De la ortografía castellana/II
OBSERVACIONES
SOBRE LA ORTOGRAFÍA CASTELLANA [1]
SOBRE LA ORTOGRAFÍA CASTELLANA [1]
No se puede ocultar a nadie la suma importancia pedagójica, prescindiendo de las otras ventajas palpables, que tiene para un pais la completa uniformidad de la ortografía empleada en la escritura e impresion de las obras i documentos de cualquiera clase literaria. Esta deseable uniformidad absoluta de la ortografía, hasta ahora no existe de hecho en ningun pais, en ninguna lengua, aunque hai entre casi todas las naciones cultas ciertos cánones sancionados por el uso, de los cuales nadie se puede apartar en mas que algunos puntos, jeneralmente de poca importancia, sin chocar a la vista de sus compatriotas. Hasta se puede decir que la uniformidad absoluta en la ortografia, es imposible en la lengua hablada, como lo es en toda cosa viva que está sometida a cambios i desarrollos, aun tardíos.
En Chile hoi vacila la ortografía entre dos cánones: el uno sancio.nado por el uso establecido desde decenios atras por un número bastante grande de hombres públicos beneméritos de su patria, de los cuales con mencionar al ilustre don Andres Bello será escusado enumerar el resto sin ofender a nadie; el otro, establecido por la Real Acanemia Española.
Para poder decidir cuál de las dos ortografías es la mejor, i por esto preferible a la otra, tenemos que entrar, sine ira et studio, en un lijero exámen de la historia de la ortografía castellana i de las bases razonables i aprobadas por la ciencia de nuestros dias sobre las cuales se debe fundar teóricamente cada reforma ortográfica que quiera ser juzgada buena i provechosa. Principiando por el segundo punto, podemos resumir los principios fundamentales que nos deben guiar en los párrafos que siguen:
I
1.° Teniendo cada escritura por único i esclusivo fin el representar al conocimiento de cada cual por medio de la vista, palabras i frases de la lengua que en primer lugar es lengua hablada, es evidente que, teóricamente, la escritura es tanto mejor cuanto mas exactamente representa a la pronunciacion; pero no la pronunciacion individual de un solo hombre, sino aquel cánon de pronunciacion que se forma por la abstraccion de todas las peculiaridades individuales que no coinciden con el término medio usado entre los hombres instruidos de una comunidad lingüística; es decir, la ortografía puede prescindir de los lijeros matices acústicos que diferencian a unos mismos sonidos segun los sonidos vecinos en la palabra; pero la ortografía debe posibilitar la distincion exacta de cuantas palabras sean exactamente percibidas como diferentes en la pronunciacion.
2.° No se debe ni se puede exijir mas de la escritura; especialmente, por regla jeneral, será inútil e innecesario que la escritura distinga palabras que no esten separadas en la pronunciacion. Al contrario, esto seria de todos modos incompatible con el axioma de que la ortografía, o sea el arte de espresar correctamente por medio de signos escritos las palabras pronunciadas, debe ser tan fácil como sea posible para que esté sin trabajo superfluo al alcance de cada cual i no solamente al alcance de unos pocos que con holgura se pueden dedicar a estudios literarios i lingüísticos. Todo esfuerzo innecesario en el aprendizaje de una cosa tan indispensable como el arte de escribir i leer, implica desde luego una pérdida de fuerza nacional. Aumentar las dificultades ineludibles de la ortografía con otras inventadas caprichosamente, es robar al pueblo entero muchas horas que mejor se emplearian en la enseñanza de otros ramos útiles.
