Nota: Se respeta la ortografía original de la época

SEGUNDA PARTE.
LA TIERRA.

CUADRO DE LOS FENÓMENOS TERRESTRES.

Despues de la naturaleza celeste, vengamos á la terrestre. Un lazo misterioso las une, y en el mito de los Titanes era el sentido oculto (23), que el órden en el mundo depende de la union del cielo con la tierra. Si por su orígen pertenece la Tierra al Sol, ó cuando menos á su atmósfera, subdividida en otro tiempo en anillos, actualmente está la Tierra en relacion con el astro central de nuestro sistema y con todos los soles que brillan en el firmamento, por medio de las emisiones de calor y de luz: pues si bien hay gran desproporcion entre esas influencias, no debe impedir esto el reconocimiento de su semejanza y conexion. Una débil parte del calor terrestre, proviene del espacio en que se mueve nuestro planeta; y esta temperatura del espacio, resultante de las irradiaciones caloríficas de todos los astros del Universo, es casi igual, segun Fourier, á la temperatura media de nuestras regiones polares. Pero la accion preponderante pertenece al Sol; sus rayos penetran la atmósfera; iluminan y calientan su superficie; producen corrientes eléctricas y magnéticas; y engendran y desarrollan el gérmen de la vida en los séres organizados.

Tendremos que considerar primeramente la distribucion de los elementos sólidos y líquidos, la figura de la Tierra, su densidad media y las variaciones que esperimenta acierta profundidad, y por último, el calor y la tension electromagnética del globo. De este modo llegaremos á estudiar la reaccion que el interior ejerce contra la superficie; y la intervencion de una fuerza universalmente esparcida, el calor subterráneo, nos esplicará el fenómeno de los temblores de tierra, cuyo efecto se hace sentir en círculos de conmocion, mas ó menos estensos, el salto de las fuentes termales, y los poderosos esfuerzos de los agentes volcánicos. Las sacudidas interiores, ya bruscas y repetidas, ya contínuas y por consiguiente apenas sensibles, modifican poco á poco las alturas relativas de las partes sólidas y líquidas de la corteza terrestre, y cambian la configuracion del fondo del mar. Al mismo tiempo fórmanse aberturas temporales ó permanentes que ponen en comunicacion el interior de la tierra con la atmósfera; y en tal caso, de una profundidad desconocida surgen masas en fusion que se estienden en corrientes estrechas por los flancos de las montañas, ya con la impetuosidad del torrente, ya con un movimiento lento y progresivo, hasta que la fuente ignea se agota y la humeante lava se solidifica bajo la corteza de que está cubierta. Nuevas rocas se presentan entonces á nuestra vista, en tanto que las fuerzas plutónicas modifican las antiguas por medio del contacto con las formaciones recientes, y mas frecuentemente aun por la influencia de un manantial próximo de calor; sin que aun faltando la penetracion las partículas cristalinas estén fuera de lugar y de unirse en un tejido mas denso. Las aguas ofrecen combinaciones de otra naturaleza; tales son, las concreciones de restos de animales ó vegetales; los sedimentos terrosos, arcillosos ó calizos, y los conglomerados, compuestos de detritos de las rocas, cubiertos por capas formadas de conchas silíceas de los infusorios, y por los terrenos de transporte donde yacen las especies animales del mundo antiguo. El estudio de estas formaciones; de estas capas dislocadas, repuestas, dobladas en todos sentidos por presiones contrarias, ó por los esfuerzos de los agentes volcánicos, lleva á comparar la época actual con las anteriores; á combinar los hechos segun las reglas mas simples de la analogía; á generalizar las relaciones de estension, y las de las fuerzas que se ven todavía en actividad. Así ha salido tambien de la vaga oscuridad en que ha yacido la geognosia, totalmente desconocida hace cincuenta años.

Háse dicho que los grandes telescopios nos habian dado á conocer el interior de los demás planetas, mas bien que su superficie: la indicacion es exacta, si se esceptúa la Luna. Merced á los admirables progresos de las observaciones y de los cálculos astronómicos, pésanse los planetas; se miden sus volúmenes, y determínanse sus masas y sus densidades con una precision siempre creciente; pero quedan ignoradas, por el contrario, sus propiedades físicas. Solo en la Tierra, merced al contacto inmediato, estamos en relacion con los elementos que componen la naturaleza orgánica y la inorgánica; los cuales, combinados y transformados de mil maneras, ofrecen á nuestra actividad el alimento que le conviene, asignan un fin á nuestras investigaciones, abren ancho campo á nuestras indagaciones, y el espíritu humano, fortificado en esta lucha contínua, se eleva y se engrandece con sus conquistas. Así el mundo de los hechos se refleja en el de las ideas, y cada gran clase de fenómenos viene á ser, á su vez, objeto de una nueva ciencia.

En la de la tierra encuentra el hombre la superioridad de accion que resulta de su posicion misma sobre la superficie del globo. Hemos visto cómo la física del cielo, desde las lejanas nebulosas hasta el cuerpo central de nuestro sistema, está limitada á las nociones generales de volúmen y de masa. Allá, nuestros sentidos no pueden percibir rasgo alguno de vida, y si se han aventurado algunas conjeturas acerca de la naturaleza de los elementos que constitujen tal ó cual cuerpo celeste, ha sido preciso deducirlos de simples semejanzas. Pero las propiedades de la materia; sus afinidades químicas; los modos de agregacion regular de sus partículas, ya en cristales, ya en forma granítica; sus relaciones con la luz que la atraviesa separándose ó dividiéndose, con el calórico radiante, ora transmitido en el estado neutro, ora en el de la polarizacion, y con las fuerzas electro-magnéticas, tan enérgicas; en una palabra, todo ese tesoro de conocimientos que dan á nuestras ciencias físicas tanta grandeza y poder, lo debemos únicamente á la superficie del planeta que habitamos y mas aun á su parte sólida que á su parte líquida. Pero sería supérfluo el detenernos mas tiempo en este asunto; la superioridad intelectual del hombre en ciertas ramas de las ciencias del Universo, de pende de un enlace de causas semejantes á las que dan á ciertos pueblos una superioridad material sobre parte de los elementos.

Despues de haber señalado la diferencia esencial que existe bajo este punto de vista entre la ciencia de la tierra y la ciencia de los cuerpos celestes, es indispensable reconocer tambien hasta donde pueden estenderse nuestras investigaciones sobre las propiedades de la materia. Su campo está circunscrito por la superficie terrestre, ó mas bien por la profundidad adonde las escavaciones naturales y los trabajos de los hombres nos permiten llegar. Estos últimos no han penetrado en el sentido vertical mas que 650 metros bajo el nivel del mar, es decir, á 1/9800 del rádio de la Tierra (24). Las masas cristalinas arrojadas por los volcanes todavía en actividad, y semejantes en su mayor parte á las rocas de la superficie, provienen de profundidades indeterminadas, pero cuando menos, sesenta veces mayores que aquellas que alcanzaron los trabajos del hombre. Allá donde un lecho de carbon de piedra se sumerge y se encorva para elevarse mas lejos á una distancia conocida, es posible evaluar en números la profundidad de la capa; y se ha demostrado que estos depósitos de carbon, mezclados con restos orgánicos del mundo antiguo, se hunden á 2.000 metros bajo el nivel del mar (en Bélgica, por ejemplo). Los terrenos calcáreos, y las capas devonianas encorvadas en forma de valles, alcanzan una doble profundidad (25). Si se comparan estas depresiones subterráneas con las cimas de las montañas miradas hasta el presente como las mas altas partes de la corteza levantada de nuestro globo, se encuentra una distancia de 1 miriámetro y 1/10, lo que equivale á 1/524 del rádio terrestre. Tal es, en el sentido vertical, el único espacio donde podrian ejercerse las investigaciones de la geognosia, aun cuando la superficie de la Tierra entera se estendiese hasta los vértices del Dhawalagiri ó del Sorata. Todo cuanto está situado á mayores profundidades que las depresiones de que he hablado, que los trabajos de los hombres y que el fondo del mar donde la sonda haja podido llegar (James Ross ha desarrollado 30.000 piés de sonda sin alcanzarle), nos es tan desconocido como el interior de los demas planetas de nuestro sistema solar. De igual modo, conocemos únicamente el total de la masa de la Tierra y su densidad media, comparada con la de las capas superficiales, las únicas accesibles para nosotros. En la carencia de todo dato positivo acerca de las propiedades químicas ó físicas del interior del globo, estamos nuevamente obligados á recurrir á las congeturas, como si se tratase de los demás planetas que giran alrededor del Sol. Así, que no tenemos dato alguno cierto acerca de la profundidad en la cual llegan las rocas al estado de reblandecimiento ó de fusion completa: ni de las cavidades que llenan los vapores elásticos; ni del estado de los gases interiores sometidos á una enorme presion y á una alta temperatura; ni, y, en fin, sobre la ley que siguen las densidades crecientes de las capas comprendidas entre el centro y la superficie de la tierra.

La elevacion de la temperatura á proporcion que se va profundizando en el terreno, y la reaccion del interior del globo contra la superficie, nos conducirán á la larga série de los fenómenos volcánicos: tales son, los terremotos, las emisiones gaseosas, las fuentes termales, los volcanes de cieno y las corrientes de lava que vomitan los cráteres eruptivos. Tambien la potencia de las fuerzas elásticas obran alterando el nivel de la superficie. Grandes playas, continentes enteros, se han levantado ó hundido; las partes sólidas se separan de las fluidas; el Océano, atravesado por corrientes cálidas ó frias, como por otros tantos rios aislados en su masa líquida, cubre de hielo los polos y baña con sus aguas las rocas, ya densas y resistentes, ya disgregadas y reunidas en bancos movibles. Los límites que separan las aguas de los continentes ó de las tierras, esperimentan frecuentes cambios. Las llanuras han oscilado de abajo á arriba, y de alto á bajo. Despues del solevantamiento de los continentes, se han producido grandes hendiduras casi todas paralelas; y hácia la misma época, probablemente, surgieron las cadenas de montañas. Lagos salados y grandes masas de aguas interiores, durante largo tiempo habitados por las mismas especies animales, violentamente se separaron, ocasionando estos trastornos, de que son prueba suficiente los restos fósiles de conchas y de zoófitos, que se encuentran idénticos en todas partes. Así se descubre, siguiendo el exámen de los fenómenos en su mútua dependencia, que las fuerzas poderosas cuya accion se ejerce en las entrañas del globo, son tambien las que quebrantan la corteza terrestre, y abren salidas á los torrentes de lava arrojados por la enorme presion de los vapores elásticos.

Estas fuerzas que en otro tiempo solevantaron hasta la region de las nieves perpétuas, las cimas de los Andes y del Himalaya, han producido tambien en las rocas combinaciones y agregaciones nuevas, y trasformado las capas, anteriormente depositadas en el seno de las aguas, en donde existia ya bajo mil formas la vida orgánica. Reconocemos aquí toda la série de las formaciones superpuestas por órden de antigüedad, y hallamos de nuevo en estas capas las variaciones de forma que han afectado á la superficie, los efectos dinámicos de las fuerzas espansivas, y hasta las acciones químicas de los vapores emitidos por las hendiduras.

Las partes sólidas y secas de la superficie terrestre donde la vejetacion ha podido desarrollarse en todo su estraordinario vigor, es decir, los continentes, están en contínua relacion de accion y de reaccion con las masas que los rodea, en donde reina casi esclusivamente la organizacion animal. El elemento líquido se halla á su vez cubierto por las capas atmosféricas, Océano aéreo cuyos bajíos son las cadenas de montañas y las mesetas, y en donde se producen tambien corrientes y variaciones de temperatura; la humedad acumulada en la region de las nubes se condensa alrededor de los vértices elevados, corre por los flancos de las montañas, y de allá va á esparcir por do quiera en las llanuras la fecundidad y el movimiento.

Pero si la distribucion de los mares y de los continentes, la forma general de la superficie y la direccion de las líneas isotermas (zonas en que las temperaturas medias del año son iguales), regulan y dominan la geografía de las plantas; no sucede lo mismo cuando se trata de las razas humanas, último y mas noble objeto de una descripcion física del mundo. Los progresos de la civilizacion, el desarrollo de las facultades y la cultura general de la inteligencia que funda en las naciones la supremacia política, concurren con los accidentes locales, aunque de una manera mas eficaz, á determinar los caracteres diferenciales de la raza y su distribucion numérica sobre la superficie del globo. Ciertas razas, fuertemente apegadas al suelo que ocupan, pueden ser rechazadas de él y aun destruidas por razas vecinas mas desarrolladas, sin que apenas quede de ellas un recuerdo que recoger en la historia. Otras, inferiores solamente por el número, atraviesan entonces los mares, y de este modo es como han adquirido casi siempre los pueblos navegantes sus conocimientos geográficos, aunque la superficie total del globo, ó al menos la de los países marítimos, no se haya conocido del uno al otro polo sino hasta mucho despues.

Antes de abordar en los detalles el vasto cuadro de la naturaleza terrestre, he querido indicar aquí en globo de qué manera pueden reunirse en una sola obra la descripcion de la superficie de la Tierra; las manifestaciones de las fuerzas que se mueven sin cesar en su seno, como el electromagnetismo y el calórico subterráneo; las relaciones de estension y de configuracion, tanto horizontal como verticalmente consideradas; las formaciones típicas de la geognosia; los grandes fenómenos del mar y de la atmósfera; la distribucion geográfica de las plantas y de los animales; y por último, la gradacion física de las razas humanas, únicas susceptibles de cultura intelectual, siempre y por do quiera. Esta unidad de esposicion supone que los fenómenos han sido mirados en su mútua dependencia y en el órden natural de su encadenamiento. La simple yusta posicion de los hechos no llenaria el objeto que me propongo; no podria satisfacer la necesidad de una esposicion cósmica que despierta en mi alma el aspecto de la naturaleza durante mis largos viajes marítimos y terrestres por las mas diversas zonas; deseo formulado mas enérgicamente cada dia, á medida que el detenido estudio de la naturaleza desarrollaba en mí el sentimiento de su unidad. Indudablemente que esta tentativa será imperfecta bajo mas de un concepto; pero el magnífico espectáculo que ofrecen los rápidos adelantos de todos los ramos de las ciencias físicas, me permiten esperar que bien pronto será posible corregir y completar las partes defectuosas de mi obra. En el órden mismo de los progresos científicos está, que hechos por largo tiempo aislados y sin enlace vengan sucesivamente á ligarse con el conjunto, sometiéndose á las leyes generales. Solamente indico aquí la via de la observacion y de la esperiencia, por donde camino como otros muchos, esperando que llegue un dia en que realizándose los votos de Sócrates (26), «sea la razon el único intérprete de la naturaleza.»

Pasando ahora á pintar la naturaleza terrestre bajo todos sus aspectos, necesario es empezar por la figura y las dimensiones de la Tierra, atento que la figura geométrica de este planeta nos manifiesta su orígen y su historia tan bien ó mejor que el estudio de sus rocas y minerales. Su forma elíptica acusa la fluidéz primitiva, ó al menos el reblandecimiento de su masa; asi como su aplanamiento es, para los que saben leer en el libro de la naturaleza, uno de los datos mas antiguos de la geognosia. De la misma manera, la forma elíptica del esferoide lunar , y la direccion constante de su eje máximo hácia nuestro planeta, son hechos que se remontan al orígen de aquel satélite. «La figura matemática de la Tierra es aquella que tomaria su superficie si la cubriese completamente un líquido en estado de reposo;» y á esta superficie ideal, que no reproduce las desigualdades ni los accidentes de la parte sólida de la superficie real, (27) es á la que se refieren todas las medidas geodésicas, cuando se las reduce al nivel del mar. Para determinar exactamente esta superficie ideal, basta conocer el valor del aplanamiento y la longitud del diámetro equatorial; pero el estudio completo de la superficie exigiria que una doble medida fuere ejecutada en dos direcciones rectangulares.

Con las once medidas de grados (determinaciones de la curvatura de la Tierra en diferentes puntos de su superficie) practicadas hasta ahora, 9 de ellas en nuestro siglo, conocemos ya bien la figura del globo, que Plinio llamaba «un punto en el Universo» (28). Estas medidas no dan para diferentes meridianos la misma curvatura bajo igual latitud; lo cual prueba la exactitud de los instrumentos empleados y la fidelidad de los resultados parciales. El decrecimiento de la pesadez cuando se va del ecuador al polo, depende de la ley que siguen las variaciones de la densidad en el interior del globo; y lo mismo sucederá con cuantas deducciones saquemos de este hecho respecto de la figura de la Tierra. Asi, por ejemplo, cuando inspirado por consideraciones teóricas no menos que por el descubrimiento del aplanamiento de Júpiter, que Cassini habia hecho antes de 1666, anunció Newton en sus inmortales Philosophiæ naturalis Principa el aplanamiento de la Tierra, (29) fijó su valor en 1/200, hipótesis de una masa homogénea, en tanto que las medidas efectivas, sometidas á los poderosos métodos de la análisis recientemente perfeccionada, han probado que el aplanamiento del esferoide terrestre es próximamente igual á 1/300, por considerarse que la densidad de las capas es cada vez mayor hácia el centro.

Tres métodos se han empleado para determinar la curvatura de la Tierra; á saber: las medidas efectivas de grados de meridiano; las observaciones del péndulo; y ciertas desigualdades lunares: todas tres dan idéntico resultado. El primer método es á la vez geométrico y astronómico; en los otros dos, se pasa de los movimientos observados con exactitud á las fuerzas que los han producido, y de estas mismas fuerzas á su causa comun, que está en relacion con el aplanamiento de la Tierra. Aunque en este cuadro general de la naturaleza no debiera tratar de métodos, me ha parecido conveniente, sin embargo, hacer una escepcion en favor de los que acabo de citar, porque son muy propios para hacer resaltar la estrecha conexion de la forma y de las fuerzas con los fenómenos generales. Por otra parte, estos métodos han jugado en la ciencia un papel principal, proporcionando la ocasion de someter á una prueba delicada todos los instrumentos métricos, de perfeccionar en astronomía la teoría de los movimientos de la Luna, y en mecánica la del péndulo oscilante en un medio resistente, y abriendo en fin, nuevos caminos á la análisis. Desde la investigacion del paralaje de las estrellas, á la que debemos el descubrimiento de la aberracion y de la mutacion, no se encuentra en la historia de las ciencias ningun otro problema, sino el de la figura de la Tierra, cuya solucion pueda rivalizar en importancia con los progresos generales que resultan indirectamente de los esfuerzos intentados para llegar al objeto. Bessel ha comparado y calculado, sujetándose á los métodos mas rigurosos, once medidas de grados, de las cuales tres fueron ejecutadas fuera de Europa; una en el Perú (la antigua medida francesa), y las otras dos en las Indias orientales: deduciéndose de todas ellas un aplanamiento equivalente á 1/299 (30). Asi pues, el semidiámetro polar de este elipsoide de revolucion, tiene de longitud 10,938 toesas (21 kilómetros próximamente), menos que el semidiámetro ecuatorial; de donde se sigue que el ensanche del Ecuador es como cinco veces la altura del Mont-Blanc, ó como dos veces y media la altura probable del Dhawalagiri, que es la mas alta montaña de la cadena del Himalaya. Las desigualdades lunares (perturbaciones del movimiento de la Luna en longitud y en latitud) han dado á Laplace un aplanamiento de 1/299, decir, el mismo resultado que se obtuvo de las medidas de grados. Pero las observaciones del péndulo (31) dan por término medio un aplanamiento mucho mayor 1/288.

Cuéntase que Galileo en su niñez, hallándose un dia en los divinos oficios, que indudablemente no debian interesarle, reconoció la posibilidad de medir la elevacion de la cúpula de la iglesia por la duracion de las oscilaciones de las lámparas suspendidas en la bóveda. á alturas desiguales. ¡Cuan lejos estaba entonces de prever que su péndulo seria trasportado del uno al otro polo, para determinar la figura de la Tierra, ó mas bien, para comprobar que la diferente densidad de las capas terrestres influye sobre la longitud del péndulo de segundos! Verdaderamente son admirables en sumo grado las propiedades geognósticas de este instrumento, destinado al principio á medir el tiempo, pero que puede asimismo servir para sondear en cierta sentido grandes profundidades; para indicar, por ejemplo, si en ciertas islas volcánicas (32), ó sobre las vertientes de las cadenas de montañas (33), existen cavidades subterráneas ó pesadas masas de basalto y de melafiro. Desgraciadamente estas bellas propiedades se convierten en graves inconvenientes, cuando se trata de aplicar el método de las oscilaciones del péndulo al estudio de la forma de la Tierra. Las cadenas de montañas y la variable densidad de las capas terrestres influyen tambien, aunque no de una manera tan perjudicial, en la parte astronómica de las medidas de arcos de meridiano.

Conocida la figura de la Tierra, puede deducirse de ella la influencia que ejerce en los movimientos de la Luna; y recíprocamente, conociendo bien estos movimientos es fácil llegar á la forma de nuestro planeta. Por esto decia Laplace (34): «Es cosa muy notable, que un astrónomo sin salir de su observatorio, y comparando únicamente sus observaciones con la análisis, hubiese podido determinar exactamente la magnitud y el aplanamiento de la Tierra, y su distancia al Sol y á la Luna; elementos cuyo conocimiento ha sido el fruto de largos y penosos viajes en uno y otro hemisferio.» El aplanamiento que se deduce asi de las desigualdades lunares, tiene sobre las medidas aisladas de grado, y sobre las observaciones del péndulo, la ventaja de ser independiente de los accidentes locales, y puede considerarse como el aplanamiento medio de nuestro planeta. Comparándole con la velocidad de rotacion de la Tierra, prueba que la densidad de las capas terrestres va creciendo desde la superficie hacia el centro; resultado idéntico al que se obtiene cuando se compara los aplanamientos de Júpiter y Saturno con la duracion de sus respectivas rotaciones. Por donde se vé, que el conocimiento de la figura esterior de los astros conduce á la de las propiedades de su masa interior.

Los dos hemisferios presentan casi la misma curvatura bajo las mismas latitudes (35); pero las medidas de grados y las observaciones del péndulo dan para diversas localidades resultados tan diferentes, que ninguna figura regular puede adaptarse á datos asi obtenidos. La figura real de la Tierra es á una figura regular geométrica, «lo que la accidentada superficie de un mar tempestuoso á la superficie tranquila de un estanque.»

No le bastaba al hombre haber medido asi la Tierra, sino que le era preciso tambien pesarla; y para ello se han imaginado muchos métodos. El primero consiste en determinar, por medio de una combinacion de medidas astronómicas y geodésicas, cuánto desvia la plomada de la direccion vertical á las inmediaciones de las montañas. Fúndase el segundo en la comparacion de las longitudes de un péndulo que se hace oscilar primero al pié, y luego al vértice de una montaña. El tercero es la balanza de torsion, que puede considerarse tambien como un péndulo oscilante en el sentido horizontal. De estos tres procedimientos (36), el último es el mas seguro, porque no exige, como los otros dos, la determinacion, siempre difícil, de la densidad de los minerales de que se compone una montaña. Las investigaciones recientes de Reich, hechas con la balanza de torsion, han fijado la densidad media de toda la Tierra en 5,44, tomando por mitad la del agua pura. Ahora bien: segun la naturaleza de las rocas que componen las capas superiores de la parte sólida del globo, la densidad de los continentes es apenas de 2,7; y por consiguiente la densidad media de los continentes y de los mares no llega á 1,6. Véase, pues, cuánto deberá ir creciendo hacia el centro la densidad de las capas interiores, bien sea por la presion que esperimentan, ó bien por la naturaleza de sus materiales. Nueva razon que añadir á las que han hecho dar al péndulo vertical u horizontal, el nombre de instrumento geognóstico.

Muchos físicos célebres, colocados en puntos de vista diferentes, han deducido de este resultado conclusiones diametralmente opuestas acerca del interior de nuestro globo. Háse calculado á cuánta profundidad deben adquirir los líquidos, y aun los gases, mavor densidad que la del platino ó el iridio; y despues, para armonizar la hipótesis de la compresibilidad indefinida de la materia con el valor fijo del aplanamiento, reducido ya hoy á límites muy aproximados entre sí, el ingenioso Leslie se ha visto en la necesidad de presentarnos el interior del globo terrestre como una caverna esférica «llena por un fluido imponderable, pero dotada de una fuerza de espansion enorme.» Tan aventuradas concepciones dieron orígen bien pronto á ideas aun mas fantásticas, en espíritus verdaderamente estraños á las ciencias. Llegóse á suponer que crecian plantas en aquella esfera hueca; poblósela de animales; y para disipar las tinieblas, díjose que circulaban en ella dos astros: Pluton y Proserpina, Estas regiones subterráneas fueron dotadas de una temperatura casi igual, y de un aire siempre luminoso á causa de la presion que esperimenta (olvidóse sin duda la existencia de dos soles colocados allí para iluminarlas); por último, imaginóse que á los 82° de latitud, cerca del Polo Norte, se hallaba una inmensa abertura por donde debia salir la luz de las auroras boreales, y que permitia bajar á la esfera hueca. Sir Humphry Davy y yo fuimos invitados públicamente por el capitán Symmes para emprender esta espedicion subterránea. ¡Tan enérgica es la tendencia de ciertos espíritus á poblar de maravillas los espacios desconocidos, sin tener en cuenta los hechos adquiridos por la ciencia ni las leyes universalmente reconocidas en la naturaleza! Ya á fines del siglo XVII, el célebre Halley, en sus especulaciones magnéticas, habia escavado así el interior de la Tierra, suponiendo que un núcleo, girando libremente en aquella cavidad subterránea, producia las variaciones anuales y diurnas de la declinacion de la aguja imantada. Estas ideas, que no fueron jamás sino pura ficcion para el ingenioso Holberg, han hecho fortuna en nuestros dias, y háse pretendido darles con seriedad increible cierto valor científico.

La figura, la densidad y consistencia actuales del globo están íntimamente ligadas á las fuerzas que se agitan en su seno independientemente de toda influencia esterior. Así, la fuerza centrífuga, consecuencia del movimiento de rotacion de que está animado el esferóide terrestre, ha determinado el aplanamiento del globo; y á su vez este aplanamiento denota la fluidez primitiva de nuestro planeta. Una cantidad enorme de calórico latente háse hecho libre por la solidificacion de esta masa fluida; y si, como Fourier dice, las capas superficiales son las primeras que se han enfriado y solidificado al emitir sus rayos hacia los espacios celestes, las partes mas próximas al centro deben haber conservado su fluidez é incandescencia primitivas. Durante largo tiempo este calórico interno ha atravesado la corteza así formada, para perderse al cabo en el espacio; y luego vino otro período de equilibrio estable en la temperatura del globo, de suerte que á partir de la superficie, el calórico debe ir creciendo gradualmente hácia el centro. Este aumento de calórico se halla establecido de una manera irrecusable, al menos hasta una gran profundidad, por la temperatura de las aguas que brotan de los pozos artesianos, por la de las rocas que se esplotan en las minas profundas, y sobre todo por la actividad volcánica de la Tierra, es decir, por la erupcion de las masas en liquefaccion que arroja de su seno. Segun inducciones fundadas á la verdad sobre simples analogías, es altamente probable que este aumento de calórico se propague hasta el centro.

En la ignorancia completa en que estamos acerca de la naturaleza de los materiales de que está formado el interior de la Tierra; de los diversos grados de capacidad para el calórico y de conductibilidad de las capas superpuestas; y por último, de las trasformaciones químicas que las materias sólidas ó líquidas deben esperimentar bajo la influencia de una presion enorme, no podemos aplicar á nuestro planeta sin reserva las leyes de la propagacion del calórico que ha descubierto un profundo geómetra para un esferóide homogéneo de metal, ayudado de una análisis que él mismo habia creado (37). Ya nuestro espíritu llega, aunque con trabajo, á representarse el límite que separa la masa líquida interior, de las capas sólidas de que se compone la corteza terrestre, ó sea la gradacion insensible en cuya virtud pasan las capas, de la solidificacion completa á la semi-fluidez de las sustancias terrestres reblandecidas, aunque no en fusion todavía. Las leyes conocidas de la hidráulica no pueden aplicarse á este estado intermedio sin grandes restricciones. La atraccion del Sol y de la Luna, que levanta las aguas del Océano y produce las mareas, debe hacerse sentir tambien bajo la bóveda formada por las capas solidificadas, produciendo indudablemente en la masa fundida un reflujo, una variacion periódica de la presion que soporta la bóveda. Sin embargo, estas oscilaciones deben de ser muy pequeñas, y no podemos atribuir á ellas, sino á fuerzas interiores mas poderosas, los temblores de tierra. Por donde se ve, que existen séries enteras de fenómenos cuya débil influencia apenas podríamos determinar numéricamente, pero que es útil señalar, á fin de establecer las grandes leyes de la naturaleza en toda su generalidad y hasta en los menores detalles.

Segun esperiencias, bastante contestes entre sí, á que se ha sometido el agua de diferentes pozos artesianos, parece que por término medio la temperatura de la corteza terrestre se aumenta á medida que se va profundizando en sentido vertical á razon de 1° del termómetro centígrado por 30 metros. Si se aplicase esta ley á todas las profundidades, una capa de granito no llegaria al estado de plena fusion, sino á mas de 4 miriámetros debajo de tierra (4 ó 5 veces la altura del mas alto vértice del Himalaya) (38).

El calórico se propaga en el globo terrestre de tres maneras diferentes. El primer movimiento es periódico y hace variar la temperatura de las capas terrestres á medida que el calórico, segun las estaciones y la posicion del Sol, penetre de alto á bajo, ó se estienda de abajo á arriba, tomando la misma senda, aunque en sentido inverso. El segundo movimiento, que resulta tambien de la accion solar, es de una escesiva lentitud: una parte del calórico que penetra por las capas ecuatoriales, se mueve en el interior de la corteza terrestre hasta casi los polos; allí se desvía de su direccion, sale á la atmósfera y va á perderse en las apartadas regiones del espacio. El tercer modo de propagacion es el mas lento de todos, y consiste en el enfriamiento secular del globo, es decir, en la pérdida de aquella débil parte de calórico primitivo que actualmente se trasmite á la superficie. En la época de las mas antiguas revoluciones de la Tierra, esta pérdida del calor central ha debido ser considerable; pero ha ido tan á menos desde los tiempos históricos, que escapa casi á los instrumentos termométricos. La superficie de la Tierra se encuentra por lo tanto colocada entre la incandescencia de las capas interiores, y la baja temperatura de los espacios celestes, que probablemente es inferior al punto de congelacion del mercurio.

Las variaciones periódicas que la situacion del Sol y los fenómenos meteorológicos producen en la temperatura de la superficie, no se propagan al interior de la Tierra sino hasta muy cortas profundidades. Esta lenta trasmision del calórico á través del suelo disminuye la pérdida que esperimenta en el invierno, y es favorable á los árboles de hondas raices. Los puntos situados á diferentes profundidades sobre una misma linea vertical, alcanzan asi, en épocas muy diferentes, el máximun y el mínimun de la temperatura que les corresponde; y cuanto mas se alejan de la superficie menor es en ellos la diferencia de sus dos estremos. En la region templada que nosotros habitamos (latitud 48°-52°), la capa de temperatura invariable se encuentra á una profundidad de 24 á 27 metros; hácia la mitad de ella las oscilaciones que el termómetro esperimenta á consecuencia de las alternativas de las estaciones, valen á penas medio grado. Bajo los trópicos, la capa invariable se encuentra ya á 1 pie debajo de la superficie, circunstancia de que Boussingault ha sacado partido para determinar de una manera sencilla y á su juicio muy segura, la temperatura media de la atmósfera local (39). Puede considerarse esta temperatura media de la atmósfera en un punto dado de la superficie, ó mejor dicho, en un grupo de puntos cercanos, como el elemento fundamental que determina en cada region la naturaleza del clima y de la vegetacion. Pero la temperatura media de toda la superficie es muy diferente de la del mismo globo terrestre. Se pregunta frecuentemente si el curso de los siglos ha modificado sensiblemente esta media temperatura del globo; si el clima de una region se ha deteriorado; si el invierno se ha hecho en ella mas dulce, y el estio menos cálido. El termómetro es el único medio de resolver cuestiones semejantes, y su descubrimiento apenas se remonta á dos siglos y medio; y casi no ha sido aplicado de una manera racional hasta hace ciento veinte años. La naturaleza y la novedad del medio restrigen asi considerablemente el campo de nuestras investigaciones acerca de las temperaturas atmosféricas. No sucede lo mismo cuando se trata del calor central de la Tierra. Asi como de la igualdad en la duracion de las oscilaciones de un péndulo puede deducirse la invariabilidad de su temperatura, asi tambien la constancia de la velocidad de rotacion que anima al globo terrestre, nos dá la medida de la estabilidad de su temperatura media. El descubrimiento de esta relacion entre la duracion del dia y el calor del globo, es ciertamente una de las mas brillantes aplicaciones que han podido hacerse de un largo conocimiento de los movimientos celestes, al estudio del estado térmico de nuestro planeta. Se sabe que la velocidad de rotacion de la Tierra depende de su volúmen; enfriándose la masa de la Tierra por medio de la irradiacion, debe disminuir su volúmen; por consiguiente todo decrecimiento de temperatura, corresponde á un aumento de la velocidad de rotacion, es decir, á una disminucion en la duracion del dia. Ahora bien, teniendo en cuenta las desigualdades seculares del movimiento de la Luna, en el cálculo de los eclipses observados en las épocas mas remotas, se encuentra que desde el tiempo de Hiparco, es decir, dos mil años há, la duracion del dia no ha disminuido ciertamente ni aun la centésima parte de un segundo. Puede afirmarse sin salir de estos mismos límites, que la temperatura media del globo terrestre no ha variado en 1/170 de grado, desde dos mil años acá (40).

Esta invariabilidad en las dimensiones, supone una invariabilidad igual en la distribucion de la densidad por el interior de la Tierra; de donde resulta, que la formacion de los volcanes actuales, su erupcion de lavas ferruginosas, y el transporte de las pesadas masas de piedras que han rellenado las hendiduras y las grietas, no producen, en realidad, sino insignificantes modificaciones, meros accidentes superficiales, cuyas dimensiones se desvanecen cuando se las compara á las del globo.

Las consideraciones precedentes acerca del calórico interno de nuestro planeta descansan casi esclusivamente en los resultados de las magnificas investigaciones de Fourier. Poisson ha suscitado ciertas dudas sobre la realidad de este crecimiento continuo del calórico terrestre desde la superficie del globo hasta su centro; segun él, no hay calórico que no haya penetrado de lo esterior á lo interior; y el que no proviene del Sol depende de la temperatura, ó muy alta ó muy baja, de los espacios celestes que atraviesa el sistema solar en su movimiento de traslacion. Por mas que esta hipótesis se ha ya emitido por uno de los mas profundos geómetras de nuestra época, no ha podido satisfacer ni á los físicos ni á los geólogos. Pero cualquiera que sea el orígen del calor interno de nuestro planeta, cualquiera que sea la causa de su crecimiento, limitado ó ilimitado hácia el centro, siempre resulta que la conexion íntima de todos los fenómenos primordiales de la materia, y el lazo oculto que une entre sí á las fuerzas moleculares, nos inducen á referir al calórico central del globo los misteriosos fenómenos del magnetismo terrestre. En efecto, el magnetismo terrestre, cuyo carácter principal es el de presentar en su triple modo de accio0n una continuidad de variaciones periódicas, debe atribuirse á la desigualdad de la temparatura del globo (41), ó á las corrientes galvánicas que consideramos como electricidad movida en un círculo cerrado (42). La misteriosa direccion de la aguja imantada depende á la vez del tiempo y del espacio, del curso del Sol y de la posicion geográfica. Por la aguja imantada puede saberse la hora que es del día, lo mismo que bajo los trópicos por las oscilaciones del barómetro. Las auroras boreales, resplandores rogizos que coloran el cielo de nuestras regiones árticas, ejercen tambien sobre la aguja una accion pasajera, pero inmediata. Cuando el movimiento horario de la aguja se vé turbado por una tempestad magnética, acontece con frecuencia que la perturbacion se manifiesta simultáneamente, asi como suena, en la tierra y en el mar, á centenares y millares de leguas, ó bien se propaga en todos sentidos por la superficie del globo, de una manera sucesiva y con cortos intervalos de tiempo (43). En el primer caso, la simultaneidad de los fenómenos podria servir para determinar las longitudes geográficas, lo mismo que los eclipses de los satélites de Júpiter, las señales de fuego y las estrellas errantes convenientemente observadas. Es cosa verdaderamente admirable, que los movimientos irregulares de dos pequeñas agujas imantadas pueden revelarnos la distancia que las separa, aunque se las suspenda bajo tierra á grandes profundidades, y enseñarnos por ejemplo, á qué distancia del Oriente de Gœtinga ó de Paris, se encuentra Casan. Existen regiones en el globo en que los navegantes, envueltos de nieblas espesas durante muchos dias, se ven privados con frecuencia de los medios astronómicos que sirven para determinar la hora, y la posicion del buque: la inclinacion de la aguja les indicaria entonces con exactitud si se hallan al Norte ó Sud del puerto á donde deben arribar (44).

Pero cuando la súbita perturbacion del movimiento horario de la aguja anuncia y prueba la existencia de una tempestad magnética, es preciso confesar que ignoramos aun el lugar donde reside la causa perturbadora: ¿será en la corteza terrestre, ó en las regiones superiores de la atmósfera? Por desgracia la cuestion aun no está resuelta en la actualidad. Si se considera la tierra como un verdadero iman, es preciso entonces atribuirle, segun la espresion de Federico Gauss, célebre fundador de una teoría general del magnetismo terrestre, la fuerza magnética de una barra imantada, de una libra de peso, por cada octavo de metro cúbico (45). Si es cierto que el hierro, el nikel y probablemente el cobalto (pero no el cromo (46) como por largo tiempo se ha creido), son las únicas sustancias que pueden conservar de una manera durable las propiedades magnéticas, en virtud de cierta fuerza coercitiva, no es menos cierto por otra parte, que todas las sustancias terrestres pueden llegar á ser pasageramente magnéticas, como lo prueba el magnetismo de rotacion de Arago y las corrientes de induccion de Faraday. El primero de estos dos físicos ilustres, ha demostrado que el agua, el hielo, (47) el vidrio, el carbon y el mercurio, ejercen alguna influencia en las oscilaciones de la aguja imantada; y apenas hay sustancia que no presente cierto grado de imantacion cuando sirve de conductor, es decir, cuando por ella atraviesa una corriente de electricidad.

Parece que los pueblos occidentales conocieron desde muy antiguo la fuerza de atraccion de los imanes naturales; y es por lo mismo hecho bien notable, que solo los pueblos de la estremidad oriental del Asia, los Chinos, conociesen la accion reguladora que el globo terrestre ejerce sobre la aguja imantada. Mas de mil años antes de nuestra era, en la época tan oscura de Codro y de la vuelta de los Heraclides al Peloponeso, los Chinos tenian ya balanzas magnéticas, uno de cuyos brazos llevaba una figura humana que indicaba constantemente el Sud; y se servian de esta brújula para caminar á través de las inmensas estepas de la Tartaria. Ya en el siglo III de nuestra era, es decir, setecientos años por lo menos antes de la introduccion de la brújula en los mares europeos, los barcos chinos navegaban por el Océano Indico (48), segun la indicacion magnética del Sud. He demostrado en otra obra cuánta superioridad (49) daba á los geógrafos chinos el conocimiento y el empleo de la aguja imantada en épocas tan remotas, sobre los geógrafos griegos y romanos, que ignoraron siempre, por ejemplo, la verdadera direccion de los Apeninos y de los Pirineos.

La fuerza magnética de nuestro planeta se manifiesta en la superficie por tres clases de fenómenos, uno de los cuales corresponde á la intensidad variable de la fuerza misma, mientras que los otros dos comprenden los hechos relativos á su direccion variable, es decir, la inclinacion y la declinacion; este último ángulo se cuenta en cada lugar en el sentido horizontal, á partir del meridiano terrestre. El efecto completo que el magnetismo produce en lo esterior, puede tambien representarse gráficamente por medio de tres sistemas de líneas, á saber: las líneas isodinámicas, las líneas isoclínicas, y las líneas isogónicas; ó en otros términos: las líneas de igual intensidad, de igual inclinacion y de igual declinacion. La distancia y la posicion relativa de estas líneas no permanecen siempre las mismas, sino que están sometidas á continuas desviaciones oscilatorias. Sin embargo, hay en la superficie del globo, ciertos puntos (50) tales como la parte occidental de las Antillas y el Spitzberg, donde la declinacion de la aguja imantada, no varía, ó si varía, es en cantidades apenas sensibles en el curso de todo un siglo. De la misma manera, si por consecuencia de su movimiento secular llegan algunas líneas isogónicas á pasar de la superficie del mar, sobre un continente ó sobre una isla un tanto considerable, se detienen allí largo tiempo y se doblan á medida que avanzan mas allá.

Estos cambios sucesivos y modificaciones desiguales de las declinaciones orientales y occidentales, complican las representaciones gráficas que corresponden á siglos diferentes, é impiden reconocer fácilmente en ellos las relaciones y analogías de las formas. Ramal hay de ciertas curvas, que tiene una historia totalmente particular; pero entre los pueblos occidentales esta historia no se remonta á mas allá de la época memorable (13 de set. de 1492) en que el grande hombre que hizo el segundo descubrimiento del Nuevo-Mundo, reconoció una línea sin declinacion como á los 3° al Oeste del meridiano de una de las Azores, la isla de Flores (51). Esceptuando una pequeña parte de la Rusia, todo el resto de Europa tiene ahora una declinacion occidental, mientras que á fines del siglo XVII (en Londres 1657 y en 1665 en París), la aguja se dirigia exactamente hácia el polo: donde es de notar que á pesar de la pequeña distancia á que se hallan entre sí estas dos capitales, la diferencia de las dos épocas fué doce años. Dos escelentes observadores, Hansteen y Adolfo Erman, han señalado el admirable fenómeno que presentan las líneas de igual declinacion en las vastas regiones del Asia septentrional: cóncavas hácia el polo entre Obdorff del Obi y Turuchansk, son convexas entre el lago Baikal y el mar Ochotsk. En estas regiones del norte del Asia oriental, entre la cadena de Werchojansk, Jakoutsk y la Corea septentrional, las líneas isogónicas forman un sistema particular muy notable, cuya forma ovalada (52) se reproduce en escala mas estensa en el mar del Sud, casi bajo el meridiano de Pitcairn y del archipiélago de las Marquesas, entre los 20° de latitud boreal y 45° de latitud austral. Podrian atribuirse estos sistemas aislados, cerrados por todas partes y formados de curvas casi concéntricas, á propiedades locales del globo terrestre; pero si tales sistemas, en apariencia aislados, deben esperimentar desviaciones tambien en el trascurso de los siglos, deduciremos en conclusion que estos fenómenos, como todos los grandes hechos naturales, se refieren á causas mucho mas generales.

Las variaciones horarias de la declinacion dependen del tiempo verdadero; están reguladas por el Sol mientras luce sobre el horizonte, y decrecen en valor angular con la latitud magnética. Cerca del Ecuador, por ejemplo, en la isla de Rawak, son apenas de tres á cuatro minutos, mientras que suben hasta trece ó catorce en la Europa central. Ahora bien; como desde las ocho y media de la mañana hasta la una y media de la tarde, por término medio, la estremidad boreal de la aguja se dirige del Este al Oeste en el hemisferio septentrional y del Oeste al Este en el hemisferio austral, se ha supuesto con razon (53) que debe haber en la Tierra una region situada probablemente entre el Ecuador terrestre y el Ecuador magnético, en la cual la variacion horaria de la declinacion sea nula completamente. Esta última curva, no hallada todavía, podría llamarse línea sin variacion horaria de la declinacion.

Así como se ha dado el nombre polos magnéticos á los puntos de la superficie de la Tierra en que desaparece la fuerza horizontal, puntos cuya importancia por otra parte se ha exagerado mucho, (54) de igual manera se llama Ecuador magnético, la curva formada por los puntos en que la inclinacion de la aguja es nula. La posicion de esta línea y sus cambios seculares de forma han sido en nuestros dias objeto de sérias investigaciones. Segun los escelentes trabajos de Duperrey (55) que ha atravesada el Ecuador magnético en seis ocasiones diferentes desde 1822 á 1825, los nodos de los dos Ecuadores, es decir, los dos puntos en que la línea sin inclinacion corta el Ecuador terrestre, pasando de uno á otro hemisferio, están colocados de una manera poco regular: en 1825, el nodo que estaba cerca de la isla de Santo-Tomás hácia la costa occidental de Africa, se hallaba á 188° ½ del nodo situado en el mar del Sud, junto á las pequeñas islas de Gilberto, casi bajo el meridiano del archipiélago de Vití. A principios de este siglo, he determinado yo astronómicamente á 3600 metros bajo el nivel del mar, el punto (7° 1' lat. aust. y 80° 54' long. occid.) en que el Ecuador magnético corta la cadena de los Andes entre Quito y Lima. Al Oeste de este punto, el Ecuador magnético atraviesa casi todo el mar del Sud en el hemisferio austral y se aproxima lentamente al Ecuador terrestre. Poco antes de llegar al archipiélago Indio, pasa al hemisferio septentrional, toca únicamente las estremidades meridionales del Asia, y penetra en seguida en el continente africano al Oeste de Socotora, hácia el estrecho de Bab-el-Mandeb, siendo entonces cuando se separa mas del Ecuador terrestre. Despues de haber atravesado las regiones desconocidas del interior del continente africano en direccion al Sud-Oeste, el Ecuador magnético vuelve á la zona austral de los trópicos hácia el Golfo de Guinea, separándose entonces de tal modo del Ecuador terrestre, que va á cortar la costa brasileña hacia Os Ilheos, al norte de Porto Seguro, á los 15° de latitud austral. Desde allí á las mesetas elevadas de las cordilleras, en que he podido observar la inclinacion de la aguja, entre las minas de plata de Micuipampa y la antigua residencia de los Incas, Caxamarca, recorre toda la América del Sud; vasta region, que por aquellas latitudes es aun para nosotros una terra incógnita, magnética, como el África Central.

Por recientes observaciones, recogidas y discutidas por Sabine (56), sabemos que desde 1825 á 1837 el nodo de la isla de Santo Tomás se ha adelantado 4° de Oriente á Occidente. Seria de suma importancia averiguar si el otro nodo, situado en el mar del Sud, hacia las islas de Gilberto, ha retrocedido al Oeste otro tanto, aproximándose al meridiano de las Carolinas. Bastan estas consideraciones generales para hacernos ver, cómo los diferentes sistemas de líneas isoclínicas se ligan á la gran línea sin inclinacion, cuyas variaciones de forma y posicion cambian las latitudes magnéticas, é influyen tambien sobre la inclinacion de la aguja, hasta en las mas apartadas regiones (57); y cómo además por una favorable distribucion de las tierras y de los mares, los 4/5 del Ecuador magnético están situados sobre el Océano, circunstancia ventajosa para el estudio del magnetismo terrestre, atento á que ya poseemos los medios de medir en el mar con la mayor exactitud la inclinacion y la declinacion de la aguja inmantada.

Espuesta ya la distribucion del magnetismo por la superficie del globo, bajo el doble punto de vista de la declinacion y de la inclinacion de la aguja imantada, réstanos aun considerarla con relacion á la intensidad de la fuerza misma; intensidad que las líneas isodinámicas están destinadas á representar gráficamente. El vivo y universal interés que inspiran hoy el estudio y la medida de esta fuerza por el método de las oscilaciones de una aguja vertical ú horizontal, apenas data desde principios de este siglo; pera merced á los adelantos de la óptica y de la cronometría, este género de medida excede en exactitud á todas las demás determinaciones magnéticas; y si bien es cierto que las líneas isogónicas son mas importantes para el navegante y para el piloto, no lo es menos que las isodinámicas ó de igual intensidad, son las que prometen hoy mas fecundos resultados (58). El primer hecho comprobado por las medidas directas, es que la intensidad total decrece del ecuador hácia el polo (59); y si conocemos actualmente la ley que sigue esta disminucion de intensidad, y la distribucion geográfica de todos los términos de que se compone, lo debemos, sobre todo desde 1819 acá, á la infatigable actividad de Eduardo Sabine: el cual, despues de haber observado las oscilaciones de la aguja en el polo norte americano, en la Groenlandia, en Spitzberg, y en las costas de la Guinea y del Brasil, siempre con los mismos aparatos, se ha ocupado tambien en reunir y coordinar todos los documentos que pueden esclarecer la gran cuestion de las líneas isodinámicas. Por lo que á mí toca, he hecho para una pequeña parte de la América del Sud, el primer ensayo de un sistema isodinámico dividido por zonas. Estas líneas no son paralelas á las isodinámicas ó de igual inclinacion, pues dista mucho de ser cierto que el mínimum de intensidad de la fuerza magnética se halle en el ecuador, como se creyó al principio, ni es uniforme esta fuerza en parte ninguna. Comparando las observaciones de Erman en la parte meridional del Océano Atlántico, donde se encuentra una zona de débil intensidad (0,706) que va desde Angola por la isla de Santa Elena hasta las costas del Brasil, con las últimas observaciones del gran navegante James Clark Ross junto al Cabo de Crocier, resulta que la fuerza magnética se aumenta casi en razon de 1 á 3 hácia el polo magnético austral (polo situado en la tierra de Victoria al Oeste del volcan Erebo, cuyo nevado vértice se eleva á 3800 metros sobre el nivel del mar) (60). En efecto, la mayor intensidad magnética evaluada hasta ahora es de 2,052 (la unidad adoptada para este género de evaluacion es la intensidad determinada por mí en el Perú sobre el ecuador magnético); Sabine ha hallado que en el polo magnético norte, cerca de las islas de Melville, á los 74°27' de latitud septentrional, es solo de 1,624, al paso que en New-York, es decir, bajo la misma latitud de Nápóles, asciende á 1,803.

Los brillantes descubrimientos de Oersted, Arago y Faraday demuestran que existe una relacion íntima entre la tension eléctrica de la atmósfera y la tension magnética del globo terrestre. Segun Oersted, el conductor queda imantado por la corriente eléctrica que le atraviesa: y segun Faraday, del magnetismo nacen por induccion corrientes eléctricas. El magnetismo, pues, no es otra cosa que una de las formas múltiples bajo las cuales puede manifestarse la electricidad; y estaba reservado á nuestra época el probar la identidad de las fuerzas eléctricas y magnéticas, presentidas ya confusamente desde los tiempos mas remotos. «Cuando el ámbar (electrum), dice Plinio siguiendo á Tales y á la escuela jónica (61), se halla animado por el ludimiento y el calórico, atrae los fragmentos de corcho y de hojas secas, como el imán al hierro.» Esta misma idea se encuentra en los anales científicos de un pueblo que ocupa la estremidad oriental del Asia, y el físico chino Kuopho la ha reproducido en los mismos términos en su elogio del imán (62). Con gran sorpresa mia, he reconocido que los salvajes de las orillas del Orinoco, una de las razas mas degradadas del orbe, saben producirla electricidad por medio del ludimiento; los niños de esas tribus salvajes se entretenian en frotar los granos aplanados, secos y brillantes de una planta trepadora silicuosa (probablemente la negritia), hasta que conseguian atraer con ellos hebras de algodon ó briznas de cañas. Para aquellos salvajes de tez cobriza, eso era simplemente un juego de niños; pero para nosotros, ¡qué asunto de graves reflexiones! Entre aquellos juegos eléctricos de los salvajes, y nuestros para-rayos, nuestras pilas voltaicas y nuestros chispeantes aparatos magnéticos, hay un abismo insondable que han escavado miles de años de progreso y de desarrollo intelectual.

Cuando reflexionamos sobre la perpétua movilidad de los fenómenos del magnetismo terrestre; cuando vemos que la intensidad, la inclinacion y la declinacion varian á la par con las horas del dia y de la noche, con las estaciones, y aun con el número de años trascurridos, no podemos menos de creer que las corrientes eléctricas de que dependen estos fenómenos, forman sistemas parciales muy complejos en el interior de la corteza de nuestro planeta. Pero ¿cuál es el orígen de estas corrientes? ¿Serán como en los esperimentos de Seebeck, simples corrientes termo-eléctricas producidas por la desigual distribucion del calórico, ó mas bien, corrientes de induccion, nacidas de la accion calorífica del Sol (63)? ¿Concederemos cierta influencia en la distribucion de las fuerzas magnéticas al movimiento de rotacion de la Tierra, y á la diferente velocidad de las zonas segun su mayor ó menor distancia al Ecuador? ¿Existirá quizás algun centro de accion magnética en los espacios interplanetarios, ó en cierta polaridad del Sol y de la Luna? Estas últimas hipótesis nos recuerdan que Galileo en su célebre Diálogo, esplica la direccion constante del eje de la Tierra por medio de un centro de accion magnética situado en los espacios celestes.

Si nos representamos el interior del globo terrestre como una masa mantenida en el estado de liquefaccion por un calor enorme, preciso es que renunciemos á la hipótesis del núcleo magnético que han supuesto en la Tierra algunos físicos para esplicar estos fenómenos.

Sin embargo, el magnetismo no desaparece completamente sino á la temperatura del blanco (64), y el hierro conserva todavía vestigios, mientras su temperatura no pasa del rojo oscuro; de donde resulta que sean cuales fueren, por otra parte, las modificaciones del estado molecular de los cuerpos en estos esperimentos, y por consiguiente de su fuerza de cohesion, siempre quedará una buena porcion del espesor en la corteza terrestre, en donde poder buscar el asiento de las corrientes magnéticas. Atribuianse en otro tiempo las variaciones horarias de la declinacion al calentamiento progresivo de la Tierra bajo la influencia del movimiento diurno aparente del Sol; pero esta accion interesa solamente la capa mas superficial, pues se halla demostrado por observaciones hechas cuidadosamente en varios puntos del globo, valiéndose de termómetros colocados debajo de tierra á diferentes profundidades, que el calor solar penetra tan solo á algunos pies, y con estremada lentitud. Por otra parte, el citado término de la superficie del mar, que forma los 2/3 de la de todo el globo, difícilmente se conciliará con esta teoría mientras se trate de una accion inmediata, y no de una accion de induccion ejercida por las capas de aire ó de vapores acuosos de la atmósfera.

En el estado actual de nuestros conocimientos tenemos, pues, que resolvernos á ignorar las últimas causas físicas de estos complicados fenómenos; que si la ciencia ha hecho de algun tiempo acá brillantes progresos, es bajo otro aspecto muy diferente, ya determinando numéricamente los valores medios de cuanto puede ser sometido á las medidas de tiempo y de espacio, ya dirigiendo todos sus esfuerzos á distinguir lo que hay de constante y regular en el fondo de esas variables apariencias. De Toronto, en el alto Canadá, hasta el Cabo de Buena-Esperanza y la tierra de Van-Diemen, y de París á Pekin se halla el globo cubierto de Observatorios magnéticos, en los cuales se espía sin cesar desde 1828, por medio de observaciones simultáneas, toda manifestacion regular ó irregular de magnetismo terrestre, (65) y se calculan hasta las variaciones de 1/40,000 en la intensidad total. En ciertas épocas del año duran las observaciones veinticuatro horas consecutivas, con intervalos de dos minutos y medio. Un ilustre astrónomo inglés ha calculado que en el espacio de tres años ascenderán á 1.958.000 las observaciones que habrán de discutirse. Nunca se han intentado esfuerzos mas grandiosos y admirables con el objeto de arrancar á la Naturaleza el secreto de una de sus grandes leyes. Todo induce á creer que comparando estas leyes con las que reinan en nuestra atmósfera ó en regiones aun mas apartadas, nos será dado remontarnos hasta la fuente misma de las manifestaciones magnéticas. Desde luego podemos ya vanagloriarnos, á lo menos por el número y la importancia de los medios que se han puesto en juego para conseguir el fin; pero pretender por ello que la teoría magnética nada deja ya que desear, sería intento tan descabellado como el de aquellos que tienen en cuenta solo los hechos favorables á sus especulaciones (66).

Intimas relaciones existen entre el magnetismo del globo y las fuerzas electro-dinámicas valuadas por Ampere (67), de una parte, y la produccion de la luz polar y del calórico de nuestro planeta, de otra, advirtiendo que los polos magnéticos de la Tierra se consideran como polos de frio (68). Hace mas de 128 años. Halley sospechaba que las auroras boreales podrian ser muy bien simples fenómenos magnéticos (69): hoy esta vaga sospecha ha adquirido el valor de la certidumbre esperimental, despues que el brillante descubrimiento de Faraday nos ha hecho ver que la luz puede producirse por la sola accion de las fuerzas magnéticas.

Hay ciertos fenómenos precursores de la aurora boreal: ya durante el dia que precede á la aparicion nocturna, la marcha irregular de la aguja imantada anuncia una perturbacion en el equilibrio de las fuerzas magnéticas terrestres. Cuando esta perturbacion alcanza su mas enérgico grado de desarrollo, el equilibrio roto se restablece por medio de una descarga acompañada de luz. «La aurora boreal no debe ser considerada como causa esterior de la perturbacion, sino como resultado de una actividad terrestre, cuyo poder alcanza á producir fenómenos luminosos, y que se manifiesta así, de un lado, por esta produccion de luz, y de otro, por las oscilaciones de la aguja imantada» (70). La aparicion de la aurora boreal es el acto que pone fin á una tempestad magnética, asi como en las tempestades eléctricas otro fenómeno luminoso, el relámpago, anuncia que el equilibrio momentáneamente alterado en la distribucion de la electricidad, llega al cabo á restablecerse. La tempestad eléctrica está ordinariamente circunscrita á un pequeño espacio, fuera del cual no se altera el estado eléctrico general atmosférico. La tempestad magnética, por el contrario, estiende su influencia á una gran parte de los continentes, y deja sentir su accion (descubrimiento que tambien debemos á Arago) mucho mas allá de los lugares en que ha sido visible el fenómeno luminoso. No siempre que el cielo se cubre de nubes tempestuosas, ó que la atmósfera pasa con frecuencia de un estado eléctrico al opuesto, acontece que las descargas se manifiesten por medio de relámpagos. De igual manera pueden las tempestades magnéticas causar grandes perturbaciones en la marcha horaria de la aguja imantada, sin que el equilibrio haya de restablecerse desde el polo al Ecuador, ó aun del uno al otro polo, necesariamente por medio de la produccion de efluvios luminosos.

Para reunir en un solo cuadro todos los rasgos característicos de este fenómeno, conviene ante todo describir el nacimiento, y despues las diversas fases de una aurora boreal completamente desarrollada. Hácia el meridiano magnético del lugar en que se ha de realizar el fenómeno, el cielo, antes puro y sereno, empieza á encapotarse por el horizonte, formándose en él una especie de velo nebuloso que sube lentamente hasta llegar por último á una altura de 8 ó 10 grados; por entre este segmento oscuro, cuyo color pasa del negruzco al violado, se divisan las estrellas como á través de una espesa niebla. Otro arco mas ancho, pero de brillante luz, al principio blanco y despues amarillo, limita el segmento oscuro; pero como este arco luminoso aparece despues que el segmento, es imposible atribuir la presencia de este último, segun ha notado Argelander, á un simple efecto de contraste con el arco brillante (71). Medidas exactas han demostrado que el punto mas alto del arco luminoso no está situado en el meridiano magnético, sino que antes bien se aparta de él por lo comun de 5 á 18° por el mismo lado hácia el cual se dirige en aquel paraje la declinacion magnética (72). Bajo las mas altas latitudes, en las regiones inmediatas al polo magnético, el segmento inferior aparece menos oscuro, y el medio del arco brillante se aleja mas del meridiano magnético que en otra region cualquiera.

A las veces, el arco luminoso parece agitado durante horas enteras, por una especie de efervescencia y por un cambio contínuo de forma, antes de comenzar á despedir los rajos y columnas de luz que suben hasta el zénit. Cuanto mas intensa es la emision de la luz polar, mas vivos son sus colores, que pasan del violado y el blanco azulado al verde y rojo purpurino, por todas las tintas intermedias. Lo mismo sucede con las chispas eléctricas, que no se coloran sino cuando la tension es fuerte y la esplosion violenta. Las columnas de luz salen, al parecer, del arco brillante, mezcladas con rayos negruzcos que semejan una espesa humareda; ó bien se elevan simultáneamente en diferentes puntos del horizonte, confundiéndose en un mar de fuego cuya magnificencia no podría espresar pintura alguna, porque á cada instante hacen variar su forma y brillo rápidas ondulaciones. Es tal en ciertos momentos la intensidad de esta luz, que Lowenœrn pudo reconocer en pleno dia, el 29 de Enero de 1786, los cambios luminosos y ondulaciones de la aurora boreal. En efecto, parece que el movimiento acrecienta la visibilidad del fenómeno. Alrededor del punto del cielo que corresponde á la direccion de la aguja libremente suspendida por su centro de gravedad, los rayos producen, reuniéndose, lo que se llama la corona de la aurora boreal, y es una especie de dosel celeste formado por una luz suave y apacible. Pocas veces la aparicion llega á ser tan completa, que se prolongue hasta la formacion de la corona; pero cuando ésta se presenta, anuncia siempre el fin del fenómeno. Los rayos son entonces mas raros, mas cortos, y de colores menos vivos, hasta que la corona y los arcos luminosos se disuelven, no viéndose ya en la bóveda celeste sino algunas estensas manchas nebulosas inmóviles, pálidas ó de color ceniciento, que al cabo desaparecen, si bien persisten aun durante algun tiempo en el horizonte los vestigios del segmento oscuro por donde la aparicion tuvo principio. Por último, de todo este magnífico espectáculo no queda generalmente mas que una débil nube blanquecina, de recortados bordes, ó dividida en pequeñas porciones como los cirro cumuli,

La relacion que al parecer existe entre la luz polar y la aparicion de cierta especie de nubes, nos enseña que la produccion de la luz electro-magnética es una simple fase de un fenómeno meteorológico, cual si el magnetismo terrestre obrase sobre la atmósfera condensando los vapores que en ella se encuentran disueltos. Thieneman llegó hasta creer que estas nubes aborregadas eran el substratum de la luz polar, y sus observaciones de Islandia han sido plenamente confirmadas por las mas recientes de Franklin y Richardson en el polo Norte americano, y por las del almirante Wrangel en las costas sibéricas del mar Glacial. Todos han afirmado que «la luz polar emitia sus rayos mas vivos, cuando las altas regiones del aire contenian grupos de cirro strati bastante tenues y muy ligeros para dar nacimiento á un cerco alrededor de la Luna.» A las veces se agrupan y se colocan las nubes en pleno dia, como los rayos de una aurora boreal con corta diferencia, y entonces producen perturbacion en la aguja imantada. Despues de una brillante aurora boreal, se han reconocido á la mañana siguiente regueros de nubes que durante la noche semejaban otros tantos rayos luminosos (73). Algunas fajas polares ó convergentes, es decir, grupos de nubes dispuestas en el sentido del meridiano magnético, han fijado mi atencion en muchas ocasiones durante mi viaje á Méjico y al Asia Septentrional. Necesarlo es colocar estas apariciones eutre los fenómenos diversos que acabo de citar (74).

