Con ruda saña el padecer se encona
Con ruda saña el padecer se encona
en el doliente pecho que fallece,
y mi lozana juventud parece,
marchita y deshojada su corona.
En vano altivo el corazón blasona
de ilusorio valor, su angustia crece
y el porvenir incierto se oscurece
y la esperanza amiga me abandona.
Si el alma mía decretaba el cielo
que en prematura ancianidad perdiera
su ardiente fuego y generoso brío,
que como planta de infecundo suelo
su triste amor sin florecer muriera,
¡por qué me hiciste amar, por qué, Dios mío!