la inmensidad-

Suspenso de un ayer que me condena
a toda soledad
en mi casa multitudinaria,
discurren los compases de relojes
-jaulas de sueños-
despertando inmundicias en olvido
que aceleran mis barrotes soberanos.

Hundidos en sus años de dominios
horadan su triunfo disonante
sobre mis despojos
y aparecen sin dientes
en olor de arrugas,
sifilíticos,
leprosos,
diabéticos de la carroña,
hechos microbios
royéndose sus huesos
succionándose sus propios mocos
y sus pestes
sin la altiva orgía
con que celebraron su triunfo aleve…
-todo muere-
devorándose las colas
hasta comer sus desechos
y comprobar que la mentira hipócrita
de sus cimientos enfermizos
tan solo era la burda mascarada
de sentirse palacio amurallado
siendo piratas condenados
a llorar su pierna rota,
su mano inútil,
su parche al frente

-¡Decrépitos!-

Un poco de alcohol me alivia
la infecta rozadura
de mis miembros inconquistados
y los ayes de todas las patizas
me paralizan al recuerdo
de un ayer sin cicatrices.

-Amoroso tequila que suavizas las canciones-

Pasmado el video no hay avances
ni retrasos,
solo se queda en la memoria larga
de los olvidos que se evaporan
en cintas desvencijadas
donde se conjura lo que nunca fue
aunque haya sido.
Sutil redada de archivos sin datos
y sin fuentes.

Coartada inverosímil del enigma.


LAS CUATRO Y CUARTO…


Abro el no duermo
con un sí que me despierta
y me arranca las imágenes
hambrientas
erigidas en mis sueños
escarbando las palabras
que no saben más el cuento
del mejor final a besos.

Aislado en mi rincón del mundo
transcurren espirales las simientes
de mis voces
y en un arduo bostezo mis ensueños
se burlan de mi lacia estatua
tendida en el eterno laberinto
de mi lecho que revuelvo
y no encuentra el sosiego
de otro cuerpo.

Erguido caigo en un segundo estéril
doblegando con hielo
mis inercias
y hundido en el escollo de la noche
me extingo sin soñar más fuegos.

Nocturnos abiertos
mis ojos
-trémulos-
miran mi orgullo de rodillas
besando la tierra hermafrodita
que obnubila mis recuerdos
de tanto desamor,
si no veneno.

Se baña la virtud exhausta
al correr por callejuelas mustias
de tantos hoteles enredadas
con que me viste mi ciudad
bajo cielos meretrices
de facciones beatas
pululando sus olores rosas
y en el descanso de su oferta de humos
fuman con el vómito en la boca
de curas con sabor a santos
farsantes
que levantan sus espadas fatuas
para fundirse en el altar del huerto
donde se mueve una caricia tibia
entre deslices de condenas palpitantes
sudando a gotas
-cuenta gotas-
los anuncios blancos que calmaron
sus conquistas pálidas
de niños.

Machacado de mí
me recomienzan cautivo
que no halló las llaves
de sus prisiones
y en su congoja de celda
tildó recelos a su añoranza
de ser un paso que se extendiera
sobre los polvos de otras arenas…

-Los difuntos son buenos tipos-

Vuelto vestigio
me reconcilio con mi antiguo cuerpo
que agonizaba entre los microbios
y tantas pestes que lo cercaron.
Ahogado en veranos embusteros
con mi aire imberbe,
lineal de puntos,
me voy haciendo la nueva página
donde vislumbro los otros tiempos
que me liberan
de tantos almanaques muertos.

Fechas y números caducos
-puñal de auroras-
solo me enfrento a mi nacer
-equidistante-
sin las sombras que lo alumbraban
de porquerías;
sin las oscuras que delinearon
su escoria viva;
sin las holganzas resquebrajadas
que clausuraron mi terco fuego.

