De la Imprenta en Francia: 12
Ha llegado la hora de poner término á este trabajo, antes de que lo hayan tenido las discusiones del Cuerpo legislativo. ¿Se ha de inferir alguna consecuencia de lo que antes ha pasado y ahora ocurre entre nuestros vecinos, de la diversidad de sistemas alli empleados para regir y refrenar la imprenta, y del notabilísimo ejemplo de un soberano que le devuelve su libertad sin precisión apremiante que á ello le obligue? En esa prolongada experiencia, y en esa resolución inesperada, todos tenemos mucho que aprender. Si para lo porvenir quisieran oir nuestro consejo los que desean veloces y radicales progresos, les recomendaríamos que prestaran toda su atención á lo que ha sucedido de un siglo á esta parte en pueblo mil veces citado como modelo de cultura, y que con difíciles ensayos, muy á su costa, ha adquirido títulos para ofrecer á toda Europa su propia historia como dechado perfecto de desengaños y escarmientos. ¡Cuántas veces progresos ciertos, mejoras seguras, libertades prácticas no han sido en Francia por los partidos radicales desdeñadas y escarnecidas, porque las ponían en parangón con un modelo de perfección soñada y quimérica, que creían cada día tocar con sus manos, y que desvaneciéndose, se les escapaba de ellas al día siguiente de su conquista, obtenida á costa de luto y de lágrimas! Y hoy la libertad de imprenta de que van á gozar, menor que la desdeñada en épocas anteriores, la habrán de agradecer al jefe del imperio, cuya previsión y sabiduría se sobrepone á los recelos del Cuerpo legislativo!
A las clases conservadoras de la sociedad española diremos que tampoco deben desaprovechar esas enseñanzas. Sin duda no les falta derecho á vivir honradamente de su trabajo, lo tienen á gozar de su propiedad con sosiego, les sobra la razón al desear la paz pública, aciertan por último en apetecer que, á la sombra de un Gobierno rodeado de consideración y respeto, prosperen con el orden público las artes é industrias que enriquecen, ennoblecen é ilustran á las naciones. Pero que no cierren sus oidos á lo que enseña la voz de la experiencia propia y extraña. Es preciso recuerden que, para su bien ó para su mal, no les ha tocado nacer en época en que todas las pasiones se hallen comprimidas, todos los intereses satisfechos, todas las voluntades unidas y todos los problemas resueltos. En dias de tempestad, cuya fecha no es dado preveer, los ánimos se agitan, la contrariedad de opiniones se abre paso, las cuestiones reclaman con imperio su solución necesaria. Para ese dia es menester que los defensores de la sociedad se hallen provistos de doctrinas claras, de voluntad firme, de disciplina rígida y ánimo vigoroso. Por lo mismo les aconseja su interés que desconfien de sistemas exagerados que ofrecen con muda obediencia y aparente unanimidad de pareceres los beneficios de solicita y paternal tutela. A lo mejor suena la hora del peligro, y para ella conviene estar preparados con el estudio incesante de los intereses comunes, con las costumbres de los países constitucionales, con la templada animación y estimulante actividad de la vida pública. Aunque esto no lo exigiesen el decoro y la dignidad de los pueblos modernos, todavía la seguridad del orden público bastaria para reclamarlo.
22 de Febrero de 1868.