Suelen verse con bastante frecuencia auroras australes en nuestros climas (Danton observó muchas en Inglaterra), asi como se ven auroras boreales entre los trópicos, en Méjico, por ejemplo, en el Perú, y aun hasta los 45° de latitud austral (el 14 de enero de 1831); y no es raro que el equilibrio magnético se turbe simultáneamente hácia uno y otro polo. Como quiera que sea, el aspecto del fenómeno depende siempre de la posicion del observador, y cada cual ve su aurora boreal, asi como cada cual ve tambien diferente su arco iris. Es necesario distinguir la zona terrestre en que la aparicion luminosa es simultáneamente visible en todas partes desde que se presenta, y las regiones mucho menos estensas en que se reproduce casi todas las noches. Una misma aurora boreal ha sido frecuentemente observada á la propia hora en Inglaterra y en Pensilvania, en Roma y en Pekin; salvo que la frecuencia de estas apariciones disminuye con la latitud magnética, ó en otros términos, decrece á medida que el observador se aleja, no del polo terrestre, sino del magnético. Mientras que en Italia una aurora boreal es fenómeno muy raro, obsérvase muy á menudo por el contrario, en América, en el paralelo de Filadelfia (39° 57' lat. sept.), porque estas regiones están menos distantes del polo magnético. En Irlanda, Groenlandia, Terra-Nova, á orillas del lago del Esclavo y en Fort-Entreprise en el alto Canadá, el cielo se ilumina todas las noches en ciertas épocas del año con resplandores movibles, que como dicen los habitantes de las islas de Shetland, forman «una alegre danza» (75). En estas regiones en que el fenómeno se reproduce con frecuencia estraordinaria, existen ciertas zonas que mas bien podian llamarse vetas, en las cuales son mas brillantes que en cualquiera otra parte las auroras, merced sin duda á determinadas influencias locales (76). Wrangel veia disminuir su brillo á medida que se alejaba del litoral del mar Glacial hácia Nijné-Kolymsk. Las auroras boreales, por último, no son ni mas vivas ni mas frecuentes en el mismo polo magnético, sino á cierta distancia de dicho punto; asi al menos se desprende de los datos recogidos en las espediciones polares.

Por lo tocante á la altura absoluta de las auroras boreales, cuanto sabemos, descansa sobre medidas angulares que no pueden inspirar gran confianza á causa de la incertidumbre en que las oscilaciones continuas de la luz dejan al observador sobre sus verdaderos límites; asi que, los resultados de estas medidas, aun desechando las antiguas (77), varían entre algunos miriámetros y 1,000 ó 1,200 metros; siendo muy probable que efectivamente cambien estas alturas de una á otra época. Los últimos observadores colocan el sitio de estas apariciones, no ya en el límite de nuestra atmósfera, sino en la region donde se forman las nubes y la reunion de los vapores vesiculares; tambien creen que los vientos y las corrientes aéreas pueden alterar los rayos de las auroras boreales, cosa que se realizaria en efecto si la produccion de la corriente electro-magnética, cuya existencia nos revelan, se hallase en relacion con la de las nubes y vapores, ó mas bien si aquella corriente los atravesara en realidad pasando de una á otra vesícula. En las orillas del lago del Oso-Grande vio el capitan Franklin una aurora boreal, cuya luz iluminaba al parecer la superficie inferior de una capa de nubes, mientras que á 3 ó 4 miriámetros mas allá, Kendal, que estuvo en vela toda la noche sin perder de vista un solo momento el cielo, no divisó rastro alguno de luz. Háse pretendido en estos últimos tiempos, que los rayos de la aurora boreal se aproximan alguna vez á la Tierra, y aunque llegan á interponerse entre el observador y una altura inmediata; pero estas apariencias pueden esplicarse, indudablemente, por las mismas ilusiones ópticas de que tantos ejemplos nos han dado ya los relámpagos y la caida de los bólides. Ahora que recientes espediciones nos permiten apreciar en su justo valor las narraciones de los pescadores de Groenlandia y de los cazadores de zorras de la Siberia, se duda que las tempestades magnéticas, semejantes á las eléctricas por lo tocante á la formacion de la luz, lo sean tambien por lo que respecta á la produccion del ruido. No parece sino que las auroras boreales se han vuelto silenciosas desde que se las observa con mas cuidado. Parey, Franklin y Richardson en el polo Norte; Thienemann en Islandia; Gieseke en Groenlandia; Lothis y Bravais en el cabo Norte, y Wrangel y Anjou en las orillas del mar Glacial, han visto millares de auroras boreales sin oir jamás ni el mas ligero ruido. ¿Se querrá que todas estas pruebas negativas cedan ante dos afirmaciones positivas, la de Hearne en la embocadura del rio de la Mina de Cobre, y la de Henderson en Islandia? Pues entonces seria preciso olvidar que si Hood oyó, durante la aparicion de una aurora boreal, una especie de trepidacion semejante al ruido que produce una descarga de fusilería bien nutrida, el mismo estruendo se repitió el dia siguiente, sin ir acompañado de luz polar; seria preciso desechar la esplicacion plausible de Wrangel y de Gieseke, que atribuian aquellos estallidos á la súbita contraccion de la nieve endurecida ó del hielo, causada por un brusco enfriamiento de la atmósfera. Fácil es esplicar, por otra parte, cómo ha podido acreditarse, no ya entre el pueblo sino aun entre los viajeros instruidos, la creencia de esas pretendidas detonaciones de la aurora boreal: como las auroras boreales se asimilaban en otro tiempo á los fenómenos eléctricos que se producen en un aire muy enrarecido, cual debe estarlo el de las elevadas regiones de la atmósfera, de aquí que hasta el mas leve rumor se trocase para observadores ya preocupados de esta idea, en el peterreo de los chispazos eléctricos.

Nuevas investigaciones practicadas con el auxilio de electroscopios sumamente finos, no han dado hasta el presente, contra toda esperanza, mas que resultados negativos, pues el estado eléctrico de la atmósfera ha permanecido invariable aun en las mas brillantes auroras boreales.

Estas, por el contrario, modifican el magnetismo terrestre, alterando á la par la intensidad, la inclinacion y la declinacion. En una misma noche, segun las fases sucesivas de su desarrollo, la aurora boreal, atrae ó repele la estremidad de la aguja imantada. Parry creia poder deducir del conjunto de las observaciones hechas por el mismo en las islas Melville, cerca del polo magnético, que lejos de alterar las auroras boreales la aguja, ejercian mas bien sobre ella «una accion sedativa;» pero esta opinion se halla en contradiccion con el viaje del mismo Parry mas atentamente examinado (78), con las bellas observaciones de Richardson, de Hood y de Franklin en el alto Canadá, y últimamente tambien con las de Bravais y Lothis en la Laponia. Lo hemos dicho ya: la produccion de la luz polar es un acto por cuyo medio se restablece el equilibrio momentáneamente perturbado; su efecto sobre la brújula se regula por la intensidad de la descarga reparadora; y cuando la aurora boreal es muy débil, no elevándose apenas sobre el horizonte, este efecto tampoco será perceptible, como de ello tuvieron ocasion de asegurarse varias veces los observadores de Bosekop, durante su larga estacion invernal. Hánse comparado con razon, los haces cilíndricos de los rayos de la aurora boreal á la luz que se produce en un circuito voltáico entre dos puntas de carbon (ó segun Fizeau y Foucault entre una punta de carbon y un glóbulo de plata), y que es atraida ó rechazada por un iman. Esta analogía hace supérflua la hipótesis de los vapores metálicos suspensos en la atmósfera, de la cual han querido algunos célebres físicos hacer el substratum de la aurora boreal.

Al dar á tan magníficas apariciones el nombre de auroras boreales, ó el mas inexacto aun de luces polares, se ha querido solamente designar la direccion por donde empiezan á producirse las mas veces. La gran importancia de este fenómeno consiste en que la Tierra está dotada de la cualidad de emitir una luz propia, distinta de la que recibe del Sol. La intensidad de la luz terrestre, ó propiamente hablando, la claridad que en todo su esplendor puede esparcir esta luz sobre la superficie de la Tierra, es algo mas viva que la del primer cuarto de Luna, y tan fuerte á veces (7 de Enero de 1831), que sin gran trabajo ha sido posible leer caracteres impresos. Esta luz de la Tierra, cuya emision no se interrumpe casi nunca hácia los polos, nos recuerda el resplandor fosforescente que se observa por lo comun en la parte de Venus no iluminada por el Sol; y no será estraño que otros planetas (Júpiter), la Luna y aun los cometas posean tambien una luz nacida de su propia sustancia, independiente de la que el Sol les envia, y cuyo orígen comprueba el polariscopo. Aun prescindiendo de la apariencia problemática, pero muy comun, de las nubes poco elevadas, cuya superficie toda brilla durante algunos minutos con trémulo resplandor, hay en nuestra atmósfera otros ejemplos que citar de esta produccion de luz terrestre, cuales son las famosas nieblas secas de 1783 y 1831, que emitian una luz muy sensible durante la noche; aquellas grandes nubes, observadas con tanta frecuencia por Rocier y por Beccaria, que brillaban con luz apacible; y por último (observacion ingeniosa de Arago), la luz difusa que guia nuestros pasos en las noches de otoño ó primavera, cuando las nubes interceptan toda luz celeste y la nieve no cubre aun la Tierra (79). Si las altas latitudes tienen sus auroras, cuyos resplandores coloreados atraviesan é iluminan la atmósfera, las cálidas regiones de los trópicos tienen tambien su luz, que brilla en la superficie del Océano, en una estension de muchos miles de leguas cuadradas. Pero aquí la luz es un producto de las fuerzas orgánicas de la naturaleza; las olas, coronadas de espuma fosforescente, se alzan, ruedan y quiebran como en un mar de fuego; cada punto de su inmensa superficie es una chispa, y en cada chispa se manifiesta la vida animal de un mundo invisible. Tales son las fuentes numerosas de la luz terrestre. ¿Habremos de admitir que esta luz se halla tambien en estado latente, y contenida virtualmente en ciertos vapores, á fin de esplicar la formacion á cierta distancia de las imágenes de Moser, descubrimiento que en la realidad se nos presenta todavia como esas formas misteriosas que solo se ven en sueños?

Si el calor central de nuestro planeta se liga, por una parte, á la produccion de las corrientes electro-magnéticas, y de la luz terrestre que nace de ellas, bajo otro punto de vista, se presenta como fuente principal de los fenómenos geognósticos. Ahora nos proponemos considerar estos fenómenos en su encadenamiento y diversas fases, desde la conmocion puramente dinámica y el levantamiento de los continentes ó de las cadenas de montañas, la erupcion de los gases y de los vapores, de los torrentes de lodo hirviendo y de las rocas ígneas ó de lavas en fusion, que se trasforman por el enfriamiento en rocas cristalizadas. No fué pequeño progreso para la moderna geognósia (dase este nombre á la parte mineralógica de la física terrestre), la comprobacion de este encadenamiento de los fenómenos. Desde entonces nos ha sido dado renunciar á las vanas hipótesis imaginadas en otro tiempo para esplicar una por una las revoluciones del antiguo mundo terrestre; desde entonces hemos podido referir la produccion de diferentes materias ó los simples cambios de forma y de estension (conmociones ó levantamientos); desde entonces nos ha sido lícito reunir y agrupar fenómenos completamente desemejantes á primera vista, como las fuentes termales, las emisiones de gas ácido carbónico y de vapores sulfurosos, las llamadas salsas (erupciones cenagosas), y por último, las erupciones de montañas ignívomas. En un cuadro general de la naturaleza, todos estos detalles se confunden en una sola y única concepcion, la de la reaccion que el interior de un planeta ejerce contra sus capas esteriores. Una sola causa, el aumento gradual del calórico terrestre desde la superficie del globo hasta el centro, nos dará idea á la vez de los temblores de tierra, del levantamiento sucesivo de los continentes y de las cadenas de montañas, de las erupciones volcánicas y de la formacion de las rocas ó de los minerales. Pero esta reaccion del interior contra el esterior no ha limitado su influencia á la naturaleza inorgánica solamente: todo nos induce á creer que en el mundo antiguo poderosas emisiones de gas ácido carbónico se mezclaron á la atmósfera, y favorecieron el acto por el cual los vegetales se asimilan el carbono, y formaron asi los bosques primitivos, orígen del inagotable conjunto de materias combustibles (lignitos y carbon de piedra), que las revoluciones del globo han escondido en las capas superficiales; y aun puede decirse que la forma de la corteza terrestre, la direccion general de las grandes cadenas de montañas y de las llanuras, asi como la configuracion articulada de los continentes, han ejercido una notable influencia sobre la suerte de la especie humana. En semejante encadenamiento de los fenómenos, el filósofo puede remontarse de término en término de la série, hasta la época en que la materia aglomerada en esfera, pasó del estado fluido al estado líquido ó sólido, época en que se desenvolvió tambien el calor central de la Tierra independientemente de la accion calorífica de los rayos solares.

A fin de seguir en el cuadro de los fenómenos geognósticos el órden mismo de su filiacion y de su dependencia originaria, empezaremos por aquellos cuyo carácter es esencialmente dinámico. Los temblores de tierra se manifiestan por oscilaciones verticales, horizontales ó circulares, que se suceden y se repiten con cortos intervalos. Las dos primeras especies de sacudidas son frecuentemente simultáneas: tal es, á lo menos, el resultado de las numerosas observaciones de este género que he podido hacer por mar y por tierra en una y otra parte del mundo. La accion vertical de abajo á arriba produjo en Riobamba, en 1797, el efecto de la esplosion de una mina, hasta el punto de que los cadáveres de gran número de sus habitantes fueron arrojados mas allá del arroyo de Lican hasta la Culca, colina cuya altura es de muchos centenares de piés. Ordinariamente la sacudida se propaga en línea recta ú ondulada á razon de 4 á 5 miriámetros por minuto; alguna vez se estiende á la manera de las ondas y forma círculos de conmocion, en los cuales las sacudidas se van del centro á la circunferencia, pero disminuyendo de intensidad. A pesar de la asercion del padre de la historia (80) y de Theoplacto Simocata (81), que creian desconocidos en Scytia los temblores de tierra (82), he comprobado durante mi viaje por el Asia septentrional, que la parte meridional del Altai se encuentra sometida á la doble influencia del centro de conmocion del lago Baïkal y de los volcanes de las montañas celestes (Thian-cham). Cuando los círculos de conmocion se cortan; cuando una meseta está colocada, por ejemplo, entre dos volcanes activos, pueden resultar de aquí varios sistemas de ondas que se superponen unas á otras, como en los líquidos sin turbarse mútuamente, y aun pudiera haber interferencia como en el caso de las ondas sonoras que cruzan. Segun una ley general de la mecánica, todo movimiento de vibracion que se trasmite por un cuerpo elástico tiende á desligar de él sus capas superficiales, y en virtud de esta misma ley, la onda de conmocion debe ser tanto mayor al propagarse por la corteza terrestre, cuanto mas se aproxima á la superficie.

Los medios que se han imaginado para estudiar las ondas de conmocion (el péndulo y la cubeta sismométrica), indican con bastante exactitud su direccion y su intensidad total, pero no su alternancia ó su intumescencia periódica. La ciudad de Quito está situada al pié de un volcan todavía en actividad (el Rucu Pichincha) á 2.910 metros sobre el nivel del mar; posee bellas cúpulas, elevadas iglesias, casas macizas de muchos pisos, y los temblores de tierra son allí frecuentes; pero con gran sorpresa mia he visto que rara vez estas sacudidas cuartean las paredes, al paso que en los llanos del Perú, oscilaciones mucho menos fuertes perjudican las chozas de Bambú muy poco elevadas. Los indígenas que han conocido millares de temblores de tierra, creen que esta diferencia depende menos de la duracion larga ó corta de las sacudidas y de la lentitud ó rapidez de la oscilacion horizontal (83), que de la regularidad de los movimientos que se producen en sentidos contrarios. Las sacudidas circulares ó giratorias son las mas raras, pero tambien las mas peligrosas. En el gran terremoto de Riobamba, provincia de Quito, ocurrido el dia 4 de Febrero de 1797, ladeáronse muchas paredes sin llegar á caer del todo; calles de árboles que antes eran rectilíneas se hicieron curvas; y campiñas cubiertas de diferentes cultivos se confundieron entre sí: efectos singularísimos que habian ocurrido ya en Calabria el 5 de Febrero y el 28 de Marzo de 1783. Esta confusion de terrenos cultivados que se superponen los unos á los otros, prueba que existe un movimiento general de traslacion, una especie de penetracion de las capas superficiales; evidentemente el suelo movible se pone en movimiento como un líquido, y las corrientes se dirigen primero de arriba á abajo, luego horizontalmente, y por último, de abajo á arriba. Cuando levanté yo el plano de las ruinas de Riobamba, me enseñaron entre los escombros de una casa el lugar en que se habian encontrado los muebles de otra distinta, y fué preciso que la Audiencia fallase algunos litigios que se suscitaron sobre la propiedad de objetos que de tal modo habian sido trasportados á muchos centenares de metros.

En los paises en que los temblores de tierra son relativamente mas raros (por ejemplo en la Europa meridional), se cree generalmente, á consecuencia de una induccion incompleta, que la serenidad de la atmósfera, un calor sofocante y el horizonte cargado de vapores, son los fenómenos precursores del terremoto (84); pero es un error, contradicho no solamente por mi propia esperiencia, sino que tambien por la de todos los observadores que han pasado algunos años en comarcas tales como Cumaná, Quito, el Perú y Chile, cuyo suelo se ve frecuentemente agitado por violentas sacudidas. Yo he sentido temblores de tierra en tiempo sereno ó lluvioso, y lo mismo con la fresca brisa del Este, que con un huracan tempestuoso. Además, estos fenómenos no eercian á mi parecer influencia alguna en la aguja imantada, pues no he obtenido ninguna anomalía en las variaciones horarias de la declinacion, ni en la altura del barómetro, los dias de terremoto en las regiones intertropicales (85).

Adolfo Erman ha hecho igual observacion en la zona templada con ocasion del terremoto sentido en Irkutsk cerca del lago Baikal el 8 de marzo de 1829. Cuando ocurrió en Cumaná la violenta sacudida de 4 de noviembre de 1799, encontré que la declinacion y la intensidad de la fuerza magnética habian permanecido en su estado normal; pero con gran asombro mio, vi que la inclinacion de la aguja imantada habia disminuido 48'. (86) No tenia motivo alguno para sospechar error en esta observacion; mas durante las otras sacudidas que he esperimentado en el llano de Quito y de Lima, la inclinacion permaneció siempre invariable, de la misma manera que todos los elementos del magnetismo terrestre. Si es cierto, generalmente hablando, que nada hay en el aspecto del cielo ó en el estado de la atmosfera que anuncie en la superficie del globo lo que vá á suceder en sus profundidades, pronto veremos, sin embargo, que las capas aéreas pueden ceder á la influencia de fuertes sacudidas cuyo efecto no es siempre meramente dinámico. Asi es que el estado eléctrico de la atmósfera ha esperimentado notables variaciones durante las sacudidas que han agitado por largo tiempo el suelo de los valles de Pelis y de Cluson, en el Piamonte.

La intensidad de cierto ruido que casi siempre acompaña á los temblores de tierra, no crece en la misma proporcion que la violencia de las sacudidas. Estudiando atentamente las diversas fases del temblor de tierra de Riobamba (4 de febrero de 1797), acontecimiento de los mas terribles que ha mencionado la física de nuestro globo, me convencí plenamente de que la gran sacudida no fué acompañada del mas leve rumor. La formidable detonacion (el gran ruido) que se oyó debajo de tierra en Quito y en Ibarra, pero nó en Tacunga, ni en Hambato, ciudades mas aproximadas sin embargo, al centro de conmocion, no se produjo sino 18 ó 20 minutos despues de la catástrofe. Un cuarto de hora mas tarde del célebre terremoto que destruyó á Lima (28 de octubre de 1746), se oyó en Trujillo un trueno subterráneo, pero sin producir sacudida alguna. Asi tambien, trascurrido largo tiempo desde el gran temblor de tierra de Nueva Granada (16 de noviembre de 1827), descrito por Boussingault, se oyeron en el valle de Cauca detonaciones subterráneas que se sucedian de 30 en 30 segundos pero siempre sin sacudidas.

La naturaleza del ruido es sumamente variable: ya rueda, brama y resuena como si chocaran cadenas; á las veces es vibrante como los estallidos de los truenos cercanos, y tambien otras retumba con estrépito, cual si en las cavernas subterráneas se quebrasen masas de obsidiana ó de rocas vitrificadas. Es sabido que los cuerpos sólidos son escelentes conductores del sonido, y que las ondas sonoras se propagan en la arcilla cocida con una velocidad de diez ó doce veces mayor que en el aire; y por lo tanto los ruidos subterráneos pueden oirse á distancias enormes del punto donde se producen. En los llanos de Calabozo y en las orillas de Rio-Apure en Caracas, uno de los afluentes del Orinoco, es decir, en una estension de 1,300 miríametros cuadrados, se oyó una espantosa detonacion, no acompañada de sacudidas, en el momento mismo en que un torrente de lava salia del volcan de San Vicente, situado en las Antillas á una distancia de 120 miríametros, que es, como si dijéramos, que una erupcion del Vesubio se habia sentido en el Norte de Francia. Cuando ocurrió la gran erupcion de Cotopaxi en 1744, oyéronse detonaciones subterráneas en Honda á orillas del Magdalena, siendo asi que la distancia entre estos dos puntos es de 81 miríametros, su diferencia de nivel de 5,500 metros y están ademas separados por las masas colosales de las Montañas de Quito, de Pasto y de Popayan, y por innumerables valles y torrenteras. Es evidente que el sonido no fué trasmitido por el aire, sino que se propagó por debajo de tierra á gran profundidad. El dia del violento terremoto de Nueva Granada (febrero de 1835) se reprodujeron los mismos fenómenos, en Popayan, Bogotá, Santa Marta, y Caracas, donde el ruido duró siete horas enteras, sin sacudidas en Haití, la Jamaica, y á orillas del lago de Nicaragua.

Aun cuando estos ruidos subterráneos no vayan acompañados de sacudidas, producen siempre honda impresion, aun sobre aquellos que han habitado mucho tiempo en parajes sometidos á frecuentes sacudimientos, pues espérase con ansiedad lo que seguirá á estos gruñidos interiores. Tales fueron los bramidos y truenos subterráneos de Guanaxato, rica y célebre ciudad de Méjico, situada muy lejos de todo volcan activo, (87) los cuales empezaron á las doce de la noche del 9 de enero de 1784, y duraron mas de un mes. He publicado una relacion muy circunstanciada de este notable fenómeno, valiéndome de los documentos que el municipio de la ciudad puso á mi disposicion, y de las narraciones de infinidad de testigos. Del 13 al 16 de enero nadie hubiera dicho sino que ocurria una tempestad subterránea, pues oiánse estallidos semejantes á los del rayo, alternando con el largo retumbar de los lejanos truenos. El ruido cesó como habia empezado, es decir, gradualmente; y estaba limitado á un pequeño espacio, pues á algunos minutos mas allá y sobre un terreno basáltico, ya nada se oia. Casi todos los habitantes se aterrorizaron, y abandonaron la ciudad dejando en ella grandes cantidades de plata en barra, siendo preciso que los mas arrojados volviesen inmediatamente para disputar aquellos tesoros á los ladrones que se habian hecho con ellos. Mientras la duracion completa de este fenómeno, no se sintió sacudida alguna, en la superficie de la tierra, ni aun en las minas próximas, situadas á 500 metros de profundidad. Jamás se habia oido ruido semejante en Méjico, antes de aquella época, ni se ha vuelto tampoco á repetir despues. ¿No podrá deducirse de aquí que hay cavernas en las entrañas de la tierra que se abren ó se cierran súbitamente y dan ó rehusan el paso á las ondas sonoras, que cualesquiera accidentes hayan producido á larga distancia?

Por formidable que sea para el espectador la erupcion de un volcan, siempre queda circunscrita en estrechos límites; mas no sucede lo mismo con los temblores de tierra, pues si bien la vista distingue apenas las oscilaciones del suelo, el asolamiento que estas producen pueden estenderse á miles de leguas. En los Alpes, en las costas de Suecia, en las Antillas, en el Canadá, en Turinga y hasta en los pantanos del litoral del Báltico, se sintieron las sacudidas del temblor de tierra que destruyó á Lisboa el 1.° de noviembre de 1755. Rios lejanos fueron apartados de su curso, fenómeno ya señalado en la antigüedad por Demetrio de Calateo; las fuentes termales de Tæplitz se agotaron en un principio, y despues aparecieron de nuevo con aguas coloreadas de ocre ferruginoso é inundaron la ciudad; en Cádiz las aguas del mar se elevaron á 20 metros sobre su nivel ordinario, y en las pequeñas Antillas, donde la marea no sube casi nunca de 70 á 75 centímetros, se elevaron las olas negras como la tinta, á mas de 7 metros de altura. Háse calculado que las sacudidas se percibieron en este dia fatal, sobre una estension de territorio cuatro veces mayor que la de Europa. Ninguna fuerza destructora, sin esceptuar ni aun la mas mortífera de nuestras invenciones, es capaz de hacer perecer á tantos hombres á la vez en un espacio de tiempo tan corto, en algunos minutos, y en algunos segundos, perecieron sesenta mil hombres en Sicilia el año 1693; treinta ó cuarenta mil en el temblor de tierra de Riobamba de 1797, y quizás cinco veces otros tantos en el Asia menor y en Siria en tiempo de Tiberio y Justino el Anciano, hácia los años 19 y 526.

En la cadena de los Andes de la América del Sur, sucede con frecuencia que duran sin interrupcion los temblores de tierra muchos dias. En cuanto á aquellos que se dejan sentir casi á cada hora, por meses enteros, no conozco ejemplar que no haa ocurrido en lugares apartados de todo volcan activo; á saber: en la vertiente oriental del Mont-Genis; en Fenestrella y Pigneroles desde el mes de abril de 1808; en los Estados-Unidos de la América del Norte, entre New-Madrid y Little-Prairie (88) al Norte de Cincinnato en diciembre de 1811 y durante el invierno entero de 1812; y últimamente, en el bajalato de Alepo hácia los meses de agosto y de setiembre de 1822. Generalmente el pueblo no tiene sino nociones muy imperfectas acerca de los grandes fenómenos de la naturaleza, que atribuye siempre á causas locales; y asi es que cuando se prolongan las sacudidas, teme al punto la formacion de un volcan. Es muy raro que los acontecimientos justifiquen este temor; mas tal acaeció, sin embargo, en el volcan de Jorullo, que despues de noventa dias de sacudidas y truenos subterráneos, surgió de repente en medio del llano basta la altura de 510 metros, el 29 de setiembre de 1759.

Si fuera posible reunir noticias del estado diario de toda la superficie terrestre, se adquiriria bien pronto la conviccion de que se halla siempre agitada por sacudidas en alguno de sus puntos, incesantemente sometida á la reaccion de la masa interior. Basta considerar la frecuencia y universalidad de este fenómeno, provocado indudablemente por la elevacion de temperatura, y el estado de fusion de las capas inferiores, para comprender que es independiente de la naturaleza del suelo en que se manifiesta. Aun en los terrenos de aluvion tan movibles de Holanda, hácia Midelburgo y Flesinga, ha habido temblores de tierra. Lo mismo se producen en el granito que en el micaschisto, en la caliza como en la piedra arenisca, en la traquita como en la amigdaloide. No es la constitucion química de las rocas, sino su estructura mecánica, la que influye sobre la propagacion de la sacudida ó de las ondas de conmocion. Cuando estas ondas siguen á lo largo de una costa, ó al pie y en la direccion de una cadena de montañas, se ha notado, hace muchos siglos, que algunas veces parece como que se interrumpen; pero no hay tal cosa: el quebrantamiento no ha cesado sin embargo; salvo que entonces se propaga por el interior de la tierra sin dejarse sentir nunca en estos puntos de la superficie; y aun por eso los Peruanos, dicen que estas capas superiores donde nunca se siente conmocion forman «como un puente» (89). Como parece que las cadenas de montañas han sido solevantadas sobre largas fallas, es probable que las paredes de estas hendiduras favorezcan la propagacion de las ondas que se mueven en su misma direccion, si bien es verdad que las ondas de conmocion se propagan alguna vez en direccion perpendicular á la de varias cadenas paralelas. De esta manera las vemos atravesar al mismo tiempo la cordillera del litoral de Venezuela y la Sierra de Parime. Los temblores de tierra se propagaron en Asia (el 22 de enero de 1832) desde Labora y el pie del Himalaya, á través de la cadena del Indo-kho, hasta Badakschan y el Oxus superior, y aun hasta Bokhara (90). Tambien sucede que los círculos de conmocion ganan terreno, para lo cual basta un solo temblor de tierra mas violento que los otros. Desde la destruccion de Cumaná (14 de setiembre de 1797), y solo desde esta época, la península de Maniquarez, situada en frente de las colinas calizas del continente, esperimenta en sus capas de micaschisto todas las alteraciones de la costa meridional. Las sacudidas que agitaron casi sin interrupcion desde 1811 á 1813, el suelo de los valles del Misisipí, del Arkansas y del Ohio, iban adelantando hácia el Norte de una manera sorprendente. No parece sino que destruidos los obstáculos subterráneos y la via libre, el movimiento ondulatorio se propaga mas en ella cada vez que se produce.

Si puede creerse á primera vista que los temblores de tierra producen efectos puramente dinámicos, estudiando los hechos mas corroborados se reconoce bien pronto que no se limitan á levantar de su antiguo nivel países enteros, tales como la costa de Chile en noviembre de 1822, y Ulla-Bund en junio de 1819, despues del temblor de tierra de Cuth, sino que dan nacimiento tambien á erupciones de agua caliente (en Catania 1818), de vapores acuosos (en el valle del Misisipí, cerca de Nueva-Madrid, 1812); de miasmas tan perjudiciales á los rebaños que pastan en los Andes, de lodo, de negra humareda, y aun de llamas, (en Mesina, 1783 y en Cumaná 1797). Durante el gran temblor de tierra que destruyó á Lisboa el 1.° de noviembre de 1755, viéronse salir llamas y columnas de humo de una grieta formada nuevamente en la roca de Alvidras, cerca de la ciudad, tanto mas espesa, cuanto las detonaciones subterráneas eran mas intensas (91). No hubo erupcion alguna durante la catástrofe de Riobamba á pesar de su proximidad á muchas montañas volcánicas; pero salian del fondo de la Tierra gran número de eminencias ó protuberancias cónicas, formadas de una materia que los indígenas llaman moya compuesto singular de carbon, cristales de augita y de conchas silíceas de infusorios. Considerable cantidad de gas ácido carbónico que salió de las grietas durante el temblor de tierra de Nueva-Granada (16 de Noviembre de 1827), en el valle de la Magdalena, asfixió á multitud de serpientes, ratas y otros animales que vivian en las cavernas. Por último, violentas sacudidas ocasionaron en el Perú y en la provincia de Quito cambios bruscos de temperatura, y anticipado la estacion de las lluvias á su época ordinaria bajo los trópicos. Ignórase si es preciso atribuir estos fenómenos á los vapores que surgieron de las entrañas de la Tierra y se mezclaron con la atmósfera, ó á una perturbacion que hubieran determinado las sacudidas en el estado eléctrico de las capas aéreas. En las regiones intertropicales de América, trascurren á veces diez meses enteros sin que caiga del cielo una sola gota de agua, y los indígenas miran los temblores de tierra que se repiten frecuentemente sin perjudicar sus chozas de bambú, como felices precursores de fecundantes lluvias.

El comun orígen de los fenómenos que acabo de describir, se baila aun envuelto en la oscuridad. Indudablemente es preciso atribuir á la reaccion de los vapores sometidos á una presion enorme en el interior de la tierra, todas las sacudidas que agitan su superficie, desde las mas formidables esplosiones hasta esas débiles conmociones, en modo alguno peligrosas, que se sintieron durante muchos dias en Scaccia de Sicilia, antes del levantamiento volcánico de la nueva isla de Julia. Es evidente que el foco donde nacen y se desarrollan estas fuerzas destructoras está situado debajo de la costra terrestre, ¿pero á qué profundidad? Lo ignoramos; así como la naturaleza química de estos vapores tan violentamente comprimidos. En mis observaciones al borde del Vesubio, ó sobre la roca que se levanta como una torre sobre el cráter de Pichincha, sentia constantemente las sacudidas con 20 ó 30 segundos de anterioridad á la erupcion de los vapores ó de las escorias incandescentes, siendo tanto mas fuertes las sacudidas cuanto mas tardías eran las esplosiones, porque entonces se acumulaban los vapores en mayor cantidad. En esta observacion, tan sencilla y confirmada tan frecuentemente por la esperiencia de todos los viajeros, se encuentra la esplicacion general del fenómeno. Los volcanes activos son como válvulas de seguridad para las regiones vecinas: y por el contrario, si se cierra la abertura del volcan y la comunicacion del interior con la atmósfera se interrumpe, el peligro aumenta, y el país cercano está amenazado de sacudimientos próximos. En general los temblores de tierra mas fuertes, no se producen cerca de los volcanes en actividad, como lo prueban los que han destruido á Lisboa, Caracas, Lima, Cachemira (92), y un considerable número de ciudades en Calabria, Siria y el Asia menor.

Si la actividad de los volcanes, cuando no encuentra salida, se ejerce contra el suelo y provoca temblores de tierra, estos, á su vez, obran por reaccion sobre los fenómenos volcánicos. Las grietas ayudan á la formacion de los cráteres de erupcion y favorecen las reacciones químicas que en ellos se engendra por el contacto del aire. Una columna de humo que salia del volcan de Pasto, en la América del Sud, desapareció súbitamente el 4 de Febrero de 1797, durante el gran temblor de tierra que destruyó á Riobamba, 36 miriámetros mas allá, hácia el Sud. Temblores de tierra que se hacian sentir en toda la Siria, en las Ciclades y en Eubea, cesaron de repente en el momento mismo en que un torrente de materias ígneas brotaba en las llanuras de Chalcis (93). Refiriendo este hecho el célebre geógrafo d'Amasea, añade: «que desde que las bocas del Etna se han abierto y vomitan fuego; desde que las masas de agua y de lavas en fusion pueden ser arrojadas fuera, el litoral padece menos temblores de tierra que cuando los cráteres estaban cerrados antes de la separacion de la Sicilia y de la Italia.»

Es, pues, indudable, que la fuerza volcánica interviene en los temblores de tierra; pero esta potencia universalmente esparcida como el calor central del planeta, llega raramente, y esto en algunos puntos aislados, á producir fenómenos de erupcion. Las masas liquefactas de basalto, de melafiro y de grunstein que surgen del interior, llenan poco á poco las hendiduras y acaban por cerrar toda salida á los vapores. Cuando estos se acumulan, acrece su tension, y su reaccion contra la costra terrestre puede ejercerse de tres maneras distintas: ó quebrantan el suelo, ó le levantan bruscamente, ó varian con lentitud la diferencia de nivel entre los continentes y los mares. Esta última accion no es sensible sino despues de largos años, y fué observada por primera vez en una estension considerable de Suecia.

No terminaremos nuestras consideraciones acerca de este gran fenómeno que hemos examinado menos aun en sus detalles que en sus relaciones generales con la física del globo, sin señalar tambien el orígen de la impresion profunda y del efecto singularísimo que el primer temblor de tierra que sentimos, nos produce, aun cuando no venga acompañado de ruidos subterráneos. Esta impresion no proviene, en mi juicio, de que las imágenes de las catástrofes cuyo recuerdo ha conservado la historia se ofrecen en tropel entonces á nuestra imaginacion. Lo que nos embarga es que perdemos de una vez la confianza innata en la estabilidad del suelo. Desde nuestra infancia nos acostumbramos al contraste de la movilidad del agua con la inmovilidad de la tierra, hábito fortificado con el testimonio constante de nuestros sentidos, basta que el suelo tiemble para que se destruya la esperiencia de toda la vida. Es una potencia desconocida que se revela de repente; vése que la calma de la naturaleza era una ilusion, y nos sentimos arrojados violentamente en un caos de fuerzas destructoras. Entonces, cada ruido, cada golpe de aire llama la atencion, y desconfiamos, sobre todo, del suelo sobre el cual se anda. Los animales, principalmente los cerdos y los perros, esperimentan esta angustia; los cocodrilos del Orinoco, tan mudos de ordinario como nuestros pequeños lagartos, abandonan el lecho movido del rio y corren bramando hácia el bosque. El temblor de tierra se presenta al hombre como un peligro indefinible pero siempre amenazador. Se puede huir de un volcan, evitar un torrente de lava; pero cuando se estremece la tierra ¿á donde huir"? por todas partes creemos caminar sobre un foco de destruccion. Felizmente los resortes de nuestra alma no pueden estar tirantes largo tiempo, y aquellos que habitan un país en donde las sacudidas son poco sensibles y se suceden con cortos intérvalos, acaban por esperimentar apenas un débil sentimiento de temor. En las costas del Perú el cielo siempre está sereno; no se conoce el granizo ni los huracanes, ni las espantosas esplosiones del rayo: el trueno subterráneo que acompaña á las sacudidas del suelo, reemplaza al trueno de las nubes. Merced á una larga costumbre y á la opinion muy generalizada de que hay únicamente tres sacudidas desastrosas que temer en cada siglo, los temblores de tierra no inquietan en Lima, mas casi que la caida del granizo en la zona templada.

Despues de haber considerado á la Tierra como fuente de calórico, de corrientes electro-magnéticas, de la luz de las auroras polares, y de los movimientos irregulares que agitan su superficie, réstanos describir los productos materiales de las fuerzas que animan nuestro planeta, y las modificaciones químicas que se efectuan en sus capas superiores, y aun en la misma atmósfera. Vemos salir del suelo vapores acuosos; efluvios de gas ácido carbónico, casi siempre sin mezcla de ázoe (94); gas hidrógeno sulfurado, vapores sulfurosos; y con mas rareza, vapores de ácido sulfúrico ó de ácido hidroclórico (95); por último, gas hidrógeno carbonado, del cual se sirven desde hace miles de años en la provincia china de Sse-Tchuan (96) para alumbrarse y calentarse y que acaba de aplicarse recientemente á los mismos usos en Fredonia pequeña ciudad del Estado de New-York en los Estados-Unidos de América. Las grietas de donde escapan estos gases y vapores no se presentan únicamente en las cercanías de los volcanes, sino que se las encuentra tambien en las regiones donde faltan el traquito y las demás rocas volcánicas. En la cordillera de Quindiu, á 2,080 metros sobre el nivel del mar, he hallado azufre depositado en el micaschisto por cálidos vapores sulfurosos (97); y al Sud de Quito, cerca de Ticsan, en el Cerro-Cuello, esta roca misma que se tenia antes por primitiva, contiene un enorme lecho de azufre en medio del cuarzo puro.

De todas estas emanaciones gaseiformes, las mas numerosas y abundantes son las de ácido carbónico denominadas tambien mofetas. En las regiones volcánicas, como son en Alemania, el valle profundamente quebrado del Eifel, los alrededores del lago Lach, el circo de Wehr y la Bohemia occidental, las emisiones de ácido carbónico aparecen como un último esfuerzo de la actividad volcánica. En épocas anteriores, el calor mas fuerte del globo terrestre y el número considerable de grietas que las rocas ígneas no habian cortado aun, favorecieron poderosamente estas emisiones; grandes cantidades de vapores de agua caliente y de gas ácido carbónico se mezclaron con la atmósfera, y produjeron en casi todas las latitudes esa vegetacion exhuberante, esa plenitud de desarrollo orgánico cuyo cuadro ha trazado Adolfo Brongniart (98). En las regiones cálidas y húmedas, donde la atmósfera se halla siempre sobrecargada de gas ácido carbónico, los vegetales encontraron condiciones tan favorables á su desarrollo y abundancia de sustancias propias para su nutricion, que pudieron formar los materiales de las capas de carbon de piedra y de lignito, fuentes casi inagotables de fuerza física y de bienestar para las naciones. Estos lechos de combustibles están repartidos principalmente en cuencas que la naturaleza parece haber concedido especialmente á ciertas regiones de Europa, tales como las Islas Británicas, la Bélgica, la Francia, las provincias Rinianas interiores y la Silesia superior. La enorme cantidad de ácido carbónico cuya combinacion con la cal ha producido las rocas calizas, formando esas grandes capas en que solo entra próximamente como una octava parte de carbono (99), salió entonces del fondo de la Tierra, bajo la influencia predominante de las fuerzas volcánicas. Lo que no pudieron absorber las tierras alcalinas, se repartió en la atmósfera, donde los vejetales del antiguo mundo se nutrieron incesantemente; el aire, purificado así por el desarrollo de la vida vegetal, no contiene ya hoy dia sino una preparacion de gas ácido carbónico estremadamente escasa y sin influencia deletérea en las organizaciones animales del mundo actual. Por entonces tambien, abundantes emisiones vaporosas de ácido sulfúrico ocasionaron la destruccion de las innumerables especies de moluscos y peces que habitaban las aguas del antiguo mundo, y formaron las capas de yeso contorneadas en todos sentidos y sometidas por aquel tiempo, sin duda alguna, á frecuentes sacudidas.

Causas físicas análogas hacen surgir aun hoy del seno de la Tierra, gases, líquidos, légamos y lavas hirvientes; pudiendo ser considerados los cráteres de erupcion como especies de fuentes intermitentes (0). Todas estas materias deben su temperatura y su constitucion química á los mismos lugares de donde surgen. El calor medio de las fuentes es inferior al de la atmósfera cuando sus aguas descienden de las alturas; y ya hemos indicado la ley numérica de esta progresion con que aumenta el calor cuanto mas profundas son las capas que las aguas atraviesan. Las procedentes de lo alto de las montañas pueden mezclarse á las del interior de la Tierra, de donde resulta que la temperatura de las fuentes no dá siempre con exactitud la posicion de las líneas isogeotermas ó líneas de igual temperatura interna de la Tierra (1); como notamos mas de una vez mis compañeros de viaje y yo en el Asia septentrional. La temperatura de las fuentes, de la cual se han ocupado los físicos desde hace medio siglo, depende, como el límite de las nieves perpétuas, de causas mu y complejas y numerosas, y se halla en relacion con la temperatura de la capa terrestre de donde surge el manantial, con el calor específico del suelo, y finalmente, con la cantidad y temperatura de las aguas pluviales (2); temperatura que difiere esencialmente de la que tienen las capas inferiores de la atmósfera (3).

Para que los manantiales frios puedan darnos fielmente la temperatura media, es preciso que estén puros de toda mezcla con las aguas que descienden de las alturas ó con las que vienen de capas muy profundas, y que ademas recorran un largo trayecto subterráneo á la profundidad constante de 13 á 19 metros en nuestros climas, y de poco mas de 1 metro, segun ha observado Boussingault, en las regiones equinociales (4). Con efecto, la temperatura no comienza á ser constante en aquellas diferentes regiones, sino en las capas que se encuentran á las profundidades indicadas; ó en otros términos; á las capas en que las variaciones horarias diurnas, y aun mensuales, de la atmósfera, dejan de ser perceptibles.

Hállanse manantiales termales en toda especie de terreno; y aun puede asegurarse que los permanentes de mas calor se han hallado lejos de los volcanes. Citaré dos ejemplos que tomo de mis diarios de viaje, á saber, las Aguas calientes de las Trincheras en la América del Sud, entre Puerto-Cabello y Nueva-Valencia, y las Aguas de Comangillas, cerca de Guanaxuato, en el imperio de Méjico. Las primeras salian del granito y tenian 90°,3; las segundas salian del basalto y señalaban 96°,4.

Segun lo que sabemos respecto del crecimiento del calórico en el interior de la Tierra, las capas donde estas aguas adquieren una temperatura tan elevada deben estar situadas á una profundidad de 2,200 metros. Si el calor interno de la Tierra es la causa general que produce los manantiales calientes, las rocas que estos atraviesan no pueden modificar su temperatura sino en virtud de su permeabilidad ó de su capacidad para el calórico. Los mas calientes de todos los manantiales permanentes, aquellos cuya temperatura es de 95° ó de 97, son tambien los mas puros y menos cargados de materias minerales en disolucion; pero su calor es menos constante que el de los manantiales comprendidos entre 50 y 74°. La invariabilidad de estos, bajo la relacion de la temperatura y de la composicion química, se ha conservado de una manera muy notable, al menos en Europa, desde hace cincuenta ó sesenta años, es decir, desde que la exactitud de nuestras medidas termométricas y de nuestras análisis ha permitido comprobarlo. Boussingault ha encontrado en las termas de las Trincheras, una variacion de 7 grados próximamente en veintitres años; su temperatura ha subido desde 90°,3 á 97° desde mi viaje en 1800, basta 1823, época del de Boussingault (5). Este manantial, cuyas aguas corren con la mayor regularidad, tiene, pues, próximamente 7° mas de calor que los manantiales de Geyser y de Strokr últimamente estudiados con cuidado estremo por Krug de Nidda. La repentina aparicion del Jorullo, nuevo volcan cuya existencia se ignoraba antes de mi viaje á América, ha demostrado cómo pueden proceder los manantiales de agua caliente de las aguas pluviales que caen en el interior de la Tierra para reaparecer mas lejos, despues de haber estado en contacto con un foco volcánico. Cuando el Jorullo se elevó de repente en Setiembre de 1759, á 513 metros sobre las llanuras que le rodean, dos pequeños rios llamados de Cuitimba y San Pedro, desaparecieron á la par: algun tiempo despues fuertes sacudidas les abrieron salida, y reaparecieron bajo la forma de manantiales termales. En 1803 medí su temperatura y era de 65°,8.

Es cierto que los manantiales de la Grecia corren en la actualidad por los mismos lugares donde corrian en los tiempos helénicos. El manantial de Erasinos, situado á dos horas al Sud de Argos, en la vertiente de Chaon, ha sido citado por Herodoto. En Delfos se ve todavía la Cassotis (hoy la fuente de San Nicolás), que sale de la tierra al Sud de la Lesche, y cruza el templo de Apolo: la Castalia corre siempre al pié del Parnaso, y la del Pireno cerca de la Acrocorintia; las termas de Ædepso, á donde Sila se bañaba durante la guerra de Mitrídates, existen aun hoy en la Eubea (6). Cito con gusto estos detalles, porque enseñan que á pesar de los violentos temblores de tierra que agitan con tanta frecuencia aquel país, las capas interiores han conservado, al menos desde hace dos mil años, su forma primitiva, y hasta las pequeñas grietas por donde vierten sus aguas estos manantiales. La fuente surtidora de Lillers, departamento del Paso de Calais, fué horadada hácia el año 1126; desde esta época ha corrido sin interrupcion á la misma altura y con la misma abundancia. Finalmente, el hábil geógrafo de las costas de la Caramania, el capitán Beaufort, ha visto brillar, cerca del antiguo Phasélis, las llamas volcánicas que habia descrito Plinio como llamas vomitadas por la Quimera de Lycio (7). Al hacer notar Arago, desde 1821, que cuanto mas profundos son los pozos artesianos, mas elevada temperatura tienen sus aguas, ha esclarecido singularmente la teoría de las fuentes termales; porque esta observacion abre una nueva senda á las investigaciones que tienen por objeto fijar la ley del decrecimiento del calor interno del globo (8). Háse reconocido en estos últimos tiempos que San Patricio (9), obispo de Pertusa, se habia formado una idea muy exacta de éstos fenómenos hacia fines del siglo III, al examinar las fuentes de agua caliente de Cartago. Le preguntaron cuál podría ser el orígen de estas aguas en ebullicion que salian del seno de la tierra, á lo que contestó: «que no solamente las nubes contenian fuego, sino que tambien se le encontraba en las profundidades de la tierra, como lo demostraban el Etna y otras montañas de los alrededores de Napóles. Las aguas subterráneas suben por una especie de sifones; las que corren lejos del fuego interior aparecen frías; las que manan cerca de este fuego son calientes, y llegan á la superficie de la tierra que habitamos con un calor insoportable.»

Puesto que los temblores de tierra vienen frecuentemente acompañados de emisiones de agua y de vapores, podemos considerar las salsas ó pequeños volcanes de fango, como el punto de transicion de las emisiones gaseosas y de los manantiales termales á las espantosas erupciones de los montes ignívomos. Con efecto, si esos manantiales irregulares de materias fundidas, que llamamos volcanes, dan nacimiento á las rocas volcánicas, por su parte los manantiales termales, cuyas aguas están cargadas de ácido carbónico y de gas sulfuroso, producen por via de depósito, de una manera lenta, pero contínua, capas de travertino horizontalmente superpuestas, ó bien forman montecillos cónicos, como en la Argelia por ejemplo, y en los Baños de Caxamarca sobre la vertiente occidental de las cordilleras peruanas. Carlos Darwin ha encontrado restos de una vejetacion primitiva en el travertino de la tierra de Van-Diemen, cerca de Hobart-Town; y ya hemos citado las dos rocas, la lava y el travertino, cuya produccion se continúa aun á nuestra vista, con objeto de señalar los dos estremos de las formaciones geológicas.

Las salsas ó volcanes de fango merecen, en mi concepto, mayor atencion que la que han acostumbrado á concederles los geólogos. El haber desconocido la importancia de este fenómeno, depende de que hasta ahora no se ha considerado mas que la última de las dos fases que presenta, es decir, el período de calma en que persisten las salsas durante siglos enteros. La aparicion de las salsas va acompañada de temblores de tierra, de truenos subterráneos, del levantamiento de regiones enteras y de emisiones de llamas que se elevan á gran altura, si bien son de corta duracion. Cuando se formó la salsa de Jokmali, el 27 de Noviembre de 1827, en la península de Abscheron, al Oriente de Bakon (mar Caspio), las llamas subieron á una altura estraordinaria, y el fenómeno duró tres horas. Durante las veinte siguientes se elevaron apenas á un metro sobre el cráter de erupcion del cieno. Cerca del pueblo de Baklichi, al Oeste de Bakon, la columna de fuego fué tan alta, que se distinguía á distancia de 4 ó 5 miriámetros. Enormes trozos de piedra, arrancados indudablemente de grandes profundidades, fueron arrojados á distancias muy considerables. En las inmediaciones de la salsa del monte Zibio, hoy en calma, cerca de Sassuolo, en la Italia septentrional, se ven todavía pedazos de aquella especie. La salsa siciliana de Girgenti (Macalubi), cuya descripcion nos dejaron los antiguos, se mantiene, de 15 siglos á esta parte, en el segundo período de su actividad, y la componen montecillos cónicos colocados por hileras de tan varia forma como altura, siendo esta última de 2, 3 y aun de 30 metros. De la cuenca superior, muy pequeña y llena de agua, manan torrentes de fango arcilloso acompañados de desprendimientos periódicos de gas. Ordinariamente estos fangos salen frios, pero hay parajes en que brotan calientes, como en Damak, por ejemplo, provincia de Samarang, en la isla de Java. Las erupciones gaseiformes acompañadas de ruido son tambien de naturaleza variable, y se La encontrado en ellas el hidrógeno mezclado con vapores de nafta, de gas ácido carbónico y aun de azoe casi puro (10). La existencia de este último gas ha sido comprobada por Parrot en la península de Taman, y por mí mismo en los pequeños volcanes de Turbaco (América del Sud).

La aparicion de los volcanes de fango ofrece siempre cierto carácter de violencia, si bien no pueden quizás citarse dos fenómenos de este género que la ofrezcan en igual grado; despues de la primera erupcion acompañada de llamas, presentan al observador el aspecto de una actividad interior del globo terrestre, débil, es cierto, pero contínua, y que siempre va ganando terreno. Pronto llega á cortarse la comunicacion con las capas profundas en donde reina un intenso calor, y vienen las erupciones de fangos frios á demostrarnos que el sitio del fenómeno en esta segunda fase no tiene quizás su asiento á mucha distancia de la superficie. La reaccion del interior del globo contra su corteza esterior se manifiesta con una fuerza completamente distinta en los volcanes propiamente dichos, esto es, en los puntos donde existe comunicacion, ya sea permanente, ya periódica, con un foco situado á gran profundidad. Es preciso distinguir cuidadosamente todos los efectos volcánicos mas ó menos pronunciados, tales como los temblores de tierra; las fuentes de agua caliente ó de vapores; los volcanes de fango; la ereccion de las montañas de traquita á manera de cúpula ó campana, pero sin escavacion; la formacion de una abertura en el vértice de estas montañas, ó la de un cráter de elevacion en los terrenos basálticos; y la aparicion final de un volcan permanente en estos mismos cráteres, ó en medio de los restos de su andamiada primitiva. En épocas diferentes, y segun sus distintos grados de actividad y de potencia, los volcanes permanentes emiten vapores acuosos ó ácidos, escorias incandescentes, y cuando las resistencias han sido vencidas, estrechas corrientes de lava fundida bajo la forma de prolongados arroyos de fuego.

Con no menor energía, si bien de una manera mas local, se ha manifestado tambien la reacion del interior de nuestro planeta en el solevantamiento de porciones aisladas de la costra terrestre, causado por los vapores elásticos, y que aparece bajo las formas de cúpulas redondas de traquita feldespática y de dolerita (Puy de Dome, Chimborazo); ó en el rompimiento de las capas á consecuencia de la presion de abajo á arriba y en la sucesiva elevacion de las mismas, de tal suerte que producen una vertiente interior, dando asi lugar á que se forme el recinto de un cráter de elevacion. Este cráter presenta el aspecto de una isla volcánica, cuando el fenómeno de que hablamos se efectúa en el fondo del mar, cosa que no suele ser muy comun. De este modo se ha formado el circo de Nisyros en el mar Egeo (11), y el de Palma, descrito con notable erudicion por Leopoldo de Buch. Sucede á veces que una mitad del recinto se destruye, y el mar labra en ella cuencas donde levantan sus celdillas las familias de los corales. Los cráteres de solevantamiento están con frecuencia llenos de agua aunque se hallen situados en lo interior de los continentes, y dan entonces al paisaje un carácter particular y un aspecto sumamente pintoresco. Su formacion es independiente de la naturaleza de los terrenos: se producen igualmente en el basalto que en el traquito, en el porfiro leucitico (Somma), ó en las mezclas de augita y de labrador análogas á la dolerita; y de aquí el que ofrezcan los bordes de los cráteres tan grande variedad de formas. «Estos recintos no presentan señal alguna de erupcion, en ellos no hay abierta comunicacion permanente con un foco subterráneo, y es raro encontrar vestigios, ni en el interior, ni en las cercanias de estos cráteres, de una actividad volcánica todavía en accion. Las fuerzas que producen efectos tan considerables han debido permanecer acumuladas por largo tiempo y hundirse en el interior, antes de vencer la resistencia que oponia la presion de la masa superior, y de haber podido levantar, por ejemplo, nuevas islas sobre el nivel del mar, quebrando rocas de formacion granítica y conglomerados (capas de toba que contienen plantas marinas). Los vapores fuertemente comprimidos se escapan por estos cráteres; pero la enorme masa asi levantada vuelve á caer, y cierra inmediatamente la abertura que originó aquel violento esfuerzo, de suerte que no llega á constituirse un volcan (12)

Un volcan propiamente dicho, no existe sino allá donde hay una comunicacion permanente del interior del globo con la atmósfera. Entonces, la reaccion del interior contra la superficie procede por largos periodos, pudiendo estar interrumpida durante siglos y reproducirse enseguida con nueva energía, como antiguamente acaeció en el Vesubio (Fisove) (13). En Roma pensábase ya en tiempo de Neron en colocar al Etna entre los volcanes que se apagan poco á poco (14); mas tarde afirmó Eliano que su vértice se hundia porque los navegantes no lo distinguian ya de tan lejos como otras veces (15). Si los indicios de la primera erupcion subsisten, y se conserva intacta la armazon primitiva, entonces el volcan se alza del centro de un cráter de levantamiento, y el cono de erupcion está rodeado de una muralla circular de rocas cuyo asiento ha sido fuertemente empujado hácia arriba. Algunas vcces, no se encuentran vestigios del recinto que formaba esta especie de círculo, y en tales casos el volcan cuya figura no es siempre circular, se levanta inmediatamente sobre una meseta á la manera de prolongada cumbre; tal es el Pichincha, al pie del cual está construida la ciudad de Quito.

Asi como la naturaleza de las rocas, es decir, la mezcla ó la asociacion de las especies minerales simples que se reúnen para formar el granito, la roca y el micasquisto, ó el traquito, el basalto y la dolerita, no depende de nuestros climas actuales, y permanece idéntica en todas las latitudes, asi tambien vemos que por do quiera las mismas leyes presiden al órden de superposicion de las capas que componen la corteza terrestre, á sus mútuas penetraciones y á los efectos de su levantamiento. Cabalmente en el aspecto de los volcanes, es donde se ha puesto de manifiesto esta identidad general de forma y de estructura. Cuando el navegante alejándose de su patria llega á otros cielos, en donde estrellas desconocidas sustituyen á las constelaciones que acostumbraba ver, encuentra en las islas y mares apartados palmeras, arbustos nuevos para él, y las especies raras de una flora exótica; pero la naturaleza inorgánica le ofrece siempre parajes que le recuerdan las cúpulas redondeadas de las montañas de la Auvernia, los cráteres de levantamiento de Canarias ó de las Azores, el Vesubio y las grietas eruptivas de la Islandia. Basta dirigir una mirada al Satélite de nuestro planeta, para comprender la analogía que acabamos de señalar. Los mapas de la Luna, dibujados con ayuda de medianos telescópios, nos enseñan la superficie de este astro sembrada de vastos cráteres de levantamiento rodeados de eminencias cónicas ó encerrados en los recintos circulares que las mismas constituyen. Es imposible desconocer aquí, los efectos de una reaccion del interior del globo lunar contra las capas esteriores, reaccion eminentemente favorecida por la escasa pesantez que reina en la superficie de nuestro Satélite.

Si á los volcanes se llama con justa razon en muchas lenguas montañas ignívomas, no por ello deduciremos que estas montañas se hayan formado siempre por la acumulacion incesante de corrientes de lava. Su composicion parece mas bien resultar en general de un levantamiento brusco de las masas reblandecidas de traquito, ó de augita mezclada con labrador. La altura del volcan dá la medida de la fuerza que lo ha producido. Hay tanta variedad en esta altura, que ciertos cráteres tienen apenas las dimensiones de una simple colina (tal es el volcan de Cosima, una de las kuriles japonesas), en tanto que en otros paisajes se ven conos de 6,000 metros de elevacion. La altura de los volcanes, me ha parecido que ejerce una grande influencia en sus erupciones; y que su actividad esta en razon inversa de su altura. Consideremos en efecto, la serie siguiente: el Estromboli (707 metros); en la provincia de Quiros, el Guacamayo, que truena casi todos los dias, (yo lo he oido frecuentemente en las inmediaciones de Quito, á una distancia de 16 miríametros); el Vesubio (1181 metros); el Etna (3313 metros); el Pico de Tenerife (3711 metros); el Cotopaxi (5812 metros). Si los focos de todos estos volcanes estuvieran situados á la misma profundidad, es evidente que la fuerza necesaria para elevar la masa de lava en fusion hasta sus repectivos vértices, debe crecer en proporcion de sus alturas. No ha de sorprendernos pues que el mas bajo de todos, el Estromboli se halle en plena actividad desde los tiempos de Homero, y sirva aun hoy de faro á los navegantes, en tanto que volcanes seis ú ocho veces mas elevados parecen condenados á largos intervalos de inaccion. Tales son, en su mayor parte, los colosos que coronan las cordilleras, cuyas erupciones se renuevan apenas una vez por siglo. Esta ley de que hablo marcada por mí hace tiempo, tiene á la verdad algunas escepciones, pero creo que pueden resolverse todas las dificultades admitiendo que la comunicacion del cráter con el foco volcánico, no es siempre igualmente libre y contínua en todos los volcanes. Por otra parte, concíbese que el canal de comunicacion de un volcan poco elevado pudiera obliterarse durante un cierto tiempo, y por consiguiente disminuirse sus erupciones sin que de aquí se deduzca su próxima estincion.

Las precedentes consideraciones acerca de la relacion que existe entre las alturas absolutas de los volcanes y la frecuencia de las erupciones, nos conducen naturalmente al exámen de las causas que determinan el derrame de la lava en tal ó cual punto de una montaña volcánica. Rara vez se verifica la erupcion por el cráter mismo, antes bien se efectúa por aberturas laterales situadas hácia aquellos puntos en que la pared de la montaña ofrece menos resistencia: observacion ya hecha sobre el Etna, el siglo XVI, por un jóven que fue mas tarde el célebre historiador Bembo (16). Fórmanse alguna vez conos de erupcion en estas grietas laterales, que han sido tenidos cuando grandes por nuevos volcaues, por mas que su direccion comun con la de la grieta que le cierra, demuestra lo contrario. Los conos menos elevados toman una forma redondeada semejante á la de las campanas ó las colmenas, y se hallan reunidos en grupos en grandes estensiones de terreno. Tales son los hornitos de Jorullo (17), los conos que surgieron de los costados del Vesubio durante la erupcion de octubre de 1822, los del volcan de Awatcha, segun Postéis, y los de Lavendfeld cerca de las montañas Baidares en el Kamtschatka, segun Erman.

En vez de estar libres y aislados en medio de las llanuras, pueden los volcanes hallarse rodeados como los de la doble cadena de los Andes de Quito, de una meseta de 3 ó 4,000 metros de elevacion. Esta circunstancia bastaria quizás para esplicar los fenómenos particulares de aquellos volcanes que no vomitan nunca lava, aun en medio de formidables erupciones de escorias incandescentes, y de esplosiones que se ojen á mas de cien leguas (18). Tales son los volcanes de Popayan, los de la meseta de los Pastos y los de los Andes de Quito, salvo el volcan de Antisana, único quizás que se esceptúa entre estos últimos.

Lo que da á un volcan su fisonomía particular, es en primer término: la altura del cono de cenizas; despues, la forma y la magnitud de su cráter. Pero estos dos elementos principales de la configuracion general de las montañas ignívomas, el cono de cenizas y el cráter, no dependen de ninguna manera de las dimensiones de la misma montaña. Asi, por ejemplo, la altura del cono del Vesubio es como 1/3 de la de toda la montaña, al paso que en el Pico de Tenerife aquella altura es 1/22, solamente de la altura total, no obstante que el Vesubio es de 3 veces menor elevacion que el Pico. Bajo este respecto, el Rucu-Pichincha, volcan mucho mavor que el de Tenerife, se asemeja al Vesubio.

De todos los volcanes que he visto en ambos hemisferios, el Cotopaxi es el que tiene el cono mas regular y mas pintoresco. El súbito deshielo de las nieves que le coronan anuncia la proximidad de la erupcion; y antes de subir el humo al aire enrarecido que se respira en el vértice y la abertura del cráter, las paredes del cono de cenizas llegan al estado de incandescencia, y brillan con luz rojiza, en tanto que la montaña aparece como una enorme masa negra de siniestro aspecto.