Solo ante mí,
frente a horizontes templados,
herido de salud tan optimista,
trascendiendo abatimientos;
regenerado en ágoras
sin atender a feligreses múltiples
-politeístas desolados-
corro el telón de mi obertura idéntica
y deslizo los parlamentos nimios
a otro proscenio de raíces neutras
desde donde se ve tan diferente el teatro;
sin más pociones del odio y la ponzoña;
sin damiselas de tullidos camisones;
sin más parodia de la vida
y de la glorias,
sin más blanduras del diván
y de la larva.
Caricatura erguida de los dioses,
simulacros de los hombres
en el sótano cóncavo
de las iglesias,
remedo soñoliento de las fábricas
hundidas,
bataholas extremas de los templos
calcinados,
concluyo mi enfermedad de cíclope
y veo más allá
con más de un ojo
-altivo insomnio-
lo que los miopes ínclitos
esconden bajo su manto perentorio
y arbitrario
porque en tanta imitación de cristos
solamente bufones se acreditan
y en el hazme reír de su jolgorio
paralizan las migajas que los juzgan
y se agotan de mesones sin más ventas
que altivos refectorios hechos tálamos
donde duermen sus lujurias disfrazadas
de conventos.

Curioso espectador de obscenidades
-mirón sin vicios-
me percibo en obsesiones de los otros
que trajinan sus envidias míticas
con el encanto de palabras sornas;
proyectos de ferial acorralado
por cadáveres menesterosos
que de tanta fiesta
podaron las escasas raíces de su tierra
y la dejaron en la anchura mórbida
de su indolencia.

Presto como un sol
que sin embargo es lento
y tarda doce locas agonías de nieblas
para encontrar el día,
así mi músculo entusiasta
reconstruye sus células heridas
y apóstatas mis venas aceleran
su festín de sangre llena
para nutrir mis brazos reos,
mis manos pensionadas,
mis dedos altaneros,
mis pies contaminados
y reparar mi poquedad insana.

Polvorientos los ayeres
se han tendido en cementerios obstinados
de ser siempres
y la balada que tensaron
en ritornelos infestados,
sólo es parte de patrañas catequistas
blandiendo evangelios traicionados;
-oropel impertinente de carroñas-

Negación de negación
me trasformo nuevo cosmos
y de un salto inmortal
me hago sinécdoque
innovada.
Escala prima de todos mis sueños
en la incesante audacia
de destruir los mitos.


LAS CUATRO Y TREINTA Y CINCO…


Ahora que hay silencio en cada esquina
de mi cuarto
y el hexaedro donde duermo está sellado,
me resumo,
me recuento,
me revierto,
me reinvento.
extendido en el cansancio
de mi insomnio,
-tanto insomnio-
que me alumbra,
me vuelvo al sueño prepotente;
que me revuelve…
pero sereno.

Mi cuerpo se ha escapado del horóscopo vencido
y no siente más las huellas de sus músculos
rayados;
se adormece.
El bíceps femoral se me acalambra
en un alta mar sin velas,
los cuadríceps dormitan sus esfuerzos
por ascender a cumbres
y los gemelos se aprietan al insomnio
de los pasos luengos
que no pueden despertarme.

Vuelvo a soñar
-decido-
mi pectoral levantado,
los dorsales exaltantes,
los deltoides de curvas ondulantes,
y abdominales de arado.

-El podio de lo humano
está aguardando-

Un foco empolvecido me deslumbra
con anécdotas brechtianas
mis intentos de escenario
y cocteles surrealistas
retornan a animarme:
El caballo elefante con sus alas de mosca.
La duquesa del hielo que arde.
El caballero que vuela sobre un diamante.
El fantasma gótico de un ojo en la sábana.
Estridentista durmiente
colgado de algún andamio
y de las urbes…
-Ubres ciudades que nos alimentan-
me pierdo como Androsio
en cualquier lugar del metro
y reaparezco satisfecho
de nadie.

Inexactamente ahora
ni sé la hora
duermo anti poemas,
pero no duermo.

-He pasado la vida haciendo cantos-

Me paseo jubilado en mi osamenta
desvestida de microbios y liberto,
al cabo de palabras,
que me anidan,
-largo aliento-
recupero las esquirlas que quedaron huérfanas, cuando mis huesos derretidos en la tumba
cavaban con oídos harapientos
mi cuerpo inverso
de ultraísta iluso.

Pasmosos silencios que mi voz ahogada
destroza en el orgón dormido de mi tálamo
estrujado.

Acaso duermo…


LAS CINCO Y CINCO…


-dónde comienza el sueño,
dónde el desvelo-

Limpio como sol autoincendiado
respiro en la humedad de mis subsuelos
y la frescura de mi fuego nuevo
me baña con su risa promisoria
de cosechas.

