Cosmos: Tomo I/Introducción 1
INTRODUCCION.
CONSIDERACIONES SOBRE LOS DIFERENTES GRADOS DE GOCE QUE OFRECEN EL ASPECTO DE LA NATURALEZA Y EL ESTUDIO DE SUS LEYES.
Dos temores distintos esperimento al procurar desenvolver, tras una larga ausencia de mi patria, el conjunto de los fenómenos físicos del globo y la accion simultánea de las fuerzas que animan los espacios celestes. De una parte, la materia que trato es tan vasta y tan variada, que temo abordar el asunto de una manera enciclopédica y superficial; de otra, es deber mio no cansar la imaginacion con aforismos que únicamente ofrecerian generalidades bajo formas áridas y dogmáticas. La aridez nace frecuentemente de la concision, mientras que el intento de abrazar á la vez escesiva multiplicidad de objetos produce falta de claridad y de precision en el encadenamiento de las ideas. La naturaleza es el reino de la libertad, y para pintar vivamente las concepciones y los goces que su contemplacion profunda espontáneamente engendra, seria preciso dar al pensamiento una espresion tambien libre y noble en armonía con la grandeza y majestad de la creacion.
Si se considera el estudio de los fenómenos físicos, no en sus relaciones con las necesidades materiales de la vida, sino en su influencia general sobre los progresos intelectuales de la humanidad, es el mas elevado é importante resultado de esta investigacion, el conocimiento de la conexion que existe entre las fuerzas de la naturaleza, y el sentimiento íntimo de su mútua dependencia. La intuicion de estas relaciones es la que engrandece los puntos de vista, y ennoblece nuestros goces. Este ensanche de horizontes es obra de la observacion, de la meditacion y de el espíritu del tiempo en el cual se concentran las direcciones todas del pensamiento. La historia revela á todo el que sabe remontarse á través de las capas de los siglos anteriores, hasta las raices profundas de nuestros conocimientos, cómo desde miles de años, el género humano há trabajado por conocer en las mutaciones incesantemente renovadas, la invariabilidad de las leyes naturales, y en conquistar progresivamente una gran parte del mundo físico por la fuerza de la inteligencia. Interrogar los anales de la historia es seguir esta senda misteriosa sobre la cual la imájen del Cosmos, revelada primitivamente al sentido interior como un vago presentimiento de la armonía y del orden en el Universo, se ofrece hoy al espíritu como el fruto de largas y sérias observaciones.
A las dos épocas de la contemplacion del mundo esterior, al primer destello de la reflexion y á la época de una civilizacion avanzada, corresponden dos géneros de goces. El uno, propio de la sencillez primitiva de las antiguas edades, nace de la adivinacion del órden anunciado por la pacífica sucesion de los cuerpos celestes y el desarrollo progresivo de la organizacion; el otro, resulta del exacto conocimiento de los fenómenos. Desde el momento en que el hombre, al interrogar la naturaleza, no se limita á la observacion, sino que dá vida á fenómenos bajo determinadas condiciones; desde que recoge y registra los hechos para estender la investigacion mas allá de la corta duracion de su existencia, la Filosofía de la Naturaleza se despoja de las formas vagas y poéticas que desde su origen la han pertenecido; adopta un carácter mas severo; compulsa el valor de las observaciones, no adivina ya; combina y razona. Entonces las afirmaciones dogmáticas de los siglos anteriores, se conservan solo en las creencias del pueblo y de las clases que se aproximan á él por su falta de ilustracion; y se perpetúan sobre todo en algunas doctrinas que se cubren bajo místico velo, para ocultar su debilidad. Las lenguas recargadas de espresiones figuradas, llevan largo tiempo los rasgos de estas primeras intuiciones. Un pequeño número de símbolos, producto de una feliz inspiracion de los tiempos primitivos, toma poco á poco formas menos vagas, y, mejor interpretados, se conservan hasta en el lenguaje científico.
La naturaleza, considerada por medio de la razon, es decir, sometida en su conjunto al trabajo del pensamiento, es la unidad en la diversidad de los fenómenos, la armonía entre las cosas creadas, que difieren por su forma, por su propia constitucion, por las fuerzas que las animan; es el Todo (τὸ πᾶν) animado por un soplo de vida. El resultado mas importante de un estudio racional de la naturaleza es recogerla unidad y la armonía en esta inmensa acumulacion de cosas y de fuerzas; abrazar con el mismo ardor, lo que es consecuencia de los descubrimientos de los siglos pasados con lo que se debe á las investigaciones de los tiempos en que vivimos, y analizar el detalle de los fenómenos sin sucumbir bajo su masa. Penetrando en los misterios de la naturaleza, descubriendo sus secretos, y dominando por el trabajo del pensamiento los materiales recogidos por medio de la observacion, es como el hombre puede mejor mostrarse mas digno de su alto destino.
Si reflexionamos desde luego acerca de los diferentes grados de goce á que dá vida la contemplacion de la naturaleza, encontramos que en el primer lugar debe colocarse una impresion enteramente independiente del conocimiento íntimo de los fenómenos físicos; independiente tambien del carácter individual del paisaje, y de la fisonomía de la region que nos rodea. Donde quiera que en una llanura monótona, sin mas límites que el horizonte, plantas de una misma especie, brezos, cistos ó gramíneas, cubren el suelo, en los sitios en que las olas del mar bañan la ribera y hacen reconocer sus pasos por verdosas estrias de ovas y alga flotante, el sentimiento de la naturaleza, grande y libre, arroba nuestra alma y nos revela como por una misteriosa inspiracion que las fuerzas del Universo están sometidas á leyes. El simple contacto del hombre con la naturaleza, esta influencia del gran ambiente, ó del aire libre, como dicen otras lenguas con mas bella espresion, egercen un poder tranquilo, endulzan el dolor y calman las pasiones, cuando el alma se siente íntimamente agitada. Estos beneficios los recibe el hombre por todas partes, cualquiera que sea la zona que habite; cualquiera que sea el grado de cultura intelectual á que se haya elevado. Cuanto de grave y de solemne se encuentra en las impresiones que señalamos, débenlo al presentimiento del órden y de las leyes, que nace espontáneamente al simple contacto de la naturaleza; así como al contraste que ofrecen los estrechos límites de nuestro ser con la imájen de lo infinito revelada por doquiera, en la estrellada bóveda del cielo, en el llano que se estiende mas allá de nuestra vista, en el brumoso horizonte del Océano.
Otro goce es el producido por el carácter individual del paisaje, la configuracion de la superficie del globo en una region determinada. Las impresiones de este género son mas vivas, mejor definidas, mas conformes á ciertas situaciones del alma. Ya es la inmensidad de las masas, la lucha de los elementos desencadenados ó la triste desnudez de las estepas, como en el norte del Asia, lo que escita nuestra emocion; ya, bajo la inspiracion de sentimientos mas dulces, cáusala el aspecto de los campos cubiertos de ricos frutos, la habitacion del hombre al borde del torrente ó la salvaje fecundidad del suelo vencido por el arado. Insistimos menos aquí sobre los grados de fuerza que distinguen estas emociones, que sobre la diferencia de sensaciones que escita el carácter del paisaje, y á las cuales dá este mismo carácter su encanto y su duracion.
Si me fuese permitido abandonarme á los recuerdos de lejanas correrías, entre los goces que presentan las escenas de la naturaleza, señalaria, la calma y magestad de esas noches tropicales, en que las estrellas privadas, de centelleo, arrojan una dulce luz planetaria sobre la superficie blandamente agitada del Océano; recordaria esos profundos valles de las Cordilleras, donde los esbeltos troncos de las palmeras agitan sus cabezas empenachadas, atraviesan las bóvedas vegetales, y forman en largas columnatas, «un bosque sobre el bosque;» (1) describiría el vértice del pico de Tenerife, en el momento en que una capa horizontal de nubes, deslumbrante de blancura, separa el cono de cenizas de la llanura inferior, y súbitamente, por efecto de una corriente ascendente, deja que desde el borde mismo del cráter, puédala vista dominar las viñas del Orotava, los jardines de naranjas y los grupos espesos de los plátanos del litoral. No es ciertamente, lo repito, el dulce encanto uniformemente esparcido en la naturaleza, lo que nos conmueve ya en estas escenas; es la fisonomía del suelo, su propia configuracion, la mezcla de las nubes, de las islas vecinas y del horizonte del mar, que confunden sus formas indecisas en los vapores de la mañana. Todo cuanto nuestros sentidos perciben vagamente, todo cuanto los parajes románticos presentan de mas horrible, puede llegar á ser para el hombre manantial de goces; su imaginacion encuentra en todo medios de ejercer libremente un poder creador. En la vaguedad de las sensaciones, cambian las impresiones con los movimientos del alma, y, por una ilusion tan dulce como fácil creemos recibir del mundo exterior lo que nosotros mismos sin saberlo hemos depositado en él.
Cuando alejados de la patria, desembarcamos por primera vez en tierra de los trópicos, despues de una larga navegacion, nos sorprende agradablemente reconocer en las rocas que nos rodean las mismas eschistas inclinadas, iguales basaltos en columnas cubiertos de amigdaloydes celulares, que los que acabábamos de dejar sobre el suelo europeo, y cuya identidad en zonas tan diferentes, nos demuestra que la corteza de la tierra al solidificarse, ha quedado independiente de la influencia de los climas. Pero estas masas de rocas schistosas y basálticas se encuentran cubiertas de vegetales de una fisonomía que nos sorprende, y de un aspecto desconocido. Allí es donde, rodeados de formas colosales, y de la magestad de una flora exótica, esperimentamos, cómo por la maravillosa flexibilidad de nuestra naturaleza, se abre el alma fácilmente á impresiones que tienen entre sí un lazo misterioso y secreta analogía. Tan íntimamente unido nos figuramos cuanto tiene relacion con la vida orgánica, que si á primera vista se ocurre que una vegetacion semejante á la de nuestro país natal deberla encantarnos, como encanta nuestro oido el idioma de la patria dulcemente familiar, poco á poco, sin embargo, nos sentimos naturalizados en los nuevos climas. Ciudadano del mundo, el hombre, en todo lugar, acaba por familiarizarse con cuanto le rodea. Únicamente el colono aplica á algunas plantas de esas nuevas regiones, nombres que importa de la madre patria, como un recuerdo cuja pérdida sentiría. Por las misteriosas relaciones que existen entre los diferentes tipos de la organizacion, las formas vegetales exóticas se presentan á su pensamiento embellecidas por la imagen de las que rodearon su cuna. Así es que la afinidad de sensaciones conduce al mismo objeto á que nos lleva mas tarde la laboriosa comparacion de los hechos, á la íntima persuasion de que un solo é indestructible nudo encadena la naturaleza entera.
