Presentan dos Pastores á Damon sus
apuestas para que éste dé el premio
al que mejor cante sus amores
.

M. Gamborino lo dib. y grabó

CANTOS PASTORALES.


ESCRITOS EN INGLES

POR

ALEJANDRO POPE


y traducidos del frances


POR D. GERÓNIMO VALENZUELA,
Capitan del regimiento provincial
de Jaen.



MADRID 1817

IMPRENTA de D. M. de BURGOS.






AL LECTOR.





Ofrézcote, lector amado, los Cantos pastorales de Alejandro Pope, cuyo nombre es respétado en todas las naciones civilizadas. Si sus obras maestras ofrecen pensamientos grandes é ideas sublimes y poco comunes, estos ensayos (digámoslo así) con los que principió á darse á conocer, demuestran su talento general en todos asuntos.

A los diez y ocho años de su edad dió á luz estas églogas, dignas de Virgilio y de Teócrito. El estilo de ellas es sencillo y dulce, sus imágenes risueñas y agradables, y sus expresiones llenas de gracia y de amenidad. En las Estaciones se deja ver el lenguage de los pastores con tanta naturalidad como en las incomparables églogas de Virgilio. En el Mesías se notan unas ideas sublimes, y conceptos sumamente elevados, aventajando en él á Polibio, y casi igualándose á Virglio. En el poder de la música está viéndose el efecto con tanta propiedad, que le parece á uno sentir en su pecho ó la alegría ó el entusiasmo que él pinta; y en la fábula de Orfeo está tan al vivo retratada su pasion por Eurídice, que no puede uno ménos de interesarse en el complemento de sus deseos. La descripcion del Averno aumenta el interes de esta oda, y su muerte causada por las sacerdotisas de Baco inspiran el sentimiento y el dolor. La selva de Windsor es un poema en el que estan pintadas al natural la hermosura de aquellos bosques y la delicia de la vida campestre. Sus descripciones son en tal manera risueñas y encantadoras que casi se conciben deseos de ir á habitar unos sitios tan amenos. ¿Quién no se interesará en la ninfa Lodona cuando huyendo del Dios Pan hace la súplica á Diana, y ésta la convierte en un rio, que aún lleva su nombre?

Ya he hablado del autor y de las obras que ofrezco; ahora solo me falta hablar de la traduccion. Jamás me hubiera atrevido á nombrarme traductor de Pope, si las instancias repetidísimas de un amigo que no posée ninguno de los idiomas en que está vertido, y que se entusiasmaba al oir traducir algunos párrafos, no me hubiesen obligado á ello; pero conociendo yo el poco mérito de esta traduccion, suplico á los críticos, que observen la sublimidad y la elegancia de la obra en sí, y la dificultad de pasar á otro idioma unos pensamientos tan elevados, repitiéndoles lo que he dicho á muchos amigos: "he hecho lo posible, sin perdonar trabajo para desempeñar lo que me he propuesto; y si merezco que muchos me critiquen mis pocos conocimientos para ello, algunos deben darme gracias por haberles dado á conocer, aunque mal, las producciones de un genio como Pope."










LA PRIMAVERA,


Ó


DAMON.




PRIMER CANTO PASTORAL




Soy el primero que ensayo (y no me avergüenzo) el entonar canciones campestres en las felices llanuras de Windsor.

¡Hermoso Támesis![1] aléjate lentamente de tu nacimiento, mientras que canta en tus orillas la musa que inspiró á Teócrito[2]. Va á cantar las bellezas de la primavera.... Colinas de Albion[3] repetid los acentos de su voz.

¡O tú, que demasiado sabio[4] para conocer el orgullo, y demasiado bueno para ser temido, disfrutas de la gloria de ser grande, y te has manifestado superior al mundo separándote de él! permite que mi musa haga resonar una rústica flautilla, mientras que tu lira vuelva á transportarnos en dulce enagenamiento á la sombra de los bellos árboles que te vieron nacer. Del mismo modo hace el verderon, que oye y aplaude los acentos del ruiseñor, sin atreverse a cantar, hasta que éste se ha retirado á disfrutar las Malicias del reposo.

