Cartas a Lucilio - Carta 46
Carta XLVI Elogio de una obra de Lucilio Recibí el libro que me habías prometido, y con la intención de leerlo con libertad, lo abrí solo para tomarle el gusto, pero él me sedujo y fui más allá (algunos han creído que este libro era el poema de Lucilio sobre el Etna, que poseemos en pare, pero no es demasiado posible, puesto que en la Carta 79 Séneca trata de este poema como de cosa nueva. No se tiene noticia de ningún libro más de Lucilio) Como es de elocuente, lo entenderás si te digo que me ha parecido breve, todo y no ser de una grandeza correspondiente a mi ni a ti, pues a primera vista podría parecer de Tito Livio o de Epicuro. Me retuvo con una dulzura tan atractiva que lo leí sin ratardarme. Bastante me convidaba el solo, y la gana me avisaba, y me amenazaban las nubes: así me lo trague todo. Y no solamente me delecte, antes me alegré. Qué inteligencia tenía el autor, qué coraje, e incluso diría que empuje, si descansara de tanto en tanto, y se levantara en momentos; ahora no es empuje lo que tiene, sino un estilo seguido, una composición “machista” y severa, y no nada menos, a menudo encontraba aquella dulzura y suavidad. Eres elevado de espíritu e inflexible; mantenlo y continúalo. También le ayudó la materia; por eso hay que elegirla bien fecunda, que impacte y excite la inteligencia. Cuando lo releeré, te escribiré más cosas; ahora no tengo el juicio bien asentado, tal como si lo hubiera sentido, no sentido. Déjame que lo examine, y no tengas ningún miedo, que yo te haré sentir la verdad. Oh tu, hombre feliz, que no tienes nada que obligue a ninguno a mentirte de tan lejos ¡ Si no que allí donde falta el motivo, mentimos por costumbre.