Cuando bajo la comba de la nave,

del vasto templo, rezas con fervor,

y tu oración se eleva, como una ave,

del órgano al gemido vibrador,


desde un rincón obscuro te contemplo,

fijos los ojos en el viejo altar,

en tanto q' en los ámbitos del templo

el órgano parece sollozar.


Mientras se va tu espíritu del mundo,

de la infinita claridad en pos,

exclamo a solas con dolor profundo:

¡ah, sí me amara a mí... como ama a Dios!