Contra la guerra
de Manuel de Zequeira y Arango


 De cóncavos metales disparada,   
 sale la muerta envuelta en estampido   
 y en torrentes de plomo repartido   
 brota el Etna su llama aprisionada.   
 

 El espanto, el dolor, la ruina airada,  
 al vencedor oprimen y al vencido,   
 huye esquivo el reposo apetecido,   
 solo esgrime el valor sangrienta espada.   
 

 El hombre contra el hombre se enfurece,   
 su propia destrucción forma su historia,  
 y de sangre teñido comparece   
 

 en el sagrado templo de la gloria.   
 Cese hombre tu furor, tu ambición cese,   
 si al destruirte a ti mismo es tu victoria.