Charada
de Pedro Antonio de Alarcón


 ¡Oh, tú, ingrata mujer, más hechicera
 que todas las mujeres!
 árbitra, dueña de mi «todo» eres:
 tu amor lo embelleciera,
 y tu desdén de abrojos lo circunda
 mi vida es mi «primera»;
 mi muerte, mi «segunda».
 Si la dulce «primera» no has de darme,
 con la «segunda» acaba de matarme;
 pues prefiero la muerte,
 al cruel martirio de ignorar mi suerte.