Comentarios - La solución que se impone
Viernes 9 de agosto de 1918, EL DIA
Editorial
Comentarios - La solución que se impone
Una gran solución proponen los órganos conservadores para dar termino a la huelga tranviaria: que los obreros vuelvan al trabajo, a la espera de que se les aumente los sueldos! –Ni a Perogrullo se le hubiera ocurrido una solución tan sencillita. –Es claro que así todo quedaría arreglado. –Pero hay una pequeña dificultad para realizarla; y es la de que los obreros no pueden vivir con los salarios actuales. –Volver al trabajo en las condiciones preestablecidas sería mantenerles en situación de miseria y de hambre. -¿Por qué no se propone la solución inversa – por qué no se concilia mediante el llamado de los obreros, por parte de las Empresas, sobre la base de que, a contar, por ejemplo, del mes próximo se les liquidará, con el aumento pedido, sueldos, en la certidumbre de que si demoran los trámites legislativos referentes a las tarifas, el quebranto por los nuevos egresos que sufrirán las Empresas sería mínimo, en el peor de los casos, durante uno o dos meses, pues su propia actitud humanitaria facilitaría y estimularía la solución financiara que se reclama de los Poderes Públicos? –Por mal que anden las finanzas tranviarias, una erogación imprevista de peor de pocos miles de pesos, durante un mes o dos, después de haber obtenido ganancias extraordinarias en años pasados, hasta el punto de permitir la distribución de un dividendo de más de treinta por ciento, no podría significar un sacrificio irreparable para las Empresas, ni un peligro de ruina. –En cambio, para los obreros, el pequeño aumento que solicitan será de verdadera importancia porque les permitirá vestir y alimentar mejor a sus hijos angustiados y martirizados por la miseria que se cierne sobre tantos modestísimos hogares. – Levanten el punto de mira las Empresas: colóquense sus directores en la situación de esas pobres familias cuyos recursos exiguos, en esta época de dura lucha con la vida, no les dan para satisfacerlas más elementales necesidades y tengan una hora de lucidez y de ecuanimidad, que el público sabría valorar como el cumplimiento generoso de un alto deber social. –Las empresas saben que los Poderes Públicos no los negarán su concurso, si es necesario, para afrontar la nueva situación que les plantea el mejoramiento de sus obreros. –Pueden contar con los recursos que en justicia necesiten. –Reintegren a sus obreros al trabajo, que materialmente nada perderán y moralmente mucho ganarán en el concepto público. -¡No se espere que los obreros se mueran de hambre, cruzados de brazos, para utilizar nuevas entradas a favor de los que hayan contribuido a la obra antipática de reducirlos o aplastarlos, condenándolos a la alternativa de someterse o perecer, cuando hasta las mismas Empresas reconocen que una indiscutible justicia moviliza la rebeldía de esos buenos hombres laboriosos, cuyo delito es pedir una compensación más equitativa para sus esfuerzos! –La soberbia es una mala consejera en estos casos; y no es con actitudes inexorables y empacamientos de amor propio, como se resuelven cuestiones de corazón, de sentimiento y de justicia. –Las Empresas no deben ver en sus obreros enemigos, sino colaboradores forzados a reclamar, en ejercicio de su derecho, lo que consideran necesario para vivir, a cambio de sus servicios honestos y abnegados. –Sería la aplicación desconsiderada de la ley del embudo, querer obligar a los obreros a reanudar el trabajo sin obtener el mejoramiento que juzgan indispensable para su subsistencia. –Las Empresas pueden acceder al pedido de sus obreros, sin arruinarse. –Los obreros no pueden seguir trabajando, en las condiciones onerosas que lo llevaron a la huelga, sin padecer hambre y sin hacersela padecer a sus familias.
En último caso, mientras no se resuelva el aumento de tarifas, si este aumento corresponde para subvenir a las nuevas erogaciones, sería más generoso y más edificante que se redujeran los grandes sueldos que perciben los altos empleados de las empresas para enjugar el déficit que pudiera ocasionar la nueva situación de las cosas. –No es justo aplicar lo ancho del embudo a las Empresas más ricas, y lo angosto a los obreros, los más necesitados. –La soberibia de los más afortunados es incompatible con el deber de hacer el bien. –Mediten las Empresas y sean protectoras, y no enemigas de sus colaboradores humildes!