La tentativa de descomponer en sus diversos elementos la magia del mundo físico, llena está de temeridad: porque el gran carácter de un paisaje, y de toda escena imponente de la naturaleza, depende de la simultaneidad de ideas y de sentimientos que agitan al observador. El poder de la naturaleza se revela, por decirlo así, en la conexion de impresiones, en la unidad de emociones y de efectos que se producen en cierto modo de una sola vez. Si se quieren indicar sus fuentes parciales, es preciso descender por medio del análisis á la individualidad de las formas y á la diversidad de las fuerzas. Los mas ricos y variados elementos de este género de análisis se ofrecen á la vista de los viajeros en el paisaje del Asia austral, en el gran archipiélago de la India, y sobre todo en el Nuevo Continente, donde los vértices de las altas Cordilleras forman los bajíos del Océano aéreo, y donde las mismas fuerzas subterráneas que en otros tiempos levantaron cadenas de montañas, las conmueven aun hoy, y amenazan sepultarlas.
Los Cuadros de la naturaleza, trazados con un pensamiento reflexivo, no se han hecho con el único objeto de agradar á la imaginacion; pueden tambien, cuando se los relaciona entre si, reproducirlas impresiones en virtud de las cuales, se pasa gradualmente desde el litoral uniforme ó las desnudas estepas de la Siberia, hasta la inagotable fecundidad de la zona tórrida. Si colocamos imaginariamente el Monte-Pilato sobre el Schreckhom (2), ó la Schneekoppe sobre el Mont-Blanc, no habremos llegado á componer uno de los grandes colosos de los Andes, el Chimborazo, que tiene doble altura que el Etna; y únicamente superponiendo el Righi ó el monte Athos al Chimborazo, puede formarse idea del mas alto vértice del Himalaya, del Dhawalagiri. Aunque las montañas de la India, por su asombrosa elevacion, escedan con mucho (un gran número de exactas medidas han dado al fin este resultado) á las Cordilleras de la América meridional, no pueden sin embargo, ofrecer la misma variedad de fenómenos, á causa de su posicion geográfica. La impresion de los grandes aspectos de la naturaleza no depende únicamente de la altura. La cadena del Himalaya está colocada muy acá de la zona tórrida, y apenas si se encuentra una palmera en los lindos valles de Kumaoun y de Garhwal. (3) Entre los 28° y 34 de latitud, sobre la pendiente meridional del antiguo Paropaniso, la naturaleza no desplega ya aquella abundancia de helechos y de gramíneas arborescentes, de helicónias y de orquídeas, que, en la region tropical, suben hasta las mas elevadas mesetas. En la falda del Himalaya, á la sombra del pino deodvara y de encinas de largas hojas que caracterizan á los alpes de la India, la roca granítica y la micaschista se cubren de formas casi semejantes á las que vegetan en Europa y en el Asia boreal. Las especies no son idénticas, pero sí análogas de aspecto y de fisonomía: son enebros, abedules alpinos, gencianas, la parnasia de pantanos, y las grosellas espinosas. (4) Falta tambien á la cadena del Himalaya el fenómeno imponente de los volcanes, que en los Andes y en el Archipiélago Indio, revelan muy á menudo y de una manera formidable á los indígenas, la existencia de las fuerzas que residen en el interior de nuestro planeta. Tambien la region de las nieves perpétuas, en la pendiente meridional del Himalaya, allí donde suben las corrientes de aire húmedo y con esas corrientes la vigorosa vejetacion del Indostan, empieza ya á los 3,600 y 3,900 metros de altura sobre el nivel del Océano, fijando por consiguiente al desarrollo de la organizacion un límite que en la region equinoccial de las Cordilleras se encuentra á 850 metros mas arriba. (5)
Los países próximos al Ecuador tienen otra ventaja sobre la cual no se ha llamado la atencion hasta aquí suficientemente. Esta es la parte de la superficie de nuestro planeta en que la naturaleza dá vida á la mayor variedad de impresiones, en la menor estension. En las colosales montañas de Cundinamarca, de Quito y el Perú, surcadas por valles profundos, es dable al hombre contemplar á la vez todas las familias de las plantas y todos los astros del firmamento. Allí, de un golpe de vista se abarcan magestuosas palmeras, bosques húmedos de bambúes, la familia de las musáceas, y sobre estas formas del mundo tropical, encinas, nísperos, rosales silvestres, y umbelíferas como en nuestra patria europea. De una sola mirada se abraza la constelacion de la Cruz del Sud, las Nubes de Magallanes y las estrellas conductoras de la Osa que giran al rededor del polo Artico. Allí, el seno de la tierra y los dos hemisferios del cielo ostentan toda la riqueza de sus formas y la variedad de sus fenómenos; allí, los climas, como las zonas vegetales cuya sucesion determinan, se encuentran superpuestos por pisos, y las leyes de decrecimiento del calor, fáciles de recoger por el observador inteligente, están escritas en caracteres indelebles sobre los muros de las rocas, en la pendiente rápida de las Cordilleras.
Para no cansar al lector con el detalle de los fenómenos que he tratado há mucho tiempo de representar gráficamente (6), no reproduciré aquí mas que alguno de los resultados generales cuyo conjunto compone el cuadro físico de la zona tórrida. Lo que en la vaguedad de las sensaciones se confunde, por falta de contornos bien determinados, lo que queda envuelto por ese vapor brumoso que en el paisaje, oculta á la vista las altas cimas, el pensamiento lo desarrolla y resuelve en sus diversos elementos, desentrañando las causas de los fenómenos, asignando á cada uno de dichos elementos, que concurren á formar la impresion total, un carácter individual. De aquí resulta que en la esfera de la ciencia como en la de la poesía y la pintura de paisaje, la descripcion de los parajes y los cuadros que hablan á la imaginacion tienen tanta major verdad y vida, cuanto mas determinados están sus rasgos característicos.
Si las regiones de la zona tórrida, por su riqueza orgánica y su abundante fecundidad hacen brotar las mas profundas emociones, ofrecen tambien la inapreciable ventaja de enseñar al hombre en la uniformidad de las variaciones de la atmósfera y del desarrollo de las fuerzas vitales, en los contrastes de los climas y de vegetacion que nacen de la diferencia de alturas, la invariabilidad de las leyes que rigen los movimientos celestes, reflejada, por decirlo así, en los fenómenos terrestres. Séame permitido detenerme algunos instantes en las pruebas de esta regularidad, que puede hasta sujetarse á escalas y á evaluaciones numéricas.
En los llanos ardientes que se elevan poco sobre el nivel de los mares, reina la familia de los bananeros, cycas, y palmeras, cuyas especies, incluidas en las floras de las regiones tropicales, se han multiplicado maravillosamente en nuestros dias por el celo de los viajeros botánicos. A estos grupos siguen, sobre la pendiente de las Cordilleras, en lo alto de los valles ó en grietas húmedas y sombrías, los helechos arbóreos y el quino que produce la corteza anti-febril. Los gruesos troncos cilíndricos de los helechos projectan sobre el azul turquí del cielo el lozano verdor de un follaje delicadamente dentado. En el quino la corteza es tanto mas saludable cuanto mas frecuentemente está bañada y refrescada la cima del árbol, por las lijeras nieblas que forman la capa superior de las nubes materialmente descansando sobre aquellas llanuras. En el límite donde acaba la region de los bosques, florecen en largas bandas, plantas que viven por grupos, como la menuda aralia, los thibaudes y la andrómeda de hojas de mirto. La rosa alpina de los Andes, la magnífica befarla, forma un cinturon purpurino al rededor de los salientes picos. Poco á poco en la region fria de los Páramos, espuesta á la perpétua tormenta de los huracanes y de los vientos, desaparecen los arbustos ramosos y las vellosas yerbas, constantemente cargadas de grandes corolas de variados matices. Las plantas monocotiledones de delgada espiga, cubren uniformemente el suelo; tal es la zona de las gramíneas. La sábana que se estiende sobre inmensas mesetas, refleja en la pendiente de las Cordilleras una luz amarillenta, casi dorada en lontananza, y sirve de pasto á los llamas y al ganado introducido por los colonos europeos. Donde quiera que la roca desnuda de traquito toca al césped y se eleva en capas de aire que creemos las menos cargadas de ácido carbónico, las únicas plantas de una organizacion inferior, líquenes, lecídeas y el polvo coloreado de la lepraria, se desarrollan en manchas orbiculares. Islotes de nieve esporádica recientemente caida, variables de forma y de estension, detienen los últimos y débiles desenvolvimientos de la vida vegetal. A estos islotes esporádicos siguen las nieves perpétuas, cuya altura es constante y fácil de determinar, á causa de la muy pequeña oscilacion que sufre su límite inferior. Las fuerzas elásticas que residen en el interior de nuestro globo trabajan, frecuentemente en vano, para quebrar esas campanas ó cúpulas redondeadas,, que resplandecientes con la blancura de las nieves perpétuas, dominan la espalda de las Cordilleras. Allí donde las fuerzas subterráneas han logrado, sea por cráteres circulares, sea por largas grietas, abrir comunicaciones permanentes con la atmósfera, producen con gran frecuencia, escorias inflamadas, vapores de agua y de azufre hidratado, miasmas de ácido carbónico, y rara vez corrientes de lava.
Un espectáculo tan grandioso y tan imponente, no ha podido inspirar á los habitantes de los trópicos, en el primer estado de una naciente civilizacion, mas que un vago sentimiento de asombro y de espanto. Debió suponerse quizás, y lo hemos dicho mas arriba, que la vuelta periódica de los mismos fenómenos, y el modo uniforme segun el cual se agrupan por zonas superpuestas, habrian facilitado al hombre el conocimiento de las leyes de la naturaleza; pero por lejos que se remonten la tradicion y la historia, no encontramos que estas ventajas hayan sido provechosas en aquellos dichosos climas. Investigaciones recientes hacen dudar de que la base primitiva de la civilizacion de los Indios, una de las fases mas maravillosas del progreso de la humanidad, haya tenido su asiento entre los mismos trópicos. Ayriana Vaedjo, la antigua cuna del Zend, estaba situada al Nord-Oeste de los Altos-Indos; y despues del gran cisma religioso, es decir, despues de la separacion de los Iranios de la institucion brahmánica, la lengua, en otro tiempo comun á los Iranios y á los Indos, tomó entre estos últimos, en la Magadha ó Madhya Dêza (7), comarca limitada por la gran Cordillera del Himalaya y la pequeña cadena Vindhja, una forma individual, al propio tiempo que la literatura, las costumbres y el estado de la sociedad. Bastante despues, la lengua y la civilizacion sanscritas adelantaron hacia el Sud-Este y penetraron mucho mas en la zona tórrida, como ha espuesto mi hermano Guillermo de Humboldt (8) en su gran obra sobre la lengua Kawi y las que con ella tienen algunas relaciones de estructura.
A pesar de todas las trabas que, bajo latitudes boreales, oponian al descubrimiento de las leyes de la naturaleza, la escesiva complicacion de los fenómenos, y las perpetuas variaciones locales en los movimientos de la atmósfera y en la distribucion de las formas orgánicas, precisamente á un pequeño número de pueblos habitantes de la zona templada, es á quienes se ha revelado primero un conocimiento íntimo y racional de las fuerzas que obran en el mundo físico. De la zona boreal, mas favorable aparentemente al progreso de la razon, á la dulzura de las costumbres y á las libertades públicas, es de donde los gérmenes de la civilizacion han sido importados á la zona tropical, tanto por esos grandes movimientos de razas que se llaman emigraciones de los pueblos, cuanto por el establecimiento de colonias, igualmente saludables para los paises que van á poblar y para aquellos de donde parten, cualquiera que sean las diferencias que presenten por otro lado sus instituciones en los tiempos fenicios ó helénicos, y en nuestros tiempos modernos.
