Carta a la Rectora del Colegio de las Vírgenes
Don Francisco de Quevedo y Villegas, hijo de sus obras, padrastro de las ajenas, hombre de bien, nacido para el mal, hijodalgo pero no señor, cofrade de la carcajada y hermano del Regodeo; mozo dado al mundo, prestado al diablo y encomendado a la carne que ha tenido y tiene, así en la corte como fuera de ella, muchos cargos de conciencia, que desciende de la casa de los Quevedos, por lo cual es de casa de solar; de calzas atacadas; rasgado de ojos y de vestido, ancho de frente y de conciencia, negro de cabello y de ventura, falto de pies y de dicha, largo de piernas y de razones, limpio de manos y de bolsa, dice: Que su hermana doña Embuste se se halla con muy buen dote librado en el diablo y que es mujer que tiene mucha vergüenza de ser su hermana. Atento a lo cual a vuesa merced suplica, señora madre rectora, se sirva admitirla en esa casa, alacena de doncellas en conserva, para que así pueda conseguir la verdadera vocación que tienen de llevar (cuando de este mundo salga) su virginidad fiambre y en cecina a la otra vida, que en ello recibirá merced y aun carmen, etcétera.
RESPUESTA DE LA RECTORA
La señora rectora, nieta de la nada por su padre Adán, cuya línea conserva, heredera de la hacienda de su abuela, nacida tantas veces cuantas se ha visto en peligro de la vida, señora de muchos lugares de Escritura, pretendiente de los marquesados de Puño-en-rostro, mujer de muchas partes más que las comedias de Lope de Vega, y que al punto que se entró en este colegio de las vírgenes locas la ha dejado en el mundo y la ha embestido la carne; respondiendo a su carta de vuestra merced digo: Que la señora doña Embuste, su hermana, tendrá en esta casa tal amparo, cuanto hay buena acogida de parientes suyas: donde podrá guardar intacta su virginidad hasta que el padre del Anticristo la tome para signo de su nacimiento; que en esto piensa hacer a vuesa merced servicio y aun orinal.