Situado casi siempre en la cima de la montaña el cráter de los volcanes, forma un valle profundo semejante á un cono truncado, cuyo fondo es casi siempre accesible á pesar de sus contínuos cambios; y aun puede decirse que la mayor ó menor profundidad del cráter es un indicio que permite juzgar si la última erupcion es ó no reciente. Largas hendiduras, de donde se escapan torrentes de humo, ó bien pequeñas escavaciones circulares llenas de materias en fusion, se abren y se cierran alternativamente en este valle. El fondo se hincha ó se hunde, y levántanse allí montecillos de escorias y conos de erupcion que surgen á veces sobre los bordes del cráter, cambiando asi el aspecto de la montaña durante años enteros; pero á la erupcion siguiente, estos conos caen y desaparecen de repente. No deben por lo tanto confundirse, como ha acontecido con harta frecuencia, las aberturas de los conos de erupcion con el cráter mismo que las contiene. Cuando este último es inaccesible á causa de su profundidad y de la vertiente de sus paredes como sucede al Rucu-Pìchincha (4,855 metros), podemos al menos colocarnos sobre el borde, y considerar los vértices del cono que se levanta desde el fondo del valle interior, rodeados de vapores sulfurosos. ¡Magnífico espectáculo! Nunca se me ha presentado la naturaleza bajo un aspecto mas grandioso que en los bordes del cráter de Pìchincha. En el intervalo de una á otra erupcion puede suceder que el volcan no produzca ningun fenómeno luminoso, y sí solo vapores de agua caliente que se escapan por las grietas: no siendo estraño encontrar en el área recalentada del cráter, montecillos de escorias á las cuales podemos aproximarnos sin peligro. En este último caso, es dado al geólogo viajero, entregarse sin temor al placer de ver en miniatura el espectáculo de una erupcion: masas de escorias inflamadas, arrojadas sin cesar por pequeños volcanes, caen sobre los lados de los montecillos, y cada esplosion se anuncia regularmente por un temblor de tierra puramente local. La lava sale algunas veces de las cavernas ó de los pozos que se forman en el mismo cráter; pero nunca llega á romper las paredes ni á esparcirse por encima de los bordes. Si tiene lugar entre tanto una ruptura en las laderas de la montaña, la lava sale entonces por ella, y la corriente ígnea sigue una direccion tal, que el fondo mismo del cráter propiamente dicho, no deja de ser accesible en la época de sus erupciones parciales. Para dar una idea exacta de estos fenómenos, tan frecuentemente desfigurados por narraciones fantásticas, hemos debido insistir en la descripcion de la forma y de la estructura normal de los montes ignivomos, cuidando sobre todo fijar el sentido de las palabras cráteres, volcanes, cono de erupcion, cuya vaguedad y diferentes acepciones han introducido tanta confusion en esta parte de la ciencia.

Les bordes del cráter están menos espuestos á variar de lo que á primera vista pudiera creerse, pues está demostrado por la comparacion de las medidas de Saussure con las mias, que en el espacio de cuarenta y nueve años (de 1773 á 1822), el borde del Vesubio situado hácia el Noroeste (Roca del Palo), ha conservado la misma altura sobre el nivel del mar, al menos dentro del límite de los errores de la observacion (19).

Los volcanes se elevan sobre la línea de las nieves perpétuas, como los de la cadena de los Andes, presentan fenómenos particulares. Las masas de nieve que los envuelven se derriten repentinamente durante las erupciones, y producen inundaciones poderosas, torrentes que arrastran en pos de sí pedazos de hielo y escorias humeantes. Estas nieves ejercen tambien una accion contínua durante el periodo de calma del volcan, por sus filtraciones incesantes en las rocas de traquito. Las cavernas que se hallan en las laderas de la montaña ó en su base, se transforman poco á poco en receptáculos subterráneos que se comunican por estrechos canales con los arroyos alpinos de la meseta de Quito. Los peces de estos arroyos se multiplican preferentemente en las tinieblas de las cavernas; y cuando las sacudidas que preceden siempre á las erupciones de las cordilleras quebrantan la masa entera del volcan, las bóvedas subterráneas, abriéndose de repente, vomitan á la vez agua, peces y fango tobáceo. A este singular fenómeno deben los habitantes de las llanuras de Quito, el conocimiento del pececillo Pimelodes Cyclopum, que ellos llaman Preñadilla (20). En la noche del 19 al 20 de junio de 1698, el vértice del monte Carguairazo de 600 metros de altura, se hundió súbitamente, escepto dos enormes pilares, últimos vestigios del antiguo cráter, dejando estéril una estension próximamente de siete leguas cuadradas, y toda ella cubierta de toba desleida y limo arcilloso (lodazales) cuajada de peces muertos. Las fiebres perniciosas que se declararon siete años despues en la ciudad de Ibarra, al norte de Quito, fueron atribuidas á la putrefaccion de un gran número de peces muertos que el volcan Imbabaru habia arrojado.

Como los fangos y las aguas no salen del cráter mismo, sino de las cavernas que existen en la masa traquítica de la montaña, su aparicion no es un fenómeno volcánico en el sentido estricto de la palabra, y solo se refiere de una manera indirecta á la erupcion del volcan. Podria decirse otro tanto de el fenómeno meteorológico singular que he descrito en otro lugar con el nombre de tempestad volcánica.

Vapores acuosos y estremadamente calientes se escapan del cráter durante la erupcion, se elevan á muchos millares de metros en la atmósfera, y forman al enfriarse una espesa nube alrededor de la columna de humo y de cenizas. Su condensacion súbita, y segun Gay-Lussac la formacion de una nube de ancha superficie, aumentan la tension eléctrica: escápanse relámpagos serpenteando del seno de la columna de cenizas; y distínguese perfectamente el retumbar del trueno y estallido del rayo en medio del ruido que se produce en el interior del volcan. Tales fueron en efecto, en los últimos dias de octubre de 1822, los fenómenos que pusieron término á la erupcion del Vesubio. Segun Olafsen, el 17 de octubre de 1755, durante la erupcion de Katlagia (Islandia), estalló un rayo de estas nubes volcánicas y mató dos hombres y once caballos.

Este cuadro general de los fenómenos volcánicos, seria incompleto, si nos limitásemos á describir su actividad dinámica y la estructura de los volcanes; réstanos, pues, arrojar una mirada sobre la inmensa variedad de sus productos materiales. Las fuerzas subterráneas destruyen las antiguas combinaciones de los elementos para formar con ellos otras nuevas, ejerciendo su accion sobre la materia liquefactada por el calor, durante todo el tiempo que permite el estado de fluidez ó de disgregacion de la misma materia. Las líquidas, ó simplemente reblandecidas, se solidifican bajo la influencia de una presion mas ó menos considerable; y esta diferencia de presion parece ser la causa principal de la que existe entre las rocas plutónicas y las rocas volcánicas. El nombre de lava se aplica á las materias fundidas que salen en prolongadas corrientes de un orificio volcánico. Cuando varias de estas corrientes se encuentran, y son detenidas por un obstáculo, se ensanchan, llenan grandes depósitos y se solidifican en ellos formando capas superpuestas. Esto es todo lo que puede decirse en general acerca de la especie de actividad volcánica de que se trata.

Fragmentos de rocas pertenecientes á los terrenos que atraviesan los volcanes, son frecuentemente arrojados al esterior con una envuelta de orígen ígneo. De esta manera he visto fragmentos angulares de sienita feldespática contenidos en la lava negra del volcan mejicano de Jorullo, lava compuesta especialmente de augita. En el Vesubio se encuentran masas de dolomia y de caliza granular que contienen magníficos grupos de minerales cristalizados (vesuvianas y granates cubiertos de meionita, de nefalina y sodalita); pero estas masas no han sido lanzadas por el Vesubio, «mas bien pertenecen á capas de toba, formacion muy estendida y mas antigua que el levantamiento del Samma ó del Vesubio, probablemente producidas por la accion volcánica submarina, cuyo foco debia estar situado á una gran profundidad (21).» Entre los productos de los volcanes que actualmente existen, se encuentran cinco metales, que son: el hierro, el cobre, el plomo, el arsénico y el selenio, descubierto este último por Stromeyer en el cráter de Volcano. Los vapores de las humerolas contienen sublimaciones de cloruro de hierro, de cobre, de plomo y de amoniaco. Grandes cantidades de hierro especular (22), y de sal marina, llenan las cavidades de las corrientes de lava reciente y tapizan las hendiduras que se forman en las paredes del cráter.

La composicion mineralógica de la lava varía segun la naturaleza de las rocas cristalinas que constituyen el volcan; segun la altura del punto en que se efectúa la erupcion (ya sea al pie de la montaña, ya mas cerca del cráter); y, por último, segun el calor mas ó menos fuerte que reina a el interior. En algunos volcanes faltan completamente varios productos vitrificados, como la obsidiana, la perlita y la pomez; en otros, estas rocas provienen del cráter, ó de puntos situados interiormente á pequeñas profundidades. El estudio de estas relaciones, importantes pero complejas, exige una gran exactitud en la análisis química ó cristalográfica. Mi compañero de viaje en Siberia, Gustavo Rose, y posteriormente Hermann Habich, han obtenido ya felices resultados en sus investigaciones acerca de la estructura de esas rocas volcánicas tan variadas.

Las emisiones gaseosas están formadas en gran parte por vapores de agua pura; se condensan y dan orígen á manantiales como los que sirven á los cabreros de la isla de Pantellaria. En la mañana del 26 de octubre de 1822 se vió salir por una hendidura lateral del cráter del Vesubio una corriente que por algun tiempo se creyó fuese de agua hirviendo; pero examinándola mas de cerca Monticelli, halló que era solo una corriente de ceniza seca, de lava reducida á polvo por el rozamiento, que corria como fina arena. La aparicion de las cenizas que se elevan en los aires arrojadas por los vapores, como una columna inmensa que oscurece la atmósfera por espacio de algunas horas y aun de dias enteros, señala ordinariamente el fin de las grandes erupciones, bañando, por decirlo así, de ceniza las hojas de los árboles, y dañando particularmente á las viñas y á los olivares.

Esta columna ascendente de ceniza es la que Plinio el Jóven describe en su célebre carta á Tácito, comparándola á un pino que no tenga mas ramas que las de la copa. Los resplandores que se divisan durante las erupciones de escorias, y el brillo rojizo de las nubes situadas por encima del cráter, no son verdaderas llamas, ni pueden atribuirse á la combustion de gas hidrógeno; son, sí, reflejos de la luz de las masas incandescentes lanzadas por el volcan á gran altura, y provienen tambien del mismo cráter, que ilumina los vapores ascendentes. En cuanto á las llamas que se han visto salir del fondo del mar, como en tiempo de Strabon, durante las erupciones de volcanes situados cerca de la costa, ó poco antes del levantamiento de una nueva isla, nada nos atrevemos á decidir.

Preguntar qué cosa quema en los volcanes, buscar lo que engendra el calor, funde los metales y las rocas, y produce las corrientes de lava de gran espesor (23) que conservan una temperatura muy elevada aun al cabo de muchos años despues de su salida del cráter, es prejuzgar ya la cuestion; pues al menos se admite implicitamente que todo volcan supone un conjunto de materias combustibles, propias para alimentar su actividad, de igual manera que los echos de carbon de piedra alimentan incendios subterráneos. Siguiendo las diversas fases que las ciencias químicas han recorrido, vemos que los fenómenos volcánicos se han atribuido sucesivamente al betun, despues á las piritas ó á una mezcla húmeda de azufre y de hierro reducidos á polvo, ya á los piróforos naturales, ya á los metales alcalinos y térreos. Apresurémonos á decir que el célebre químico sir Humphry Davy, á quien debemos el descubrimiento de los metales alcalinos, en su última obra Consolations in travel and last days of á Philosopher, libro cuya lectura inspira un profundo sentimiento de tristeza, ha renunciado espontáneamente á su hipótesis química. La densidad media de la Tierra (5,44) comparada con los pesos específicos mucho menores del potasio (0,865), del sodio (0,972), y de los metales térreos (1,2): la carencia de hidrógeno en las emanaciones gaseiformes de las hendiduras volcánicas ó de las lavas acaso calientes, y muchas otras consideraciones químicas (24), están en abierta contradiccion con las antiguas ideas de Davy y d'Ampere. Si la erupcion de las lavas diese lugar á un desprendimiento de hidrógeno ¡cuán enorme no deberia ser la masa de gas desprendido, cuando la lava que se escapa de un cráter de erupcion cubre regiones enteras y adquiere un espesor de muchos centenares de piés, donde quiera que la detiene algun obstáculo! Tales fueron, sin embargo, segun Mackenzie y Soemund Magnussen, las consecuencias de una erupcion que tuvo lugar en Islandia al pié del Skaptar-Jœkul, desde el 11 de Junio al 3 de Agosto de 1783. Por ventura, ¿querrá recurrirse para fijar la hipótesis de una combustion subterránea, á la introduccion del aire en el interior de los volcanes, ó como se dice metafóricamente, á una inspiracion de nuestro planeta? En este caso nos encontramos con dificultades análogas á las anteriores; porque si en aquella suposicion era el hidrógeno el que faltaba entre los productos de los volcanes, en esta otra es el ázoe, del cual se encuentran apenas algunos vestigios en sus exhalaciones. Una actividad tan poderosa y tan generalmente estendida en las entrañas de la Tierra, no puede tener su orígen en las reacciones químicas que se engendran al contacto de ciertas sustancias, particulares de algunas localidades. La nueva geognosia prefiere buscar la causa en el calor central de nuestro globo, cuya existencia se revela en la superficie por la temperatura que crece rápidamente con la profundidad bajo todas latitudes, y cuyo orígen se remonta á épocas cosmogónicas en que nuestro planeta mismo fue formado por la condensacion progresiva de una parte de la atmósfera nebulosa del Sol.

La ciencia de la naturaleza, lo hemos recordado muchas veces, no es una árida acumulacion de hechos aislados, ni está limitada por los estrechos términos de la certidumbre matemática, antes bien debe elevarse á miras generales y concepciones sintéticas. ¿Por qué ha de prohibirse al espíritu humano subir hácia el pasado arrancando del presente, adivinar lo que no puede demostrar, y perseguir, en fin, la solucion del problema en todo tiempo planteado á su actividad aun bajo las variadas formas de los mitos de la geognosia? Si los volcanes son para nosotros fuentes intermitentes, pero irregulares, de donde salta una mezcla fluida de óxidos metálicos, de álcalis y de tierra, bajo la poderosa presion de los vapores elásticos; y si estos manantiales ígneos corren tambien tranquilos y apacibles, allá donde las masas liquefactadas han hallado una salida permanente, ¿podemos olvidar cuan próximo estuvo Platon á estas ideas, cuando aquel gran filósofo atribuia á las erupciones volcánicas y al calor de las fuentes termales, una causa única, universalmente estendida por las entrañas de la tierra, y simbolizada por un rio de fuego subterráneo, el Pyriphlegethon (25)?

Independientes de la influencia de los climas en su modo de distribucion geográfica, hánse dividido los volcanes en dos clases esencialmente diferentes: los volcanes centrales y las cadenas volcánicas. «Los primeros forman siempre el centro de un grupo de volcanes secundarios muy numeroso y regularmente dispuestos en todos sentidos; al paso que los de las cadenas volcánicas están escalonados á cortas distancias en una misma direccion, como chimeneas que se hubieran formado sobre una gran falla. Esta segunda clase se subdivide á su vez en otras dos: ó bien los volcanes de una misma cadena se elevan del fondo del mar en forma de islotes cónicos, y entonces están ordinariamente distribuidos al pié de una cadena de montañas primitivas que corre en la misma direccion, ó bien están colocados entre la línea culminante de la cadena primitiva cuyas cimas forman (26)». El Pico de Tenerife, por ejemplo, es un volcan central, y el centro de un grupo al cual pertenecen las islas volcánicas de Palma y Lanzarote. El inmenso baluarte natural que se estiende desde el Chile meridional hasta la costa Noroeste de América, ya simple, ya dividida en dos ó tres ramales paralelos, reanudados de trecho en trecho por estrechas articulaciones trasversales; la cadena de los Andes, en una palabra, nos ofrece en gran escala el ejemplo de una cadena volcánica, colocada en tierra firme. En esta cadena la proximidad de los volcanes activos se anuncia constantemente por la brusca nivelacion de ciertas rocas (dolerita, melafiro, traquito, anderita, porfiro diorítico) que han atravesado las primitivas, los terrenos de transicion formados de arcilla ó greda y los estratos recientes. De esta observacion deduje yo, hace ya tiempo, que las rocas esporádicas que acabo de enumerar han sido la base del fundamento de los antiguos fenómenos volcánicos y causa determinante de las erupciones. Al pié del poderoso Tunguragua, cerca de Ponipe (á orillas del Rio-Puela) vi claramente por primera vez una roca volcánica que atravesó una capa de micasquisto asentada sobre el granito.

Cuando los volcanes de las cadenas volcánicas del nuevo Continente están muy próximos, existe entre ellos una cierta conexion. La actividad volcánica parece propagarse lentamente en el Perú, de muchos siglos á esta parte, en direccion de Sud á Norte. El foco general se estiende por debajo de toda la meseta que forma la provincia de Quito (27), abriéndose aquí y allí respiraderos que establecen comunicaciones entre este foco y la atmósfera: tales son los volcanes de Pichincha, de Cotopaxi y de Tunguragua; sus elevadas cimas y distribucion pintoresca forman el cuadro mas grandioso que se puede encontrar en region volcánica tan cerrada. Las estremidades de estas cadenas volcánicas se hallan pues ligadas entre sí por comunicaciones subterráneas; y las numerosas pruebas que justifican este aserto recuerdan una frase muy notable de Séneca, que dice: «un cráter no es mas que la salida de las fuerzas volcánicas que obran á gran profundidad (28).» Una dependencia mútua enlaza los volcanes de la meseta mejicana, el Orizaba, el Popocatepell, el Jorullo y el Colima, situados todos en la misma direccion sobre una gran falla que se estiende trasversalmente de un mar á otro, entre los 18° 59' y 19° 12' de latitud septentrional. Precisamente en esta direccion, reconocida y señalada por mí (29), sobre la misma falla, fué donde surgió el volcan de Jorullo el 29 de Setiembre de 1759 á 513 metros sobre las llanuras que le rodean. Solo una vez ha vomitado lava este volcan, así como el monte Epomeo, en la isla de Ischa, que tampoco tuvo mas que una erupcion hácia el año 1302.

Pero si el Jorullo, situado á 15 miriámetros de todo volcan activo, puede pasar por una montaña nueva, en la verdadera acepcion de esta palabra, no debe su aparicion, sin embargo, asemejarse á la del Monte-Nuovo (19 de setiembre de 1538), que no es mas que un simple cráter de levantamiento. En mi opinion es mas exacta y mas natural la comparacion, que ya antes habia yo hecho, de la súbita ereccion del volcan mejicano, con el levantamiento volcánico del pico de Metonia (hoy Metana) en la Península de Trezena. Este último fenómeno, descrito por Strabon y por Pausanias, dió orígen en la brillante imaginacion de un poeta romano á consideraciones que sorprenden por su admirable afinidad con las ideas actuales, «Cerca de Trezena se alza un pico árido y escarpado que antes era una llanura y ahora se halla convertido en colina. Los vapores encerrados en sombrías cavernas en vano buscaban una salida; mas á su poderoso esfuerzo inflóse el suelo como una vegiga que se llena de aire, ó como un odre hecho con piel de cabra. La Tierra así levantada, ha conservado la forma de una alta colina, trocada por el tiempo en duro peñasco.» El Pico de Metonia se elevó entre Trezena y Epidaura en un sitio en que Eussegger encontró venas de traquito; y su formacion se remonta á 282 años antes de nuestra Era, es decir, á 45 años antes de la separacion volcánica de Tera (Santorin) y de Terasia. Añadiremos que cuantos hechos análogos son hoy del dominio de la ciencia justifican la poética descripcion que nos ha dejado Ovidio de aquel suceso tan grande como natural (30). La mas importante de todas las Islas eruptivas que son parte de cadenas volcánicas, es Santorin. «Santorin es el tipo completo de las islas de levantamiento. Desde 2,000 años acá, tan lejos como la historia y la tradicion pueden remontarse, se está viendo á la naturaleza trabajar sin descanso para abrir un volcan en medio del cráter de levantamiento» (31). En la isla de San Miguel, una de las Azores, pasan tambien fenómenos semejantes, que se reproducen en periodos de ochenta á noventa años (32)); pero el solevantamiento del fondo del mar no ha ocurrido siempre en los mismos parajes. La Isla Sabrina, llamada asi por el capitán Tillard, apareció el 30 de enero de 1811, si bien los sucesos políticos de aquella época no permitieron por desgracia á las potencias marítimas de la Europa Occidental prestar á este gran fenómeno toda la atencion de que fué objeto mas tarde (33) la efímera aparicion de la Isla Ferdinandea, ocurrida en 2 de julio de 1831 en el mar de Sicilia, entre las costas calizas de Seiacca y la isla volcánica de Pantelaria.

El gran número de volcanes activos situados en las islas ó en las costas, y las erupciones submarinas que se producen todavía de tiempo en tiempo, han hecho pensar que la actividad volcánica está subordinada á la proximidad del mar, y háse creido que la una no podia desarrollarse ni durar sin la otra. «El Etna y las islas Eólicas, dice Justino (34), ó mas bien Trogue Pompeyo estractado por Justino, arden desde hace ya muchos siglos, ¿pues como este fuego podria durar tanto tiempo si el mar no lo alimentara?» Aceptando estas ideas antiguas como punto de partida, se ha procurado últimamente fundar toda la teoría de los volcanes sobre la hipótesis de la introduccion de las aguas marinas en sus focos, es decir, en las capas mas profundas de la corteza terrestre. Esta teoría produjo una discusion muy complicada; mas sin embargo, despues de bien considerados los datos que actualmente posee la ciencia, paréceme que el debate podia reasumirse en las cuestiones siguientes: ¿Los vapores acuosos que incontestablemente exhalan los volcanes en gran cantidad, aun en sus periodos de reposo, provienen de las aguas saladas del mar ó de las aguas dulces meteóricas? ¿La fuerza de espansion del vapor de agua que se desarrolla á diversas profundidades en los focos de los volcanes (á poco mas de 28,600 metros de profundidad esta fuerza seria igual en 2,800 veces á la de la atmósfera), puede formar equilibrio con la presion hidrostática de las aguas del mar, y permitirla en ciertos casos un libre acceso á los focos volcánicos(35)? ¿La produccion de una gran cantidad de cloruros metálicos; la presencia de la sal marina en las hendiduras de los cráteres, y la del ácido hidroclórico libre en los vapores acuosos que se desprenden de aquellos, suponen necesariamente la intervencion de las aguas del mar? ¿La inactividad de los volcanes, ya temporal, ya permanente y definitiva, está determinada por la obliteracion de los canales que primitivamente han conducido hácia sus focos las aguas del mar ó las aguas meteóricas? Finalmente y sobre todo ¿como conciliar la carencia de llamas y la falta de gas hidrógeno durante el periodo de actividad, con la hipótesis que atribuye esta actividad á la descomposicion de una enorme masa de agua? (no hay que perder de vista que el desprendimiento de hidrógeno sulfurado es propio de las sulfataras, mas bien que de los volcanes activos).

Debo circunscribirme á plantear estas importantes cuestiones de física general, porque su discusion no cabe en los límites de esta obra. Pero puesto que se trata de la distribucion geográfica de los volcanes, séame permitido al menos restablecer en su integridad los hechos que no se han tenido suficientemente en cuenta, al suponer que la proximidad del mar es una condicion necesaria á la actividad volcánica. Hállanse en el nuevo mundo tres volcanes, el Jorullo, el Popocatepell, y el volcan de la Fragua, situados respectivamente á 15, 25, y 29 miríametros de las costas del Océano. En el Asia central casi á igual distancia del mar glacial y del Océano Indico (á 273 y 284 miríametros), se estiende una gran cadena de montañas volcánicas, el Thian-Chan, ó montañas celestes, señaladas á la atencion de los geólogos por Abel Remusat (36), de la que forman parte el Pé-chan, que arroja lava, la sulfatara de Urum-tsi, y el volcan, aun activo, de Turfan (Hotsen). El Pé-chan está situado á 250 miríametros del mar Caspio, á 32 y 39 miríametros de los grandes lagos de Issikul y de Balkasch (37); los escritores chinos han descrito sus erupciones, que en el siglo 1.° y en el 7.° de nuestra Era devastaron los países limítrofes; es imposible dejar de reconocer las corrientes de lava, cuando dicen: «Las masas de piedra fundida, no menos fluidas que la manteca derretida, corrian por una estension de 10. li». Finalmente entre las cuatro grandes cordilleras paralelas, el Altai, el Thian-chan, el Kouen-lun, y el Himalaya que atraviesan de Este á Oeste el continente Asiático, las dos interiores, situadas á 297 y 134 miríametros del mar, son cabalmente las que poseen volcanes que vomitan fuego como el Etna y el Vesubio, y exhalan vapores amoniacales, como los volcanes de Guatemala, mientras que no existe ninguno en las cordilleras mas próximas del mar, en el Himalaya. Los fenómenos volcánicos no dependen, pues, de la proximidad del mar, en el sentido de que deban su orígen á la introduccion de las aguas en las regiones subterráneas; que si las costas al parecer ofrecen favorable asiento á las erupciones, es en razon de que forman los bordes de profundas llanuras ocupadas por el mar, y de que estos bordes cubiertos solamente por las capas de agua, y situados á mayor abundamiento á algunos miles de metros bajo el nivel del interior de los continentes, deben presentar en general á la accion de las fuerzas subterráneas, mucho menos resistencia que la tierra firme.

La formacion de los volcanes actuales cuyos cráteres establecen una comunicacion permanente, entre la atmósfera y el interior del globo, no debe ser de época muy remota, porque las capas de creta mas elevadas, como todas las formaciones terciarias, existian antes que estos volcanes, como lo demuestran las erupciones de traquito y los basaltos que constituyen por lo comun las paredes de los cráteres de levantamiento. Los melafiros se estienden hasta las capas medias terciarias, pero empieza ya á mostrarse bajo de la formacion jurasica, puesto que atraviesan los abigarrados asperones (38). Conviene no confundir los cráteres actualmente en accion, con las erupciones anteriores de granito, de porfiros cuarzosos, y de eufótida, que se efectuaron por las fallas del antiguo terreno de transicion.

La actividad volcánica puede desaparecer completamente, como ha sucedido en Auvernia; algunas veces cambia de lugar y busca otra salida en la mismas cadenas de montañas, y entonces la estincion no es mas que parcial. Sin necesidad de remontarnos mas allá de los tiempos históricos, encontramos ejemplos de estincion total mucho mas recientes que los de la Auvernia. En efecto, el Mosychlos (39), volcan situado en la isla consagrada á Vulcano, y cuyos «torbellinos de llamas» cita Sófocles, está en la actualidad apagado: y otro tanto puede decirse del volcan de Medina, que, segun Burckhardt, vomitó el último torrente de lava el 2 de Noviembre de 1276. Cada fase de la actividad de los volcanes desde su nacimiento hasta su estincion, está caracterizada por productos diferentes. En primer lugar vomita el volcan escorias incandescentes, corrientes de lava formada de traquito, pírogeno y obsidiana, fragmentos de piedra pómez y de lava reducida á cenizas, acompañados de un desprendimiento considerable de agua casi siempre pura. Mas tarde el volcan llega á convertirse en solfatara, y los vapores acuosos que arroja van mezclados de hidrógeno sulfurado y ácido carbónico. Finalmente, el cráter mismo se enfria enteramente, y solo exhala gas ácido carbónico. Existe, sin embargo, una especie singular de volcanes, tales como el Galunggungo de Java, que no vomitan lava, sino torrentes devastadores de agua hirviendo cargados de azufre en combustion y de rocas reducidas á polvo (40). Antes de decidir si su estado actual es un estado normal ó una simple modificacion pasagera de la actividad volcánica, es necesario esperar á que hayan sido examinados por geólogos iniciados en las doctrinas de la química moderna.

Hemos llegado al término de la descripcion general de los volcanes, una de las mas importantes manifestaciones de la actividad interior de nuestro planeta; descripcion fundada parte en mis propias observaciones, y parte en los trabajos de mi amigo Leopoldo de Buch, el mejor geólogo de nuestra época, y el primero que ha reconocido la íntima conexion y dependencia mútua de los fenómenos volcánicos. Estos trabajos me sirvieron de guia, principalmente en lo que se refiere á los contornos generales.

Durante mucho tiempo se ha considerado la vulcanicidad (reaccion del interior de un planeta contra su corteza) como un fenómeno aislado, como una fuerza local, notable únicamente por su potencia de destruccion. Estaba reservado á la nueva geonesia colocarse en un punto de vista mas elevado y estimar á las fuerzas volcánicas como formando nuevas rocas, ó como modificando las preexistentes. Bajo el punto de vista que hemos ya señalado, dos ciencias diferentes, la parte mineralógica de la geognosia (estructura y sucesion de las capas terrestres), y el estudio geográfico de la forma de los continentes y de los archipiélagos levantados sobre el nivel del mar, vienen á confundirse en una sola y única doctrina: la de la vulcanicidad. Si la ciencia ha logrado reducir así á una sola concepcion dos grandes clases de fenómenos, débelo á la direccion verdaderamente filosófica que siguen hoy todos los geólogos. Las ciencias proceden en su marcha como los grandes intereses políticos de la humanidad; es decir, que tienden incesantemente á llevar á la unidad las partes que han permanecido separadas largo tiempo.

Las rocas pueden clasificarse, segun sus diferencias de estructura ó de superposicion, en estratificadas y no estratificadas, en laminosas y compactas, en normales y anormales; pero cuando se trata de descubrir por el estudio de los fenómenos que se producen aun á nuestra vista, de qué manera han sido formadas las rocas y modificadas despues, vemos que pueden distribuirse en cuatro especies fundamentales, conviene á saber:

1.° Rocas de erupcion, salidas del interior de la tierra, ya volcánicamente en estado de fusion, ó plutónicamente en estado de reblandecimiento mas ó menos fuerte.

2.° Rocas de sedimento, precipitadas ó depositadas del fondo de un medio líquido, en el cual estaban primitivamente disueltas ó en suspension. Tal es la mayor parte de los grupos secundario y terciario.

3.° Rocas transformadas (metamórficas), cuya testura y modo de estratificacion han sido alterados ya por el contacto ó por la proximidad de una roca de erupcion plutónica ó volcánica (rocas endógenas) (41), ó por la accion de los vapores y de las sublimaciones (42) que acompañan la salida de ciertas masas en estado de fluidez ígnea, que es el modo de alteracion mas frecuente.

4.° Rocas conglomeradas ó simplemente conglomerados, (asperones de granos finos ó bastos, y algunos mármoles). Los cuales se componen de restos de las tres clases precedentes mecánicamente divididas.

Estas cuatro especies de rocas se producen todavía á nuestra vista por el derramamiento de masas volcánicas en Corrientes estrechas, por la accion de estas masas sobre las rocas antiguas, por la separacion mecánica ó química de las materias suspendidas ó disueltas en aguas cargadas de ácido carbónico, y finalmente, por la cimentacion de los detritos de las rocas de cualquier naturaleza. Pero todo esto no es sino un pálido reflejo de lo que ha pasado durante el período caótico del mundo primitivo; siendo entonces muy diferentes las condiciones de calor y de presion, la actividad de nuestro globo se desarrollaba con mas energía en un suelo menos resistente y en una atmósfera mas estensa y mas cargada de vapores. Hoy, las enormes fracturas de la corteza terrestre han desaparecido; los anchos huecos de las capas superficiales ya consolidadas, se han llenado de cadenas de montañas levantadas y empujadas al esterior por las fuerzas subterráneas ó las rocas de erupcion (el granito, el pórfiro, el basalto, y el meláfiro); y apenas han quedado sobre una estension tal como la de Europa, cuatro aberturas, cuatro volcanes por donde puedan hacer irrupcion las materias ígneas. En otro tiempo, la corteza naciente fracturada en todos sentidos, poco compacta á la sazon y sometida á fluctuaciones continuas que ya la levantaban, ya la deprimian, dejaba comunicar casi por todas partes la masa interior en fusion con la atmósfera; y los efluvios gaseosos, cuya naturaleza química debia variar tanto como las profundidades de donde se escapaban, venian á dar como una vida nueva á los desarrollos sucesivos de las formaciones plutónicas ó metamórficas. Lo que acabamos de decir acerca del período ígneo, puede tambien aplicarse á la época en que se formaron los terrenos de sedimento. Las capas de travertino que se depositan diariamente en Roma, como en Hobert-Town, en Australia, nos dan la imágen, pero una imagen muy debilitada, de la formacion de los terrenos fosilíferos. Bajo influencias todavía poco conocidas, nuestros mares actuales producen incesantemente por vía de precipitacion, de aluviones y de cimentacion, en las costas de Sicilia, en las de la isla de la Ascension y en la laguna del rey Jorje (Australia), pequeños bancos calcáreos, en los cuales ciertas partes han adquirido una dureza comparable á la del mármol de Carrara (43). Estas formaciones del Océano actual han sepultado en las costas de las Antillas productos de la industria humana, y hasta esqueletos de la raza caribe (en Guadalupe). Los negros de las colonias francesas llaman á estas formaciones maconne-bon-Dieu (44). Háse encontrado en una de las islas Canarias, la de Lanzarote, una pequeña capa de oolita, que á pesar de su novedad recuerda el calcáreo de Jura, y es producto del mar y de las tempestades (45).

Las rocas compuestas son asociaciones determinadas de ciertos minerales simples, tales como el feldespato, la mica, la sílice, la augita y la nefelina. Los volcanes producen aun á nuestra vista rocas semejantes á las del mundo primitivo, si bien los elementos están agrupados diferentemente en las unas y las otras. Hemos dicho mas arriba (46) que no existe ninguna relacion entre los caracteres mineralógicos y la distribucion geográfica de las rocas; y en efecto, el geólogo se admira al ver en las zonas mas distantes del Norte y del Sud del Ecuador, repetirse los menores detalles en la disposicion alternada de las capas siluricas, y reproducirse los mismos efectos al contacto de las masas augíticas de erupcion. Consideremos ahora mas inmediatamente las cuatro clases fundamentales de rocas (clases correspondientes á cuatro fases de formacion) que nos presentan las capas estratificadas ó macizas de la corteza terrestre. Y ante todo, entre las rocas endógenas ó de erupcion que la geognosia moderna ha designado bajo los nombres de rocas macizas y anormales, encontramos varios productos de la accion inmediata de las fuerzas subterráneas, cuyos grupos principales pasamos á enumerar, y son los siguientes:

El granito y la sienita, que pertenecen á épocas muy diferentes, no obstante lo cual el primero atraviesa por lo comun á la segunda (47), en cuyo caso es su orígen mas reciente que la fuerza que ha introducido el levantamiento de la sienita. Cuando el granito aparece en grandes masas aisladas bajo la forma de elipsoides, ligeramente abovedados, ya sea en el Hartz, en el Mysora ó en el Bajo Perú; siempre tiene sobre sí una corteza dividida en pedazos. Esta especie de mar formado de rocas debe su orígen probablemente á la contraccion de la superficie primitiva del granito (48). En el Asia septentrional (49), sobre las orillas pintorescas del lago Kotivan (Altay), como sobre las vertientes de la cordillera marítima del Caracas, en las Trincheras (50), he visto tambien hiladas de granito cuyas divisiones provienen sin duda de una contraccion análoga; pero me ha parecido que esta estructura se estendia profundamente por debajo de tierra. El aspecto de las rocas de erupcion sin vestigios de gneiss, que he encontrado en las fronteras de la provincia china de Ili (al Sur del lago Kolivan, entre Buchtarminok y el rio Narym), me sorprendió estraordinariamente; nunca habia visto nada semejante en las demás partes del mundo. El granito, siempre desconchado en la superficie, siempre caracterizado por divisiones prismáticas, se eleva en la estepa, ya en pequeños montecillos hemisféricos de dos ó tres metros de altura á lo sumo, ya como el basalto, en forma de copa, cuya base presenta dos estribos estrechos diametralmente opuestos (51). Tanto en las cataratas del Orinoco como en el Fichtelgebirge (Seissen), en Galicia como sobre el Papagallo (entre el mar del Sud y las llanuras de Méjico), he visto el granito en grandes globos achatados que presentaban divisiones concéntricas, semejantes á las de ciertos basaltos. En el valle de Irlysch, entre Buchtarminsk y Ustkaminogorsk, el granito cubre el esquisto arcilloso de transicion en una longitud de cerca de un miriámetro (52), y envia á esta capa de arriba á abajo estrechas venas que se ramifican y terminan en afiladas puntas.

Cito estos detalles con el único objeto de hacer resaltar por medio de algunos ejemplos el carácter fundamental de las rocas de erupcion, tomándolos de una de las que mas generalmente esparcidas se hallan en la naturaleza. Así como el granito cubre á la arcilla en la Siberia y en el departamento del Finisterre (isla de Mihau), cubre tambien el calcáreo jurásico en las montañas de Oisans (Fermonts) á la sienita, y en medio de esta roca á la creta de Weinbœhla en Sajonia (53). En el Oural, en Mursinsk, el granito es poroso, y sus células están llenas como las celdas y las hendiduras de las rocas volcánicas recientes, de magníficos cristales, y principalmente de berilos y topacios.

El porfiro cuarzoso, que se une con frecuencia en forma de ganga á las demás rocas. La pasta es ordinariamente una mezcla de menudos granos de los mismos elementos que se encuentran diseminados en gruesos cristales. En el pórfiro granítico, muy pobre de cuarzo, la pasta feldespática es casi granular como especie de hojas (54).

Los grunsteins, las dioritas, mezcla granular de albita blanca y de anfíbol de un verde negruzco, que forman los pórfiros dioríticos cuando los cristales de albita están repartidos en una masa compacta. Estos grunsteins, ya puros, ya mezclados con hojas intercaladas de diálage (Fichtelgebirge) en cuyo caso se convierten en serpentina, se injectan algunas veces entre los antiguos estratos del esquisto arcilloso verde, en donde forman lechos, y atraviesan mas frecuentemente el suelo á modo de filones, ó se levantan en cúpulas, análogas de todo punto á las del basalto y porfiro (55).

El hipersthenfels, que es una mezcla granular de labrador y de hiperstene.

La eufótida y la serpentina, en las cuales se encuentra á veces el diálage reemplazado por cristales de augita y uralita, presentando entonces el aspecto de una roca mas comun, casi diria, de una roca de erupcion mas activa, del porfiro augítico (56).

El melafiro y los pórfidos de cristales de augita, de uralita y de oligoklas, á cuya última especie de porfiro pertenece el puro verde antiguo, tan célebre por el uso que de él se hacia en las artes.

El basalto con la olivina y sus elementos, que, tratados por los ácidos, dan precipitados gelatinosos, la fonolita (porfiro arcilloso), el traquito y la dolerita: la primera de estas rocas está en parte dividida en placas delgadas; la segunda presenta siempre la estructura que dá á estas dos rocas, aun en grandes estensiones, la apariencia de una especie de estratificacion. Segun Girard, la mesotipa y la nefelina tienen ana parte importante en la composicion y contestura interna de las masas basálticas. La nefelina del basalto recuerda al geólogo la miascita de las montañas del Ilmen en el Oural (57), mineral que se ha confundido con el granito y que contiene á las veces circonia; tambien semeja la nefelina pirogénica descubierta por Gumprecht cerca del Lobau y de Chemnitz.

La segunda clase de rocas, las rocas de sedimento, comprenden casi todas aquellas formaciones que en otro tiempo se designaron con los nombres sistemáticos, aunque incorrectos, de formaciones planas, formaciones de transicion, formaciones secundarias y terciarias. Si las rocas de erupcion no hubieran levantado la corteza terrestre, ni los temblores de tierra que ocasionaron, trastornado las combinaciones sedimentarias, la superficie de nuestro planeta se compondría de capas horizontales, regularmente dispuestas las unas sobre las otras. Desprovista en tal suposicion de las cordilleras de montañas, cuyas vertientes reflejan, por decirlo así, desde la base hasta el vértice y merced á la graduacion pintoresca de las especies vegetales, la escala de las temperaturas decrecientes de la atmósfera, apenas la superficie de los continentes ofreceria mas desigualdades que tal cual torrentera ó montecillo formado por la acumulacion de algunos detritos, productos insignificantes de la fuerza de erosion y de transporte de masas corrientes de agua dulce; del uno al otro polo la superficie monótona de la tierra presentaria el triste espectáculo de las llanuras de la América del Sud, ó de las estepas del Asia Septentrional, y veríamos por doquiera la bóveda celeste descansando inmediatamente sobre las llanuras, y á los astros saliendo de un horizonte uniforme, como del seno de un mar sin orillas. Pero ni aun el mundo primitivo ha presentado por todas partes este aspecto, ó por lo menos el estado de cosas que acabamos de describir no ha podido ser duradero, porque en todas las épocas las fuerzas subterráneas han obrado para modificarle.

Los terrenos de sedimento han sido precipitados del seno de las aguas, ó simplemente depositados, segun que su materia constitutiva, el calcáreo ó el esquisto arcilloso, se encontraba químicamente disuelta en el medio líquido, ó en estado de mezcla ó de suspension. Cuando llegan á precipitarse las tierras disueltas en el agua, merced á un esceso de ácido carbónico, su descenso y su acumulacion en capas están esclusivamente arregladas por las leyes ordinarias de la mecánica. Observacion que no deja de tener importancia para el estudio del hundimiento de los cuerpos orgánicos en las capas calcáreas en que se efectúa la petrificacion. Es probable que los mas antiguos sedimentos de los terrenos de transicion, ó de los terrenos secundarios, se hayan formado en aguas mantenidas á una temperatura bastante elevada por el fuerte calor que reinaba entonces en la superficie de la tierra; y solo en este punto de vista, es permitido decir que las fuerzas plutónicas han obrado sobre las capas sedimentarias, especialmente sobre las mas antiguas, si bien estas capas parecen haberse endurecido y adquirido su estructura esquistosa, bajo la influencia de una gran presion, en tanto que las rocas salidas del interior (el granito, el porfiro ó el basalto), se han solidificado por medio de enfriamiento. Las aguas primitivas, al ir descendiendo lentamente de su elevada temperatura, absorbieron en mayor cantidad el gas ácido carbónico de que la atmósfera estaba sobrecargada, y pudieron por lo tanto tener en disolucion mayores masas de calcáreo.

Hé aquí la enumeracion de las capas de sedimento, de la cual escluiremos todas las capas exógenas que provienen de la acumulacion mecánica de las arenas ó de los guijarrales:

El esquisto arcilloso de los terrenos de transicion inferiores y superiores, que comprenden las formaciones silúrica y devoniana, desde las capas inferiores del sistema silúrico, antes llamadas formaciones cámbricas, hasta la capa mas elevada del antiguo asperon rojo ó de la formacion devoniana, capa inmediata al calcáreo de montaña.

Los lechos de carbon de piedra.

Los calcáreos intercalados en las formaciones de transicion y en las capas de carbon; el zechstein, el calcáreo conchífero, la formacion jurásica, la creta y todos los terrenos del grupo terciario que no pueden clasificarse, ni entre los asperones ni entre los conglomerados.

El travertino, el calcáreo de agua dulce, las concreciones silíceas de los manantiales termales, las formaciones producidas, no por la presion de grandes masas de aguas marinas, sino casi al aire libre en los bajos de los pantanos y de los pequeños rios.

Los bancos de infusorios, dato geológico de gran trascendencia, en razon á que nos revela la influencia que la actividad orgánica de la naturaleza ha ejercido en la formacion de los terrenos; descubrimiento muy reciente que debe la ciencia á los trabajos de mi ingenioso amigo Ehrenberg, uno de mis compañeros de viaje.

Parece que en este exámen, aunque rápido completo, de los elementos mineralógicos de la corteza terrestre, hubiéramos debido colocar, inmediatamente despues de las rocas simples de sedimento, los conglomerados y los asperones que son tambien, por lo menos en parte, sedimentos separados de un medio líquido y que alternan en los terrenos de transicion y en las capas fosilíferas con el esquisto arcilloso y con la creta. Pero los conglomerados y los asperones no se componen solamente de restos de rocas de erupcion y de sedimento, antes contienen tambien detritos de cuarzo; de micasquisto y de otras masas matamórfosis; y por lo tanto, éstas últimas rocas deben componer la tercera clase de las formas fundamentales.

La roca endógena ó de erupcion (el granito, el porfiro y el melafiro) no es un agente esclusivamente dinámico; pues no tan solamente levanta ó conmueve las capas suprayacentes, elevándolas ó rechazándolas hácia los lados, sino que modifica profundamente las combinaciones químicas de sus elementos y la naturaleza de su tejido interior, dando así orígen á nuevas rocas, cuales son: el cuarzo, el micasquito y el calcáreo sacaróide (mármol de Carrara y de Paros). Los antiguos esquistos de transicion, de formacion silúrica ó devoniana, el calcáreo belenítico de la Tarentesia, el macigno (asperon calcáreo) pardo y blanco que contienen algas marinas, que se encuentran en el Apenino septentrional, toman con frecuencia despues de su trasformacion una nueva estructura y un brillo que los hacen casi desconocidos. La teoría del metamorfismo se haya fundada desde luego que se ha logrado seguir paso á paso todas las fases de la trasformacion, y dar por guia á las inducciones del geólogo, las investigaciones directas de la química, sobre la influencia de los diferentes grados de fusibilidad, de presion y de enfriamiento. Cuando al estudio de las combinaciones de la materia preside una idea fecunda (58), puede la química esparcir vivísima luz desde el estrecho recinto del laboratorio en el campo de la geognosia, vasto taller de la naturaleza, en el que las fuerzas subterráneas han formado y metamorfoseado las capas terrestres. Pero si el elemento material nos es hoy bien conocido, no sucede lo mismo con la medida de las fuerzas que han obrado con tanta energía en el mundo primitivo. Y por lo mismo, el observador filósofo debe siempre tener fijas en su entendimiento, so pena de incurrir en falaces analogías, ó de no remontarse nunca á estensas miras acerca de los grandes fenómenos naturales, las condiciones tan complejas que han debido modificar antes las reacciones químicas. Que los cuerpos simples han obedecido sin duda en todo tiempo á las mismas afinidades es cosa indudable; si pues se encuentran todavía algunas contradicciones, el químico conseguirá las mas de las veces resolverlas, estoy seguro de ello, remontándose á las condiciones primitivas de la naturaleza que no se hayan reproducido idénticamente en sus trabajos.

Observaciones exactísimas hechas sobre una estension considerable de terreno, demuestran que las rocas de erupcion no se han producido con carácter de violencia y de desconcierto. Con harta frecuencia se ve, aun en los mas opuestos países, que el granito, el basalto ó la diorita, ejercen con regularidad hasta en los menores detalles su accion trasformadora sobre los estratos y capas del esquisto arcilloso, sobre los del calcáreo compacto y sobre los granos de cuarzo de que se compone el asperon. En tanto que una roca endógena cualquiera ejerce en todas partes y del mismo modo su accion, las diversas rocas de esta clase presentan, por el contrario, caracteres muy diferentes. Verdad es que todos los fenómenos nos revelan los efectos de un calor intenso; pero el grado de fluidez ó de reblandecimiento varía singularmente del granito al basalto; y por otra parte, las erupciones de granito, de basalto, de porfiro grunsteinado y de serpentina han coincidido con sublimaciones cuya naturaleza ha cambiado segun las épocas geológicas. Debemos recordar aquí que los hechos de metamorfismo no se limitan meramente á los fenómenos de simple contacto, antes bien, comprenden todos los fenómenos que han coincidido con la salida de una masa de erupcion determinada; que allí, donde el contacto no es inmediato, basta la simple proximidad de semejante masa, para modificar la cohesion, testura, riqueza en sílice y forma cristalina de las rocas preexistentes.

Toda roca de erupcion penetra, al ramificarse, en otras masas igualmente endógenas ó en los estratos sedimentarios, si bien existe con respecto á esto una diferencia capital entre las rocas plutónicas (59) (el granito, el pórfiro, la serpentina) y las rocas volcánicas, en el sentido mas estricto de la palabra (el traquito, el basalto, la lava). Las rocas cuya produccion volcánica actual parece ser el último esfuerzo de la actividad de nuestro globo, se presentan en regueros estrechos y forman solo capa de alguna estension en los parajes donde llegan á reunirse varias corrientes. Cuando ha sido posible seguir el exámen de las erupciones basálticas á grandes profundidades, se las ha visto terminadas siempre por sutiles filamentos. Cerca de Marksuhl (á 1 1/2 miriámetro de Eisenach) en Eschevega (á orillas del Verra), y cerca de la piedra druídica del camino de Hollert (Siegen), por no citar sino tres ejemplos tomados de nuestra patria, el basalto, inyectado por estrechas aberturas, ha atravesado el asperon abigarrado y la grauwacka, semejante á una columna con su chapitel, se ha ensanchado en forma de copa, dividida su masa ya en láminas delgadas, ó bien en agrupadas columnas. No sucede lo mismo con el granito, la sienita, el cuarzo aporfirado, la serpentina, y toda la série entera de estas rocas no estratificadas, de testura maciza, á las cuales se ha dado el nombre de rocas plutónicas, por predileccion hácia una nomenclatura sacada de la mitología. Escepto algunos raros filones, todas estas rocas han surgido en el estado pastoso, y no en el de fusion completa; no por estrechas hendiduras, sino por anchas fallas como valles, y por gargantas de gran estension, empujadas de abajo á arriba, y no por inyeccion como los líquidos; no formando corrientes estrechas como la lava, sino masas poderosas (60). Algunos grupos de dolerita y de traquito parecen haber tenido el mismo grado de fluidez que el basalto, al paso que otros grupos que se elevan en masas considerables, bajo la forma de campanas ó cúpulas sin cráteres, han surgido en estado de simple reblandecimiento. Ciertos traquitos están dispuestos por lechos, como el granito y el pórfiro cuarzoso: tales son los traquitos de la cordillera de los Andes, cuya sorprendente analogía con los pórfiros de pasta de grunstein y de sienita (argentíferos y desprovistos por lo tanto de cuarzos), he tenido ocasion de notar diferentes veces.

Estudiando directamente las modificaciones que el calor imprime al tejido y á las propiedades químicas de las rocas (61), se ha visto que las masas volcánicas (la diorita, el pórfiro augítico, el basalto y la lava del Etna) fundidas y despues enfriadas, forman un vidrio negro que se fracciona de una manera homogénea si el enfriamiento ha sido rápido, y una masa pétrea de estructura granular ó cristalina si el enfriamiento se ha verificado con lentitud; en cuyo último caso los cristales se forman en celdillas, y dentro de la masa misma en que están empastadas. El hecho, ya comprobado, de que unas mismas materias pueden producir composiciones diferentes entre sí, es de la mayor importancia para el estudio de las rocas de erupcion y de las transformaciones á que pueden dar lugar estas rocas. Por ejemplo, la cal carbonizada, fundida bajo una fuerte presion, no pierde su ácido carbónico; pero la masa se transforma, despues de enfriarse, en calcáreo granular, en mármol sacaroide. Tales son los resultados obtenidos por la vía seca. Por la vía húmeda se obtiene el espato calcáreo, ó aragonita, segun que el grado de calor haya sido mas ó menos elevado (62), pues las diferencias de temperatura determinan el modo de agregacion de las moléculas que se unen en el acto de la cristalizacion, é influyen hasta en la forma del mismo cristal (63). Ademas hay circunstancias en que las moléculas de un cuerpo pueden adquirir una disposicion nueva que se manifiesta por propiedades ópticas diferentes, sin que el cuerpo haya pasado por el estado de fluidez (64). Por donde se ve que los fenómenos de la vitrificacion, de la produccion del acero por fundicion ó cimentacion, del paso del hierro fibroso al estado de hierro granoso por la accion del calórico (65), y tal vez la influencia de pequeños choques regulares por largo tiempo repetidos, contribuyen á esclarecer el estudio geológico del metamorfismo. El calórico puede llegar á producir en los cuerpos cristalizados efectos completamente opuestos, pues los notables trabajos de Mitscherlich (66) han puesto fuera de toda duda que el espato calcáreo se dilata por uno de sus ejes, en tanto que se concentra por el otro.

Si de estas consideraciones generales descendemos á algunos ejemplos particulares, veremos en primer lugar que el esquisto se transforma en pizarra de un negro azulado y brillante, por la proximidad de las rocas plutónicas. Los planos de estratificacion se hallan en tal caso interrumpidos por otros planos de division (uniones) casi perpendiculares á los primeros; indicio positivo de una accion posterior á la metamorfosis de la roca primitiva (67). Cuando el ácido silícico penetra por el esquisto arcilloso, produce en él venas de cuarzo, y se transforma parcialmente en piedra de amolar y en esquisto silícico; esta última roca es algunas veces carbonífera, y puede entonces dar lugar á fenómenos galvánicos. En el mas alto grado de silicificacion (68), el esquisto se convierte en una materia preciosa para las artes, cual es el jaspe rajado que se produce en el Oural, por la erupcion y el contacto del porfiro augítico,(Orsk) del porfiro dioritico (Auschkal), ó de una masa redondeada de hiperstene (Bogoslowsk). En la isla de Elba (Monte Serrato), segun Federico Hoffmann, y en Toscana, segun Alejandro Brongniart, este mismo jaspe rayado, se forma por el contacto del esquisto con la eufótide y la serpentina.

El contacto y la accion plutónica del granito dan al esquisto arcilloso una testura granulada, y le transforman en una masa granitoide; es decir, en una mezcla de feldespato y de mica, cuajada de grandes partículas de este último mineral (69). Género de metamorfosis observado por Gustavo Rose y por mí, en el interior de la fortaleza de Buchtarminsk (Altai) (70). «Si hay alguna hipótesis universalmente admitida en la geognosia, dice Leopoldo de Buch, es, sin disputa, la que atribuye á la accion transformadora del granito sobre las capas silurianas de los terrenos de transicion, todo el gneiss comprendido entre el mar Báltico y el golfo de Filandia; y aun puede asegurarse, que para la mayor parte de los geólogos tiene esta hipótesis el valor de una verdad demostrada. Tambien en los Alpes, en el monte de San-Gotardo, la marga calcárea ha sido igualmente transformada por el granito, primero en micasquisto y luego en gneiss (71).» La produccion del gneiss y del micasquisto, bajo la influencia del granito, se nota tambien en el grupo oolítico de la Tarantesia (72), donde se han encontrado belenitas en rocas que podrian ya pasar por micasquisto; en el grupo esquistoso de la parte occidental de la isla de Elba, no lejos del cabo Calamita, y en el Fichtelgebirge de Baireuth, entre Lomitz y Markleiten (73).

Ya hemos dicho que el jaspe, de cuyas masas considerables no tuvieron conocimiento los antiguos (74), fué producido por la accion volcánica del porfiro augítico; pues aun hay otra materia empleada por el arte antiguo en grandes y nobles usos; el mármol granoso ó sacaroide, el cual debe ser igualmente considerado como una capa de sedimento modificada por el calórico terrestre y por la proximidad de una roca de erupcion. Este último aserto está justificado por la análisis exacta de los fenómenos que nacen al contacto de las rocas ígneas, y por las investigaciones directas de sir James Hall acerca de la fusion de las sustancias minerales: investigaciones interesantes que datan de mas de medio siglo á esta parte, y que unidas al estudio profundo de las venas graníticas han acelerado singularmente el progreso de la geognosia moderna. A las veces la accion de la roca eruptiva cesa á corta distancia de la superficie de contacto, y se produce entonces una transformacion parcial que se estiende por la capa como una especie de penumbra; tal es la creta de Bolfart (Irlanda), atravesada por venas de basalto; y tales son las capas fosilíferas de calcáreo compacto, parcialmente dobladas por una especie de granito sienítico, hácia el puente de Boscampo y en la cascada de Cauzocoli (Tirol), á que el conde Marzari Pencati ha dado tanta celebridad (75). Otro modo de transformacion es aquel en que todas las capas de calcáreo compacto se han convertido enteramente en calcáreo granular, por la accion del granito, de la sienita ó del porfiro diorítico (76).

Séame permitido hacer aquí mencion especial de los mármoles de Paros y de Carrara, que tanta importancia tienen por haber servido de materia á las obras maestras de la escultura, y que han figurado tan largo tiempo en nuestras colecciones geológicas como tipos de los calcáreos primitivos. Unas veces se ejerce la accion del granito por la via del contacto inmediato, como en los Pirineos por ejemplo (77); ya otras se propaga á través de las capas intermedias de gneiss ó de micasquisto, como en el continente griego y en las islas del mar Egeo; mas en ambos casos, si bien han sido sincrónicas las transformaciones de las capas calcáreas, no han procedido sin embargo del mismo modo. Háse observado en la Atica, en la isla Eubea y en el Peloponeso que «el calcáreo superpuesto al micasquisto es tanto mas bello y tanto mas cristalino, cuanto mas puro y arcilloso es el mismo micasquisto.» Esta última roca brota con igualdad asi como los estratos de cuarzo en muchos lugares profundos de Paros y de Antíparos (78). Segun el fundador de la escuela de Elea, Xenophane de Colophon (79), que pensaba que la Tierra habia sido cubierta en otro tiempo por el mar, hubieron de encontrarse fósiles marinos en las canteras de Siracusa, y el vestigio «de un pececillo» (una sardina) en el fondo de la de Paros. Si esta asercion citada por Origenes, fuese exacta, podria creerse que ciertas capas fosilíferas no han esperimentado sino una metamorfosis incompleta. En cuanto al mármol de Carrara (Luna) cuyo uso se eleva á una época anterior al siglo de Augusto, y que conservará el privilegio de satisfacer casi esclusivamente á las necesidades de la estatuaria, mientras quede abandonada la esplotacion de las canteras de Paros, es una capa, transformada por las acciones plutónicas, del mismo asperon calcáreo (macigno) que aparece en los Alpes Apuanos entre el micasquisto y el esquisto talcoso (80). Háse asignado otro orígen á los mármoles de ciertas localidades: afírmase, por ejemplo, que el calcáreo granoso se formó en un principio en el interior de la Tierra; y que rechazado despues á la superficie por el gneiss y la sienita, rellenó ciertas hendiduras como en Auerbach, sobre el Bergstrasse (81); pero antes de haber estudiado la cuestion sobre el terreno no puedo permitirme decidir acerca de este asunto.

De todas las metamorfosis producidas por las rocas de erupcion en los estratos de calcáreo compacto, la mas notable es la que Leopoldo de Buch ha señalado en las masas dolomíticas, sobre todo en las del Tirol meridional y en las de la vertiente italiana de la cadena de los Alpes. Este modo de transformacion del calcáreo procede de las hendiduras por las cuales está atravesado en todos sentidos; pues por doquiera se ven tapizadas las grietas de cristales romboideos de magnesia, y la formacion toda no es mas que una aglomeracion granosa de cristales de dolomia, en los cuales no se encuentra ya rasgos de la estratificacion originaria, ni de los fósiles que estuvieran allí contenidos primitivamente, viéndose acá y acullá esparcidas en la roca nueva hojas de talco y masas de serpentina. En la Fassathal, la dolomia se eleva verticalmente á muchos miles de piés, formando paredes de blancura deslumbradora que terminan en multitud de cimas agudas y muy próximas entre sí, aun que nunca llegan á tocarse. Su aspecto recuerda el gracioso paisaje de montañas fantásticas, con que ha adornado Leonardo de Vinci el fondo del retrato de Monna Lisa.

Los grandes fenómenos geológicos que acabamos de describir hablan á nuestra imaginacion quizás tanto como á nuestra inteligencia, y son efecto de un pórfiro augítico que ha levantado, roto y metamorfoseado las capas suprayacentes (82). El ilustre observador que ha notado la conversion del calcáreo en dolomia, no atribuye este fenómeno á la introduccion de cierta cantidad de talco procedente del porfiro negro; antes bien la considera únicamente como modificacion contemporánea de la proyeccion de esta última roca á través de las largas hendiduras llenas de vapores; pero forzoso es decir que tambien en ciertos lugares se encuentran lechos de dolomia intercalados entre los de calcáreo, y queda por esplicar cómo ha podido verificarse la transformacion sin la intervencion de una roca endógena. Efectivamente: ¿cuáles pueden ser en estos casos escepcionales los caminos seguidos por la accion plutónica? ¿Será preciso abandonar ya teorías tan amenudo esperimentadas y limitarse á repetir el antiguo adagio romano de que la naturaleza sigue á las veces vias diferentes para llegar á los mismos fines?» ¡Como! Despues de haber comprobado paso á paso en toda una region, en zonas enteras, la armonía de dos fenómenos; despues de haber visto siempre que la proyeccion del melafiro acompaña á la metamorfosis del calcáreo compacto en una masa cristalina dotada de nuevas propiedades químicas, ¿bastará que encontremos un paraje en que el primer fenómeno no acompañe al segundo para que ya no nos sea permitido esperar que observaciones ulteriores resuelvan esta contradiccion aparente, que no depende quizás, en última análisis, sino de una anomalía oculta en las condiciones bajo las cuales ejerce ordinariamente su accion la causa principal? Tanto valdria poner en duda la naturaleza volcánica y la fluidez ígnea del basalto, por el mero hecho de haber aparecido acá y allá casos aislados en que venas de basalto han penetrado por un lecho de carbon de piedra sin sustraerle una parte notable de su carbono, por capas de asperon, sin darle el aspecto de frita ó de escoria; y por capas de calcáreo, sin que la creta le ha ya convertido en mármol granular. En resúmen, seria imprudente abandonar el hilo conductor ó, si se quiere, la débil claridad que nos guia en la oscura region de las formaciones minerales, tan solo porque queden aun algunos desiderata en la historia de las transformaciones de las rocas y de las intercalaciones de ciertas capas alteradas en medio de estratos que no han sufrido metamorfosis alguna.

Despues de haber descrito la transformacion de la cal carbonatada compacta en calcáreo granular y en dolomia, réstanos hablar de un tercer modo de alteracion que los vapores de ácido sulfúrico volcánicamente emitidos en las épocas primitivas han producido en la misma roca. El yeso, nacido de esta reaccion, ofrece cierta analogía con los depósitos de sal gemma y de azufre (depositado este último mineral por vapores de agua cargados de vapores sulfurosos). Sobre las altas cordilleras de Quindiu, lejos de todo volcan, he encontrado depósitos de azufre que se habian formado de una manera análoga en las hendiduras de gneiss, en tanto que en Sicilia, en Católica, cerca de Girgenti, el azufre, el yeso y la sal gemma pertenecen á las mas recientes capas de los terrenos secundarios, es decir, á los terrenos cretosos (83). En los bordes del cráter del Vesubio he visto tambien hendiduras llenas de sal gemma en tanta abundancia, que á veces han dado lugar á un comercio prohibido. En los Pirineos es imposible dudar de que la aparicion de la dolomia, del yeso y de la sal gemma no se une a la de las masas dioríticas (ó pirogénicas) (84). Todo concurre en estos fenómenos á anunciarnos la accion de las fuerzas subterráneas sobre las capas sedimentarias depositadas por el Océano primitivo.

Es bien difícil determinar el orígen de las poderosas hiladas de cuarzo puro que forman uno de los rasgos característicos de las riquezas minerales de la cadena de los Andes (85) en la América del Sud. De Caxamarca á Guangamarca bajando hácia el mar del Sud, he encontrado lechos de cuarzo de una potencia de 2,000 á 3,000 metros, descansando sobre el pórfiro sin cuarzo, ó sobre una diorita, y que provenian quizás de la transformacion del asperon, como los lechos de cuarzo de la garganta de la Pescadera (al Este de Briançon), á los cuales Elias de Beaumont atribuye el mismo orígen (86). En los distritos de diamante, de las provincias brasileñas de Minas-Geraes y de San Pablo, que acaba de estudiar Claussen con mucho detenimiento, las fuerzas plutónicas de los filones de diorita han producido mica comun y el hierro especular en el itacolumito cuarzoso. Los diamantes de Grammagoa están encerrados en capas de ácido silíceo sólido, y alguna vez envueltos en panes de mica, como los granates de micasquisto. Los diamantes mas septentrionales, que se han descubierto en 1829 hasta ahora (á los 58° de latitud en la vertiente europea del Oural), se encuentran en relacion geológica con la dolomia negra carbonífera de Adolfskoi (87), y con el pórfiro augítico; pero estas relaciones no han sido aun suficientemente esclarecidas por exactas observaciones.