La vida me transcurre su conducta soñolienta,
mas mis ojos no se cierran
y me une a muchedumbres
del amor hecho creaciones;
ruta insólita en que flotan al llevarme
tras vacunas que prolonguen la alegría
de saberme cotidiano
con el cielo
con el aire
con la tierra
con los mares
con el fuego
con la lluvia
-creacionista-
y las ramas me cantan en los árboles
su armonía
y me encantan con mutismos astillados
las galaxias.

Difuso en este insomnio transparente
navego por espacios sin horarios
homogéneos
el sur azul
o el rojo oriente
acaso el norte blanco sea mañana
o tal vez el occidente anaranjado
quien me lleve colibrí voluntarioso
a trascender el centro de mi cruz en vela
donde me ahonde
o me eleve
el ombligo galaxial
que me remueva
y al lado del sol
-alado-
mis alas recuperen la dicha
-futurista-
de sentirme colectivo
-otra vez-
sanado,
solidario de anarquistas universos
que sin tantos escándalos,
ni videos tergiversados,
avanzan fuertes
a otro mundo sin microbios
y sin pestes…

Redimidos…

-Creo que por fin duermo-

O solo estoy soñando
que me sueño
durmiente
en un bosque de naufragios
donde nunca llega
quien me despierte.

Bésame sueño
con tus labios boquiflojos
y disuélveme…
como un dadá.





EPÍLOGO DURMIENTE


A DESTIEMPO…


Ya no sé si duermo o sueño…

Siempre a destiempo la cita con mi vida
era a las ocho
y llegue a las ocho y media

-Me hicieron con amor apasionado y sobrio-

Grande suerte la mía;
era el trece en algún martes
de esos junios lloviznados.

Tláloc caía
como llorando;
siempre llorando
desde su agosto cruel;
otro trece,
éste su muerte,
el otro,
mi vida,
y Ehecatl bailaba
-ohuaya el viento-
limpiando hedores
y basuridades…

El aire aún era transparente
y la región lo idolatraba
girando entre sus danzas.

Huehueteotl retenía su juventud
atrincherada
-abuela energía creadora-
cargando su bracero eternal
de fuego;
primera voluntad del Teotl
-aquél por el cual todos vivimos-
Ipalnemohuani.

En las tierras de algodón tan alto
que parece nubes
Ixcateopan
descubrí los vestigios de mi estirpe
en el momuxtli encarnado
de poesía.

Teopiltzin me abrió los caminos
de la luz hacia mi encuentro…
y limpiándome microbios invasores
me deshizo de egoísmos
y otras pestes.

Año de guerras era
1944
penurias y estallidos
-ese entonces-
donde los tristes hombres de Europa
ahogaban de ambición su mundo
vetusto, pedante, tonsurado
y los renegados de cualquier parte,
se engreían.
prometiendo perpetuidades.

El tiempo derrumbado en sus emporios
-alambiques destilando hieles-
enterraba sus ancestros
en escombros…
sabor añejo,
ya pergamino,
algo esqueleto
y al final polvo
de aquellos cuerpos que se creyeron
su sed de eternos,
mas no pensaron
ni sospecharon
su carne terca,
su piel tan fresca,
sus piernas ávidas,
sus labios húmedos,
-músculo erguido-
-o lubricado-
que solo eran
fugaz escena
de su comedia icónica.

Y me discurre su pasado híspido
poblado de ángeles y campanarios
que ahumados tiemplan
en los aleros
donde en antaños
revoloteaban mis fantasías
hechas de asombros
y entre las lágrimas que se secaron
sin más lloronas
-retumbo sordo de las arrugas-
lagos sin barcas,
hundidos remos,
entre los óxidos
hoy nos ahogan
y nadie sabe
si fue lo cierto
o solamente un perenne ensueño
-ventas de auroras-
-precios nocturnos-
-calles prostíbulas-
que ha sucumbido tras remolinos
de tanta copla
donde tan solo quedó escurrida
la espuma tenue
de un vino esbelto…

Sereno
homo sapiens sapiens al cabo,
derecho,
con el rostro aireado
la mirada en reto
y la frente en alto,
con el sol me elevo
y vuelvo a contemplar
el universo
que aún no ven los ciegos
y escuchando más allá del trece
de mis dos treces,
oigo sinfonías
secretas para los sordos
que no quieren oír los altavoces…

Volante en mi plumaje de águila,
nahual me desvanezco
para volverme izquierdo colibrí
velando mi arma
y emancipado,
desplazarme tan intenso
que nadie sienta el movimiento
de mis alas.

…y empiezo a soñar
que estoy durmiendo.