Carta a mi querida hermana Matilde Denis
Voy a contarte, hermana idolatrada,
una historia muy corta y encontrada
a mi paso en la América Central;
aquí donde la tierra se estremece
donde este mar enfurecido crece
al empuje del fuerte vendaval.
Si vieras, hermanita, levantarse
para luego encrespadas estrellarse
las olas con estruendo aterrador;
algo de grande, de imponente y fiero
se encierra en este mar tan altanero
siempre lanzando fúnebre clamor.
Yo acostumbrada a nuestro mar tranquilo
que se mueve con místico sigilo
que se tiende la playa a acariciar:
no sé que fue lo que sentí al mirarlo,
muda de admiración al contemplarlo
mi sorpresa no puédote explicar.
Desembarqué, la costa me aguardaba
no era tan bella como yo soñaba
ni era tan fértil como yo esperé,
lancé un suspiro por mi patria, hermana,
por aquella graciosa colombiana
como una virgen del Ancón al pié.
Dos meses de quietud, de honda tristeza
en que apenas alzaba la cabeza,
pasé en amarga y cruda decepción:
volví a surcar el mar embravecido
la sombra que busqué para mi nido
helaba mi ardoroso corazón.
Pisé de nuevo temerosa y yerta
del vapor la magnífica cubierta
y me detuve al colocar el pié,
¡que grato era allí el aire que sentía
el sol en ese instante se escondía
y trémula al mirarlo me postré.
Dos días después, hermana, me encontraba
donde la brisa alegre murmuraba
donde el pájaro canta con primor:
era en un puerto donde el alma vive
donde de Dios la inspiración recibe
que conduce a mi Edén, "El Salvador".
Bien puede el tiempo destrozarme airado
los ensueños felices que he forjado
en el suelo bellísimo que hallé;
mas no podré arrancar de mi memoria
la página brillante de mi historia
en que ese nombre de Jesús gravé.
Ahora distante por la tarde miro
cruzar las nubes en confuso giro
y una lágrima siento resbalar
!si pudiera llevarme lo que adoro!
¡si pudiera llevarme mi tesoro!
no sintiera esa lágrima rodar.
Porque aquí vivo para siempre triste
como vive el canario sin alpiste
como vive sin flores el gorrión;
mientras que allá bajo ese hermoso cielo
yo como el ave levantara el vuelo
hasta otra nueva espléndida región.
Pero quisiera que en mi vuelo altivo
me siguieran los seres por quien vivo
y con ellos mi dicha compartir;
porque sin ellos todo está desierto
todo está mudo, silencioso, muerto,
y mil veces mejor quiero sufrir.
Esta es la historia de tu hermana ausente
a la que quieres tan intensamente
y la que siempre te idolatra a ti,
si Dios escucha mi plegaria pía
entre mis brazos, hermanita mía,
oirás lo mismo que te cuento aquí.