Debemos colocar, en fin, entre los fenómenos de contacto mas notables la formacion de los granates en el esquisto arcilloso cuando se halla en contacto con el basalto ó con la dolerita (en el Northumberland, isla de Anglesey), y la produccion de una gran cantidad de hermosos cristales muy variados (el granate, la vesuviana, la augita y la celaynita) que se han desarrollado en la superficie de contacto de rocas eruptivas y de capas sedimentarias, ó en la union de la sienita de Monzon con la dolomia y el calcáreo compacto (88). Las masas de serpentina de la isla de Elba, que quizás no presentan en ninguna otra parte tan claramente el carácter de rocas de erupcion, han producido sublimaciones de hierro especular y de óxido rojo de hierro en las hendiduras del asperon calcáreo (89). Diariamente vemos tambien depositarse del mismo modo este hierro especular en los bordes del cráter y en las corrientes de recientes lavas del Stromboli, del Vesubio y del Etna (90). Estas venas y filones que las fuerzas volcánicas producen á nuestra vista en rocas llegadas ya á cierto grado de solidificacion, nos enseñan de qué manera se han formado los filones metálicos y pétreos en las primeras edades geológicas, donde quiera que la corteza sólida de nuestro planeta, de poco espesor á la sazon, frecuentemente conmovida por las sacudidas, quebrada y fracturada en todos sentidos á consecuencia del enfriamiento y del cambio de volúmen, presentaba comunicaciones numerosas con el interior, y salidas multiplicadas á los vapores ascendentes y á las sublimaciones de toda especie. La disposicion de las partículas en capas paralelas á las salbandas, la repeticion regular de las capas homólogas en las partes opuestas de la vena (el techo y la pared) y la cavidad celular prolongada de la parte media, nos hacen reconocer luego al punto en un gran número de filones metalíferos el acto plutónico de la sublimacion. Como las y venas penetrantes son de orígen mas reciente que las capas penetradas, los yacimientos relativos del pórfiro y de las formaciones argentíferas de las minas de Sajonia, las mas ricas de toda Alemania, prueban que las formaciones son al menos mas recientes que los troncos de árboles del terreno hullero y del nuevo asperon rojo inferior (Rothliegendes) (91).

Fecunda inspiracion ha sido en verdad para la teoría de la formacion de la corteza terrestre, y para la del metamorfismo la feliz idea de comparar los minerales naturales á las escorias de nuestros hornos de fundicion, y procurar reproducirlos en todas sus partes (92). En efecto, todas estas operaciones nos ofrecen la accion de las mismas afinidades que determinan las combinaciones químicas, así en los laboratorios como en el seno de la tierra. Entre los minerales formados artificialmente, se han encontrado los simples mas importantes de que se componen las rocas de erupcion plutónicas ó volcánicas y las metamórficas, no ya imitados toscamente, sino reproducidos en el estado cristalino con la mas completa identidad. Sin embargo, conviene distinguir los minerales que se forman accidentalmente en las escorias, de los que el químico se propone reproducir. Entre los primeros se cuenta el feldespato, la mica, la augita, la olivina, la blenda, el óxido de hierro cristalizado (hierro especular), el óxido de hierro magnético octaédrico y el titanio metásico (93); y entre los segundos, el granate, el idocrasio, el rubí tan duro como el rubí oriental, la olivina y la augita (94). Estos minerales forman las partes componentes del granito, del gneiss y del micasquisto, del basalto, de la dolerita y de un gran número de pórfiros. La reproduccion artificial del feldespato y de mica es singularmente importante en geología para la teoría de la conversion del esquisto arcilloso en gneiss. El primero contiene los elementos de granito sin esceptuar ni aun la potasa (95). No habria motivo de admiracion si, como ha dicho el ingenioso geólogo M. de Duchen, se formase un fragmento de gneiss sobre las paredes de un horno de fundicion construido con esquisto arcilloso y grauwacka.

Despues de haber examinado en estas consideraciones generales sobre la parte sólida de la corteza terrestre las tres clases fundamentales de rocas (rocas de erupcion, las de sedimento y las metamórficas), réstanos todavía ocuparnos de la cuarta y última clase que comprende los conglomerados ó las rocas detríticas. Estos mismos nombres recuerdan las revoluciones de la superficie de la Tierra, y así mismo el acto de la cimentacion que ha consolidado, por el intermedio del óxido de hierro ó de materias arcillosas y calizas, montones de fragmentos redondos ó de aristas agudas. Los conglomerados y las brechas en su mas lata acepcion, presentan los caracteres de un doble orígen. Los materiales que los componen mecánicamente no se han acumulado solo por las olas de mar ó por las aguas dulces en movimiento, porque roca detrítica existe, cuya formacion no puede atribuirse á la accion de las aguas. «Cuando islas de basalto ó montes de traquita se levantan á través de grandes fracturas, del rozamiento de las masas ascendentes contra las paredes de los fallos ha resultado en el basalto ó traquito una capa de conglomerados, formada á espensas de su propia materia. Los granos que componen el asperon de un gran número de formaciones se han desprendido mas bien por el rozamiento de las rocas de erupcion plutónicas ó volcánicas, que no por la fuerza de erosion de un mar próximo. La existencia de esta especie de conglomerados, que se encuentra en masas enormes en los dos hemisferios, revela la intensidad de la fuerza con que las rocas de erupcion se han hecho paso á través de las capas sólidas de la corteza terrestre, hasta que apoderándose en seguida las aguas de estos restos, los han diseminado por capas sobre el mismo suelo que hoy vuelven á cubrir (96).» Encuéntranse formaciones de asperones intercalados entre todas las capas, desde los terrenos silúricos de transicion mas bajos, hasta las formaciones terciarias, por encima de la creta. A orillas de las llanuras inmensas del nuevo Continente, hácia dentro y hácia fuera de los trópicos, vénse estas hiladas de asperon estenderse en grandes muros, como para indicar la antigua orilla donde las olas del mar han venido á romperse.

Reconócese á la primera ojeada que se dirige sobre la distribucion geográfica de las rocas, y sobre la estension que cada una de ellas ocupa en las partes accesibles de la corteza del globo, que la sustancia mas esparcida es el ácido silícico, ordinariamente opaco y colorado; sigue al ácido silícico sólido la cal carbonatada, y vienen despues las combinaciones del ácido sicílico con el aluminio, la potasa y la sosa, con la cal, la magnesia y el óxido de hierro. Las sustancias que comprendemos bajo el nombre genérico de rocas, son asociaciones determinadas de un número muy reducido de minerales simples, á los cuales se unen otros minerales parásitos; pero siempre segun ciertas leyes fijas. Estos elementos no son peculiares á tal ó cual roca, y así el cuarzo (ácido silícico), el feldespato y la mica, cuya reunion constituye esencialmente el granito, se encuentran aislados ó combinados dos á dos, en gran número de formaciones diferentes. Una cita bastará para demostrar cuantas variaciones pueden ocurrir en las proporciones de estos elementos de una á otra roca, de una roca feldespática; por ejemplo, á una micácea: Mistcherlich ha hecho ver que si á una cantidad de feldespato se añaden tres tantos de alumina, y el tercio de la proporcion de sílice que ya contiene, se obtiene la composicion química de la mica. Estos dos minerales encierran potasa, cuya presencia en un gran número de rocas es un hecho anterior, sin duda alguna, á la aparicion de los vegetales sobre la tierra.

El órden de superposicion de los estratos sedimentarios, de las capas metamórficas y de los conglomerados; la naturaleza de los terrenos que las rocas de erupcion han tocado ó atravesado; la presencia de restos orgánicos y sus diferencias de estructura: tales son los indicios que permiten reconocer la edad relativa de las formaciones sucesivas; los monumentos de la historia del globo, y los puntos culminantes de su cronología, que el genio de Hooke presentía ya en otro tiempo. La aplicacion de los medios de prueba botánicos y zoológicos á la determinacion de la edad de las rocas, ha sido el principio de la era mas brillante de la geognosia moderna. Bajo la influencia vivificadora de los estudios paleontológicos, la teoría de las formaciones sólidas de la corteza terrestre del globo se ha visto libre al fin, al menos en lo relativo al continente, de sus trabas originarias, y parece ya revestida de un carácter de profundidad y de variedad enteramente nuevo. Las capas fosilíferas son las catacumbas donde yacen los faunos y las floras de las antenores épocas. Cuando descendemos de capa en capa estudiando sus relaciones de superposicion, mundos sepultados de animales y vegetales se presentan á nuestra vista y retrocedemos realmente en la série de las edades. Cada cataclismo del globo, cada levantamiento de esas cadenas de montañas cuya antigüedad relativa podemos determinar, ha sido señalado por la destruccion de antiguas especies y por la aparicion de nuevas organizaciones, quedando durante algun tiempo para indicar la transicion, algunas especies antiguas entre las creaciones mas recientes. Esta última espresion, digámoslo de paso, acusa la limitacion forzada de nuestros conocimientos sobre el sér, y en el lenguaje figurado de que nos servimos para disfrazarla, llamamos creaciones nuevas al fenómeno histórico de las variaciones que ocurren por intervalos, ya sea en las formas orgánicas, ya en las cuencas de los mares primitivos, ya en los contornos de los continentes levantados. Frecuentemente estos séres organizados se han conservado intactos hasta en los menores detalles de su tejido, y de sus células y divisiones. En la oolita inferior (lias de Lyme-Regis) se ha encontrado una gibia tan admirablemente conservada, que ha podido sacarse el color destinado á pintarla de la materia negruzca de que se servia este animal, há muchos miles de anos para escapar de sus enemigos (97). En otros parajes no se hallan mas que vestigios, tales, por ejemplo, como las huellas que un animal ha dejado al correr por una blanda arcilla, ó los resíduos de su digestion (coprolitos). Otras capas nos ofrecen tan solo la huella de una concha; concha que si pertenece á un género característico (98), es bastante para darnos á conocer al punto la formacion en que ha sido recogida, y la naturaleza de los demás restos orgánicos con ella sepultados. La concha que trae el viajero de sus escursiones, nos dice la historia del país donde fué encontrada.}

El estudio analítico del reino animal y vegetal del mundo primitivo, ha seguido dos direcciones, de las cuales han resultado dos ciencias distintas. La una, meramente morfológica, describe los organismos y estudia su fisiología, tratando de llenar por las formaciones estinguidas, los vacíos que se presentan en la série de los séres que actualmente viven. La segunda, mas especialmente geológica, considera los restos fósiles en sus relaciones con las capas sedimentarias donde se les encuentra, y cuya antigüedad relativa pueden ellos determinar. Largo tiempo ha predominado la primera de estas dos ciencias. Comparando de una manera muy superficial las especies fósiles con las especies actuales, se habia incurrido en un error cuyas huellas se descubren aun hoy en las singulares denominaciones que se dieron á ciertos cuerpos de la naturaleza. Este error consistia en el empeño de reconocer las especies vivas entre las organizaciones estinguidas, de igual manera que en el siglo XVI se confundian, por falsas analogías, los animales del mundo antiguo con los del nuevo continente. Peter Camper, Sæmering y Blumenbach, fueron los primeros que entraron en una senda mas racional; y suyo es el mérito de haber aplicado los recursos de la anatomía comparada de una manera verdaderamente científica á la parte de la paleontologia, (arqueología de la organizacion) que se ocupa de los osamentos de los grandes animales vertebrados. Pero los grandes trabajos de Jorge Cuvier y Alejandro Brongniart, son los que han fundado la geología de los fósiles, por la feliz combinacion de los tipos zoológicos con el órden de sucesion y la edad relativa de los terrenos.

Las capas sedimentarias mas antiguas, y los terrenos de transicion, presentan en los restos orgánicos que abrazan, una mezcla de formas muy diversamente colocadas en la série progresiva de los séres. Tratándose de plantas, estas capas no contienen mas que raras ovas licopodiáceas, quizás arborescentes, equisetáceas y helechos tropicales; pero en materia de organizaciones animales, hallamos en estas capas una asociacion singular de crustáceos (trilobitos con ojos reticulares), de braquiopodos (Spiriferos Orthis), de elegantes esferonitos, muy semejantes á los crinoides (99), de ortocerátitos de la familia de los cefalópodos, y de políperos petrosos; despues, entre estas organizaciones inferiores, se encuentran ya peces de una forma estraña en las capas superiores del sistema silúrico. La familia de los cefalaspides de pesados escudos, de los cuales ciertos fragmentos del género pterichtys han sido tenidos largo tiempo por trilobitos, caracterizan esclusivamente la formacion devoniana (Old-Red). Esta familia, segun Agasiz, constituye un tipo tan claramente pronunciado en la série de los peces, como los ictiosauros y los plesiosauros entre los reptiles (100). Los goniatitos, de la tribu de las amonitas (01), empiezan igualmente á indicarse en el calcáreo de transicion, en la grauwacka de las capas devonianas, y aun en las últimas del sistema silúrico.

No se ha logrado hasta el presente descubrir una relacion exacta entre la edad de los terrenos y la graduacion fisiológica de las especies que contienen, por lo tocante á los animales invertebrados (02); por el contrario, esta dependencia se manifiesta de la manera mas regular tratándose de los animales vertebrados. Entre estos últimos, los mas antiguos, como acabamos de ver, son los peces; despues, recorriendo de abajo á arriba la séerie de las formaciones, se encuentran sucesivamente los reptiles y los mamíferos. El primer reptil (un sauriano del género Monitor segun Cuvier), se encuentra en el esquisto cobrizo de Zechstein, en Turingia, y habia ya llamado la atencion de Leibnitz (03); segun Murchison, el paleosauro y el tecodontosauro de Bristol, son de la misma época. El número de saurianos va aumentando en el calcáreo conchifero (04), en el Kenper, y en la formacion jurásica, que es donde llega al máximun. En la época de esta formacion vivian plesiosauros de largo cuello de cisne formado de treinta vértebras; el megalosauro, cocodrilo gigantesco de 15 metros de largo, con los huesos de sus piés muy semejantes á los de nuestros mas pesados mamíferos terrestres; ocho especies de ictiosauros; el giosauro (Lacerta gigantea de Sœmmering); y en fin, siete especies de repugnantes plerodáctilos ó saurianos provistos de alas membranosas (5). El número de saurianos semejantes á los cocodrilos, disminuye ya en la creta; encuéntrase sin embargo, en esta formacion, el cocodrilo de Maestricht (el mososauro de Conybeare), y el colosal iguanodonte;, que quizás era herbívoro. Segun Cuvier, los animales pertenecientes á la especie actual de los cocodrilos se remontan casi á la formacion terciaria; y aun el hombre testigo del diluvio de Schenzer (homo diluvii testes), enorme salamandra del género del axolote que traje á Europa de los grandes lagos del rededor de Méjico, pertenece á las mas recientes formaciones de agua dulce de Œninga.

Tratando de leer en el órden de superposicion de los terrenos la edad relativa de los fósiles que contienen, se han descubierto importantes relaciones entre las familias y las especies (estas últimas siempre poco numerosas) que han desaparecido, y las familias ó las especies vivas todavía. Todas las observaciones están contestes en que los faunos y las floras fósiles difieren tanto mas de las formas animales ó vejetales existentes, cuanto que las formaciones sedimentarias donde yacen, son mas inferiores, es decir, mas antiguas. Así, pues, grandes variaciones han tenido lugar sucesivamente en los tipos generales de la vida orgánica: grandiosos fenómenos, señalados primero por Cuvier (6), que ofrecen relaciones numéricas, que han sido objeto de las investigaciones de Deshayes y Lyell, y han llevado á estos sabios á resultados decisivos, sobre todo en cuanto á los tan numerosos y perfectamente conocidos fósiles, de las formaciones terciarias. Agasiz, que ha examinado 1700 especies de peces fósiles, y que calcula en 8000 el número de las especies actuales descritas, ó conservadas en nuestras colecciones, afirma en su gran obra, que «escepcion hecha de un pez fósil, propio de las geodas arcillosas de la Groenlandia, no ha encontrado nunca en los terrenos de transicion, ni en los secundarios y terciarios, animal de esta clase que fuese indéntico con un pez vivo en la actualidad;» y añade esta importante observacion: «La tercera parte de los fósiles del calcáreo tosco y de la arcilla de Lóndres pertenece á familias estinguidas; debajo de la creta no se halla ni un solo género de peces de la época actual; y la singular familia de los sauroides (peces cuyas escamas están cubiertas de esmalte, que se aproximan casi á las de los reptiles, y provienen de la formacion carbonífera, donde yacen sus mayores especies, hasta la creta donde se encuentran aun algunos individuos) presenta con dos especies que habitan hoy el Nilo y ciertos rios de América (el lepidosteo y el polyptero) las mismas relaciones que existen entre nuestros elefantes ó nuestros tapires, y los mastodontes ó los anaploteriones del mundo primitivo (7).

Sea lo que quiera, las preciosas investigaciones de Ehrenberg han probado que las capas de creta, donde yacen aun dos especies de estos peces sauroides y reptiles gigantescos y todo un mundo destruido de corales y de conchas, están enteramente compuestos de polytolamos microscópicos, de los cuales un gran número vive hoy en nuestros mares, y hacia las latitudes medias en el mar del Norte y en el Báltico. Hablando, pues, rigorosamente, el grupo terciario que descansa inmediatamente sobre la creta, llamado ordinariamente de capas del período eóceno no merece este nombre, «porque la aurora del mundo en que vivimos se estiende mas allá de las edades anteriores,» mucho mas de lo que se ha creído hasta el presente (8).

Acabamos de ver que los vertebrados mas antiguos, es decir, los peces que aparecen en todas las formaciones, á partir de los estratos silúricos de transicion hasta las capas de la época terciaria. De la misma manera, los saurianos empiezan en el zechstein; y si añadimos que la formacion jurásica (esquisto de Stonesfield) nos presenta los primeros mamíferos (tilacoterion de Prevost y de Buckland, análogo á los marsupiales, segun Valenciennes), (9) y que el primer pájaro se ha encontrado en el depósito mas antiguo de la formacion cretácea (10), habremos indicado los límites inferiores de las cuatro grandes divisiones de la série de los vertebrados. Tal es, acerca de este punto de vista, el estado actual de la paleontología.

En cuanto á los animales invertebrados, los corales pétreos y los sérpulos se encuentran confundidos en las formaciones mas antiguas con los cefalópodos y crustáceos de una organizacion muy elevada, así que se hallan mezclados los órdenes mas diferentes en esta parte de la série animal; pero aun así, han podido descubrirse leyes fijas respecto de muchos grupos aislados pertenecientes á un mismo órden. Conchas fósiles de la propia especie, goniatitas, trilobitas, y numulitas, constituyen montañas enteras; y allí donde quiera que diferentes géneros están mezclados, existe por lo comun una relacion regular entre la série de los organismos y la de las formaciones, habiéndose observado tambien que la asociacion de ciertas familias y de ciertas especies, sigue una ley regular en los estratos superpuestos cuyo conjunto compone una misma formacion. Asi es como Leopoldo de Buch, luego de haber clasificado las amonitas en familias bien definidas, ayudado de su ingeniosa ley acerca de la disposicion de los lóbulos, ha demostrado que las ceratitas pertenecen al muschelkalk (calcáreo conchífero), las aristas al lias, y los goniatitos al calcáreo de transicion y á la grauwacka (11). Las belemnitas tienen su limite inferior (12) en el keuper, situado por debajo del calcáreo jurásico, V el superior en la greda. Sábese ya que en las mismas épocas, y en zonas apartadas entre sí, han poblado las aguas testáceos idénticos, al menos en parte, á los fósiles de Europa. Por ejemplo: Leopoldo de Buch, ha señalado en el hemisferio austral (volcan de Maypo, Chile) exogiros y trigonios; y d'Orbignv ha descrito ciertas amonitas y grífeas del Himalaya y de las llanuras índicas de Cutch, que son exactamente de la misma especie que las del antiguo mar jurásico en Francia y Alemania.

Las capas cuya naturaleza ha sido determinada por los fósiles ó los cantos rodados que contienen, constituyen un horizonte geológico, segun el cual, el observador perplejo puede orientarse y reconocer la identidad ó la antigüedad relativa de las formaciones, la repeticion periódica de ciertas capas, su paralelismo ó su completa supresion. Cuando nos proponemos abrazar así en toda su simplicidad, el tipo general de la formacion sedimentaria, se encuentra sucesivamente yendo de abajo á arriba:

1.° El terreno de transicion, dividido en grauwacka inferior y superior, ó en sistemas silúrico y devoniano: este último tenia en otro tiempo el nombre de asperon rojo;

2.° El trias inferior (13), que comprende el calcáreo de montaña, los terrenos hulleros, el nuevo asperon rojo inferior (todtliegendes), y el calcáreo magnésico (zechstein);

3.° El trias superior, que comprende el asperon abigarrado (14), el calcáreo conchífero y el keuper; }

4.° El calcáreo jurásico (lias y oólita);

5.° El asperon macizo (quadersandstein), la greda inferior y superior, asi como las últimas capas que empiezan en el calcáreo de montañas;

6.° Las formaciones terciarias, que comprenden tres subdivisiones caracterizadas por el calcáreo basto, el carbon moreno ó lignita, y los arenales sub-apeninos.

Vienen luego los terrenos de transporte (aluvion), que contienen los osamentos gigantescos de los mamíferos del antiguo mundo, tales como los mastodontes, el dinotérion, el misurion y los megaterios, contándose entre estos últimos el mylodon de Owen, especie de perezoso de tres y medio metros de largo. A estas especies estinguidas, se unen los restos fosilificados de animales cuyas especies viven aun, como elefantes, rinocerontes, bueyes, caballos y ciervos. Existe cerca de Bogotá, 2660 metros sobre el nivel del mar, un campo lleno de osamentos de mastodontes (campo de gigantes), en el cual he hecho ejecutar escavaciones con el mayor cuidado (15); y en cuanto á los osamentos de la meseta mejicana, pertenecen á ciertas razas estinguidas de verdaderos elefantes. En los estribos del Himalaya (colinas de Sewalik, estudiadas con tanto celo por el capitán Cautley y el doctor Falconer), se contienen igualmente numerosos mastodontes; encuéntrase tambien el sivaterion y la gigantesca tortuga terrestre de cuatro metros de largo y dos de ancho (Colossochelys); y por último, restos pertenecientes á especies vivas en la actualidad, como elefantes, rinocerontes, girafas: y cosa notable; estos fósiles corresponden á una zona donde domina todavía hoy el clima tropical, que se creia haber reinado en la época de los mastodontes (16).

Comparada ya la série de las formaciones inorgánicas de que la corteza terrestre se compone, con los restos organizados que las mismas contienen, réstanos por bosquejar el reino vegetal de los mundos primitivos, y demostrar de que manera el ensanchamiento de la Tierra firme y las modificaciones atmosféricas han traido el desarrollo sucesivo de las diferentes floras. Ya hemos visto que las mas antiguas capas de transicion no contienen sino plantas marinas y hojas celulares, y que los estratos devonianos (17) son los primeros en que se encuentran algunas formas criptógamas de plantas vasculares (calamitas licopodiáceas). Por mas que se haya creido posible deducir de ciertas miras teóricas acerca de la simplicidad de las formas primitivas de los séres orgánicos, que la vida vegetal ha precedido á la vida animal, y que la primera era una condicion necesaria para el desarrollo de la segunda, ello es lo cierto, que ningun dato ha venido á justificar semejante hipótesis, antes al contrario, las razas humanas que en lo antiguo fueron rechazadas hácia las regiones glaciales del polo ártico, y se alimentaban esclusivamente de peces y cetáceos, prueban por el hecho mismo de su existencia, que, en rigor, las sustancias vegetales no son indispensables á la vida animal. Despues de las capas devonianas y del calcáreo de montaña, viene una formacion cuya análisis botánica ha hecho grandes progresos en estos últimos tiempos (18). El terreno hullero comprende no solamente plantas criptógamas análogas á los helechos, y monocotiledones fanerogamas (céspedes, liliáceas semejantes á las yucas y palmeras), sino tambien dicotiledones gymnospermas (coníferos y cicádeas).

De las cuatrocientas especies que próximamente se conocen pertenecientes á la flora del terreno hullero, nos limitaremos á citar las calamitas y las licopodiáceas arborescentes; los lepidodendros escamosos; las sigilarias de 20 metros de longitud, que á las veces suelen encontrarse de pié y arraigadas, y se distinguen por su doble sistema de haces vasculares; las estigmarias semejantes á los cactos; una infinidad de hojas de helechos acompañados por lo comun de sus troncos, y cuya abundancia prueba que la tierra firme de las épocas primitivas era esencialmente insular (19); las cicádeas (20), y sobre todo las palmeras (21), en menor número que los helechos; las asterofilitas de hojas verticilares, parecidas á las nayades; y las coníferas semejantes á ciertos pinos del género Araucaria (22) con escasos vestigios de anillos ánuos. Todo este reino vegetal se ha desarrollado ampliamente en las partes levantadas y secas del viejo asperon rojo, manteniéndose invariables los caractéres que le distinguen del mundo vegetal actual, á través de los periodos siguientes, hasta las últimas capas de la greda. Pero la flora de formas tan estrañas en los terrenos hulleros, presenta en todos los puntos de la tierra primitiva (en la Nueva-Holanda, en el Canadá, en la Groenlandia como en las islas Melville) una uniformidad sorprendente en los géneros, si no en las especies (23).

Uno de los principales caracteres de la flora primitiva es el de ofrecernos formas vegetales cuya analogía con numerosas familias del mundo actual prueba que han perecido con ellas numerosos miembros de la série orgánica. Así, por no citar sino dos ejemplos, las especies de lepidodendron llegan á colocarse, segun Lindley, entre las coníferas y las licopoditas (24); y por el contrario, las araucaritas y las pinitas presentan alguna cosa estraña en la reunion de sus haces vasculares. Aun limitando nuestras consideraciones al mundo actual, no podremos negar una alta significacion al descubrimiento de las cicadeas y de los árboles de raices hendidas verticalmente (coníferos) en la flora del terreno hullero, al lado de sagenarias y lepidodendros. En efecto, las coníferas no guardan solamente analogía con las cupulíferas y las betulineas que se encuentran con ellas en la formacion de lignitos, sino que la tienen tambien con las licopoditas. La familia de las cicadeas se aproxima mucho á la de las palmeras por el aspecto y figura esterior, en tanto que se parece esencialmente á las coníferas en cuanto á la estructura de las flores y semillas (25). Donde quiera que existen superpuestos muchos lechos de carbon de piedra, los vegetales no se hallan repartidos confusamente sin distincion de géneros ni de especies; antes bien están dispuestos lo mas frecuentemente por géneros, de tal suerte,, que las licopoditas y ciertos helechos ocupan una capa, y las estigmarias y las sigilarías otra distinta. Para formar idea del grado de desarrollo que la vida vegetal habia tomado en el mundo primitivo, y de la masa de vegetales acumulados en ciertos lugares por corrientes y transformados luego en carbon por la via húmeda (26), conviene recordar que en las minas de hornaguera de Saarbruk, se ven ciento veinte lechos de carbon superpuestos, sin contar un gran número de otras capas de menos espesor, cuya potencia no escede de un tercio de metro; y asimismo, que hay lechos de carbon de piedra de 10 metros y aun de 16 de potencia, como por ejemplo, en Jonoton (Escocia) y en Creuzot (Borgoña), al paso que los árboles que cubren una superficie dada en los bosques de nuestras zonas templadas, formarian apenas en cien años sobre esta superficie una capa de carbon de 16 milímetros de espesor (27). Cerca de la embocadura del Misisipí, y á orillas del mar glacial, donde el almirante Wrangel ha visto y descrito las montañas de madera, hállanse todavía montones considerables de troncos de árboles acarreados por los rios y por las corrientes del mar; estas capas de madera flotante pueden dar una idea de lo que ha debido ocurrir en las aguas interiores y en las bahías insulares del mundo primitivo. A lo que se agrega, que las capas carboníferas deben una parte considerable de la materia de que están formadas, no a grandes árboles, sino á masas de césped y arbustos ramosos y de pequeñas criptógamas.

Acabamos de decir que las palmeras se encuentran reunidas con ciertas coníferas en el terreno hullero, asociacion que se reproduce en todas las formaciones y se continúa buen trecho en el período terciario. En la actualidad parecen que huyen las unas de las otras. Estamos de tal modo acostumbrados, aunque sin razon, á considerar las coníferas como esencialmente propias de las regiones septentrionales, que yo mismo quedé sorprendido al encontrar un espeso pinar (Pinus occídentalis, semejante al pino del Lord Weimouth) entre la venta y el alto que se hallan como subimos al mar del Sud, hácia Chilpansingo y las elevadas praderas de Méjico, á 1,200 metros sobre el nivel del mar; pinar que tardé un dia entero en atravesar, y en el cual se bailan los árboles coníferos entrelazados con palmeras de abanico (Corypha dulcis) (28) llenas de papagayos de variados colores. La América del Sud produce encinas, pero no alimenta ni una sola especie de pinos; y la primera vez que se presentó á mi vista un abeto como un recuerdo de mi patria, estaba situado cerca de una palmera de abanico. Tambien Cristóbal Colon en su primer viaje de esploracion divisó coníferas y palmeras mezcladas en la punta oriental del Norte de Cuba (29), y por consiguiente, entre los trópicos, aunque apenas sobre el nivel del mar. Este observador profundo, á quien nada se escapaba, habla de este hecho en su diario de viaje como de una singularidad, y su amigo Anguiera, secretario de Fernando el Católico, refiere lleno de sorpresa «que se encuentran juntos pinos y palmeras en el país nuevamente descubierto.» Es de gran interés para la geología comparar la distribucion actual de las plantas sobre la superficie de la tierra, con la geografía de las floras estinguidas. La zona templada del hemisferio austral, cuyas innumerables islas, abundantes aguas y maravillosa vejetacion que participa á la vez de la flora de los trópicos y de los países frios, ha descrito Darwin (30) con tanto arte, es la que ofrece ejemplares mas instructivos para la geografía de las plantas modernas y para la de las plantas primitivas, rama muy importante de la historia del reino vegetal.

Las cicádeas, que segun el número de las especies fósiles pertenecientes á esta tribu debieron jugar un papel mas importante en el mundo primitivo que en el mundo actual, acompañan á sus análogas las coníferas de la época en que se formaron los lechos de carbon, y desaparecen casi totalmente en el período de los asperones abigarrados; pero en este mismo período se desarrollaron tambien ciertas coníferas (Voltzia, Haidingera, Albertia). Las cicádeas adquieren su máximun en el Keuper y en ellias, donde se han encontrado hasta veinte especies distintas. En la greda predominan las plantas marinas y las náyades. Así es que los bosques de cicádeas de la formacion jurásica han desaparecido hace mucho tiempo, y aun en los grupos mas antiguos de la formacion terciaria se los encuentra relegados muy por debajo de las coníferas y palmeras (31). Los lignitos ó las capas de carbon moreno que se encuentran en cada division del periodo terciario, contienen en medio de los mas antiguos criptógamos terrestres algunas palmeras, gran número de coníferos con anillos ánuos bien señalados, y arbustos ramosos de carácter mas ó menos tropical. El periodo terciario medio está caracterizado por la vuelta de las palmeras y de las cicádeas. Finalmente, la vegetacion del último período ofrece gran analogía con la flora actual. Nuestros pinos y abetos, nuestros cupulíferos, arces y álamos aparecen allí sin transicion en toda la plenitud de sus formas. Los troncos de dicotiledóneas escondidos en los lignitos, se distinguen á las veces por sus dimensiones enormes y por su mucha edad. Nœggerath ha encontrado cerca de Bona uno de esos troncos, en el cual contó hasta 792 anillos ánuos (32); y en la Francia septentrional, en Iseux (cerca de Abeville) háse descubierto un pino en las hornagueras del Soma de cuatro metros y medio de diámetro; espesor estraordinario para las regiones extra-tropicales del antiguo Continente. Segun las investigaciones de Gæepper, que esperamos se den pronto á la estampa con láminas esplicativas, «todo el ámbar del Báltico proviene de un conífero que, á juzgar por los fragmentos de madera y de corteza de diferentes edades, debia de formar una especie particular muy semejante á nuestros abetos blancos y rojos. El árbol de ámbar del mundo primitivo (Pinites succifer) era mas resinoso que cualquiera de los coníferos del mundo actual; no solamente está colocada la resina en él por dentro y fuera de la corteza como en estos últimos, sino en la madera misma, cuyas células y ramificaciones medulares llenas de sucino se distinguen perfectamente con el microscopio; y así mismo en grandes masas blancas y amarillas entre los anillos concéntricos de la parte leñosa. En medio de las materias vegetales incrustradas en el ámbar se han encontrado flores machos y hembras de cupulíferas y de árboles indígenas de hojas aciculares; pero varios fragmentos bien determinados de thuja, de cupressus, de ephedera y de castania vesca, mezclados á otros fragmentos de nuestros abetos y enebros, acusan una vejetacion diferente de la que reina actualmente sobre el litoral del mar Báltico y del mar del Norte.»

Acabamos de recorrer en la parte geológica del cuadro de la naturaleza toda la série de las formaciones, desde las rocas de erupcion y las capas sedimentarias mas antiguas, hasta el terreno de transporte en que yacen los pedruscos errantes. Supúsose que estos pedruscos fueron trasladados por ventisqueros ó por montañas de hielo flotantes; pero en mi concepto, mas bien lo fueron por la impetuosa caida de las aguas, detenidas primero en receptáculos naturales, y desencadenadas luego por el levantamiento de las montañas (33). Por lo demás, el orígen de estas masas aisladas, de que no hablo aquí sino incidentalente, será largo tiempo aun objeto de discusion. Los mas antiguos miembros de la formacion de transicion son el esquisto y la grauwacka, en los cuales se encuentran algunas plantas marinas procedentes del mar silúrico, llamado antiguamente mar cámbrico. Estos terrenos primarios (como se los llama) descansan sobre el gneiss y el micasquisto; pero sí estas dos rocas deben considerarse en sí mismas como capas sedimentarias transformadas, ¿sobre qué base descansan los mas antiguos sedimentos? Aquí, escapa nuestro medio de investigacion que es la observacion directa, y quedamos abandonados á meras conjeturas. Segun un mito de la cosmogonia india, la tierra está sostenida por un elefante, el cual, para no caer, está á su vez apoyado en una enorme tortuga; pero no está permitido á los crédulos bramines preguntar quién mantiene á la tortuga. Muy semejante es el problema que aquí tratamos de resolver, y no será estraño, por tanto, que nuestra solucion se vea sometida á los ataques de la crítica. En la parte astronómica de esta obra hemos visto cómo se ha formado nuestro planeta á espensas de la atmósfera primitiva del Sol; es verosímil que la materia nebulosa de los anillos separados de esta atmósfera se haya aglomerado en esferoides, circulando alrededor del Sol, y que luego la condensacion se fuere operando sucesivamente procediendo de las capas esteriores hácia el centro, hasta quedar, por último, formada la primera corteza sólida; las capas superiores de esta corteza constituyen, como las llamamos hoy, las mas antiguas capas silúricas; capas que han sido atravesadas y levantadas por rocas de erupcion salidas de profundidades inaccesibles. Es, pues, indudable,, que existian ya estas rocas completamente formadas debajo del sistema silúrico, semejantes á esas otras rocas que aparecen aquí y allá, sobre la superficie de la tierra y que hemos llamado granito, roca augítica ó pórfiro cuarzoso. Guiados por la analogía, podemos admitir que las materias que han penetrado por los estratos sedimentarios, y rellenado sus hendiduras, son simples ramificaciones de una base inferior. Los focos de los volcanes activos están situados á profundidades enormes, y si he de juzgar por los fragmentos incrustados en la lava de los volcanes que he estudiado bajo las zonas mas diferentes, debo creer que una roca granítica primitiva forma el soporte de todo el edificio de las capas superpuestas que constituye la corteza terrestre (34). Si es cierto que el basalto compuesto de olivina no se dá antes del período cretáceo, y si las traquitas se presentaron mas tarde, no lo es menos que las erupciones graníticas pertenecen á la época de las mas antiguas capas sedimentarias, como se halla palpablemente demostrado hasta en la metamorfosis de estas últimas capas. Hemos comparado todos estos hechos con esquisita diligencia; pero puesto que el objeto de nuestras investigaciones escapa á la inspeccion de los sentidos, nos hemos visto en la necesidad de recurrir á la analogía y á raciocinar por induccion; de este modo hemos intentado restituir al viejo granito una parte de sus disputados derechos con el título de roca primordial.

Los progresos recientes de la geognosia nos permiten concebir cómo la determinacion de las épocas geológicas, por medio de los caracteres que suministran ya la composicion mineralógica de los terrenos, ya la série de los organismos cuyos restos aquellos contienen, ya el modo de estratificacion de las capas levantadas, contorneadas ú horinzontales, pueden conducirnos por el encadenamiento íntimo de los fenómenos al estudio de la reparticion de las masas sólidas y líquidas, y de los continentes y de los mares, que dan su corteza á nuestro planeta. Existe, en efecto, un punto de contacto entre la historia de las revoluciones del globo y de la descripcion de su superficie actual, entre la geología y la geografía física; ciencias ambas que concurren á fundar la doctrina general de la forma y division de los continentes. Los contornos que separan la tierra firme del elemento líquido, y las relaciones de estension de sus superficies respectivas, han cambiado singularmente en la larga série de las épocas geológicas. Han variado cuando el carbon de piedra formaba sus lechos horizontales sobre las capas levantadas del calcáreo de montaña y del viejo asperon rojo; han variado tambien cuando las lias y la colita se depositaban sobre las hiladas del keuper y del calcáreo conchífero, ó cuando la greda se precipitaba por las pendientes de la arena verde y del calcáreo jurásico. Si damos con Elías de Beaumont los nombres de mar Jurásico y de mar Cretáceo á las aguas de donde se han separado la colita y la greda formando depósitos cenagosos, es para reconocer luego al punto, que los límites de estas dos formaciones indican, respecto de las épocas geológicas correspondientes, la línea de demarcacion entre la tierra firme y las aguas de un Océano que á la sazon iba á engendrar una parte sólida de la corteza terrestre. Ingeniosa fué la idea de dibujar el mapa de esta parte de la geografía primitiva, mapa mas seguro quizás que el de los viajes de Io y de la Odisea de Homero; porque en estos últimos se trata de opiniones ó mitos, y en los primeros son hechos positivos de la geología lo que se intenta representar gráficamente.

Hé aquí el resultado de las investigaciones hechas con el objeto de determinar la estension de la tierra firme en épocas diferentes. En los tiempos mas antiguos, durante los períodos de transicion silúrica y devoniana, y hácia las primeras formaciones secundarias, incluso el trias, el suelo continental consistia únicamente en islas separadas cubiertas de vegetales. En los períodos siguientes estas islas se unieron entre sí, pero de tal suerte, que formaban innumerables lagos y golfos profundamente cortados. Por último, cuando las cadenas de los Pirineos, de los Apeninos y de los montes Kárpatos se levantaron, y por consecuencia hacia la época de los terrenos terciarios, los grandes continentes aparecieron casi con la figura que tienen al presente. En el mundo silúrico y en la época en que reinaron las cicadeas y los saurianos gigantescos, fue ciertamente menor del uno al otro polo la estension de los terrenos salidos de las aguas, que la que tienen hoy los del mar del Sud y Océano Indico. Veremos mas adelante cómo ha podido concurrir con otras causas, esta preponderancia del elemento líquido, á regularizar los climas y á mantener una alta temperatura. Aquí es necesario añadir, para acabar la descripcion del engrandecimiento sucesivo (aglutinacion) de las tierras salidas de las aguas, que poco tiempo antes de los cataclismos que han traido en intervalos mas ó menos largos la súbita destruccion de un número tan grande de vertebrados gigantescos, una parte de las masas continentales ofrecia ya las actuales divisiones; y aun se estenderá mucho mas esta semejanza, si atendemos á la gran analogía que reina en la América del Sud y en las tierras australes, entre los animales indígenas de nuestro tiempo y las especies estinguidas. Se han encontrado por ejemplo, en la Nueva-Holanda, restos fósiles de kangarones; y en la Nueva-Zelandia, el esqueleto semi-fosilificado de un enorme pájaro semejante al avestruz, el dinornis de Owen, de la especie de nuestros apterigios, pero algo diferente del doronte (dodo), de la isla Rodriguez, cuya especie ha desaparecido mas tarde.

Nuestros continentes deben quizás su altura sobre el nivel general de las aguas circundantes, á la erupcion del pórfiro cuarzoso, que ha trastornado tan violentamente la primera gran flora terrestre y los estratos de terreno hullero. Las partes unidas de los continentes, á las cuales damos el nombre de llanuras, no son en realidad mas que grupos estensos de colinas y de montañas, cuyas bases yacen al nivel del fondo del mar; ó en otros términos: toda llanura es una meseta con relacion al suelo sub-marino. Las desigualdades primitivas de estas mesetas han sido niveladas por las capas sedimentarias, y luego recubiertas por los terrenos de aluvion.

Esta parte del cuadro de la naturaleza se compone de una série de consideraciones generales, cuyo órden no es arbitrario en manera alguna. En primera línea debe figurar la evaluacion de la cantidad de tierras levantadas sobre el nivel del mar. Viene luego el exámen de la configuracion particular de las grandes masas, en sentido horizontal (forma articulada de los continentes), y en sentido vertical (hipsometría de las cadenas de montañas). Por último, el cuadro se completa con la descripcion de dos envueltas que posee nuestro planeta; la una es general, á saber, la atmósfera, compuesta de fluidos elásticos; la otra es local, es decir, circunscrita solo á ciertas regiones: el mar, que limita la tierra firme y determina su figura. Estas dos envueltas de nuestro globo, el aire y el agua, constituyen un conjunto natural, y á ellas debe la superficie de la tierra la variedad de climas, segun las relaciones de estension superficial de la tierra y del mar, segun la forma articulada y orientacion de los continentes, segun la altura y direccion de las cadenas de montañas. Resulta de esta accion recíproca del aire, del mar y de la tierra firme, que los grandes fenómenos metereológicos no podrian comprenderse sin el auxilio de la geognosia. Por eso la metereología, la geografía de las plantas y la de los animales, no han hecho verdaderos progresos hasta la época en que esta dependencia mútua fué claramente reconocida. Es cierto que la palabra clima, designa constitucion particular de la atmósfera; pero esta misma constitucion se halla sometida por una parte á la influencia del mar, surcado en su superficie y en sus profundidades por corrientes dotadas de temperaturas muy diferentes; y por otra al de la tierra firme, cuya superficie articulada, accidentada y coloreada de mil maneras, ya desnuda, ya cubierta de bosques ó de céspedes, irradia el calórico con una intensidad estremadamente variable. En el estado actual de la superficie de nuestro planeta, la de la tierra firme es á la del elemento líquido como 1 á 2 ⅘, ó sea segun Rigaud (35), como 100 á 270. Reunidas todas las islas, compondrian apenas la vigésima tercera parte de las masas continentales, y su distribucion es tan irregular, que ocupan en el hemisferio boreal tres veces mas superficie que en el austral. Desde el 40°, de latitud meridional hasta el polo antártico, la corteza terrestre está casi enteramente cubierta por las aguas, de suerte que el hemisferio austral es esencialmente oceánico. El elemento líquido predomina igualmente en el espacio comprendido entre las costas orientales del antiguo continente y las costas occidentales del Nuevo-Mundo, donde no se halla interrumpido sino por muy raros archipiélagos, reinando bajo los trópicos en un espacio de 145° de longitud; por lo cual el sabio hidrógrafo Fleurien ha dado con justicia á este ancho espacio el nombre de Gran Océano, para distinguirlo de todos los otros mares. El hemisferio austral y el hemisferio occidental (occidental, decimos, tomando ahora como primer meridiano el de Tenerife), son por lo tanto las regiones del globo mas abundantemente provistas de agua.

Tales son los principales datos que deben tenerse en cuenta cuando se trata de comparar las superficies respectivas de la tierra firme y del mar, y de estudiar la influencia que estas relaciones ejercen sobre la distribucion de las temperaturas, las presiones variables de la atmósfera, la direccion de los vientos, el estado higrométrico del aire, y por consiguiente sobre el desarrollo de la vegetacion. Basta considerar que el agua cubre cerca de los tres cuartos de la superficie total del globo (36), para que nos estrañe menos la imperfeccion en que habia permanecido la meteorología hasta principios de este siglo; pues solamente á partir de esta época, es cuando se empezó á recoger y á examinar una gran copia de observaciones exactas sobre la temperatura del mar en diferentes latitudes, y en diversas estaciones del año.

Ya en la antigüedad los filósofos griegos se ocupaban en determinar la configuracion horizontal de la tierra firme. Tratábase de averiguar entonces cual era el máximun de su estension, de Oeste á Este; y segun el testimonio de Agatemero, Dicearco habia encontrado este máximum bajo la latitud de Rhodas, en la direccion de las columnas de Hércules á Tinea. A esta línea se dá el nombre de paralelo del diafragma de Dicearco; y por cierto que la exactitud de su posicion astronómica, sobre la cual he discurrido en otra de mis obras, puede escitar fundadamente nuestra admiracion (37). Guiado indudablemente por las ideas de Eratostenes, Strabon parecia estar firmemente persuadido de que el grado 36 debia tener estrecha relacion con la figura de la Tierra por ser el máximum de estension lineal del mundo conocido entonces, que en este grado cabalmente, entre la Iberia y las costas de Tinea, fué donde colocó la tierra firme cuya existencia anunció proféticamente (38).

Si como antes consignamos la estension de las tierras es mucho mayor en uno de los hemisferios que en el otro, ya se haga la division por el meridiano de Tenerife ó el Ecuador, tambien es fácil reconocer que existen además otros contrastes entre el antiguo y el nuevo continente, verdaderas islas rodeadas por todas partes del Océano. En efecto, su respectiva configuracion general y las direcciones de sus ejes máximos son totalmente diferentes: el continente oriental se dirige en masa del Oeste al Este, ó con mas exactitud del Sud-Oeste al Nordeste; en tanto que el continente occidental casi sigue la direccion de un meridiano, corriendo del Sud al Norte ó mas bien de S.-S.-O. al N.-N.-O. A pesar de estas notables diferencias, obsérvanse tambien ciertas analogias entre ambos continentes, sobre todo en la configuracion de las costas opuestas: por el Norte, los dos continentes están cortados en la direccion de un paralelo (el de 70°): y al Sud, terminan ambos en punta ó en pirámides, con prolongaciones sub-marinas señaladas por salientes islas y bancos, que no otra cosa son, el archipiélago de la Tierra de Fuego, el banco de Lagullas, al Sud del cabo de Buena-Esperanza, y la Tierra de Van-Diemen separada de la Nueva Holanda (Australia) por el estrecho de Bas. La playa septentrional del Asia escede al paralelo de que acabamos de hablar, pues hacia el cabo de Taimura llega á los 78° 16' de latitud, segun Krusenstern; pero desde la embocadura del gran rio de Tschukotschja hasta el estrecho de Bering, el promontorio oriental del Asia no pasa de 63° 3' segun Beechey (39). La orilla septentrional del nuevo continente sigue con bastante exactitud el paralelo de 70°; porque al Sud y al Norte del estrecho de Barrow, de Boothia-Felix y de la Tierra de Victoria todos los terrenos no son sino islas disgregadas.

La forma piramidal de las estremidades meridionales de todos los continentes entra en la categoría de las similitudines physicæ in configurationi mundi, sobre las cuales tanto insistió Bacon en el Novum Organon, y que uno de los compañeros de Cook, Reinhold Forster, ha tomado por testo para consideraciones ingeniosas. Partiendo del meridiano de Tenerife en direccion al Este vése que las puntas de tres continentes, la de África (estremidad de todo el mundo antiguo), la de Australia y América meridional, se van aproximando gradualmente al polo Sud. La Nueva Zelandia, que ocupa un espacio de 12°, de latitud, forma un miembro intermediario entre la Australia y la América del Sud; terminando igualmente hácia el Mediodía por una isla, la de New-Leinstter. Es tambien muy notable que las salidas de los continentes hácia el Norte y sus prolongaciones hácia el Sud estén situadas casi en los mismos meridianos; así es que el cabo de Buena-Esperanza y el banco de Lagullas se hallan en el meridiano del Cabo Norte; y la península de Malaca, en el mismo que el cabo Taimura en la Siberia (40). En cuanto á los polos, ignórase si están colocados en la tierra firme ó en medio de un Océano cubierto de hielo, pues por el Norte no se ha podido pasar del paralelo de 80° 55', y por el Sud de 78° 10'.

La forma piramidal que los grandes continentes afectan en sus estremidades se reproduce frecuentemente en menor escala, no solamente en el Océano Indico (penínsulas de la Arabia é Indica, y península de Malaca), sino tambien en el Mediterráneo, donde ya Eratóstenes y Polybio habian comparado bajo esta relacion las penínsulas ibérica, itálica y helénica (41). La Europa misma, cuya superficie es cinco veces menor que la del Asia, puede ser considerada como una península occidental de la masa casi enteramente compacta del continente asiático; mucho mas si se atiende á que bajo la relacion del clima la Europa es al Asia lo que la península de Bretaña al resto de la Francia (42). Las numerosas articulaciones y la forma ricamente accidentada de los continentes, ejercen una gran influencia sobre las artes y la civilizacion de los pueblos que los ocupan: ya Strabon preconizaba como una ventaja capital «la variada forma» de nuestra pequeña Europa (43). El África (44) y la América del Sud, que ofrecen bajo otras relaciones tantas analogías en su configuracion, son de todos los continentes aquellos que guardan en las costas mayor uniformidad. Pero la costa oriental del Asia, quebrada por decirlo asi, por las corrientes del mar (fractas ex æquore terras) (45) forma una línea fuertemente accidentada, sucediéndose en ella casi sin interrupcion las penínsulas y las islas cercanas á la orilla, desde el ecuador hasta el grado 60 de latitud.

Nuestro Océano Atlántico presenta todos los rasgos que caracterizan la formacion de un valle. Diríase que el choque de las aguas se ha dirigido primero hácia el Nord-este, luego hácia el Nor-oeste, y despues otra vez hácia el Noreste. El paralelismo de las costas situadas al Norte del décimo grado de latitud austral; los ángulos salientes y entrantes de las tierras opuestas; la convexidad del Brasil, que mira hacia el golfo de Guinea: la de África, opuesta al golfo de las Antillas; todo en una palabra, confirma estas consideraciones que pudieron parecer en un principio temerarias (46). En el valle Atlántico, y aun en casi todas las partes del mundo, las orillas profundamente desgarradas y abundantes en islas numerosas se oponen á orillas seguidas y compactas. Largo tiempo ha que hice yo observar de cuanto interés era para la geognosia la comparacion de las costas occidentales del África y de la América del Sud bajo los trópicos. La costa africana forma una gran curva á manera de golfo en Fernando Pó, á los 40° ½ de latitud meridional; pues de la misma manera, la costa del mar del Sud sigue del Sud al Norte hasta los 18° de latitud austral, cambia bruscamente de direccion entre el valle de Arica y el morro de Juan-Diaz, y corre hácia el Nor-Oeste. De igual cambio de direccion participa la cadena de los Andes, dividida en esta region en dos ramas paralelas; y no afecta solamente esta variacion á la rama marítima (47), sino que tambien á la cordillera oriental, que ha sido base de la mas antigua civilizacion indígena de la América, verificándose la inflexion allí donde el reducido mar Alpino de Titicaca, baña el pié de dos montañas colosales (el Ilimani y el Sorata). Mas lejos, al Sud, desde Valdivia y Chiloe (á 40 ó 42° de latitud meridional) hasta el archipiélago de los Chonos, y desde allí hasta la Tierra de Fuego, nos encontramos la configuracion particular de las costas occidentales de la Noruega y de la Escocia, es decir, un laberinto de estrechos golfos cuyas ramificaciones penetran profundamente en la tierra.

Tales son las mas generales consideraciones que el exámen de la superficie de nuestro planeta puede sugerir, relativamente á la figura y estension actual de los continentes, en el sentido horizontal. Hemos reunido los hechos y puesto de relieve algunas analogías esteriores entre regiones lejanas, sin que pretendamos por ello haber fijado las leyes de la forma general de la Tierra. Cuando un viajero examina las eminencias partidas que se producen con bastante frecuencia al pié de ciertos volcanes activos, como el Vesubio, por ejemplo; cuando vé variar el nivel del suelo algunos piés, antes ó despues de las erupciones, y formar un vuelo semejante á un techo ó una eminencia aplanada, no tarda en reconocer que basta la mas insignificante variacion en la intensidad de las fuerzas subterráneas, ó en la resistencia que les opone el terreno, para que las partes levantadas afecten tal ó cual configuracion, tal ó cual direccion completamente diferente. Pues de igual manera, cualquier débil perturbacion ocurrida en el equilibrio de las fuerzas interiores de nuestro planeta, habrá determinado una reaccion mas enérgica de las motoras contra una parte de la costra terrestre, que contra la parte opuesta, y no habrá sido menester mas para que estas fuerzas levantaran en el hemisferio occidental un continente compacto con un eje casi paralelo al ecuador, y hecho salir de las aguas en un mismo meridiano del hemisferio oriental, una banda estrecha de tierras que abandona á las aguas mas de la mitad de esta parte del globo.

A pesar de tales analogías y contrastes, no es permitido á la ciencia escrutar profundamente los grandes fenómenos que han debido presidir al nacimiento de los continentes. Lo que sabemos se reduce á lo siguiente: la causa productora es una fuerza subterránea; los continentes no se han formado de una vez, tales como existen hoy, antes bien remóntase su orígen, como indicamos mas arriba, á la época silúrica (separacion neptuniana), y su formacion ocupa los períodos sucesivos hasta los terrenos terciarios, habiéndose efectuado lentamente á través de una larga série de levantamientos y depresiones, y cumplídose al cabo por la aglutinacion de pequeños continentes antes aislados. La figura actual de estos es producto de dos causas que han obrado una en pos de otra, y son: la primera, una reaccion subterránea, cuya fuerza y direccion nos seria imposible determinar, porque salen para nosotros del círculo de los hechos necesarios; y la segunda, comprende todas aquellas potencias que se mueven en la superficie, entre las cuales las erupciones volcánicas, los temblores de tierra, los levantamientos de las cadenas de montañas y las corrientes del mar, han desempeñado principal papel. ¡Cuán diferente de como es hoy no habria sido la temperatura de la tierra, la vegetacion, la agricultura y hasta la civilizacion misma, si los ejes del antiguo y nuevo Continente hubiesen recibido igual direccion; si la cadena de los Andes, en vez de dibujar un meridiano, corriese del Este al Oeste; si no hubiese ninguna tierra tropical (África) que irradiese fuertemente el calórico al Sud de Europa; si el Mediterráneo, en fin, que comunicaba primitivamente con el mar Cáspio y con el mar Rojo, y que ha favorecido poderosamente el establecimiento de las razas humanas, hubiera sido reemplazado por un terreno de tanta altura como las llanuras de la Lombardía ó de la antigua Cirene!

Los cambios que se han originado en los niveles relativos de las partes sólidas y líquidas de la costra terrestre, y que han determinado la emersion y la inmersion de las tierras bajas y los contornos actuales de los continentes, deben atribuirse á un conjunto de causas numerosas que han ido obrando sucesivamente, y entre las cuales las mas decisivas son sin disputa la fuerza elástica de los vapores contenidos en el interior de la tierra; las variaciones bruscas de temperatura de ciertas capas de mucho espesor (48); el enfriamiento secular é irregular de la corteza y del centro del globo, de donde provienen las arrugas y los pliegues de la superficie sólida; las modificaciones locales de la gravitacion (49), y por consiguiente, los cambios de curvatura en ciertas partes de la superficie de equilibrio del elemento líquido. Es un hecho reconocido hoy por todos los geólogos, que la emersion de los continentes se debe á un levantamiento real y no á un levantamiento aparente ocasionado por la depresion real del nivel general de los mares. El primero que enunció esta concepcion capital, que concuerda con el conjunto de las observaciones y con los fenómenos análogos de la vulcanicidad, fué Leopoldo de Buch, en su memorable Viaje el Noruega y á Suecia por los años de 1806 y 1807 (50). Toda la costa sueca y finlandesa se eleva progresivamente á razon de 1,3 metros en cada siglo, desde el límite de la Escania septentrional (Sœlvitsbourg) hasta Torneo, y de Torneo hasta Abo, en tanto que la Suecia meridional desciende, segun Nilson (51.) La fuerza de levantamiento parece adquirir su máximum en la Laponia septentrional, y hácia el Sud va disminuyendo poco á poco, hasta Calmar y Sœlvitsbourg. Las líneas del antiguo nivel que el mar alcanzaba antes de los tiempos históricos, están indicadas en toda la Noruega (52), desde el cabo de Lindesnæes hasta la estremidad del cabo Norte, por bancos compuestos de conchas idénticas á las del mar actual; Bravais ha medido estas líneas con el mayor cuidado durante su larga permanencia en Bosekop. La altura sobre el nivel medio del mar es de 195 metros, y segun Keilhau y Eugenio Robert, reaparecen sobre las costas de Spitzberg, frente á frente del cabo Norte (al N.-N.-O.) Pero Leopoldo de Buch, que ha señalado el primero el banco de conchas de Tromsoe (lat. 69° 40'), ha demostrado que los mas antiguos levantamientos de las tierras bañadas por el mar del Norte, no tienen relacion alguna con la emersion lenta, gradual y regular del litoral sueco, en el golfo de Bothnia. Es necesario no confundir este último fenómeno, del cual poseemos irrecusables testimonios históricos, con los cambios que sobrevienen al nivel del suelo por consecuencia de los temblores de tierra, como en las costas de Chile y de Cutch. La escursion de la costa sueca ha llevado á varios geólogos á hacer investigaciones semejantes en otros países; resultan de de ellas que á las veces un descenso sensible, ocasionado por el doblez de los estratos, corresponde á un levantamiento general; observacion hecha en la Groenlandia occidental (por Pingel y Graah), en Dalmacia y en Scania.

Siendo muy probable que los movimientos oscilatorios del suelo, los levantamientos y descensos de la superficie durante las primeras edades de nuestro planeta, tuviesen mas intensidad que hoy, no debe sorprendernos encontrar en el interior mismo de los continentes, depresiones, locales y playas enteras situadas muy por debajo del nivel, siempre igual, de los mares actuales. Tales son los lagos de Anatron, descritos por el general Andreossy, los pequeños lagos Amargos del Istmo de Suez, el mar Caspio, el lago de Tiberiada, y sobre todo el mar Muerto (53). Los niveles de estos dos últimos mares están respectivamente situados á 203 y 400 metros por debajo del nivel del Mediterráneo. Si fuese posible quitar de una vez todo el terreno de aluvion que envuelve las capas pétreas en un gran número de partes planas de la superficie del globo, se veria que la corteza terrestre, así desnuda, ofrece multitud de depresiones profundas bajo el nivel actual de los mares. En ciertos lugares parece que el suelo se halla sujeto aun á lentas oscilaciones, independientes de todo temblor de tierra, propiamente dicho, y muy semejantes á las que han debido producirse, casi por do quiera, en la costra ya solidificada, pero poco consistente de las épocas primitivas. Deben, probablemente, atribuirse á las oscilaciones de este género, los períodos irregulares de elevacion y descenso del nivel del mar Caspio, fenómeno del cual he visto yo mismo rasgos bien marcado, en la cuenca septentrional de este mar (54); y de la misma manera pueden esplicarse las observaciones hechas por Darwin en el mar de Coral (55). Estos fenómenos, sobre los cuales hemos querido llamar por un momento la atencion, manifiestan cuán lejos está todavía el actual órden de cosas de una perfecta estabilidad, enseñándonos que los contornos pueden, por los incesantes cambios que se efectúan y la configuracion de los continentes, modificarse á la larga, y que estas variaciones, sensibles apenas, de una generacion á otra, se acumulan por períodos cuya duracion rivaliza con la de los grandes períodos astronómicos. Desde hace 8.000 años la orilla oriental de la península escandinava quizás se ha va elevado mas de 100 metros; y si este movimiento es uniforme, puede asegurarse, que á los 12.000 años comenzarán á surgir de las aguas y á convertirse en tierra firme ciertas partes del fondo del mar, próximas al litoral, y cubiertas actualmente por 50 brazas de agua. Tan largo período de tiempo suspende desde luego el ánimo; y sin embargo, apenas es comparable á los inmensos períodos geológicos que abrazan séries enteras de formaciones superpuestas y de mundos de organismos estinguidos. No hemos considerado hasta aquí mas que los hechos de levantamiento; pero si continuamos las mismas analogías al tratar de los fenómenos que parecen indicar una depresion progresiva, reconoceremos al punto, que este último efecto puede, asimismo, producirse en gran escala. Así es que la altura media de la region de las llanuras en Francia, no llega á 156 metros, y bastaria, por lo tanto, el menor de los cambios interiores de que nos ofrecen rasgos sorprendentes las edades geológicas, para que en muy poco tiempo se sumergiese gran parte del norte de la Europa occidental, ó al menos, para que se modificase profundamente la forma que hoy tiene nuestro litoral. El levantamiento y la depresion de la tierra firme ó de la masa de las aguas, fenómenos recíprocos, puesto que la elevacion real de uno de estos elementos hace que aparezca al instante una depresion en el otro, son las únicas causas de todas las variaciones que esperimenta la forma de los continentes. Conviene á una obra libre é imparcial, como la presente, mirar esta gran cuestion bajo todas sus fases, y mencionar al menos la posibilidad de una depresion real del nivel de los mares; es decir, de una disminucion de la masa de las aguas. Que cuando la temperatura de la superficie era mas elevada, cuando las aguas se filtraban por fracturas mayores, y cuando la atmósfera poseia propiedades muy diferentes de las actuales, se bajan producido grandes variaciones en la cantidad del elemento líquido, y por consiguiente en el nivel de los mares, cosa es de la que nadie duda hoy. Pero en el estado actual de nuestro planeta, ningun hecho anuncia semejante disminucion, ni hay nada que pruebe directamente que la masa de las aguas aumente ó decrezca de una manera progresiva, como tampoco que la altura media del barómetro al nivel del mar cambie lentamente en un mismo apostadero. De las investigaciones de Danssy y de Antonio Nobile, resulta que el descenso del nivel del mar seria inmediatamente acusado por un aumento correspondiente en la altura de la columna barométrica; pero como esta altura no es idéntica en todas las latitudes, y depende de varias causas meteorológicas, tales como la direccion general de los vientos y el estado higrométrico del aire, síguese de ello que el barómetro solo no es indicio seguro de las variaciones del nivel del mar. Que á principios de este siglo, ciertos puertos del Mediterráneo hayan sido abandonados por las aguas y quedado secos durante muchas horas, no quiere decir que la masa de las aguas del mar haya realmente disminuido, ó que el nivel general del Océano haya esperimentado un descenso; pues lo único que de tales hechos se deduce, es, que las comentes del mar, pueden, mediante un cambio de fuerza y de direccion, ocasionar la retirada local de las aguas, y aun la emersion permanente de una pequeña parte del litoral. Al interpretar los datos que la ciencia posee actualmente, acerca de esta cuestion tan delicada, toda circunspeccion es poca; de lo contrario, se correria el riesgo de atribuir á uno de los «antiguos elementos», al agua, lo que en realidad pertenece á otros dos; es decir, al aire y á la tierra.

Así como la forma esteriormente articulada de los continentes y los innumerables cortes de sus orillas ejercen una saludable influencia en los climas, en el comercio y hasta en los progresos generales de la civilizacion, así tambien la configuracion del suelo en el sentido de la altura, es decir, la articulacion interior de las grandes masas continentales, puede jugar un papel no menos importante en el dominio del hombre. Todo lo que produce variedad de forma (polimorfia) en un punto de la superficie terrestre, ya sea una cadena de montañas, una meseta, un gran lago, una verde estepa, ya tambien un desierto, con bosques por orillas; cualquier accidente del suelo, en una palabra, imprime un sello particular al estado social del pueblo que allí habita. Si está el suelo como entre nevadas y altísimas cimas, las comunicaciones quedarán interrumpidas y el comercio será imposible. Si por el contrario le forman bajas llanuras, con algunas cadenas discontínuas y poco elevadas (56), como en el Oeste y en el Sud de la Europa, donde este género de articulacion se desarrolla tan felizmente, multiplícanse entonces las influencias meteorológicas, y con ellas las producciones del mundo vegetal. Y como en tal caso cada region exige un cultivo diferente, aun á la misma latitud, resulta que esta configuracion especial da vida á necesidades que estimulan la actividad de las poblaciones.