Apénas los corderos habian sacudido de sus lanas el rocío de la aurora, cuando dos pastores que el amor y las musas tenian desvelados, condujeron á un valle florido sus ganados, frescos como la mañana y hermosos como la primavera. El oriente se iba cubriendo de encarnados celages, cuando Daphnis hablo así al hermoso Strephon:
DAPHNIS.

Escucha como los pajaros con sus melodiosos gorgeos apresuran la salida de la aurora. ¿Por qué hemos de estar nosotros silenciosos cuando los acentos de la alondra resuenan en los bosques, y Filomela saluda la primavera con su canto? Por qué hemos de estar tristes, cuando el lucero de la mañana se manifiesta con tanto esplendor, y la naturaleza prodiga sus maravillas por todas partes?

STREPHON.

Cantemos pues, mientras que estos bueyes abren con tardo paso profundos surcos en la llanura. En este sitio el azafran y la violeta ostentan sus brillantes colores, y el céfiro acaricia con su soplo amoroso la rosa que acaba de abrirse. Que Damon sea el juez en nuestro certamen, y conceda el premio al que mejor cante las gracias de su pastora. La prenda de mi apuesta será este cordero que trisca cerca de la fuente, deteniéndose á cada instante para mirar su imágen en las aguas.

DAPHNIS.

Y la mia esta copa, sobre la que están grabados pámpanos y racimos entrelasados con yedra. Al rededor tiene cuatro bajos relieves, y tambien..... ¿Como se llama esta faja en que están grabados estos doce signos que se suceden con tanto órden?

DAMON.

Cantaréis el uno despues del otro. Así cantan siempre las musas. Ya florece la madre-selva, las margaritas brotan, los arboles están revestidos de sus hojas, y la tierra cubierta de flores. La mañana nos convida á disfrutar de su frescura. Comenzad: los ecos de los valles repetirán vuestros cantos.

STREPHON.
Inspírame, ¡ó Phebo!... y con tal que yo celebre á mi Delia con los acentos armoniosos de Waller, ó con la dulce melodía de Granwille, ofreceré al pie de tus altares un soberbio toro, blanco como la leche de mis ovejas.
DAPHNIS.

¡O amor! que yo gane el premio celebrando á mi Silvia, y que mi voz sea victoriosa como sus miradas. Yo no te ofrezco un cordero.... Amor, el corazon de Daphnis te servirá de ofrenda.

STREPHON.

Mi hermosa Delia me hace una seña desde la llanura, y despues se oculta en un sitio apacible, cubierto de sombra y de ramaje. Yo la busco cuidadosamente por todas partes: ella nota mi embarazo y no puede contener la risa.... Su risa me descubre el sitio donde estaba escondida.

DAPHNIS.

Silvia atraviesa con paso precipitado la verde pradería.... Ella corre, pero de manera que yo la pueda observar, y me mira risueñamente al pasar por delante de mí.... ¡Ah! sus miradas no están de acuerdo con la ligereza de sus pies

STREPHON.

No importa que el rico Pactolo[5] corra en otras llanuras sobre arenas de oro; ni que los árboles que cubren las orillas del Po destilen lágrimas de ambar.... Támesis, tus dichosas riberas están habitadas por pastoras mas hermosas. Corderos mios, venid á pacer esta fresca yerba.... yo no os buscaré jamas ningun otro campo».

DAPHNIS.

La madre de los amores ama los bosques de Idalia: Diana se complace en Cinthia, y Ceres en el monte Hybleo; pero ni el Hybleo, ni Cinthia, ni los bosques de Idalia, pueden compararse con la selva de Windsor, cuya sombra y fresco ambiente gustan tanto a mi Silvia.

STREPHON.

Toda la naturaleza está entristecida.... las nubes se deshacen en agua.... los pájaros guardan un profundo silencio.... las flores no tienen fuerza para abrirse.... Pero á una mirada de Delia se abren las flores, se disipan las nubes, y los pájaros vuelven á comenzar sus tiernos gorgeos.

DAPHNIS.

