Carta de D. Miguel García de Cáceres a D. Dionicio Francisco, con exposición de criterios políticos y económicos para la anexión de la Provincia de Guayaquil al Virreynato del Perú

(Documento copiado de la Biblioteca del Museo Naval de Madrid.- Carta de D. Miguel García de Cáceres a D. Dionicio Francisco, con exposición de criterios políticos y económicos para la anexión de la Provincia de Guayaquil al Virreynato del Perú).

"Guayaquil, y Octubre 13 de 1790.- Sr. Dionicio Francisco.- Muy señor mío y de mi aprecio: Las noticias que vuestra merced solicita sobre las ventajas, ó inconvenientes que resultarían de la agregación de esta Provincia de Guayaquil al Virreynato de Lima, en caso de efectuarse; es el problema de la presente época en que se ha incurrido con mucho ardor, y se ha persuadido y probado no con menos artificio por uno y otro Partido. Es el caso; que queriendo cada cual arrimar el ascua a su sardina, cerramos los ojos y los oídos para no ver los objetos mas abultados, ni atender a los gustos de la necesidad. Así sucede regularmente cuando la causa pública pide algún remedio que se opone al interés particular de uno u otro individuo si los que piden infromes (con apariencias de que quieren instruirse para no errar en sus determinaciones) no preparasen los ánimos de los informantes: si en materias tan interesantes se consultare al dictamen de los mas inteligentes imparciales, i inflexibles; y si todos preguntasen como vuestra merced; esto es, de buena intención y sin otras miras que hallar la verdad para obrar en obsequio de la justicia, claro está que muchos años a esta parte sería asunto decidido; que la Provincia de Guayaquil debe agregarse al Virreynato de Lima por convenir así a la recta administración de justicia, a la seguridad de este Puerto, a el aumento y conservación de las Rentas Reales y a los recíprocos intereses de uno y otro comercio. Veamos como puedo yo persuadir a otros lo mismo de que me hallo convencido.

Para entrar en la discusión de estos cuatro puntos es necesario prevenir que la Provincia de Guayaquil no siempre ha estado separada del Virreynato de Lima. En el año 1758 siendo Virrey del Perú el Príncipe de Santo Bono se recibió el Real Orden de 27 de Mayo de 1717, para fundar el Nuevo Reyno de Granada comprehendido en su jurisdicción la Provincia de Guayaquil. Y en el año siguiente de 1719 bajó a esta del Puerto del Callao para viajar desde Quito a Santa Fe, su primer Virrey D. Jorge de Villalonga, Conde de la Cueva, General que fue del Callao, y de las Armas del Perú. Hasta este tiempo siempre fue Guayaquil de la jurisdicción de Lima, y su separación tardó tan poco como el Virreynato de Santa Fe, que fue extinguido en el año 1722, con cuya novedad volvió esta Provincia a incorporarse en la jurisdicción del Perú. En el año de 1740, por segunda vez, se estableció el Virreynato de Santa Fe, y fue nombrado Virrey el Sor. D. Sebastián de Eslava, con lo que volvió a separarse la Provincia de Guayaquil del Gobierno de Lima agregándola al Nuevo Reyno de Granada.

Si nos dedicamos a investigar las causas que determinaron la Real voluntad para fundar este nuevo Reyno, poniendo a su cabeza un Virrey con igual autoridad y facultades a las de los Virreyes del Perú y México, encontraremos en la Real Cédula de 27 de Mayo de 1757, expedida al intento que fue con las miras de que sean asistidas, atendidas y socorridas las Plazas Marítimas que se comprehenden en este territorio; señalando expresamente las de Cartagena, Santa Marta y Maracaibo. En segundo lugar, para evitar las dicordias y alborotos ruidosos y escandalosos, como los que se habían ofrecido en los Tribunales del Reyno de Santa Fe y entre los Ministros que los componían, y últimamente para que no siguiese el detrimento que padecía la Real Hacienda por causa de aquellos desórdenes; en virtud de los cuales por la misma Real Cédula quedaron extinguidas las dos Audiencias de Quito y Panamá.