Al indicar la facilidad mas ó menos grande que ha podido dar la sucesion de los fenómenos para reconocer la causa que los produce, he hablado de este punto importante donde, en el contacto con el mundo esterior, al lado del encanto que esparce la simple contemplacion de la naturaleza, se coloca el goce que nace del conocimiento de las leyes y del encadenamiento mútuo de aquellos fenómenos. Lo que durante largo tiempo no ha sido sino objeto de una vaga inspiracion, ha llegado poco á poco á la evidencia de una verdad positiva. El hombre se ha esforzado para encontrar, como ha dicho en nuestra lengua un poeta inmortal «el polo inmóvil en la eterna fluctuacion de las cosas creadas.»(9)
Para llegar á la fuente de este goce que nace del trabajo del pensamiento, basta echar una rápida mirada sobre los primeros bosquejos de la filosofía de la naturaleza ó de la antigua doctrina del Cosmos. Encontramos entre los pueblos mas salvajes (y mis propias escursiones han confirmado esta asercion) un sentimiento confuso y temeroso de la poderosa unidad de las fuerzas de la naturaleza, de una esencia invisible, espiritual, que se manifiesta en ellas ya desarrollen la flor y el fruto en el árbol productivo, ya quebranten el suelo del bosque ó ya truenen en las nubes. Así se revela un lazo entre el mundo visible y un mundo superior que se escapa á los sentidos. Uno y otro se confunden involuntariamente, sin que por ello deje de desarrollarse en el seno del hombre, el gérmen de una filosofía de la Naturaleza, aunque como el simple producto de una concepcion ideal, y sin el auxilio de la observacion.
Entre los pueblos mas atrasados en civilizacion, la imaginacion se goza en creaciones estrañas y fantásticas. La predileccion por el símbolo influye simultáneamente, en las ideas y en las lenguas. En vez de examinar, se adivina, se dogmatiza, se interpreta lo que nunca ha sido observado. El mundo de las ideas y de los sentimientos no refleja en su pureza primitiva el mundo esterior. Lo que en algunas regiones de la tierra no se ha manifestado como rudimento de la filosofía natural, sino entre un pequeño número de indivíduos dotados de una alta inteligencia, se presenta en otras regiones, entre familias enteras de pueblos, como el resultado de tendencias místicas y de intuiciones instintivas. En el comercio íntimo con la naturaleza, en la vivacidad y profundidad de las emociones á que dá vida, es donde se encuentran tambien los primeros impulsos hácia el culto, hácia una santificacion de fuerzas destructoras ó conservadoras del Universo. Pero á medida que el hombre recorriendo los diferentes grados de su desarrollo intelectual, llega á gozar libremente del poder regulador de la reflexion, á separar por un acto de emancipacion progresiva, el mundo de las ideas y el de las sensaciones, no puede contentarse con presentir vagamente la unidad de las fuerzas de la naturaleza. El ejercicio del pensamiento empieza á cumplir su alta mision; la observacion, fecundada por el razonamiento llega con ardor á las causas de los fenómenos.
La historia de las ciencias enseña que no ha sido fácil satisfacer á las necesidades de una curiosidad tan ardiente. Observaciones poco exactas é incompletas han originado por falsas inducciones, ese gran número de cálculos físicos que se han perpetuado entre las preocupaciones populares de todas las clases de la sociedad. Así es como al lado de un conocimiento sólido y científico de los fenómenos, se ha conservado un sistema de fenómenos mal observados, tanto mas difícil de destruir, cuanto que no se tiene en cuenta ninguno de los hechos que le contrarian. Este empirismo, triste herencia de siglos anteriores, mantiene invariablemente sus axiomas. Es arrogante como todo lo que es limitado; en tanto que la física fundada en la ciencia, duda porque trata de profundizar, separa lo que es cierto de lo que es simplemente probable, y perfecciona sin cesar las teorías estendiendo el círculo de sus observaciones.
Ese conjunto de dogmas incompletos que un siglo lega al otro, esa física que se compone de preocupaciones populares, no es solamente perjudicial porque perpetúa el error, con la obstinacion que lleva siempre el testimonio de los hechos imperfectamente observados; sino que tambien prohibe al espíritu elevarse á los grandes horizontes de la naturaleza. En vez de buscar el estado medio, alrededor del cual oscilan, en la aparente independencia de las fuerzas, todos los fenómenos del mundo esterior, desea la ocasion de multiplicar las escepciones de la ley; investiga en los fenómenos y en las formas orgánicas, otras maravillas que las de una sucesion regular ó de un desarrollo interno y progresivo; se inclina á creer incesantemente interrumpido el órden de la naturaleza, á desconocer en el presente la analogía con el pasado, á perseguir, en medio del azar de sus sueños, la causa de pretendidas perturbaciones, tanto en el interior de nuestro globo, como en los espacios celestes.
El objeto particular de esta obra es el de combatir los errores que toman su orígen en un vicioso empirismo y en imperfectas inducciones. Los mas nobles goces que puede procurar el estudio de la naturaleza, dependen de la exactitud y de la profundidad de sus concepciones, de la estension del horizonte que se abarca de una vez. Con el cultivo de la inteligencia se ha acrecentado en todas las clases de la sociedad, la necesidad de embellecer la vida aumentando la masa de ideas y los medios de generalizarlas. Este sentimiento es la refutacion de las censuras que se han dirigido al siglo en que vivimos, y prueba que los espíritus no se han ocupado únicamente de los intereses materiales de la existencia.
Toco no sin pesar á un temor que parece nacer de una mira limitada, ó de cierto sentimentalismo dulce y blando del alma: hablo del temor de que la naturaleza no pierda nada de su encanto, prestigio y poder mágico, á medida que empezemos á penetrar en sus secretos, á comprender el mecanismo de sus movimientos celestes, y á evaluar numéricamente la intensidad de las fuerzas. Es cierto que estas no ejercen, propiamente hablando, un poder mágico sobre nosotros, sino cuando su accion envuelta en misterios y tinieblas, se halla colocada fuera de todas las condiciones que ha podido reunir la esperiencia. El efecto de un poder tal, es por consiguiente, el de conmover la imaginacion; y ciertamente que no es esta la facultad del alma que evocaríamos preferentemente, para dirigir las laboriosas y minuciosas observaciones cuyo objeto es el conocimiento de las mas grandes y admirables leyes del Universo. El astrónomo que por medio de un heliómetro ó de un prisma de doble refraccion (10) determina el diámetro de los cuerpos planetarios; que mide con paciencia durante años enteros la altura meridiana, y las relaciones de distancia de las estrellas; que busca un cometa telescópico en un grupo de pequeñas nebulosas, no siente la imaginacion (y esta es la garantía misma de la precision de su trabajo) mas conmovida, que el botánico que cuenta las divisiones del cáliz, el número de los estambres, los diente, ya libres, ya unidos, del anillo que rodea la cápsula de musgo. Sin embargo, las medidas multiplicadas de ángulos por una parte, y de otra las relaciones del detalle de la organizacion, preparan el camino á importantes cálculos sobre la física general.
Es preciso distinguir entre las disposiciones del alma del observador, en tanto que observa, y el engrandecimiento ulterior de miras, que es el fruto de la investigacion y del trabajo del pensamiento. Cuando los físicos miden con admirable sagacidad las ondas luminosas de desigual longitud que se refuerzan ó se destruyen por interferencia, aun en sus acciones químicas; cuando el astrónomo armado de poderosos telescopios penetra en los espacios celestes, contempla las lunas de Urano en los últimos límites de nuestro sistema solar, y descompone débiles puntos brillantes en estrellas dobles desigualmente coloreadas; cuando los botánicos ven reproducirse la constancia del movimiento giratorio del chara en la mayor parte de las celdas vegetales, y reconocen el íntimo enlace de las formas orgánicas por géneros y por familias naturales, la bóveda celeste sembrada de nebulosas y de estrellas, el rico manto de vegetales que cubre el suelo en el clima de las palmeras, no pueden dejar de inspirar á esos observadores laboriosos una impresion mas imponente y mas digna de la magestad de la creacion que á aquellos otros cuya alma no está acostumbrada á recojer las grandes relaciones que ligan á los fenómenos entre sí. No puedo por consiguiente estar de acuerdo con Burke, cuando, en una de sus ingeniosas obras pretende «que nuestra ignorancia respecto de las cosas de la naturaleza es la causa principal de la admiracion que nos inspiran, y fuente de que nace el sentimiento de lo sublime.»
En tanto que la ilusion de los sentidos fija los astros en la bóveda del cielo, la astronomía con sus atrevidos trabajos engrandece indefinidamente el espacio. Si circunscribe la gran nebulosa á la cual pertenece nuestro sistema solar, es únicamente para enseñarnos mas allá, hácia regiones que huyen á medida que las potencias ópticas aumentan, otras islas de nebulosas esporádicas. El sentimiento de lo sublime, cuando nace de la contemplacion de la distancia que nos separa de los astros, de su magnitud, y en general de la estension física, se refleja en el sentimiento de lo infinito, que pertenece á otra esfera de ideas, al mundo intelectual. Cuanto el primero ofrece de solemne y de imponente, lo debe á la relacion que acabamos de señalar, á esa analogía de goces y de emociones que sentimos, ya en medio de los mares, ya en el Océano aéreo, cuando capas vaporosas y semidiáfanas nos envuelven sobre el vértice de un pico aislado, ya en fin delante de uno de esos poderosos instrumentos que disuelven en estrellas lejanas nebulosas.
Aquel trabajo que consiste en acumular observaciones de detalle, sin relacion entre si, ha podido inducir, es cierto, á ese error profundamente inveterado, de que el estudio de las ciencias exactas debe necesariamente enfriar el sentimiento y disminuir los nobles placeres de la contemplacion de la naturaleza. Los que, en los tiempos en que vivimos, en medio del adelanto de todas las ramas de nuestros conocimientos y de la misma razon pública, alimentan todavía semejante error, ni aprecian bastante cada progreso de la inteligencia, ni lo que puede el arte encubrir el detalle de los hechos aislados, para elevarse á resultados generales. Al temor de sacrificar el libre goce de la naturaleza, bajo la influencia del razonamiento científico, se añade por lo comun el de que no sea dable á todas las inteligencias el conocer el conjunto de la física del mundo. Cierto que en medio de esta fluctuacion universal de fuerzas y de vida, en esta red intrincada de organismos que se desarrollan y destruyen sucesivamente, cada paso que se dá hácia el conocimiento mas íntimo de la naturaleza, conduce á la entrada de nuevos laberintos; pero esta intuicion vaga de tantos misterios por descubrir, estimulando en nosotros el ejercicio del pensamiento, nos causa, en todos los grados del saber, un asombro mezclado de alegría. El descubrimiento de cada ley de la naturaleza lleva á otra ley mas general, ó hace presentir su existencia, al observador inteligente. La naturaleza, como la ha definido un célebre fisiólogo (11) y como la palabra misma indica entre los Griegos y los Romanos, es «lo que crece y se desarrolla perpétuamente, lo que solo vive por un cambio contínuo de forma y de movimiento interior.»
