Comentarios reales : 2da VII 19
Ganan los Incas hasta el valle que llaman Chili y los mensajes y respuestas que tienen con otras nuevas naciones
En estas confusiones los halló el segundo ejército, que iba en socorro del primero, con cuya vista se rindieron los de Copayapu, pareciéndoles que no podrían resistir a tanta gente, y así capitularon con los Incas lo mejor que supieron las cosas que habían de recibir y dejar en su idolatría. De todo lo cual dieron aviso al Inca. El cual holgó mucho de tener camino abierto y tan buen principio hecho en la conquista de Chili, que, por ser un reino tan grande y tan apartado de su Imperio, temía el Inca el poderlo sujetar. Y así estimó en mucho que la provincia Copayapu quedase por suya por vía de paz y concierto, y no de guerra y sangre. Y siguiendo su buena fortuna, habiéndose informado de la disposición de aquel reino, mandó apercibir luego otros diez mil hombres de guerra y, proveídos de todo lo necesario, los envió en socorro de los ejércitos pasados, mandándoles que pasasen adelante en la conquista y con toda diligencia pidiesen lo que hubiesen menester. Los Incas, con el nuevo socorro y mandato de su Rey, pasaron adelante otras ochenta leguas, y después de haber vencido muchos trabajos en aquel largo camino, llegaron a otro valle o provincia que llaman Cuquimpu, la cual sujetaron. Y no sabemos decir si tuvieron batallas o reencuentros, porque los indios del Perú, por haber sido la conquista en reino extraño y tan lejos de los suyos, no saben en particular los trances que pasaron, mas de que sujetaron los Incas aquel valle de Cuquimpu. De allí pasaron adelante, conquistando todas las naciones que hay hasta el valle de Chili, del cual toma nombre todo el reino llamado Chili. En todo el tiempo que duró aquella conquista, que según dicen fueron más de seis años, el Inca siempre tuvo particular cuidado de socorrer los suyos con gente, armas y bastimento, vestido y calzado, que no les faltase cosa alguna; porque bien entendía cuánto importaba a su honra y majestad que los suyos no volviesen un pie atrás. Por lo cual vino a tener en Chili más de cincuenta mil hombres de guerra, tan bien bastecidos de todo lo necesario como si estuvieran en la ciudad del Cuzco. Los Incas, habiendo reducido a su Imperio el valle de Chili, dieron aviso al Inca de lo que habían hecho, y cada día se lo daban de lo que iban haciendo por horas, y habiendo puesto orden y asiento en lo que hasta allí habían conquistado, pasaron adelante hacia el sur, que siempre llevaron aquel viaje, y llegaron conquistando los valles y naciones que hay hasta el río de Maulli, que son casi cincuenta leguas del valle Chili. No se sabe qué batallas o reencuentros tuviesen; antes se tiene que se hubiesen reducido por vía de paz y de amistad, por ser éste el primer intento de los Incas en sus conquistas, atraer los indios por bien y no por mal. No se contentaron los Incas con haber alargado su Imperio más de doscientas y sesenta leguas de camino que hay desde Atacama hasta el río Maulli, entre poblado y despoblado; porque de Atacama a Copayapu ponen ochenta leguas y de Copayapu a Cuquimpu dan otras ochenta; de Cuquimpu a Chili cincuenta y cinco y de Chili al río Maulli casi cincuenta, sino que con la misma ambición y codicia de ganar nuevos estados quisieron pasar adelante, para lo cual, con la buena orden y maña acostumbrada, dieron asiento en el gobierno de lo hasta allí ganado y dejaron la guarnición necesaria, previniendo siempre cualquiera desgracia que en la guerra les pudiese acaecer. Con esta determinación pasaron los Incas el río Maulli con veinte mil hombres de guerra, y, guardando su antigua costumbre, enviaron a requerir a los de la provincia Purumauca, que los españoles llaman Promaucaes, recibiesen al Inca por señor o se apercibiesen a las armas. Los Purumaucas, que ya tenían noticia de los Incas y estaban apercibidos y aliados con otros sus comarcanos, como son los Antalli, Pincu, Cauqui, y entre todos determinados a morir antes de perder su libertad antigua, respondieron que los vencedores serían señores de los vencidos y que muy presto verían los Incas de qué manera los obedecían los Purumaucas. Tres o cuatro días después de la respuesta, asomaron los Purumaucas con otros vecinos suyos aliados, en número de diez y ocho o veinte mil hombres de guerra, y aquel día no entendieron sino en hacer su alojamiento a vista de los Incas, los cuales volvieron a enviar nuevos requerimientos de paz y amistad, con grandes protestaciones que hicieron, llamando al Sol y a la Luna, de que no iban a quitarles sus tierras y haciendas, sino a darles manera de vivir de hombres, ya que reconociesen al Sol por su Dios y a su hijo el Inca por su Rey y señor. Los Purumaucas respondieron diciendo que venían resueltos de no gastar el tiempo en palabras y razonamiento vanos, sino en pelear hasta vencer o morir. Por tanto, que los Incas se apercibiesen a la batalla para el día venidero, y que no les enviasen más recaudos, que no los querían oír.