Cartas a Lucilio - Carta 5
Séneca a su Lucilio saluda,
Que con tenacidad estudies y dejes de lado todo lo otro para dedicarte únicamente a hacerte mejor cada día, apruebo y me alegra; no sólo te exhorto a perseverar, sino también te lo pido. Asimismo te amonesto contra el capricho de aquellos que desean, no ser mejores, sino ser remarcados; nada hagas que habida cuenta de tus hábitos o género de vida sea chocante.
Evita una apariencia grotesca, una cabeza intonsa, una barba negligente, el odio manifiesto al dinero, el lecho tirado por tierra y cualquier otro alarde ostentario perseguido a través de vías absurdas. Ya bastante el nombre mismo de la filosofía, aun si modestamente evocado, es detestado: ¿Qué de nosotros si comenzamos a extraernos de la costumbre de los humanos? Que en nuestro interior, todo sea diferente, que nuestra apariencia con la del pueblo se conforme.
Que no resplandezca nuestra toga, pero que tampoco sea sórdida, no tengamos vajillas de plata ornadas con cinceladuras de oro masivo; pero no por ello pensemos que prescindir del oro y de la plata sea indicio de frugalidad. Obremos de manera tal que llevemos una vida mejor, no contraria, a la del común de la gente: si no, conseguiremos que aquellos a quienes quisiéremos enmendar se alejen de nosotros y nos den la espalda. Lograremos incluso que nadie quiera imitarnos, porque temerán deber imitarnos en todo.
Esto prometió en primer lugar la filosofía: sentido común, humanidad y sociedad; de todo ello la profesión de la disimilitud nos separa. Veamos que aquello con lo que queremos procurarnos admiración no sea rídiculo ni odioso. Ciertamente, nuestro propósito es vivir conforme a la naturaleza: contra natura es martirizar su propio cuerpo, tener aversión por el más elemental aseo, apetecer inmundicias y nutrirse con alimentos no sólo viles, sino repugnantes y hórridos.
Si de alguna manera desear refinamientos peca de lujuria, fugar de los bienes habituales y disponibles sin esfuerzo, peca sin duda de demencia. La filosofía exige frugalidad, no sufrimiento y, por otra parte, tampoco es necesario que la frugalidad ambule despeinada. De algun modo me place temperar la vida entre las maneras estrictas y las populares; que nuestras vidas puedan ser objeto de admirativa reverencia, pero que también puedan ser comprendidas.
¿Qué entonces? ¿Hacer lo mismo que los otros? ¿Nada se interpone entre nosotros y ellos? Mucho. Que el vulgo nos sepa disímiles sólo si nos observa apropiadamente; que quien entre en nuestra casa pueda sentir admiración más bien por nosotros que por nuestros muebles. Grande es aquel que se sirve de una vajilla de arcilla como si fuera de plata, no menos grande es aquel que utiliza una vajilla de plata como si fuera de arcilla. Es debilidad del alma no poder soportar las riquezas.
Pero para también compartir contigo la pequeña ganancia de este día, en lo de nuestro Hecatón [1] hallé que la extinción del deseo ayuda incluso a remediar el miedo. "Cesas de temer" - dice - "si cesas de esperar". Preguntas: ¿Cómo es posible que lo que es tan opuesto pueda estar próximo? Tal cual es, mi Lucilio: en apariencia diversos, conjuntos van. Así como la cadena enlaza a la vez al prisionero y al soldado, estos otros, por disímililes que fueren, simultáneamente inciden: la esperanza es seguida por el miedo.
Ningún asombro que esto así camine. Una y otro son la obra de un espíritu en suspenso, una y otro se inquietan de las expectativas del futuro. La principal causa de ambos es por otra parte, que en lugar de ajustarnos al presente, enviamos nuestras cogitaciones a lo lejos. De tal modo, la providencia, máximo bien de la condición humana, se vuelve un mal. Las fieras huyen de los peligros que ven. Con huir, quedan tranquilas. A nosotros el futuro nos atormenta, también el pasado. Muchos de nuestros bienes nos perjudican. Así, el tormento del miedo regresa acarreado por la memoria; la providencia lo anticipa. Nadie se contenta sólo con el presente para ser desgraciado.
Que sigas bien.
Notas
editar- ↑ Hecato de Rodas o Hecatón de Rodas (griego: Ἑκάτων), (c. 100 a. C.), fue un filósofo estoico. Es frecuentemente mencionado por Séneca.
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