3.° Con esto queda incontestablemente establecido que la ortografía ideal tiene que ser una ortografía fonética, en la cual a cada sonido corresponda un solo signo gráfico i a cada signo gráfico un solo sonido pronunciado (dentro de los límites indicados en el § 1.°)
4.° Como la lengua hablada se desarrolla lenta, pero irresistible mente, una vez establecida una ortografía mas o ménos perfecta, ella no puede quedar inalterada, sin alejarse poco a poco de su designio de ser la fiel espresion de la pronunciacion. Por esto, aun la mejor ortografía deberia ser alterada de vez en cuando. Quedando invariable, despues de un tiempo mas o ménos largo representará la ortografía, no la pronunciacion actual, sino la pasada desde decenios o siglos atras, lo que implica desde luego su insuficiencia por un lado, porque ya no corresponde completamente al habla; su dificultad por el otro lado, porque ya nadie, ni el mas instruido, se puede fiar de su oido para saber cómo se escribe una palabra, sino que tiene que consultar la historia i averiguar cómo han escrito sus antepasados. El que no tiene a la mano en cada momento los medios para tales investigaciones, tiene que cargar i sobrecargar su memoria con el estudio de tantas peculiaridades que, no siendo él filólogo, sino trabajador en otro ramo de la vida intelectual o material, le son de poca o ninguna importancia; pero, sin embargo, le cuestan un trabajo que mejor pudiera emplearse en cosas mas útiles para el progreso humano, o por lo menos para el provecho individual. ¡Estado insoportable de las cosas que se encuentra actualmente en el ingles, donde se escribe hoi mas o ménos lo que se pronunció hace quinientos años!
II
1.° La ortografía castellana, como la lengua misma, está en completa dependencia de la lengua i ortografía latina. En los primeros siglos de su existencia, la ortografía castellana, así como la francesa, eran esencialmente fonéticas, aunque nunca han podido sustraerse completamente a la influencia del latin, lo que se esplica fácilmente porque en aquellos tiempos toda ciencia i toda enseñanza reposaban en las manos del clero, que siempre tenia por base de sus ocupaciones literarias e intelectuales, en jeneral, la lengua latina.
Esta influencia natural del latin se volvió innatural i exajerada en los tiempos del renacimiento. El estudio profundizado de la antigüedad clásica despertó en todos los sabios de aquella época una predileccion desmesurada por el latin, la que no rara vez acarreó un desprecio igualmente desmesurado de las lenguas «vulgares». Siendo aparente la relacion íntima entre el latin i las lenguas románicas, los gramáticos i los literatos de los siglos XV i XVI, no solamente introdujeron en el seno de las lenguas vulgares un sinnúmero de palabras latinas i griegas, que tan solo en parte eran necesarias para espresar las nuevas ideas del tiempo, sino que tambien agravaron la ortografía con letras superfluas que sacaron de las palabras latinas, que, a veces erróneamente, les parecian correspondientes. Esto lo llamaron «enriquecer» la lengua, no considerando que por la introduccion inmoderada de palabras literarias i científicas que naturalmente quedaban inintelijibles al hombre iletrado del pueblo, ensancharon sin necesidad i con demasía el abismo que por naturaleza es inevitable entre el hombre de reducido alcance intelectual i el pensador que abarca el universo con sus ideas; esto lo llamaron «mejorar» la ortografía, no teniendo en consideracion que de esa manera trasformaron en una cosa harto difícil i fastidiosa el arte tan indispensable de leer i escribir.
Así, lastimosamente, la ortografía, en vez de espresar sencillamente la palabra hablada, iba a ser la palestra en que rivalizaban aquellos sabios con sus supuestos conocimientos de la antigüedad i de la etimología.
2.° Desde mediados del siglo pasado, la Real Academia Española fijó su atencion en la necesidad de mejorar la ortografía castellana, que en aquel tiempo se encontró en un estado mui parecido al del portugues de hoi dia; es decir, conservaba muchas consonantes que no se pronunciaban (como la h, la ss = s, etc.), tenia varios signos para un mismo sonido(x, g, j para el sonido de la jota de hoi; c, z, ç; y, i; th, t; ph, f, etc.), i varios sonidos para un mismo signo (qu, y, ch, g, c, etc.), i otros inconvenientes mas. La mayor parte de estas dificultades debian su oríjen a la conservacion de letras que antiguamente en castellano, o por lo menos en las palabras correspondientes latinas, habian desempeñado distintos papeles, pero que en el trascurso del tiempo habian alterado su sonido primitivo; otras habian sido introducidas por amor a la claridad de la escritura, en tiempos que todavía no conocian las formas limpias i dilúcidas de nuestra escritura actual; así, v. g., se preferia la y, no solamente en castellano, sino en todas las lenguas románicas i jermánicas al fin de las palabras, en los diptongos i otras posiciones donde la i en la mala letra del tiempo no hubiera sido bastante claramente distinguible.
