¡O Embriagante dulzura
La que goza el mortal que sobre el seno
De la fecunda liberal natura
Derrama su sudor! Su pecho lleno
De candor, é inocencia
Está cerrado al vicio, á la indolencia.
Apenas la Avecilla
Con inquietud festiva de la Aurora
La presencia saluda, y la Ovejilla
De dexar la majada anuncia la hora,
Se desprende risueño
De entre los brazos el gustoso sueño.
El lecho regalado
Sin pesar abandona, y de su choza
Abre la débil puerta: arrebolado
Mira el vasto horizonte: á un tiempo goza
De la luz, y belleza
De la varia sin par naturaleza.
El Sol que ya se asoma
Con la faz matizada de oro, y grana,
Dora el verdor de la vecina loma:
El aura matinal, el aura sana
Preñada de fragancia
Empapa en vida, y en placer la estancia.
Su consorte hacendosa
Con los pequeños hijos se levanta;
Hácia el padre ellos corren: la callosa
Mano le estrechan, y la tierna planta,
Fixando en sus rodillas,
Mil ósculos le dan en las mexillas.
A esta efusión tan grata
Su corazón rebosa de delicia,
En lagrimas se baña, se arrebata,
Los besa, los abraza, y acaricia;
Mas con la mesa llena
La esposa cierra la adorable escena.
En pós al yugo uncidos
Los mas membrudos bueyes, al arado
A conducir se apresta; los balídos
De los rebaños, que al herboso prado
Caminan juntamente,
A su alma infunden jubilo inocente.
Principiado el cultivo,
Y al ir la rota tierra atrás dexando
Vé á sus espaldas un enjambre activo
De hambrientos paxaritos revolando,
Y alzando en sus piquillos
Mil semillas, y truncos gusanillos.
Con los ojos ahíncados
Sobre la madre tierra, se sublíma
A la ansiada estación que sus cuidados
En granos tornará con mano opima,
Y en tan dulce esperanza
Mira al Cielo, y prorrumpe en su alabanza.
Y quando el rubio Apolo
Desaparece del cardeno Occidente,
Y el fértil valle va quedado solo,
Regresa á la cabaña lentamente
Cantando su ventura,
Y entonando loores á natura.
Por delante conduce
Los tardos bueyes, que el pesado apero
Sufren apenas: á lo lexos luce
El provisto fogón, donde el cordero
Y la baca sabrosa
Preparando por cena está la esposa.
¡O envidiables momentos,
Los que encuentra en su choza placentero!
¡O inexprimibles gustos! ¡O contentos
Con que aun la noche al Labrador espera!
Virtud, consorte, é hijos
A porfía le ofrecen regocijos...
Suspende, Musa, el canto:
Vete allá á los felices Labradores
Que alabas tú con entusiasmo tanto:
Pues si nosotros, llenos de dolores,
Oimos tus verdades,
Despoblaremos luego las Ciudades.
BUENOS AYRES.