Así, pues, las reacciones interiores son las que levantando las cadenas de montañas á través de las capas violentamente erectas, han dado figura á la superficie del globo, y preparado el dominio en que las fuerzas de la vida orgánica debian obrar nuevamente, despues de restablecida la calma, para desarrollar en toda su profusion las formas individuales. Sin estas formidables revoluciones, la salvaje uniformidad que ellas han hecho desaparecer en gran parte en uno y otro hemisferio, hubiese debilitado la energía física é intelectual de la especie humana.

Las grandes miras de Elías de Beaumont, nos permiten señalar la edad relativa de cada sistema de montañas, partiendo del principio de que la época del levantamiento de una cadena, está necesariamente comprendida entre la época de la formacion de las capas levantadas y la del depósito de estratos que se estienden horizontalmente hasta el pié de la montaña (57). Los pliegues de la corteza terrestre, (levantamiento de las capas) cuando datan de una misma época geológica, parece que siguen una direccion comun. La línea culminante de las capas levantadas, no es siempre paralela al eje de la cadena de montañas (58), corta tambien alguna vez este eje, de donde resulta á mi juicio, que el fenómeno del levantamiento de las capas, cuyos rasgos pueden seguirse muy lejos por las llanuras vecinas, es entonces mas antiguo que el levantamiento de la cadena. La direccion principal del continente europeo (del S. O. al N. O), es opuesta á la de las grandes fallas (del N. O. al S. E.), las cuales parten de las bocas del Elba y del Rhin, atraviesan el mar Adriático, el mar Rojo, el sistema de montañas de Louchti-Koh en el Luristan, y vienen á morir al golfo Pérsico y al Océano Indico. Este sistema de grandes líneas geodésicas casi rectangulares, ha favorecido singularmente las relaciones comerciales de la Europa con Asia y el Norte del África Occidental, así como la marcha de la civilizacion en las costas, mas felices en otro tiempo, del Mediterráneo (59).

Cuanto mas se admira la imaginacion al representarse la altura y la masa de las cadenas de montañas, mas se sorprende el espíritu al reconocer en ellas los testigos de las revoluciones del globo, los límites de los climas, el punto de division de las aguas, y la base de una vegetacion particular; y es mas necesario enseñar por medio de la exacta evaluacion numérica de su volúmen, cuan pequeño es este en realidad, comparado con el de los continentes, ó con la estension de las regiones vecinas. Supongamos, por ejemplo, que la masa entera de los Pirineos, cuya base y altura media está medida con gran exactitud, se haya de distribuir uniformemente por la superficie de la Francia; hecho, pues, el cálculo, nos encontramos con que el suelo apenas llegaria á los 3 metros de elevacion. Si del mismo modo diseminásemos por la superficie de Europa los materiales que forman la cadena de los Alpes, el aumento de su altura sería á lo mas de 6 metros y medio. Merced á un trabajo largo y penoso, que de suyo no podia conducir sino á un límite superior, es decir, á un número quizás escesivamente bajo, pero nunca á un número alto en demasía, he hallado que el centro de gravedad de la tierra firme está situado respecto de Europa y la América del Norte á 205 y á 228 metros sobre el nivel actual de los mares, y á 355 y á 351 metros respecto del Asia y la América del Sud (60). Las regiones septentrionales son por lo tanto relativamente bajas, si bien en Asia la poca altura de las estepas de la Siberia está compensada por el enorme ensanchamiento del suelo comprendido entre los paralelos de 28° y ½, y de 40° entre el Himalaya, el Kouen-Lun del Thibet septentrional y las Montañas celestes. Es posible, hasta cierto punto, leer en los números hallados por mí en qué lugares de la superficie del globo han obrado con mas energía las fuerzas plutónicas, para levantar las grandes masas de los continentes.

Nada nos dice que estas fuerzas plutónicas no han de añadir en el curso de los siglos venideros, nuevos sistemas de montañas á los ya producidos, cuyas edades relativas ha determinado tan exactamente Elías de Beaumont. ¿Qué causa con efecto, ha podido hacer perder á la corteza terrestre la facultad de arrugarse, bajo la influencia de las acciones subterráneas? Cuándo se vé en los Andes y en los Alpes, que se cuentan entre los sistemas mas recientes, colosos como el Monte Rosa y el Mont-Blanc, como el Sorata, el Ilimani y el Chimborazo, ¿es permitido suponer que las potencias subterráneas que levantaron tales colosos, sigan un período decreciente, ni que hayan agotado su último esfuerzo? Todos los fenómenos geognósticos revelan alternativas periódicas de actividad y de reposo (61): el de que hoy gozamos, no es sino aparente. Los temblores de tierra que conmueven indistintamente toda clase de terrenos bajo todas las zonas; la elevacion contínua de Suecia, y la aparicion súbita de nuevas islas de erupcion, prueban que el interior de nuestro planeta no ha llegado aun al estado de reposo definitivo.

La envuelta líquida y la gaseosa, de que está rodeado nuestro planeta, presentan á la vez contrastes y analogías. Nacen los primeros de la diferencia que existe entre los gases y los líquidos, relativamente á la elasticidad y al modo de agregacion de sus moléculas, y provienen las segundas de la movilidad comun á todas las partes de los fluidos y de los líquidos, manifestándose por consiguiente sobre todo en las corrientes y en la propagacion del calórico. La profundidad del mar como la del Océano aéreo nos son igualmente desconocidas. En los mares de los trópicos se ha sondeado hasta 8220 metros, sin llegar al fondo; y si como pensaba Wollaston, la atmósfera acaba en un límite fijo semejante á la superficie ondulada del mar, la teoría de los fenómenos crepusculares indican para el Océano aéreo una profundidad nueve veces mayor por lo menos. Este último Océano descansa en parte sobre la tierra firme, cuyas montañas y mesetas coronadas de bosques vienen á ser respecto de él como otros tantos bajíos, y parte sobre el mar, que sustenta las capas aéreas mas bajas y mas húmedas.

En ambos Océanos, y á partir de su límite comun, la temperatura decrece segun leyes determinadas, ya nos elevemos por las capas aéreas, ya que descendamos por las acuosas; pero este decrecimiento del calor es mucho mas lento en la atmósfera que en el mar. Como toda molécula de agua que se enfria se hace mas densa y desciende en seguida, resulta que por todas partes la temperatura de la superficie del mar tiende á ponerse en equilibrio con la de las capas de aire que le rodean. Una larga série de observaciones termométricas, muy exactas, nos enseñan que desde el ecuador bástalos paralelos de 48° de latitud boreal y austral, la temperatura media de la superficie de los mares es un poco mas elevada que la de la atmósfera (62). Pero como la temperatura decrece á partir de la superficie, y á medida que la profundidad aumenta, los peces y demás habitantes del mar que buscan las aguas profundas (quizás á causa de su respiracion bronquial y cutánea), pueden hallar hasta en los mares tropicales las bajas temperaturas y los climas frescos de las zonas templadas, y aun de las regiones frias; circunstancia que influye poderosamente sobre las emigraciones y sobre la distribucion geográfica de un gran número de animales marinos. Agregúese á esto que la profundidad á que habitan los peces modifica su respiracion cutánea, en razon del crecimiento depresivo, y determina la relacion de los gases oxígeno y ázoe, que llenan su vegiga natatoria. Como el agua dulce y el agua salada no llegan á su máximum de densidad á la misma temperatura, y como la salazon de los mares hace que baje el grado termométrico correspondiente á aquel máximum, se comprende fácilmente por qué el agua del mar sacada á grandes profundidades, durante los viajes de Kotzebue y de Dupetit-Thonars, no acusa en el termómetro mas que 2° 8 y 2° 5. Esta temperatura casi glacial, reina aun en los abismos de los mares intertropicales, y ha dado á conocer las corrientes inferiores que se dirigen desde los dos polos hacia el ecuador; porque si en efecto, esta doble corriente sub-marina no existiese, el calor de las capas profundas no descenderia nunca del minimum de temperatura de las capas aéreas que descansan inmediatamente sobre el mar. El Mediterráneo no presenta, es cierto, gran disminucion de calórico en sus capas mas hondas; pero Arago ha hecho desaparecer toda la dificultad de este asunto, demostrando que en el estrecho de Gibraltar, donde las aguas del Océano Atlántico producen una corriente superficial dirigida de Oeste á Este, hay una contra corriente inferior que vierte las aguas del Mediterráneo en el gran Océano, y se opone á la introduccion de la corriente polar inferior.

En la zona tórrida, sobre todo en los paralelos comprendidos entre el grado 10, al Norte y al Sud del Ecuador, la envuelta líquida de nuestro planeta goza lejos de las costas y de las corrientes de una temperatura que permanece singularmente constante y uniforme en miles de miriámetros cuadrados (63). Háse deducido de aquí con razon, que la manera mas sencilla de acometer la solucion del gran problema tantas veces agitado, de la invariabilidad de los climas y del calórico terrestre, seria someter la temperatura de los mares tropicales á una larga série de observaciones (64). Si sobreviniese en el disco del Sol alguna gran revolucion bastante duradera, se reflejarian sus efectos en las variaciones del calor medio del mar, con mas seguridad aun que en la de las temperaturas medias de la tierra firme.

La zona en que las aguas del mar alcanzan su máximun de densidad (de salazon), no coincide ni con la del máximun de temperatura, ni con el Ecuador geográfico. Las aguas mas calientes forman al parecer al Norte y al Sud de esta línea, dos fajas no paralelas. Lenz ha descubierta en su viaje alrededor del mundo, que las aguas mas densas, estando el mar en calma, se hallan á los 22° de latitud Norte y á los 18° de latitud Sud; y la zona de las agua menos saladas á algunos grados al Sud del Ecuador. En la region de las calmas casi perennes, el calor solar no produce sino una lijera evaporacion, porque las capas de aire saturado de humedad que descansan sobre la superficie del mar, raramente se renuevan por los vientos.

En general, todos los mares que se comunican entre sí, deben considerarse, con relacion á su altura media, como perfectamente nivelados. Sin embargo de esto, varias causas locales (probablemente los vientos y corrientes reinantes) producen en ciertos golfos profundos, diferencias de nivel permanentes, aunque siempre poco notables. Por ejemplo en el Istmo de Suez, la altura del mar Rojo, escede á la del Mediterráneo en 8 ó 10 metros, segun las diversas horas del dia. Diferencia notable que era ya conocida en la antigüedad, y que parece depender de la forma particular del estrecho de Bab-el Mandeb, por el cual penetran las aguas del Océano Indico en el mar Rojo, con mas facilidad de la que les ofrece la salida (65). Las escelentes operaciones geodésicas de Corabæuf y de Delcrós, demuestran que de un cabo al otro de la cadena de los Pirineos, como desde Marsella á la Holanda septentrional, no existe diferencia alguna apreciable entre el nivel del Mediterráneo y el del Océano (66).

Las perturbaciones en el equilibrio de las aguas y los movimientos que de ellas resultan, son de tres especies. Los unos irregulares y accidentales como los vientos que los originan; producen en pleamar y durante la tempestad, olas cuya altura suele llegar hasta 11 metros. Los otros, regulares y periódicos, dependen de la posicion y de la atraccion del Sol y de la Luna (flujo y reflujo). Las corrientes pelágicas constituyen un tercer género de perturbaciones, y aunque variables en cuanto á la intensidad, son permanentes sin embargo. El flujo y reflujo es propiedad de todos los mares, escepto los pequeños mediterráneos, en los cuales la oleada producida por el flujo es apenas perceptible. Este gran fenómeno se esplica completamente en el sistema newtoniano, el cual «le ha colocado en el círculo de los hechos necesarios.» Cada una de estas oscilaciones periódicas de las aguas del Océano dura poco mas de medio dia; su altura en pleamar es de muy pocos piés, si bien por consecuencia de la configuracion de las costas, que se oponen al movimiento progresivo de las ondas, puede aquella tocar en los 16 metros en Saint-Malo, en los 21 y aun á 23 metros en las costas de la Acadia. «Despreciando la profundidad del Océano, como imperceptible con relacion al diámetro de la Tierra, el ilustre Laplace ha demostrado analíticamente que la estabilidad del equilibrio de los mares exige para la masa líquida una densidad inferior á la densidad media da la Tierra; y en efecto, esta última densidad es, como ya hemos visto, cinco veces mayor la del agua, por lo cual las tierras altas no pueden jamás ser inundadas por el mar, ni los restos de animales marinos que se encuentran en la cima de las montañas han sido llevados á ella por mareas mas altas en otro tiempo que las actuales (67)». Uno de los triunfos mas brillantes de la análisis, ciencia que ciertos espíritus pequeños afectan despreciar, es el haber sometido el fenómeno de las mareas á la prevision humana: gracias á la teoría completa de Laplace, anunciase hoy ya en las efemérides astronómicas la altura de las mareas que deben ocurrir en cada sicigia, advirtiendo de esta manera á los habitantes de las costas los peligros que están espuestos á correr en tales épocas.

Las corrientes oceánicas, cuya influencia en las relaciones de los pueblos y en el clima de las regiones próximas á las costas, no puede desconocerse, dependen del concurso casi simultáneo de un gran número de causas mas ó menos importantes, entre las cuales pueden contarse las siguientes: la propagacion sucesiva de la marea en su movimiento alrededor del globo; la duracion y la fuerza de los vientos reinantes; las variaciones que la pesantez específica de las aguas del mar esperimenta segun la latitud, profundidad, temperatura y grado de salazon (68); y por último, las variaciones horarias de la presion atmosférica tan regulares bajo los trópicos, que se propagan sucesivamente del Este al Oeste. Singular espectáculo el que presentan las corrientes en medio de los mares: su anchura está determinada, y atraviesan el Océano como rios cuyas orillas estuvieran formadas por aguas mansas, que contrastan por su inmovilidad con el movimiento de las otras, sobre todo cuando largas capas de algas arrastradas por la corriente permiten apreciar su velocidad. Durante las tempestades notánse á las veces en la atmósfera corrientes análogas, aisladas en medio de las capas inferiores; y si un bosque se encontrase á su paso solo se verian árboles derribados en la estrecha zona seguida por las mismas corrientes.

La marcha progresiva de las mareas y los vientos alisios, producen en los trópicos el movimiento general que arrastra á las aguas de los mares de Oriente á Occidente, y al cual se ha dado el nombre de corriente ecuatorial ó corriente de rotacion. Su direccion varía merced á la resistencia que le oponen las costas orientales de los continentes. Comparando los trayectos seguidos por botellas arrojadas á propósito al mar por los viajeros, y recogidas mas tarde, Daussy ha determinado la velocidad de agua corriente, y su resultado se diferencia tan solo en 1/18 del que yo deduje de esperimentos mas antiguos (10 millas marinas de 1856 metros cada 24 horas) (69). Cristóbal Colon reconoció la existencia de esta corriente en su tercer viaje (el primero en que intentó llegar á las regiones tropicales por el meridiano de las Canarias), pues en su libro se ve lo que sigue (70): «Tengo por cierto que las aguas del mar se mueven como el cielo, de Este á Oeste, (las aguas van con los cielos)» es decir, segun el movimiento diurno aparente, del Sol, de la Luna y de todos los astros.

Las corrientes, verdaderos rios que surcan los mares, son de dos especies: llevan las unas las aguas calientes hácia las altas latitudes, y traen las otras las aguas frias hácia el Ecuador. La famosa corriente del Océano Atlántico, el Gulf Stream (71), reconocida ya en el siglo XVI por Angleria (72) y sobre todo por sir Humfry y Gilbert, pertenece á la primera clase. Hácia el Sud del cabo de Buena-Esperanza es necesario buscar el orígen y los primeros indicios de esta corriente; penetra de allí en el mar de las Antillas, recorre el golfo de Méjico, desemboca por el estrecho de Bahama, y luego en direccion del Sud-sudoeste al Nor-noroeste se aleja mas y mas del litoral de los Estados-Unidos, se ladea hácia el Este en el banco de Terranova, y vá á tocar las costas de Irlanda, de las Hébridas y de la Noruega, á donde arrastra granos tropicales (Mimosa Scandens, Guilandina bonduc, Dolichos urens). Su prolongacion del Nord-este recalienta las aguas del mar y ejerce su benéfica influencia hasta en el clima del promontorio septentrional de la Escandinavia. Al Este del banco de Terranova, el Gulf Stream se bifurca, y envía, no lejos de las Azores, una segunda rama hácia el Sud (73), en el cual se encuentra el mar de las Sargasas, inmenso banco de plantas marinas (Fucus natans, una de las mas estendidas entre las plantas sociales del Océano), que impresionó tanto la imaginacion de Cristóbal Colon, y que Oviedo llama praderías de yerba. Un número inmenso de pequeños animales marinos habitan estas masas de eterna verdura, transportados aquí y allá por las blandas brisas que en estos lugares soplan.

Como se ve esta corriente pertenece, casi en su totalidad, á la parte septentrional del Atlántico, y costea tres continentes: Africa, América y Europa. Una segunda corriente, cuya baja temperatura he reconocido en el otoño de 1802, reina en el mar del Sud é influye de una manera sensible en el clima del litoral. Esta segunda corriente lleva las aguas frias de las altas latitudes australes, hácia las costas de Chile, baña dichas costas y las del Perú, dirigiéndose primeramente del Sud al Norte, y despues, á partir de la bahía de Arica, marcha del Sud-sud-este al Nor-nor-oeste. La temperatura de esta corriente fria no pasa entre los trópicos y en ciertas estaciones del año, de 15° 6, mientras que en las aguas mansas inmediatas, sube hasta 27° 5, y aun hasta 28° 7. Por último, al Sud de Payta, hacia la parte del litoral de la América meridional que sale al Oeste, la corriente se encorva como la misma costa, y se separa de ella yendo de Este á Oeste; de suerte que continuando con rumbo hácia el Norte, el navegante abandona la corriente y pasa de una manera brusca del agua fria al agua caliente.

Ignoramos á qué profundidad se detiene el movimiento de las masas de aguas calientes ó frias que asi son arrastradas por las corrientes oceánicas; el reflejarse la corriente de la costa meridional del África en el banco de las Lagullas, cuya profundidad es de 70 á 80 brazas, induce á sospechar que aquel movimiento se propague hasta las mas hondas capas. Merced á un descubrimiento del venerable Franklin, el termómetro ha llegado á ser hoy una verdadera sonda. Con efecto, casi siempre es posible reconocer la presencia de un bajío ó de un banco de arena colocado fuera de las corrientes, por el descenso de temperatura de las aguas que le cubren. Este fenómeno, del cual puede sacarse partido para hacer mas segura la navegacion, proviene á mi juicio, de que las aguas profundas, arrastradas por el movimiento general de los mares, suben las pendientes que rodean á los bajíos, y van á mezclarse con las capas de agua superiores. Mi inmortal amigo sir Humphry Davy, ha dado esta otra esplicacion: las moléculas de agua que durante la noche se enfrian por via de irradiacion, descienden hácia el fondo del mar; pero encima de un bajío, quedan estas moléculas mas cerca de la superficie, conservándose asi la temperatura á una menor elevacion que por cualquiera otra parte. Sobre los bajíos suelen formarse con frecuencia nieblas, porque el agua fria que los cubre determina una precipitacion local de los vapores contenidos en la atmósfera. Yo he visto muchas veces estas nieblas al Sud de la Jamaica y en el mar del Sud; sus contornos definidos, vistos desde lejos, reproducian exactamente la forma de los bajíos, como verdaderas imágenes aéreas en que se reflejaban los accidentes del suelo submarino. El agua fria que cubre ordinariamente los bajíos, produce efectos todavía mas sorprendentes en las altas regiones de la atmósfera, donde casi obra como las islas aplanadas de coral ó de arena, siendo muy comun ver en pleamar, lejos de las costas y en un cielo sereno, nubes suspendidas sobre los puntos donde están situados los bajíos, en cuyo caso se puede observar con el auxilio de la brújula la direccion de aquellos puntos, como si se tratase de una cadena de montañas ó de un pico aislado.

Con una superficie menos variada que la de los continentes, encierra, sin embargo, el mar en su seno una exhuberancia de vida, de la que ninguna otra region del globo basta á darnos idea. Cárlos Darwin nota con razon en su interesante Diario de viaje, que nuestros bosques terrestres no abrigan, ni con mucho, tantos animales como los del Océano; que el mar tiene tambien sus bosques compuestos por las largas yerbas marinas que crecen en los bajíos, ó por flotantes bancos de fucos arrancados por las corrientes y las olas, cuyas ramas desunidas suben hasta la superficie por causa de sus células que el aire hincha. La admiracion que produce la profusion de las formas orgánicas en el Océano, se acrecienta cuando se usa el microscopio, porque se reconoce entonces que el movimiento y la vida lo han invadido todo. A profundidades que esceden en altura á las mas poderosas cadenas de montañas, cada capa de agua está animada por poligástricos, ciclidias y ofridinas: pululan allí los animalillos fosforescentes, los mammarios del órden de los acalefos, los crustáceos, los peridinios y las nereidas, cuyos innumerables enjambres salen á la superficie por ciertas circunstancias meteorológicas, y transforman entonces cada ola en espuma luminosa. La abundancia de estos pequeños séres vivientes es tal, y tal la cantidad de materia animal que resulta de su rápida descomposicion, que el agua del mar se convierte en verdadero líquido nutritivo para animales mucho mayores.

El mar no ofrece, ciertamente, fenómeno alguno mas digno de ocupar la imaginacion, que ese lujo de formas animadas, esa afinidad de séres microscópicos, cuya organizacion, no por pertenecer á un órden inferior, es menos delicada y variada; pero tambien origina otras emociones mas profundas, y casi me atreveria á decir mas solemnes, por la inmensidad del cuadro que desarrolla á la vista del navegante. Aquel que aspira á crear dentro de sí mismo un mundo aparte donde pueda ejercerse libremente la actividad espontánea de su alma, se siente lleno de la idea sublime de lo infinito al aspecto de un mar sin orillas, donde su mirada busca principalmente los lejanos horizontes; allá el cielo y el agua parecen confundirse en vaporoso contorno, por el cual los astros salen y se ponen alternativamente. Bien pronto esta eterna vicisitud de la naturaleza despierta en nosotros el vago sentimiento de tristeza que acompaña á toda humana alegría. La particular predileccion que el mar me inspira y el grato recuerdo de las impresiones que el elemento líquido, ya reposado en medio de la calma de la noche, ó en lucha contra las fuerzas de la naturaleza, ha producido en mí en la region de los trópicos, es lo que me determina á señalar los goces individuales de la contemplacion, antes de las consideraciones generales que me restan por enumerar. El contacto del mar ejerce indudablemente una influencia saludable en la moralidad y en el progreso intelectual de gran número de pueblos, pues multiplica y estrecha los lazos que deben unir un dia todos los miembros de la humanidad en un solo haz. Si es posible llegar al conocimiento completo de la superficie de nuestro planeta, lo debemos al mar, como le debemos ya los mas bellos progresos de la astronomía y de las ciencias físicas y matemáticas. Al principio, parte de esta influencia se ejercia únicamente en el litoral del Mediterráneo y en las costas occidentales del Sud del Asia; pero se ha generalizado desde el siglo XVI, estendiéndose aun á los pueblos que viven lejos del mar en el interior de los continentes. Desde la época en que Cristóbal Colon fué enviado á librar al Océano de sus cadenas (así una voz desconocida le hablaba en una aparicion que tuvo, hallándose enfermo á orillas del rio Belem) (74), el hombre ha podido lanzarse á regiones ignotas, desligado ya su espíritu de toda traba.

La segunda envuelta de nuestro planeta, la esterior y universal, es el Océano aéreo, en cuyos bajios (mesetas y montañas) habitamos; y nos presenta seis clases de fenómenos, íntimamente ligados entre sí por una dependencia mútua. Estos fenómenos proceden de la constitucion química del aire, de las variaciones que esperimenta su diafanidad, su coloracion, y la manera con que polariza la luz; y nacen de los cambios de densidad ó de presion, de temperatura, de humedad y de tension eléctrica. El aire, además de contener el oxíjeno que es el primer elemento de la vida animal, posee otro atributo no menos importante, cual es el de servir de conductor al sonido, y serlo por consiguiente del lenguaje, ideas y relaciones, sociales para los pueblos. Si el globo terrestre careciera de atmósfera como nuestra Luna, no seria mas que un desierto silencioso.

Desde principios de este siglo, la proporcion de los elementos que forman las capas accesibles del aire ha sido objeto de contínuas investigaciones, en las cuales hemos tomado una parte muy activa Gay-Lussac y yo. La análisis química de la atmósfera ha llegado en estos últimos tiempos á un alto grado de perfeccion, merced á los escelentes trabajos que Dumas y Boussingault han hecho con arreglo á nuevos métodos de mayor exactitud. Segun dicha análisis, el aire seco contiene en volúmen 20,8 de oxígeno y 79,2 de ázoe; y además, de 2 á 5 diez milésimas de ácido carbónico, menor cantidad aun de gas hidrógeno (75), y, segun las importantes investigaciones de Saussure y de Liebig, algunos vestigios de vapores amoniacales, que suministran á las plantas el ázoe en ellas encerrado (76). Algunas observaciones de Lewy nos inducen á creer que la proporcion de oxígeno varia algo segun las estaciones, y segun que el aire se recoja del interior de los continentes ó de la atmósfera del mar; y en efecto, si la inmensa cantidad de organizaciones animales que alimenta el mar puede hacer que varie la proporcion del oxígeno en el agua, compréndese que debe resultar de aquí una alteracion correspondiente en las capas de aire próximas á la superficie (77). El aire recogido por Martins en el Faul-horn á 2,762 metros de altura no era menos rico en oxígeno que el aire de París (78).

La introduccion del carbonato amoniacal en la atmósfera, es probablemente anterior á la aparicion de la vida orgánica sobre la superficie del globo. Las fuentes de que proviene el ácido carbónico á la atmósfera, son infinitas (79). Señalaremos en primer lugar la respiracion de los animales: estos extraen el carbono de las sustancias vegetales de que se alimentan, y á su vez los vegetales lo toman de la atmósfera. El interior de la tierra, en las regiones donde hay volcanes apagados y fuentes termales, es un manantial abundante de ácido carbónico. Lo produce tambien el carbono á espensas del hidrógeno carbonado que existe en la atmósfera y cuya descomposicion se efectúa por las descargas eléctricas de las nubes, tan frecuentes en los trópicos. Otras sustancias, miasmas y emanaciones pestilentes, se mezclan accidentalmente, sobre todo en las regiones mas cercanas del suelo, á los elementos que acabamos de indicar, como partes constitutivas de la composicion normal del aire en todas las alturas accesibles. Verdad es que estos gases no son aun del dominio de la análisis química; pero es un hecho que no admite duda el de su existencia en ciertas regiones de la atmósfera; antes bien los datos mejor comprobados de la patología y los fenómenos que acompañan á la incesante descomposicion de las materias vegetales ó animales en toda la superficie del globo, la establecen superabundantemente. Prescindiendo de las regiones pantanosas y de las playas cubiertas de moluscos putrefactos ó de manojos de rhizophora mangle y de avicenias, existen circunstancias en las cuales ciertos vapores amoniacales y nitrosos, hidrógeno sulfurado y aun compuestos análogos á las combinaciones de bases múltiples (ternarias y cuaternarias) del reino vegetal (80), pueden mezclarse al aire y enjendrar la terciana ó el tifus. Ciertas nieblas que exhalan un olor particular, nos ofrecen ejemplos de las mezclas que pueden efectuarse accidentalmente en las regiones inferiores de la atmósfera. Además, los vientos y las corrientes producidas por el calentamiento del suelo, elevan á las veces á grande altura sustancias sólidas reducidas á polvo fino: tal es el que cae hácia las islas del Cabo Verde oscureciendo la atmósfera á grandes distancias, sobre cuyo fenómeno llamó Darwin la atencion de los sabios hasta que Ehrenberg descubrió que aquel polvo contiene innumerables infusorios de conchas silíceas.

Enumerando ahora los fenómenos principales que caracterizan la atmósfera, tendremos que distinguir:

1.° Las variaciones de la presion atmosférica: Comprenden las oscilaciones horarias del barómetro, especie de marea atmosférica que no puede atribuirse á la atraccion lunar, y que varía considerablemente con la latitud geográfica, con las estaciones y con la altura del lugar de observacion (81).

2.° La distribucion de los climas y del calor: Depende de la posicion relativa de las masas diáfanas y de las opacas, y de la configuracion hipsométrica de los continentes. Estas relaciones determinan la posicion geográfica y la curvatura de las líneas isotermas en el sentido horizontal y vertical, es decir, sobre una misma superficie de nivel, y en la série de las capas superpuestas.

3.° La distribucion de la humedad, que depende de la proporcion que existe entre la superficie de las tierras y la del Océano, de la distancia al Ecuador y de la altura sobre el nivel del mar; es necesario distinguir entre sí las diferentes formas que los vapores acuosos revisten al precipitarse, pues varían con la temperatura, la direccion y el órden de sucesion de los vientos.

4.° El estado eléctrico de la atmósfera, cuyo orígen se debate todavía cuando se trata de la electricidad desarrollada en un cielo sereno. Bajo este epígrafe habremos de examinar qué relaciones unen la ascension de los vapores á la tension eléctrica y á la figura de las nubes, señalando la influencia que les toca á las horas del dia, á las estaciones, á los climas y á la configuracion de las regiones constituidas por bajas llanuras ó elevadas mesetas; inquiriendo las causas de la rareza ó frecuencia de las tempestades, de su periodicidad y de su formacion en el estío ó en el invierno; é indicando en fin, las relaciones de la electricidad con el granizo nocturno, fenómeno estremadamente raro, y con las trombas (torbellinos de agua ó de arena) sobre las cuales ha hecho Peltier ingeniosas observaciones.

Las variaciones horarias del barómetro presentan bajo los trópicos dos máxima, á las nueve ó nueve y cuarto de la mañana, y á las diez y media ú once menos cuarto de la noche; y dos mínima hácia las cuatro ó cuatro y cuarto de la tarde, y á las cuatro de la madrugada, es decir, casi á las horas de mas calor y mas frio del dia. El estudio de estas variaciones ha sido para mí, durante mucho tiempo, objeto de asíduas observaciones de dia y de noche (82).

Su regularidad es tal, que por la simple inspeccion del barómetro se puede determinar la hora, especialmente de dia, sin temor de equivocarnos en mas de 15 á 17 minutos por término medio; y es tal su permanencia, que ni las tempestades, ni las tormentas, ni las lluvias, ni los temblores de tierra, la afectan en nada, y así persiste en las cálidas regiones del litoral del Nuevo-Mundo, como en las mesetas de mas de 4.000 metros de elevacion, en que la temperatura media desciende á 7.° La amplitud de las oscilaciones diurnas decrece de 2,98 á 0,41 milímetros, desde el Ecuador hasta el 70.° paralelo de latitud norte, bajo el cual ha hecho Bravais una série de observaciones exactísimas (83). Háse creido que en parajes mucho mas próximos al polo, la altura media del barómetro era menor á las diez de la mañana que á las cuatro de la tarde, de suerte que en estos climas se hallarian realmente invertidas las horas del máximun y del mínimum; pero las observaciones de Parry en el puerto de Bowen (73° 14') en nada justifican esta creencia.

A causa de las corrientes ascendentes de la atmósfera, la altura media del barómetro es algo menor en el ecuador y generalmente en los trópicos, que en las zonas templadas (84); y parece adquirir su máximum en la Europa occidental, entre los paralelos de 40 y 45.° Kæmtz ha propuesto para el estudio de la distribucion de estos fenómenos en la superficie del globo, un modo de representacion gráfica, que consiste en unir por medio de curvas los lugares en que las diferencias medias son iguales entre las estremas alturas mensuales del barómetro; tales son las líneas isobarométricas, cuya situacion y curvaturas geográficas conducen á resultados importantes para el estudio de la influencia que la configuracion de las tierras y la estension de los mares ejercen sobre las oscilaciones de la atmósfera. El Indostan, con sus altas cadenas de montañas y su península triangular, y las costas orientales del nuevo continente hácia el punto en que las aguas calientes del Gulf-Stream se dirigen al Este (Terra-Nova), presentan oscilaciones isobarométricas mas considerables que las Antillas y la Europa occidental. Los vientos reinantes son la causa principal que determina la disminucion de la presion atmosférica; y donde quiera que esta presion disminuye, la altura media del mar aumenta en la misma proporcion (85), segun así aparece de las observaciones de Danssy. Las variaciones que se reproducen regularmente por períodos horarios ó anuales, en la presion atmosférica; los cambios bruscos, por lo comun peligrosos (86), que ocurren accidentalmente en la misma presion, y en general, todos los fenómenos cuyo conjunto constituye el estado del cielo, deben atribuirse en gran parte al poder calorífico de los rayos del Sol; de donde resulta, que la direccion de los vientos, la altura del barómetro, los cambios de temperatura y el estado higrométrico del aire, son fenómenos conexos. Los resultados de una larga série de observaciones, empezadas ha ya mucho tiempo á propuesta de Lambert, se hayan reducidos á tablas que indican la presion atmosférica correspondiente á la área de cada viento; cuyas tablas conocidas con el nombre de rosas barométricas de los vientos, han permitido escudriñar mas profundamente el enlace de los fenómenos metereológicos (87). Dove ha reconocido con exactitud de admirable cálculo, que la ley de rotacion de los vientos, por él mismo establecida para ambos hemisferios, es la causa de muchos de los grandes fenómenos que tienen lugar en el Océano aéreo (88). La diferencia de temperatura entre las regiones equinocciales y las polares, engendra dos corrientes opuestas, la una en las altas porciones de la atmósfera, y la otra en la superficie del globo. Como los puntos situados hácia el ecuador y los situados hácia los polos, están animados de velocidades de rotacion muy diversas, resulta que la corriente que viene del polo, se inclina hácia el Este, en tanto que la corriente equinoccial se dirige al Oeste. De la lucha de estas dos corrientes; del lugar en que la superior cae y toca en la superficie, y de su recíproca penetracion, dependen las mas importantes variaciones de la presion atmosférica, los cambios de temperatura en las capas de aire y la precipitacion de los vapores acuosos condensados, así como la formacion y la variedad de figuras que las nubes toman, segun observaciones de Dove. El aspecto de las nubes que dá á los paisajes tanto movimiento y encanto, nos anuncia lo que pasa en las altas regiones de la atmósfera; cuando el aire está en calma, las nubes dibujan en el cielo de un caluroso dia de verano, «la imagen proyectada» del suelo que tan abundantemente irradia calórico hácia el espacio.

Cuando la iradiacion obra sobre grandes superficies continentales y oceánicas, cuya posicion relativa satisface á ciertas condiciones, como entre la costa oriental del Africa y la costa occidental de la península indica, sus efectos se hacen patentes, produciendo los monzones de los mares de la India (89), ó el Híppalos de los navegantes griegos, cuya direccion, periódicamente variable con la declinacion del Sol, ha sido fácilmente reconocida y utilizada desde la mas remota antigüedad. Así comenzó la meteorologia: el conocimiento de los monzones, esparcidos en el Indostan, en China, en el Oriente del golfo arábigo, al Oeste del mar Malayo; la nocion aun mas antigua y mas general de las brisas de tierra y mar, tales fueron los primeros, los débiles rudimentos de una ciencia que hoy hace rápidos progresos. Las estaciones magnéticas, cuya larga série atraviesa ahora, desde Moscou á Pekin, todo el Asia septentrional, y cuyos trabajos deben abrazar el magnetismo terrestre, y los demás fenómenos meteorológicos, están llamadas á esclarecer con importantes resultados la teoría de los vientos. Comparando las observaciones recogidas en diferentes puntos de esta inmensa línea, se podrá decidir, por ejemplo, si los vientos del Este soplan sin interrupcion desde la meseta desierta de Gobi hasta el interior del Imperio ruso, ó si la corriente producida por la precipitacion del aire en las altas regiones no empieza hasta la mitad de la cadena de los apostaderos. Entonces se sabrá positivamente de donde viene el viento. Si no se tienen en cuenta para el resultado que se busca sino los lugares donde se han hecho durante mas de veinte años las observaciones sobre la direccion de los vientos, conócese (segun los últimos cálculos tan cuidadosos de G. Mahlmann) que el viento de Oeste Sud-Oeste es el viento reinante en las latitudes medias de las zonas templadas de ambos continentes.

Nuestras ideas respecto de la distribucion del calor atmosférico han ganado en claridad, en cierto sentido, desde que se ha procurado someter los fenómenos á un modo uniforme de representacion gráfica, relacionando unos con otros, por un sistema de líneas, todos los puntos en que las temperaturas medias del año, del verano y del invierno, han sido determinadas con exactitud. El sistema de las líneas isotermas, isoteras é isoquimenas, que yo propuse en 1817, podrá quizás prestar una base cierta á la climatologia comparada, si los físicos consienten en reunir sus esfuerzos para perfeccionarle. De esta manera es como el estudio del magnetismo terrestre ha llegado á ser una verdadera ciencia, desde el momento en que los resultados parciales fueron reunidos y representados gráficamente por líneas de igual declinacion, de igual inclinacion y de igual intensidad.

La palabra clima, tomada en su acepcion mas general, sirve para señalar el conjunto de variaciones atmosféricas que afectan nuestros órganos de una manera sensible, á saber: la temperatura, la humedad, los cambios de la presion barométrica, la calma de la atmósfera, los vientos, la tension mas ó menos fuerte de la electricidad atmosférica, la pureza del aire ó la presencia de miasmas mas ó menos deletéreos, y por último, el grado ordinario de transparencia y de serenidad del cielo. Este último dato no influye únicamente sobre los efectos de la irradiacion calorífica del suelo, en el desarrollo orgánico de los vejetales y la madurez de los frutos, sino que tambien en la moral del hombre y la armonía de sus facultades.

Si la superficie de la tierra estuviese formada de un solo fluido homogéneo, ó de capas de un mismo color, igual densidad, el propio brillo, idéntica facultad de absorber los rayos solares, y análogo poder de irradiar el calórico hácia los espacios celestes, todas las líneas isotermas, isoteras é isoquimenas se dirigirian paralelamente al Ecuador. Bajo esta hipótesis las cualidades absorbente y emisiva para el calor y para la luz, se hallarian por todas partes de la superficie del globo en paridad de latitud. De este estado medio, que no escluye ni las corrientes de calórico en el interior del globo ni en su envuelta gaseosa, ni la propagacion del calor por las corrientes de aire, es de donde debe partir la teoría matemática de los climas, como de un estado primitivo. Todo lo que altera los poderes absorbente y emisivo en algunos puntos situados en paralelos iguales, produce una inflexion en las líneas isotermas. La naturaleza de estas inflexiones; los ángulos en que las líneas isotermas, isoteras, isoquimenas, cortan los círculos de latitud; la posicion del vértice de su convexidad ó de su concavidad con relacion al polo del hemisferio correspondiente, son efectos de causas que modifican, mas ó menos poderosamente, la temperatura bajo las diferentes latitudes geográficas.

Es útil al progreso de la climatología el que la civilizacion europea se ha ya establecido sobre dos continentes opuestos, ó mas bien que haya irradiado de nuestra costa occidental hasta una costa oriental, atravesando la gran cuenca del Atlántico. Cuando despues de muchas tentativas efímeras en Islandia y en Groenlandia, fundaron al fin los habitantes de la Gran Bretaña sobre el litoral de los Estados-Unidos de América sus primeras colonias duraderas, cuya poblacion aumentó rápidamente, por virtud de las persecuciones religiosas, del fanatismo y del amor á la libertad, los colonos que vinieron á establecerse entre la Carolina del Norte y la embocadura del rio San Lorenzo, se admiraron de esperimentar inviernos mucho mas frios que los de Italia, Francia y la Escocia, bajo iguales latitudes que la de estos países. Semejante diferencia de climas debia fijar la atencion; y sin embargo, esta observacion no fué realmente fecunda en resultados para la meteorologia, sino cuando pudo fundarse en datos numéricos, espresivos de las temperaturas medias anuales. Comparando de esta manera Nain en la costa del Labrador con Gothenburg, Halifax con Burdeos, New-York con Nápoles, San Agustin en la Florida con el Cairo, se nota, que para las mismas latitudes, las diferencias entre las temperaturas medias del año en la América oriental y las de la Europa occidental son, yendo del Norte al Sud, 11° 5, 7° 7, 3° 8 y casi 0°. El decrecimiento progresivo de estas diferencias en una série que comprende 28° de latitud, es sorprendente. Mas lejos, hácia el Sud, bajo los mismos trópicos, las líneas isotermas son siempre paralelas al Ecuador. Por los ejemplos precedentes se ve que estas cuestiones tan frecuentes en los círculos de la sociedad: ¿cuántos grados es la América mas fria que la Europa? (sin distinguir entre las costas del Oeste y las del Este) ¿qué diferencia hay entre las temperaturas medias del año en el Canadá ó en los Estados-Unidos y las de la Europa? «vése, repetimos, que bajo una forma tan absoluta, tan general, tales cuestiones carecen de sentido. La diferencia, en efecto, no es constante, pues varía de un paralelo á otro; y sin una comparacion especial de las temperaturas del verano y del invierno sobre las costas opuestas, es imposible formarse idea exacta de las verdaderas relaciones que existen entre los climas, ni apreciar su influencia sobre la agricultura, la industria y el bienestar de los pueblos.

Al señalar las causas que pueden modificar la forma de las líneas isotermas, distinguiré las que elevan la temperatura de las que tienden á hacerla descender. La primera clase comprende:

La proximidad de una costa occidental en la zona templada;

La configuracion particular á los continentes que están divididos en penínsulas numerosas;

Los mediterráneos ó los golfos que penetran profundamente en las tierras;

La orientacion, es decir, la posicion de una tierra relativamente á un mar sin hielos, que se estiende mas allá del círculo polar, ó con relacion á un continente de una estension considerable, situado sobre el mismo meridiano hacia el Ecuador, ó cuando menos en el interior de la zona tropical;

La direccion Sud y Oeste de los vientos reinantes, tratándose del borde occidental de un continente situado en la zona templada, y sirviendo las cadenas de montañas de amparo y abrigo contra los vientos que llegan de regiones mas frias;

La falta de pantanos cuya superficie queda cubierta de hielo en la primavera y hasta principio del estío;

La carencia de bosques en un terreno seco y arenoso;

La serenidad constante del cielo durante los meses de verano;

La proximidad, en fin, de una corriente pelágica, si sus aguas son mas calientes que las del mar circundante.

Entre las causas que hacen descender la temperatura media, coloco:

La altura sobre el nivel del mar de una region que no presente cimas considerables;

La cercanía de una costa occidental para las latitudes altas y medias;

La configuracion compacta de un continente cuyas costas estén desprovistas de golfos;

Una gran estension de tierras hácia el polo y hasta la region de las nieves perpétuas, á menos que no haya entre la tierra y esta region un mar constantemente libre de hielo en el invierno;

Una posicion geográfica tal, que las regiones tropicales de igual longitud estén ocupadas por el mar, o en otros términos, la ausencia de toda tierra tropical bajo el meridiano del país cuyo clima se trata de estudiar;

Una cadena de montañas que por su forma ó direccion se oponga al acceso de los vientos calientes, ó bien aun, la proximidad de picos aislados, por causa de las corrientes de aire frio que bajan á lo largo de sus vertientes;

Los bosques de gran estension, porque impiden la accion de los rayos solares sobre el suelo; porque sus órganos apendiculares (hojas) provocan la evaporacion de una gran cantidad de agua en virtud de su actividad orgánica, y porque aumentan la superficie capaz de enfriarse por irradiacion. Los bosques obran, pues, de tres maneras: por su sombra, por su evaporacion y por su irradiacion;

Los numerosos pantanos que forman en el Norte, hácia la mitad del estío, verdaderos ventisqueros en medio de las llanuras;

Un cielo nebuloso de verano, porque intercepta parte de los rayos del Sol;

Un cielo de invierno muy puro, porque favorece la irradiacion del calórico (90).

La accion simultánea de todas estas causas reunidas, de aquellas sobre todo que dependen de las relaciones de estension y configuracion de las masas opacas (los continentes) y de las masas diáfanas (los mares), determinan las inflexiones de las líneas isotermas proyectadas sobre la superficie del globo. Las perturbaciones locales engendran los puntos convexos y cóncavos de estas líneas. Como son de diferentes órdenes estas causas, deberá cada órden considerarse primero aisladamente. Mas tarde, para obtener su efecto total sobre el movimiento de las líneas isotermas, es decir, sobre la direccion y las curvaturas locales de estas líneas, examinaremos cómo se modifican dichas causas reunidas, y cómo se anulan ó se refuerzan mútuas mente, como si se tratase de pequeños movimientos ondulatorios que se encuentran y se cruzan. Tal es el espíritu del método por el cual me lisonjeo en creer que será posible un dia someter inmensas séries de hechos, en apariencia aislados, á leyes empíricas espresadas numéricamente, y poner de manifiesto su recíproca dependencia.

Los alisios (vientos del Este de la zona tropical), producen remolinos ó contra-corrientes que imprimen la direccion Oeste ú Oeste-Sud-Oeste á los vientos reinantes de las dos zonas templadas; son, pues, estos últimos vientos, terrales relativamente á una costa oriental, y vientos marítimos respecto de una costa occidental. Ahora bien; no siendo la superficie del mar tan susceptible de enfriarse como la de los continentes á causa de la enorme masa de las aguas y de la precipitacion inmediata de las partículas enfriadas, resulta de aquí que las costas occidentales deben ser mas cálidas que las costas orientales, siempre que no venga á modificar su temperatura alguna corriente oceánica. Esta diferencia fue señalada la primera vez por un jóven compañero de Cook, el ingenioso Jorge Forster, que ha contribuido de una manera tan eficaz á alimentar en mí el gusto por las espediciones lejanas. Otro tanto sucede con la analogía que existe respecto de la temperatura, entre la costa occidental de la América del Norte, bajo las latitudes medias, y la costa occidental de Europa (91).

Aun en las regiones del Norte se nota una sorprendente diferencia entre las temperaturas medias anuales de las costas orientales y la de las costas occidentales de America. En Nain, en el Labrador (lat. 57° 10'), es la temperatura de 3°, 8 bajo 0°: mientras que es todavía de 6°, 9 sobre 0° en Neu-Archangelsk, en la costa Noroeste de la América rusa. La temperatura media del estío es apenas de 6°, 2 en el primer lugar, y de 13°, 8 en el segundo. Pekin (39° 54') en la costa oriental del Asia, posee una temperatura media anual (11° 3) menor que la de Nápoles, que no obstante está situado algo mas al Norte: la diferencia escede de 5°. La temperatura media del invierno en Pekin es, por lo menos, de 3º bajo Oº; y en la Europa occidental, en el mismo París (lat 48° 50'), de 3°, 3 sobre 0º, Los inviernos de Pekin son tambien, por término medio, doy s grados y medio mas frios que los de Copenhague, á pesar de la situacion mucho mas septentrional de esta última ciudad (17° de latitud mas al Norte que Pekin).

Hemos dicho ya con qué lentitud sigue la enorme masa de las aguas del Océano las variaciones de temperatura de la atmósfera, deduciendo la consecuencia de que el mar sirve para igualar las temperaturas, y templar los rigores del invierno á la vez que los calores del estío. De aquí una importante oposicion entre el clima de las islas ó de las costas, propio á todos los continentes articulados, ricos en penínsulas y en golfos, y el clima del interior de una gran masa compacta de tierras firmes; contraste desarrollado completamente la primera vez por Leopoldo de Buch, sin que sus rasgos característicos, ni sus efectos sobre la fuerza de la vegetacion, el desenvolvimiento de la agricultura, la trasparencia del cielo, la irradiacion calorífica del suelo y la altura de las nieves perpétuas, hayan escapado al gran geólogo. En el interior del Asia, Tobolsko, Barnol del Obi é Irkustk tienen los mismos estíos que Berlin, Münster y Cherburgo, si bien á estíos semejantes suceden inviernos cuya espantosa temperatura media fluctúa entre los 18 y 20°, siendo frecuente que en los meses del estío se mantenga el termómetro semanas enteras entre 30 y 31°, Estos climas continentales recibieron con justicia el nombre de escesivos que el célebre Buffon les dió; y los habitantes de las regiones en que reinan tales climas escesivos, parece como que están condenados como las almas en pena del purgatorio del Dante (92),

A sofferir tormenti caldi e geli.

Jamás he encontrado en parte ninguna del mundo, ni aun en el mediodia de Francia, en España ó en las islas Canarias, tan buenos frutos, y, sobre todo, tan hermosos racimos de uva, como en los alrededores de Astrakan, á orillas del mar Caspio (lat. 46° 21'). La temperatura media del año es allí próximamente de 9º; la del estío sube á 21º, 2 como en Burdeos; pero en invierno el termómetro desciende á 25º y á 30º. Lo mismo sucede en Kislar á la embocadura del Terek, aunque esta última ciudad es aun mas meridional que Astrakan (como las latitudes de Avignon y de Rímini próximamente).

El clima de Irlanda, de las islas de Jersey y de Guernesey, de la península de Bretaña, de las costas de Normandía y, de la Inglaterra meridional, paises de inviernos dulces y de veranos frescos y nebulosos, contrasta estraordinariamente con el clima continental del interior de la Europa oriental. Al Nord-Este de Irlanda (lat. 54º 56'), en la misma latitud que Kœnigsberg en Prusia, crece el mirto al aire libre como en Portugal. La temperatura del mes de Agosto llega á 21º en Hungría; mientras que en Dublin (igual línea isoterma de 9° ½) no pasa de 16º. La temperatura media de invierno desciende á 2º, 4 en Buda; y en Dublin, donde la temperatura anual no es mas quede 9°, 5, la del invierno llega hasta 4º, 3 sobre el hielo, que vienen á ser 2º mas que en Milán, Pavía, Padua y casi toda la Lombardía, en donde el calor medio del año sube á 12º, 7. En las Orcadas (Stromness), un poco mas al Sud que Stokolmo (la diferencia de latitud es de medio grado), la temperatura media del invierno es de 4º, es decir, mas elevada que la de París, y casi tanto como la de Lóndres. Ademas, en las islas de Feroe, situadas á los 62° de latitud bajo la dulce influencia del viento de Oeste y del mar, las aguas interiores nunca se hielan. En las risueñas costas del Devonshire, uno de cuyos puertos (Salcombe) se denomina el Montpellier del Norte por la benignidad de su clima, se ha visto florecer al aire libre el agave mejicano, y dar fruto naranjos en espaldera, con estar solo abrigados por algunas esteras. Allá, como en Penzancio, en Gosport y Cherburgo, en las costas de la Normandía, la temperatura media del invierno es de 5°, 5, é inferior por consiguiente á las de Montpeilier y Florencia en 1°, 3 (93). Estas comparaciones demuestran suficientemente de cuántas maneras puede repartirse una sola y misma temperatura media anual entre las diferentes estaciones, y como estos diversos modos de distribuirse el calórico en el curso del año, influyen en la vejetacion, en la agricultura, la sazon de los frutos y el bienestar material del hombre.

Las líneas que he llamado isoquimenas é isóteras (líneas de iguales temperaturas de invierno y de estío) no son en modo alguno paralelas á las líneas isotermas (líneas de iguales temperaturas anuales). Si allá donde los mirtos crecen al aire libre, y donde el suelo no se cubre jamás en invierno de nieve permanente, las temperaturas del verano y del otoño bastan apenas para que sazonen las manzanas; y si para dar vino potable huyen los viñedos de las islas y de casi todas las costas, aun de las occidentales, no debe esto atribuirse únicamente á la baja temperatura que reina por el estío en el litoral; pues la razon de estos fenómenos, no está en las indicaciones producidas por los termómetros suspendidos á la sombra, sino que es preciso buscarla en la influencia de la luz directa, que hasta aquí para nada se ha tenido en cuenta, aunque se manifieste en multitud de fenómenos, como, por ejemplo, en la combustion de una mezcla de hidrógeno y de cloro. Existe bajo este respecto una diferencia capital entre la luz difusa y la luz directa, entre la luz que atraviesa un cielo sereno, y la que se debilita y dispersa en todos sentidos, en un cielo nebuloso; diferencia sobre la cual hace ya tiempo (94) que procuré llamar la atencion de los físicos y los fitólogos, como tambien sobre la cantidad de calórico, desconocida aun, que la accion de la luz directa desarrolla en las células de los vegetales vivientes.

Si recorremos la escala térmica de los diferentes géneros de cultivo (95) empezando por aquellos que exigen mas cálidos climas, encontraremos sucesivamente la vainilla, el cacao, el pisang y el cocotero; y despues el ananas, la caña dulce, el árbol del café, la palmera, el limonero, el olivo, el castaño fino y la vid que produce vino potable. Estudiando la distribucion de estos diversos cultivos en los llanos y las vertientes de las montañas, es fácil comprender, que sus límites geográficos no están regulados esclusivamente por las temperaturas medias anuales. Así, pues, para que la viña dé vino potable (96), no basta que el calor medio del año esceda de 9° ½, sino que es preciso ademas que á una temperatura de invierno superior á + 0º 5, siga una temperatura media de 18º por lo menos durante el estío. En el valle de Garonne, en Burdeos (lat. 44° 50'), las temperaturas medias del año, del invierno, del verano y del otoño, son respectivamente: 13º, 8; 6°, 2; 21º, 7; 14°, 4. En las llanuras del litoral del mar Báltico (lat. 52°), donde el vino no es ya potable, aunque sin embargo se consuma, corresponden á dichos números los siguientes: 8°, 6; 0°, 7; 17°, 6; 8°, 6. Indudablemente debe existir una oposicion muy marcada entre estos dos climas, de los cuales el uno es eminentemente favorable al cultivo de la viña, mientras que el otro llega al límite en que este cultivo deja de dar producto; y parece por tanto sorprendente á primera vista que las indicaciones termométricas no señalen con mayor precision semejante diferencia; la estrañeza sin embargo, será menor considerando que un termómetro colocado á la sombra, enteramente al abrigo, ó casi por completo defendido de los efectos de la insolacion directa y de la irradiacion nocturna, no puede indicar la temperatura del suelo, libremente espuesto á tales influencias, ni las variaciones periódicas que afectan á la misma temperatura de una á otra estacion.

Las mismas relaciones de climas que se observan entre la península de Bretaña y el resto de la Francia, cuya masa es mas compacta, sus estíos mas cálidos y mas crudos sus inviernos, se reproducen hasta cierto punto entre la Europa y el continente asiático, del cual viene á ser la Europa península occidental. Debe Europa la benignidad de su clima, á su configuracion ricamente articulada; al Océano que baña las costas occidentales del Antiguo Mundo; al mar libre de hielos que la separa de las regiones polares; y sobre todo, á la existencia y situacion geográfica del Continente africano, cuyas regiones intertropicales irradian abundantemente y provocan la ascension de una inmensa corriente de aire cálido, al paso que las regiones situadas al Sud del Asia son en gran parte oceánicas. Haríase indudablemente mas fria la Europa (97), si el Africa se sumergiese; si saliendo la fabulosa Atlántide del fondo del Océano uniese la Europa con la América; si las aguas calientes del Gulf-Stream no se vertieran en los mares del Norte; ó si una nueva tierra, levantada por las fuerzas volcánicas, se intercalase entre la península Escandinava y Spitzberg. Á medida que avanzamos del Este al Oeste, recorriendo, en un mismo paralelo de latitud, la Francia, la Alemania, la Polonia, la Rusia, hasta la cadena de los montes Ourales, vemos á las temperaturas medias del año seguir una série decreciente; pero tambien al mismo tiempo que penetramos de este modo en el interior de las tierras, la forma del Continente se hace cada vez mas compacta, auméntase su anchura, la influencia del mar disminuye, y la de los vientos del Poniente se deja sentir menos: circunstancias en donde hay que buscar la principal razon del descenso progresivo de la temperatura. En las regiones situadas mas allá del Oural, los vientos del Oeste llegan ya á convertirse en vientos terrales, y al penetrar en aquellas comarcas despues de haber soplado sobre grandes estensiones de tierras heladas y cubiertas de nieve, las enfria en vez de calentarlas. El rigor del clima de la Siberia occidental es un efecto de estas causas generales, debido á la configuracion de la tierra firme y á la naturaleza de las corrientes atmosféricas; pero no á la grande elevacion del suelo sobre el nivel del mar (98), aunque lo hayan así asentado Hipócrates, Trogue-Pompeyo y mas de un viajero célebre del siglo XVIII.

Dejemos ya las llanuras para ocuparnos de las desigualdades de que está sembrada la superficie poliédrica de nuestro globo, y consideremos las montañas relativamente a su accion sobre el clima de los paises vecinos y á la influencia que ejercen en razon de su altura sobre la temperatura de sus propias cimas, ó aun de sus mesetas. Las cadenas de montañas dividen la superficie terrestre en grandes cuencas, en valles angostos y profundos, y en valles circulares, que encajonados por lo comun como entre murallas, individualizan los climas locales (por ejemplo, en Grecia y en una parte del Asia menor) colocándoles en condiciones especiales con relacion al calor, á la humedad, á la trasparencia del aire y á la frecuencia de los vientos y tempestades.

Esta configuracion ha ejercido en todo tiempo una poderosa influencia sobre las producciones del suelo, la eleccion de cultivos, costumbres, formas de gobierno, y aun sobre las enemistades de las razas vecinas. El carácter de la individualidad geográfica llega, por decirlo así, á su máximum, cuando la configuracion del suelo, en el sentido horizontal como en el vertical, es lo mas variada posible; hallándose fuertemente grabado por el contrario el carácter opuesto en las estepas del Asia septentrional, en las grandes llanuras herbáceas del Nuevo-Mundo (sábanas, llanos, pampas), y en los eriales de maleza (ericeta) de Europa, y en los desiertos arenales ó pedregales del Africa.

La ley que sigue el decrecimiento del calor, en diferentes latitudes, á medida que la elevacion aumenta, es de altísima importancia para la meteorología, y no interesa menos á la geografía de las plantas, ó la teoría de la refraccion terrestre y á las diferentes hipótesis en que se funda la evaluacion de la altara de la atmósfera. Por eso el estudio de esta ley ha sido siempre uno de los principales objetos de mis investio-aciones, en las numerosas ascensiones de montañas que he verificado, en las regiones próximas y apartadas de los trópicos (99).

Desde que se sabe con alguna exactitud cómo se distribuye el calor en la superficie del globo, es decir, desde que se estudian las inflexiones y las distancias de las líneas isotermas é isoteras en los diferentes sistemas de la temperatura al Este y Oeste del Asia, de la Europa central y de la América del Norte, no es ya permitido formular de una manera absoluta la siguiente cuestion: ¿á qué fraccion del calor termométrico medio del año ó del estío corresponde una variacion de 1° de latitud sin salir de un mismo meridiano? Existe en cada sistema de líneas isotermas de iguales curvaturas una relacion íntima y necesaria entre estos tres elementos: la disminucion del calor en sentido vertical y de abajo á arriba; la variacion de temperatura por cada cambio de un grado en latitud geográfica; la relacion, finalmente, que se da entre la temperatura media de un punto situado sobre una montaña, y la distancia al polo de otro punto de igual nivel que el mar.

En el sistema de la América oriental, la temperatura media anual varía, desde la costa del Labrador hasta Boston 0°,88 por cada grado de latitud; desde Boston á Charleston 0°,95, y de Charleston al trópico de Cáncer (Cuba) la variacion disminuye y no es mas que de 0°,66. Ya en la zona tropical la variacion de la temperatura media es tan lenta, que desde la Habana á Cumana, el cambio para cada grado de latitud no escede de 0°,20.

Todo lo contrario sucede en el sistema formado por las líneas isotermas de la Europa central. Entre los paralelos de 38° y de 71° encuentro que la temperatura decrece uniformemente á razon de medio grado del termómetro por cada grado de latitud; mas como, por otra parte, el calor disminuye un grado en esta region, cuando la altura aumenta 156 á 170 metros, resulta de aquí que 78 ú 85 metros de elevacion sobre el nivel del mar producen el mismo efecto sobre la temperatura anual que un cambio de un grado de latitud hacia el Norte. Así vemos que la temperatura media anual del Convento del Monte San Bernardo, situado á 2.491 metros de elevacion, hácia los 45° 50' de latitud, vuelve á encontrarse en llanuras situadas á 75° 50'.

Las observaciones hechas por mí hasta 6.000 metros de altura en la parte de la cadena de los Andes comprendida entre los trópicos, me dieron primero un grado de disminucion de temperatura por cada 187 metros de aumento de elevacion. Treinta años despues, mi amigo Boussingault halló que el término medio era de 175 metros. Comparando los lugares situados en la vertiente misma de las cordilleras, con otros puntos de igual altura sobre el nivel del mar, aunque colocados sobre mesetas de gran estension, tengo notado que la temperatura media del año mas elevada es de 1°,5 á 2°,3 en estos últimos parajes. La diferencia seria mayor sin la pérdida de calórico que produce la irradiacion durante la noche. Como en esta region los climas se encuentran sobrepuestos unos á otros, desde los bosques de cacaos de los bajos llanos hasta la region de las nieves perpétuas; y como la temperatura varía allí muy poco de un cabo á otro del año, se puede formar idea muy exacta de las temperaturas particulares de las grandes ciudades de la cadena de los Andes, comparándolas á las de Francia é Italia en ciertas épocas del año. Mientras que reina diariamente en las frondosas márgenes del Orinoco una temperatura de mas de 4° que la del mes de agosto en Palermo, á medida que subimos los Andes encontramos en Popayan (1,775 metros) la de los tres meses del estío de Marsella; en Quito (2,908 metros) la de fines del mes de mayo de París; y por último, en los Páramos, donde crecen plantas alpestres, que aunque mezquinas se ven cubiertas de flores, se goza de igual temperatura que la que reina en París á principios de abril.

Cuanto mas próximos del Ecuador nos hallamos, mas elevado es el límite de las nieves perpétuas, como tuvo ocasion de observar, y fué el primero, el ingenioso Pedro Mártir de Angleria, uno de los amigos de Cristóbal Colon, despues de la espedicion emprendida en octubre de 1510 por Rodrigo Enrique Colmenares. Véase lo que Angleria escribe á este propósito en su bella obra De Rebus oceanicis (100): «El rio Gaira desciende de una montaña (en la Sierra Nevada de Santa Marta), que al decir de los compañeros de Colmenares, supera en altura á todas las conocidas; y así debe de ser, en efecto, puesto que tal montaña, situada lo mas á 10° del Ecuador, conserva en todo tiempo la nieve sobre sus cimas.» El límite de las nieves perpétuas, a una latitud dada, le constituye la línea de las nieves que resisten al estío, ó en otros términos, la mayor altura á que puede llegar esta línea en el trascurso entero del año. Debemos distinguir cuidadosamente este dato de los tres fenómenos siguientes: de la oscilacion anual del límite inferior de las nieves; de la caida de la nieve esporádica; y de la formacion de los ventisqueros, que no pueden existir al parecer sino en las zonas frias y templadas. Desde los inmortales trabajos de Saussure, el fenómeno de los ventisqueros ha sido estudiado en los Alpes por Venetz y Charpentier, y sobre todo por Agassiz, cuya perseverancia é intrepidez esceden á toda ponderacion.