Poco a poco, procediendo con sabia moderacion, una edicion de la gramática i del Diccionario tras otra enmendó estas faltas. A no ser la reintroduccion de la h latina en gran número de palabras que de ella habian carecido en la escritura hasta el siglo XVIII, nunca se fijó la Real Academia en la etimolojía de las palabras, sino al contrario, eliminó esas ph, th, y del griego, que siempre se pronunciaban f, t, i, i que desfiguran hasta la hora actual la ortografía de tantas lenguas románicas i jermánicas. Aun introdujo cambios considerables en otras palabras sacadas del griego, alterando los grupos consonánticos que repugnaban al jenio del castellano, como pn, pt, ps, mn (pueumonía, ptisana, mnemónica) al principio de la palabra.
De esta manera, despues de cien años de trabajo sabio i razonable, a mediados de nuestro siglo la ortografía de la Academia estaba cerca de llegar a la perfeccion ideal. Solo le faltaban algunos pocos casos de simplificacion; por ejemplo, quedaba el sonido de la jota a veces escrito j, a veces g; la z se usaba únicamente ante de a, o, u, escribiéndose el mismo sonido c antes de e, i; la y en algunos casos conservaba todavía el valor vocálico, etc.
3.° Ahora, en la última edicion de la gramática, la Real Academia al mismo tiempo que introduce una mejora en pro de la ortografía fonética (la regla que prescribe la rr en palabras compuestas, como contrarréplica, pejerrey, virrey), ateniéndose por lo demas a su máxima de que la etimolojia se debe considerar como uno de los principales fundamentos de la ortografía, acepta innovaciones que son directamente contrarias a la fonética. La introduccion de la x escrita en pa labras como extraño, excusar, expuesto i otras, que desde los primeros siglos despues de Jesucristo en todo el territorio de la lengua latina se habia cambiado por s en el habla vulgar, es un disparate tanto mas doloroso cuanto que la Academia exije de sus discípulos que tambien pronuncien exactamente este «grato sonido»; lo que no solo tiene por resultado hacer incurrir en faltas ortográficas como expontáneo, extricto, extratajema, extirpe, sino que tambien, i esto es mas grave, hai jente instruida que verdaderamente pronuncia esta ortografía ridícula. Causó así la Academia con su innovacion en todos los que no hayan estudiado a fondo el latin una confusion completa que ántes no existia. Hubiera mas bien sido razonable aceptar la s antes de consonantes en vez de la x etimolójica tambien en palabras científicas, como expansibilidad, excentricidad, cuya pronunciacion i ortografía vacila desde tiempo atras. Es inconcebible para qué pueda servir esta ortografía etimolójica. En el año 1803 la misma Academia, con mas razon, habia ordenado que se escribiera estraño, estranjero, etc., «porque esta pronunciacion era mas usada i mas conjenial al castellano».
Tambien en otros puntos mas se resistió la Academia a la introduccion de algunas reformas, que, sin perjudicar a nadie, facilitarían en mucho i para todos el aprendizaje i recto uso de la escritura.
4.° ¿Debemos imitar a la Real Academia Española tambien donde evidentemente yerra? Yo opino que no, i creo que hasta hoi dia don Andres Bello tiene razon: éste ya en el año 1823 dijo «que, dando a la Academia las gracias que merece por lo que ha hecho de bueno i por la direccion jeneral de sus trabajos, será justo al mismo tiempo considerar las imperfecciones de los resultados como inherentes a la naturaleza de una sociedad filolójica». (Véanse las indicaciones sobre la conveniencia de simplificar i unificar la ortografía en América. Obras, vol. V, pájs. 380 i 381). Eliminar estas imperfecciones era la intencion de numerosos trabajos de muchos sabios; don Andres mismo era el primer campeon entre ellos. I los esfuerzos han sido coronados de éxito.
