Cartas a Lucilio - Carta 2
Séneca a su Lucilio saluda,
Por lo que me escribes y por lo que escucho, albergo buenas esperanzas respecto de ti: no te dispersas ni te inquietas por cambiar de lugar de vida. Tal agitación resultaría de un ánimo enfermizo: la primera muestra de un espíritu equilibrado es la facultad de situarse y permanecer en sí mismo.
Por otra parte presta atención que tu afán de múltiples autores y de todo tipo de lecturas no conlleve algo de vago e inestable. Es el talento probado lo que debes alojar y nutrir para asentar lo fidedigno en tu espíritu. En ningún lado está aquel que está en todos lados. La vida de peregrinaje trae aperejada muchos anfitriones y ningún amigo. Lo mismo acontece inevitablemente a quien, en lugar de aplicarse a profundizar un autor de talento, sobrevuela varios agitada y precipitadamente.
No aprovecha ni nutre el cuerpo el alimento que ni bien consumido es regurgitado. Nada obsta más a la salud que el cambio frecuente de remedios, no cicatriza la herida en la que se ensayan curaciones ni crece el árbol que frecuentemente se trasplanta. Nada es tan perdurable que pueda aprovecharse simplemente de pasaje. Mantente alejado de plétora de libros: si no puedes leer todo lo que puedas poseer, suficiente te sea poseer lo que puedas leer.
A veces - dices - quiero hojear tal libro, a veces tal otro. Empalagarse con muchas cosas es lo propio de los estómagos hastiados. Lo mucho y lo muy diverso, no nutre: contamina. Cíñete a los genios reconocidos y si para distraerte te complaces con lecturas diversas, retorna siempre a los primeros. Emprende cotidianamente algo contra la pobreza, algo contra la muerte y no menos contra otras calamidades. Luego de andar camino, procúrate un extracto para reflexionar en dicho día.
Yo mismo hago tal cosa: de lo mucho que leo siempre retengo algún pasaje. El de hoy día proviene de Epicuro [1] (suelo deambular por el campo extraño, pero no como desertor, sino como un explorador):
"honorable " - dice - "es la pobreza feliz".
Pero en tal caso, si feliz, no puede aquella denominarse pobreza: no es pobre aquel que poco posee, sino aquel que mucho ambiciona. ¿Qué importa, en efecto, cuánto se detiene en arcas, cuánto se acumula en graneros, el ganado que se posee o el dinero colocado a interés, si se codicia lo de otro, si no es lo que ya se tiene lo que cuenta sino aquello que se estima deber tener?
Me preguntas cuál debería ser la medida de la riqueza: primero tener lo necesario, luego lo suficiente.
Que sigas bien.
Notas
editar- ↑ Epicuro (341 - 270 a. C.), filósofo griego que dio su nombre a la corriente llamada Epicureísmo. Postula dejar de lado el temor a la muerte y a los dioses y vivir de manera tranquila y placentera para alcanzar la felicidad. Si bien Séneca no pertenece a esta corriente filosófica sino al estoicismo, escuela esta fundada por Zenón de Citio (333 - 264 a.C.), cita numerosas veces a Epicuro cuando estima que sus sentencias son apropiadas. Este es el sentido de la aclaración "suelo transitar en campo adverso..." que Séneca efectúa en este pasaje.
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