Correo de Comercio: 10 de marzo de 1810/3

Correo de Comercio

Número 2

Del Sábado 10 de marzo de 1810

AGRICULTURA.


Si el hombre no hubiese tenido otros estímulos que el de subvenir con su trabajo a las cosas indispensablemente necesarias á su propia conservación, aun se hallarían los pueblos en su infancia, y sus sociedades no bien organizadas apenas se distinguirían del estado primitivo del hombre salvaje y vagabundo; trabajaría únicamente para sí, y con absoluta limitación á sus necesidades físicas; desconocería del todo las que engendran la comodidad y el luxo, y no se habrían conocido los sobrantes, ese perenne manantial de la opulencia de los pueblos.

Así pues, en tanto es una nación mas poderosa, en quanto satisfechas todas las necesidades primeras de sus habitadores, acumula especies vendibles ó permutables para conseguir por ellas el resto de comodidades que ó no puede ofrecerle su propio territorio, ó puede haberlas á mas moderado precio de las demás naciones, que igualmente solícitas de dar expendio á sus sobrantes, se apresuran á conducirlos á las provincias mas remotas. De este modo se han acercado, por decirlo así, las regiones mas distantes, y se ha hecho del mundo todo una ciudad inmensa cuyas familias son los Reynos y provincias: prodigioso recurso que á la vez fomenta la emulación y el luxo, que es el germen de la industria y del trabajo!

Si todos los pueblos de la tierra que han conocido esta verdad, han trabajado á porfía por aumentar sus capitales para fixar de un modo verdadero su felicidad, no pocos se han equivocado en los medios que han elegido para conseguirlo: hemos visto á unos proteger decididamente al comercio como al único manantial indestructible de la opulencia permanente; á otros decidirse por la industria, y derramar sobre ella una exclusiva protección sobre el resto de las otras profesiones, y últimamente á pocas animar la agricultura con premios y recompensas, y hacer de esta arte bienhechora el ídolo de su prosperidad, su suerte y su fortuna, habiendo sido estos últimos los que realmente han conocido sus verdaderos intereses, pues que tan sólidamente elevaron el magnifico edificio de su opulencia permanente.

Ya no queda duda alguna, después que los hombres han vagado de opinión en opinión, que la agricultura debe ser preferentemente favorecida, y que hasta que la tierra no se haya poblado completamente de vegetales utiles, y hasta que los hombres no hayan establecido un método de agricultura, y de labor, sostenido y firme, no debe pensarse en darse exclusiva protección á otro ramo alguno; por ser este el arte vivificador, y que mas que otro alguno cimenta de un modo duradero y permanente la felicidad indestructible de los pueblos.

Alguna vez se presenta la naturaleza tan escasa en sus mejores producciones, por la mala disposición de los terrenos para convertirlos á la útil agricultura, que se hace indispensable el preferir las artes y el comercio, para no tener en inacción á sus habitadores, y para crear un fondo permanente al sostén de su sociedad, pero en este caso en este solo caso, es quando debe preferirse la industria ó el comercio al arte primario de la agricultura.

Cultívese pues con empeño esta primera ocupación del hombre, y la mas análoga á su inclinación y genio, pero no por esto dexe de protegerse igualmente al saludable y utilísimo comercio, que anima, vivifica, y da valor á las producciones de la agricultura; á la útil y lucrativa industria, que sabe sacar partido de las mas toscas materias que produce la tierra, y dándolas nueva forma interesa la atención del hombre para convertirlas en su comodidad y provecho; pero no sea otra la protección hacia estos dos últimos ramos, que aquella que deribe naturalmente como indispensablemente necesaria para sostener las producciones de la misma agricultura.

A esta primera ocupación sucedieron como por necesidad las artes, y à una y otra el comercio, como medio único de avalorar sus producciones; pero estas fueron, por decirlo así, una conveniencia, y aquella una necesidad: las producciones de la tierra dieron fomento á las artes y al comercio, y hasta que los hombres no tubieron un sobrante de que disponer, después de satisfechas sus necesidades, jamás pudieron pensar en adquirir aquellas cosas que lisonjean la comodidad y el luxo, y no pudieron contar con un fondo real, que acumulado en las manos de muchos individuos, constituye lo que se llama riqueza nacional; por esto es, que quanto mayor es el cúmulo de sobrantes esparcidos entre los individuos de un pueblo, tanta mayor será su riqueza y su opulencia; y como no hay un manantial mas abundante para la acumulación de este fondo público, que aquel que prestan las producciones de la tierra, siendo los demás precarios y dependientes de estos, y siendo por otra parte aquellos los mas permanentes y duraderos, es visto, que la atención privilegiada de la agricultura, será la única capaz de acrecer los capitales de una provincia y, de ponerla en un estado floreciente.



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