CUÉNTAME TU PENA


C

uéntame tu pena,

porque aunque lo calles
yo sé que en el alma,
hondo, donde nadie
llega con los pobres
ojos de la carne,
tienes una herida,
una herida grande.
Con fibras de mi alma
yo haré venda suave;

de tu herida déjame
restañar la sangre;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
yo sé que abundantes
serian tus lágrimas
si las derramases.
Llora sobre mi alma;
que en mis lagrimales
las lágrimas tuyas
sus crisoles hallen;
y si amargas quejas
a Dios has de darle
deja que tus quejas
por mis labios pasen;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
tengo sed, tengo hambre
de las amarguras
que llenan tu cáliz;
pero séme dócil
cual niño a su madre.
Deja que la copa
de tu mano arranque:
temo que tu mano
sea —no te enfades—
la que en esa copa
hiel pone y vinagre.