Estamos todos acostumbrados a emplear la g, únicamente para el sonido que tiene antes de a, o, u; vemos escrito jenio, rejir, jente, mui, rei, pan i carne sin estrañarnos. Se evita, con estas pocas mejoras un número inmenso de dificultades. Esta ortografía americana, es, pues, un progreso en el camino de la reforma ortográfica; seria casi un suicidio de la razon si diéramos un paso atras. ¡I, sin embargo, es esto lo que exijen algunos caballeros, no solo españoles de nacion (lo que se entiende fácilmente), sino tambien buenos chilenos! I ¿por qué hemos de inmolar este progreso especialmente americano; por qué hemos de aceptar lo peor i mas difícil en lugar de lo mejor i mas fácil? Porque la unidad de los pueblos salidos de España; porque la autoridad de la Real Academia Española así lo exijen, dicen los defensores de aquella sociedad.
Únicamente la fuerza brutal puede obligar a un hombre de buen juicio a aceptar lo malo por lo bueno, i esta fuerza, gracias a Dios, no la tiene nadie sobre los pueblos hispano-americanos en jeneral, ni mucho ménos sobre el primero de entre ellos, el chileno. La unidad absoluta en cuestiones de ortografía castellana no ha existido nunca en América. En todo el continente siempre muchísimos literatos han pre ferido a Bello i a Sarmiento; la ortografía simplificada americana no es esclusivamente chilena, i si no es jeneralmente reconocida, por lo ménos es conocida desde Magallanes hasta Méjico. La autoridad que asume la Real Academia Española no tiene ninguna importancia para los americanos; si es que ella está fundada únicamente en el hecho de que los preceptos de la Sociedad madrileña tal vez son de rigurosa observancia para la instruccion pública de España, esta autoridad es nula, si no está fundada en la incontestable superioridad de conocimientos, en la absoluta competencia de los miembros. Pero la Real Academia Española no es de ninguna manera infalible, i, sin disminuir el gran mérito literario que pueda tener, debemos confesar que en materia de ortografía, como en materias lingüísticas, en jeneral, los actuales miembros de dicha Sociedad no nos parecen estar a la altura de la ciencia moderna: bastarian para probarlo las numerosas etimolojías incorrectas e incontestablemente falsas de la última edicion del Diccionario.
Los lingüistas de todo el mundo dan la preferencia a las ortografías fonéticas; los pedagogos tienen que ser de la misma opinion, vista la mayor facilidad de éstas.
5.° En España misma, un número no corto de literatos i lingüistas de renombre se han opuesto i se oponen todavía a las últimas innovaciones de la Real Academia. Como en casi todos los paises modernos, tambien en España ya ha principiado el movimiento en pro de una reforma ortográfica. En primer lugar tengo que mencionar los laudables esfuerzos hechos por don Tomas Escriche i Mieg en su librito dedicado a la Real Academia Española, intitulado Reforma de la Ortografía Castellana (2.ª edicion. Bilbao 1890). El autor espresa sus ideas sobre el particular en la introducion de su obra, con las siguientes palabras, dignas de reflexion: «Es un verdadero contrasentido el poseer caractéres alfabéticos para representar los elementos fónicos de los vocablos, i emplearlos convencionalmente, prescin diendo a cada paso del sonido que representa cada uno. La costumbre, que con harta razon se ha llamado «una segunda naturaleza», nos ciega hasta el punto de no ver nada de particular, o, por lo ménos, de no hallar gran inconveniente en esta falta de lójica, a pesar de ser en realidad una de las mayores aberraciones que se rejistran en la historia del hombre civilizado i culto».
«Afortunadamente, así sigue el mismo autor (pájina 7), el tiempo, que es el gran desfacedor de errores, se encargará de hacer triunfar la buena causa, que tengo el derecho de afirmar esplícitamente es la del fonetismo, toda vez que nadie se ha tomado la molestia de replicar a los numerosísimos razonamientos con que hace años vienen apoyándose en varias naciones las sociedades de Reforma Ortográfica i he defendido yo en España.»
