Escena VI

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ADELINA; después, por el fondo, DON ANSELMO Y VISITACIÓN; después, un CRIADO. ADELINA se deja caer en el sofá, lejos del balcón.


ADELINA.-¡Pobre Carlos!... ¡Entre todos le han obligado! ¡Que él, por sí, es muy bueno, pero le han vuelto loco! Siempre el mismo tema: ¡La honra! ¡Y el decoro! ¡Y dale con la dignidad!... ¡Y el ridículo! ¡Y lo que dicen! ¡Y vuelta al martilleo, que no hay cabeza ni voluntad que resistan! Y es preciso confesar que Víctor... merecía..., no diré yo tanto..., pero una buena lección.... ¡vaya si la merecía! Fue una infamia, y las infamias cuestan caras... En fin ¡si Dios quisiera salvarle, para que mi Carlos no tuviese sobre sí esa desgracia!... ¡Yo se lo pido de todo corazón! ¡Pero, al menos, ya no peligra la vida de mi Carlos!... ¡Y eso es lo principal y lo más importante! ¡No sólo por lo que yo le quiero, sino porque es el mejor de todos nosotros, y por eso es el que más sufre!

VISITACIÓN.-(En voz baja, a DON ANSELMO.) Lo he oído yo, ahora mismo. Pasé..., casualmente... por la antesala cuando llegó el lacayo.

ANSELMO.-¿Estás segura?

VISITACIÓN.-¡Qué sí! Una carta del marqués para Adelina... con cierto misterio..., y en propia mano. Ahora verás; la van a traer.

ANSELMO.-¿Y ella?

VISITACIÓN.-¡Calla!... Está ahí. ¿No la ves? Muy pensativa, como siempre. ¡Dios sabe lo que estará pensando!

ANSELMO.-Infamias.

VISITACIÓN.-No lo aseguro, pero es posible.

ANSELMO.-Pero ¿no traen esa carta?

VISITACIÓN.-Sí, mira. Separémonos un poco para observar qué impresión le hace.

CRIADO.-(Por el fondo, con una carta.) Señora... (Deteniéndose.)

ADELINA.-¿Qué quiere usted, Antonio?

CRIADO.-(Acercándose con cierto misterio.) Una carta para la señora. En propia mano; así dijeron.

ADELINA.-¿De quién? ¿No lo han dicho?

CRIADO.-(Bajando la voz.) Del señor marqués.

VISITACIÓN.-(En voz baja, a DON ANSELMO.) ¿Lo estás oyendo?

ANSELMO.-Calla.

ADELINA.-¿Para mí? ¿Del marqués?... (Aparte.) ¡Es extraño!... No... ¡Quién sabe!... Fue padrino de Carlos... (Tomando la carta con apresuramiento.) ¡A ver..., a ver!... ¡Déme usted pronto!...

VISITACIÓN.-(Aparte, a DON ANSELMO.) ¡Observa qué ansiedad!

ANSELMO.-¡Silencio!

ADELINA.-(Abre la carta, con marcada agitación, y procura leer, sin conseguirlo.) No puedo... No se ve... Son dos cartas... (Se precipita al balcón.) Tampoco... Sí... ¡Víctor!... ¡Habla de Víctor!.. ¡Antonio, pronto, luces! (Sale el CRIADO.)

VISITACIÓN.-(En voz baja, señalando un cortinaje.) Ven conmigo..., y desde allí...

ANSELMO.-Eso, no; eso es bueno para ti. Yo voy de frente. Ya verás.

VISITACIÓN.-¡Está deshecha!... ¡No puede dominarse!... ¡Devora la carta!... ¡Claro, Señor, si está claro!

ANSELMO.-¡Eso quiero yo, que todo se ponga en claro!

ADELINA.-¿Qué dirán esas dos cartas?... ¡Dios mío!... ¿Será una desgracia?... ¡No sé, pero yo creo que he leído estas palabras: «antes de morir»!... (Se pasea impaciente y se detiene a la derecha.)

VISITACIÓN.-Si Carlos la viese...

ANSELMO.-La verá, y así sabré yo si tengo hijo o no le tengo. (El CRIADO entra con un candelabro.)

ADELINA.-Allí, Antonio; allí la luz. Bien; puede usted retirarse. (El CRIADO pone el candelabro en la mesita de la derecha; después, sale. ADELINA se dirige hacia la derecha, que es donde está la mesa con el candelabro. Al llegar, DON ANSELMO se interpone. VISITACIÓN queda en segundo término.) ¡Ah! ¡Don Anselmo! (Instintivamente oculta las dos cartas.)

ANSELMO.-Prometí a usted que volvería, y yo cumplo siempre mis promesas. (A VISITACIÓN.) Ahora, vete tú. No me repliques. Quiero estar solo con Adelina.

VISITACIÓN.-¡Bueno, hombre, bueno! Ya me voy. (Aparte.) ¡Qué carácter y qué falta de consideración! (Sale por la derecha, segundo término.)