Correo de Comercio: 28 de abril de 1810/1

Correo de Comercio

Número 9

Del Sábado 28 de abril de 1810


PLANTÍOS.


Intimamente persuadidos de que los plantíos son acaso un objeto el mas principal, y de la atención mas útil al público, nos atrevemos á ponerlos en el rango de las virtudes; no se entienda que hablamos de las virtudes Teologales, y decimos que esa atención ó cuidado es una virtud moral necesaria á la sociedad, y con mas particularidad en esta primera Provincia del Vireynato, cuyas llanuras inmensas los exigen, no menos que las necesidades de la gran Capital.

En efecto, hacer plantíos es sembrar la abundancia por todas partes y dexar una herencia pingüe á la posteridad. ¡Como ha llamado este tan importante objeto la atención de todos los Gobiernos, desde la mas remota antigüedad hasta nuestros dias! Ha habido héroes en este género, como en el arte de la destrucción del género humano, y de la devastación de los payses, seguramente con mejor título á tan digno renombre.

De Cyro cuenta la historia que cubrió de árboles á toda la Asia menor. ¡Quan hermoso es adornar de este modo la tierra! Llenarla de una variedad de escenas tan magníficas como las que presentan los árboles magestuosos, es en algún modo acercarse á la creación. Catón, en su libro de la vida rústica, dice que para determinarse á edificar se necesita mucho tiempo, y comunmente no executarlo; pero quando se trata de plantar, es un absurdo detenerse á deliberarlo: debe plantarse sin dilación.

Ah! ¡y si nosotros pudiéramos imprimir bien este consejo en nuestros convecinos, de modo qne se aprovechasen de la estación en que vamos á entrar, y viéramos por momentos cambiado el aspecto de nuestros campos solitarios, con una multitud de seres que nos acompañasen, y nos auxiliasen con todos los medios que Dios ha querido concederles para beneficio del género humano! Seres apacibles: seres encantadores, seres que se visten y desnudan para utilidad del hombre, y cuyas respiraciones esparcen la salud por todo el universo, prestándose al mismo tiempo para ser vehículos de los ayres corrompidos, organizarlos, y volverlos capaces para nuestra vida.

Los sabios de la antigüedad, y los de todos los tiempos se han esmerado no solo en discurrir sobre tan interesante materia, sino que muchos de ellos se han dedicado á sembrar y plantar por sí mismos, y á cuidar con la mayor atención sus plantíos de que hablaban con todo el entusiasmo imaginable para atraer á sus semejantes á una ocupación tan útil por todos aspectos.

Virgilio escribió un libro entero sobre plantíos,y decía:

«que no dexe de sembrar el tomillo quien cuida de vuestras colmenas, que plante pinos y otros árboles, que no ahorre trabajo, y no olvide regarlos.»

«Si yo no estubiese al fin de mi carrera, si yo no empezase ya á recoger mis velas quando estoy para llegar al puerto, puede ser que enseñase el arte de cultivar los jardines, y de formar plantíos en tierras estériles.»

«A las inmediaciones de la gran ciudad de Tarento, en aquel territorio fértil que baña el Rio Galejo, me acuerdo de haber visto en otro tiempo á un viejo de Cilicia, poseedor de una tierra abandonada, que ni servia para pastos, ni para viñas, que á pesar de esto habia hecho un jardin agradable, en que sembraba legumbres, circundadas de lirios de verbena, y adormideras. Este jardin era su reyno. Quando volvía al concluirse la tarde á su casa, su mesa frugal se cubría de manjares sencillos, producto de sus trabajos. Las primeras flores de la primavera, los primeros frutos del otoño, nacían para él. Quando los rigores del invierno hendían las piedras y suspendían el curso de los ríos, podaba sus acantos; ya gozaba de la primavera, y se quexaba de la lentitud del verano; sus vergeles estaban adornados de pinos y tilos. Sus árboles frutales daban en otoño tantos frutos como flores habían cargado en la primavera. Sabia trasplantar y alinear los olmillos que estaban ya adelantados, los perales, los ciruelos inxertos en espinos que ya no daban fruto, y los plantanos ya frondosos, baxo cuya sombra se regalaba con sus amigos.»

«Pero mi asunto no me permite detenerme mas tiempo en esta descripción.»

Nos contentamos en observar con Virgilio que la diversión de los plantíos no solo proporciona placeres inocentes, sino durables, y que cada año renacen. Nada ciertamente puede dar tanta satisfacción como la vista, y el goze de paseos deliciosos á la sombra de los árboles que uno ha plantado por sus manos: ellos están prontos para nuestro recreo, y para darnos crecidas utilidades con toda la seguridad que es posible en el orden de la naturaleza.

Medios abundantes tenemos para conseguir esas ventajas; nuestro suelo, nuestro clima nos está convidando para aumentar el número de seres vegetables, ya propagando las especies que tenemos, ya haciéndonos propias las de diversos climas, con poco cuidado que prestemos á su cultivo: asi repondríamos lo que han destruido los que nos precedieron, y lo que nosotros arruinamos sin consideración alguna á la posteridad, contentándonos únicamente con trabajar para nosotros, para nuestros placeres.

Permítasenos presentar á la consideración de nuestros convecinos á D. Melchor Albin, Contador de la Real Renta de Correos de esta Capital, como un exemplo de aplicación á este ramo tan importante à la causa pública, quien en medio de las penosas tareas de su cargo, aprovechando únicamente los momentos que le han permitido aquellas, ha hecho un paysage con los plantíos de árboles extrangeros, que llena de complacencia al que observa, y deduce las consecuencias provechosas que han de resultar á la Patria con estas lecciones prácticas, que sirven para instrucción de los aplicados, y de estimulo al perezoso.

La naturaleza convida, el interés provoca, y el goce de los placeres inocentes y puros nos llama á los plantíos; sigamos el impulso de esos movimientos poderosos, desempeñando una obligación de la naturaleza, que es tan fácil de cumplir, y en cuyo desempeño hallaremos una remuneración crecida que ha de exceder á nuestros cuidados y esperanzas.


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