No cabe duda alguna de que tarde o temprano el triunfo final estará del lado de la reforma, i la Real Academia tendrá que aceptar los mejoramientos propuestos tambien por autores españoles, reconocidos ya desde tiempo atras en la mayor parte de los pueblos americanos. I si no reconoce estas mejoras, ellas van a ser aceptadas por todo el mundo, a pesar del juicio estraviado de la Academia.
III
Lo que se necesita por ahora en Chile es conservar los progresos ya hechos i escribir como se pronuncia el buen castellano, sin dificultar la ortografía ni pecar contra el jenio de la lengua por la introduccion de consonantes que no por haber existido en latin son castellanas.
No haya temor de que se propongan como modelo pronunciaciones que han de tomarse por viciosas, porque no son reconocidas de la mayoría de los hombres cultos que hablan el castellano. No se van a introducir especialidades de la pronunciacion americana. En la ortografía, por lo menos, deben quedar acordes todos los pueblos que han salido de la raíz castellana, aunque ya no parezca posible para los americanos conservar la diferencia de la s i z (ce, ci) como se articulan en Castilla, pronunciacion que probablemente tambien en España es en gran parte un resultado artificial de la enseñanza, visto que en casi todos los documentos anteriores al siglo XVI, que no sean orijinarios de las Castillas mismas, hai una confusion mas o ménos grande en la distincion de estas letras, i que ni los habitantes del Norte (gallegos i asturianos), ni los del Este (catalanes i valencianos), ni los del Sur (andaluces i estremeños), ni los portugueses en el Oeste, conocen en su lengua popular esta separacion de s i z, que así se restrinje a la cuna misma del idioma castellano i a algunas comarcas adyacentes. No es maravilloso, pues, que en la América nunca se haya podido arraigar el ceceo de Madrid.
Por lo demas, se engañan muchos hombres letrados de América con respecto a la pronunciacion de las Castillas, creyendo que allí por lo ménos se pronuncia el idioma como lo escribe i prescribe la Academia. ¡Léjos de eso! Me permito citar a un ilustrado profesor de idiomas de Toledo, el que, como castellano de pura sangre i como fonetista hábil (¡uno de los poquísimos verdaderos filólogos modernos de España!), será testigo imparcial para juzgar la pronunciacion de su lengua maternal.
El doctor don Fernando Araujo, de quien quiero hablar, publicó en una revista científica alemana del año de 1890 [2] un estudio escrito en frances dedicado a la Real Academia Española, sobre la pronunciacion del castellano en las buenas clases sociales de Castilla.
Hablando de las letras mudas, i despues de tratar de la h, que es completamente superflua en la ortografía castellana i no sirve mas que para hacer difícil la ortografía, menciona los casos siguientes: se pronuncia oscuro («les personnes qui prononcent obscuro sont assurément des pédants ou des prétentieux»); así tambien es mas usado pronunciar osceno, ostáculo, ostar, ostinarse, ostruir, aunque, no siendo estas palabras tan populares como oscuro, se oye bastantes veces la pronunciacion con b; se dice: sustancia, suscribir, suscrito, suscricion, etc.; jeneralmente asimismo sétimo, setiembre, seudónimo, sicolojía. Son mas usados sin la n que prescribe la Academia: trasatlántico, trascender, trasportar, trascurrir, trasmitir i muchos otros. Se suprime la d en ascribir, astrinjir, etc.; la t en ismo, en lugar de istmo.
Pero pertenecen solo al estilo familiar de la conversacion tambien en Madrid la supresion de la d en los participios en ado i de la d final en palabras como uste(d), ciuda(d), etc.; supresiones que, por no ser admitidas del estilo serio, naturalmente todavía no deben permitirse en la escritura.
Será escusado mencionar otra vez mas que, tambien segun el doctor Araujo, la x académica ántes de consonante en todas las palabras populares casi siempre se pronuncia como s, miéntras que la pronunciacion esamen, esistir i semejantes, aunque se oiga a menudo en boca de instruidos, se tiene por descuidada i viciosa. Araujo concluye: «celui qui prononcera transnochar, subscripcion ne conrra point, il est vrai, nul risque de n'être pas compris, mais il parlera un langage qui choquera l'oreille de tout le monde et qui sera qualifié à juste titre de prétentieux».
