Compendio de Literatura Argentina: 02
Este Compendio sólo ha tenido por objeto facilitar la tarea de los estudiantes de los Colegios Nacionales y Escuelas Normales, contestando, aunque sintéticamente, á los programas de Literatura Argentina, que sirven de guía para su estudio en aquellos institutos.
Al publicar hoy la tercera edición, debo una palabra de agradecimiento á todos los catedráticos de la materia que han tenido la bondad de recomendarlo como texto á sus discípulos, pues ellos son los auspiciadores amables de su éxito.
La literatura argentina, no admite otras divisiones, para quien quiera estudiarla ó enseñar su historia y evolución cronológica y metódicamente, que las que surgen de los hechos históricos más importantes y trascedentales de la hegemonía nacional.
No se pueden enumerar escuelas porque el clasicismo con Juan Cruz Varela no tuvo secuaces, el romanticismo de Echeverría, de Mármol y de Andrade no vivió sino de reflejos más ó menos brillantes, el decadentismo sólo produjo chispazos, el naturalismo sólo tuvo aislados cultores.
Tampoco pueden servir de base las denominaciones generales de Poesía, Historia, Novela, etc., pues casi todos los intelectuales argentinos han figurado en más de una de estas manifestaciones del espíritu, consecuencia directa de la falta del literato profesional, entre nosotros.
Así vemos á Mármol poeta, novelista, dramaturgo y periodista; á Juan María Gutiérrez crítico, novelista, poeta, historiador y periodista; á Sarmiento prosista de intensidad extraordinaria, lo mismo como orador, polemista é historiador psicólogo; á Vicente López historiador y novelista; á Mitre historiador, periodista, orador y poeta; concretándonos á estos casos clásicos para abreviar, pues podrían citarse sin esfuerzo muchos otros ejemplos contemporáneos.
Por estas razones, creemos la más indicada, la división de la literatura argentina en épocas, en la siguiente forma:
- Época Colonial hasta 1810.
- Época de la Revolución y de la independencia 1810 á 1830.
- Época de la dictadura de Rosas 1830 á 1852.
- Época moderna 1852 á 1880.
- Época contemporánea 1880 hasta nuestros días.
El estudio de nuestra literatura nacional va adquiriendo cada día mayor importancia y despertando más interés, lo que es perfectamente lógico si se observa que no pasa un año sin que su caudal se enriquezca con el contingente de obras siempre más sólidas en cuanto á su fondo y de más perfecta estética en cuanto á su forma.
Su estado actual es verdaderamente próspero y fecundo en todas sus manifestaciones, alejándonos cada vez más de la imitación ó de la reminiscencia de obras europeas, cuyas huellas son fáciles de rastrear en la producción intelectual de épocas anteriores.
Lejos de reconocer que es imposible, en unas pocas líneas, pasar revista á todas las obras de mérito publicadas en estos últimos años, sólo recordaremos algunas de cada género literario.
Un libro extraño de Francisco Sicardi es quizás la novela más intensa y realista de nuestra literatura contemporánea, notable por la fuerza de su prosa, la vida de sus personajes y la novedad de sus ideas.
La Prosa que llamaríamos lírica ha alcanzado una expresión de sublime belleza en Mis Montañas de Joaquín V. González.
Rozas y su tiempo de José María Ramos Mejía es un trozo de historia argentina examinado y analizado por un criterio que une á su gran cultura, raras cualidades de observadora psicología.
De estilo semejante, en cuanto á la tendencia de la obra es el Facundo, notable estudio histórico de David Peña. [1]
Ernesto Quesada [2] con El Criollismo ha colocado la crítica literaria á una altura que no había alcanzado entre nosotros, fundiendo en las páginas de su libro su vastísima erudición y sus dotes de sociólogo eminente.
La poesía cuenta entre sus felices cultores á José Palacios, cuyo pseudónimo, Alma fuerte, sintetiza de admirable manera la virilidad de su estro; á Leopoldo Díaz, de inspiración delicada y armoniosa; á Ricardo Rojas, jóven figura del parnaso argentino, que se reveló con La victoria del hombre, en cuyas páginas se advierte elocuente fibra de poeta é intelectual superior.
En la oratoria, el nombre de Belisario Roldán se nos presenta como un exponente de elocuencia florida y galana.
