Cartas a Lucilio - Carta 45
Carta XLV De las inútiles sutilidades de las escuelas Te lamentas de que aquí hay escasez de libros. Lo importante no es tener muchos, sino de tener buenos, pues la lectura fija aprovecha, la variada no da sino placer. Aquél que quiere llegar a un fin propuesto, sigue un solo camino y no devanea de uno a otro, por esto no es ir a ningún lugar, sino equivocarse <<Querría, dices, que me dieses libros, más que consejos.>> Yo estoy dispuesto a trasmitirte tantos como tengo, y a vaciar el granero; yo incluso, si podía, me trasladaría aquí, y si no espero que bien pronto conseguirás dejar tu cargo, a mis vejeces haría este viaje, sin que me hiciesen retroceder ni Caribdis ni Ercl•la ni este paso celebrado por la fabula. No solo lo atravesaría, incluso lo haría nadando, siempre que pudiese abrazarte y juzgar, a la vista, de tu crecimiento de espíritu. De otro modo, ni que desees que te remita mis libros, no por eso me tengo por docto, como no me tendría por bello si me pedias mi retrato. Sé que esto es fruto de benevolencia, no de juicio y si acaso es de juicio, la benevolencia te lo ha impuesto- Pero, sea como fuere tú léelos en el bien entendido que busco la verdad, no la se todavía, y la busco con persistencia. Pues no me he puesto bajo la ley de nadie, no llevo el nombre de ningún maestro; gran crédito doy al juicio de los grandes hombres, y alguno lo hago mío. Pues también ellos no nos dejaron solamente descubiertas, sino también verdades a buscar, y tal vez habrían encontrado la necesarias, sino hubiesen buscado las sobrantes. Mucho tiempo los afectaron las argucias de la palabra, las discusiones engañosas que ejercitan una vana sutilidad. Hagamos nudos, ligando alas palabras significaciones ambiguas, y después las deshacemos. ¿Tanto nos lo permite? ¿Sabemos ya vivir y morir? Con toda el alma hemos de trabajar para llegar a este punto, donde nos permita vigilar que no nos engañen las cosas, no ya las palabras. ¿Por qué me distingues semejanzas de palabras en las cuales nadie se engaña, sino cuando disputa? Las cosas son las que engañan, ellas son las que hace falta distinguir. Adoptemos el mal en lugar del bien; deseemos lo contrario de lo que antes deseábamos; luchemos en nosotros anhelos con anhelos, proyectos con proyectos. Cuanto se parece la adulación a la amistad! No solamente la imita, antes la vence y la adelanta; con oídos abiertos y propicios es recibida y desciende al fondo del corazón, tanto más graciosa como traidora; enséñame como puedo discernir esta semejanza. Se me acerca en tono de amigo un enemigo adulador; los vicios nos asaltan disfrazados de virtudes; la temeridad se esconde bajo el nombre de fortaleza, la pereza se llama moderación, como cauto es aceptado el tímido. He aquí donde nos es muy peligroso equivocarnos: es aquí donde hace falta que pongas notas distintivas. Por otra parte, aquél que es preguntado si lleva cuernos, no es tan tonto que se toque la frente y se palpe, ni tan inepto u obtuso que a fuerza de sutilidades puedas persuadirlo. Cierto que estas cosas engañan sin dañar, como los globos y las fichas de los prestigitadores, en los cuales el mismo engaño me deleita. Hazme entender como lo hace, y desaparecerá el interés. Igual digo de estos engaños de palabras, pues ¿con que otro nombre mencionaría los sofismas? Ni interesan al ignorante, ni sirven para nada al conocedor. Si quieres aclarar las ambigüedades de las palabras, enséñanos que n0 es feliz aquél que el vulgar así lo llama, aquél en quien se ha acaudalado el dinero, sino aquél quien tiene todo su bien en el ánima, el hombre correcto y elevado y estudioso de las cosas mudables, aquél que no ve a nadie con quien quisiere ser cambiado, quien aprecia al hombre solamente por su humanidad, quien sigue el magisterio de la naturaleza, ordenándose por sus leyes, quien vive tal como prescribe ella, quien tiene los bienes no destruibles por ninguna violencia, quien cambia en bienes los males, firme en su juicio, inconcuso, intrépido, quien es movido por alguna fuerza, por ninguna, pero, perturbado, que la fortuna ha empujado, no herido, cuando le ha clavado con la mayor violencia su dardo mas maligno, e incluso claras veces, ya que sus otros dardos, que aterrorizan al linaje humano, rebotan en él como las piedras caídas de la nube de tempestad, que sin ninguna molestia del que la sufre, estalla y se funde encima del techo. ¿Por qué me entretienes en aquello que tú mismo denominas falacia, sobre la que se han escrito tantos libros? Aquí tienes toda la vida que me miente: desenmascáralas, y si tan sutil eres, redúcela a la verdad. Ella juzga necesarias cosas, una gran parte de las cuales es sobrante, e incluso cuando no es sobrera, no tiene ninguna importancia para contribuir a hacernos afortunados y felices. Ya que no por que una cosa sea necesaria, ya se ha de seguir que es buena, , porque sería pisar este nombre si creemos bienes el pan y la polenta y otras cosas sin las cuales no se puede vivir. Aquello que es bueno sin duda es necesario; pero aquello que es necesario no por eso es bueno, pues también ciertas cosas viles son ciertamente necesarias. Nadie tiene tal ignorancia de la dignidad de un bien, que lo rebaje hasta estas cosas útiles al día . ¿Pues qué?¿No harías mejor en dedicarte a tus afanes de demostrar como todos nosotros malversamos el tiempo buscando las cosas superfluas, como muchos pasan la vida, buscando los medios de vivir? Repasa los hombres singulares, considéralos todos juntos; no hay ninguno que no viva abocado al mañana. ¿Preguntas qué mal hay en esto? Incalculable. Pues estos no viven, sino que confían en vivir: todo lo suspenden. Así estando atentos, la vida nos pasaría delante; ahora, encontrándonos vacilantes, nos transcurre como sin no fuere nuestra; hasta el último día, pero cada día muere. Pero por no excederme de la medida de esta carta, la cual no ha de llenar la mano izquierda del lector (tanto las cartas como los libros en la época romana se escribían en hojas de papel enrollado. A medida que la mano derecha iba desenrollando, la izquierda, que enrollaba de nuevo la parte leída, iba llenándose) retrasaré para otro día éste pleito con dialécticos demasiado sutiles, que no de esto y de todo, sino de esto solo, se preocupan.