Estas mismas son, pues, las causas que dejo yo propuestas por las cuales debe volver la Provincia de Guayaquil a la jurisdicción de Lima. Y digo primeramente que así conviene a la recta administración de justicia. La jurisdicción y facultades del Gobierno de Guayaquil, no es asunto tan claro, y terminante que no se sujete a dudas y que tanto padezca sus alteraciones perniciosas, al buen orden y a la recta administración de justicia, del Gobierno del Excelentísimo Sor. Dn. Pedro de la Cerda hay providencias separando al Presidente de Quito del conocimiento de este Gobierno, su sucesor el Excelentísimo Sor. Dn Manuel de Guirior, no hizo novedad, ni el Sor. Presidente de Quito D. José Dibuja entendió en los asuntos Gubernativos de Guayaquil. Pero con la llegada del Sr. Presidente y Visitador General Dn. José Pizarro toda la faz se mudó y especialmente el Gobierno de Guayaquil padeció alteración. Desde entonces el Gobernador de Guayaquil sujeta sus providencias a las determinaciones y aprobación del Presidente de Quito; éste oye las quejas contra las providencias de aquel; del Gobernador y a las partes en todo caso les queda un recurso natural al Superior Gobierno, entre tanto, aunque el Presidente sea obedecido todo está como pendiente esperando contraria determinación del Virrey: este contempla instruído de mas cerca al Presidente y suele remitirse a su determinación, y de este modo puede no haber mas Virrey que el Presidente como sucedió en el Gobierno del Excelentísimo Sor. Arzobispo Virrey.

Pero demos que el Gobierno de Guayaquil sea independiente del Presidente de Quito y subordinado únicamente al Superior Gobierno del Virrey; quien no advierte en este caso una muy larga distancia de Guaayquil a Santa Fe, en virtud de la cual se dificulta y aún se imposibilita el prefecto conocimiento de las cosas, de los hechos, y de las circunstancias para ocurrir con oportuno remedio a los daños, al mismo tiempo que las partes se desconsuelan y perjudican en la retardación de las providencias. En treinta años que soy avecindado en esta ciudad no he visto conseguir sin mucha dificultad una libranza de cien pesos para Santa Fe: Tan desenlazada está la Provincia de Guayaquil de aquella Capital, que se miran sin la menor relación en su comercio y en sus intereses por razón de la gran distancia. En los negocios litigiosos el principal Agente es el dinero: Los abogados, Escribanos Procuradores y demás gente de Plaza han de ser remunerados muy bien y prontamente por su trabajo y diligencias, sopena de torcerse la causa, y perder el pleito, y este es un caso en que el litigante de Guayaquil sobrado de caudal, no puede remedir su indigencia en Santa Fe; viendo sin poderlo remediar atrasarse su acción y debilitarse su justicia.

Pero en medio de todo no se puede fácilmente determinar si esta grande distancia de la Capital de Santa Fe, sea tanto, o mas perjudicial que la inmediación a Quito en caso de que el Presidente entienda y decida en los asuntos Gubernativos: si atendemos a la voz de la razón esta nos persuade que con la proximidad para los recursos se evitan los daños que puede ocasionar la mayor distancia; pero si la experiencia ha de terminar la cuestión esta me autoriza para afirmar que de doce años a esta parte en que el Gobierno de Guayaquil no ha sido mas que un eco del Presidente de Quito, se ha fomentado entre los habitantes de esta Provincia la división, la discordia, y el espíritu de litigio. Quito en todo este tiempo ha sido la esponja que se ha chupado las ganancias de los comerciantes de Guayaquil, los frutos de sus Hacendados y los jornales de sus Artesanos. Todo ha sido vícima de la corrupción de las Leyes y del abuso del Papel Sellado. Y posesionada la trampa en la silla de la justicia ya no se conoce la verdad, sino es para dudosa y fea nota de los que la defienden y profesan a todo riesgo.

Ya se ve, que no es ni puede decirse que esta es propiedad del Foro. Por el contrario una Autoridad establecida en la Capital de cada Provincia para juzgar de los negocios contenciosos y terminar las causas civiles y criminales es muy conveniente; por que la dilacion de los litigios es la ruina de los pueblos; pero nos hallamos en el caso de que en la Audiencia de Quito duran los pleitos de Guayaquil tantos años cuantos tienen las partes plata que gastar: En estas dilaciones se consumen los caudales, las partes se reducen a la miseria, las enemistades, y los odios se perpetuan entre las familias y la desunión, y la discordia forman el horroroso carácter de un pueblo desgraciado, como se mira en el día a Guayaquil.