Toda la naturaleza está alegre.... los árboles, mas frondosos que nunca, dan una sombra deliciosa.... el sol esparce en el aire un dulce calor.... Pero Silvia se sonrie, y todo lo que ántes encantaba se desvanece.

STREPHON.

En la primavera amo los prados, en el otoño las colinas, por la mañana las llanuras, y al mediodia las sombras de los bosques. Pero, á Delia.... ¡ah! á Delia la amo siempre. En el momento que dejo de verla, ni los prados en la primavera, ni las colinas en el otoño, ni las llanuras por la mañana, ni al mediodia las sombras de los bosques tienen atractivo alguno para mí.

DAPHNIS.

Silvia reune todas las bellezas del otoño y del mes de mayo.... sus ojos tienen el brillo del sol... sus mejillas y su boca la frescura de la aurora. La misma primavera desagrada cuando ella no está presente; pero en cualquier estacion que Silvia vuelva, la primavera vuelve con ella.

STREPHON.

Dime Daphnis, dime, ¿en qué dichoso país existe un árbol que produce Reyes[6]? Si lo aciertas te cedo el premio del certamen, y confesaré que tu Silvia es mas hermosa que mi Delia.

DAPHNIS.

No; dime tú primeramente, ¿en que campos mas dichosos nace un cardo[7] al que no puee igualarse el mas hermoso lirio? y yo te cederé un premio mas noble, la misma Silvia.

DAMON.

Pastores, dejad de disputar. Daphnis, yo señalo la copa á Strephón y á tí el cordero. ¡Dichosos amantes, cuyas ninfas poséen tantos atractivos! ¡Dichosas ninfas, cuyos atractivos son tan dulcemente celebrados por sus amantes! Levantémonos, y para ponernos á cubierto del turbion que amenaza, ganemos aquellos hermosos emparrados de madreselva. Su olor embalsama los aires, y la yerba de su suelo está sembrada de flores. Démonos prisa, pues los ganados reunidos buscan en donde guarecerse, y las pleyadas comienzan ya a derramar sus aguas fecundas.





EL ESTÍO,


Ó


ALEXIS.




SEGUNDO CANTO PASTORAL




Alexis conducia su rebaño á lo largo de las riberas floridas del Támesis, mirando tristemente los rayos del sol, que se movian sobre la superficie de sus aguas y las trémulas sombras de los verdes alisos. Apenas comenzó á cantar las quejas de su pastora, cuando las ondas cesaron de correr. Sus ganados colocados en su rededor manifestaban una compasion muda.... Las Nayades[8] lloraban en su húmeda morada, y Júpiter se interesó en su dolor haciendo caer del cielo una blanda lluvia.

Fuentes cristalinas, y vosotras copudas hayas, mas propias para defender de los rayos abrasadores de Phebo, que de los dardos inflamados de Cupido, á vosotras dirijo mis quejas amorosas. Todo parece atento á mi voz.... las colinas y las rocas prestan el oido, y los ecos de los bosques repiten mis tristes acentos. ¿Por qué eres tú, ¡ó Fílida! mas cruel y mas insensible que ellos? Mis ovejas unen sus balidos á mi voz, y mientras que Syrio[9] abrasa la árida llanura, un eterno invierno reina en tu corazon.

¿Adonde estais, oh masas? ¿En qué bosques ó en qué colinas habitais léjos de vuestro Alexis, que se consume en un amor sin esperanzas?

El otro dia me miré en las aguas cristalinas de una fuente, y me sonrojé de verme tan hermoso. Pero desde que tus ojos, ¡o Filida! se han negado á mirar las gracias de mi rostro, huyo de las aguas que antes buscaba con anhelo.

Hubo un tiempo en que yo conocia las virtudes de todas las yerbas y plantas que reciben el rocío de la mañana. ¡Ah desgraciado Alexis! ¿de qué te sirve el arte de curar tus ganados, si no puedes curar tu corazon?

Que otros pastores se entreguen á los cuidados campestres.... que sus rebaños esten en mejor estado y den vellones mas abundantes que los mios.... yo por mí, no pienso mas que en los medios de ablandar el corazon de una pastora ingrata. Si logro esta felicidad, yo ceñiré mis sienes con una guirnalda de laureles.

