Damón
de Hernando de Acuña


 Lavinio, al comenzar de mi cuidado,   
 vi que a mi perdición iba derecho,   
 pero juzgué tal daño por provecho,   
 y así lo hubieras tú también juzgado;   
 

 por do el amonestarme es excusado,  
 que, aunque me pone ausencia en gran estrecho,   
 lo que piensas que sufro a mi despecho,   
 contento lo padezco y de mi agrado.   
 

 Que si Amor de este mal quiere que muera,   
 no me podrá quitar que esto no sea  
 remedio de mis males, y el más sano;   
 

 porque, tras haber visto a Galatea,   
 ¿qué bien podrá igualarse al que perdiera   
 en no padecer muerte de su mano?