Recuerdo en prueba de la inocencia de esta exposición la extinción de las dos Audiencias de Quito y Panamá comprehendida en la misma Real Cédula de 27 de Mayo de 1757 por la cual se fundó el Virreynato del Nuevo Reyno de Granada: Instruyámonos de ella, si acaso fue movida la Real voluntad por tan ardua determinación, procurando la paz y tranquilidad de los habitantes de estas Provincias: averigüemos si las discordias, alborotos y ruidosos escándolos ofrecidos en los Tribunales del Reyno de Santa Fe tocaron la Real piedad para curar con el cauterio la llaga gangrenada: observemos si fue bastante remedio la extinción de esta Audiencias; si con esta providencia se tranquilizó, hasta esta fecha la Provincia de Panamá: si en las Provincias de Quito sucedió lo propio en aquel corto tiempo que faltó dicho Tribunal. Y si todo lo referido fuese cierto también lo es en mi opinión que la Provincia de Guayaquil debe agregarse al Virreynato de Lima, por convenir así a la recta administración de justicia, mientras no me atrevo a oponer mi dictamen contra la existencia de un Senado que sin el maligno influjo de aquel clima y en otras circunstancias será muy conveniente y aún preciso para conservar las Leyes en su pureza y asegurar las vidas, el honor y los intereses de estos Vasallos.

Dije también que será conveniente para la seguridad del Puerto de Guayaquil; por que no puede negar que el centro de donde deben tirarse todas las líneas para la defensa y seguridad de los Puertos de la mar del sur y de su comercio, es el Callao Puerto de Lima que es la Capital del Perú. Todos los demás Puertos de esta dilatada costa se conciben como precarios de las fuerzas y de los auxilios del Callao en caso de invasiones enemigas. La necesidad de sus socorros crece a proporción de la inmediación de los Puertos necesitados. La fuerza de estos principios es la principal razón que determinó la Real voluntad para la fundación del Virreynato de Santa Fe, “para que sean (dice la citada Real Cédula) atendidas y asistidas las Plazas Marítimas, que se comprehenden en aquel territorio, siendo las mas principales y antemurales de la América, como son Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, y otros cuyos situados están asignados en las Cajas Reales de la ciudad de Santa Fe, y esa de Quito, con los cuales serán puntualmente socorridas habiendo Virrey en la Capital que está en el centro de aquel Reyno y corriendo bajo de su mano dichas Reales Cajas podrá ocurrir prontamente a la Plaza, o Plazas que intentaren invadir los enemigos de esta Corona, y aplicar los socorros y demás providencias en las urgencias y casos que los pidiesen.

La misma idea llevó el restablecimiento de este Virreynato por los años de 40, con motivo de la guerra con la Corona de Inglaterra, para defender la Plaza de Cartagena amenazada del sitio, que efectivamente le puso Eduardo Vernón Almirante de la Armada inglesa en el año siguiente de 41. Y no se puede negar que aquel glorioso triunfo de nuestras armas fue en la mayor parte un efecto de la valerosa y prudente conducta del Sor. D. Sebastián de Eslava Virrey del Reyno que se hallaba dentro de la Plaza mandando las armas. No menos importa que una victoria semejante, la inmediación del Capitán General. ¿Y qué diremos de la Plaza de Guayaquil si ha de ser atendida, asistida y socorrida en virtud de las Provincias del Virrey de Santa Fe en los acaecimientos y circunstancias de una guerra? Bien está que en los casos de sorpresa que no dan tiempo para las consultas, hay un Presidente de Quito Comandante General no muy distante, o el mismo Gobernador de Guayaquil, es Comandante General de las Armas: Pero se hallan uno y otro sin facultades para disponer de la Real Hacienda, o temen responsabilidad si el suceso fuese desgraciado, o desaprobado el pensamiento.