Muchas son las producciones del teatro nacional que merecerían citarse especialmente, pero su larga enumeración nos llevaría fuera de nuestro propósito, por eso recordaremos tan sólo Jesús Nazareno de Enrique García Velloso, drama de ambiente criollo pero con tendencias simbolistas; Más allá de la vida (Oltre la vita) de José León Pagano, que ha recorrido triunfante los escenarios europeos; Próspera de David Peña, comedia sociológica y política; Sobre las ruinas, profundo estudio de nuestra evolución social, y Marco Severi, simpático y conmovedor triunfo de los sentimientos humanitarios sobre los preceptos legales, ambas obras de Roberto J. Payró; El Arlequín de Otto Miguel Cione, tragedia en que alternan momentos de tan intensa como original belleza, con rasgos de suprema emoción dramática; Las de Barranco comedia de ambiente popular llena de admirable realismo, original de Gregorio Laferrère; no citando muchas otras obras de positivo valor, representadas últimamente, en unos casos, para no llevar esta brevísima reseña á límites, que no corresponden á este lugar, y, en otros, por no ser argentinos sus autores.
Los autores estudiados en este Compendio no son los únicos cuya producción intelectual merezca citarse especialmente.
Para que fuera completo habría que agregar, á los que acabamos de nombrar y á los incluídos en las páginas del texto, muchos otros ya remotos, ya contemporáneos, como Manuel José García, Julián Segundo Agüero, Gregorio Funes, Fray Justo de Santa María de Oro, José Agustín Molina, José Rivera Indarte, Pedro Medrano, Cárlos Encina, Florencio Balcarce, Luis L. Domínguez, Marcos Sastre, Claudio Mamerto Cuenca, Ramón Díaz, Tristán Achaval Rodríguez, Pedro José Agrelo, Eugenio Cambaceres, Melchor Pacheco y Obes, Manuel Antonio Castro, José María Paz, Adolfo Mitre, José María Cantilo, Bernardo Vera y Pintado, Juan Godoy, Juana Manuela Gorriti, Lola Larrosa de Ansaldo, Juana Paula Manso, Eduardo Mansilla de García, Domingo Martinto, Manuel Inurrieta Miguel Irigoyen, Adolfo Lamarque, Eduardo Gutiérrez, Juan Lussich, Gervasio Méndez, Manuel Argerich, Julián Martel, Tomás Gutiérrez, Santiago Estrada, José S. Alvarez, José Zuviría, Miguel Cané, Enrique E. Rivarola, Joaquín Castellanos, Martín Coronado, Osvaldo Saavedra, Rafael Obligado, Francisco Sicardi, Vicente y Ernesto Quesada, Martiniano Leguizamón, Juan Agustín García (hijo), Lucas Ayarragaray, Calixto Oyuela, Osvaldo Magnasco, Martín García Mérou, Leopoldo Lugones, Cárlos Octavio Bunge, Enrique Rodríguez Larreta, Estanislao S. Zeballos, Lucio V. López, Daniel García Mansilla, Angel de Estrada (hijo), Martín C. Aldao, Francisco Soto y Calvo, Cárlos Navarro Lamarca, Héctor Quesada, Cárlos María Ocantos, Adolfo Saldías, José Ingenieros, Pedro J. Naón, Rosario P. de Godoy, Emma de la Barra, Alfredo Méndez Caldeira, Jorge Sohle, José Luis Cantilo, Diego Fernández Espiro, Juan Pablo Echagüe, Alberto Ghiraldo, Mario Sáenz, Eusebio Gómez, Ezequiel Soria, Manuel Ugarte, Arturo Jiménez Pastor, Atilio Chiapori, Emilio Becher, Luis María Jordán, César Iglesias Paz, Salvador Oria, Manuel Galvez (hijo), Alberto Tena, Martínez Zuviria, que han producido hermosas páginas en la historia, en la poesía, en la novela, en el teatro, en la oratoria y en el periodismo.
También en la generación jóven, en la que se inicia, se descubren desde ya muchos otros nombres que pronto figurarán honrosamente en los anales de la literatura nacional, prestándole el juvenil vigor de sus anhelos y aspiraciones y aportando nuevas y generosas ideas á las múltiples manifestaciones de nuestra cultura intelectual.
Pero este luminoso conjunto exije, á quien quiera abarcarlo, la elaboración de un libro extenso, labor superior á nuestras fuerzas y á nuestro propósito, que, como ya lo hemos dicho, está limitado á responder, de la mejor manera posible, á los programas oficiales.