La série de los tipos orgánicos se estiende ó se completa para nosotros á medida que, por medio de viajes de tierra ó mar, penetramos en regiones desconocidas y comparamos los organismos vivientes con aquellos que han desaparecido con las grandes revoluciones de nuestro planeta; á medida que los microscopios se perfeccionan y aprendemos á servirnos de ellos con mas discernimiento. En el seno de esta inmensa variedad de producciones animales y vegetales, en el juego de sus trasformaciones periódicas, se renueva sin cesar el misterio primordial de todo desarrollo orgánico, aquel problema de la metamórfosis que Gœthe ha tratado con una sagacidad superior, y que nace de la necesidad que esperimentamos de reducir las formas vitales á un pequeño número de fundamentales tipos. En medio de las riquezas de la naturaleza y de esta acumulacion creciente de las observaciones, se penetra el hombre de la conviccion íntima de que en la superficie y en las entrañas de la tierra, en las profendidades del mar y las de los cielos, aun despues de miles de años, «el espacio no faltará á los conquistadores científicos.» Este pesar de Alejandro (12) no podria aplicarse á los progresos de la observacion y de la inteligencia.
Las consideraciones generales, bien sea que tengan relacion con la materia aglomerada en cuerpos celestes ó con la distribucion geográfica de los organismos terrestres, no solo son mas atractivas por sí mismas, que los estudios especiales, sino que ofrecen tambien grandes ventajas á los que no pueden emplear mucho tiempo en este género de ocupaciones. Las diferentes ramas de la Historia natural ni son accesibles mas que á ciertas posiciones de la vida social, ni presentan el mismo encanto en toda estacion ni bajo todo clima. En las zonas inhospitalarias del Norte estamos privados durante largo tiempo del espectáculo que ofrecen á nuestras miradas las fuerzas productivas de la naturaleza orgánica; y si nuestro interés está limitado á una clase de objetos, los mas animados cuentos de los viajeros que han recorrido los paises lejanos, no tendrán atractivo alguno para nosotros, á menos que se refieran á los mismos objetos de nuestra predileccion.
De igual manera que la historia de los pueblos (si pudiese elevarse siempre con éxito á las verdaderas causas de los acontecimientos) llegaria á resolver el eterno enigma de las oscilaciones que esperimenta el movimiento sucesivamente progresivo ó retrógrado de la sociedad humana; asi tambien, la descripcion física del mundo, la ciencia del Cosmos, si estuviese concebida por una alta inteligencia, y fundada sobre el conocimiento de todo lo que se ha descubierto hasta una época dada, haria desaparecer una parte de las contradicciones que parece ofrecer á primera vista la complicacion de los fenómenos, y que descansan en una multitud de perturbaciones simultáneas. El conocimiento de las leyes, ya se revelen en los movimientos del Océano, en la marcha calculada de los cometas, ó en las atracciones mútuas de las estrellas múltiples, aumenta el sentimiento tranquilo de la naturaleza, cual si «la discordia de los elementos,» constante fantasma del espíritu humano en sus primeras intuiciones, se debilitara á medida que las ciencias estienden su imperio. Las miras generales nos acostumbran á considerar cada organismo, como una parte de la creacion entera, á reconocer en la planta y en el animal, no la especie aislada, sino una forma unida en la cadena de los séres, á otras formas vivientes ó muertas; ayudándonos á conocer las relaciones que existen entre los descubrimientos mas recientes y los que los han preparado. Retirados á un punto del espacio, recogemos con mayor avidez lo que se ha observado bajo diferentes climas. Complácenos seguir á los audaces navegantes hasta en medio de los hielos polares, hasta el pico del volcan del polo antártico cuyos fuegos son visibles durante el dia á grandes distancias. Llegamos aun á comprender algunas de las maravillas del magnetismo terrestre, y los resultados que pueden esperarse hoy de las numerosas estaciones diseminadas en los dos hemisferios, para espiar la simultaneidad de las perturbaciones, la frecuencia y la duracion de las tempestades magnéticas.
Séame permitido adelantar por el campo de los descubrimientos cuyas consecuencias no pueden ser apreciadas sino por aquellos que se han dedicado á los estudios de la física general. Ejemplos escogidos entre los fenómenos que han fijado especialmente la atencion en estos últimos tiempos, esparcirán nueva luz sobre las consideraciones precedentes. Sin un conocimiento preliminar de la órbita de los cometas, no se comprenderia cual es la importancia que tiene el descubrimiento del cometa de Encke, cuya órbita elíptica, está incluida en los estrechos límites de nuestro sistema planetario, y que ha revelado la existencia de un fluido etéreo, que tiende á disminuir la fuerza centrífuga y la duracion de las revoluciones. En una época en que tantas gentes, curiosas de un relativo saber, se complacen en mezclar á las conversaciones del dia vaguedades científicas, los temores que antiguamente reinaban respecto del choque de los cuerpos celestes, ó de un pretendido trastorno de los climas, se renuevan bajo formas diferentes: sueños de la imaginacion, tanto mas engañosos, cuanto que tienen su orígen en pretensiones dogmáticas. La historia de la atmósfera y de las variaciones anuales que esperimenta su temperatura, tiene ya bastante antigüedad para habernos manifestado la reproduccion de pequeñas oscilaciones alrededor del calor medio de cierto lugar, y para prevenirnos por consiguiente contra el temor exagerado de la deterioracion general y progresiva de los climas de Europa. El cometa de Encke, uno de los tres cometas interiores, acaba su carrera en mil doscientos dias; y por la forma y la posicion de su órbita, no es mas peligroso para la tierra que el gran cometa de Halley, de setenta y seis años, menos bello en 1835 que en 1759, ni que el cometa interior de Biela, el cual, sin bien es cierto que corta la órbita de la tierra, no puede acercarse mucho á nosotros sin embargo, mas que cuando su proximidad al sol coincide con el solsticicio de invierno.
La cantidad de calórico que recibe un planeta, y cuya desigual distribucion determina las variaciones meteorológicas de la atmósfera, depende á la vez de la fuerza fotogénica del sol, es decir, del estado de sus envueltas gaseosas, y de la posicion relativa del planeta y del cuerpo central. Segun las leyes de la gravitacion universal, la forma de la órbita terrestre ó la inclinacion de la eclíptica, es decir, el ángulo que forma el eje de la tierra con el plano de su órbita, esperimenta variaciones periódicas: pero tan lentas, y encerradas en tan estrechos límites, que sus efectos térmicos no llegarian á ser apreciados por nuestros instrumentos actuales, sino despues de miles de años. Las causas astronómicas á que pueden referirse el enfriamiento de nuestro globo, la disminucion de la humedad en su superficie, la naturaleza y frecuencia de ciertas epidemias (fenómenos frecuentemente discutidos en nuestros dias siguiendo las preocupaciones de la Edad media) deben mirarse como cosas fuera del alcance de los procedimientos actuales de la física y de la química.
La astronomía física nos ofrece otros fenómenos que no podrian conocerse tampoco en toda su magnitud, sin estar preparados á ello por nociones generales acerca de las fuerzas que animan al Universo. Tales son, el inmenso número de estrellas, ó mas bien, de soles dobles, que girando alrededor de un centro comun de gravedad, nos revelan la existencia de la atraccion newtoniana en los mas apartados mundos; la abundancia ó la rareza de las manchas del sol, es decir, de esas aberturas que se forman en las atmósferas luminosa y opaca de que su núcleo sólido está envuelto: las caidas irregulares de las estrellas errantes en el 13 de noviembre y dia de San Lorenzo, anillo de asteroides que cortan probablemente la órbita de la tierra, y se mueven con velocidad planetaria.
Si desde las regiones celestes descendemos á la tierra, deseamos concebir las relaciones que existen entre las oscilaciones del péndulo en un espacio lleno de aire, oscilaciones cuya teoría ha sido perfeccionada por Bessel, y la densidad de nuestro planeta; y preguntamos cómo el péndulo, haciendo las funciones de una sonda, nos ilumina hasta cierto punto acerca de la constitucion geológica de capas situadas á grandes profundidades. Obsérvase una asombrosa analogía entre la formacion de las rocas granuladas que componen corrientes de lava en la pendiente de los volcanes activos, y esas masas endógenas de granito, de pórfiro y de serpentina, que nacidas del seno de la tierra, quebrantan, como rocas de erupcion, los bancos secundarios modificándolos por contacto y haciéndolos mas duros por medio de la sílice que en ellos se introduce, ya reduciéndolos al estado de dolomia, ya en fin produciendo cristales de muy variada composicion. El levantamiento de islotes esporádicos, cúpulas de traquito y conos de basalto, por las fuerzas elásticas que emanan del interior fluido del globo, han llevado al primer geólogo de nuestro siglo, M. Leopoldo de Buch, á la teoría del levantamiento de los continentes y cadenas de montañas. Esta accion de las fuerzas subterráneas, la ruptura y la elevacion de los bancos de roca sedimentarias, de lo cual ha ofrecido un ejemplo reciente el litoral de Chile á consecuencia de un gran temblor de tierra, dejan entrever la posibilidad de que las conchas pelágicas halladas por M. Bonpland y por mí sobre la falda de los Andes, á mas de 4,600 metros de elevacion, hayan podido ser llevadas á esta altura, no por la intumescencia del Océano, sino por agentes volcánicos capaces de arrollar la costra reblandecida de la tierra.
Llamo vulcanismo, en el sentido mas general de la palabra, á toda accion que el interior de un planeta ejerce sobre su corteza esterior. La superficie de nuestro globo, y la de la luna manifiestan las huellas de esta accion, que por lo menos en nuestro planeta, ha variado en la sucesion de los siglos. Los que ignoran que el calor interior de la tierra aumenta rápidamente con la profundidad, y que á ocho ó nueve leguas de distancia (13) está en fusion el granito, no pueden formarse idea exacta de las causas y de la simultaneidad de erupciones volcánicas muy alejadas unas de las otras, de la estension y del cruzamiento de los círculos de conmocion que ofrecen los temblores de tierra, de la constancia de temperatura y de la igualdad de composicion química observadas en las aguas termales durante una larga serie de años. Tal es, sin embargo, la importancia de la cantidad de calórico propia de cada planeta, como resultado de su condensacion primitiva, que el estudio de esta cantidad de calórico, arroja á la vez alguna luz sobre la historia de la atmósfera y acerca de la distribucion de los cuerpos organizados escondidos en la corteza sólida de la tierra. De esta manera llegamos á concebir, cómo ha podido reinar antes sobre toda la tierra una temperatura tropical, independiente de la latitud y producida por las profundas grietas, largo tiempo abiertas despues del replegamiento y hundimiento de la corteza apenas consolidada, de donde se exhalaba al calor interior. Este estudio nos enseña un antiguo estado de cosas, en el cual, la temperatura de la atmósfera, y los climas en general, se debian mas al desprendimiento de calórico y de diferentes emanaciones gaseosas, es decir, á la enérgica reaccion del interior hacia el esterior, que á la relacion de la posicion de la tierra frente á frente del cuerpo central, el sol.