Tengo una flautilla donde Colin entonó dulces canciones.... me la dejó al morir, y me dijo: «Alexis, toma este caramillo[10]: este es el mismo que ha enseñado á los ecos de los bosques el dulce nombre de mi Rosalinda.» ¡Ah Fílida! de aquí adelante cesará su agradable sonido, pues que tú te niegas á escucharle. ¡Que no sea yo el cautivo ruiseñor, que canta en aquel retirado emparrado en el que tú tanto te complaces oyendo sus gorgeos! Mi canto te agradaria, y yo recibiria entónces los besos que le das.

Fílida, los habitantes de nuestros bosques oyen con gusto mis acentos. Los sátiros [11] danzan al son de mi lira, y Pan [12] aplaude mis tiernas canciones. Las ninfas, dejando sus tranquilas moradas, vienen á regalarme las primicias de sus frutos y tórtolas blancas como la nieve. Pero á tí sola, ¡ó Filida! estan destinados estos presentes, y por tí sola es por quien los pastores reunen en una guirnalda las mas bellas flores de nuestros valles. Acepta una ofrenda únicamente debida á tí, en quien se han reunido todas las bellezas.

Contempla ¡ó Fílida! las delicias de la vida campestre.... los mismos dioses han habitado nuestros campos. En los bosques se complacia Venus con el tierno Adonis; y la casta Diana ama mas que todo las sombras de las selvas. Ven, amable ninfa, ven Fílida, ven á hermosear estos lugares que el astro del dia va pronto á abandonar. Ya los rebaños despojados de sus lanas se retiran á sus apriscos, y el segador coronado de espigas canta himnos en albanza de Ceres [13]. Ninguna víbora está oculta entre la yerba de estos prados, y solo la serpiente que llaman amor está habitando dentro de mi pecho. Dígnate ¡o Filida! visitar estos lugares solitarios, nuestras fuentes y nuestros inocentes retiros. El dulce soplo de los céfiros refrescará los sitios por donde vayas, y los árboles doblarán sus ramas para dar sombra á los parages donde quieras sentarte. Las flores nacerán bajo tus plantas, y todo lo que miren tus ojos se revestirá de un aspecto risueño. Que yo no espire hasta haber logrado la dicha de pasar contigo mis dias, invocando á las musas, y haciendo resonar tu nombre en estas colinas. Sí, Fílida, los pájaros de nuestros bosques cantarán tus alabanzas, y los vientos llevarán sus acentos hasta la mansion del Olympo. ¡Ah! si cantando tú misma quisieses disputar á Orfeo el premio de la armonía, pronto veríamos las selvas admiradas comenzar nuevas danzas.... las montañas se moverian dóciles á tu voz, y las aguas suspenderian su curso para escucharte mejor.

Pero qué ¿los pastores procuran ya ponerse al abrigo del calor del medio dia? ¡Ah! los rebaños sedientos se acercan á las orillas de los arroyos, y mis ganados jadeando se retiran hácia las frescas umbrías. Dioses.... ¿no hay pues ningun remedio para mi amor?

El sol ménos ardiente va ya á sumergirse en el seno de los mares, en donde concluye la carrera de nuestro horizonte; pero á tí, ¡infeliz Alexis! siempre te abrasan las mismas llamas, y la noche no puede apagar el fuego que de dia devora tu corazon.






EL OTOÑO,


Ó


AMINTA Y NEMORIN.




TERCER CANTO PASTORAL




Aminta y Nemorin cantaban sus tristes amores á la sombra de una frondosa encina. Aquel se quejaba de la ausencia, y éste de la infidelidad de su pastora, y las colinas del valle resonaban con los nombres de Delia y de Doris.

Inspiradme, ninfas de Mantua... Voy á cantar las amorosas quejas de Aminta y Nemorin.

Ya estaba Phebo casi en el fin de su carrera, y las nubes del ocaso brillaban con encarnados celages, cuando el desconsolado Aminta hizo oir á las rocas y á las montanas estos acentos dolorosos, llenos de la mayor ternura.

