​De Endimión​ de Hernando de Acuña


 En una selva, al parecer del día,   
 se estaba Endimión, triste y lloroso,   
 vuelto al rayo de sol que presuroso   
 de la cumbre de un monte descendía.   
 

 Mirando el turbador de su alegría,  
 contrario de su bien y su reposo,   
 tras un grave suspiro doloroso,   
 tales palabras contra el sol decía:   
 

 «Luz clara, para mí triste y oscura,   
 que con furioso curso apresurado  
 mi sol con tu tiniebla oscureciste,   
 

 si te pueden mover en tanta altura   
 las quejas de un pastor apasionado,   
 no tarde en volver donde saliste».