Las regiones frias guardan depositadas en capas sedimentarias, los productos de los trópicos: en el terreno hullero están encerrados troncos de palmeras que quedaron en pie, y mezclados á coniferas, helechos arborescentes, goniatites, y peces de escamas romboidales huesosas (14); en el calcáreo de Jura, enormes esqueletos de cocodrilos y de plesiosauros, planulitas y troncos de cycádeas; en el gredoso, pequeños polythálamos y briozoarios, cuyas mismas especies viven aun en el seno de los mares actuales; en el trípoleo, ó esquisto sin pulir, el semi-ópalo y el ópalo harinoso, inmensas aglomeraciones de infusorios silíceos que Ehrenberg ha revelado con su microscopio vivificador; por último, en los terrenos de transporte y ciertas cavernas, huesos de elefantes, de hienas y de leones. Familiarizados como lo estamos hoy, con las grandes miras de la física del globo, estas producciones de los climas cálidos, por encontrarse en el estado fósil en las regiones septentrionales, no escitan ya en nosotros una curiosidad estéril, sino que llegan á ser los mas dignos objetos de meditaciones y combinaciones nuevas.
La multitud y la variedad de los problemas que acab de indicar, dan orígen á la cuestion de saber si consideraciones generales pueden tener un grado suficiente de claridad, allá donde falta el estudio detallado y especial de la historia natural descriptiva, de la geología y de la astronomía matemática. Pienso que es necesario distinguir desde luego entre aquel que debe recoger las observaciones esparcidas y profundizarlas para esponer su enlace, y aquel á quien debe ser trasmitido este encadenamiento bajo la forma de resultados generales. El primero se impone la obligacion de conocer la especialidad de los fenómenos; es preciso que antes de llegar á la generalizacion de las ideas, haya recorrido, en parte al menos, el dominio de las ciencias; que haya observado, esperimentado y medido por sí mismo. No negaré que allá donde faltan los conocimientos positivos, los resultados generales que, en sus relaciones continuadas, dan tanto encanto á la contemplacion de la naturaleza, no pueden ser todos desarrollados, con el mismo grado de luz; pero me inclino á creer sin embargo, que en la obra que preparo sobre la física del mundo, la parte mas considerable de las verdades se presentará con toda evidencia, sin que sea necesario remontarse siempre á los principios y á las nociones fundamentales. Este cuadro de la naturaleza, aunque en muchas de sus partes presente contornos poco marcados, no será menos á propósito para fecundar la inteligencia, engrandecer la esfera de las ideas, y alimentar y vivificar la imaginacion.
Quizás no sin fundamento se ha criticado á muchas obras científicas de Alemania, el haber disminuido por la acumulacion de los detalles, la impresion y el valor de los resultados generales; el no haber separado suficientemente estos grandes resultados que forman, por decirlo así, los puntos culminantes de las ciencias, de la larga enumeracion de los medios que han servido para obtenerlos. Esta censura ha hecho decir humorísticamente al mas ilustre de nuestros poetas (15): «Los Alemanes tienen el don de hacer inaccesibles las ciencias.» El edificio concluido, no puede producir el efecto que de él se espera, en tanto que esté obstruido por el andamio que ha sido preciso levantar para construirlo. Así pues, la uniformidad de figura que se observa en la distribucion de las masas continentales, que terminan todas hácia el Sur en forma de pirámide, y se ensanchan hácia el Norte (ley que determina la naturaleza de los climas, la direccion de sus corrientes en el Océano y en la atmósfera, el paso de ciertos tipos de vegetacion tropical á la zona templada austral), puede comprenderse con claridad, sin que se conozcan las operaciones geodésicas y astronómicas por las cuales han sido determinadas esas formas piramidales de los continentes. De la misma manera, la geografía física nos enseña en cuantas leguas es mayor el eje ecuatorial del globo que el eje polar; la igualdad media del aplanamiento de los dos hemisferios, sin que sea necesario esponer como se ha llegado á reconocer por la medicion de los grados del meridiano ó por observaciones del péndulo, que la verdadera figura de la tierra no es exactamente la de un elipsoide de revolucion regular, y que esta figura se refleja en las desigualdades de los movimientos lunares. Los grandes horizontes de la geografía comparada no han empezado á tomar solidez y brillo á la par, hasta la aparicion de la admirable obra titulada Estudios de la tierra en sus relaciones con la naturaleza y con la historia del hombre, en la cual Cárlos Ritter ha caracterizado con tanta fuerza la fisonomía de nuestro globo, y enseñado la influencia de su configuracion esterior, tanto en los fenómenos físicos que tienen lugar en su superficie, cuanto en las emigraciones de los pueblos, sus leyes, sus costumbres y todos los principales fenómenos históricos de los cuales es teatro.
Francia posee una obra inmortal, La Esposicion del sistema del mundo, en la cual ha reunido el autor los resultados de los trabajos matemáticos y astronómicos mas sublimes, despojándolos del aparato de las demostraciones. La estructura de los cielos queda reducida en este libro á la solucion sencilla de un problema de mecánica. Sin embargo, La Esposicion del sistema del mundo de Laplace, no ha sido tachada hasta aquí de incompleta ni de falta de profundidad. Distinguir los materiales desemejantes, los trabajos que no tienden al mismo fin, separar las nociones generales de las observaciones aisladas, es el único medio de dar unidad á la física del mundo, de esclarecer los objetos, y de imprimir un carácter de grandeza al estudio de la naturaleza. Suprimiendo los detalles que distraen la atencion solo se consideran las grandes masas y se conoce por el pensamiento lo que pasa desapercibido á la debilidad de nuestros sentidos.
Es preciso añadir á estas consideraciones la de que la esposicion de los resultados está singularmente favorecida en nuestros dias, por la feliz revolucion que han esperimentado desde fines del siglo último, los estudios especiales y sobre todos la geología, la química y la historia natural descriptiva. A medida que se generalizan las leyes, y que las ciencias se fecundan mútuamente, que estendiéndose, se unen entre sí por lazos mas numerosos y mas íntimos, el desenvolvimiento de las verdades generales puede ser conciso sin llegar á ser superficial. En el principio de la civilizacion humana, todos los fenómenos aparecen aislados, la multiplicidad de las observaciones y la reflexion los aproximan, y hacen conocer su mútua dependencia. Si acontece, sin embargo, que en un siglo caracterizado como el nuestro por los mas brillantes progresos, se nota en algunas ciencias falta de enlace de los fenómenos entre sí, deben esperarse descubrimientos tanto mas importantes, cuanto que esas mismas ciencias se han cultivado con una sagacidad de observaciones y una predileccion particulares. Asi sucede hoy con la metereología, varias partes de la óptica, y, desde los bellos trabajos de Melloni y de Faraday, con el estudio del calórico radiante y del electro-magnetismo. Queda por recoger en esto una rica cosecha, aunque la pila de Volta nos enseñe ya una relacion íntima entre los fenómenos eléctricos, magnéticos y químicos. ¿Quién se atreverá á afirmar hoy, que conocemos con precision la parte de atmósfera que no es oxígeno? ¿quién que las miles de sustancias gaseosas que obran sobre nuestros órganos no están mezcladas de azoe, ó que se baja descubierto el número total de las fuerzas que existen en el Universo?
No se trata en este ensayo de la física del mundo, de reducir el conjunto de los fenómenos sensibles á un pequeño número de principios abstractos, sin mas base que la razon pura. La física del mundo que yo intento esponer, no tiene la pretension de elevarse á las peligrosas abstracciones de una ciencia meramente racional de la naturaleza; es una geografia física reunida á la descripcion de los espacios celestes y de los cuerpos que llenan esos espacios. Estraño á las profundidades de la filosofía puramente especulativa, mi ensayo sobre el Cosmos es la contemplacion del Universo, fundada en un empirismo razonado; es decir, sobre el conjunto de hechos registrados por la ciencia y sometidos á las operaciones del entendimiento que compara y combina. Únicamente en estos límites la obra que he emprendido, entra en la esfera de los trabajos á los que he consagrado la larga carrera de mi vida científica. No me aventuro á penetrar en una esfera donde no sabría moverme con libertad, aunque otros puedan á su vez ensayarlo con éxito. La unidad que yo trato de fijar en el desarrollo de los grandes fenómenos del Universo, es la que ofrecen las composiciones históricas. Todo cuanto se relacione con individualidades accidentales, con la esencia variable de la realidad, trátese de la forma de los séres y de la agrupacion de los cuerpos, ó de la lucha del hombre contra los elementos, y de los pueblos contra los pueblos, no puede ser deducido de solo las ideas, es decir, racionalmente construido.
Creo que la descripcion del Universo y la historia civil se hallan colocadas en el mismo grado de empirismo; pero sometiendo los fenómenos físicos y los acontecimientos al trabajo pensador, y remontándose por el razonamiento á sus causas, se confirma mas y mas la antigua creencia de que las fuerzas inherentes á la materia, y las que rigen el mundo moral, ejercen su accion bajo el imperio de una necesidad primordial, y segun movimientos que se renuevan periódicamente ó á desiguales intervalos. Esta necesidad de las cosas, este encadenamiento oculto, pero permanente, esta renovacion periódica en el desenvolvimiento progresivo de las formas, de los fenómenos y de los acontecimientos, constituyen la naturaleza, que obedece á un primer impulso dado. La física, como su mismo nombre indica, se limita á esplicar los fenómenos del mundo material por las propiedades de la materia. El último objeto de las ciencias esperimentales es pues, elevarse á la existencia de las leyes, y generalizarlas progresivamente. Todo lo que va mas allá, no es del dominio de la física del mundo, y pertenece á un género de especulaciones mas elevadas. Manuel Kant, uno de los pocos filósofos que no han sido acusados de impiedad hasta aquí, ha señalado los límites de las esplicaciones físicas, con una rara sagacidad, en su célebre Ensayo sobre la teoría y la construccion de los Cielos, publicado en Kœnigsberg en 1755.
