De la portera - Del prólogo de la primera edición

​De la portera​ de José Alonso y Trelles

(Del Prólogo de la primera edición)

Los renglones desiguales (¡cualquier día les llamo yo versos¡) que te brinda este volumen y que leerás o no; porque no sé si se adaptarán a tus gustos, en mi opinión y considerados literariamente, no valen nada. Te juro que no hay modestia en la emisión de este juicio absoluto y desenfado, sino sinceridad campera, y, por lo mismo, sana. Que de mí, como dijeron de no recuerdo cuál poeta, puede decirse que si tengo el vicio de hacer versos (¡ya pegué!), tengo también la virtud de despreciarlos. Salvo unos pocos, los escribí hace bastantes años, por puro solaz y sin soñar que pudieran salir del ambiente campesino en que fueron concebidos y dados a luz. Pero salieron. Y ni siquiera vivieron "lo que viven las rosas"; sino que siguen recitándose en no pocos cenáculos rurales y hasta en algunos rinconcitos urbanos en que brilla el saber. ¿Porqué? ¡Vaya uno a adivinarlo! Dijo de ellos el ilustre doctor Fénix en una de sus "Notas" de El Siglo que "tienen -no obstante su tosquedad, propia del estilo campestre- el sabor y el colorido de nuestra tierra". Opina Casiano Monegal, el inimitable cronista que yo soy "el que ha sondado mejor el alma gaucha y expresado en versos perdurables las pasiones bravías, los dolores y las ternuras de nuestras Julietas y de nuestros Romeos criollos". Afirma el talentoso Luis Hierro que mis "cantos genuinamente uruguayos, evidencian mi vocación para pulsar la tira gaucha y mi conocimiento del alma campesina del paisano". A todos ellos la responsabilidad de mi gesto actual. ¿No podrían ser sencillamente mis pasiones, mis penas, imaginarias o reales, que da lo mismo, mis secretas ternuras, el mundo misterioso e ignorado que lleva cada uno dentro de sí, lo que, en el pintoresco lenguaje criollo, aprendido en mi larga convivencia con la gente del campo, exprensan y traducen mis toscos versos?
Toscos, sí, tan toscos, tan inarmónicos, tan mal rimados, que ¡pobres de ellos si de su estructura se ocuparan los técnicos, si no los salvara el granito de emoción con que pudo haberlos dotado mi sensibilidad exaltada, si no hicieran con ellos lo que quería Menéndez Pelayo se hiciese con las novelas de Pereda! "antes que juzgarlos, sentirlos", porque quién sabe si no son también "algo de nuestra tierra y de nuestra vida como la brisa de nuestras costas y el maíz de nuestras mieses".
Confiado en que así ha de ser, los lanzo a la vida en un libro. Para recomendarlos al paladar literario, cada día más exigente, necesitaría un prólogo que no sé hacer ni me atrevo a pedir a nadie: para entregarlos al sentimiento público, sobran estas excusas, si es que hay en ellos un granito de emoción, que puede que le haya.
JOSE ALONSO Y TRELLES.
Tala, diciembre de 1915.