Corrido Martín Peláez

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


LXIII


C

orrido Martín Peláez

de lo que el Cid ha fablado,
d’ello cobró gran vergüenza,
d’ello está muy ocupado.
Fuése para su posada,
triste estaba y muy cuitado
viendo cómo el Cid ha visto
su cobardía tan claro,
por lo cual no consintió
que coma con los honrados:

propónese ser valiente
ó de morir en el campo.
Otro día salió el Cid,
junto á Valencia ha llegado;
salieron luégo los moros
á ferir en los cristianos:
llegan denodadamente
con los esfuerzos sobrados.
Martín Peláez fué el primero
que la lid había entrado,
y firió tan recio en ellos
que á muchos ha derribado.
Allí perdió todo el miedo,
muy gran esfuerzo ha cobrado,
peleó valientemente
mientras la lid ha durado:
unos mata y otros hiere,
hizo en ellos grande estrago.
Los moros dicen á gritos:
—¿De dó ha venido este diablo?
¡Hasta aquí no le hemos visto
tan valiente y esforzado!
A todos nos hiere y mata,
del campo nos ha lanzado.—
Por las puertas de Valencia
á los moros ha encerrado,
los brazos hasta los codos
en sangre lleva bañados;
ninguno hay tal como él
si no es el Cid afamado.
Los moros fueron vencidos,
Peláez se había tornado,
esperándole está el Cid
fasta que fuera llegado:
con muy crecido placer
Rodrigo lo había abrazado;

díjole:—Martín Peláez,
vos sois bueno y esforzado,
non sois tal que merezcáis
de hoy más conmigo sentaros,
asentaos con Alvar Fáñez,
que era mi primo hermano,
y con estos caballeros,
que son buenos y estimados,
que los vuesos buenos fechos
siempre serán bien mentados;
seréis d’ellos compañero,
sentaros heis á su lado.—
De aquel día en adelante
fizo fechos muy granados
de esforzado caballero,
bueno como el más preciado.
Aquí se cumplió el proverbio
entre todos divulgado,
«que el que á buen árbol se arrima
»de buena sombra es tapado.»