El estudio de una ciencia que promete conducirnos á través de los vastos espacios de la creacion, semeja á un viaje á país lejano. Antes de emprenderle, se miden por lo comun, con desconfianza, las propias fuerzas y las del guia que se ha escogido. El temor que reconoce por causa la abundancia y la dificultad de las materias, disminuye, si se tiene presente, como hemos indicado mas arriba, que con la riqueza de las observaciones ha aumentado tambien, en nuestros dias, el conocimiento cada vez mas íntimo de la conexion de los fenómenos. Lo que en el círculo mas estrecho de nuestro horizonte, ha parecido mucho tiempo inesplicable, ha sido generalmente adornado de una manera inopinada por investigaciones hechas bajo lejanas zonas. En el reino animal, como en el reino vegetal, formas orgánicas que han permanecido aisladas, han sido unidas por cadenas intermedias, formas ó tipos de transicion. Especies, géneros, familias enteras, propias de un Continente, se presentan como reflejadas en formas análogas de animales y de plantas del continente opuesto, y así se completa la geografía de los séres. Son, por decirlo así, equivalentes que se suplen y se reemplazan en la gran série de los organismos. La transicion y el enlace se fundan sucesivamente, en una disminucion ó un desarrollo escesivo de ciertas partes, sobre soldaduras de órganos distintos, sobre la preponderancia que resulta de una falta de equilibrio en el balanceo de las fuerzas, sobre relaciones con formas intermedias, que lejos de ser permanentes, determinan solo ciertas fases de un desarrollo normal. Si de los cuerpos dotados de vida, pasamos al mundo inorgánico, encontraremos en él ejemplos que caracterizan en alto grado los progresos de la geología moderna. Reconoceremos, cómo despues de las grandes miras de Elias de Beaumont, las cadenas de montañas que dividen los climas, las zonas vegetales y las razas de los pueblos, nos revelan su edad relativa, ya sea por la naturaleza de los bancos sedimentarios que han levantado, ya por las direcciones que siguen por largas grietas, sobre las cuales se ha hecho el rugamiento de la superficie del globo. Relaciones de yacimiento en las formaciones de traquito y de pórfiro sienítico, de diorita y de serpentina, que han permanecido dudosas en los terrenos auríferos de la Hungría, en el Oural, rico en platino, y en la pendiente sud-oeste del Altai siberiano, se encuentran definidos claramente por observaciones recogidas sobre las mesetas de Méjico y de Antioquía, y en los barrancos insalubres del Choco. Los materiales que la física general ha puesto en obra en los tiempos modernos, no han sido acumulados á la casualidad. Se ha reconocido por fin, y esta conviccion dá un carácter particular á las investigaciones de nuestra época, que las correrías lejanas, que no han servido durante largo tiempo mas que para suministrar la materia de cuentos aventureros, no pueden ser instructivas sino en tanto que el viajero conozca el estado de la ciencia cuyo dominio deba estender, y en cuanto que sus ideas guien á sus investigaciones y le inicien en el estudio de la naturaleza.
Por esta tendencia hácia las concepciones generales, peligrosa solamente en sus abusos, una parte considerable de conocimientos físicos ya adquiridos, puede llegar á ser propiedad comun de todas las clases de la sociedad; pero esta propiedad no tiene valor sino en tanto que la instruccion estendida, contraste, por la importancia de los objetos que trata y por la dignidad de sus formas, con las recopilaciones poco sustanciales que hasta el fin del siglo XVIII, se han conocido con el impropio nombre de saber popular. Quiero persuadirme, de que las ciencias espuestas en un lenguaje que se eleva á su altura, grave y animado á la vez, deben ofrecer, á los que, encerrados en el círculo estrecho de los deberes de la vida, se avergüenzan de haber sido largo tiempo estraños al comercio íntimo de la naturaleza, y de haber pasado indiferentes delante de ella, una de las mas vivas alegrías que pueden esperimentarse, la de enriquecer el entendimiento con nuevas concepciones. Este comercio, por las emociones á que dá lugar, despierta, por decirlo así, en nosotros órganos que habian dormido largo tiempo. Asi llegamos á conocer de un golpe de vista estenso, lo que en los descubrimientos físicos engrandece la esfera de la inteligencia, y contribuye, por felices aplicaciones á las artes mecánicas y químicas, á desarrollar la riqueza nacional.
Un conocimiento mas exacto del enlace de los fenómenos nos libra tambien de un error, muy esparcido aun; cual es el de que bajo el respecto del progreso de las sociedades humanas y de su prosperidad industrial, todas las ramas del conocimiento de la naturaleza no tienen el mismo valor intrínseco. Establécense arbitrariamente grados de importancia entre las ciencias matemáticas, el estudio de los cuerpos organizados, el conocimiento del electro-magnetismo y la investigacion de las propiedades generales de la materia en sus diferentes estados de agregacion molecular. Despréciase locamente lo que se designa bajo el nombre de investigaciones puramente teóricas. Olvídase, y esta indicacion es sin embargo bien antigua, que la observacion de un fenómeno enteramente aislado en apariencia, encierra frecuentemente el gérmen de un gran descubrimiento. Cuando Aloysio Galvani escitó por vez primera la fibra nerviosa por el contacto accidental de dos metales heterogéneos, sus contemporáneos estaban bien lejos de esperar que la accion de la pila de Volta nos baria ver, en los álcalis, metales de brillo de plata, nadando sobre el agua y eminentemente inflamables; que la misma pila llegaria á ser un instrumento poderoso de análisis química, un termóscopo y un iman. Cuando Huygens observó por primera vez en 1678, un fenómeno de polarizacion, ó sea la diferencia que existe entre los dos rayos en que se divide un haz de luz, al atravesar un cristal de doble refraccion, no se previa que, siglo y medio despues, el gran descubrimiento de la polarizacion cromática, de M. Arago, llevaría á este astrónomo-físico á resolver, por medio de un pequeño fragmento de espato de Islandia, las importantes cuestiones de saber si la luz emana de un cuerpo sólido ó de una envuelta gaseosa, y si la que los cometas nos envian es propia ó reflejada (16).
Una estimacion igual hácia todas las ramas de las ciencias matemáticas, físicas y naturales, es necesidad de una época en que la riqueza material de las naciones y su prosperidad creciente, están principalmente fundadas en un empleo mas ingenioso y mas racional de las producciones y de las fuerzas de la naturaleza. Basta arrojar una rápida mirada sobre el estado actual de la Europa para reconocer que, en medio de esta lucha desigual de los pueblos que rivalizan en la carrera de las artes industriales, el aislamiento y una lentitud perezosa, tienen indudablemente por efecto la disminucion ó el total aniquilamiento de la riqueza nacional. Sucede en la vida de los pueblos, como en la naturaleza, en la cual, segun feliz espresion de Goethe (17), «el desarrollo y el movimiento no conocen punto de parada, lanzando su maldicion á todo lo que suspende la vida.» La propagacion de graves estudios científicos contribuirá á alejar los peligros que aquí señalo. El hombre no tiene accion sobre la naturaleza ni puede apropiarse ninguna de sus fuerzas, sino en tanto que aprenda á medirlas con precision, á conocer las leyes del mundo físico. El poder de las sociedades humanas, Bacon lo ha dicho, es la inteligencia; este poder se eleva y se hunde con ella. Pero el saber que resulta del libre trabajo del pensamiento no es únicamente uno de los goces del hombre, es tambien el antiguo é indestructible derecho de la humanidad; figura entre sus riquezas, y es frecuentemente la compensacion de los bienes que la naturaleza ha repartido con parsimonia sobre la tierra. Los pueblos que no toman una parte bastante activa en el movimiento industrial, en la eleccion y preparacion de las primeras materias, en las aplicaciones felices de la mecánica y de la química, en los que esta actividad no penetra todas las clases de la sociedad, deben infaliblemente caer de la prosperidad que hubieren adquirido. El empobrecimiento es tanto mas rápido cuanto que Estados limítrofes rejuvenecen sus fuerzas por la dichosa influencia de las ciencias sobre las artes.
Del mismo modo que, en las elevadas esferas del pensamiento y del sentimiento, en la filosofía, la poesía y las bellas artes, es el primer fin de todo estudio un objeto interior, el de ensanchar y fecundizar la inteligencia, es tambien el término hácia el cual deben tender las ciencias directamente, el descubrimiento de las leyes, del principio de unidad que se revela en la vida universal de la naturaleza. Siguiendo la senda que acabamos de trazar, los estudios físicos no serán menos útiles á los progresos de la industria, que tambien es una noble conquista de la inteligencia del hombre sobre la materia. Por una feliz conexion de causas y de efectos, generalmente aun sin que el hombre lo haya previsto, lo verdadero, lo bello y lo bueno se encuentran unidos á lo útil. El mejoramiento de los cultivos entregados á manos libres y en las propiedades de una menor estension: el estado floreciente de las artes mecánicas libres de las trabas que les oponía el espíritu de corporacion; el comercio engrandecido y vivificado por la multiplicidad de los medios de contacto entre los pueblos, tales son los resultados gloriosos de los progresos intelectuales y del perfeccionamiento de las instituciones políticas en las cuales este progreso se refleja. El cuadro de la historia moderna es, bajo este respecto, capaz de convencer á los mas porfiados.
No temamos tampoco que la direccion que caracteriza á nuestro siglo, que la predileccion tan señalada por el estudio de la naturaleza y el progreso de la industria, tengan por efecto necesario debilitar los nobles esfuerzos que se producen en el dominio de la filosofía, de la historia, y del conocimiento de la antigüedad; que tiendan á privar las producciones de las artes, encanto de nuestra existencia, del soplo vivificador de la imaginacion. Por todas partes donde, bajo la égida de instituciones libres y de una sábia legislacion, pueden desarrollarse francamente todos los gérmenes de la civilizacion, no es de temer que una rivalidad pacífica perjudique á ninguna de las creaciones del espíritu. Cada uno de estos desarrollos ofrece frutos preciosos al Estado, los que dan alimento al hombre y fundan su riqueza física, y los que, mas duraderos, trasmiten la gloria de los pueblos á la posteridad mas lejana. Los Espartacos, á pesar de su austeridad dórica, rogaban á los dioses «la concesion de las cosas bellas, con las buenas.» (18).
No desarrollaré mas ampliamente estas consideraciones, tan frecuentemente espuestas, sobre la influencia que ejercen las ciencias matemáticas y físicas en todo lo que se relacione con las necesidades materiales de la sociedad. La carrera que debo recorrer es demasiado estensa para que me permita insistir aquí sobre la utilidad de las aplicaciones. Acostumbrado á lejanas correrías, quizás cometa el error de pintar la senda como mas fácil y mas agradable que lo es realmente; conocida costumbre de los que quieren guiar á los demás hasta los vértices de las altas montañas. Elogian la vista de que se disfruta, aun cuando quede oculta por las nubes una gran estension de llanuras; saben que un velo vaporoso y semi-diáfano tiene un encanto misterioso, que la imagen de lo infinito une el mundo de los sentidos con el mundo de las ideas y de las emociones. Del mismo modo tambien, desde la altura que se eleva la física del mundo, no se presenta el horizonte igualmente claro y determinado en todas sus partes; pero lo que puede quedar vago y velado, no lo está únicamente por consecuencia del estado de imperfeccion de algunas ciencias; sino mas aun por falta del guia que ha pretendido imprudentemente elevarse hasta esas alturas.
Por otra parte, la introduccion del Cosmos no tenia por objeto hacer valer la importancia y grandeza de la física del mundo, que nadie pone en duda en nuestros dias. He querido únicamente probar que, sin perjudicar á la solidez de.los estudios especiales, pueden generalizarse las ideas, concentrádolas en un foco comun, enseñar las fuerzas y los organismos de la naturaleza, como movidos y animados por un mismo impulso. «La naturaleza, dice Schelling en su poético discurso sobre las artes, no es una masa inerte; es para aquel que sabe penetrarse de su sublime grandeza, la fuerza creadora del Universo, agitándose sin cesar, primitiva, eterna, que engendra en su propio seno, todo lo que existe perece y renace sucesivamente.»