“Dulces céfiros, volad, y sobre vuestras alas, llevad á los oidos de mi Delia mis tiernos suspiros. Mis gemidos se pierden en los aires sin ser oidos de Delia, como los de la afligida tortolilla que acaba de perder su amoroso compañero.

„Dulces céfiros, volad, y llevad sobre vuestras alas mis tiernos suspiros. Desde que Delia se ha ausentado, los pájaros han suspendido sus cantos melodiosos.... los árboles dejan caer sus hojas, y niegan su sombra al fatigado pasagero.... los lirios inclinan sus cabezas, y sus hojas marchitadas caen esparcidas sobre la tierra. ¡O flores, que os marchitais cuando la primavera os abandona.... pájaros, que suspendeis vuestros cantos cuando el estío se pasa.... árboles, que perdeis vuestra frondosidad en el momento que cesan los calores del otoño...! decidme, ¿no es la ausencia tan cruel como la muerte para los que se aman?

„Dulces céfiros volad, y llevad sobre vuestras alas mis tiernos suspiros. Ojalá, que sufran una eterna sequedad los campos que me separan de mi Delia... ojalá que se marchiten las flores de que están cubiertos.... ojalá, que se sequen los árboles que les dan sombra.... y ojalá en fin que todo perezca ménos mi Delia. Pero cielos, ¿qué he dicho? ¡Ah! no.... reyne una eterna primavera en los sitios en que Delia se encuentre.... nazcan las flores bajo sus plantas.... broten las rosas al pie de las encinas, que sirvan de alegría al caminante, y vuélvanse en nectar todas las aguas que toquen sus labios.

„Dulces céfiros, volad, y llevad sobre vuestras alas mis tiernos suspiros. Los pájaros olvidarán el repetir sus cantos matutinales, los vientos dejarán de soplar, las copas de los elevados pinos cesarán de balancearse, y los arroyos de susurrar, primero que yo deje de amar á mi Delia. Sus ojos tienen para mí mas atractivos, que para un sediento caminante las aguas bulliciosas de una fuente: su vista me es mas dulce, que el sueño al labrador agoviado del trabajo del dia: mas deliciosa que un ligero turbion al saltador pardillo, mas agradable que el calor del sol á la industriosa abeja.

„Dulces céfiros, volad, y llevad sobre vuestras alas mis tiernos suspiros. Ven, oh mi Delia, ven.... ¿no oyes en las colinas y en los valles resonar el eco de tu nombre? Pero ¡o Dioses! ¿á donde me extravían mis esperanzas? ¿Es acaso una ilusion de mi deseo, ó Delia es sensible á mi amor? Pero ella viene.... Delia viene.... céfiros, dejad de volar, y no os lleveis sobre vuestras alas mis tiernos suspiros.”

En seguida cantó Nemorin, y le compadecieron las selvas de Windsor, atentas á su voz.

“Musas, dignaos repetir lo que vos mismas habeis inspirado.

„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. Yo me quejo de la perjura Doris. ¡Si siquiera los objetos que me rodean fuesen sensibles á mis penas!.... Pero ¡ah! todas las cosas siguen el orden que tenian en tiempo de mi felicidad.... Las cumbres de los montes se alejan de los humildes valles para perderse en las elevadas nubes.... los bueyes rendidos del cansancio y del calor del dia, se mecen al retirarse á sus establos.... el humo sale dando vueltas de los techos de las cabañas, y las móviles sombras de los árboles se deslizan sobre el sombrío verde de las praderías.

„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. ¡Cuántos dias hemos pasado reposando juntos bajo esta vieja encina! Sobre su corteza grababa yo los votos y los juramentos de Doris, mientras ella colgaba guirnaldas de flores de las ramas adonde podia alcanzar. Las flores ¡ay de mí! se han marchitado, y los votos y los juramentos se han dado al olvido.

„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. El brillante Arcturo [14] hincha nuestros granos, los racimos de uvas estan llenos de delicioso jugo, y las flores del enebro adornan nuestros bosques. ¡Cielos! ¿será solo ingrato el amor de Doris?