Conocemos ya el límite inferior de las nieves perpétuas; en cuanto á su límite superior, nada hemos de decir, por que aun las cimas mas altas de las montañas no llegan, ni con mucho, á las capas de aire enrarecido que, segun la verosímil opinion de Bougner, no contienen ya vapor vesicular capaz de producir cristales de hielo por vía de enfriamiento, ni de tomar de tal modo una forma visible.

El límite inferior de las nieves no es solamente una funcion de latitud geográfica y de la temperatura media anual del lugar en que se encuentran aquellas, porque ni en el Ecuador ni aun en la misma zona tropical es donde este límite llega á su mayor altura sobre el nivel del mar, como se ha creido por mucho tiempo; el fenómeno de que se trata es en general un efecto muy complejo de la temperatura, del estado higrométrico y de la forma de las montañas; y si le sometemos á una análisis todavía mas minuciosa que permiten hoy las últimas observaciones (1), reconoceremos que depende del concurso de un gran número de causas, tales como la diferencia de las temperaturas propias de cada estacion; la direccion de los vientos reinantes y su contacto con el mar ó con la tierra; el grado habitual de sequedad ó de humedad de las capas superiores de la atmósfera; el espesor absoluto de la masa de nieve, caida ó acumulada; la relacion entre la altura del límite inferior de las nieves y la altura total de la montaña; la situacion relativa de esta última en la cadena de que forme parte; una gran escarpadura de las vertientes; la proximidad de otras cimas igualmente cubiertas de nieve perpétua; la estension y la altura absoluta de las llanuras en cuyo seno se eleva la nevada cima como un pico aislado, ó sobre el flanco de una cadena de montañas; y finalmente, la situacion de estos llanos á orillas del mar ó en el interior de los continentes, y el estar formados de bosques ó de praderas de pantanos ó áridos arenales, y de grandes moles pétreas.

En América, el límite inferior de las nieves llega bajo el Ecuador á la altura del Mont-Blanc de la cadena de los Alpes, y luego desciende hácia el trópico boreal; las últimas medidas le colocan 312 metros próximamente mas bajo en la meseta de Méjico, á los 91° de latitud septentrional. Elévase, por el contrario, hácia el trópico austral, pues segun Pentland, en la cordillera marítima de Chile (de 14° 1/2, á 18°, de latitud austral) está dicho límite á 800 metros mas elevado que en el Ecuador, cerca de Quito, en el Chimborazo, el Cotopaxi y el Antisana. El doctor Gillies aseguró tambien que á los 33° de latitud austral el límite de las nieves perpétuas está comprendido entre 4,420 y 4,580 metros en las vertientes del volcan de Penquenas. En aquellos dias puros del estío, la sequedad estremada de la atmósfera favorece hasta tal punto la evaporacion de la nieve, que el volcan de Aconcagua (al nor-oeste de Valparaiso, latitud 32° 1/2) se ha visto alguna vez completamente libre de ella, sin embargo de que cuenta 450 metros de altura mas que el Chimborazo, segun las medidas de la espedicion del Beagle (2).

Casi en el mismo círculo de latitud boreal (de 30° 3/4 á 31°), sobre la vertiente meridional del Himalaya, el límite de las nieves perpétuas está situado á 3,956 metros de altura. Combinando y comparando las medidas practicadas en otras cadenas de montañas, se habia previsto este resultado, que han confirmado plenamente y despues las medidas directas. Pero en la vertiente septentrional, sometida á la influencia de la meseta tibetana, cuya altura media parece ser de 3,500 metros, el límite de las nieves perpétuas sube mas alto y llega próximamente á 4,068 metros. Semejante diferencia ha sido largo tiempo controvertida en Europa y en la India, y yo mismo he consagrado desde 1820 varios escritos, á fin de esponer mis opiniones acerca de este asunto (3). Tratábase, con efecto, de uno de esos grandes hechos naturales que no interesan solo á los físicos; porque la altura de las nieves perpétuas ha debido ejercer una poderosa influencia en las condiciones de vida de los pueblos primitivos, y casi siempre simples datos meteorológicos han determinado en grandes estensiones de un mismo continente, aquí la existencia agrícola, y en cualquiera otra parte la nómada.

Como la cantidad de vapor contenido en la atmósfera aumenta con la temperatura, resulta de aquí que este elemento debe variar segun las horas del dia, las estaciones, latitudes y alturas. Nuestros conocimientos sobre el elemento higrométrico, que juega un papel tan importante en la creacion orgánica, han adelantado notablemente desde que se adoptó un nuevo procedimiento de medida, segun una ingeniosa aplicacion de las ideas de Dalton y de Daniell. Este procedimiento, cuyo uso tanto se ha generalizado, es el sicrómetro de Augusto, por medio del cual se determina la diferencia entre el punto de rocío con la temperatura del aire ambiente, y por consiguiente la cantidad de vapor contenido en la atmósfera. La temperatura, la presion atmosférica y la direccion del viento guardan íntima relacion con la humedad, cuyo poder vivificador no depende únicamente de la cantidad absoluta del vapor disuelto en las capas aéreas, sino tambien de la frecuencia y modo de precipitacion del mismo vapor, ya humedezca el suelo bajo la forma de rocío ó de niebla, ya caiga condensado en gotas de agua y en copos de nieve. Segun Dowe (4), la fuerza elástica de vapor de agua contenido en la atmósfera de nuestra zona templada llega al máximum con el viento Sud-Oeste y al mínimum con el Nordeste, disminuyendo al Oeste de la rosa náutica y aumentando, por el contrario, en la region oriental; y es que, con efecto, por el lado del Oeste, una corriente de aire frio, denso y seco rechaza á la vez aire caliente, ligero y húmedo, en tanto que por la parte opuesta esta última corriente es la que repele á la primera. La corriente del Sud-Oeste no es mas que una desviacion de la corriente ecuatorial, y la corriente del Nordeste es la única corriente polar reinante.»

Si algunas regiones intertropicales donde jamás cae lluvia ni rocío y cuyo cielo permanece completamente despejado durante cinco y aun siete meses, nos ofrecen, no obstante, árboles cubiertos de fresco y gracioso verdor, débense indudablemente á que las partes apendiculares (las hojas) poseen la facultad de absorber el agua de la atmósfera por un acto particular á la vida orgánica, independientemente de la disminucion de temperatura que produce la irradiacion. Las áridas llanuras de Cumana, de Coro y de Ceara (Brasil septentrional), que no humedece jamás la lluvia, contrastan con otras comarcas intertropicales en donde llueve con abundancia. En la Habana, por ejemplo, Ramon de la Sagra ha deducido de seis años de observaciones, que caen al año, por término medio, 2,761 milímetros de agua, es decir, cuatro ó cinco veces mas que en París y Ginebra (5). En la vertiente de la cadena de los Andes, la cantidad de lluvia anual decrece como la temperatura, á medida que la altura aumenta (6). Caldas, uno de mis compañeros de viaje en la América del Sud, notó que en Santa Fé de Bogotá (2,600 metros de altura), la cantidad anual de agua no escede de 1,000 milímetros; siendo por esto allí menos abundante que en ciertos puntos de las costas occidentales de la Europa. Boussingault, ha visto muchas veces en Quito retrogradar el higrómetro de Saussure hasta 26°, para una temperatura de 12 á 13°, Gay-Lussac en su célebre ascension aerostática hizo marcar al mismo instrumento 25°, 3 en capas de aire situadas á 2,100 metros de altura. Pero la mayor sequedad que se ha observado hasta aquí en las llanuras bajas es indudablemente la que Gustavo Rose, Ehrenberg y yo hemos tenido ocasion de medir en Asia entre las cuencas del Irtysch y del Obi en la estepa de Platowskaia. El viento de Sud-Oeste, habia soplado largo tiempo de el interior del continente, y siendo la temperatura atmosférica de 23°, 7 encontramos que el punto de rocío había descendido á 4°,3 bajo el hielo, de suerte que el aire no contenia mas que 16/100 de vapor acuoso (7). En estos últimos tiempos, algunos observadores han suscitado dudas acerca de la gran sequedad que las medidas higrométricas de Saussure y las mias asignan al aire en las altas regiones de los Alpes y de los Andes; pero se han limitado á comparar la atmósfera de Zurich con la de Faulhorn, cuya altura solo en Europa puede tomarse por considerable (8). Bajo los trópicos, cerca de la region en que la nieve empieza á caer, es decir, entre 3,600 y 3,900 metros de altura, las plantas alpestres de hojas de mirtos y de grandes flores, propias de los Páramos, están hañadas por una humedad casi perpétua: pero esta humedad no prueba que exista á tal elevacion una gran cantidad de vapores, sino únicamente que su precipitacion se reitera con frecuencia. Puede decirse otro tanto de las nieblas, tan comunes en la bella meseta de Bogotá. Los nublados se forman en capas y se disuelven muchas veces en el espacio de una hora: rápidos juegos atmosféricos que caracterizan, en general, las mesetas y los Páramos de la cadena de los Andes.

La electricidad de la atmósfera se une de mil modos á los fenómenos todos de la distribucion del calórico, á la presion, á los meteoros acuosos, y probablemente tambien al magnetismo de que parece estar dotada la corteza superficial del globo. Estas relaciones íntimas se nos revelan, ya se considere la electricidad de las bajas regiones del aire en donde su silenciosa marcha varía por períodos todavía problemáticos, bien la estudiemos en las capas elevadas, en el seno de las nubes, donde brilla el relámpago, y nace atronador el rayo. Grande es la influencia que ejerce sobre los dos reinos animal y vegetal, no solo por los fenómenos meteorológicos que produce, tales como la precipitacion de los vapores acuosos, y la formacion de compuestos ácidos ó amoniacales, sino como agente especial que escita directamente el aparato nervioso y los movimientos circulares de los líquidos orgánicos. No es esta ocasion de renovar antiguas discusiones acerca del orígen de la electricidad que se desarrolla en la atmósfera estando el cielo sereno: ni investigaremos si es preciso atribuir aquella electricidad á la evaporacion de las aguas cenagosas cargadas de sales y de sustancias térreas (09), á la vegetacion (10), á las innumerables reacciones químicas que se verifican en el suelo, á la desigual distribucion del calor en las capas aéreas (11); ó si será necesario recurrir á la ingeniosa hipótesis porque esplica Peltier la electricidad positiva de la atmósfera, suponiendo al globo cargado constantemente de la negativa (12). Lejos de penetrar en este vasto campo de discusiones, la descripcion física del mundo debe partir de las observaciones electro-métricas, tales como las suministra, por ejemplo, el ingenioso aparato electro-magnético propuesto por Calladon, para buscar como crece la tension de la electricidad positiva con la altura del sitio y la falta de árboles de las regiones vecinas (13); qué periodos varian con el flujo y reflujo diurnos de la electricidad atmosférica (segun las investigaciones hechas en Dublin por Clarke, estos periodos no parecen ser tan simples como aquellos cuya existencia habíamos reconocido Saussure y yo); y cómo cambia la tension segun las estaciones, la distancia al Ecuador, y la proporcion local entre la superficie de las tierras y la del Océano.

Si puede decirse en tésis general que el equilibrio de las fuerzas eléctricas está sujeto á perturbaciones menos frecuentes allí donde el Océano aéreo descansa sobre un fondo líquido, que en las atmósferas continentales, no por ello sorprende menos ver en el seno de los mas vastos mares pequeños grupos de islas obrar sobre el estado eléctrico de la atmósfera provocando la formacion de las tempestades. En mis largas séries de investigaciones hechas en tiempo nebuloso, ó al empezar á caer la nieve, he visto á menudo á la electricidad atmosférica, vítrea en un principio de un modo permanente, pasar de súbito á la electricidad resinosa, reproduciéndose estas alternativas en diversas ocasiones, lo mismo en las llanuras de las zonas frias, que en los páramos de las Cordilleras, entre 3,200 y 4,500 metros de altura. Y siendo el fenómeno de todo punto semejante á los que indican los electro-metros en los instantes que preceden á la tempestad (14), y durante ella. Cada vesícula de vapor está rodeada de una pequeña atmósfera eléctrica; y cuando estas vesículas se agrupan y condensan en nubes de contornos determinados, la electricidad de cada una de ellas pasa á la superficie y contribuye al aumento de la tension general en la envuelta esterior (15). Las nubes de color gris pizarra cargadas de electricidad resinosa, segun las investigaciones de Peltier hechas en París; y las blancas, rosadas ó naranjadas, poseen la electricidad vítrea. Las nubes tempestuosas pueden formarse á cualquier altura. Yo las he visto coronar las cimas mas altas de los Andes; y aun he encontrado señales de vitrificacion producidas por el rayo sobre una de las rocas en forma de torre que cubren el cráter del volcan de Toluca, á 4,600 metros de elevacion. De igual manera en las bajas llanuras de las zonas templadas, la altura de ciertas nubes tormentosas, medida en sentido vertical, escedia de 8,000 metros (16). Pero en cambio la capa de nubes que encierra el rayo puede bajarse y descender alguna vez á 150 y aun á 100 metros del suelo de las llanuras.

En el trabajo mas completo que tenemos hasta ahora acerca de una de las mas delicadas ramas de la meteorología, Arago distingue tres especies de manifestaciones luminosas (los relámpagos), que son: relámpagos en zig zag, cuyos bordes están claramente terminados; los que sin formas definidas iluminan el cielo, pareciendo cuando brillan que la nube se entreabre para darlos paso, y los que asemejan globos de fuego (17). Los primeros darán apenas 1/1000 de segundo; pero los relámpagos de forma de globo son menos rápidos y pueden durar muchos segundos. Sucede alguna vez que nubes solitarias colocadas á una gran altura sobre el horizonte, se hacen luminosas, sin que se oiga el trueno, y aun sin apariencia alguna de tempestad; singular fenómeno que dura bastante tiempo, y fue señalado la primera vez por Nicholson y Beccaria, cuyas descripciones concuerdan perfectamente con las observaciones mas recientes. Hanse visto tambien brillar con eléctrico resplandor y sin síntoma alguno de tempestad, granizos, gotas de lluvia y copos de nieve. Indicaremos, por último, como uno de los rasgos mas sorprendentes de la distribucion geográfica de las tormentas, el contraste singular que ofrece la costa peruana, donde nunca truena, comparada con el resto de la zona intertropical, donde en ciertas épocas del año, y casi diariamente se forman tempestades cuatro ó cinco horas despues de haber tocado el sol en su zenit. Arago ha recogido acerca de tan interesante cuestion, los testimonios de un gran número de navegantes (Scoresby, Parry, Ross, Franklin) que ponen fuera de duda la estremada rareza de las esplosiones eléctricas en las altas latitudes boreales de 70 y de 75° (18).

No terminaremos la parte meteorológica del cuadro de la naturaleza, sin insistir de nuevo sobre la íntima conexion que guardan entre sí los fenómenos atmosféricos. Ninguno de los agentes que como la luz, el calor, la elasticidad de los vapores y la electricidad, desempeñan papel tan importante en el océano aéreo, puede dejar sentir su influencia, sin que el fenómeno producido sea inmediatamente modificado por la intervencion simultánea de todos los demás agentes. Esta complicacion de causas perturbadoras nos lleva involuntariamente á las que alteran sin cesar los movimientos de los cuerpos celestes, y especialmente los de una masa pequeña que se aproximan mucho á los centros principales de accion (cometas, satélites y estrellas errantes). Pero aquí la confusion de las apariencias llega á ser frecuentemente inestricable, y quítanos la esperanza de poder llegar alguna vez á prever, fuera de límites muy estrechos, los cambios de la atmósfera, cuyo conocimiento anticipado seria de tanto interés para el cultivo de los verjeles y de les campos, para la navegacion, el bien estar y los placeres de los hombres. Los que buscan ante todo en la meteorología esta problemática prevision de los fenómenos, se convencen de que en vano se han emprendido tantas espediciones, y recogido y examinado observaciones tantas; para ellos la meteorología no adelantó nada, y niegan su confianza á una ciencia, tan estéril á sus ojos, para concedérsela á las fases de la luna ó á ciertos dias señalados en el calendario por antiguas supersticiones.

Rara vez ocurren grandes separaciones locales en la distribucion de las temperaturas medias; ordinariamente, las anomalías se reparten uniformemente sobre grandes estensiones de terreno. La desviacion accidental llega á su máximum en un lugar determinado, y decrece en seguida de una y otra parte de este punto, dentro de ciertos límites; mas pasados estos pueden hallarse grandes desviaciones en sentidos opuestos, solo que se producen con mas frecuencia del Sud al Norte que del Oeste al Este. A fines del año 1820 (terminaba yo entonces un viaje por la Siberia), el máximum de frío cajó en Berlin, mientras que la América del Norte gozaba de un calor insólito. Es una suposicion gratuita esperar un estío riguroso despues de un crudo invierno, ó un invierno benigno despues de un fresco estío.

Háse notado con razon, que las indicaciones del barómetro se refieren á todas las capas aéreas situadas sobre el lugar de la observacion (19) hasta los límites estremos de la atmósfera, al paso que las del termómetro y del sicrómetro son puramente locales y no se aplican mas que á la capa de aire próxima al suelo. Si se trata de estudiar las modificaciones termométricas ó higrométricas de las capas superiores, es necesario proceder á observaciones directas sobre las montañas ó á ascensiones aerostáticas. Si estos medios directos faltan, es preciso recurrir entonces á hipótesis que permitan emplear el barómetro como instrumento de medida para el calor y la humedad. Los fenómenos meteorológicos se inician ordinariamente por una perturbacion lejana que ocurre en las corrientes de las altas regiones; luego poco á poco el aire frio ó caliente, seco ó húmedo de algunas corrientes desequilibradas, invade la atmósfera, turba ó restablece su trasparencia, amontona las nubes, dándoles formas macizas y redondas (cumulus), ó las divide y disemina en ligeros copos como la pluma blanda de las aves (cirrus). Así, pues, la multiplicidad de las perturbaciones se complica tambien por la lejanía de las causas de ordinario inaccesibles.


NOTAS

^(23)  Pag. 141.— Otfried Müller, Prolegomena, § 373.

^(24)  Pág. 144.—Cuando se trata de la mayor profundidad á que los trabajos de los hombres han podido llegar, es necesario distinguir la profundidad absoluta, contada desde la superficie misma del suelo, de la profundidad relativa, contada solamente á partir del nivel del mar. La mayor profundidad relativa alcanzada, es quizás la del pozo artesiano de Neu-Salzwerk, cerca de Minden, en Prusia, que en junio de 1844 era de 607,4 m.; la profundidad absoluta era de 680 m. La temperatura del agua en el fondo del pozo, ascendia entonces á 32°,7 admitiendo 9°,6 para la temperatura media de la atmósfera, se tendria el aumento de 1° por cada 29,6 m. El pozo de Grenelle, en París, tiene 547 m. de profundidad absoluta. Segun dice el misionero Imbert, á la profundidad de nuestros pozos artesianos, escede con mucho la de las fuentes de fuego (Ho-tsing), en China; estos pozos se perforan con el objeto de procurarse gas hidrógeno, que se quema en las salinas para la evaporacion del agua. En la provincia china de Szou-Tchouan, las fuentes de fuego tienen generalmente de 600 á 650 m. de profundidad; en Tseou-Lieou-Tsing (lugar del derramamiento perpétuo), se perforó á la cuerda en 1812, un ho-tsing de 975 m. (Humboldt, Asie centrale, t. II, p. 521 y 525; Annales de l' association pour la propagation de la Foi, 1829, núm. 16, p. 369). La profundidad relativa alcanzada en Monte-Massi, en Toscana, al Sud de Voltera, solo es de 382 m., segun Matteucci. Es probable que la hullera de Apendale, en Newcastle, sobre el Tyne (Stafford shire), venga en profundidad relativa inmediatamente despues del pozo artesiano de Neu-Salzwerk. En esta mina los trabajos de esplotacion se verifican á 725 yardas (658 m.) debajo de la superficie (Thomas Smith, Miner's Guide, 1836, p. 160); no conozco desgraciadamente la altura exacta del suelo sobre el nivel del mar. La profundidad de la mina de Monk-Wearmouth, en Newcastle, es de solo 456 m. (Phillips en el Philos. Magaz., t. V, 1834. p. 446); la del carbonage la Esperanza, en Seraing, 413 m., segun M. de Dechen; la de la antigua mina Marihaye, cerca de Val-Saint-Lambert, en el valle del Mosa, 376 m., segun Gernaert, ingeniero de minas. Las escavaciones mas profundas (midiendo ahora á partir del suelo) se han practicado en su mayor parte sobre mesetas ó en valles, de tal altura, que el nivel del mar ó ha sido escedido en muy poco, ó no ha sido alcanzado. Un pozo de mina, actualmente abandonado en Kuttenberg, en Bohemia, habia llegado á la enorme profundidad absoluta de 1151 m. (F. A. Schmidt, Berggesetze der österr. Mon., primera parte, t. I, p. XXXII). En San Daniel y en Geist, sobre el Rœrerbühel (distrito de Kitzbühl), llegaron los trabajos en el siglo XVI á 947 m. Aun se conservan los planos de los trabajos ejecutados sobre el Rœrerbühl en 1539. (Joseph de Sperges Tyroter Bergwerksgeschichte, p. 121). Cf. tambien Humboldt, in die Gutachten über Herantreibung des Meissner Slollens in die Freiberger Erzrevier, impreso en Herder, ueber den jelzt begonnenen Erbstollen, 1838, p. CXXIV). La estraordinaria profundidad de estos trabajos parece haber sido conocida desde muy antiguo en Inglaterra, pues Gilbert, de Magnete, asegura que el hombre ha podido penetrar en la corteza terrestre á 780, y aun á 975 m. de protundidad, «Exigua videtur terræ portio, quæ unquam hominibus spectanda emerget aut eruitur: cum profundius in ejus viscera, ultra efflorescentis extremitatis corruptelam, aut propter aquas in magnis fodinis, tanquam per venas scaturientes, aut propter aeris salubrioris ad vitam operarium sustinendam necessarii defectum, aut propter ingentes sumptus ad tantos labores exantlandos, multasque difficultates, ad profundiores terræ partes penetrare non possumus; adeo ut quadringentas aut (quod rarissime) quingentas orgyas in quibusdam metallis descendisse, stupendus omnibus videatur conatus." Guillielmi Gilberti, Colcestrensis, de Magnete Physiologia nova, Lond., 1600, p. 40. Las profundidades absolutas de las minas de Freiberg, en Sajonia, son de 592 y 557 m,; las profundidades relativas no esceden de 201 y 84 m. suponiendo que para hallar la altura del suelo sobre el nivel del mar se tome, con Reich, 387 m. para la de Freiberg. La profundidad absoluta de las minas de Joachimsthal, en Bohemia, no menos célebres por su riqueza que las de Freiberg, es de 646 m., sin que por esto hayan llegado los trabajos al nivel del mar, puesto que las medidas de M. de Dechen dan próximamente 731 m. para la altura de la superficie sobre este nivel. En el Hartz, el pozo Samson, en Andreasberg, tiene 670 m. de profundidad absoluta. En la antes América Española, no conozco minas mas profundas que las de Valenciana, en Guanaxuato (Méjico), donde he medido la profundidad absoluta de los planes de San Bernardo: estos planes tenian 514 m.: por consiguiente les faltaba todavía 1816 m. para llegar al nivel del mar. La profundidad de los antiguos trabajos de Kuttenberg escede á la altura del monte Brocken, y es inferior á la del Vesubio en solo 65 m. Si se la compara á la altura de los mayores edificios construidos por la mano de los hombres (la pirámide de Cheosp y la aguja del campanario de la catedral de Strasburgo), se encuentra la relacion de 8 á 1. Nuestros libros geológicos contienen tantos datos mecánicos de manifiesta inexactitud, y estos datos han sido alterados con tanta frecuencia por falsas reducciones, que me ha parecido útil presentar aquí todos los documentos ciertos que he podido recoger sobre las profundidades absolutas y relativas de las minas y pozos artesianos.—Cuando se desciende de Jerusalem hácia el mar Muerto dirigiéndose al Este, se goza de un espectáculo único en el mundo; y digo único por el estado actual de nuestros conocimientos sobre la hipsometria de la superficie terrestre; á medida que se va llegando á la quebrada que sirve de lecho al Jordan, se camina á cielo abierto sobre capas de rocas, cuya profundidad bajo el nivel del Mediterráneo es de 422 m., segun la nivelacion barométrica de Bertou y Russegger. (Humboldt, Asie centrale, t. II, p. 323.)

^(25)  Pág. 145.—A falta de los trabajos mineros, las capas que se encorban en forma de bóvedas tumbadas que se ven caer y reaparecer mas lejos á una distancia determinada, pueden dar indicaciones preciosas a cerca de la constitucion de las partes mas profundas de la costa terrestre. Los datos de esta naturaleza tienen un gran interés para la geognosia. Debo las notas siguientes á un escelente geólogo, M. de Dechen: «La profundidad de la depresion formada por las capas carboníferas de Luttich en el monte San Gilles, segun las medidas tomadas por mí, de acuerdo con nuestro amigo M. de OEynhausen, es próximamente de 1186 m. debajo de la superficie; como el monte San Gilles no tiene mas de 130 m. de altura absoluta, el fondo del seno es de 1056 m. bajo el nivel del mar. El seno de los lechos de carbon de piedra de Mons, es aun 568 m. mas profundo. Pero estas profundidades son bien pequeñas en comparacion de la que puede deducirse de la disposicion de los lechos de carbon de piedra de Saar-Revier (Saarbrücken.)En diferentes ensayos he hallado que la capa de carbon situada en los alrededores de Duttweiler cerca de Saarlouis desciende hasta 6710 m. bajo el nivel del mar. «Este resultado escede en 2600 m. la profundidad que he atribuido en el testo aun seno formado por el plegamiento de los estratos devonianos. Los lechos de carbon de piedra de que habla Dechen se suceden asi bajo el nivel del mar, en tanto que el Chimborazo se eleva sobre el mismo nivel. A esta profundidad el calor terrestre debe ser de 224°. Desde las cimas mas altas del Himalaya hasta las capas donde la vejetacion del mundo primitivo se ha escondido, la distancia contada verticalmente es de 14600 m. ó de 1/435 del radio de la Tierra.

^(26)  Pág. 149.— Platon Phædo, p. 97. (Aristóteles, Metaph, p. 985). Cf. Hegel Geschichte der Philos., 1840, p. 16.

^(27)  Pág. 149.—Bessel, Allgemeine Betrachlungen ueber Gradmessungen nach astronomisch-geodätischen Arbeiten, al fin de la obra de Bessel y Bæyer Gradmessung in Ostpreussen, p. 227. En cuanto al pasaje relativo á la luna, voy. Laplace. Expos. du Système du Monde, p. 308.

^(28)  Pág. 150.— Plinio, l. II. c. 68. Séneca. Natur. Quæst. Præf, c. 2 «El mundo es poco» decia Cristobal Colon en una carta que escribió desde Jamáica á la reina Isabel, el 7 de julio de 1503, á fin de hacerla comprender que el camino de España no podia ser largo cuando se buscaba el «Oriente partiendo de Occidente». Cf. mi Examen critique de l'hist. de la Geogr. au XVe siecle, t. I. p. 83: y t. II p. 327. Delisle, Fréret y Gosselin han sostenido que las contradicciones de los Griegos á cerca de las dimensiones de nuestro globo eran solo aparentes, y podian desvanecerse, teniendo en cuenta la diferencia de las estadias tomadas por unidades de medida; yo he demostrado en las dos partes citadas mas arriba, que esta opinion habia sido emitida ya en 1295 por Jaime Ferrer, en una proposicion hecha por él para fijar la línea de demarcacion papal.

^(29)  Pág. 150.—Brewster. Life of sir Isaac Newton, 1831, p. 162: «The discovery of the spheroidal form of Jupiter by Cassini had probably directed the attention of Newton to the determination of its cause, and consequently to the true figure of the Earth.» La primera publicacion de Cassini acerca del aplanamiento de Júpiter (habíalo fijado en 1/15) data de 1691 (Anciens Mémoires de l'Acad. des Sciences, t. II, p. 108). Pero Lalande advierte (Astron., 3.ª edic,. t. III, p. 335) que Maraldi poseía algunas hojas impresas de una obra latina de Cassini, «sobre las manchas de los planetas,» que prueban que Cassini conocía el aplanamiento de Júpiter con anterioridad al 1666, es decir, veintiun años antes de la aparicion de los Principia de Newton.

^(30)  Pág. 151.—Segun las investigaciones hechas por Bessel, sobre diez medidas de grado, en las cuales tuvo en cuenta el error que descubrió Puissant en el cálculo de la medida francesa de grado (Schumacher's Astron. Nachr., 1841, n.° 438, p. 116), el semi-eje mayor del elipsoide de revolucion que se aproxima mas á la figura irregular del esferoide terrestre, es de 3272077,'14 (6377398,m1); el semi-eje menor es de 326113,'33 (6356079,m9); el aplanamiento es de 1/299'152. La longitud del grado medio de un meridiano es 57013',109 (111120,m64), con un error de + 2,'84 03 (5,m 536); asi, pues, una milla geográfica equivale á 3807,'23 (7420,m 43). Los resultados obtenidos anteriormente por otros autores, combinando las mismas medidas de grado, dan para el aplanamiento cantidades que oscilan entre 1/302 y 1/297. Walbeck, por ejemplo, De forma et magnitudine Telluris in demensis arcubus meridianis definiendis, 1819, encontró 1/302'78; y Ed, Schmidt, en 1829, dedujo 1/287'49, de siete medidas de grado (Cours. de mathem. et de geogr. phys., p. v.) Acerca de la influencia que grandes diferencias de longitud ejercen sobre el aplanamiento polar, véase la Bibliothéque universelle, t. XXXIII, p.181, y t. XXXV, p. 56; véase tambien la Conaissance des temps, 1829, p. 290. Laplace dedujo tan solo de las desigualdades lunares el valor del aplanamiento, que fijó en 1/304'5, segun las antiguas Tablas de Bürg; y más tarde en 1/299'2 segun las observaciones de la Luna discutidas por Burckhardt y Bouvard (Mecanique celeste, t. V. p. 13 y 43). ^(31)  Pág. 151.—Hé aquí los valores del aplanamiento que se han deducido de las oscilaciones del péndulo: resultado general de la gran espedicion de Sabine (1822 y 1823 desde el Ecuador hasta 80° de latitud Norte) 1/288'7; segun Freycinet, escluyendo las series de la Isla de Francia, de Guam y de Mowi (Maoui), 1/286'2; segun Forster, 1/289'5; segun Duperrey, 1/266; segun Lütke (Partie nautique, 1836, p. 232), 1/269, once apostaderos. Las observaciones hechas entre Formentera y Dunkerque (Conaiss. des temps, 1816, p. 330), han dado 1/298'2; segun Mathieu, entre Formentera y la isla de Unst, 1/304, segun Biot. Cf. Baily, Report on Pendulum experiments, en las Memoirs of the royal Astron. Society, t. VII. p. 96; Borenius, en el Bulletin de l'Acad. de Saint Petershourg, 1843, t. I, p. 25. El primero que propuso emplear la longitud del péndulo de segundos como base de un sistema de medida, y tomar el tercio de esta longitud que se supone constante en toda la tierra, por pes horarius; unidad de medida cuyo valor podian encontrar siempre todos los pueblos, fue Huygens en su Horologium oscilatorium, 1673, prop. 25. Este mismo deseo se encuentra reproducido en un monumento erigido solemnemente en el Ecuador por Bouguer, la Condamine y Godin. Léese en la hermosa mesa de mármol que he encontrado intacta en el antiguo colegio de Jesuitas de Quito, «Penduli simplicis æquinoxialis unius minuti secundi archetypus, mensuræ naturalis exemplar, utinam universalis.» Segun lo que dice La Condamine en su Journal de Voyage á l'equateur, 1751, p. 153, acerca de ciertas lagunas de la inscripcion, y sobre sus diferencias con Bouguer con motivo de algunos números, esperaba yo encontrar notables discordancias entre la mesa de mármol y la inscripcion publicada en París. Hechas todas las comparaciones, no he podido hallar mas que dos diferencias poco importantes, á saber: ex arcu graduum, 3 1/2 en vez de ex arcu graduum plus quam trium; y la fecha de 1745, en vez de la de 1742; fecha bien singular la primera, porque La Condamine y Bouguer volvieron á Europa en 1744, el uno en el mes de noviembre, y el otro en el de junio; y el mismo Godin habia ya abandonado la América en julio de 1744. La correccion mas importante y útil que pudo hacerse á los números citados en la inscripcion, habria sido la de la longitud astronómica de la ciudad de Quito (Humboldt, Recueil d'Observ. astron. t. II, p. 319-354). Las latitudes, inscritas por Nouet en los monumentos egipcios, dan un nuevo ejemplo del peligro que se corre al conceder con mucha ligereza una especie de solemne perpetuidad á resultados falsos ó mal calculados.

^(32)  Pág. 152.— Acerca del crecimiento de la pesantez que se ha observado en las islas volcánicas (Santa Elena, Oualan, Fernando de Noronha, Isla de Francia, Guaham, Mowi, é islas Galápagos) escepto la isla de Rawak que difiere de esta regla, quizás á causa de su proximidad á las tierras altas de la Nueva-Guinea (Lütke, p. 240), véase Mathieu, en la Hist. de l'Ástron, au XVIII.e siécle, por Delambre, p. 701.

^(33)  Pág. 152.— Numerosas observaciones han probado, que existen, en medio de los mismos continentes, atracciones locales que se anuncian por grandes irregularidades en la longitud del péndulo (Delambre, Mesure de la meridienne, t. III, p. 548; Biot, en las Mèm. de l'Acad. des Sciences, t. VIII, 1829, p. 18 y 23). Cuando se atraviesa del Oeste al Este, el Mediodía de la Francia y la Lombardía, se encuentra en Burdeos la menor intensidad de la pesantez; luego crece rápidamente en Figeac, en Clermont-Ferrand y en Milan, hasta Padua, donde llega á su maximum. La influencia de la vertiente meridional de los Alpes en estas variaciones, no debe atribuirse únicamente á la gran masa de esta cadena; pertenece especialmente á las rocas de melafiro y serpentina que han verificado su levantamiento: esta opinion se debe á Elias de Beaumont en sus Rech. sur les Revol. de la surface du globe, 1830, p. 729. Lo mismo puede decirse de las vertientes del Ararat, que está con el Cáucaso casi en el centro de gravedad del antiguo continente (Europa, Asia y Africa); las notables observaciones del péndulo que Fedorow ha hecho en este punto, lejos de comprobar la existencia de cavidades subterráneas, autorizan por el contrario, para suponer la de masas volcánicas de gran densidad. (Parrot, Voyage au mont Ararat, t. II, p. 143). Hállanse en las operaciones geodésicas de Carlini y Plana, en Lombardía, diferencias de 20" á 47",8 entre las latitudes astronómicas y las latitudes dedudidas de estas operaciones (vénse, por ejemplo, Andrate y Mondovi, Milán y Pádua, en las Opérations géodès. et astron. pour la mesure d'un arc du parallèle moyen. t. II, p. 347; Effemeridi astron. di Milano, 1842, p. 57). Si se calcula la latitud de Milán por la de Berna por medio de la triangulacion francesa, resultan 45° 27' 52" para dicha latitud, mientras que las observaciones astronómicas han dado 45° 27' y 35". Como las perturbaciones se estienden en las llanuras de la Lombardía hasta Parma, muy al Sud del Pó (Plana, Opèrat. géodès., t. II, p. 847), puede creerse que la desviacion que esperimenta la plomada dependa de la naturaleza del suelo mismo de la llanura. Efectos semejantes ha probado Struve en los llanos mas unidos de la Europa oriental (Schumacher's Astron. Nachr. 1830, número 164, p. 399). En cuanto á la influencia de las masas pesadas que se suponen á una profundidad igual á la altura media de la cadena de los Alpes, véanse las espresiones analíticas que Hossard y Rozet han insertado en las Comptes rendus. t XVIII, 1844, p. 392; y Cf. con Poisson, Traité de Mecanique (2.ª ed.), t. I, p. 482. La primera indicacion de la influencia que las rocas de diferente naturaleza pueden ejercer en las oscilaciones de un péndulo, ha sido dada por Thomas Young en las Philos. trancsact. for, 1819, p. 70-96. Pero cuando se trata de deducir de las observaciones del péndulo alguna conclusion acerca de la curvatura de la tierra, es preciso no perder de vista que la consolidacion de la costra terrestre puede haber sido anterior á la erupcion de las masas basálticas y metalíferas.

^(34)  Pág. 152.—Laplace. Exp. du Syst. du Monde, p. 231.

^(35)  Pág. 153.—Las observaciones del péndulo hechas por la Caille, en el cabo de Buena-Esperanza, y calculadas con el mayor cuidado por Mathieu (Delambre Hist. de l'astron. au XVIII. siecle p. 479), dan un aplanamiento de 1/284'4; pero de cualquier manera que se conbinen las observaciones hechas bajo las mismas latitudes en ambos hemisferios, no hay razon alguna para creer que el aplanamiento del austral sea mayor que el del boreal (Biot, en las Mem. de l'Acad. des sciences, t. VIII, 1829. p. 39-41.)

^(36)  Pág. 153.—Los tres métodos de observacion dan los resultados siguientes; 1.° por la desviacion de la plomada cerca del monte Shehallien (en galo Tichallin) en el Perthshire, método propuesto antiguamente por Newton, y ejecutado en 1774-1776 y en 1810 por Maskelyne, Hulton, y Playfair: 4713; 2.° por las oscilaciones del péndulo, observado sobre el vértice de una montaña y en la llanura: 4837 (observaciones de Carlini sobre el Monte Cenis, comparadas con las de Biot en Burdeos, Effemer. astr. di Milano, 1824, p. 184); 3.° por la balanza de torsion, con el auxilio de un aparato imaginado primitivamente por Mitchell: 5,48 segun Cavendish; (5.32, segun la revision que hizo Hutton de los cálculos; y 5,52, segun nueva revision de Eduardo Schmidt; Lehrbuch der mathem. Geogr. t. I, p. 487); Reich encontró por la balanza de torsion, 5,44. En el cálculo de estas últimas investigaciones, verdadera obra maestra de exactitud, el profesor Reich obtuvo primero por termino medio, 5,43 (con un error probable de 0,0233 únicamente); pero teniendo en cuenta lo que la fuerza centrífuga hace disminuir la intensidad de la pesantez en la latitud de Freiberg (59° 55'), obtíenese de finitivamente 5,44. La sustitucion del hierro fundido al plomo no produce diferencia alguna que no pueda atribuirse justamente á levísimos errores de observacion; no se ha manifestado señal alguna de accion magnética (Reich, Versuche über die mittlere Dichtigkeit der Erde, 1838. p. 60, 62 y 66.)

La densidad media de la tierra que se dedujo primeramente de las observaciones hechas en el vértice y al pie de las montañas, tiene de menos casi 1/6: 4,761 (Laplace, Mecan. celeste, t. V. p. 46) ó 4,785 (Ed. Schmidt, Cours de Geograph. mattem. t. 1. § 387 y 418.) Esta diferencia se esplica por haber asignado en los cálculos al aplanamiento un valor menor del real, y por la dificultad de determinar con exactitud la densidad de las rocas de la superficie. Sobre la hipóteses de Halley (citada en la página 155 del testo) que consideraba la tierra como una esfera hueca (orígen de las ideas de Franklin á cerca de los temblores de tierra), véanse las Philos. Transact. for theyear. 1693 t. XVII p. 563. (On the structure of the internal parts of the Earth and the concave habitated arch of the shell). Halley piensa que es mas digno del Creador «que el globo terrestre esté habitado en el interior y en el esterior como una casa de muchos pisos, sin que sea obstáculo la falta de luz interior, pues debe haber provisto de algun modo á esta necesidad, (pág. 576)"

^(37)  Pág. 156.— Esta cuestion ha sido objeto de los bellos trabajos analíticos de Fourier, Biot, Laplace, Duhamel y Lame. En la Théorie mathmatique de la Chaleur. 1835, p. 3,428-430, 436 y 521-524 (véase tambien el estracto hecho por de La-Rive en la Bibliothéque univers. de Genéve. t. LX. p. 415). Poisson ha desarrolado una hipótesis completamente opuesta á las miras de Fourier (Theorie analytique de la Chaleur); niega que el núcleo de la Tierra este actualmente en estado líquido, y segun él, «cuando la tierra se ha enfriado irradiando hácia el medio concentrante, las partes de la superficie que se han solidificado primero, se han precipitado al punto hacia el centro, y una doble corriente ascendente y descendente ha disminuido asi, la gran desigualdad que hubiera tenido lugar en un cuerpo sólido, cuyo enfriamiento se verifica á partir de la superficie.» El gran geómetra admite que la solidificacion ha comenzado por las partes mas aproximadas al centro; «que el fenómeno del calor que crece con la profundidad no se estiende á la masa total del globo, y que es una simple consecuencia de nuestro sistema planetario en el espacio celeste, cuyas diversas partes poseen, en virtud del calor estelar, temperaturas muy diferentes.» El calor de las aguas de nuestros pozos artesianos no seria, por consiguiente, segun Poisson, sino un calor estraño que hubiese penetrado del esterior al interior del globo terrestre: «podria este compararse á un pedazo de roca que se transportara del ecuador á los polos, con la rapidez bastante para que no tuviese tiempo de enfriarse por completo; el crecimiento de temperatura no llegaria en un pedrusco semejante sino hasta las capas próximas al centro.» Puede leerse en los Annalen der Phisik und Chemie de Poggendorff, t. XXXIX, p. 93-100, las justas objecciones que ha levantado esta singular teoría cosmogónica, que atribuye á los espacios celestes un fenómeno que se esplica mejor por el peso de la materia primitivamente gaseosa al estado actual de solidificacion.

^(38)  Pág. 157.—El aumento de calor indicado por el pozo de Grenelle, en París, es de 1° por cada 32 m.; el que señala el pozo artesiano de Neu-Salzwerk, cerca de Minden, en Prusia, de 1°, por cada 29,m6; exactamente como el pozo artesiano de Pregny, cerca de Ginebra, no obstante que su orificio está situado á 490 m. sobre el nivel del mar, segun Augusto de la Rive y Marcet. Este método fue propuesto por vez primera en 1821 por Arago (Annuaire du Bureau des longitudes, 1835, p. 234); acabamos de ver cuan admirablemente concuerdan los resultados obtenidos en tres pozos artesianos, cuyas profundidades son respectivamente 547, 680 y 221 metros. Si hay dos puntos en la tierra, colocados á corta distancia uno debajo de otro, cuyas temperaturas medias anuales sean conocidas perfectamente, estos dos puntos se hallan en el Observatorio de París, donde la temperatura media del aire esterior es de 10°,822' y de 11°, 834 la de los sótanos, resultando una diferencia de 1,°012 por cada 28 m. de profundidad. (Poisson. Théorie mathem. de la Chaleur, p. 415 y 462). Parece que en el transcurso de los últimos diez y siete años, ciertas causas cuya naturaleza no se conoce aun perfectamente, hacen subir 0°,220, no la temperatura de los sótanos del Observatorio, sino las indicaciones del termómetro que hay fijado en ellos. Si los pozos artesianos presentan probabilidades de perturbacion en su temperatura propia á poco que las aguas estrañas se introduzcan en ellos por las grietas laterales, las observaciones hechas en las minas están espuestas á muchos errores, merced á las corrientes de aire frio que allí circulan sin cesar. Las numerosas investigaciones de Reich acerca de la temperatura de los pozos de las minas de Sajonia, dan un aumento algo menor de calórico, pues es solo de 1° por cada 41, m84. (Observations sur la température des couches á diverses profondeurs, 1834, p. 134). Sin embargo, Philips ha hallado (Poggend, Annalen, t. XXXIV. p. 191) en un pozo de la mina carbonífera de Monk-Wearmouth, en Newcastle, cuya profundidad es de 456 metros bajo el nivel del mar, un aumento de calor de 1° por cada 30, m. 4, resultado casi idéntico al que Arago y Walferdin obtuvieron en el pozo de Grenelle referido.

^(39)  Pág. 158.—Boussingault, Sur la profondeur á laquelle se trouve la couche de température invariable, entre les tropiques, en los Annales de Chimie et de Physique, t. LIII, 1833, p. 225-247.

^(40)  Pág. 159.— Laplace, Exp. du Syst. du Monde, p. 229 y 263; Mécanique celeste, t. V, p. 18 y 72. Es de notar que la fraccion de 1/170 de grado centesimal del termómetro de mercurio, con la cual se designa en el testo el límite de la estabilidad de la temperatura terrestre desde el tiempo de Hiparco, supone que la dilatacion de las materias de que se compone el globo terrestre, es igual á la del vidrio, ó á 1/100'000 por cada grado del termómetro. Véanse las notas de Arago acerca de esta hipótesis en el Annuaire para 1834, p. 177-190.

^(41)  Pág. 160.— William Gilbert, de Colchester, á quien llamaba Galileo «grande hasta escitar envidia,» decia ya: «Magnus magnes ipse est globus terrestris.» Ridiculizando las montañas de iman que Fracastor, ilustre contemporáneo de Cristóbal Colon, colocaba en los polos, añade: « ejicienda est vulgaris opinio de montibus magneticis, aut rupe aliena magnetica, aut polo phantastico á polo mundi distante.» Admite que la declinacion de la aguja imantada es invariable sobre toda la tierra (variatio unius cujusque loci constans est), y esplica las curvaturas de las líneas isogónicas por la configuracion de los continentes y la situacion del fondo de los mares, cuya accion magnética es menor que la de las masas sólidas que se levantan sobre el nivel del Océano. (Gilbert, de Magnete, ed. de 1633, p. 42, 98, 132 y 155.)

^(42)  Pág. 160.—Gauss, Allgemeine Theorie des Erd-magnetismus, en Resultate aus den Beob. des magnet. Vereins, im Jahr, 1838, § 41, p. 56.

^(43)  Pág. 161.—Existen otras causas perturbadoras aun mas locales, que tienen su asiento quizás á menos profundidad, y cuyos efectos no se estienden á largas distancias.—Yo hice conocer há tiempo un ejemplo muy raro de estas perturbaciones escepcionales, sentidas en las minas de Sajonia y no en Berlín. (Lettre de M. de Humboldt á S. A. R. le du. de Sussex, sur les moyens propres á perfectionner la connaissance du magnetismme terrestre, en el Traité expérimental de l'electricité de Becquerel, t. VII, p. 442.) Hanse manifestado ciertas tempestades magnéticas simultáneamente desde Sicilia á Upsala, sin propagarse de Upsala á Alten. (Gauss y Weber, Resultate des magnet. Vereins. 1839, p. 128; Lloyd, en las Comptes Rendus de l'Academie des Sciences, t. XIII, 1843. p. 725 y 827). Entre los numerosos y recientes ejemplos de estas perturbaciones que Sabine ha reunido en su importante obra (Observ. on days of unusual magnetic disturbance, 1843), uno de los mas notables es el del dia 25 de setiembre de 1841: la perturbacion se hizo sentir en Toronto, en el Canadá, en el cabo de Buena-Esperanza, en Praga y en parte, por lo menos, de la Tierra de Van-Diémen. Los ingleses dan tanta importancia á la solemnidad del domingo, que creerian cometer un pecado si consintiesen en leer una escala gradual despues de las doce de la noche del sábado, aunque se tratase de los fenómenos mas maravillosos de la Creacion. Ahora bren; como la tempestad magnética de que nos ocupamos acaeció precisamente en la sierra Yan-Diémen, en domingo, á causa de la diferencia de longitud, la observacion no fue completa. (Observ. p. XIV, 78, 85 y 87).

^(44)  Pág. 161.— En el Journal de Phisyque de Lamétherie, 1804, t. LIX, p. 449, he mostrado cómo puede determinarse la latitud por medio de la inclinacion de la aguja imantada en una costa dirigida siempre de Norte á Sud, que como las de Chile y el Perú, estén constantemente envueltas por la niebla (garua) una parte del año. Esta aplicacion es de gran utilidad en aquella localidad por la corriente violenta; que vá del Sud al Norte hasta cabo Pariña, la cual haria que un navegante perdiese mucho tiempo, si por no conocer bien su latitud se dirigiese á la costa norte del puerto donde quisiera detenerse. Desde el Callao de Lima hasta Trujillo, en el mar del Sud, es decir, en una diferencia de latitud de 3°,57', he encontrado 9° (division centesimal) de variacion en la inclinacion de la aguja imantada; desde el Callao á Guayaquil por 9°,50' de diferencia de latitud, 33°,05 de diferencia en la inclinacion magnética (véase mi Relation historique, t. III, p. 622). En Guarmey (10°,4' lat. Sud), en Huaura (lat. 11°, 3'), y en Chancay (11°,22') las inclinaciones son respectivamente, 6°, 80; 9°, 00; y 10°35 de la division centesimal. Este método para determinar la latitud por medio de la brújula de inclinacion, es, pues, perfectamente aplicable cuando el buque camina cortando casi en ángulo recto las líneas isoclínicas, y tiene, sobre los demás métodos, la notable ventaja de no exigir la determinacion de la hora, ni por consiguiente la observacion del Sol y restantes astros. He descubierto muy recientemente que á fines del siglo XVI, veinte años despues de la invencion del Inclinatorium por Roberto Norman, William Gilbert propuso en su grande obra de Magnete, determinar la latitud por medio de la aguja imantada, cuando el cielo está nebuloso «aere caliginoso.» (Phisiologia nova de Magnete, l. V., c. VIII, p. 200). Edward Wright dice en el prefacio colocado al frente de la obra de su maestro, que proposicion semejante «vale mucho oro.» Pero como creia con Gilbert, que las líneas isoclínicas coincidian con los paralelos de la esfera, así como el Ecuador magnético con el Ecuador geográfico, no observó que este método no puede emplearse en todas partes, sino únicamente en ciertas localides.

^(45)  Pág. 162.—Gauss y Weber. Resultate des magnet. Vereins, 1838. §31, p. 46.

^(46)  Pág. 162.—Segun Faraday (London and Edinburgh Philosophical Magazine, 1836, t. VIII, p. 178), el cobalto puro no posee propiedad magnética alguna. Verdad es, que otros químicos célebres (Enrique Rose y Wæhler) no miran los esperimentos de Faraday como completamente decisivos. Sin embargo, si de dos pedazos de cobalto purificados cuidadosamente, y al parecer exentos de nikel, uno permaneciese indiferente al magnetismo (hablo del magnetismo en reposo), en tanto que presentase el otro algunas propiedades magnéticas, habría razon para suponer que el segundo no se hallaba bien purificado; por consiguiente me inclino á la opinion de Faraday.

^(47)  Pág. 162.—Arago, en los Annales de Chimie, t. XXX, p. 214; Brewster, Treatise of Magnetism, 1837, p. 111; Baumgartner en la Zeistchrift für Phis. und Mathem, t. II, p. 419.

^(48)  Pág. 163.—Humboldt, Exámen critique de l' hist. de la Geographie, t. III, p. 36.

^(49)  Pág. 163.— Asie centrale, t. I. Introduccion, p. XXXVII— XLII. Los pueblos occidentales, ó sea los griegos y los romanos, sabian que pueden comunicarse al hierro propiedades magnéticas permanentes: «Sola hæc materia ferri vires a magnete lapide accipit retinetque longo tempore.» (Plinio, l. XXXIV, c. XIV.) Habríase podido descubrir, por consiguiente en el Occidente, la fuerza directriz del globo, de ocurrirse á alguno el suspender de un hilo, ó hacer flotar en el agua, sobre un pedazo de madera, un buen fragmento de imán, ó un barrote de hierro imantado, y observado luego sus movimientos libres.

^(50)  Pág. 163.—Los lugares en que la declinacion magnética es invariable, ó no esperimenta sinó lentas variaciones seculares, son los únicos en que pueden fijarse las líneas de demarcacion por medio de la brújula, sin tener en cuenta las correcciones de la declinacion de la aguja, y sin esponerse al peligro de ver cambiada, á la larga, por la accion magnética del globo, la superficie legalmente comprobada de las propiedades. «The whole mass of West-India property, dice sir John Herschell, had been saved from the bottomless pit of endless litigation, by the invariability of the magnetic declination in Jamaica and the surrounding archipelago, during the whole of the last century, all surveys of property there having been conducted solely by the compass.» Véase Robertson en las Philos. Transact. for. 1806, 2.ª parte, p. 248. On the permanency of the compass in Jamaica since 1660. En la madre patria (Inglaterra), la declinacion ha variado 14° en el mismo espacio de tiempo.

^(51)  Pág. 164.—En otra parte he demostrado que los documentos que nos son conocidos acerca de los viajes de Cristóbal Colon, pueden servir para fijar la posicion exacta de tres puntos de la línea atlántica sin declinacion, en los dias 13 de setiembre de 1492, 21 de mayo de 1496 y 16 de agosto de 1498. La linea atlántica sin declinacion se dirigía entonces del Nordeste al Sud-oeste y tocaba al continente meridional de América hácia el Este del cabo Codera, en tanto que hoy le toca al Norte del Brasil (Humboldt, Examen critique de l'hist. de la Geogr., t. III, p. 44-48). Se ve claramente por la Physiologia nova de Magnete de Gilbert. (l. IV, cap. I) que en 1660 la declinacion era nula junto á las islas Azores, como en tiempo de Colon. Creo haber probado con documentos ciertos en mi Examen critique (t. III, p. 54), que si la famosa linea de demarcacion establecida por el papa Alejandro VI para dividir el hemisferio occidental entre Portugal y España, no se trazó por lo mas occidental de las Azores, fue porque Colon deseaba hacer de una division natural una division política. Colon dió siempre una importancia estremada á la zona (raya) «en que la brújula no sufre alteracion; en que el aire y el mar, cubierto de yerbas marinas, van presentando una nueva constitucion, y en que las frescas brisas empiezan ya á dejarse sentir, y la curvatura de la tierra comienza á cambiar.» (este último punto parecía deducirse de algunas observaciones de la estrella polar, y cuya falsedad seria supérfluo detenerse á demostrar.

^(52)  Pág. 164.—Una de las cuestiones cuya solucion importa mas á la teoría física del magnetismo terrestre, esta de saber si los dos sistemas ovalados de líneas isogónicas deben conservar su forma singular durante todo este siglo, ó si al cabo se disolverán desarrollándose. En el nudo del Asia oriental la declinacion aumenta de fuera hácia dentro; lo contrario sucede en el nudo ó el óvalo del mar del Sud, donde ni aun hoy conocemos al Este del meridiano de Kamschatka ninguna línea de declinacion que esté bajo de 2° (Erman, en los Annalen de Poggend, t XXI, p. 129.) Sin embargo, Cornelio Schouten encontró en 1616, el dia de Pascua, que la declinacion era nula á los 15° de latitud meridional, y 132° de longitud occidental, es decir, hácia el sud-oeste de Noukahiva. (Hansteen, Magnetismus der Erde, 1819, p. 28.) Es preciso no perder de vista que los cambios de las líneas no pueden seguirse sino en proyeccion sobre la superficie misma del globo.

^(53)  Pág. 165.— Arago, en el Annuaire; 1836, p. 284; y 1840, p. 330-338.

^(54)  Pág. 165.—Gauss, Allgem. Theorie des Erd-magnetismus, § 31.

^(55)  Pág. 165.—Duperrey, De la configuration de l'équateur magnétique, en los Annales de Chimie, t. XLV, p. 371 y 379. (Véase tambien Morlet, en las Mémoires presentés par divers savants á l'Acad. roy. des Sciences, t. III, p. 132.)

^(56)  Pág. 166.—Véase en la obra de Sabine (Contributions to terrestrial Magnetism, 1840, p. 139) el notable mapa de las líneas isoclínicas en el Océano Atlántico, relativo á los años 1825 y 1837.

^(57)  Pág. 167.—Humboldt, Ueber die seculære Verænderung der magnetischen Inclination, en los Annalen de Poggendorff, t. XV, p. 322.

^(58)  Pág. 167.—Gauss, Resultate der Beobacht. des magnet. Vereins, 1838, § 21; Sabine, Report on the variations of the magnetic Intensity, p. 63.

^(59)  Pág. 167.—Hé aquí la esposicion histórica de los hechos relativos al descubrimiento de una ley importante para el magnetismo terrestre: la del crecimiento de las intensidades (en general), con las latitudes magnéticas. Cuando quise unirme en 1798 á la espedicion del capitán Baudin para un viaje de circumnavegacion, Borda se interesó vivamente en mi proyecto, y me pidió que hiciera oscilar una aguja vertical en el meridiano magnético bajo diferentes latitudes, y en uno y otro hemisferio, á fin de averiguar si la intensidad magnética varía, ó si es siempre la misma. Estas investigaciones fueron efectivamente uno de los objetos principales de mis aspiraciones cuando emprendí mi viaje á las regiones equinocciales de América. Llegué á comprobar por mis propias observaciones, que la misma aguja que en 10 minutos hace en París 245 oscilaciones, en la Habana hace 246: 242 en Méjico; 216 en San Cárlos del Rio-Negro (1°, 33' lat. N., 80° 40' long. 0.); 211 solamente en el Perú sobre el ecuador magnético, es decir, sobre la línea donde la inclinacion es nula=0 (7° 1' lat. S., 80° 40' long. 0.); y que esta misma aguja trasportada á Lima (12° 2' lat. S.), verifica 219 oscilaciones en igual espacio de tiempo. En los años de 1799 á 1803, he encontrado, pues, que representando por 1,0000 la fuerza total sobre el ecuador magnético, en la cadena de los Andes peruvianos, entre Micuipampa y Caxamarca, la fuerza total en París es de 1,3482; en Méjico de 1,3155; en San Cárlos del Rio-Negro de 1,0480; y en Lima de 1,0773. Cuando desarrollé en el instituto, el 26 de frimario del año xiii, en una Memoria cuya parte matemática se debe á M. Biot, la ley de las variaciones de la intensidad de la fuerza magnética del globo, demostrando que se hallaba comprobada por los valores numéricos deducidos de las observaciones hechas por mí en 104 puntos diferentes, tanto la ley como los hechos parecieron completamente nuevos. Únicamente despues de la lectura de la Memoria fue cuando M. de Rossel comunicó á Biot seis observaciones anteriores, hechas desde 1791 á 1794, en la Tierra de Van-Diémen, en Java y en Amboino; circunstancia que consignó espresamente Biot en la Memoria indicada (Lamétherie, Journal de Physique, t. LIX, p. 446, nota 2), y yo mismo tambien en la Relation histor., t. I, p. 262, nota 1. Las observaciones de M. de Rossel comprueban asimismo el decrecimiento de intensidad en el archipiélago Indio. Es de presumir que antes de la lectura de mi Memoria no habia reconocido este escelente hombre, en sus trabajos, la regularidad con que aumenta ó disminuye la intensidad, pues nunca habia hablado de esta ley tan importante á nuestros comunes amigos Laplace, Delambre, Prony y Biot. En 1808 solamente, es decir, cuatro años despues de mi vuelta de América, no aparecieron las observaciones de M. de Rossel, en el Voyage d' Entrecasteaux, t. II, p. 287, 291, 321, 480 y 644. En todas las Tablas de intensidad magnética que han aparecido, ya en Alemania (Hansteen, Magnet. der Erde, 1819, p. 71; Gauss, Beobacht., des magnet. Vereins, 1838, p. 36-39: Erman, physik. Beohacht., 1841, p. 529-579), ya en Inglaterra (Sabine, Report on magnet. Intensity, 1838, p. 43-62; Contributions to terrestrial Magnetism. 1843), ya en Francia (Becquerel, Traitè d'Electr. et de Magnet., t. VII, p. 354-367), se ha conservado la costumbre de reducir las oscilaciones observadas en cualquier parte de la superficie del globo á la medida de la fuerza hallada por mí sobre el ecuador magnético en el Perú septentrional; y tomando esta fuerza por unidad convencional, es como la intensidad magnética de París está bien espresada por 1,358. Pero hay otras observaciones anteriores, aun á las del almirante Rossel, hechas por Lamanon durante la desgraciada espedicion de Lapérouse, y dirigidas á la Academia de ciencias. Sábese positivamente (Becquerel, t. VII, p. 320) que estas observaciones, empezadas en la isla de Tenerife (1785) y continuadas hasta la llegada á Macao (1787), se hallaban ya en manos de Condorcet en julio de dicho año; pero hasta ahora han sido inútiles cuantas diligencias se han hecho para encontrarlas. El capitán Duperrey posee copia de una carta muy importante de Lamanon, dirigida al secretario perpétuo de la Academia, y olvidada al imprimir el Viaje de Lapérouse, en la que se dice espresamente «que la fuerza atractiva del imán es menor en los trópicos que avanzando hácia los polos, y que la intensidad magnética deducida del número de oscilaciones de la aguja de la brújula de inclinacion, cambia y aumenta con la latitud.» Si la Academia de Ciencias se hubiera creído autorizada á anticipar la vuelta, tan esperada entonces, del infortunado Lapérouse, y á publicar en 1787 una verdad que han tenido que descubrir despues dos viajeros completamente estraños el uno al otro, la teoría del magnetismo terrestre no habría esperado diez y ocho años el progreso que debia imprimirle el descubrimiento de una nueva clase de fenómenos. Esta sencilla esposicion de los hechos justificará sin duda el pasaje siguiente de mi Relation historique, t. III, p. 615: «Las observaciones acerca de las variaciones del magnetismo terrestre á que me he dedicado durante treinta y dos años, valiéndome de instrumentos comparables entre sí, en Europa, en América y en Asia, abrazan en ambos hemisferios, desde las fronteras de Dzungaria china, siguiendo hacia el Oeste, hasta el mar del Sud que baña las costas de Méjico y del Perú, un espacio de 188° de longitud, comprendido entre los 60 de latitud Norte y los 12 de latitud austral. He considerado la ley del decrecimiento de las fuerzas magnéticas, del polo al ecuador, como el resultado mas importante de mi viaje á América.» No es cierto, pero es muy probable, que Condorcet leyera la carta de Lamanon del mes de julio de 1787 en una sesion de la Academia de ciencias, y estimo esta simple lectura como una publicacion perfectamente admisible (Annuaire du bureau des Longitudes, 1842, p. 463). Así el compañero de Lapérouse es incontestablemente el primero que ha reconocido la existencia de la ley; pero esta ley de la intensidad del magnetismo terrestre, variable con la latitud, ley tanto tiempo relegada á profundo olvido, no ha recibido, á mi juicio, una verdadera existencia científica, sino á partir de la época en que publiqué mis observaciones de 1798 á 1804. El objeto y proligidad de esta nota no sorprenderá á las personas que conozcan la reciente historia del magnetismo y las incertidumbres á que ha dado lugar en algunos espíritus; y me dispensarán que haya dado importancia al fruto de investigaciones penosas, frecuentemente arriesgadas, emprendidas con un noble fin y continuadas durante cinco años con energía, á pesar de la pesadez del clima de los trópicos.

^(60)  Pág. 168.—Las observaciones que han podido recogerse hasta el presente dan 2,052 como máximum de intensidad en la superficie total del globo terrestre, y 0,706 como mínimum. El máximum y el mínimum pertenecen al hemisferio austral; el primero ha sido observado en las cercanías del monte Crozier, al Oeste-nor-oeste del polo Sud magnético, á los 73° 47' de latitud meridional, y á los 169° 30' de longitud occidental, en un punto en que el capitán James Ross halló 87° 11' para la inclinacion de la aguja (Sabine, Contributions to terrestrial Magnetism, 1843, núm. 5, p. 231.) El mínimum ha sido observado por Erman á los 19° 59' de latitud austral y 37° 24' de longitud occidental (80 millas al Este de la costa brasileña de la provincia Espíritu Santo) (Erman, physik. Beobacht, 1841, p. 570); en este punto, la inclinacion es solamente de 7° 55'. Así, pues, la relacion exacta de las intensidades es la de 1 á 2,906. Por largo tiempo se ha creido que la intensidad mayor no escedía en dos veces y medía á la intensidad menor que se pudiese encontrar en la superficie de nuestro planeta (Sabine, Report on magn. Intensity, p. 82.)

