Escena V

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VISITACIÓN, PAQUITA, DON ANSELMO, DON NICOMEDES y DON PRUDENCIO; Carlos por el fondo; después, ADELINA, por la derecha.


ANSELMO.-¡CARLOS!

CARLOS.-¡Padre mío! (Abrazándole.) ¡Vencedor!... ¡Ya soy diputado!

ANSELMO.-¡Mi CARLOS!

CARLOS.-¿Y mi Adelina?... ¿Cómo no la veo?... ¿Dónde está?...

ADELINA.-(Entrando.) ¡Es él!... ¡Es él!... ¡Carlos!

CARLOS.-¡Adelina! (Abrazándose. DON ANSELMO hace un movimiento para precipitarse entre los dos; los demás personajes, PAQUITA sobre todo, le contienen y casi le sujetan. Toda esta escena, que es muy rápida, queda encomendada a los actores.)

ADELINA.-¡Cuánto tiempo!... ¡Si me parece imposible!

CARLOS.-¡Cuánto tiempo, tesoro mío!...

ANSELMO.-¡Basta!., ¡Déjale!... (A ADELINA.)

CARLOS.-¡Padre!...

ANSELMO.-¿Tú en sus brazos?... ¡Ya nunca!... ¡Suelta tú!... (A CARLOS.) ¡Y tú, vete!... (A ADELINA.)

ADELINA.-¡Por Dios!... ¡Padre!...

ANSELMO.-¡Mientes!... ¡No lo soy tuyo!

CARLOS.-¡Es mi Adelina!

ANSELMO-¡Por tu desdicha!

ADELINA.-¡Soy suya!

ANSELMO.-¡Para su mal!

CARLOS.-(A ADELINA.) ¿Qué dijo?

ADELINA.-(A CARLOS.) ¿Qué ha dicho?

CARLOS.-(Volviéndose a los demás.) ¡Delira!

ANSELMO.-¡Ojalá; (Se cubre el rostro con las manos.)

CARLOS.-¡Pues entonces yo soy el que está delirando!... ¡Hablad!... ¡Decid!... ¡Habla tú! (A ADELINA.) ¿Qué es esto?

ADELINA.-¡No lo sé, Carlos!

CARLOS.-¿No es ésta mi casa?... Sí, lo es... Por allí..., a nuestro cuarto... (A ADELINA.) Y aquél..., el balcón donde te he visto tantas veces esperándome... Y en ese sofá me siento junto a ti... ¡Y tú eres mi Adelina!... ¡Y tú, mi padre!... Y a todos vosotros os conozco bien... Luego no sueño... ni deliro... Entonces ese desgraciado perdió la razón... ¡Padre! (Precipitándose a él.)

ANSELMO.-Sí, Como digo: los dos solos. Y vosotros, dejadnos.

VISITACIÓN.-Dice bien. Vamos, Nicomedes... Don Prudencio, venga usted con nosotros... Paquita, llévate a... Adelina.

CARLOS.-¿Qué dice?... ¿Que tú también?...

ADELINA..-(Señalando a CARLOS.) ¡Yo, no!... ¿Por qué?... ¡Yo, con él!...

ANSELMO.-Sí, con él; pero luego. ¡Más que quisieras!...

VISITACIÓN.-¡Hay que obedecer a Anselmo!... Tú sabes que hay que obedecerle. Salgamos.

CARLOS.-¿Hay que obedecerle?... ¡Entonces está en su juicio!

NICOMEDES.-Lo está, Carlos. Todos lo estamos, y tú también, ¡y más que nunca lo necesitas hoy! ¡Créeme, Carlos! ¡valor!

ADELINA.- ¡Perdone usted, Visitación!... ¡Perdona, Paquita!... ¡Pero yo no puedo separarme de Carlos!... ¿No oyeron ustedes lo que dijo don Anselmo?... (Desprendiéndose de PAQUITA.) ¡Yo... nada soy..., pero tengo que defender su honra!... ¡La de mi Carlos!

CARLOS.-¡Eso!... ¡Eso!...

ANSELMO.- ¡Tarde la defiendes!

CARLOS.-¡Ah!... ¿Qué has dicho?... ¡Padre!... ¡La vida diera porque no lo fueses en este instante!

ANSELMO.-¿Amenazas a mí?

CARLOS.-No...; amenazas..., no... Es que no sé lo que digo..., ni lo que pienso..., ni lo que quiero... Idos sí; sólo con él... Saberlo todo, para salir de este infierno o para hundirme en él para siempre. ¡A no ser que alguno quiera quedarse para repetir lo que él ha dicho, y ése... que se quede..., yo se lo suplico de rodillas..., que se quede..., que otro hombre repita lo que dijo mi padre!... ¡Si no comprendo ahora mayor dicha en el mundo!

ADELINA.-¡Pero yo a tu lado!

CARLOS.-No; tú también..., vete... Luego, sí; luego, los dos. ¡Te lo juro! Él y yo, ahora. Tú y yo, luego. No esperarás mucho. Ahora..., ¡salid!... ¡Llevadla!...

VISITACIÓN.-Ya nos vamos; no te enojes. (VISITACIÓN, DON NICOMEDES y DON PRUDENCIO, por la izquierda.)

PRUDENCIO.-Pero hay que estar cerca.

VISITACIÓN.-Sí... Adiós.... y calma, calma, hijo mío. (Salen.)

PAQUITA.-Ven conmigo.

ADELINA.-(A CARLOS.) ¿Tú lo mandas?

CARLOS.-Sí, y pronto.

PAQUITA.-Vamos, no temas; confía en mí.

ADELINA.-¡Ay Paquita de mi vida!... ¡Yo tenía el presentimiento de algo!... (Se va llorando por la derecha.)

PAQUITA.-¡Pobre criatura! Yo te salvaré.

CARLOS.-¡Al fin, solos!