Ensanchando los límites de la física del globo, reuniendo bajo un mismo punto de vista los fenómenos que presenta la tierra con los que abarcan los espacios celestes, llégase á la ciencia del Cosmos, es decir, que se convierte la física del globo en una física del mundo. Una de estas denominaciones, está formada á imitacion de la otra, pero la ciencia del Cosmos no es la agregacion enciclopódica de los resultados mas generales y mas importantes que suministran los estudios especiales. Estos resultados no dan mas que los materiales de un vasto edificio; su conjunto no podria constituir la física del mundo, ciencia que aspira á hacer conocer la accion simultánea y el vasto encadenamiento de las fuerzas que animan al Universo. La distribucion de los tipos orgánicos segun sus relaciones de latitud, de altura, y de climas, en otros términos, la Geografía de las plantas y de los animales, es diferente en todo de la botánica y de la zoología descriptivas, como lo es la geología de la mineralogía propiamente dicha. La física del mundo no puede por consiguiente, confundirse con las Enciclopédias de las ciencias naturales publicadas hasta aquí, y cuyo título es tan vago, cuanto mal trazados están sus límites. En la obra que nos ocupa, los hechos parciales, no serán considerados mas que en sus relaciones con el todo. Cuanto mas elevado es este punto de vista tanto mas reclama la esposicion de nuestra ciencia un método que lo sea propio, un lenguaje animado y pintoresco.
En efecto, el pensamiento y el lenguaje están entre sí en una íntima y antigua alianza. Cuando por la originalidad de su estructura y su riqueza nativa, la lengua llega á dar encanto y claridad á los cuadros de la naturaleza; y cuando por la flexibilidad de su organizacion se presta á pintar los objetos del mundo esterior, estiende al mismo tiempo como un soplo de vida sobre el pensamiento. Por este mútuo reflejo, la palabra es mas que un signo ó la forma del pensamiento. Su bienhechora influencia se manifiesta sobre todo en presencia del suelo natal, por la accion espontánea del pueblo, de la cual es viva espresion. Orgulloso de una pátria que busca la concentracion de su fuerza en la unidad intelectual, quiero recordar, volviendo sobre mí mismo, las ventajas que ofrece al escritor el empleo del idioma que le es propio, el único que puede manejar con alguna desenvoltura. ¡Feliz él, si al esponer los grandes fenómenos del Universo, le es dado penetrar en las profundidades de una lengua que, desde hace siglos, ha influido poderosamente en los destinos humanos, por el libre vuelo del pensamiento, asi como por las obras de la imaginacion creadora!
^(2) Pág. 7.—Estas comparaciones solo son aproximadas: hé aquí las medidas exactas, es decir, la altura sobre el nivel del mar.
La Schneckoppe ó Riesenkoppe, en Silesia, 1606 metros, segun Hallaschka; el Rigi, 1799, admitiendo 435 para la altura de la superficie del lago de los Cuatro Cantones. (Eschmann, Ergebnisse der trigonometrischen Vermessungen in der Schweiz, 1840, p. 230); el monte Athos, 2065 m., segun el capitán Gauttier; el Pilato, 2300 m.; el Etna, 3314, segun el capitan Smyth (esta altura es de 3315 m. segun una medida barométrica de sir John Herschell, que este sabio tuvo á bien comunicarme por escrito en 1825; y de 3322 m., segun los ángulos de altura medidos por Cacciatore en Palermo, y calculados admitiendo 0,076 como valor de la refraccion terrestre); el Schreckhorn, 4079 m.; el Jungfrau, 4181, segun Tralles; el Mont-Blanc, 4808 m., segun diversas medidas discutidas por Roger (Bibl. universal, mayo 1828, p. 24-53), 4795 m., segun las medidas tomadas desde el monte Colombier, en 1821, por Carlini, y 4800 m., segun los ingenieros austríacos que le midieron desde Trélod y el ventisquero de Ambin. (La altura efectiva de las montañas de la Suiza varía próximamente 7 m., segun Eschmann, á causa del espesor variable de las capas de nieve que cubren sus cimas). El Chimborazo, 6529 m., segun mis medidas trigonométricas (Humboldt, Recueil d'Observ. astron., t. I, p. LXXIII); el Dhawalagiri, 8556 m. Existiendo una diferencia de 136 m, entre las determinaciones de Blake y las de Webb, debemos observar que no es posible conceder la misma exactitud á la medida del Dhawalagiri (montaña blanca segun el sánscrito; dhawala, blanco, y giri, montaña), que á la del Jawahir, 7848 m., pues esta última se ha deducido de una operacion trigonométrica completa, (V. Hebert y Hogdson en los Asiat. Researche., t. XIV, p. 189, y Suppl. to Encycl. Brit., t. IV, p. 643). En otro lugar (Ann. des Sciences natur., marzo 1825), he hecho ver que la altura del Dhawalahiri (8558 m.) depende á la vez de varios elementos algo inciertos, azimuths y latitudes astronómicas: (Humboldt, Asie centrale, t. III, p. 282). Se ha creido, pero infundadamente, que existia en la cordillera Tartárica (al Norte del Thibet) y frente á la cordillera de Kouen-lun, varios picos nevados de 30000 pies ingleses de elevacion (9144 m., casi doble de la altura del Mont-Blanc), o por lo menos de 29000 pies ingleses=8839 m. (Cap. Alexander Gerard's and John Gerard's Journey to Boorendo Pass, 1840, t. I, p. 143 y 311). El Chimborazo está indicado en el testo solamente como «uno de los picos mas elevados de la cadena de los Andes,» porque en 1827, el distinguido y hábil viajero M. Pentland, midió en su memorable espedicion al Alto-Perú (Bolivia), dos montañas situadas al Este del lago de Titicaca, el Sorata (7696 m.), y el Illimani (7315 m.) que esceden en mucho la altura del Chimborazo (6530 m.), y que casi alcanzan la del Jawahir, que es la mayor montaña medida hasta ahora en el Himalaya. Asi, el Mont-Blanc (4808 m.) es 1721 m. mas bajo que el Chimborazo; éste cuenta 1163 menos que el Sorata; el Sorata, 154 m. menos que el Jawahir, y probablemente 863 m. menos que el Dhawalagiri. Las alturas de las montañas están insertas en esta nota con exactitud minuciosa, porque falsas reducciones han introducido en gran número de mapas y láminas modernas, resultados completamente erróneos. Segun la nueva medida del Illimani por Pentland, en 1838, la altura de esta montaña es de 7275 m.; y su diferencia con la medida de 1827 es apenas de 41 m.
^(3) Pág. 8.—La falta de palmeras y helechos arborescentes en las vertientes templadas del Himalaya, está demostrada en la Flora Nepalensis de Don (1825), así como en las notables láminas litografiadas de la Flora Indica de Wallich, catálogo que contiene la enorme cantidad de 7683 especies de plantas del Himalaya, casi todas fanerógamas, pero cuyo estudio y clasificacion han quedado incompletos. En el Nepaul (lat. 26° ½—27°¼), no conocemos aun mas que una sola especie de palmera, el Chamærops Martiana Wall. (Plantæ Asiat., t. III, p. 5), la cual crece á una altura de 1600 m. sobre el nivel del mar, en el humbrio valle de Bunipa. El magnífico helecho arborescente Alsophila Brunoniana Wall., del cual el Museo británico posee desde 1831 un tronco de 15 m. de longitud, no crece en el Nepaul, sino en las montañas de Silhet, al N. O. de Calcuta, por los 24° 50' de latitud. El helecho del Nepaul, Paranema cyathoides Don., otras veces Sphæropteris barbata Wall. (Pl. Asiat., t. I, p. 42), se aproxima en verdad á la Cyathea, de la cual he visto en las misiones de Caripe de la América del Sur, una especie de 10 m. de altura; pero no es un árbol propiamente dicho.
^(4) Pág. 8—Ribes nubicola. R. glacialis. R. grossularia. Las especies que caracterizan la vegetacion del Himalaya son cuatro pinos, á pesar de la asercion de los antiguos «sobre el Asia oriental.» (Strabon, lib. XL, página 510 Cas.), veinticinco robles, cuatro abedules, dos Æsculus (un gran mono blanco de cara negra vive encima del castaño salvaje de 30 metros de altura que crece en el reino de Kachemira, hasta los 33° de latitud. Carl von Hügel, Kaschmir, 1840, 2.ª parte, p. 249, siete arces, doce sauces, catorce rosales, tres fresales, siete especies de rosas de los Alpes (Rhododendra), una de las cuales tiene 6 m. de altura, y muchas otras especies septentrionales. Entre las coníferas, se encuentra el Pinus Deodwara ó Deodara (en sánscrito dewa-daru, madera de construccion de los dioses), que se aproxima mucho al Pinus cedrus. Cerca de las nieves perpetuas brillan las grandes flores de la Gentiana venusta, G. Moorcroftiana, Swertia purpurascens, S. speciosa, Parnasia armata, P. nubicola, Pæonia Emodi, Tulipa stellata; y aun al lado de estas variedades de los géneros de Europa, peculiares de las montañas de la India, encontramos verdaderas especies europeas, tales como el Leontodon taraxacum, la Prunella vulgaris, el Galium aparine, el Thlaspi arvense. El brezo, mencionado ya por Saunders en el Viaje de Turner, y que entonces se había confundido con el Calluna vulgaris, es una Andrómeda, dato de la mayor importancia para la geografía de las plantas asiáticas. Si he hecho uso en esta nota de espresiones poco filosóficas, tales como géneros europeos, especies europeas, se encuentran en Asia en estado silvestre, es una consecuencia del lenguaje empleado por la antigua botánica, que á la idea de una vasta diseminacion, ó mas bien, de la coexistencia de las producciones orgánicas, ha sustituido muy dogmáticamente la hipótesis fabulosa de una inmigracion, que ella misma supone, en su predileccion por la Europa, haber procedido del Occidente hácia el Oriente.