Por otra parte aquel plan de defensa, u hostilidad formado por el Virrey de Lima contra piratas corsarios o Armadas enemigas en la mar del sur, pide una subordinación muy escrupulosa de todos los Gobernadores de los Puertos inmediatos, especialmente aquellos que le tributan los medios y las fuerzas para oponerse y hacerse respetable a las armas enemigas. La Capital de Lima no puede construir defensas ni reparar sus fortalezas sin las maderas de Guayaquil. Tampoco puede construir Bageles ni carenar navíos y demás embarcaciones del Rey sino es en el Puerto de Guayaquil, o con las maderas de este Astillero. Estas causas que o no se tuvieron presentes al tiempo de la agregación de Guayaquil al Virreynato de Santa Fe, o no parecieron de tanto peso y gravedad, como aquí se presentan, merecieron después la mayor atención y se procuraron evitar los daños que había de ocasionar la separación de Guayaquil del Virreynato de Lima. Así es que con fecha de 8 de Septiembre de 1743 se expedió el Real Orden a los Oficiales Reales de Guayaquil y por separado con la misma fecha al Corregidor de esta ciudad para que obedezcan en cuanto les mandare el Virrey de Lima. Y posteriormente con fecha de 31 de Diciembre de 1766, habiendo cometido S. M. al Virrey del Perú el encargo de que promoviese la Fábrica de Navíos de 70 cañones en el Astillero de Guayaquil, en su consecuencia se libró órden por el Superior Gobierno de Santa Fe al Gobernador y Oficial Real de esta ciudad para que estuvieren a la puntual observancia de las órdenes del Virrey de Lima.

Todo Gobierno pide en su perfección una cabeza; pero son mas fuertes los motivos y mas obligantes las causas que singularizan esta condición en el mando de las armas. Lima depende de Guayaquil para vestirse de la fuerza necesaria a su defensa, y de Jos demás Puertos de Ja mar del sur, y en este caso es indispensable que mande a Guayaquil. Esta ciudad necesita de los socorros y de las fuerzas de Lima para ser defendida en las hostilidades enemigas. y en tal estado debe estar a las órdenes del Virrey de Lima. Así es que para el mejor éxito de nuestras armas y para la seguridaci del Puerto de Guayaquil conviene que esta ciudad se agregue al V.irreynato de Lima; supuesto que el Virrey de Santa Fe no puede prestar a tan larga distancia un inmediato influjo en caso muy urgente que no da treguas para las consultas m esperas para los socorros.

No menos conviene al aumento y conservación de las Rentas Reales la agregación de esta Provincia al Virreynato de Lima, y fundaré mi pensamiento. La masa general de las Rentas del Estado se compone de todas y de cada una de las Rentas Reales de cada Provincia. En este sentido no puede decirse que se aumentan estas cuando del acresentamiento de algunas de ellas resulta la disminución de aquella masa. ¿Qué importa hacer crecer los productos de una Caja Real por medio de ciertos arbitrios subiendo las contribuciones, estableciendo Estancos, imponiendo nuevos derechos en una Provincia, si de estos establecimientos ha de resultar la falta de ocupación en los habitantes, el atraso de las artes, y agricultura, la disminución de la población y por último la ruina del comercio con las ciemás Provincias que ocasiona indispensablemente el menoscabo en la masa general de las Rentas del Estado? Este es un delirio que se hizo camino para que muchos labrasen su fortuna; pero nunca fue desconocida de los que entienden la verdadera politica aunque siempre seran pocos los que trabajan para discurrir con tino sobre los verdaderos intereses, y acordar la convemencia de todos.

De esta epidemia ha sido castigada la Provincia de Guayaquil, y puede atribuírse a una muy grande felicidad que no se haya puesto en ejecución todos Jos pensamientos y proyectos ruinosos disfrazados con el especioso traje de beneficio para los habitantes de las Provincias de Quito, y para aumento de las Rentas Reales. Así se pintó el gran proyecto de prohibir la entrada de los víveres del Perú en el Puerto de Guayaquil para que tengan mejor expendio los azúcares, harinas y demás frutos de las Provincias de Quito. Del mismo saez aquel brillante arbitrio (que actualmente anda en Informes) de que se prohiban en el Perú los paños de segunda extranjeros y españoles, para que tomen grande estimación los fabricados en Quito. No es menos admirable aquella ordenanza de 1º de Octubre de 1778 de la visita general sobre el corte de maderas en los montes de Guayaquil, en que se prohibe la extracción de las construcción para otros Puertos de la Mar del Sur. Y consiguiente a ella la solicitud de imponer derechos sobre el corte de maderas para engrosar la Real Hacienda. Y para los que pensaron de este modo. ¿Qué importa que los habitantes de Guayaquil mueran de hambre por los imposibles físicos y morales de ser abastecidos en tiempo de invierno de las Provincias de la sierra? ¿Qué importa que dichas Provincias no tengan toda la abundancia que se supone para abastecer a Guayaquil? ¿Qué importa a los interesados en el particular fomento de las fábricas de Quito, que se atrase y se arruinen las fábricas de la Península; y que en géneros de primera necesidad reciban los habitantes del Perú la Ley que quieran imponerles los fabricantes de Quito? ¿Ni qué importa finalmente que descaezca, se atrase y se destruya el comercio naval de la Mar del Sur sujetando el precisando a un solo Puero las refacciones, carenas y fábricas de las naves?