^(61)  Pág. 169.—Plinio ha dicho acerca del ámbar (Succinum glessum) l. XXXVII, c. 3. «Genera ejus plura. Attritu digitorum accepta caloris anima trahunt in se paleas ac folia arida quæ levia sunt, ac ut magnes lapis ferri ramenta quoque.» (Véase Platon, Timéo, p. 80; Martin, Études sur le Timée, t. II, p. 343-346; Strabon, l. XV, p. 703, Casaub; Clemente de Alex. Strom., l. II, p. 370, donde se encuentra una distincion singular entre τὸ σιὺχιον y τὸ ἢλεϰτρον}). Cuando Tales, en Aristóteles, de Anima, l. 1, c. 2, é Hippias, en Diog. Laert., l. 1, § 24, atribuye un alma al iman y al ámbar, es evidente que la palabra alma designa simplemente aquí una fuerza ó causa de movimiento.

^(62)  Pág. 169.—«El iman atrae al hierro, como el ámbar ú los granos mas pequeños de mostaza. Parece como si un soplo misterioso animase á estas dos materias y se comunicase con la rapidez de la flecha.» Así decía Kuopho, filósofo chino que escribió el elogio del iman á principios del siglo IV (Klaproth, Lettre à M. A. de Humboldt, sur l'invention de la Boussole. 1834, p. 125).

^(63)  Pág. 170.—«The phenomena of periodical varations depend manifestly on the action of solar heat, operating probably through the medium of thermoelectric currents induced on the earth's surface. Beyond this rude guess however, nothing is as yet known of the physical cause. It is even still a matter of speculation, whether the solar influence be a principal, or only a subordinate cause in the phenomena of terrestrial magnetism.» (Observ. to be made in the Antarctic Exped., 1840, p. 35.)

^(64)  Pág. 170.—Barlow, en las Philos. Transact. for, 1822, t. I, p. 117; sir David Brewster, Treatise on Magnetism, p. 129. La influencia del calor en la disminucion de la fuerza directriz de la aguja imantada ha sido enseñada por la obra china Ou-thsa-tsou, mucho antes que por Gilbert y Hooke. (Klaproth, Lettre à M. A. de Humboldt, sur l'invention de la Boussole, p.96.)

^(65)  Pág. 171.— Véase la Memoria on terrestrial Magnetism, en la Quart. Review, 1840, t. LXVI, p. 271-312.

^(66)  Pág. 172.—Cuando propuse por primera vez fundar una red de observatorios, provistos de instrumentos semejantes, no tenia casi esperanza de vivir lo bastante para ver realizados mis deseos, como lo han sido en efecto, por los esfuerzos reunidos de varios astrónomos y físicos distinguidos, y sobre todo por la generosa y sostenida intervencion de dos grandes potencias, Rusia é Inglaterra. Hoy, gracias al concurso de tantos poderes y tantas lumbreras, ambos hemisferios están cubiertos de observatorios magnéticos. Yo formé el proyecto de observar sin interrupcion la marcha de la aguja imantada, durante cinco ó seis dias con sus noches, principalmente en la época de los solsticios y de los equinoccios, y efectivamente lo llevé á cabo en Berlin en 1806 y 1807, con mi amigo y colaborador M. Oltmanns, persuadido de que una série de observaciones continuadas sin interrupcion (observatio perpetua) durante muchos dias y muchas noches, seria mas provechosa que observaciones aisladas, hechas por espacio de muchos meses. El aparato empleado, el anteojo magnético de Prony, suspendido de una caja de cristales, por medio de un hilo de torsion permitía medir ángulos de siete ó de ocho segundos en una mira distante con divisiones menudas, que por la noche iluminábamos con una lámpara. Ya en esta época las perturbaciones (tempestades magnéticas), que sucedian casi siempre á iguales horas durante muchas noches consecutivas me hacian desear vivamente, que aparatos semejantes fuesen observados simultáneamente al Oeste y al Este de Berlin, á fin de poder distinguir los fenómenos generales del magnetismo terrestre, de las perturbaciones locales que se producen, ya en la costra desigualmente caliente de nuestro globo, ya en la atmósfera donde se forman las nubes. Mi viaje á París y las revueltas políticas de aquella época, se opusieron entonces al cumplimiento de mis deseos. Pero en 1820 el gran descubrimiento de Œrsted vino á derramar una viva luz sobre la íntima conexion de la electricidad y del magnetismo, y á atraer, en fin, el interés general sobre las variaciones periódicas de la tension magnética del globo. Arago, que habia empezado algunos años antes en el observatorio de París, con la admirable brújula de declinacion de Gambey, la mayor série continua de observaciones horarias de Europa; Arago, repito, enseñó por la comparacion de sus observaciones con las de Kasan, hechas á las mismas horas, y que habian acusado idénticas perturbaciones, toda la ventaja que podia sacarse de medidas correspondientes de declinacion. Cuando llegué á Berlin, despues de diez y ocho años de residencia en París, hice levantar un pequeño observatorio magnético durante el otoño de 1828, á fin de continuar el trabajo empezado en 1806, y con el objeto sobre todo de establecer un sistema de observaciones simultáneas hechas á horas convenidas en Berlin, en París y en las minas de Friberg (á 66 metros de profundidad). La simultaneidad de las perturbaciones y el paralelismo de los movimientos de la aguja durante los meses de octubre y de diciembre de 1829, fueron ya representadas gráficamente. (Poggend. Annalen, t. XIX, p. 357, tabl. I-III). Bien pronto la espedicion emprendida en 1819, por órden del Emperador de Rusia al Asia septentrional, me proporcionó ocasion de llevar á cabo mi plan en mas vasta escala. Este plan fué dessarrollado en el seno de una comision especialmente constituida á este objeto por la Academia imperial de San Petersburgo, en su consucuencia, bajo la proteccion del jefe del cuerpo de Minas, conde Cancrid, y bajo la sabia direccion del profesor Kupffer se establecieron estaciones magnéticas en toda el Asia septentrional, desde Licolajeff, Catharinenbourg, Barnaul, Nertchinsk, hasta Pekin. El año de 1832 figura en los anales de la ciencia como la época en que el ilustre fundador de una teoría general del magnetismo, Federico Gauss, empezó á establecer en el observatorio de Gœttingue aparatos construidos con arreglo á nuevos principios. El observatorio magnético fué acabado en 1834, y en el mismo año (Resultate der Beobacht. des magnet. Vereins, 1838, p. 135, y Poggend. Annalen, t, XXXIII, p. 426). Gauss, auxiliado activamente por el ingenioso físico G. Weber, hizo conocer sus instrumentos, y sus métodos de observacion difundiéndolos por Suecia, Italia y gran parte de Alemania. Tal es el orígen de la union magnética de la cual Gœttingue es el centro. Desde 1836 esta union ha fijado cuatro épocas del año para las observaciones que deben continuarse durante veinte y cuatro horas; pero estas épocas no coinciden con las que yo habia adoptado (los equinoccios y los solsticios), y propuestas en 1830. Hasta entonces la Gran Bretaña en posesion de las mas vastas relaciones comerciales del mundo entero, y de la mas estendida navegacion, permaneció estraña á este gran movimiento científico, cuyos resultados hacian esperar desde 1828 tanto progreso en el estudio del magnetismo terrestre. Una invitacion pública que dirigí, desde Berlin en abril de 1836, al presidente de la sociedad real de Lóndres el duque de Sussex (Lettre de M. de Humboldt á S. A. R. le duc de Sussex, sur les moyens propres á perfectionner la connaissance du magnétisme terrestre par l'établissement de stations magnétiques et d'observations correspondantes) tuvo feliz éxito, alcanzando la dicha de conseguir un interés benévolo hácia una empresa cuya estension era, hacia muchos años, objeto de mis mas ardientes deseos. Yo insistía en dicha carta sobre el establecimiento de estaciones permanentes en el Canadá, en Santa Elena, en el cabo de Buena Esperanza, en la isla de Francia, en Ceylan y en la Nueva Holanda, puntos cuya importancia habia yo señalado cinco años antes. Un comité cuyas atribuciones debian estenderse á la física y á la meteorología fué nombrado del seno de la Sociedad real, y propuso al gobierno: 1.°, la fundacion de observatorios magnéticos fijos en ambos hemisferios; 2.°, una espedicion naval destinada á recoger observaciones magnéticas en los mares antárticos. Sabido es cuanto debe la ciencia ala grande y noble actividad que sir John Herschell, Sabine, Airy y Lloyd han desplegado en esta ocasion, así como al poderoso apoyo de la Association britannique pour l'avancement des Sciences, reunida en Newcastle en 1838. En junio de 1839 la espedicion magnética hacia el polo austral fué resuelta y colocada bajo el mando del capitán James Clark Ross. Esta espedicion terminó gloriosamente, pues ha dotado á la ciencia de descubrimientos geográficos importantes en el polo austral, y de observaciones simultáneas en ocho ó diez estaciones magnéticas.

^(67)  Pág. 172.— En vez de atribuir el calórico interno de la Tierra al paso de la materia del estado de nebulosidad gaseosa al estado sólido, Ampère la esplica de un modo poco verosímil, en mi juicio, por la accion química prolongada de un núcleo compuesto de metales alcalinos, sobre la corteza oxidada del globo. «No cabe duda, dice en su obra maestra, la Theorie des phénomenes èlectro-dynamiques (1826, p. 199), de que existen en el interior del globo, corrientes electro-magnéticas, y que estas corrientes son la causa del calor que le es propio. Nacen de un núcleo metálico central, compuesto de los metales que sir Humphry Davy nos ha hecho conocer, obrando sobre la capa oxidada que envuelve al núcleo.»

^(68)  Pag. 172.—La notable conexion que existe entre la curvatura de las líneas magnéticas y la de las isotermas ha sido descubierta por sir David Brewster. Véase Transactions of the Royal society of Edimburgh, t. IX, 1821, p. 318, y Treatise on Magnetism, 1837, p. 42, 44, 47 y 268. Este célebre físico admite la existencia de dos polos de frio (poles of maximum cold) en el hemisferio septentrional, uno en América á los 73° de latitud y 102 de longitud Oeste (cerca del cabo Walker); y el otro en Asia á los 73° de latitud y 78 de longitud Este. Habría de esta suerte dos meridianos donde reinaría el calor mas fuerte, y otros dos para el máximun de frio. Ya en el siglo XVI, Acosta decia que había cuatro lineas sin declinacion, fundándose en las observaciones de un piloto portugués muy esperimentado (Historia natural de las Indias, 1589, I, 1, c, 17.) Esta opinion no parece estraña á la teoría de los cuatro polos magnéticos de Haley, á juzgar al menos, por la discusion de Henry-Bond (el autor de la Longitude found, 1676) con Beckborrow. Véase mi Examen critique de l'hist. de la Geographie, t. III, p. 60.

^(69)  Pág. 172.—Halley, en las Philosophical Transactions for 1714-1716 t. XXIX, n.° 341.

^(70)  Pág. 172.—Dove, en los Poggend. Annalen, t XX, p. 341; t. XIX, p. 338: «La aguja de declinacion obra como un electrómetro atmosférico, cuya divergencia indica igualmente la tension creciente de la electricidad antes que esta tension llegue á ser bastante fuerte para producir una chispa (relámpago.)» Véanse tambien las ingeniosas consideraciones del profesor Kæmtz, en su Lehrbuch der Meteorologie, t III, p 511-519; si David Brewster, Treatise on Magnetism, p. 280. Sobre las propiedades magnéticas de una llama ó de un arco luminoso galvánico producido por una batería de Bunsen, zinc y carbon, véase Casselmann's Beohacht. (Marbourg, 1841), p. 56-62.

^(71)  Pág. 173.—Argelander, en una memoria importante, ueber das Nordlicht, que unió á los Vorträgen, gehalten in der physikaliseh-ökonom. Gesellschaft zu Könisgberg, t. 1, 1834, p. 257-264.

^(72)  Pág. 174.— Los resultados de las observaciones que Lottin, Bravais y Siljerstrœm han hecho en la costa de Laponia en Bosekop (lat, 70°, donde vieron 160 auroras boreales en 210 noches, se encuentran en los Comptes rendas de l'Acad, des Sciences, t. X, p. 289, y en la Meteorologie de Martins, 1843, p. 433. Cf. Argelander, coleccion citada en la nota precedente, t. I, p. 259.

^(73)  Pág. 175.—John Franklin, Narrative of a Journey tothe shores of the Polar Sea in the years 1819-1822, p. 552 y 597; Thienemann, en el Edinhurgh Philos. Journal, t. XX, p. 366. Farquharson, la misma coleccion, t. VI, p. 392; Wrangel, Phys. Beobacht, p. 59. Parry notó aun en pleno día el arco de la aurora boreal sin agitacion alguna; véase Journal of á second Voyage performed en 1821-1823, p. 156. Una observacion casi igual se hizo en Inglaterra el 9 de setiembre de 1827, distinguiéndose en pleno medio dia en una parte del cielo que acababa de iluminarse á seguida de una lluvia, un arco luminoso de 20° de altura, del cual se elevaban brillantes columnas; véase Journal of the Boyal Institution of Gr. Britain, 1828 enero, p. 429.

^(74)  Pág. 176.—A mi regreso de América describí, bajo el nombre de fajas polares, cierta disposicion que afectan alguna vez pequeños copos de nubes regularmente separadas como por la accion de fuerzas repulsivas. Escogí este nombre porque ordinariamente el punto donde las fajas convergian en perspectiva sobre el cielo, coincidía con el polo magnético, de suerte que las líneas paralelas formadas por estas capas seguian el meridiano magnético del lugar. Este fenómeno enigmático presentaba otra particularidad: el punto de convergencia parecía elevarse y bajarse poco á poco; y otras veces se movia regularmente en una misma direccion. De ordinario esas fajas no se forman enteramente sino en una parte del cielo; al principio afectan la direccion de Norte á Sud; y despues, á medida que adelantan, la cambian poco apoco y acaban por tomar la del Este á Oeste. No creo posible esplicar los movimientos de las zonas por variaciones ocurridas en las corrientes de las regiones superiores de la atmósfera. Estas fajas se presentan cuando el cielo está perfectamente puro y sereno, y son mucho mas frecuentes en los trópicos que en las zonas frías ó templadas. He notado este fenómeno en la cadena de los Andes, casi bajo el Ecuador, á 4,550 m. de elevacion, asi como en Asia, en las llanuras de Krasnojaski, al Sud de Buchtarminsk; y siempre se ha desarrollado de un modo tan sorprendente que era imposible desconocer la accion de fuerzas naturales muy generales y estendidas. Véanse las importantes notas de Kæmtz (Vorles über Meteorologie, 1840, p. 146), y las reflexiones mas recientes de Martins y de Bravais (Meteorologie, 1843, p. 117). Arago ha observado en París el 23 de junio de 1844, fajas polares australes, formadas de nubes estremadamente lijeras y rayos oscuros que parecian salir de un arco dirijido del Este al Oeste. Hemos hablado antes de rayos negros semejantes á humo espeso que se ven en las auroras boreales.

^(75)  Pág. 176.—En las islas Shetland, la aurora boreal lleva el nombre de the merry dancers. Véase Kendal en el Quarterly Journal of Science, new series, t. IV, p. 395.

^(76)  Pag. 177.—Véase el escelente trabajo de Muncke en la nueva edicion de Physik Wörterbuch de Gehler, t. VII, 1.ª parte, p. 113-268 y en particular p. 158.

^(77)  Pág. 177.— Farquharson, en el Edinb. Philos. Journal, t. XVI, p. 504, Philos. Transact. for 1829, p. 113.

^(78)  Pág. 179.— Kæmtz, Lehrbuch der Meteorologie, t, III, p. 498 y 501.

^(79)  Pág. 181.—Arago. sobre las nieblas secas de 1783 y de 1831, que parecian luminosas durante la noche, en el Annuaire du Bureau des longitudes, 1832, p. 246 y 250; y sobre la luz singular emitida por ciertas nubes no tempestuosas. Véase Notice sur le Tonnerre, en el Annuaire pour 1838, p. 279-285.

^(80)  Pág— 183.—Herodoto, l. IV, c, 28. Los antiguos aseguraban que el Egipto no estaba sujeto á los temblores de tierra (Plinio, l. II, c. 80); pero esta asercion está contradicha por la necesidad que hubo de restaurar el coloso de Memnon (Letronne, la Statue vocale de Memnon, 1833, p. 25-26); al menos puede decirse, que el valle del Nilo está colocado fuera del círculo de sacudimiento de Byzancio, del Archipiélago y de la Siria. (Ideler, ad Aristot. Meteor. p. 485).

^(81)  Pág. 183.—Saint Martin, en las eruditas notas que ha reunido en la Histoire du Bas-Empire, de Lebeau, t. IX, p. 401.

^(82)  Pág. 183.—Humboldt, Asie centrale, t. II, p. 110-118. Sobre la diferencia entre el sacudimiento de la superficie y el de las capas inferiores, véase Gay-Lussac en los Annales de Chimie et de Physique, t. XXII, p. 429.

^(83)  Pág. 184.—«Tutissimum est cum vibrat crispante ædificiorum crepitu; et cum intumescit assurgens alternoque motu residet, innoxium et cum concurrentia tecta contrario ictu arietant; quoniam alter motus alteri renititur. Undantis inclinatio et fluctus more quædam volutatio infesta est, aut cum in unam partem totus se motus impellit.» Plinio. l. II, c. 82.

^(84)  Pág. 185.— En la misma Italia empieza á reconocerse cuan poco dependen los temblores de tierra de los fenómenos metereológicos, y del aspecto del cielo antes de las sacudidas. Los datos numéricos de Federico Hoffmann concuerdan perfectamente con las esperiencias del Abate Scina de Palermo; véanse las obras póstumas del primero, t. II, p. 366-375. Yo mismo he notado en diferentes veces que una niebla rogiza se veia poco tiempo antes de las sacudidas, en el momento en que se oia un fuerte trueno. (Relat. hist. l. IV, c. 10). Un físico de Turin, Vasalli Candi, ha visto fuertemente agitado el electro-metro de Volta durante los largos temblores de tierra que duraron en Pignerol, desde el 2 de abril al 17 de mayo de 1808 (Journal de Phisique, t. LXVII, p, 291). Pero las nieblas, las variaciones bruscas de la electricidad atmosférica y la calma del aire, no se refieren necesariamente á los temblores de tierra, é incurriríamos en gran error si les atribuyésemos una general significacion, porque se ha observado por do quiera, en Quito, en el Perú, en Chile, y lo mismo en el Canadá que en Italia, que los temblores de tierra acaecen igualmente en un cielo sereno y completamente despejado de nubes, que reinando una brisa fresca de tierra ó de mar. Pero aun reconociendo que los temblores de tierra no van precedidos ni anunciados por ningun signo meteorológico, aun durante el dia en que deben hacerse sentir, conviene sin embargo no rechazar con desprecio ciertas creencias populares que atribuyen alguna influencia á las estaciones (los equinoccios de otoño y de primavera), á los principios de la estacion de las lluvias bajo los trópicos despues de una larga sequia, y por fin á la vuelta de los monzones; conviene no desdeñarlas fundándose en nuestra actual ignorancia acerca de las relaciones que pueden existir entre los fenómenos subterráneos y los meteorológicos. Investigaciones numéricas ejecutadas con estremado celo por M. de Hoff, Pedro Merian y Federico Hoffmann, con objeto de establecer el modo de distribucion de los temblores de tierra en las diferentes estaciones del año, están contestes en fijar el máximum hácia la época de los equinoccios. Es muy singular que Plinio haya llamado á los temblores de tierra tempestad subterránea, y es mas curioso aun el ver qué razones da en apoyo de su fantástica teoría. Para él, la semejanza no está solamente en el estrépito que acompaña generalmente este fenómeno formidable; lo que le sorprende sobre todo es, que las fuerzas elásticas, cuya tension creciente acaba por quebrantar el suelo, se reunen en las entrañas de la tierra, cuando faltan en la atmósfera. «Ventos in causa esse non dubium reor. Neque enim unquam intremiscunt terræ, nisi sopito mari cœloque adeo tranquillo, ut volatus avium non pendeant, subtracto omni spiritu qui vehit; nec unquam nisi post ventos conditos, scilicet in venas et cavernas ejus occulto afflatu. Neque aliud est in térra tremor quam in nube tonitruum; nec hiatus aliud quam cum fulmen erumpit, incluso spiritu luctante et ad libertatem exire nitente.» (Plinio, l. II, c. 79). Por lo demás, en Séneca (Natur. Quæst, l. II, c. 4-31), se encuentra el germen bastante desarrollado de todo lo que ha sido dicho ó imaginado hasta en estos últimos tiempos, acerca de las causas de los temblores de tierra.

^(85)  Pág. 185.—He demostrado en mi Relat. hist., t. I, p. 311 y 513, que la marcha de las variaciones horarias del barómetro, no se interrumpe ni antes ni despues de un temblor de tierra.

^(86)  Pág. 186— Humboldt, Relat. hist., t. I, p. 515-517.

^(87)  Pág. 188.— Véase acerca de los Bramidos de Guanaxuato, mi Essai polit. sur la Nouv. Espagne, t. I, p. 303. A este estrépito subterráneo no acompañó ninguna sacudida en las minas profundas ni en la superficie; (la ciudad de Guanaxuato está situada á 1955 m. sobre el mar); no se oyó en el terreno vecino, sino únicamente en la parte montuosa de la Sierra, desde la Cuesta de los Aguilares, no lejos de Marfil, hasta el Norte de Santa Rosa. Las ondas sonoras no llegaron aciertas regiones aisladas de la Sierra, colocadas á 4 ó 5 miriámetros al Nor-Oeste de Guanaxuato, cerca del manantial de agua caliente de San José de Comangillas. No es posible imaginarse el esceso de autoridad á que creyeron deber recurrir los magistrados de este gran centro de industria metalúrgica, cuando el terror causado por el trueno subterráneo llegó á su colmo. «Toda familia que huya será castigada con una multa de 1000 piastras si es rica, y con y dos meses de prision si es pobre. La milicia tiene órden de perseguir y volver á traer á los fugitivos.» Lo que hay de mas curioso en esta historia singular, es la confianza afectada por la autoridad (el Cabildo): véase lo que he leido en una de las Proclamas: «La autoridad sabrá reconocer en su sabiduría, el momento del peligro inminente, y entonces pensará en la fuga. Por el momento basta con que continúen las procesiones.» Llegó el hambre; porque el miedo á los truenos impidió á los habitantes de las tierras altas proveer de granos á la ciudad. Los antiguos conocian tambien los ruidos subterráneos sin sacudidas. Véase Aristóteles, Meteor. t. II, p. 802: Plinio, t. II, c. 80. El ruido singular que se oyó desde Marzo de 1822 hasta setiembre de 1824 en la isla dalmática de Medela (á 3 miriámetros de Ragusa), ruido del cual ha dado esplicacion satisfactoria Partsch, va alguna vez acompañado de sacudidas.

^(88)  Pág. 190— Drake, Nat. and Statist. View of Cincinati, p. 232-238; Mitchell, en las Transactions of the Litt. and Philos. Soc. of New-York, t. I, p. 281-308. En el condado piamontés de Pignerol, vasos llenos de agua hasta los bordes permanecieron en movimiento durante horas enteras.

^(89)  Pág. 191.—Se dice en español; rocas que hacen puente. Estas interrupciones, verdaderamente locales, de los quebrantamientos trasmitidos por las capas superiores, tienen quizás alguna analogía con un fenómeno notable que se ha presentado á principios de este siglo en las minas de Sajonia: fuertes sacudidas se hicieron sentir con tanta violencia en las minas de plata de Mariemberg, que los obreros espantados se dieron prisa á subir; y sin embargo, sobre el suelo no se habia esperimentado sacudida alguna. Hé aquí ahora el fenómeno inverso: en noviembre de 1823, los mineros de Falem y de Persberg no esperimentaron sacudida alguna hasta el momento mismo en que sobre su cabeza un violento temblor llevaba el espanto á los habitantes de la superficie.

^(90)  Pág. 191.— Sir Alex, Burnes, Travels inio Bokhara, t. I, p. 18; y Wathen, Mem. on the Usbek State en el Journal of the Asiatic Soc. of Bengal, t. III, p. 337.

^(91)  Pág. 192.—Philos. Transact., t. XLIX, p. 414.

^(92)  Pág. 193.—Véase acerca de la frecuencia de los temblores de tierra en Cachemira, la traduccion del antiguo Radjata rangini, por Troyer, t. II, p. 297, y Cárlos de Hügel. Reisen, t. II, p. 184.

^(93)  Pág. 194.—Strabon, l. I, p. 100, Casaub. La prueba de que la espresion πηλοῡ δίαπῡρον ποταμόν, no significa lodo (erupcion de cieno) sino mas bien lava, resulta claramente de otro pasaje del mismo actor (Strabon, l. VI, p. 412). Cf. Walter. Ueber Abnahme der vulkanischen Thaitigkist in historischen Zeiten 1844, p. 25.

^(94)  Pág. 196.—Acerca de los pozos de fuego artesianos (Ho-tsing) en China, y acerca del empleo de gas trasportado con ayuda de tubos de bambú á la ciudad de Khioung-Tcheou, véase Klaproth en mi Asie centrale t. II, p. 519-530.

^(95)  Pág. 196.—Véase la escelente obra de Bischof Wärrmelehere des inneren Erdkorpers.

^(96)  Pág. 196.—Boussingault (Annales de chimie., t. LIII, p. 181), no ha notado ácido hidroclórico en las emisiones gaseosas de los volcanes de Nueva Granada, en tanto que Monticelli lo ha encontrado en enormes cantidades en los productos de la erupcion del Vesubio en 1813.

^(97)  Pág. 196.—Humboldt, Recueild' Observ. astronomiques. t. I. p. 311 Nivellement barometrique de la Cordillére des Andes, n.° 206).

^(98)  Pág. 197.—Adolfo Brongniart, en los Annales de Sciences naturelles. t. XV, p. 225.

^(99)  Pág. 197.— Bischof, obra citada p. 324. nota 2.

^(100)  Pág. 198.— Humboldt, Asie centrale t. I, p. 43.

^(1)  Pág 198—Acerca de la teoría de las líneas isógetermas (chthoni sothermes) véanse los ingeniosos trabajos de Kupffer en los Annalen de Poggend. t. XV, p. 184, y t. XXXII, p. 270; en el Voyage dans l' Oural, p. 382-398; y en l' Edinb. Journal of Sciences new series, t. IV, p, 335. Cf. Kæmtz Lehrhuch der Meteorologie t. II. p. 217; y acerca de la elevacion de las chthonisothermas en el país de las montañas, Bischof, p. 174-198.

^(2)  Pág. 198.— Leopoldo de Buch, en los Annalen de Poggend. t. XIL p. 405.

^(3)  Pág. 198.— La temperatura de las gotas de lluvia habia bajado á 22° 3, cuando la temperatura del aire era de 30 á 31° algunos momentos antes; durante la lluvia la temperatura atmosférica era de 23°. 4; véase mi Relat. hist. t. II, p. 22. La temperatura inicial de las gotas de lluvia depende de la altura de la capa nebulosa y del grado de calor que los rayos del sol han transmitido á la cara superior de esta capa; pero esta temperatura cambia durante la caida. Cuando las gotas de lluvia empiezan á formarse, su temperatura es superior á la del medio próximo, á causa del calórico latente que llega á ser libre; luego, al caer, atraviesan capas de aire mas bajas y mas calientes, donde crecen su temperatura y tambien su volúmen, por la condensacion del vapor de agua contenido en las capas; (Bischof Wärmelehere des inn. Erdkörpers, p. 73); pero este crecimiento de temperatura está compensado con la pérdida de calórico que entraña la evaporacion de las mismas gotas. Si se prescinde de la electricidad magnética, cuyos efectos se hacen probablemente sentir en las lluvias de tempestad, puede atribuirse el enfriamiento de la atmósfera durante la lluvia, primero á la temperatura inicial mas pequeña que han adquirido las gotas en las altas regiones, luego, al aire frio de las capas superiores que arrastran consigo; y por último, á la evaporacion que se establece sobre el suelo humedecido. Tal es, en efecto, la marcha ordinaria del fenómeno. Pero en ciertos casos raros las gotas de lluvia son mas calientes que el aire próximo al suelo (Humboldt, Relat hist., t. III, p. 513), lo que dimana tal vez de la presencia de corrientes de aire caliente en las altas regiones ó de la temperatura elevada que la insolacion puede desarrollar en las capas de nubes muy estendidas y poco espesas. Añadiremos que Arago ha demostrado, en el Annuaire para 1836, p. 300, como se unen la magnitud y el crecimiento de volúmen de las gotas de lluvia, al fenómeno de los arcos suplementarios del arco iris, que se han esplicado por la interferencia de rayos luminosos; esta sabia discusion ha hecho ver todo el partido que puede sacarse de un fenómeno óptico convenientemente observado, para esclarecer las cuestiones mas arduas de la meteorología.

^(4)  Pág. 199.—Segun las observaciones decisivas de Boussingault no puede dudarse de que la temperatura del suelo á corta profundidad es igual á la temperatura media de la atmósfera, bajo los trópicos. Me permitiré citar los ejemplos siguientes:

ESTACIONES en la zona tropical. 1 pié (0m, 52) debajo de la superficie de la tierra. Temperatura media de la atmósfera. Alturas sobre el nivel del mar.
Guayaquil 26°,0 25°,6 0
Anserma nuevo 23°,7 25°,8 1050 m.
Zupia 21°,5 21°,5 1225
Popayan 18°,2 18°,7 1807
Quito 15°,5 15°,5 2915

La duda que mis propias observaciones en la caverna de Caripe (Cueva del Guacharo) han podido dar lugar respecto á este asunto (Relat. hist., t. III, p. 191-196), desaparece ante la siguiente observacion. He comparado la temperatura media probable del aire del convento de Caripe (18°,5), no á la temperatura del aire en la caverna (18°,7) si no á la del arroyo subterráneo (16°,8); siempre habia yo reconocido (Relat. hist., t. III, p. 146-194), que era muy posible que se mezclasen aguas procedentes de las altas montañas con las de la caverna.

^(5)  Pág. 200.—Boussingault, en los Annales de chimie, t. LII, p. 181. La temperatura de la fuente de Chaudes-Aigues, en Auvergnia, no pasa de 80°. Es tambien de notar que todas las fuentes situadas sobre las vertientes de ciertos volcanes aun activos (el Pasto, el Cotopaxi, el Tunguragua), no tienen una temperatura mayor de 36 á 54°, en tanto que las Aguas calientes de las Trincheras (al Sud de Porto-Cabello), salen de un granito dividido en hiladas regulares, con una temperatura de 97°.

^(6)  Pág. 201.— La Casotis (fuente de San Nicolás) y la fuente de Castalia (al pié de las Phedriadas) están descritas en Pausanias, l. X, c. 24, y l. X, c. 8; la del Pirene (Acrocorinto), en Strabon, p. 379; la fuente de Erasinos (sobre el chaon, al Sud de Argos), en Herodoto, l. VI, c. 67, y en Pausanias, l. II, c. 24; las termas de Edepso (en Eubea), cuya temperatura es para los unos de 31° y para los otros de 62 á 75°, en Strabon p. 60, 447, y en Ateneo, l. II, c. 3; las fuentes de las Termópilas, situadas al pié del Œta, y cuyo calor es de 65°, en Pausanias, l. X, c. 21. (Estracto de notas manuscritas del profesor Curtius, sabio compañero de viaje de Otfried Müller.)

^(7)  Pág. 201.—Plinio, l. II, c. 106; Séneca, Epist. 79, § 3 (ed. Ruhkopf); (Beaufort, Survey of the Coast of Karamania, 1820, art. Yanar, cerca de Deliktasch, la antigua Phaselis, p. 24), Cf. tambien Ctenias, Fragm., c. 10, p. 230, ed. Bæhr; Strabon, l. XIV, p. 665, Casaub.

^(8)  Pág. 201.—Arago, en el Annuaire para 1835, p. 234.

^(9)  Pág. 201.—Acta S. Patricii, p. 555, ed. Ruinard, t. II, p. 385, Mazochi. Dureau de la Malle es el primero que ha indicado este paraje notable, en sus Recherches sur la Topographie de Carthage, 1835, p. 276. (Cf. Séneca, Natur. Quæst., l. III, c. 24.)

^(10)  Pág. 203.— Humboldt, Relat. hist., t. III, p. 562-567; Asie centrale, t. I, p. 43, t. II, p. 505-515; Vues des cordilléres, lám. XLI. Sobre el Macalubi (del árabe mak hlub invertido; raiz Khalaba) y sobre «la tierra flúida que vomita la Tierra», véase Solinus, c. 5. «Idem ager Agrigentinus eructat limosas scaturigines, et ut venæ fontium sufficiunt rivis subministrandis, ita in hac Siciliæ parte, solo nunquam deficiente, æterna rejectatione terram terra evomit.»

^(11)  Pág. 203.—Véase el excelente mapita de la isla de Nysiros, en Ross. Reisen auf den griechischen Inseln., t. II, 1843, p. 69.

^(12)  Pág. 203.—Véase Leopoldo de Buch, Canarische Inseln, p. 326; y el mismo autor Ueber Erhebungscratere und Vulcane, en los Annalen de Poggendorff, t. XXXVI, p. 169. Ya Strabon distingue muy bien dos modos de formacion de las islas, en el período en que habla de la separacion de la Sicilia y de la Calabria: «Algunas islas, dice (l. VI, p. 238, ed. Casaub.), son fragmentos separados de la tierra firme; otras, han surgido del fondo de los mares, como sucede aun hoy. Las islas de alta mar (las islas situadas lejos de los continentes) han sido probablemente formadas así por el levantamiento de una parte del suelo submarino; en tanto que las islas colocadas delante de los promontorios parecen haber sido separadas de la tierra firme.»

^(13)  Pág. 206—Ocre Fisove (Mons Vesuvius) en la antigua lengua umbriana (Lassen, Bentung der Eugubinischen Tafeln en el Rhein Museum, 1832, p. 387); la palabra ocre significa montaña, segun el testimonio del mismo Festus. Segun Voss, Etna indica montaña ardiente ó montaña brillante; pero Voss cree de orígen griego la palabra Αἴτνη, y la une á αἴθω ó á αιθινος; ahora bien, el sábio Parthey rechaza este orígen helénico, primero por motivos puramente etimológicos, y luego porque el Etna no ha sido nunca para los navegantes griegos un faro luminosa como el infatigable Stromboli, que Homero designa en la Odisea (l. XII, v. 68, 202 y 219), aunque sin fijar bien claramente su posicion. En mi juicio, seria preciso buscar en la lengua de los antiguos Sículos el orígen de la palabra Etna, si por ventura llega algun dia en que se recojan restos importantes de esta lengua. Segun Diodoro (l. V, c. 6) los Sicani, es decir, los ab-orígenes, que habitaban la Sicilia antes que los Siculi, fueron obligados á confinarse en la parte Occidental de la isla para huir de las erupciones del Etna, que duraron muchos años. La erupcion histórica mas antigua de este volcan, es aquella de que Píndaro y Esquilo han hecho mencion: que tuvo lugar bajo Hieron en el año segundo de la Olimpiada 75. Segun toda verosimilitud, Hesiodo conocia las erupciones devastadoras del Etna antes del establecimiento de las colonias griegas; Sin embargo, quedan aun algunas dudas sobre la palabra Αἴτνη, que está en el testo de Hesiodo (Humboldt, Examen critique, l. I, p. 168.)

^(14)  Pág. 206. —Séneca, Epist. 79.

^(15)  Pág. 206.—Eliano, Var. hist., l. VIII, c. 11.

^(16)  Pág. 208.— Petri Bembi, Opucusla (Ætna Dialogus). Basil., 1556, p. 63. «Quidquid in Ætnae matris utero coalescit nunquam exit ex cratere superiore, quod vel eo incendere gravis materia non queat, vel quia inferius alia spiramenta sunt, non fit opus. Despumant flammis urgentibus ignei rivi pigro fluxu tolas delambentes plagas, et in lapidem indurescunt.»

^(17)  Pág. 209.—Véase mi dibujo del volcan de Jorullo, de sus Hornitos y del Malpais levantado, en las Vues des Cordilléres, lám. XLIII, p. 239.

^(18)  Pág. 209.— Humboldt, Essai sur la Geogr. des Plantes et Tableau phys. des regiones equinoxiales, 1807, p. 130, y Essai géogn. sur le Gisement des Roches, p. 321. Basta considerar la mayor parte de los volcanes de la isla de Java, para convencerse de que la forma, la posicion y la altura absoluta de un volcan, no son suficientes á esplicar la carencia total de las corrientes de lava durante un período de actividad no interrumpida. Véase Leopoldo de Buch, Canarische Inselu, p. 419: Reinwardt y Hoffman, en los Annalen de Poggendorff, t. XII, p. 607.

^(19)  Pág. 211.—Véase la comparacion de mis medidas con las de Saussure y del conde Minto, en las Mémoires de l'Acadèmie des Sciences de Berlin, 1822, y 1823, p. 30.

^(20)  Pág. 212.— Pimelodes Cyclopum. Véase Humboldt, Recueil d'Observations de Zoologie et d'Anatomie comparée, t. I, p. 21-25.

^(21)  Pág. 214.—Leopoldo de Buch, en los Annalen de Poggend., t. XXXVII, p. 179.

^(22)  Pág. 214.—Sobre la formacion del hierro especular en las masas volcánicas, véase Mitscherlich, en los Annalen de Poggend., t. XV, p. 630. Sobre el desprendimiento del gas ácido hidroclórico en los cráteres, véase Gay-Lussac, en los Annales de Chimie et de Phys., t. XXII, p. 423.

^(23)  Pág. 216.—Véanse las preciosas investigaciones de Bischof acerca del enfriamiento de las masas petreas, en Wärmelehre, etc., p. 384, 443, 500-512.

^(24)  Pág. 216.—Véanse Berzelius y Wœhler, en los Annalen de Poggend., t. I, p. 221, y t. XI. p. 146; Gay-Lussac, en los Annales de Chimie, tomo XXII, p. 422; Bischof, Reasons against the Chemical Theory of Volcanoes, en la edicion inglesa de Wärmelehere, p. 297-309.

^(25)  Pág. 218.—Segun las ideas geognósticas de Platon, tales como nos las presenta en su Phædo, el Pyriphlegéthon, jugaba, con relacion á la actividad volcánica, casi el mismo papel que el calórico interno de la tierra y el estado de fusion de las capas profundas en nuestras ideas actuales (Phædon, ed Ast., p. 603 y 607; Annot, p. 808 y 817). «Existen en el interior de la tierra y á su alrededor, conductos subterráneos de diversas magnitudes, por donde el agua corre en abundancia; y asimismo fuego y corrientes de fango líquido mas ó menos impuro, semejantes á los torrentes de lodo que preceden en los volcanes de Sicilia á las erupciones ígneas, y cubren, como estas últimas, todo el terreno situado á su paso. El Pyriphlegéthon se vierte en un inmenso espacio lleno de fuego ardiente y activo; forma allí un lago mayor que nuestro mar, en cuyo lago el agua y el fango están constantemente en ebullicion; y sale en seguida de aquel espacio, describiendo con sus turbias y fangosas aguas, un círculo al rededor de la tierra.» Tan convencido se hallaba Platon de que este rio de tierra fundida y de fango, era la fuente general de los fenómenos volcánicos, que añade terminantemente; «Tal es el Pyriphlegeton de que se escapan algunas porciones hácia arriba y forman torrentes de fuego (οἱ ῤύαϰες) que aparecen en algunos lugares de la tierra, (ὅπη ἂν τυχοσι τῆς γῆς).» Estas escorias volcánicas y las corrientes de lavas eran tenidas, por consiguiente, como porciones del Pyriphlegethon mismo, ó de la masa en fusion que se creia movida incesantemente en las entrañas de la tierra. Que la espresion οἱ ῤύαϰες significa: corrientes de lava, y no montañas ignivomas, como quieren Schneider Passow y Schleiermacher, resulta claramente de una multitud de pasajes reunidos por Ukert en su Geogr. der Griechen und Römer, 2.ª parte, t. I, p. 200. Ρύαξ, indica el fenómeno volcánico por su lado mas notable, la corriente de lava; de ahí viene la espresion los ρύαϰες del Etna. Cf. Aristót., Mirab. Ausc., t. II, p. 833, sect. XXXVII, ed. Bekker; Tucidides, l. III, c. 116, Teofrasto, de Lapid., 22, p. 427, ed. Schneider; Diodoro, l. V, c. 6, y l. XIV, c. 59, en el cual se leen estas notables palabras: «Muchas ciudades situadas cerca del mar, y no lejos del Etna, han sido sepultadas υπὸ τοῦϰαλςνμένου ρυαϰος» Strabon, l. VI, p. 269, l. XIII, p. 628, y sobre los célebres fangos ardientes de las llanuras de Lélanto, en Eubea, t. 1, p. 58, ed. Casaub; finalmente, Apiano de Bellis civilibus, l. V, c. 114. La censura vertida por Aristóteles (Meteor., l. II, c. 2, 19) de las fantasías geognósticas del Phœdon no recae, propiamente hablando, sino sobre el orígen de los ríos que corren por la superficie de la tierra. Ha debido ya notarse en el pasaje de Platon, citado mas arriba, su asercion singular, aunque exactísima, de que en Sicilia las erupciones de fango preceden á las corrientes ígneas. ¿Es necesario para esplicar este pasaje admitir que se tomen en él por fango espelido antes de la erupcion rapillis y cenizas lanzadas por el cráter durante una tempestad vulcano-eléctrica, y apagadas por la nieve derretida? ¿O bien, esas corrientes de fango húmedo (ὑγροῦ πηλοὺ ποταμοι ), no eran, para Platon, sino mera reminiscencia de las salsas de Agrigento (volcanes de fango) que vomitan el fango con estrépito, y de las cuales ya hemos hablado? (Nota 10, p. 203). Es de sentir, en vista de esta incertidumbre, que un escrito de Teofrasto «sobre la corriente volcánica en Sicilia» (περι του ρυαϰος εν Σικελια), haya corrido la suerte de otros muchos del mismo autor que no han llegado hasta nosotros. Este libro está citado por Diógenes Laërcio, l. V, § 39.

^(26)  Pág. 218).—Leopoldo de Buch, Canarische Inseln, p. 326-407. Dudo que los volcanes centrales formen en general, como cree el ingenioso C. Darwin (Geolog. Observat. on the Volcanic Islands, 1844, p. 127), cadenas volcánicas de corta estension y dispuestas sobre fallas paralelas. Ya Federico Hoffman, estudiando el grupo de las islas de Lipari, en donde reconoció las señales de dos hendiduras de erupcion que se cruzan en Panaria, creyó encontrar en este grupo una especie de intermedio entre los volcanes centrales y las cadenas volcánicas de Leopoldo de Buch. Véanse los Annalen de Poggend., t. XXVI, p. 80-81).

^(27)  Pág. 219.— Humboldt, Geogn. Beobacht, ueber die Vulkane von Quito, en los Annalen de Poggend., t. XLIV, p. 194.

^(28)  Pág. 219.— Despues de haber hablado de una manera muy notable del hundimiento problemático del Etna, dice Séneca en su epístola 79. «Potest hoc accidere non quia montis altidudo desedit, sed quia ignis evanuit et minus vehemens ac largus effertur; ob eamdem causam, fumo quoque per diem segniore. Neutrum autem incredibile est, nec montem qui devoretur quotidie minui, nec ignem non manere, eumdem; quia non ipse ex se est, sed in aliqua inferna valle conceptus exæstuat et alibi pascitur: in ipso monte non alimentum habet, sed viam.» (Ed. Ruhkopfiana, t. III, p. 32). Strabon reconoce perfectamente que deben existir comunicaciones subterráneas entre los volcanes de Sicilia, los de Lipari, de Pitecusa (Ischia) y el Vesubio. (l. 1, p. 247 y 248). Añade que toda la region está colocada sobre un foco subterráneo.

^(29)  Pág. 220.—Humboldt, Essai polit. sur la Nouvelle Espagne, t. II. p. 173-175.

^(30)  Pág. 221.— He aquí los versos de Ovidio (Metamorph. l. XV, V. 296-306.

Est prope Pittheam tumulus Trœzena sine ullis
Arduus arboribus, quondam planissima campi
Area, nunc tumulus: nam—res horrenda relatu—
Vis fera ventorum, cæcis inclusa cavernis,
Exspirare aliqua cupiens, luctataque frustra
Liberiore frui cœlo, cum carcere rima
Nulla foret toto, nec pervia flatibus esset,
Extentam tumefecit humum; ceu spiritus ori
Tendere vesicam solet, aut directa bicorni
Terga capro. Tumor ille loci permansit, et alti
Collis habet speciem, longoque induruit ævo.

Esta descripcion de un levantamiento en forma de campana tiene verdadero interés bajo el punto de vista geognóstico, ademas, concuerda perfectamente, con un pasaje de Aristóteles relativo al levantamiento de una isla de erupcion. (Meteor. l. II, c. 8, p. 17-19): «La Tierra no cesa de temblar en tanto que el viento (ἄνεμος) causa del quebrantamiento del suelo, no encuentra salida. Esto es lo que ha sucedido últimamente en Heráclea, en el Ponto, y con anterioridad en Hiera, una de las islas de Eolo, donde una parte del suelo se hinchó y levantó con estrépito, en forma de montículo, hasta que el poderoso viento (πνεῦμα) encontró salida; entonces lanzó afuera chispas y cenizas que cubrieron la ciudad vecina de los Liparienses, y aun alcanzaron á muchas otras de Italia." Esta descripcion distingue perfectamente el periodo de levantamiento, de la erupcion misma. Strabon ha descrito tambien el fenómeno de Metonia (l. I, p. 59. Casaub.): «Una erupcion de llamas tuvo lugar cerca de Trezena, y surgió un volcan hasta la altura de siete estadios (?), inaccesible de dia, á causa de su escesivo calor, y de su olor á azufre; pero de noche, exhalaba buen olor (?). Se desprendía del volcan tal cantidad de calor, que el mar hervia hasta cinco estadios, á los veinte estaba todavía turbio y obstruido por pedruscos de rocas arrojadas por el volcan.» A cerca de la constitucion mineralógica actual de la península de Metana (véase Fiedler, Reise durch Griechenland, 1.ª parte, p. 257).

^(31)  Pág. 221.— Leopoldo de Buch. Canarische Inseln, p. 402; véase tambien el mismo autor, en los Annalen de Poggendorff, l. XXXVII, p. 183. En estos últimos tiempos se ha formado de nuevo una isla submarina en el cráter de Santorin, la cual en el año de 1810 estaba á 15 brazas sobre el nivel del mar, y en el de 1830, solo á 3 ó 4 brazas. Esta isla por lo escarpada, puede compararse á un cilindro enorme que surgiese del fondo del mar. La actividad contínua del cráter sub-marino, se revela aun por el desprendimiento de vapores ácidos de azufre que se mezclan á las aguas del mar en la bahia oriental del Neo-Kammeni, como en Uromolimni, cerca de Metana. Los navios blindados van á anclar á esta bahía con el fin de aprovecharse de sus propiedades naturales ó mas bien volcánicas, para limpiar su bordaje de cobre y que quede reluciente. Véase Virlet, en el Bulletin de la Societé geologique de France, t. III, p. 109, y Fiedler, Reise durch Griechenland, lám. II, p. 469 y 584.

^(32)  Pág. 221.— Apariciones de la nueva isla, cerca de la de San Miguel de las Azores: 11 de junio de 1638; 31 de diciembre de 1719, y 13 de junio de 1811.

^(33)  Pág. 221.—Prévost, en el Bulletin de la Societé geologique, t. II, p. 34; Federico Hoffmann, Hinterlassene Werke, t. II, p. 451-456.

^(34)  Pág. 221.—«Accedunt vicini et perpetui Ætnæ montis ignes et insularum Æolidum, veluti ipsis undis alatur incendium; neque enim aliter durare tot seculis tantus ignis potuisset, nisi humoris nutrimentis aleretur.» (Justin. l. IV, c. 1.) Justino empieza la descripcion física de la Sicilia por una teoría volcánica muy complicada. Lechos de azufre y de resina colocados á gran profundidad; un suelo de poco espesor, lleno de cavidades, y espuesto á resquebrajarse; una agitacion estremada producida por las olas del mar, que al azotar la orilla arrastran consigo el aire y lo obligan á penetrar hasta el foco que se alimenta en el seno de aquel territorio: tales son los datos que Justino desarrolla en su teoría, copiada por Trogue-Pompeyo. Por lo demás, el imaginar los antiguos que el aire podía ser impelido hasta penetrar en las entrañas de la tierra para alimentar allí los focos volcánicos, tenia por objeto esplicar la influencia que atribulan á ciertos vientos sobre la actividad volcánica del Etna, Hiera y Stromboli (Véase un pasaje notable de Strabon. l. VI, p. 275 y 276). La isla de Stromboli (Strongyle) pasaba por la morada de Eolo, «el regulador de los vientos,» porque los navegantes preveian los cambios de tiempo segun el grado de violencia de las erupciones del volcan de Stromboli. Los mismos fenómenos se reproducen en nuestros días. Véase, Leopoldo de Buch, Canarische Inseln, p. 334, y Hoffmann, en los Annalen de Poggendorff, t. XXVI, p. 8. Háse reconocido que las erupciones de este pequeño volcan dependen á la vez de la altura del barómetro y de la direccion de los vientos; pero preciso es confesar, sin embargo, que estamos bien lejos de poder dar esplicacion satisfactoria sobre este punto, en el estado actual de nuestros conocimientos acerca de los fenómenos volcánicos y de las débiles variaciones que los vientos producen en la presion atmosférica. Bembo, cuya educacion había sido confiada á los griegos refugiados en Sicilia, cuenta sus escursiones por el Etna, en un libro escrito con todo el encanto y todo el calor de la juventud.(Ætna Diálogus,) á mediados del siglo XVI: en él desarrolla la teoría de la introduccion de las aguas del mar en el foco de los volcanes, é intenta probar que la proximidad del mar es una condicion necesaria para la produccion de los fenómenos volcánicos. Véanse aquí las cuestiones que trata, al subir por el Etna: «Explana potius nobis quæ petimus, ea incendia unde orianturet orta quomodo perdurent?—In omni tellure nuspiam mayores fistulæ aut meatus ampliores sunt quam in locis quæ vel mari vicina sunt vel a mari protinus alluuntur: mare erodit illa facillime pergitque in viscera terræ. Itaque cum in aliena regna sibi viam faciat, ventis etiam facit; ex quo fit ut loca quæque maritima máxime terræ motibus subjecta sint, parum mediterranea. Habes quum in sulfuris venas venti furentes inciderint, unde incendia oriantur Ætnæ tuæ. Vides, quæ mare in radicibus habeat, quæ sulfurea sit, quæ cavernosa, quæ a mari aliquando perforata ventos admiserit æstuantes, per quos idonea flammæ materies incenderetur."

^(35)  Pág. 222.—Véase Gay-Lussac, Sur les Volcans, en los Annales de Chimie, t. XXII, p. 427; y Bischof, Wärmelehre, p. 272. Las erupciones de humo y de vapores acuosos que se han visto en diferentes épocas al.rededor de Lanzarote, de la Islandia, y de los Kuriles, durante la erupcion de los volcanes inmediatos, nos autorizan para creer en la reaccion de los focos volcánicos contra la presion hidrostática de las aguas cercanas, y aun esas mismas erupciones gaseosas prueban que la elasticidad de los vapores que se desarrollan en los focos, puede llegar á ser muy superior á la presion.

^(36)  Pag. 223.—Abel Remusat, Lettre á M. Cordier, en los Annales des Mines, t. V. p. 137.

^(37)  Pág. 223.— Humboldt, ’'Asie centrale, t. II, p. 30-33, 38-52, 70-80 y 426-428. La existencia de los volcanes activos en el Kordofan, a 100 miriámetros del mar Rojo, ha sido negada recientemente por Rüppel (Reisen in Nubien, 1829, p. 151.)

^(38)  Pág. 224.—Dufrénoy y Elias de Beaumont, Explication de a Carte Géologique de la France, t. I, p. 89.

^(39)  Pág. 224.—Sófocles, Philoct. v. 971 y 972. Acerca de la época presunta de la estincion de los fuegos de Lemnos, en tiempo de Alejandro, cf. Buttmann, en el Museum der Alterthumsvissenschaft, t. I, 1807, p. 295; Dureau de la Malle, en los Annales de Voyages de Malte-Brun, t. IX, 1809, p. 5; Ukert en las Ephem. geogr. de Bertuch, t. XXXIX, 1812, p. 361: Rhode, Res Lemnicæ, 1829, p. 8; y Walter, ueber Ahnahme der vulkanischen Thätigkeit in historischen Zeiten, 1844, p. 24. Se ha supuesto que el cráter apagado de Mosychlos fué sumerjido por el mar en época muy remota, así como la isla desierta de Chrysa, antigua mansion de Filoctétes (Otfried Muller Minios, p. 300); el mapa hidrográfico de la isla de Lemnos, levantado por Choiseul, da mucha verosimilitud á esta opinion, y los arrecifes y escollos situados al Nor-Este de Lemnos, indican aun el sitio que en el mar Egéo ocupaba en otro tiempo, un volcan activo semejante al Etna, al Vesubio, al Stromboli y al Volcan de las islas de Lipari.

^(40)  Pág. 223.—Cf. Reinwardt y Hoffmann, en los Annalen de Poggendorff. t. XII, p. 607; Leopoldo de Buch, Canarische Inseln, p. 424, 426. La erupcion de los fangos arcillosos de Carguairazo en 1698, cuando la demolicion del volcan; los Lodazales de Igualata, y la Moya de Pelileo, son fenómenos volcánicos del mismo género en la meseta de Quito.

^(41)  Pág. 226.—En un plano de los alrededores de Tezcuco, de Totonileo y de Moran (Atlas geogr. et phys. lam. VII.) que destinaba primitivamente (1803) á que formase parte de la obra inédita (Pasi grafia geognóstica destinada al uso de los jóvenes del colegio de Minería de Méjico,) designe despues (1832) las rocas de erupcion plutónicas y volcánicas bajo el nombre de endógenas (enjendradas en el interior), y las de sedimento bajo el de exógenas, (enjendradas esteriormente sobre la corteza terrestre.) En el sistema gráfico que adopté, las primeras estaban indicadas por una flecha dirigida hácia arriba, y las segundas por una flecha vuelta hácia abajo. Este método tiene al menos la ventaja de no desfigurar los planos en que se trata ordinariamente de representar séries de capas sedimentarias dispuestas horizontalmente unas sobre otras; mas en la mayor parte de los planos modernos, las erupciones y las penetraciones de basalto, de pórfiro ó de sienita, están figuradas por venas ascendentes de un modo arbitrario y poco conforme con la naturaleza. Las denominaciones que he propuesto en el plano pasigráfico-geognóstico fueron formadas segun las de Candolle, que llamaba endógenas á las plantas monocotíleas, y exógenas á las dicotíleas. Pero Mohl ha probado, por una análisis mas exacta del reino vegetal, que en tesis general y rigorosa, el crecimiento de las monocotíleas, no se verifica de dentro á fuera, ni el de las dicotíleas, de fuera á dentro. (Link, Elementa philosophiæ botanicæ, t. I, 1837, p. 287; Endlicher y Unger, Grundzuge der Botanik, 1843, p. 89; y Jussieu, Traité de Botanique, t. I, p. 85). Lo que yo llamo endógeno, lo designa Lyell por la espresion característica de netherformed ó hipogene rocks. (Principies of Geology, 1833, t. III, p. 374).

^(42)  Pág. 226.— Cf. Leop. de Buch, Ueber dolomit als Gebirgsart, 1823, p. 36; y el mismo autor, acerca del grado de fluidez que debe atribuirse á las rocas plutónicas en la época de su erupcion, y sobre la transformacion del esquisto en gneiss por la accion del granito, y de las materias que han acompañado el levantamiento de esta roca, en las Mem. de l'Acad. de Berlin, 1842, p. 58 y 63; y en Jahrbuch fur wissenschaftliche Kritik, 1840, p. 195.

^(43)  Pág. 228.— Darwin, volcanic Islands, 1844, p. 49 y 154.

^(44)  Pág. 228.— Moreau de Jonnés, Hist. phys. des Antilles, t. I, p. 136, 138 y 543; Humboldt, Relat. histor., t. III, p. 367.

^(45)  Pág. 228.— Cerca de Teguiza; Leop. de Buch, Canarische Inseln, p. 301.

^(46)  Pág. 228.— Véase la pág. 6.

^(47)  Pág. 229.— Bernhard Cotta, Geognosie, 1839, p. 273.

^(48)  Pág. 229.—Leop. de Buch. Ueber Granit und Gneiss, en las Mem. de l'Acad, de Berlin, 1842, p. 60.

^(49)  Pág. 229.—El granito que se eleva cerca del lago Kolivan, en forma de paredes divididas en estrechos sillares paralelos, contiene muy pocos cristales de titanita, siendo el feldespato y la albita los que predominan; véase Humboldt, Asie Centrale, t. I, p. 295; Gustavo Rose Reise nach dem Ural, t. I, p. 524.

^(50)  Pág. 229.— Humboldt, Relat. hist., t. II, p. 99.

^(51)  Pág. 229.—Véase en la obra citada de Rose, t. I, p. 584, el plano de Biri-Tau que he dibujado desde la parte del Sud, donde se hallaban las tiendas de los Kirghisos. Acerca del granito esferoidal que se divide en escamas concéntricas, véase Humboldt Relat. histor., t. II, p. 597, y Essai. geogn. sur legisenunt des roches, p. 78.

^(52)  Pág. 230.— Humboldt, Asie centrale, t. I, p. 299-311, y los dibujos del viaje de Rose, t. I, p. 611; estos últimos reproducen la curvatura de las escamas del granito indicada por Leop. de Buch, como rasgo característico.

^(53)  Pág. 230.— Este yacimiento notable, ha sido descrito por primera vez, por Weiss, en Karsten's Archiv. für Bergbau und Hüttenwesen, t. XVI, 1827, p. 5.

^(54)  Pág. 230.— Dufrénoy y Elías de Beaumont, Geologie de laFrance, t. I, p. 130.

^(55)  Pág. 231.— Estos lechos intercalados de diorita juegan un importante papel en el distrito de las minas de Naila, cerca de Steben, los mas dulces recuerdos de la juventud, van unidos á esta region, donde he estudiado la direccion de los trabajos de las minas, hácia fines del siglo último. Cf. F. Hoffmann en los Annalen de Poggendortf, t. XVI, p. 558.

^(56)  Pág. 231.— En el Ural meridional y Baschkirien; véase G. Rose, Reise nach dem Ural, t. II, p. 71.

^(57)  Pág. 231.— G. Rose, Reise nach dem Ural t. II, p. 47, 52 acerca de la identidad del eleolito y la nefelina, (la proporcion de cal es algo mayor en esta última); véase Scheerer, en los Annalen de Poggend. t. XLIX, p. 359-381.

^(58)  Pág. 235.—Véanse las bellas investigaciones de Misstcher, en las Mem. de l'Acad. de Berlín. 1822 y 1823, p. 25-41, en los Annalen de Pogggend., t. X, p. 137-152, t. XI, p. 323-332, t. XLI, p. 213-216, y Gustavo Rose, weber Bildung des Kalpat und Aragonitens en los Annalen de Poggend., t. XLII, p. 553-366; Haidinger, en las Transact. of the Royal Society of Edinburg, 1827, p. 148.

^(59)  Pág. 236.— Lyell, Principles of Geology, t. III, p. 353 y 359.

^(60)  Pág. 237.—Esta descripcion de las relaciones de yacimiento del granito pone de relieve el carácter fundamental y general de toda la formacion. Sin embargo, el aspecto que el granito presenta en algunas localidades, autoriza á creer que esta roca no ha estado desprovista siempre de una cierta fluidez en el momento de la erupcion. Véase mas arriba p. 229; véase tambien la descripcion de una parte de la cadena de Narym cercana á las fronteras del imperio chino, en Rose, Reise nach dem Ural, t. I, p. 599; otro tanto puede decirse del traquito; V. Dufrénoy y Elías de Beaumont, Description géologique de la France, t. I, p. 70. Puesto que he hablado anteriormente en el testo de hendiduras estrechas por las cuales los derramamientos basálticos se han efectuado alguna vez, mencionaré aquí las anchas fallas que han dado paso á los melafiros (esta última roca no debe ser confundida con los basaltos); véase en Murchison, Silurian System, p. 126, la interesante descripcion de una falla de 146 m. de anchura, por la cual se ha inyectado el melafiro en la hullera de Cornbrook, Hoar-Edge.

^(61)  Pág. 237.—Sir James Hall, en las Edinb. Transact., t. V, p. 43. t. VI, p. 71; Gregory Watt, en las Philos. Transactions of the Royal Society of London for 1804, t. II, p. 279. Dartigues y Fleuriau de Bellevue, en el Journal de Physique, t. LX, p. 456; Buschof. Wärmelehre, p. 313 y 443.

^(62)  Pág. 238.—Gustavo Rose, en los Annalen de Poggend., t. XLII, p. 364.

^(63)  Pág. 238.—Véase acerca de el dimorfismo de azufre, Mitscherlich, Lehrbuch der Chemie, § 55-63.

^(64)  Pág. 238.—Acerca del yeso considerado como cristal de un solo eje, acerca del sulfato magnésico y los óxidos de zink y de nikel, véase Mitscherlich, en los Annalen de Poggend., t. XI, p. 328.

^(65)  Pág. 238.—Véanse las investigaciones de Costa en el Creusot, sobre la trasforraacion del hierro laminado en hierro quebradizo al frio, en las Mem. geolog. de Elías, Beaamont, t. II, p. 411.

^(66)  Pág. 238.—Mitscherlich, weber die Ausdehnung der kristallisirten Körper durch die Wärme en los Annalen de Pogendorff, t. X, p. 151.

^(67)  Pág. 239.—Sobre las dobles uniones de estratificacion, véase Elías de Beaumont, Geologie de la France, p. 41; Credner, Geognosie Thüringens und des Harzes, p. 40; Rœmer, das rheinische Uebergangsgebirge, 1844, p. 5 y 9.

^(68)  Pág. 239.—La sílice no está coloreada simplemente por el óxido de hierro; va acompañada de arcilla de cal y de potasa; véase Rose, Reise, t, II, p. 187. Sobre la formacion del jaspe por la accion del pórfiro, de la augita y del hiperstenfels, véase el mismo autor t. II, p. 169, 187 y 192. Cf. t. I. p. 427, donde entre los globos de pórfiro allí dibujados contiene la grauwacka calcárea de Bogoslowsk, se presenta tambien el jaspe como un producto de la accion plutónica de la augita, t. II, p, 545, y Humboldt Asie centrale, t. I, p. 486.

^(69)  Pág. 239.—A propósito del orígen volcánico de la mica es importante recordar que los cristales de mica se encuentran en el basalto de Mitlelgebirge bohemio; en la lava arrojada por el Vesubio en 1822. (Monticelli, Storia del Vesüvio, niegli anni, 1821 é 1822, § 99); en los fragmentos de esquisto arcilloso envueltos de basalto escoriado que se encuentran sobre el Hohenfels, no lejos de Gerolstein, en el Eifel (véase Mitscherlich, en el Basalto-Gebilde de Leonhard p. 244), sobre el feldspato producido en el esquisto arcilloso por el contacto del pórfiro, entre Urval y Poïet, (Forez), véase Dufrénoy, Geol. de la France, t. I, p. 137. A un contacto de éste género debe atribuirse la singular estructura amigdaloide y celular de los esquistos que he encontrado en Paimpol, en Bretaña (t. I, p. 234) en una escursion geológica emprendida de acuerdo con el profesor Kunt.

