De Don Francisco de Padilla, castellano de Milán
A este que admiramos en luciente,
émulo del diamante, limpio acero,
igual nos lo dio España caballero,
que de la guerra Flandes rayo ardiente.
Laurel ceñido, pues, debidamente,
las coyundas le fían del severo
süave yugo, que al Lombardo fiero
le impidió sí, no le oprimió, la frente.
¿Qué mucho, si frustró su lanza arneses,
si fulminó escuadrones ya su espada,
si conculcó estandartes su caballo?
Del Cambresí lo digan los franceses:
mas no lo digan, no, que en trompa alada,
musa aun no sabrá, heroica, celebrallo.