Si se comparan los productos del Estanco de Aguardientes establecido en Guayaquil en el año de 1778 con los Reales Derechos de que ha carecido, y se han desfalcado a la Real Hacienda por los Aguardientes del Perú. ¿Qué perjuicio no han experimentado las Cajas Reales de Lima y las de Guayaquil? Lo mismo digo por el Estanco y Fábrica de Tabacos de esta Provincia, cuyos productos consisten precisamente en la venta que de ellos se hace a la Administración General de Lima. Con todo eso se atreven a decir algunos políticos estadistas, que de este modo se han aumentado las Rentas Reales de Guayaquil, pero al mismo tiempo procuran ocultar que de este mo"do han disminuido los productos de otras Cajas para no confesar que es fantástico el aumento que atribuyen a la masa general de las Rentas del Estado.

¿Y por ventura si la Provincia de Guayaquil estuviera agregada al Virreynato de Lima sufriría proyectos, establecimientos e imposiciones en que no se acordasen ventajosamente los intereses de unas y otras Cajas Reles? ¿Se pensaría en adelantar las Rentas de Guayaquil con perjuicio y atraso de las del Perú? He aquí como es cierto que conviene la agregación de esta Provincia al Virreynato de Lima para la conservación y aumento de las Rentas Reales. Por último propuse, y debo persuadir que dicha agregación conviene a los recíprocos intereses de uno y otro comercio. Los inexcusables resortes que tiene el comercio del Perú con el Puerto de Guayaquil no permiten velocidad ni movimiento al tráfico sin los auxilios de este Astillero y de las producciones y maniobras de esta Provincia. Esta agregación sería un nudo que estrecharía los intereses de ambos comercios, cuya separación tiene como interrumpido su curso y suspendida la circulacion.

El espíritu de partido prevaleció con sus informes en tiempo del Excelentísimo Sor. Dn. Manuel de Amat, cuando la Corte pensaba por los años de 1766 en hacer Astillero Real en Guayaquil; por que prevenido dicho Sor. Virrey del Perú con noticias fabulosas de los que tenían particular interés en que se hiciese el Real Astillero en el Puerto de la Concepción de Chile, con preferencia a éste: consiguió desvanecer el gran proyecto de este Astillero suspendiendo todas las providencias que S.M. fió a su actividad y celo para que promoviese la Fábrica de Navíos de 70 cañones en el Astillero de Guayaquil. Pero muy presto manifestó la experiencia que la aparente hermosura de las maderas de Chile cede a la solidez e incorruptibilidad de las maderas de Guayaquil y que en este Astillero no son más costosas las fábricas y las carenas que en aquellos Puertos. Y, cuando no hubiera otros ejemplares que la Fragata el Cármen y el Navío San Miguel construídos en la costa de Chile serían bastante para poner de acuerdo a ambos Partidos determinando la excelencia del Astillero de Guayaquil. La Fragata el Cármen al cabo de los seis años de su fábrica vino a carenar a Guayaquil y su dueño D. José Ostolaza halló por conveniente quemarla y hacer de nuevo otra Fragata para olvidar de un todo las maderas de Chile. Y el Navío San Miguel fue inservible hasta que se carenó en Guayaquil. Omito muchos otros ejemplares que acreditan las proporciones de este Astillero y las ventajas que lleva a los demás Puertos de la Mar del Sur reuniendo en si todas las condiciones apetecibles que en los otros se hallan diversas. Ahora pues el Puerto del Callao es el centro del comercio naval y solamente los caudales de Lima pueden promover la construcción de embarcaciones, fomentarlas y adelantarla. El provecho y las ganancias son el único móvil de los comerciantes en las empresas costosas; y mientras Guayaquil no esté sujeto inmediatamente a la jurisdicción de Lima no podían pensar aquellos comerciantes favorablemente y sin grandes riesgos de sus intereses en las negociaciones, cuya suerte es necesario fiarla a las ideas de otro Gobierno que se propone florecer esterilizando a su vecino.