^(70)  Pág. 239.— Rose, Reise nach dem Ural, t. I, p. 586-588.

^(71)  Pág. 239.—Leopoldo de Buch, en las Mem. de l'Acad. de Berlin. 1842, p. 63, y en los Jahrbücher für wissenschafliche Kritik, 1840, p. 196.

^(72)  Pág. 240.—Elías de Beaumont, en los Annales de Sciences naturelles, t. XV, p. 362-372: «Aproximándose á las masas primitivas del Monte-Rosa y de las montañas situadas al oeste de Coni, vése como las capas secundarias pierden mas y mas los caracteres inherentes á su manera de depositarse. A menudo adoptan algunos modos que parecen provenir de una causa distinta, sin perder por ello su estratificacion, recordando por esta disposicion la estructura física de un tizon carbonizado á medias, en el cual pueden seguirse las señales de las fibras leñosas, aun mas allá de los puntos que presentan todavía los caracteres naturales de la madera.» (Cf. los Annales des Sciences naturelles, t. XIV, p. 118-122, y M. de Dechen, Geognosie, p. 553). Entre las pruebas mas sorprendentes de la metamórfosis de las rocas bajo la influencia plutónica, es preciso contar las belemnitas de esquisto de Nuffenen (valle alpestre de Egino y ventisquero de Gries), y las que M. Charpentier ha encontrado en el pretendido calcáreo primitivo, sobre el flanco occidental de la Garganta de Seigne (entre el Cercado de Montjovet y la barraca alpina de la Lanchette) que me enseñó en Bex, en el otoño de 1822 (Annales de Chimie, t. XXIII, p. 262).

^(73)  Pág. 240.—Hoffmann, en los Annalen de Poggend., t. XVI, p. 552: «Los estratos de esquisto arcilloso de transicion que pueden observarse en el Fichtelgebirge, sobre una estension de tres miriámetros, se han trasformado en gneiss por los dos estremos únicamente en que se hallan en contacto estas capas con el granito. Allí se ve como se ha formado el, gneiss poco á poco; como el mica y las amigdaloides feldespáticas se han desarrollado en la masa interior del esquisto que contiene en sí mismo todos los elementos de estos minerales.»

^(74)  Pág. 240.—Entre las obras de arte que nos ha legado la antigüedad griega y romana, no se encuentran columnas ni grandes vasos de jaspe; hoy mismo los montes Ourales solamente suministran pedazos de jaspe de grandes dimensiones. La materia que se esplota en Altai (Revennaja Sobka) con el nombre de jaspe, proviene de un magnífico pórfido alistonado. La palabra misma se encuentra en las lenguas semíticas; y ha sido aplicada tambien á fragmentos de jaspachat, y á una especie de ópalo jaspóide conocido entre los antiguos con el nombre de jasponyx, esto es al menos lo que parece resultar de la descripcion embrollada que se lee en Teofrasto, (de Lapid., c. 23 y 27) y en Plinio (l. XXXVII, c. 8 y 9), este último coloca al jaspe entre el número de las gemas opacas. Esta materia era tan poco comun entre los antiguos, que hablando de un pedazo de jaspe de once pulgadas de longitud, Plinio creía deber afirmar que él mismo habia visto esta rareza. «Magnitudinem jaspidis undecim unciarum vidimus, foratamque inde effigiem Neronis thoracatam.» Segun Teofrasto la piedra llamada smaragd, ó esmeralda, de la cual se han hecho grandes obeliscos, no era sino una especie de jaspe sin listas.

^(75)  Pág. 240.—Humboldt, Lettre á M. Brochant de Villiers, en los Annales de Chimie et de Physique, t. XXIII, p. 261. Leopoldo de Buch, Briefe ueber das südliche Tyrol, p. 101, 105 y 273.

^(76)  Pág. 240.—Sobre la transformacion del calcáreo compacto en calcáreo granular por el granito en los Pirineos (Montaña de Rancie), véase Dufrénoy, en las Mémoires géologiques, t. II, p. 440. y en las montañas de l'Oisons, Elias de Beaumont, Mém. géol., t. II, p. 379-415; por el pórfiro diorítico y piroxénico (ophyta; Elias de Beaumont, Géol. de la France, t. I, p. 72), entre Tolosa y San Sebastian, véase Dufrénoy en las Mém. Géol., t. II, p. 130; en la isla de Skye, donde el calcáreo metamorfoseado por la sienita presenta aun rasgos visibles de petrificaciones, véase M. de Dechen. Géognosie, p. 573. En la metamorfosis de la creta, en contacto con el basalto, las moléculas han debido esperimentar un desplazamiento muy notable para dar lugar á la estructura cristalina ó de grano de la roca actual, porque antes de la transformacion esas moléculas formaban una infinidad de pequeños anillos separados, segun Ehremberg ha tenido ocasion de acreditar por medio de investigaciones microscópicas sobre la roca primitiva. Véanse los Annalen de Poggendorff, t. XXXIV, p. 105, y sobre anillos formados por precipitados de aragonita, Gustavo Rose, en la misma coleccion, t. XLII, p. 354.

^(77)  Pág. 241.—Lechos de calcáreo granular en el granito, en el puerto de Oó y en el Monte de Labourd. Charpentier, Constitution géologique des Pyrénées, p. 144-146.

^(78)  Pág. 241.—Leopoldo de Buch, Canarische Inseln, p. 394; Fiedler, Reise durch Griechenland, 2.ª parte, p. 181, 190 y 516.

^(79)  Pág. 241.—Ya he aludido en otro sitio á este pasaje notable de Orígenes: Philosophumena, c. 14 (Opera, ed Delarue, t. I, p. 893). Todo induce á creer que Jenofanes no ha querido hablar de una impresion de laurel (τύπον δάνης), sino de una impresion de pescado (τύπὸν ἀϕύησ); Delarue vitupera injustamente á Jacobo Gronovius por haber preferido la segunda version y haber sustituido la palabra sardina á la palabra laurel. En todo caso el descubrimiento de un pez fósil es mas verosímil que el de una imágen de Sileno (Plinio, l. XXXVI, c. 5), hallada por los obreros en las canteras de Paros (mármoles del monte Marpessos, Servius, ad Virg. Æn., l. VI, v. 571).

^(80)  Pág. 241.—Sobre la constitucion geológica de los alrededores de Carrara (ciudad de la Luna, Strabon, l. V, p. 222), véase Savi, Osservazioni sui terreni antichi Toscani, en el Nuovo Giornale de Litterati di Pisa, núm. 63, y Hoffman, en Karsten's Archiv für Mineralogie, t. VI, p. 258 263; véase tambien del mismo autor, Geogn. Reise durch Italien, p. 244-263.

^(81)  Pág. 242.—Esta hipótesis la ha emitido un observador distinguido, Karls de Leonhard; véase su Jahrbuch für Mineralogie, 1834, p. 329, y Benrhard Cotta, Geognosie, p. 310.

^(82)  Pág. 242.—Leop. de Bueh, geogn. Briefe an A. von Humboldt, 1824, p. 36 y 82; el mismo, en los Annales de Chimie, t. XXIII, p. 276, y en la Mém. de l'Acad, de Berlin, 1822 y 1823, p. 83-136; H. de Dechen, Geognosie, p. 574-576.

^(83)  Pag. 244.—Hoffman, Geogn. Reise, revisado por H. de Dechen, p. 113-119, 380-386; Poggendorff's Annalen, t. XXVI, p. 41.

^(84)  Pág. 244.—Dufrénoy, en las Mém. géologiques, t. II, p. 145 y 179.

^(85)  Pág. 244.—Humboldt, Essai geogn. sur le Gisement des Roches, p. 93. Asie centrale, t. III, p. 532.

^(86)  Pag. 245.—Elias de Beaumont, Annales des Sciences naturelles, t. XV, p. 362; Murchison, Silurian System, p. 285.

^(87)  Pág. 245.—Rose, Reise nach dem Ural, t. I, p. 364 y 367.

^(88)  Pág. 245.—Leop. de Buch, Briefe, p. 109-129. Cf. Elias de Beaumont, acerca del contacto del granito con las capas del Jura, en las Mem. géologiques, t. II, p. 408.

^(89)  Pág. 245.—Hoffmann, Reise, p. 30 y 37.

^(90)  Pág. 245.—Sobre la formacion del hierro especular y sobre las reacciones químicas que la determinan, véase Gay-Lussac, en los Annales de Chimie, t. XXII, p. 415; y Mitscherlich, en los Annalen de Poggend., t. XV, p. 630. Las cavidades de la obsidiana del Cerro del Jacal, que yo traje de Méjico, contienen tambien cristales de olivina, formados sin duda por via de sublimacion (Gustavo Rose, en los Annalen de Poggend., t. X, p. 323). Así, pues, la olivina se presenta en el basalto, la lava, la obsidiana, las escorias artificiales, las piedras meteóricas, la sienita de Elfdalen, y bajo el nombre de yalosiderita, en la wacka de Kaiserstuhle.

^(91)  Pág. 246.— Constantino de Beust, über die Porphyr-Gebilde, 1835, p. 89-96; y del mismo autor, Beleuchtung der Werner'schen Gangtheorie, p. 6; C. de Weissenbach. Abbildungen merkwürdiger Gangverhältnisse, 1836, fig. 12. Pero la estructura en forma de bandas estrechas no es general, ni tampoco el órden en el cual se suceden los diferentes miembros de estas masas indica necesariamente su edad relativa; véase Freiesleben, über die sachsischen Erzgänge, 1843, p. 10-12.

^(92)  Pág. 246.—Mitscherlich, über die künstliche Darstellung der Mineralien, en las Mém. de l'Acad. de Berlin, 1822 y 1823, p. 25-41.

^(93)  Pág. 247.—Las escorias han dado lo siguiente: cristales de feldespato, descubiertos por Heine en un hornillo de fundicion para el cobre, cerca de Sangerhausen, y analizados por Kerslen (Poggend. Annalen, t. XXXIII, p. 337); cristales de augita, en las escorias de Sahle (Mitscherlich, Mém. de l'Acad. de Berlin, 1822 y 1823, p. 40); cristales de olivina (Sefstrœm, en la obra de Leonhard, Basalt-Gebilde, t. II, p. 493); mica, en las antiguas escorias de Garpenberg (Mitscherlich, en la obra citada de Leonhard, p. 506); cristales de óxido magnético de hierro, en las escorias de Châtillon-sur-Seine (Leonhard, p. 341); hierro especular en la arcilla de los alfareros (Mitscherlich, en Leonhard, p. 234).

^(94)  Pág. 247.—Los minerales cuya reproduccion se ha logrado en todas sus partes, son: el idocrasio y el granate (Mitscherlich, en los Poggend, Annalen, t. XXXIII, p. 340); el rubí (Gaudin, Comptes rendus de l'Acad. des Sciences, t. IV, p. I, p. 999); la olivina y la augita (Mitscherlich y Berthier, en los Annales de Chimie et de Physique, t. XXIV, p. 376). Por mas que la augita y el anfibol presentan, segun G. Rose, la mayor semejanza en la forma de sus cristales, y tengan casi la misma composicion química, sin embargo, el anfibol no se encuentra jamás en las escorias al lado de la angita, y los químicos no han podido reproducir aun ni el anfibol ni el feldespato (Mitscherlich, en los Poggend., Annalen, t. XXXIII, p, 340, y Rose, Reise nach dem Ural, t. II, p. 338 y 363). Cf., tambien Beudant, Mém. de l'Acad. des Sciences, t. VIII, p. 221, y las investigaciones ingeniosas de Becquerel, en su Traité de l'Électricité, t. I, p. 334: t. III, p. 218; t. V, 1.ª aparte, 148 y 185.

^(95)  Pág. 247.— D'Aubuisson, Journal de Physique, t. LXVIII, p. 128.

^(96)  Pág. 248.— Leop. de Buch, geogn. Briefe, p. 75-82; vése al mismo tiempo en este pasaje, por qué el asperon rojo (el todtliegende de las capas de flœtz de la Turingia) y el terreno hullero, deben ser considerados como producidos por la erupcion de las rocas porfiríticas.

^(97)  Pág. 250.—Es un descubrimiento de miss Mary Anning, que ha encontrado tambien los coprolitos de los peces. Estos coprolitos y los de los ictiosauros son tan abundantes en Inglaterra (por ejemplo, en Lyme Regis), que Buckland los compara á patatas sembradas en gran número por el suelo. Cf. Buckland Geology considered with reference to natural Theology, t. I, p. 188-202 y 305. Sobre la esperanza manifestada por Hooke, «to raise a chronology» del estudio de las conchas fósiles: «and to state the intervals of the time wherem such catastrophes and mutations have happened,» véase. Posth. Works, Lecture Feb. 29, 1688.

^(98)  Pág. 250.—Leop. de Buch, Mém. de l'Acad. de Berlin, 1837, p. 64.

^(99)  Pág. 252.— El mismo, Gebirgs formationen von Russland, 1840, p. 24-40.

^(100)  Pág. 252.—Agassiz, Monographie des Poissons fossiles du vieux grès rouge, p. VI y 4.

^(1)  Pág. 252.—Leop. de Buch, Mém. de l'Acad. de Berlin, 1838, p. 149 y 168; Beyrich, Beitr. zur Kenntn. des rhein. Uebergangsgebirges, 1837, p. 45.

^(2)  Pág. 252.—Agassiz, Recherches sur les Poissons fossiles, t. I. Introd., p. XVITI (Davy, Consolation in Travel, dial. III).

^(3)  Pág. 252.— Segun Hermann de Meyer, seria un Protosaurus. La costilla de un sauriano, que se supone encontrada en el calcáreo de montaña (calcáreo carbonífero) de Northumberland (Herm. de Meyer, Palæologica, p. 299), es muy dudosa, segun Lyell (Geologie, 1832, t. I, p. 148). El mismo autor del descubrimiento fija su lugar en las capas de aluvion que cubren el calcáreo de montañas.

^(4)  Pág. 252.—F. d'Alberti, Monographie des bunten Sandsteins, Muschelkalks und Keupers, 1834, p. 119 y 314.

^(5)  Pág. 253.—Véanse las ingeniosas consideraciones de H. de Meyer, sobre la organizacion de los saurianos voladores en las Palæologica, p. 228 y 252. En Solenhofen, en el esquisto litográfico de la formacion jurásica superior, es donde se ha encontrado el Pterodactylus crassirostris, así como el P. longirostris (Ornithocephalus, Sœmmering) de mas antiguo conocido. El profesor Goldfuss halló tambien en un ejemplar fósil de la primera especie, señales del ala membranosa y la impresion de muchos mechones de pelos rizados, de varios centímetros de longitud por algunas partes.

^(6)  Pág. 253.—Cuvier, Recherches sur les Ossements fossiles. t. I, p. LII y LVII. Cf. rÉchelle des époques géologiques, en Philips, Geology, 1837, p. 166-185.

^(7)  Pág. 254.—Agassiz, Poissons fossiles, t. I, p. XXX, y t. III, p. 1-52; Buckland, Geology, t. I, p. 273-277.

^(8)  Pág. 255.—Ehrenberg, über nochjetztlebende Thierarten der Kreidebildung, en las Mém. de l'Acad. de Berlin, 1839, p. 164.

^(9)  Pág. 255.—Valenciennes, Comptes rendus de l'Acad. des Sciences, t. VII, 1838. P. II, p. 580.

^(10)  Pág. 255.— En el weald-clay; véase Beudant, Géologie, p. 173. El número de los ornitolitos aumenta en el yeso de la formacion terciaria, cf. Cuvier, Ossements fossiles, t. III, p. 302-328.

^(11)  Pág. 256.— Leop. de Buch, en las Mém. de l'Acad. de Berlin, 1830, p. 135-187.

^(12)  Pág. 256.—Quenstedt, Flœzgebirge Würtenbergs, 1843, p. 135.

^(13)  Pág. 256.— El mismo, p. 13.

^(14)  Pág. 256.—Murchison hace dos divisiones del bunter sandstein; la primera es el trias superior de Alberti; y la segunda el trias inferior, al cual pertenece el asperon vosgo de Elias de Beaumont; el zechstein (calcáreo magnésico) y el todtliegende (nuevo asperon rojo inferior) forman el sistema permiano. Es necesario empezar las formaciones secundarias en el trias superior, es decir, en la division superior del bunter sandstein alemán; el sistema permiano, el calcáreo carbonífero ó calcáreo de montaña, los estractos devonianos y silurianos constituyen los terrenos paleozoicos de Murchison. En este sistema la creta y el calcáreo del Jura reciben el nombre de formaciones secundarias superiores, y el keuper elcalcáreo conchillar, el asperon abigarado, llevan el de formaciones, secundarias inferiores; el sistema permiano y calcáreo carbonífero componen la formacion paleozoica superior, en tanto que las capas devonianas y silurianas son simultáneamente designadas con el nombre de formacion paleozoica inferior. Las bases de esta clasificacion general están desarrolladas en la gran obra, donde el infatigable sabio inglés debe esponer la geología de una gran parte de la Europa Oriental.

^(15)  Pág. 257.—Cuvier, Ossements fossiles, 1831, t. I, p. 157, 261 y 264 Cf. Humboldt, über die Hochebene von Bogota, en la deutsche Vierteljahrs-Schrift, 1839, t. I, p. 117.

^(16)  Pág. 257.—Journal of the Asiatic Society, 1844, n.° 15, p. 109.

^(17)  Pág. 257.—Beyrich, en Karsten's, Archiv für Mineralogie, 1844, t. XVIII, p. 218.

^(18)  Pág. 258.—Por los escelentes trabajos del conde Sternberg, de Adolfo Brongniart, de Gœppert y de Lindley.

^(19)  Pág. 258.—Véase Roberto Brown, Botany of Congo, p. 42; y d'Urville, en la memoria: de la Distribution des Fougéres sur la surface du globe terrestre.

^(20)  Pág. 258.—Tales san las cicadeas descubiertas por el conde Sternberg en el antiguo terreno hullero de Nadnitz, en Bohemia, y descritas por Corda (dos especies de cycaditas y la zamita, Corday; véase Gæppert, fossile Cycadeen, en los Arbeiten der Schles. Gesellschaft, 1843, p. 33, 37, 40 y 50.) Se ha encontrado tambien una cycadea, el Pterophyllum gonorrhachis Gœpp., en el terreno hullero de la Silesia superior.

^(21)  Pág. 258.—Lindley, Fossil Flora. n.° 15, p. 163.

^(22)  Pág. 258.—Fossil coniferæ, en Buckland, Geology, p. 483-490. A. Witham corresponde la gloria de haber reconocido el primero la existencia de los coníferos en la vegetacion primitiva de la antigua formacion carbonífera. En otros tiempos, la mayor parte de los troncos de árboles que se encontraban en esta formacion se consideraban como palmeras. Por lo demás, las especies del género Araucarites no son esclusivamente propias de los terrenos hulleros de las islas Británicas; se encuentran tambien en la Silesia superior.

^(23)  Pág. 259.—Adolfo Brongniart, Prodrome d'une Histoire des Vgétaux fossiles, p. 179; Buckland, Geology, p. 479; Endlicher y Unger, Grundzüge der Botanik, 1843, p. 455.

^(24)  Pág. 259.—«By means of Lepidodendron a better passage is established from Flowering to Flowerless plants than by either Equisetum or Cycas, or any other known genus.» Lindley y Hutton, Fossil Flora, t. II, p. 53.

^(25)  Pág. 259.—Kunth, Anordnung der Pflanzenfamilien, en su Handbuch der Botanik, p. 307 et 314.

^(26)  Pág. 260.—El carbon de piedra no proviene de los vejetales carbonizados por el fuego, sino de los vegetales descompuestos por la via húmeda, bajo la influencia del ácido sulfúrico. La prueba mas concluyente de las que militan en favor de esta opinion, fué suministrada por Gœppert, en Karsten's Archiv für Mineral., t. XVIII, p. 530. Gœppert ha examinado un fragmento del árbol de ámbar, que se transformó en carbon negro, sin que el ámbar sufriese alteracion alguna; el carbon y el ámbar quedaron justapuestos. En cuanto á la parte que toca á los pequeños vejetales en la formacion de las capas carboníferas, véase Link, en las Mem. de l'Acad. de Berlin, 1838, p. 38.

^(27)  Pág. 260.—Véanse los escelentes trabajos de Chevandier, en los Comptes rendus de l'Acad. des Sciences, 1844, t. XVIII, P. I. p. 285. Comparando esta capa de carbono de 16 milímetros de espesor, con las capas de carbon de piedra, es necesario tener en cuenta la enorme presion á la que están sometidas estas últimas, y que se manifiesta por la forma aplanada de casi todos los troncos de árboles subterráneos. «Las montañas de madera que se han visto en la costa meridional de la Nueva-Siberia, isla descubierta en 1806 por Sirowatskoi, consisten segun Hedenstrœem, en una série de capas de asperon horizontales, que alternan á una altura de 60 m., próximamente con troncos de árboles bituminosos. En el vértice de la montaña estos troncos están dispuestos verticalmente, y la capa llena de madera flotante, se vé desde una estension de 5 miriámetros.» Véase Wrangel, Reise längs der Nordküste von Siberien, in den Jahren,. 1820-1824, 1.ª, parte, p. 102.

^(28)  Pág. 261.—Este corypha, es la soyata (en azteca, zoyatl), ó la Palma dulce de los indígenas; véase Humboldt y Bonpland, Synopsis Planti. æquinoct. Orbis Novi, t. I, p. 302. Un hombre profundamente versado en las lenguas de América, el profesor Buschmann, hace notar que la Palma soyata, es conocida por este nombre en el Vocabulario de la lengua Othom. de Yepes, y que la palabra azteca zoyatl (Molina, Vocabulario en lengua mexicana y castellana) se vuelve á encontrar en los nombres de los lugares, tales como Zoyatitlan y Zoyapasico, en el Estado de Chiapa.

^(29)  Pág. 261.—En Baracoa y en Cayos de Moa; véase el diario del Almirante, del 25 y 27 de noviembre de 1492, y Humboldt, Exámen critique de l'Hist. de la Geogr. du Nouveau Continent, t. II, p. 252, y t. III, p. 23. Colon concedia una atencion tan decidida á todos los hechos naturales, que reconoció el primero la diferencia del Podocarpus al Pinus. «Encuentro decía, en la tierra áspera del Cibao, pinos que no llevan pinas, pero por tal órden compuestos por naturaleza, que (los frutos) parecen aceitunas del Ajarafe de Sevilla.» El gran botánico Richard no suponía tampoco, al publicar su escelente tratado sobre las Cycadeas y los Coníferos, que mucho antes de L'Heritier, habia sido distinguido de la Abietinadas, el Podocarpus por un navegante del siglo XV.

^(30)  Pág. 261.—Charles Darwin, Journal of the Voyages of the Adventure and Beagle, 1839, p. 271.

^(31)  Pág. 262.—Gœppert describe todavía tres Cycadeas (especies del género Cycadites y Pterophillum) procedentes del esquisto arcilloso carbonífero de Altsattel y de Commotau, en Bohemia: pertenecen quizás al periodo eoceno; véase Gœppert, en la obra citada, nota 20, de la p. 238.

^(32)  Pág. 262.—Buckland, Geology, p. 509.

^(33)  Pág. 263.—Leopoldo de Buch, en las Mem. de l'Acad. de Berlin, 1814-1815, p. 161, y en los Annales des Sciences natur., t. XIX, p. 60.

^(34)  Pág. 265.—Cf. Elias de Beaumont, Descript. geol. de la France, t. I, p. 65; Beudant, Geologie, 1844, p. 209.

^(35)  Pág. 269.—Transactions of the Cambridge Philos. Society, t. VI, 2.ª parte., 1837, p. 297. Segun otros autores, la relacion es de 100 á 284.

^(36)  Pág. 269.—Creíase en la edad media, que los mares cubrian solamente la sétima parte de la superficie terrestre: y esta creencia la basaba el cardenal d'Ailly, en el libro IV apócrifo de Esdras. Cristóbal Colon que tomaba todas sus nociones cosmológicas de la obra del cardenal, tenia gran interés en defender la opinion de la pequeñez relativa de los mares, opinion que venia á robustecerse con la mal comprendida espresion de «Rio del Océano.» Cf. Humboldt. Exámen critique de l'Hist. de la Geographie, t. I, p. 186.

^(37)  Pág. 270—Agatemero, en los Geographi minores de Hudson, t. II, p. 4. Cf. Humboldt, Asie centrale, t. I, p. 120, 125.

^(38)  Pág. 270.—Strabon, l. I. p. 65, ed. Casaub. Cf. Humboldt, Exámen critique, t. 1, p. 152.

^(39)  Pág. 271.—Véase acerca de la latitud media del litoral del Asia Septentrional, y de la verdadera denominacion del cabo Taimura (Cabo Siewero-VVostotschno) y del cabo del Nor-Este (Schalagskoi Mys), Humboldt, Asie centrale, t. III, p. 35 y 37.

^(40)  Pág. 272.—La misma obra, t. I, p. 198-200. Asi tambien la punta meridional de la América como el archipiélago que lleva el nombre de Tierra de Fuego, se encuentran sobre el meridiano de la parte mas septentrional de la bahia de Baffin y de la gran tierra polar cuyos límites no se han fijado todavía, y que pertenecen quizás á la Groenlandia occidental.

^(41)  Pág. 272.—Strabon. l. 11, p. 92 y 108, ed Casaub.

^(42)  Pag. 272.—Humboldt, Asie centrale, t. III, p. 25. Desde 1817, había yo demostrado en mi obra de Distributione geographica Plantarum secundum cæli temperien et altitudinem montium, de cuanta importancia es para la climatología y el estudio de la civilizacion, distinguir los continentes articulados y los continentes compactos. «Regiones vel per sinus lunatus in longa cornua porrectæ, angulosis littorum recessibus quasi membratim discerptæ, vel spatia patentia in immensum, quorum littora nullis incisa angulis ambit sine anfractu Oceanus» (p. 81 et 182). Sobre la relacion de estension de las costas con la superficie de los continentes, relacion que permite juzgar de una manera general hasta qué punto es accesible el interior de los mismos, véanse los Annalen der Erdkunde de Berghaus, t. XII, 1835, p. 490, y Physikal Atlas, 1839, n.° III, p. 69.

^(43)  Pág. 272.—Strabon, l. II, p. 126, ed. Casaub.

^(44)  Pág. 272.—Plinio ha dicho hablando de Africa (l. V. c. I.): «Nec alia pars terrarum pauciores recipit sinus.» La pequeña península Transgangética, con su figura triangular nos ofrece una tercera forma muy análoga á las de Africa y América del Sud. La idea de una cierta regularidad en la configuracion de la tierra firme ha reinado en la antigüedad griega. Creíase entonces que habia cuatro grandes golfos, entre los cuales el golfo Pérsico y el mar de Hircania (mar Caspio) debian ser opuestos el uno al otro (Arriano, l. VII, c. 16; Plutarco, Vie d'Alexandre, c. 44: Dionys el Periégeto, v. 48 y 630. p. 11 y 38, Bernh). Aun mas: habia cuatro golfos en la superficie de la Luna, como reflejo de las grandes formas de la superficie terrestre. Véase sobre esta fantástica concepcion de Agesianax, Plutarco, de Facie in Orbe Lunæ, p. 921, 19. Es preciso leer en Macrobio, Comm. in Somnium Scipionis, l. II, c. 9., la descripcion de la terra quadrifida, ó de los cuatro continentes dispuestos dos á dos, al Norte y al Sud del Ecuador. Yo he sometido esta parte de la geografía antigua á una nueva y profunda discusion, á fin de separarla de la inestricable confusion á que habia sido abandonada; véase mi Exámen crit. de l'Hist. de la Geogr., t. I, p. 119, 145, 180-185, y mi Asie centrale, t. II. p. 172-178.

^(45)  Pág. 272.—Fleurieu, en el Voyage de Marchand autour du monde, t. IV, p. 38-42.

^(46)  Pág. 273.— Humboldt, en el Journal de Physique, 1799, et. LIII, p. 33, y Relat. hist., t. II, p. 19, t. III, p. 189 y 198.

^(47)  Pág. 273.—Humboldt, en los Annalen de Poggendorff, t. XL, p. 171. El dédalo de Fiords que se estiende al Sud-este de la América, ha sido descrito por Darwin en su Journal (Narrative of the voyages oft he Adventure and Beagle, t. III), 1839, p. 266. El paralelismo de las dos cadenas se mantiene desde el 5° de latitud boreal, hasta el 5° de latitud austral. El cambio de direccion que la costa presenta hácia África, parece ser consecuencia de un cambio análogo en la inmensa hendidura sobre la cual se ha levantado la Cordillera de los Andes.

^(48)  Pág. 275.—De la Bèche, Sections and Views illustrative of geological Phenomena, 1830, tab. 40; Charles Babbage, Observations on the Temple of Serapis at Pozzuoli, near Naples, and on certain causes wich may produce geological Cycles of great extent, 1834. «Si la temperatura de una capa de asperon de 8000 metros de espesor aumenta, en 55° la superficie de esta capa dilatada se elevará á 7 m. Lo contrario tiene lugar en las capas arcillosas; su calentamiento produce una contraccion, y por consiguiente una depresion del suelo. Véanse los cálculos que Bischof ha hecho sobre la elevacion secular de Suecia, suponiendo que la temperatura de una capa de 45500 m. de espesor aumente en 3° Reaumur (Wärmelehre, etc., p. 303).

^(49)  Pág. 276.—"Se ha supuesto hasta el presente que la pesantez permanece invariable en cada uno de los puntos de la superficie terrestre; pero desde que se ha comprobado un levantamiento gradual sobre grandes estensiones de dicha superficie, esta hipótesis en apariencia tan sólidamente asentada, ha llegado á ser incierta en algun modo." Bessel, über Mass und Gewicht, en el Jahrbuch de Schumacher para 1840, p. 134.

^(50)  Pág. 276.—Leopoldo de Buch. Reise durch Norwegen und Schweden, 2.ª parte (1810), p. 389. Cf. Hallstrœm en los Kongl. Vetenskaps-Academiens Handlingar (Stokolmo), 1823, p. 30; Lyell, en las Philos. Transact. for 1835, p. 1; Blom, Stat. Beschreib, von Norwegen, 1843, p. 86-116. Desde 1802, antes de la publicacion del viaje de Leopoldo de Buch á la Escandinavia, aunque despues de la época del viaje mismo, Playfair presumia que el nivel del mar no bajaba, sino que subia el suelo de la Suecia. (Illustrations of the Huttonian Theory, § 393); segun Keilhau (Om Landjordens Stigning in Norge, en el Nyt Magazin for Naturvidenskaberne), Playfair, á su vez, era precedido en este órden de ideas por el Danes Jessen. Debemos añadir que estas opiniones no han ejercido influencia alguna sobre el progreso de la física del globo, ni sobre los trabajos del gran geólogo alemán para quien fueron completamente desconocidas. En una obra titulada: Kongeriget Norge fremstillet efter dets naturlige og borgerlige Tilstand, 1763, Jessen trató de profundizar las causas de las variaciones que esperimenta la diferencia de nivel del mar y de la tierra firme, tomando por base las antiguas determinaciones de Celsius, de Kalm y de Dalin. Despues de haber empezado por aserciones erróneas sobre la facultad que atribuye á las piedras y á las rocas de crecer como por intususcepcion, se inclina finalmente á una hipótesis mas racional, y considera como consecuencia de los temblores de tierra, la elevacion gradual del suelo. «Aunque el terremoto (en Egersund) no haya producido levantamiento de este género, es posible, dice Jessen, que las sacudidas preparasen las vias á la accion de algunas otras causas.»

^(51)  Pág. 276.— Berzelius, Jahresbericht über die Fortschritte der physischen Wissensch., n.° 18. p. 686. La isla de Bornholm y la de Saltholm, situadas en frente de Copenhague, se elevan muy lentamente, tanto que la elevacion de Bornholm es apenas de un tercio de metro por siglo. Véase Forchhammer, en las Philos. Magazine, 3.ª série, t. II, p. 309.

^(52)  Pág. 276.—Keilhau, en el Nyt Mag. for Naturvid., 1832, t. I, p. 105-254; t. II, p. 57; Bravais, sur les lignes d' ancien niveau de la mer, 1843, p. 15-40. Cf. tambien Darwin, On the parallel roads of Glen-Roy and Lochaber, en las Philos. Transact., for 1839, p. 60.

^(53)  Pág. 277.—Humboldt, Asie centrale, t. II, p. 309-324; t. III, p. 549-551. La depresion del Mar Rojo ha sido determinada sucesivamente por las medidas barométricas del conde Bertou, por las mucho mas exactas de Russegger, y por las operaciones trigonométricas del teniente de navio Symond. Esta última medida, segun una carta dirigida por Alderson á la Sociedad geográfica de Londres (esta carta me fue comunicada por mi amigo el capitan Washington), dio 489 m. para la diferencia de altura entre el nivel del Mar Muerto y la casa mas alta de Jaffa. Alderson creia en aquella época (28 nov. 1841). que el Mar Muerto estaba a 427 m. debajo del Mediterráneo. En una comunicacion mas reciente del teniente Symond (Jameson's, Edinb. New Philos. Journal, 1843, t. XXXIV, p. 178), se fija el resultado definitivo de dos medidas trigonométricas perfectamente de acuerdo, en 400 metros.

^(54)  Pág. 278.—Véase acerca de la movilidad del mar Caspio, l' Asie centrale, t. II, p. 283-294. En 1830 la Academia imperial de Ciencias de San Petersburgo comisionó, á peticion mia, al sabio físico Lenz para colocar señales fijas en la península de Abschéron, cerca de Bakou, á fin de indicar el nivel medio de las aguas en un tiempo determinado. Asimismo, insistí en 1839, por apéndice, á las instrucciones dadas al capitán Ross para la espedicion antartica, en la necesidad de establecer á orillas del mar austral, ciertas señales en las rocas, semejantes á las que existen en la Suecia en las playas del mar Caspio. Si se hubiese tomado esta medida con motivo de los primeros viajes de Cook y de Bougainville, sabríamos hoy si el cambio secular del nivel relativo de las aguas y de las tierras, es un fenómeno general ó un hecho puramente local, y si hay una ley fija que regule la direccion de los puntos que se levantan ó bajan simultáneamente.

^(55)  Pág. 278.—Acerca del hundimiento ó elevacion del fondo del mar del Sud, y las diversas «áreas of alternate movements,» véase Darwin's Journal, p. 557 y 561-566.

^(56)  Pág. 280.—Humboldt, Relat. hist., t. III, p. 232-234. Véanse tambien las ingeniosas notas acerca de la configuracion de la tierra y la disposicion de las líneas de elevacion, de Alberto de Roon, Grundzüge der Erd-völker und Staatenkunde, 1.ª parte, 1837, p. 158, 270 y 276.

^(57)  Pág. 281.—Leopoldo de Buch, über âie Geognostischen Systeme von Deutschland, en sus Geognost. Briefen an Alexander von Humboldt, 1824, p. 265-271; Elias de Beaumont, Recherches sur les révolutions de la surface du globe, 1829, p. 297-307.

^(58)  Pág. 281.—Humboldt, Asie centrale, t. I. p. 277-283. Véase tambien mi Essai sur le gisement des Roches, 1822, p. 57, y mi Relat. hist. t. III, p. 244-250.

^(59)  Pág. 282.—Asie centrale, t. I, p. 284-286. El mar Adriático sigue igualmente la direccion del Sud-este al Nor-oeste.

^(60)  Pág.— 282.—Véase, de la Hauteur moyenne des Continents, en mi Asie centrale, t. I, p. 82-90 y 165-189. Los resultados obtenidos por mí. deben considerarse como números límites. Laplace estima en 1000 metros, la altura media de los continentes; pero este número es por lo menos tres veces mayor del real. El inmortal geómetra llegó á esta conclusion, por ciertas consideraciones hipotéticas sobre la profundidad media de los mares. (Mécanique céleste, t. V, p. 14). He demostrado en el Asie centrale, t. I, p. 93, que ya los matemáticos de la escuela de Alejandría hablan creido que esta profundidad de los mares estaba determinada por la altura de las montañas. (Plutarco, Vie de Paul Émile, c. 15). La altura del centro de gravedad de las masas continentales sufre verdaderamente débiles variaciones en el transcurso de los siglos.

^(61)  Pág. 283.—Deuxième lettre géologique d' Élie de Beaumont á Alexandre de Humboldt, en los Annalen de Poggendorff, t. XXV, p. 1-58.

^(62)  Pág. 284.—Humboldt, Relat. hist., t. III. c. XXIX, p. 514-530.

^(63)  Pág. 285.—Véase la série de observaciones que he hecho en el mar del Sud desde 0° 5' hasta 13° 16' de latitud boreal, en el Asie centrale, t. III, p. 354.

^(64)  Pág. 283.—Se podrá acometer con éxito (para la temperatura del Océano entre los trópicos) una cuestion capital hasta ahora indecisa: la de la constancia de las temperaturas terrestres; sin ocuparse de las influencias locales, circunscritas muy naturalmente, procedentes del desmonte de las llanuras y de las montañas y del desecamiento de los lagos y pantanos. Cada siglo legando á los venideros algunas cifras muy fáciles de obtener dará quizás el medio mas sencillo, mas exacto y mas directo para decidir si el sol, fuente hoy primera y casi esclusiva del calor de nuestro globo, cambia de constitucion física y de brillo, como la mayor parte de las estrellas, ó si por el contrario este astro ha llegado á un estado permanente. Arago en los Comptes rendus des séances de l'Acad. des Sciences, t. XI, P. 2 p, 309.

^(65)  Pág. 286.— Humboldt, Asie centrale, t. II. p. 321 y 327.

^(66)  Pág. 286.—Véanse los resultados numéricos en la misma obra, t. II, p. 328-333. Una nivelacion geodésica que mi antiguo amigo el general Bolivar hizo ejecutar á mis ruegos en 1828 y 1829, á Lloyd y Falmarc, ha probado que el nivel del mar del Sud está á lo mas 1 metro por debajo del nivel del mar de las Antillas, y además, que uno de estos dos mares es tanto mas alto ó bajo que el otro segun las horas de sus respectivas mareas. Ahora bien, como la nivelacion ha sido efectuada sobre una línea de 12 miriámetros, empleando 933 veces el nivel, y en otros tantos apostaderos, es fácil comprender que el error, si le hay, en el resultado final, no puede pasar de 1 metro, debiendo considerarse este resultado como una nueva prueba del equilibrio de las aguas que se comunican hácia el cabo Horn (Arago, Annuaire du Bureau des Longitudes para 1831, p. 319). Creí reconocer ya en 1799 y 1804 por mis observaciones barométricas, que si existia una diferencia entre el nivel del mar del Sud, y el del mar de las Antillas, esta diferencia no podia pasar de 3 metros. Véase mi Relat. Hist., t. III, p. 555-557 y los Annales de Chimie, t. I, p. 55-64. Las medidas que dan un esceso de altura á las aguas del golfo de Méjico, y á las de la parte septentrional del mar Adriático (combinando las operaciones trigonométricas de Delcros y de Choppin con las de los ingenieros suizos y austríacos) no merecen gran confianza en este punto. A pesar de la forma del mar Adriático es harto inverosímil que el nivel de la parte septentrional esté 8 m., 4 mas alto que el nivel del mediterráneo en Marsella y 7 m., 6 mas que el Océano Atlántico. Véase mi Asie Centrale, t. II, p, 332.

^(67)  Pág. 287.—Bessel, über Fluth und Ebbe, en el Jahrbuch de Schumacher para 1838, p. 225.

^(68)  Pág. 288.—La densidad del agua del mar depende á la vez de la temperatura y del grado de salazon; elemento en que no se ha fijado bastante la atencion al investigar las causas que producen las corrientes. La corriente sub-marina que trae hácia el ecuador las aguas frías de las regiones circumpolares, seguiria una direccion diametralmente opuesta, iria del ecuador á los polos, si las diferencias de salazon obrasen solas. Bajo este punto de vista la distribucion geográfica de la temperatura, y de la densidad de las aguas del mar, es de una alta importancia. Las numerosas observaciones de Lenz (Poggend. annalen,, t. XX, 1830, p. 129), y las que se han recogido durante los viajes del capitán Beechey (Voyage to the Pacific, t. II, p. 727), merecen una atencion particular. Cf. Humboldt, Relat. hist., t. I, p. 74, y Asie centrale, t. III, p. 356.

^(69)  Pág. 289.—Humboldt, Relat. hist., t. I, p. 64, Nouvelles Annales des Voyages, 1839, p. 255.

^(70)  Pág. 289.—Humboldt, Examen crit. de l'Hist. de la Géogr., t. III, p. 100. Colon añade: «En ninguna parte es mas fuerte este movimiento que en el mar de las Antillas,» (Navarrete, Coleccion de los viajes y descubrimientos de los Españoles, t. I, p. 260). Y en efecto, Rennell llama á esta region «not a current, but a sea in motion.» (Investigation of Currents, p. 23).

^(71)  Pág. 289.—Humboldt, Exámen critique, t. II. p. 250. Relat. hist., t. I, p. 66-74.

^(72)  Pág. 289.—Petrus Martyr de Angleria, de Rebus Oceanicis et Orbe Novo, Bas. 1523, Dec. III, libr. VI, p. 57. Cf. Humboldt. Examen critique, t. II, p. 254-257, y t. III, p. 108.

^(73)  Pág. 289.—Humboldt, Examen critique, t. III. p. 64-109.

^(74)  Pág. 293.—Esta voz misteriosa le decia: «Maravillosamente Dios hizo sonar tu nombre en la tierra: de los atamientos de la mar Oceana, que estaban cerrados con cadenas tan fuertes, te dio las llaves.» Colon cuenta este sueño en su carta al rey de España, fecha 7 de julio de 1503. (Humboldt Examen critique, t. III, p. 234).

^(75)  Pág. 294.—Boussingault. Recherches sur la composition de l'Atmosphére, en los Annales de Chimie et de Physique, t. LVII, 1834, p. 171-173. Segun Boussingault y Lewy la proporcion de ácido carbónico contenida en la atmósfera de Andilly, por consiguiente lejos de las emanaciones de las ciudades, oscila solamente entre 0,00028 y 0.00031 de volúmen.

^(76)  Pág. 294.—Liebig, en su importante obra: Die organische Chemie in ihrer Auwendung aut Agricultur und Physiologie, 1840, p. 64-72. Acerca del papel que juega la electricidad atmosférica en la produccion del nitrato de amoniaco, el cual se trasforma en ácido carbónico por el contacto con la cal, véase Boussingault, Economie rurale consideree dans ses rapports avec la Chimie et la Meteorologie, 1844, t. II, p. 247 y 697. Véase tambien t. I, p. 84.

^(77)  Pág. 294.—Lewy. Comptes rendus de l'Acad. des Sciences, t. XVII, B. 2.ª parte, p. 235-248.

^(78)  Pág. 294.— J. Dumas, Annales de Chimie. 3.ª série. t. III, 2.ª parte, p. 257.

^(79)  Pág. 294.—He omitido en esta enumeracion el ácido carbónico que exhalan las plantas durante la noche, al mismo tiempo que absorben el oxígeno, porque esta emision de ácido carbónico está suficientemente compensada por el acto de la respiracion de los vegetales durante el dia. Cf. Boussingault, Economie rurale, t. I, p. 53-68. Liebig, Chimie organique, p. 16 y 21.

^(80)  Pág. 295.—Gay-Lussac, en los Annales de Chimie, t. LIII, p. 120; Payen, Mémoire sur la composition chimique des végétaux, p. 36 et 42; Liebig, Organische Chemie, p. 299-325. Boussingault, Economie rurale, t. I, p. 142-153.

^(81)  Pág. 296.—Aplicando las fórmulas que Laplace habia comunicado á la Comision de longitudes poco tiempo antes de su muerte, Bouvard encontró en 1827 que la parte de las variaciones horarias de la presion atmosférica que depende de la atraccion de la luna, no podria aumentar en Paris la altura del mercurio en el barómetro, mas de 0,018 de milímetro; en tanto que despues de once años de observaciones hechas en Paris, la oscilacion media del barómetro era de 0,756 de milímetro, desde las 9 de la mañana á las 3 de la tarde, y de 0,373 de milímetro de las 3 de la tarde á las 9 de la mañana. Véase Mémoires de l'Acad. des Sciences, t. VII, 1827, p. 267.

^(82)  Pág. 297.—Observations faites pour constater la marche des variations horaires du barométre sous les Tropiques, en mi Relation historique du Voyage aux Régions équinoxiales, t. III, p. 270-313.

^(83)  Pág. 297.—Bravais, en Kæmtz y Martins, Meteorologie, p. 263. En Halle (lat. 51° 29'), la amplitud de la oscilacion es tambien de 0,631 de milímetro. En las montañas de las zonas templadas, la determinacion exacta de las horas del máximum y del mínimum exige una larga série de observaciones. Cf. las observaciones de las variaciones horarias que se han recogido en 1832, 1841 y 1842, en la cima del Faulhorn, en Martins, Meteorologie, p. 254.

^(84)  Pág. 298.—Humboldt, Essai sur la Geographie des plantes, 1807, p. 90; Relat. hist., t. III, p. 313; y sobre la disminucion de la presion atmosférica en las regiones intertropicales del Océano Atlántico, véase Poggendorff's Annalen, t. XXXVII, p. 245-258, y p. 468-486.

^(85)  Pág. 298.—Daussy, en los Comptes rendus, t. III. p. 156.

^(86)  Pág. 298.—Dove, über die Stürme, en los Annalen de Poggendorff, t. LII, p. primera.

^(87)  Pág. 299.—Leopoldo de Buch, Barometrische Windrose, en las Mém. de l'Acad. de Berlin, 1818, 1819, p. 187.

^(88)  Pág. 299.—Dove, Meteorologische Untersuchungen, 1837, p. 99-343. véanse tambien las notas ingeniosas de Kœmtz sobre la corriente de Oeste superior que cae hácia las latitudes elevadas, y sobre los fenómenos generales de la direccion de los vientos, en las Vorlesungen über Meteorologie, p. 58-66, 196-200, 327-336, 353-364; Kœmtz, en el Jahrbuch de Schumacher para 1838, p. 291-302. Dove ha publicado una esposicion muy interesante de los principales fenómenos meteorológicos, en un opúsculo Witterungsverhältnisse von Berlin, 1842. La rotacion de los vientos fue conocida de los antiguos navegantes (Churruca, Viaje al Magallanes, 1793, p. 15); acerca de una frase notable de Cristóbal Colon que nos ha conservado su hijo don Fernando Colon en la Vida del Almirante, c. 55, véase Humboldt. Exámen critique de l'hist. de la Geographie, t. IV, p. 253.

^(89)  Pag. 300.—Monsum (en malayo musim, el hippalus de los griegos), viene del árabe mausim, época fija, estacion, época en que se reúnen los que emprenden la peregrinacion á la Meca. Esta palabra se ha aplicado á la estacion de los vientos regulares, los cuales toman su nombre específico de las regiones de donde soplan; asi se dice, el mausim de Aden, el mausim de Guzerate, del Malabar, etc. (Lassen, indische Alterthums hunde, t. I, 1843, p. 211). Acerca de la influencia contraria de la base sólida y de la base líquida sobre que descansa la atmósfera, véase Dove, en las Mem. de l'Acad. de Berlin, 1842, p. 239.

^(90)  Pág. 305.—Humboldt, Recherches sur les causes des inflexions des lignes isothermes, en l'Asie centrale, t. III, p. 103-114, 118, 122, 188.

^(91)  Pág. 306.—Jorge Forster, Kleine Schriften, 3.ª parte, 1794, p. 87; Dove, en el Jahrbuch de Schumacher para 1841, p. 289, Kœmtz, Meteorologie, t. II, p. 41, 43, 67 y 96; Arago, en los Comptes rendus, t. I, p. 268.

^(92)  Pág. 307.—Dante, Divina comedia, Purgatorio, canto III.

^(93)  Pág. 309.—Humboldt, Sur les lignes isothermes, en las Mem. de Phys. et de Chim. de la Societé d'Arcueil, t. III; París, 1817, p. 143-165; Knight, en las Transact. of the horticul. Society of London, t. I, p. 32; Watson, Remarks on the geographical distribution of British Plants, 1805, p. 60; Trevelyan, en el New. Edimb. Philos. Journal de Jameson, número 18, p. 154; Mahlmann, en su escelente traduccion alemana de mi Asie centrale, 2.ª parte, p. 60.

^(94)  Pág. 309.—«Hæc de temperie aeris, qui terram late circumfundit, ac in quo, longe a solo, instrumenta nostra meteorologica suspensa habemus. Sed alia est caloris vis, quem radii solis nullis nubibus velati, in foliis ipsis et fructibus maturescentibus, magis minusve coloratis, gignunt, quemque, ut egregia demonstrant experimenta amicissimorum Gay-Lussacii et Thenardi de combustione chlori et hydrogenis, ope thermometri metiri nequis. Etenim locis planis et montanis, vento libere spirante, circumfusi aeris temperies eadem esse potest cœlo sudo vel nebuloso; ideoque ex observationibus solis thermometricis, nullo adhibito Photometro, haud cognosces, quam ob causam Galliæ septentrionalis tractus Armoricanus et Nervicus, versus littora cœlo temperato sed sole raro utentia; vitem fere non tolerant. Egent enim stirpes non solum caloris stimulo, sed et lucis, quæ magis intensa locis excelsis quam planis, duplici modo plantas movet, vi sua tum propria, tum calorem in superficie earum excitante." (Humboldt, de Distributione geographica plantarum, 1817, p. 163-164).

^(95)  Pág. 310.—Humboldt, obra citada, p. 156-161; Meyen, Grundriss der Pflanzengeographie, 1836, p. 379-467, Boussingault, Économie rurale, t. II, p. 675.

^(96)  Pág. 310.—He colocado aquí un cuadro cuya escala decreciente representa las diferentes situaciones de la industria vinícola en Europa, y la degeneracion de sus productos en razon de los climas. Véase mi Asie centrale, t. III. p. 159. A los ejemplos citados en el testo del Cosmos acerca de la produccion del vino de Burdeos y de Potsdam, añado ahora los datos relativos á las riberas del Rhin y del Mein (lat 48° 35'—50° 7'). Por Cherburgo y Dublin, cuyos climas parecen diferenciarse muy poco de los del interior de la Europa continental, cuando se juzga por las indicaciones de un termómetro suspendido á la sombra, se ve que el estado habitualmente sereno ó nebuloso del cielo, puede influir sobre las producciones vegetales hasta el punto de adelantar ó retrasar la maduracion de los frutos.

Lugares. Latitud. Altura en metros. Temperaturas medias del Número de los años de observacion.
Año. Invierno. Primavera. Estío. Otoño.
Burdeos 44°50 8 13°,9 6°,1 13°,4 21°,7 14°,4 10
Estrasburgo 48 35 146 9,8 1,2 10,0 18,1 10.0 35
Heidelberg 49 24 101 9,7 1,1 10,0 17,9 99 20
Manheim 49 29 92 10,3 1,5 10,4 19,5 9,8 12
Wurtzburgo 49 48 172 10,1 1,6 10,2 18,7 9,7 27
Francfort sobre el Mein 50 07 117 9.6 0,8 10,0 18.0 9,7 19
Berlin 52 31 31 8,6 —0,6 8.1 17,5 8,6 22
Cherburgo (falta el vino) 49 39 0 11,2 5,2 10,4 16,5 12,5 3
Dublin 53 23 0 9,5 4,6 8,4 15,3 9,8 13

La conformidad que los datos meteorológicos de los valles del Rhin y del Mein presentan entre sí, y en la manera de distribuirse el calor del año entre las diferentes estaciones, prueba la exactitud de las observaciones sobre que descansan estos datos. En el cuadro que antecede, el invierno comprende los meses de diciembre, enero y febrero, segun el uso adoptado con razon para todos los cuadros meteorológicos. Cuando se compara la calidad de los vinos de Franconia ó de los paises de las orillas del Báltico, con la temperatura media de los meses de verano y otoño en Wurtburgo y en Berlin, sorprende casi no hallar mas diferencias que de 1° á 1°,2, si bien las de la primavera son de 2°. La época de florescencia de la viña durante los hielos tardíos de mayo, y despues de un invierno 2° tambien mas frio, es un elemento tan importante como puede serlo la época de la tarda maduracion de la uva, y la influencia de la luz solar directa y no difusa. La diferencia de que se habla en el testo, entre la temperatura verdadera superficial del suelo y los datos de un termómetro colocado á la sombra, ha sido estudiada por Dove, merced á observaciones recogidas durante quince años en un jardin de Chiswik, cerca de Londres. (Bericht. über die Verhandlungen der Ber. Acad. der Wissensch, agosto de 1844, p. 285).

^(97)  Pág. 311.— Cf. mi tratado über die Hauptursachen der Temperatur vers chiedemheit auf der Erdobenflache, en las Mem. de la Acad. de Berlin, 1827, p. 311.

^(98)  Pág. 312.—El suelo de la Siberia comprendido entre Tobolsk, Tomsk y Barnaul, desde el Altai hasta el mar Glacial, no es tan elevado como el de Manheim y Dresde, y aun el mismo Irkutsk situado al Este de Jenisei, está 1/3 mas bajo que Munich, siendo su altura la de 405 m.

^(99)  Pág. 313.—Humboldt, Recueil d' Observations astronomiques, t. I. p. 126-140; Relation historique, t. I, p. 119, 141 y 227; Biot, en la Connaissance des temps para el ano 1841, p. 90-109.

^(100)  Pág. 315.—Anglerius, de Rebus Oceanicis, dec. II, lib. II, p. 140 (ed. Col., 1574). En la Sierra de Santa Marta, cuyas mas altas cimas parecen esceder de 5800 m., uno de estos altos vértices lleva todavía el nombre de Pico de Gaira. Véase mi Relation histor., t. III, p. 214.

^(1)  Pág. 316.—Véase mi tabla de las alturas de las nieves perpétuas en los dos hemisferios desde los 71° 1/4 de latitud boreal hasta los 50° 54' de latitud austral, en el Asie centrale, t. III, p. 360.

^(2)  Pág. 317.—Darwin, Journal of the voyages of the Adventure and Beagle, p. 297. Como en esta época el volcan de Aconcagua no estaba en erupcion, la falta de las nieves (este fenómeno se presenta muchas veces en el Cotopaxi) no puede atribuirse á un calentamiento rápido del interior del cráter, ni á la emision de gases muy calientes á través de las hendiduras. (Gillies, en el Journal of Nat. Sciences, 1830, p. 316).

^(3)  Pág. 318.—Véase mi Second Mémoire sur les Montagnes de l'Inde, en los Annales de Chimie et de Physique, t. XIV, p. 5-55, y Asie centrale, t. III, p. 281-327. Los mas hábiles y esperirmentados viajeros que han visitado el Himalaya, que son: Colebrooke, Webb y Hogdson, Victor Jaquemont, Forbes Noyle, Cárlos de Hügel y Vigne, han confirmado todos el esceso de altura de las nieves en la vertiente tibetana, y sin embargo, el hecho ha sido puesto en duda por John Gerard, el geólogo Mac Clelland, editor del Calcutta Journal, y el teniente Thomas Hutton (Assistant Surveyor of the Agra division). La aparicion de mi obra acerca del Asia central ha reanimado este debate. En un número reciente del diario publicado en las Indias por Mac Clellan y Griffith (the Calcutta Journal of natural history, t. IV, 1844, January), se hallaba una noticia muy notable y decisiva de todo punto sobre los límites de las nieves del Himalaya. Batten (Bengal service) escribia desde el campamento de Semulka, á orillas del rio de Cosillah, en la provincia de Kumaon: «Acabo de leer con sorpresa las aserciones de Thomas Hutton acerca del limite de las nieves perpétuas. Deber mio es contradecirlas, máxime cuando veo que Mac Clelland llega hasta á hablar del servicio que Hutton acaba de prestar á las ciencias destruyendo un error generalmente esparcido (Journal of the Asiatic Society of Bengal, t. IX, Calcutta, 1840, p. 575, 578 y 580). No es exacto que cuantos viajeros han recorrido el Himalaya participen de las dudas de Hutton. Yo soy uno de los que han visitado con mas frecuencia la parte occidental de nuestra poderosa cadena. He ido por el Borendo-Pass al valle de Buspa y al bajo Kanawer, y he vuelto á las montarías de Gurwal atravesando la elevada garganta de Rupin. He llegado á las fuentes de Jumma, hácia Jumnotri, y de allí me he dirigido á las afluencias del Ganges, de Mundakni y de Wischnu-Aluknunda, hácia Kadarnath, y el célebre pico nevado de Nundidevi. He atravesado diferentes veces el Niti-Pass para llegar á la meseta tibetana. Yo mismo he fundado el establecimiento de Bhote-Mehals; la situacion de mi morada en medio de las montañas me ha puesto desde seis años á esta parte en comunicacion habitual con los viajeros europeos é indígenas, de los cuales he obtenido las mejores noticias acerca del aspecto del país. Todos los documentos que he logrado reunir, así en mis viajes ó por mis relaciones personales, me llevaron al convencimiento en una cosa que estoy decidido á sostener, y es, que en el Himalaya, el limite de las nieves perpétuas está mas alto en la vertiente septeptrional (tibetana), que en la vertiente meridional (indica). Hutton se sale de la cuestion creyendo que rebate las conclusiones de Humboldt acerca del fenómeno condenado en su generalidad; y lo que realmente impugna es una idea por él mismo forjada; trata de probar, y no tenemos inconveniente en concedérselo, que en ciertas montañas del Himalaya, la nieve ha podido durar mucho mas tiempo en la vertiente del Norte que en la del Sud.» (Cf. tambien la nota 5 de la p. 9.) Si la altura media de la meseta tibetana es de 3500 m., podemos compararla á la meseta fértil de Caxamarca en el Perú; pero aun esta evaluacion la coloca á 400 m. por debajo de la meseta de Bolivia, en que se encuentra el lago Titicaca, y del pavimento de las calles de la ciudad del Potosí. Segun el cálculo deducido por Vigne del punto de ebullicion del agua, la altura de Ladak es de 3046 m. Esta altura es tambien probablemente la del H'Lassa (Youl-Soung), ciudad enteramente monástica, rodeada de viñas y llamada por los escritores chinos Reino de la alegría; quizás están situadas estas viñas en cañadas muy profundas.

^(4)  Pág. 318.—Véase Dove, Meteorologische Vergleichung von Nordammerika und Europa, en el Jahrbuch de Schumacher para 1841, p. 311 y Meteorologische Untersuchungen del mismo autor, p. 140.

^(5)  Pág. 319.—El agua de lluvia que ha caido en París desde 1805 á 1822, es de 507 milímetros por término medio, segun Arago; en Lóndres, desde 1812 á 1827, de 632 milímetros; en Ginebra, por término medio de veinte y tres años de observacion, de 776 milímetros. En las costas del Hindostan, la cantidad anual de agua de lluvia varía entre 2924 y 3248 milímetros; en Cuba, el año de 1821, no cayó menos de 3600 milímetros. Véase acerca de la distribucion de la cantidad de agua de lluvia, segun las estaciones en la Europa central, las escelentes observaciones de Gasparin, de Schouw y de Bravais, en la Bibliotheque universelle, t. XXXVIII, p. 54 y 264; Tableau du climat de l'Italie, p. 76, y las notas con que ha enriquecido Martins su bella traduccion francesa de Kæmtz, Cours complet de Météorologie, p. 142.

^(6)  Pág. 319.—Segun Boussingault (Économie rurale, t. II, p. 693) la cantidad de lluvia en Marmato (lat. 5° 27', altura 1425 m, temperatura media 20° 4) fué en 1833 y en 1834, de 1629 milímetros por término medio de los dos años, en tanto que en Santa Fé de Bogotá (lat. 4.° 26', altura 2647 m., y temperatura media 14° 5) no fué mas que de 1004 milímetros.

^(7)  Pág. 320.—Para el detalle de esta observacion, véase mi Asie centrale, t. III, p. 85-89 y 567; acerca del estado higrométrico de la atmósfera en las bajas llanuras de la América del Sud, véase mi Relat. hist. t. I, p. 242-248, t. II, p. 45 y 164.

^(8)  Pág. 320.—Kænitz, Vorlesungen über Metereologie, p. 117.

^(9)  Pág. 321.—Acerca de la electricidad que proviene de la evaporacion á una temperatura elevada, véase Peltier, en los Annales de Chimie, t. LXXV, p. 330.

^(10)  Pag. 321.—Pouillet, en los Annales de Chimie, t. XXXV, p. 405.

^(11)  Pág. 321.—De la Rive, en su escelente Essai historique sur l'Électricité, p. 140.

^(12)  Pág. 321.—Peltier, en los Comptes rendus de l'Acad. des Sciences, t. XII, p. 307; Becquerel, Traite de l'Électricité et du Majnétisme, t. IV, p. 107.

^(13)  Pág. 321.—Duprez, sur l'Électricité de l'air (Bruselas, 1844, p. 56 y 61).

^(14)  Pág. 322.— Humboldt, Relat. historique, t. III, p. 318. No hablo aquí sinó de las investigaciones que he hecho con un electro-metro de Saussure, armado de un conductor metálico de un metro de longitud, investigaciones en las que el electro-merro no sufria movimiento alguno, de alto á abajo, ni de abajo arriba, ni tenia tampoco el conductor una esponja empapada en alcohol inflamado. Aquellos de mis lectores, que están al tanto de los puntos controvertidos en la actualidad, acerca de la teoría de la electricidad atmosférica, comprenderán el objeto de esta restriccion. En cuanto á la formacion de las tempestades bajo los trópicos, véase mi Relat. histor., t. II, p. 45, 202 y 209.

^(15)  Pág. 322.—Gay-Lussac, en los Annales de Chimie et de Physique, t. VIII, p. 167. La falta de conformidad que reina entre las opiniones de Lamé, de Becquerel y de Peltier, no permiten apenas decidir aun acerca de la causa de la distribucion específica de la electricidad en las nubes, cargadas las unas de electricidad positiva y las otras de electricidad negativa. La electricidad negativa que se desarrolla en el aire, cerca de las cascadas, donde el agua está reducida incesantemente á fino polvo, es un fenómeno sorprendente en estremo, que ha sido descubierto, en primer lugar por Tralles, y que he tenido frecuente ocasion de comprobarlo bajo latitudes muy diferentes; sus efectos son aun sensibles á 100 y aun á 130 metros de distancia con un buen electro-metro.

^(16)  Pág. 322.—Arago, Annuaire du Bureau des Longitudes pour, 1838, p. 246.

^(17)  Pág. 323.—La misma obra, p. 249-266; cf., p. 268-279.

^(18)  Pág. 323.—La misma obra, p. 388-391. El académico Bær, que ha contribuido tanto al progreso de la meteorología del Norte del Asia, no tuvo en cuenta la escesiva rareza de las tempestades en Irlanda y en la Groenlandia; dice solamente que se ha oido tronar algia vez en la Nueva-Zembla y en Spitzberg (Bull de l'Acad. de Saint-Pétersbourg: mayo de 1839.)

^(19)  Pág. 323.—Kæmtz, en el Jahrbuch de Schumacher, para 1838, p. 285. Acerca de la comparacion de las leyes de la distribucion del calor al Este y al Oeste en Europa y en la América del Norte, véase Dove, Repertorium der Physik., t. III, p. 392-395.