Cuentos para gente menuda/Prólogo

Enamorado de los niños, deseoso de proporcionarles algún placer, calculando el que yo experimentaba cuando era chico, en tiempo de Fernando VII, al oír cuentos fantásticos, he escrito los que no había olvidado y los que me acaban de referir en las faldas de Moncayo. En casi todos ellos hay una idea moral y concluyen, como las comedias antiguas, con un casamiento. Lo maravilloso encanta a los párvulos, y a los adultos el observar con el gusto que aquellos escuchan los sucesos más inverosímiles.

La inocencia es una alhaja preciosa que admiramos los que no la poseemos y que no excita la envidia.