Damón
Lavinio, al comenzar de mi cuidado, vi que a mi perdición iba derecho, pero juzgué tal daño por provecho, y así lo hubieras tú también juzgado; por do el amonestarme es excusado, que, aunque me pone ausencia en gran estrecho, lo que piensas que sufro a mi despecho, contento lo padezco y de mi agrado. Que si Amor de este mal quiere que muera, no me podrá quitar que esto no sea remedio de mis males, y el más sano; porque, tras haber visto a Galatea, ¿qué bien podrá igualarse al que perdiera en no padecer muerte de su mano?