¿Cuántas embarcaciones se han dejado de construir en este Astillero por cuanta de comerciantes de Lima en estos diez años pasados? Hasta el año de 80, cité en mi representación de 1º de Abril de aquel año varios ejemplares; ¿Cuántas carenas se han dado en el Puerto del Callao sufriendo dobles cortes de maderas y jornales por no experimentar en Guayaquil perjuicios y vejaciones que harían mucho mas costosas las mismas obras; y Guayaquil al mismo tiempo y por el mismo hecho no ha carecido de los caudales que importarían las maderas y jornales de carpinteros, herreros y demás artesanos y gente entretenida en trabajos que llenan el completo de las naves? Así es que en los tres años últimos desde 87 hasta 89 ha estado ociosa la Carpintería de rivera, y tanto que estos artesanos se comprometían a trabajar en obras civiles, y de rivera, por la mitad del jornal corriente y recibiendo ropas sobre cargadas en pago de su trabajo.

Están tan ligados unos y otros intereses que no se puede con facilidad determinar si el comercio de Lima es dependiente y precario del comercio de Guayaquil, o si esta Provincia se sustenta de los sufragios de aquel Reyno. Las producciones de Guayaquil y su Astillero son el principal fundamento del comercio naval de toda la Mar del Sur; y este comercio naval solo puede actuarse y sostenerse por los caudales y fondos de los comerciantes de Lima. Guayaquil sin la venta de sus productos y sin el trabajo de su Astillero sería un cuerpo sin vida, sin acción, y sin forma; y estas producciones no tienen otra salida que la que le facilitan las necesidades del Perú; ni este Astillero tiene otro movimiento que el que le prestan los impulsos del comercio de Lima. Guayaquil tiene una necesidad absoluta de aquellos auxilios para su subsistencia; y Lima refiere las negociaciones con Guayaquil, y con su Puerto a la conservación y entretenimiento de la navegación, a surtirse también y proveerse de sus frutos, producciones y maniobras que necesita todo el Reyno del Perú para su sustento, para entretener a sus artesanos y para satisfacer las necesidades del lujo.

A unas relaciones tan íntimas repugna entre estas Provincias cualquier rivalidad de los que advierten en el espíritu de las Providencias dictadas sin miramiento a la común utilidad. Este vicio trae su origen de la separación del Gobierno. No tiene pues otro remedio que sujetarla a un mismo influjo; y por tanto la agregación de esta Provincia al Virreynato de Lima sería conveniente a los recíprocos intereses de uno y otro comercio. Para dar una idea de las producciones, frutos y maniobras propias de esta Provincia, que se extraen del Puerto de Guayaquil para las del Perú principalmente he juzgado a propósito acompañar un Estado que comprehende el inmediato pasado decenio desde 1779 hasta 1788 a que se ha agregado el producto anual del Astillero computado anualmente en ciento cincuenta mil pesos. Del conocimiento de las especies que comprehende y de sus valores resultará la prueba de la última relación, y mutua dependencia de las Provincias del Perú con la de Guayaquil que es la más fuerte razón de conveniencia para la premeditada agregación.

He cumplido Sor. y Dueño mío con haber producido mi dictamen: No, desde luego, con todas las pruebas que ofrece el asunto por que la modestia no da ensanches para correr el velo a unos desórdenes tanto más espantosos, cuanto más inmediatos, o presentes. A esto se agrega que yo estoy atormentado de repetidos golpes que he sufrido por explicar las cosas y hacer descripciones al molde de los hechos. Así que todo mi cuidado en esta relación ha sido no pasar de un bosquejo delineado con la posible propiedad para que pueda recibir en todo tiempo los colores que darán alma y viveza. Ni aún tanto hiciera sino fuera a la sombra de los respetos a vuestra merced aunque lo dirijo en obedecimiento de sus insinuaciones que yo reputo como preceptos. Estos me alentarán en todas ocasiones para trabajar en servicio del Rey, y discurrir a beneficio del público sin temer los tiros del odio y de la malignidad: Y si lograse ser de algún provecho todo se deberá a las buenas intenciones de vuestra merced, y a mi me bastaría para la mayor satisfacción el darles pruebas de que soy por inclinación y por respeto su apreciable servidor.- Miguel García de Cáceres".

Bibliografía editar

  • Colección Documental de la Independencia del Perú. La Marina 1780-1822 Tomo VII, Vol 1º Págs 125-135.