Alondra

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Cuando como un raudal, hecho gorjeo,

se deslizó tu voz por tu garganta,

cerré los ojos, vaciló mi planta

y presa fui de celestial mareo.


Tu canción, digna del divino Orfeo,

me inundó el corazón de dicha santa:

canción doliente, de dulzura tanta,

que oírla aún entre mis sombras creo.


Las notas, en miríficas escalas,

sacudieron sus alas armoniosas,

(porque todas tus notas... tienen alas!)


Y huyeron, como mariposas,

dejando, en el ambiente de las salas,

algo así... como un hálito de rosas.