„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. Los pastores me gritan: Nemorin tu ganado está abandonado. ¡Ah! ¿de qué me sirve guardar mi ganado, á mí, que guardándolo he perdido mi corazon? Pan vino un dia, y me preguntó, qué causaba mis penas, ó qué ojos me habian hechizado. ¡Ah! ¿y qué otros ojos, que los de Doris, tienen el poder de encantar? ¿y qué otra magia hay que la del amor?

„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. Yo voy á huir de los pastores, de los rebaños y de las llanuras floridas. Todo, todo lo quiero abandonar ¡ah! ménos mi amor. Amor, yo te conozco.... tú naciste en un monte retirado, y una tigre te dió á mamar su leche. Tú has habitado en las entrañas abrasadas del Etna, de donde te arrojó una explosion furiosa acompañada de un ruido semejante al del trueno.

„Repetid, oh colinas, mis tristes acentos. A dios, bosques de Windsor.... á dios, humildes valles.... á dios, luz del dia. Voy á precipitarme desde esta escarpada roca, y á terminar de una vez las penas que atormentan mi corazon. Colinas, no repitais mis tristes acentos.”

Así cantaron Aminta y Nemorin, hasta que el sol retirándose, dió lugar á las sombras de la noche y dejó brillar las estrellas en la bóveda celeste.





EL INVIERNO,


Ó


DAPHNE.




CUARTO CANTO PASTORAL




LYCIDAS.

Tírsis, tu voz es mas lastimosa que el ruido de este arroyo que se precipita susurrando, y mas dulce que el curso de los rios que serpentean en nuestros valles. Los ganados duermen ya descansadamente sobre sus lanas: los pájaros guardan un profundo silencio, y la luna adornada con todo su resplandor, nos comunica una luz brillante. Canta pues, ¡ó Tírsis! la suerte desgraciada de Daphne y sus alabanzas.

TIRSIS.

Mira los bosques cubiertos de nieve, despues de haber perdido su agradable verdor. ¿Quieres que cante unos versos de Alexis, que las Dríadas [15] se deleitaban en repetir? El Támesis los escuchó en su paso, y mandó á los sauces de sus riberas que los retuviesen.

LYCIDAS.

Ojalá, que las fecundas lluvias enriquezcan en adelante tus campiñas con una abundante cosecha. Comienza.... Daphne dijo al morir: Pastores, cantad al rededor de mi sepulcro. Llena tú, ¡ó Tirsis! en honor á su memoria este deber piadoso, y yo adornaré entre tanto la losa que la cubre de ramas de laurel recien cogidas, y las regaré con mis lágrimas.

TIRSIS.

Musas, dejad vuestras fuentes bulliciosas.... Ninfas, y Silvanos [16] ceñid vuestras sienes de guirnaldas de cipres, y venid á llorar sobre la tumba de Daphne. Desconsolados amores, cubrid de mirto las orillas de los arroyos que nos rodean, y romped vuestros arcos, como hicísteis en la temprana muerte del bello Adonis; y con vuestras flechas de oro, inútiles en adelante, grabad estas palabras sobre su sepulcro: "que la naturaleza experimente todo género de alteraciones, y que el cielo de acuerdo con la tierra se interesen en mi dolor. La hermosa Daphne murió y con ella murieron los amores." En efecto las bellezas de la naturaleza se alteran.... espesas nubes obscurecen la tranquila luz del ástro que preside á la noche, y hasta los árboles se muestran sensibles á su desgracia. ¡Cuántas tiernas flores, arrancadas de sus tallos estan esparcidas sobre su tumba! Ellas han perdido su brillo, como Daphne su hermosura. ¿De qué sirven ya las bellezas, que adornaban en otro tiempo la naturaleza? Daphne murió, y con ella murió la hermosura.

Los ganados entristecidos con su ausencia, pierden hasta gusto de los verdes pastos... las tiernas becerras no quieren ya apagar su sed en las claras y bulliciosas fuentes.... Los cisnes cantan su muerte con acentos mas melodiosos que los que anuncian la suya propia.... La ninfa[17] que se deleitaba en las profundas grutas, guarda un triste silencio.... y lo mas que se oye, es el nombre de Daphne, este nombre que la ninfa pronunciaba en otro tiempo con tanto placer. Pero Daphne murió, y con ella murieron los placeres.

