Cartas a Lucilio - Carta 48
Carta XLVIII De la amistad En la Carta que me escribías de camino, tan larga como el mismo camino, contestaré más tarde, pues que me he de retirar y estudiar bien lo que te he de aconsejar. Pues tú mismo, que pides consejo, te lo pensaste mucho antes de pedirlo; cuanto más que lo he de hacer yo, pues hace falta un tiempo más largo para resolver una cuestión que para proponerla! Además, siendo tu conveniencia diferente a la mía. ¿Hablo otra vez como un epicureano? (La expresión es epicureana, pues tal como Epicuro no admite la identidad de intereses entre los amigos, único bien siendo para él de utilidad propia. Por eso Séneca guarda de retractarse, volviendo a la doctrina estoica, resumida en la sentencia de Pitágoras) Mi interés y el tuyo es uno mismo, pues ya no sería amigo, si todo asunto correspondiente a ti no fuera también mío. La amistad hace entre nosotros comunidad de bienes; ninguna prosperidad ni adversidad afecta a uno solo de los dos, pues tenemos una misma vida. No es posible que viva feliz quien no mira sino a sí mismo, y todo lo refiere a utilidad propia: si quieres vivir para ti mismo, hace falta que vivas para otro. El cuidado diligente y fiel de este compañerismo que junta a los hombres con los hombres y establece un derecho común en el linaje humano, ayuda también mucho a cultivas aquel íntimo compañerismo de amistad de que te hablaba, pues toda cosa tendrá comunidad con el amigo quien tiene en mucho con el hombre. Oh Lucilio, el mejor de los hombres, yo preferiría que estos maestros sutiles me enseñaran mis deberes con el amigo, con el hombre, que no en cuantos significados es utilizada la palabra <<amigo>> y cuantos tiene la palabra <<hombre>>. La sabiduría y la estulticia siguen rutas bien opuestas, ¿A cual me acercaré? ¿A qué partido quieres que vaya? Para uno, es igual hombre que amigo; para otro, amigo no es equivalente a hombre; aquél escoge el amigo para su beneficio, éste da la ventaja del amigo.(Contraste, exactamente opuesto, entre las dos escuelas. Para los estoicos la idea de amistad era tan extensa como la de humanidad, y su motivo la ventaja del amigo. Para los epicúreos, la amistad se limitaba a los pocos de que podía obtener utilidad.) Tu, mientras tanto, vas torturando palabras y desfigurando sílabas. Si bien que con montaje de cuestiones falaces enlace ilegítimamente una mentira a unos principios verdaderos, no podré distinguir las cosas a desear de las coas a huir. Qué vergüenza! Es cosa seria, nosotros, los ancianos, no hacemos más que jugar. <<Ratón es una silaba: pero el ratón roe el queso: pues una silaba roe el queso>> (Séneca utiliza “mus” en lugar de “ratón”, de ahí el juego de palabras) Imagínate que no puedo resolver este sofisma; ¿qué peligro me amenaza, ni que inconveniente, por esta ignorancia? Sin duda, habré de temer que algún día no coja sílabas de la ratera, o que si me distraigo, un libro no me roa el queso. A menos que, acaso, no sea más sutil éste otro silogismo: <<ratón (mus) es una silaba: pero una silaba no roe el queso. Oh ineptitudes pueriles! ¿Por eso arrugamos las cejas? ¿Por eso dejamos crecer la barba? ¿Esto es lo que enseñamos, absorbidos por un pensamiento preocupante y pálidos?¿Quieres saber que promete al linaje humano la filosofía? El consejo. Tal (persona) es reclamada por la muerte, tal es roído por la pobreza, tal otro es torturado por su riqueza, o por la de otro; el uno tiene horror al infortunio, el otro desea sustraerse de la prosperidad; este está en desgracia de los hombres, aquél de los dioses. ¿Quién tengo que ver con estas razones fortuitas? No es tiempo de bromas; hay malévolos que te reclaman. Has prometido socorrer a los náufragos, a los cautivos, a los enfermos, a los deseosos, a los que tienen la cabeza debajo del hacha levantada. ¿Por dónde te declinas, que haces? Este con quien juegas vive con temor: socórrelo, por más que el temor lo ligue con las angustias de la indecisión. Todos los que pierden la vida, todos los que la han de perder, imploran algún auxilio, tú eres su esperanza y su fuerza. Ruegan que los saques de tan gran inquietud; dispersados y errantes, piden que les muestres la clara luz de la verdad. Diles qué es la naturaleza ha hecho necesario, que ha hecho de sobrante, que leyes ha dictado tan fáciles, como es agradable la vida y desasistida por aquellos que se confían más de la opinión que de la naturaleza, bien entendido, pero, que antes les habrás enseñado cuales cosas aligeran parte de sus males. ¿Qué es lo que hace disminuir sus temores? ¿Qué lo que les atempera? Ojalá que vuestros sofismas sólo fueran inútiles! Son también perjudiciales. Yo te probaré, cuando quieras, hasta la evidencia que el sentido más noble, dado a estas argucias, disminuye y se atonta. Da vergüenza decir cuales armas fortalecen, como preparan los que han de luchar contra la fortuna. ¿Por qué se va hacia el bien supremo? ¿Por ésta cavilación del <<si si o si no>> y por las argucias viles e infames, incluso a los expositores de los edictos? (Se hace referencia a los hombres expertos que fijaban los edictos de los pretores y que daban las formas y estipulaciones para toda clase de procesos) ¿Qué otra cosa hacían cuando hacían caer a desgracia en engaño a aquél que interrogan, qu hacer ver que se ha perdido por la fórmula? (pérdida de la “fórmula” equivalía a perder el proceso) Pero así como el pretor devuelve a la situación inicial, así éstos a la filosofía. ¿Por qué decaeis de vuestros sagrados compromisos, y después de decir la palabra grandilocuente que por obra vuestra ni el brillo del oro, ni menos el brillo de la espada no me ofuscara los ojos, que con firme constancia pisaría aquello que todos deseamos y aquello que todos temen, descended a los elementos de la gramática ¿Qué decís? ¿Así se sube al cielo? Pues es lo que me promete la filosofía, hacerme igual que Dios. A esto he estado invitado, a esto he venido: ateneos a lo que habéis prometido. Deshazte, pues, querido Lucilio, tanto como puedas de estas objeciones y prescripciones de los filósofos: a la bondad recayente de cosas entendedoras y simples. Aunque me queden muchos años de vida, valdría ahorrarlos, para que fuesen los necesarios; ¿Qué locura es aprender cosas superfluas en tan corto tiempo?