^(5) Pág. 9.—En la vertiente meridional del Himalaya, el límite de las nieves perpétuas se encuentra á 3947 m. sobre el nivel del mar; y en la vertiente septentrional, ó mas bien, en los picos que se elevan sobre la meseta tibetana (tartárica), este límite asciende á 5067 m., desde los 30°½ hasta los 32 de latitud; mientras que en el Ecuador, en la cordillera de los Andes de Quito, no pasa de una altura de 4813 m. Tal es el resultado que he deducido de la combinacion de un gran numero de datos de Webb, de Gerard, de Herbert y de Moorcroft. (Véanse mis dos Memorias sobre las montañas de la India de 1816 y 1820, en los Annales de Chimie et de Physique, t. III, p. 303; t. XIV, p. 6, 22, 50). Esta mayor altura, á que se ve relegado en la vertiente tibetana el límite de las nieves perpétuas, es consecuencia de la irradiacion de las altas llanuras vecinas, de la pureza del cielo y de la rara formacion de la nieve en una atmósfera muy fria y seca á la vez. (Humboldt, Asie centrale, t. III, p. 281-326). Mi opinion acerca de la diferencia de altura de la nieve en los dos lados del Himalaya, tenia en su apoyo la reconocida autoridad de Colebrooke. «Segun los documentos que poseo, me escribia en junio de 1824, encuentro tambien 13000 pies ingleses (3962 m.) para altura de las nieves perpétuas en la vertiente meridional y á los 31° de latitud. Las medidas de Webb me dan 13500 pies ingleses (4114 m.), por consiguiente, 500 pies (152 m.) mas que las observaciones del capitan Hogdson. Las medidas de Gerard confirman en un todo vuestra opinion, y prueban que la línea de las nieves es mas elevada al Norte que al Sur.» Hasta este año (1840), no se ha impreso el diario completo de los hermanos Gerard, bajo los auspicios de M. Lloyd (Narrative of a Joumey from Caunpoor to the Boorendo pass in the Himalaya by cap. Alexander Gerard and John Gerard, edited by George Lloyd, t. I, p. 291, 311, 320, 327 y 341). Se encuentran muchos detalles sobre algunas localidades, en la Visit to the Shatool, for the purpose of determining the line of perpetual snow on the southern face of the Himalaya, in Aug. 1822; desgraciadamente estos viajeros confunden sin cesar la altura en que cae la nieve esporádica con el máximun de la que alcanza la línea de las nieves en la meseta tibetana. El capitan Gerard distingue los picos que se elevan en el centro de la meseta, y en los que coloca el límite de las nieves perpétuas entre 18000 y 19000 pies ingleses (de 5486 á 5791 m.), de las vertientes septentrionales de la cordillera del Himalaya que rodean el desfiladero atravesado por el Sutledge, y cuyos flancos, profundamente surcados, no pueden irradiar mucho calor. La altura de la villa de Tangno es solo de 9300 pies ingleses (2835 m.), mientras que la de la meseta que rodea el mar sagrado de Manasa, debe ser de 17000 pies ingleses ó 5181 m. Tambien, hácia este punto en que se interrumpe la cordillera, el capitan Gerard encontró la nieve á 500 pies ingleses (152 m.) mas baja en la vertiente septentrional que en la meridional, frente al Indostan; y valúa en 15000 pies ingleses (4572 m.) la altura de las nieves perpétuas. La vegetacion de la meseta tibetana ofrece notables diferencias comparada con la de los terrenos meridionales que dependen de la cordillera del Himalaya. En estos últimos, las mieses cesan a los 3040 m.; á veces hasta hay que segarlas cuando los tallos están verdes; el límite superior de los bosques en que crecen aun grandes robles y pinos Dêvadâru, se halla situado á 3645 m.; el de los abedules enanos á 3957 m. En los llanos elevados, vió el capitan Gerard pastos hasta una altura de 5184 m.; los cereales dan resultados á 4300 m. y aun á 5650; los abedules de troncos altos á 4300 m., y se encuentran pequeños tallares que sirven de combustible hasta á 2300 m., esto es, 390 m. sobre el límite inferior de las nieves perpetuas, bajo el Ecuador, en Quito. Por otra parte, es de desear que la altura media de la meseta tibetana fijada por mí en 2500 m., solo entre el Himalaya y el Kouenlun, asi como la diferencia de altura de las nieves en las vertientes del Sur y del Norte, sean determinadas nuevamente por viajeros acostumbrados á juzgar por la configuracion general del terreno. Con demasiada frecuencia se han confundido hasta ahora las simples evaluaciones con medidas efectivas, y la altura de los picos aislados con la de las mesetas que los rodean. (Consúltense las ingeniosas observaciones sobre la hipsometría, de Carl Zimmermann, en su geographische Analyse der Karte von Inner-Asien, 1841, p. 98). Lord hace notar la diferencia que presentan las dos vertientes del Himalaya y las de la cordillera alpina del Hindoukouch, con respecto á los límites de las nieves perpétuas. «En esta última cadena, dice, la meseta está situada al Sur, y por consiguiente la altura de las nieves es mayor en la vertiente meridional; lo contrario tiene lugar en el Himalaya, que está limitado al Sur por terrenos cálidos, como el Hindoukouch lo está al Norte." Los datos hipsometricos de que tratamos aquí, necesitan ciertamente una revision crítica respecto á los detalles; bastan sin embargo, para establecer el hecho capital de que la admirable configuracion del terreno del Asia central ofrece á la especie humana todo lo que es necesario para su desarrollo: habitacion, alimento y combustible, y esto á una altura sobre el nivel del mar tal, que á la misma en cualquier otro paraje no encontramos mas que nieves perpétuas. Esceptuemos sin embargo la árida Bolivia en que tan raras son las nieves: Pentland, en 1838, fijó su límite á una altura media de 4775 m. entre los 16 y 17° ¾ de latitud austral. Las medidas barométricas de Victor Jacquemont, víctima prematura de un ardor noble é infatigable, han confirmado de la manera mas completa la opinion que yo habia emitido sobre la diferencia de las dos vertientes del Himalaya, en lo relativo á la altura de las nieves. (Véase su correspondencia durante su viaje á la India, 1828-1832, libro XXIII, p. 290, 296, 299). «Las nieves perpétuas, dice Jacquemont, descienden mas en la pendiente meridional que en las pendientes septentrionales, y su limíte se eleva constantemente á medida que nos alejamos hácia el Norte, de la cordillera que rodea la India. En la garganta de Kioubrong, á 5581 m. de altura, segun el capitán Gerard, me hallaba todavía muy por debajo del límite de las nieves perpétuas, que creo será en esta parte del Himalaya de 6000 m.» (Valuacion muy exagerada). «Cualquiera que sea la altura á que se ascienda en la pendiente meridional del Himalaya, añade este viajero, siempre conserva el clima el mismo carácter, ig-uales estaciones que en las llanuras de la India; el solsticio de verano produce lluvias no interrumpidas hasta el equinoccio de otoño. Pero desde Cachemira, cuya altura calculo ser de 5350 pies ingleses (1630 m., casi la altura de las ciudades de Méjico y de Popayan), comienza un nuevo clima en un todo diferente.» (Correspond. de Jacquemont, t. II, p. 58 y 74). El aire caliente y húmedo del mar, llevado por los monzones á través de las llanuras de la India, llega y se detiene en las pendientes avanzadas del Himalaya, segun la ingeniosa observacion de Leopoldo de Buch, y no se esparce por las regiones tibetanas de Ladak y de Lassa. Carl de Hügel aprecia la altura del valle de Cachemira sobre el nivel del mar en 5818 pies ingleses, ó bien 1775 m., segun el grado de ebullicion del agua (2.ª parte, p. 155, y Journal of Geogr ph., Society, t. VI, p. 215). A los 34° 7' de latitud, se encuentran muchos pies de nieve, desde diciembre hasta marzo, en este valle donde los vientos casi nunca agitan la atmósfera.
^(6) Pág. 9.—Véase en general mi Essai sur la Géographie des plantes, y el Tableau physique des régions équinoxiales, 1807, p. 80-88; sobre las variaciones de temperatura del dia y de la noche, véanse la lámina 9 de mi Atlas géogr. et phys. du Nouveau Continent, y los cuadros de mi obra de Distributione geographica Plantarum secundum cœli temperiem et Altitudinem montium, 1817, p. 90-116; la parte metereológica de mi Asie centrale, t. III, p. 212-224, y por último, la esposicion mas nueva y mas exacta de las variaciones que esperimenta la temperatura á medida que se asciende en la cordillera de los Andes, en la Memoria de Boussingault Sur la profondeur á laquelle on trouvc, sous les tropiques, la couche de température invariable (Annales de Chimie et de Physique, 1833, t. LIII, p. 225-247). Esta memoria contiene las alturas de ciento ventiocho puntos comprendidos entre el nivel del mar y la vertiente de Antisana (5457 m.), asi como la determinacion de su temperatura media atmosférica, la cual varia segun la altura, de 27°, 5 á 1°, 7.
^(7) Pág. 12.—Véase sobre el Madhjadêca, propiamente dicho, la escelente obra de Lasse, indische Alterthumskunde, t. I, p. 92. Los Chinos llaman Mo-kie-thi al Bahar meridional situado al Sur del Ganges; véase Foe-Kowe-Ki, por Chy-Fa-Hian, 1836, p. 256. Djambu-dwipa es la India entera; pero esta palabra significa tambien algunas veces uno de los cuatro continentes búdicos.
^(8) Pág. 12.—Ueber die Kawi-Sprache auf der Insel Java, nebst einer Einleitung ueber die Verschiedenheit der menschlichen Sprachbaues des Menschengeschlechts, por Guillermo de Humboldt, 1836, t. I, p. 3-310.
^(9) Pág. 13.—Este verso está tomado de una elegía de Schiller que vio la luz por primera vez en las Horen de 1795.
^(10) Pág. 16.—El micrómetro ocular de Arago, feliz perfeccionamiento del micrómetro prismático ó de doble refraccion de Rochon. Véase la nota de M. Mathieu, en la Histoire de l'Astronomie au dix-huitième siècle, por Delambre, 1827, p. 651.
^(11) Pág. 19.—Carus, Von den Ur-Theilen des Knochenund Schalen-Gerüstes, 1828, § 6. ^(12) Pág. 20.—Plutarco, in vita Alex. Magni, c. 7.
^(13) Pág. 24.—Las determinaciones aceptadas generalmente para el punto de fusion de las sustancias refractarias son exageradas. Segun las investigaciones siempre exactas de Mitscherlich, el punto de fusion del granito no escede nunca de 1300° centígrados.
^(14) Pág. 25.—Véase la obra clásica de Luis Agassiz sobre los peces del mundo antidiluviano: Recherches sur les poissons fossiles, 1834, t. I, p. 38; t. II, p. 3, 28, 34, Apend., p. 6. La especie entera de los Amblypterus Ag., que se asemeja á la de los Palæoniscus (llamados tambien Palæothrissum), desapareció bajo las formaciones jurásicas en el antiguo terreno hullero. Las escamas de los peces de la familia de los Lepidoides (órden de los Ganoides), forman como una especie de dientes en ciertos sitios y están cubiertas de esmalte, perteneciendo á las especies mas antiguas de peces fósiles despues de los Placoides; encuéntranse aun representantes vivos de estas especies en dos; el Bichir del Nilo y del Senegal y el Lepidosteus del Ohio.
^(15) Pág. 27.—Gœthe, Aphoristiches ueber die Natur (edicion de las Obras Completas, 1833, t. L, p. 155).
^(16) Pág. 34.—Descubrimientos de Arago en 1811 (Delambre, Hist, de l'Astron., pasaje ya citado, p. 652).
^(17) Pág. 36.Gœthe, Aphoristiches ueber die Natur. (Obras, t. L. p. 4).
^(18) Pág. 36.—Pseudo-Platon, Alcib., II, p. 148, ed. Steph.; Plutarco, Instituta laconica, p. 253, ed. Hutten.