La mayor parte de estas letras mudas, ántes de la última edicion de la gramática de la Academia, eran poco usadas en la ortografía. ¿Por que ahora cargar la ortografía con tales signos inútiles, cuya pronunciacion no embellece en nada el idioma, sino que es repugnante al jenio del castellano? Si los académicos creen que se mejora el castellano diciendo subscripcion, les propondria tambien escribir sancta, escriptura, niepto, fructo, etc., porque así se acercarian mas al latin. Francamente, me son un poco sospechosos los conocimientos clásicos de aquellos que no los saben manifestar mejor que con la exacta pronunciacion de una consonante muerta. Grupos de consonantes como pt, ct, ks, ps, i muchos mas, son contrarios a las leyes del desarrollo de la lengua castellana; si ya existen inestirpables muchas palabras de esta clase, como lector, lectura, recto, aptitud, absoluto i otras tantas, formas que se fijaron así solo en el siglo XVI por influencia del humanismo, ¿para qué aumentar el número de palabras difíciles? Pues es seguro que son positivamente difíciles tales palabras; quien no lo crea, vaya a observar el lenguaje, no digo de los rotos santiaguinos, sino de todos los que doquiera en el mundo hablan castellano sin haber estudiado en un liceo o una universidad.
¿No es preferible el método de los italianos, que invariablemente trasforman las nuevas palabras que exije el progreso irresistible de las ciencias? Los italianos no aceptan ningun grupo de sonidos que sea contra el jenio del italiano, i de esa manera facilitan la pronunciacion a sus compatriotas. Los académicos castellanos, al contrario, parece que sienten cada vez mas su superioridad sobre el profanum vulgus cuando oyen que la boca del hombre del pueblo tropieza en un grupo de consonantes difíciles. Mejor, por cierto, seria si los académicos chilenos por lo ménos tratasen de pronunciar completamente los sonidos que son reconocidos como castellanos, las ll i s, en vez de gastar su fuerza en sonidos superfluos. ¿Habrá algo mas ridículo para un verdadero madrileño instruido que una frase como «la subscripcion a aquieyoh diaarioh no me guhta?» ¿Quién no conoce tales frases en boca de literatos?
Escribamos como pronunciamos; pero pronunciemos exactamente, sin agregar ni suprimir sonidos.
IV
Lo que se necesita por ahora, lo repito otra vez, es conservar los progresos ya alcanzados. No seria injusto, tiránico, sino razonable i lójico, que el gobierno de la República impusiera como norma invariable a todos los establecimientos de enseñanza pública la conservacion de la ortografía americana. No falta mas que ponerse de acuerdo sobre algunos pocos puntos dudosos, sobre todo en la acentuacion. La base para una acentuacion ha de ser meramente práctica; lo rije todo la claridad; es malo todo lo superfluo.
En materia de ortografía propiamente dicha, seria conveniente conservar por ahora lo que tenemos, i mas tarde continuar lentamente en el camino una vez comenzado, suprimiendo las pocas dificultades superfluas, que todavía hai sin necesidad alguna; por ejemplo, suprimir la h, completamente superflua, como lo hicieron los italianos; escribir s en vez de c ántes de e i, para que quede para la c únicamente el sonido de k; suprimir la distincion no reconocida por la pronunciacion de ningun pueblo castellano entre b i v i algun caso mas. Con esto se alcanzaria en pocos decenios la ortografía ideal, i evitaríamos a nuestros niños muchas horas de trabajo infructuoso, que podrian dedicar a estudios mas provechosos.
- ↑ Este artículo fué por primera vez publicado en la prensa de Santiago a fines de 1891. El Consejo de Instruccion Pública acordó reproducirlo como anexo al acta del 2 de julio de 1894.
- ↑ Últimamente, en 1894, el mismo autor ha publicado su trabajo tambien en castellano, bajo el título Estudios de Fonétika Kasteyana. Toledo, 1894.