Cronología: Prólogo

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


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Parecia natural que antes de presentar la Cronología que comprende este opúsculo dijese yo, en qué consiste la esencia del tiempo, demostrando sus atributos, sus calidades y las circunstancias que le constituyen. Pero no me es fácil dar una idea clara de este ser que todos conocemos, y que nadie hasta ahora ha podido definir con exactitud.

El tiempo se presenta á mi imaginacion como una gran nave cargada de todo género de efectos, y de una multitud de pasageros, dejando unos y tomando otros en los puertos por donde pasa, y así es que con su continuo movimiento todo lo comprende, todo lo preside, lo gobierna y muda.

Para todo se necesita del tiempo, con él la naturaleza impele la vegetacion, viste los árboles y plantas de flores y de hojas; hasta que en tiempo oportuno nos presentan dulces y sazonados frutos, y sin el tiempo los reinos animal y mineral no podrian auxiliarnos con sus ricas producciones; el uno alimentándonos con sus carnes y vejetales, y el otro proporcionándonos materias propias para formar los signos de nuestros cambios, la moneda, y los instrumentos para trabajar en las ciencias y artes, las cuales necesitan tambien del tiempo, y de tiempos sin los que la música no nos presentaría mas que una disonancia desagradable, y la milicia una gran confusion en las evoluciones de su táctica.

Así es que el tiempo bien aprovechado contribuye de un modo admirable á nuestra común felicidad, y se le acusa injustamente cuando se dice que el tiempo todo lo destruye y acaba. Es verdad, que corriendo el tiempo han desaparecido de la faz de la tierra esas populosas y opulentas ciudades, capitales de los grandes imperios, que nos presenta la historia; pero tambien es cierto que la verdadera causa de su ruina fue la de estar formadas de un material que no pudo resistir la vehemencia del sol, que insensiblemente las calcinaba, ni la fuerza del agua que las disolvía, ni el ímpetu del viento que derribaba poco á poco los muros de sus edificios, sin que pudiesen librarse de los estragos de la intemperie, ni la famosa ciudad de Tebas, ni las soberbias pirámides de Egipto, ni el laberinto de Creta, ni el coloso de Rodas arruinado por un terremoto.

La prematura ruina y fin que tuvieron los imperios, reinos y repúblicas tan célebres en la historia, no fue tampoco obra del tiempo, y sí únicamente de las desordenadas pasiones de los hombres. Tales fueron la destruccion de Troya ejecutada por la perfidia de los griegos, la de Jerusalen por la ambicion de los romanos, cuyo poder y fuerza acabaron tambien con nuestras heróicas y famosas Numancia y Sagunto.

Pero aun es mas admirable que continue la idea de cierta clase de gentes, que el tiempo fue causa de la formacion de los gobiernos, y de la variacion que desde su principio esperimentaron estos, erigiéndose repúblicas sobre los imperios, y reinos sobre las repúblicas, cuando en realidad la historia nos presenta la verdadera causa de esta metamorfosis política, indicándonos que el origen de ella fue unas veces el despotismo y arbitrariedad de un soberano, la imbecilidad ó ignorancia de otro, la desidia é indolencia en muchos, no siendo raro que algunos llegaron á perder el cetro por el escándaloque daban á sus súbditos con su desenfrenada incontinencia, por la cual dejaron de reinar en nuestra España los reyes D. Rodrigo, D. Pedro el cruel y Doña Urraca.

Las repúblicas cansadas tambien de sufrir y tolerar las demasías y estorsiones de sus corrompidos senados, quisieron, á su vez, verse libres de tantos tiranos, sobre cuya sangre los pueblos irritados restablecieron el trono que habían respetado sus mayores. Visto es, pues, que los hombres dominados por sus pasiones, son los únicos que han concurrido á la ejecucion de esa multitud de acontecimientos famosos y memorables de la antigüedad, y que por nuestra desgracia se han repetido en nuestros días; sin que pueda decirse, hablando con exactitud, que ni entonces ni ahora el tiempo sea causa de tan extraordinarios efectos.

El tiempo es verdad que corre velozmente. Los años, los meses y los días pasan unos en pos de otros, como las olas del mar, sin notarse en ellos otra diferencia que el mayor ó menor ruido que hacen los hombres con sus contiendas y disensiones; mas al fin todos van juntos á confundirse en el abismo en donde no se reconocen príncipes ni potentados, y sucede lo mismo que á esos grandes y ponderados rios, que pierden su nombre y su gloria cuando sus aguas se mezclan en el Océano con las de los pequeños arroyuelos.

Lo mismo sucedería indudablemente á los estupendos trastornos y revoluciones con que la España ha sido agitada, y ha descendido del alto puesto que ocupaba entre las grandes naciones, al estado en que se halla en el dia; si las causas de esta mutacion espantosa no estuviesen consignadas en la historia, y no se continuase por medio de la imprenta en presentar los hechos que van ocurriendo.

Este es puntualmente todo el objeto de esta Cronología, en la que se presentan todos los acontecimientos de alta monta, con las fechas en que han ocurrido. En ella verá el lector los matrimonios y muertes de nuestros reyes y príncipes; las declaraciones de guerra; las batallas y combates navales, los tratados de paz, la revolucion de Aranjuez y ocurrencias de Bayona, el grito y el levantamiento simultáneo de toda la nacion contra las tropas del emperador de los franceses en 1808; el establecimiento de las juntas provinciales, de la central y de las cortes; los sitios y defensas de plazas durante el tiempo de la guerra de la independencia, los actos de tiranía con que se señaló el despotismo del gobierno absoluto desde el año de 1790 al de 1833, la sucesion de la corona de la reina Isabel II; la guerra de las provincias del norte, suscitada por el clero y empezada por los frailes Franciscos de Bilbao, con el fin de colocar en el trono al infante D. Cárlos considerado por ellos como el agente mas apropósito y activo para promover y sostener sus intereses, volviendo á los españoles al oscurantismo para tenerlos siempre sugetos á su voluntad y capricho.

Verá igualmente las épocas en que la España perdió esos dos grandes imperios de Méjico y del Perú, el establecimiento de las repúblicas creadas en aquellos paises por sus naturales, y conocerá por la reflexiva lectura de tan extraordinarios acontecimientos, que sola la ignorancia y arbitrariedad de una corte corrompida podía traer sobre la desventurada España la multitud de males, que en tan corto tiempo ha sufrido, los que está sufriendo en el dia, sin poder columbrar aun, cuando estos tendrán fin, ni cual será su futura suerte.