La noche viene, sin que el rocío caiga de los cielos para templar el ardor de la tierra.... las flores ya no exhalan sus suaves olores á la salida de la aurora.... las yerbas odoríferas cesan de embalsamar el aire en nuestras fértiles campiñas, y la diligente abeja descuida hasta su dulce miel. Daphne murió, y con ella murió la dulzura.

La alondra no suspenderá mas su vuelo en medio de los aires, para escuchar el canto de Daphne.... aquel canto no será ya imitado por los pájaros, que se suspendian de admiracion al oir su voz melodiosa... las aguas que susurran, no serán ya detenidas por una armonía mas dulce que la suya; pero dirán á las cañas que adornan sus orillas: Daphne murio, y con ella murió la armonía.

El céfiro viene á anunciar á los árboles la muerte de Daphne. El céfiro suspira, y los árboles se estremecen de horror. Los árboles lo cuentan á las plateadas aguas.... las aguas antes pacíficas y cristalinas, se turban, y se salen del canal que las conducia. Los vientos, los árboles, las aguas, estan entristecidos.... ¡Ah! Daphne murió: objeto de nuestro llanto y de nuestra gloria. Pero, ¿qué miro? ¿Daphne, cual una blanca paloma se deja ver en los aires, remontándose ácia la mansion del Empíreo? ¡Ah Daphne! ¡y qué deliciosa es la morada que vas á habitar! Los campos disfrutan allí una eterna primavera, y los bosques conservan siempre un hermoso verdor. Daphne, bien sea que reposes bajo de agradables emparrados de amaranto, bien sea que te deleites en coger flores que jamas se marchitan, dirije una mirada favorable sobre nosotros que te invocamos. Daphne, tú eres nuestra Diosa, y tu suerte es envidiada de todos nosotros.

LYCIDAS.

Toda la naturaleza ha estado atenta á las expresiones dolorosas de tu Musa.... En todos los valles ha reinado el mismo silencio que acompaña los acentos de Filomela [18] cuando al fin de una hermosa tarde de verano, céfiro juega entre las hojas, y espira entre el espeso ramaje. Diosa, si mis ovejas son fecundas, yo te sacrificaré mas de un cordero, y mientras que los árboles den sombra y las flores exhalen gratos olores, durarán tu nombre, tu honor, y tus alabanzas.

TIRSIS.

Partamos, Lycidas. Orion [19] trae consigo y principia ya á derramar frias lluvias. Las sombras de los pinos se confunden ya unas con otras.... el recio bóreas silba, y la naturaleza parece desmayada. El tiempo todo lo somete bajo su imperio.... es preciso ceder al tiempo. A dios, bosques, arroyos, montañas, y valles.... á dios tiernas canciones.... á dios, rebaños mios.... A dios, pastores.... Daphne y el resto del universo, á dios.









EL PODER


DE LA MÚSICA.




ODA.




I.

Bajad del Empíreo, hijas del cielo, y unid a la armonía de vuestras voces la consonancia de la lira. Que los tonos lastimosos del laud encanten los oidos.... que resuene en los aires el ruido estrepitoso de la trompeta, mientras que los órganos consagrados á la alabanza del Criador despiden sonidos magestuosos, que se elevan hasta las nubes.

II.

Solo la música tiene la facultad de proporcionar esta igualdad de espíritu, tan rara entre los hombres. Ella detiene con su melodía el alma, pronta á abandonarse á los transportes de una alegría desordenada, y la reanima con tonos mas expresivos y animados, cuando las penas vienen á habitar su corazon.

Ella enciende un fuego noble en el pecho de los guerreros, y derrama un dulce bálsamo en las llagas de los amantes desgraciados. A su voz la melancolía le­vanta la cabeza.... Morfeo abandona su lecho soporoso.... la pereza se desvela, y se arranca de entre los brazos del sueño.... la envidia observadora deja caer sus serpientes.... el espíritu de partido se calma, y las facciones mas crueles prestan el oido y abandonan su furor.

III.

¡Qué altivez generosa no excita en todos los corazones una música guerrera, cuando llama á las armas para defender los intereses de la pátria!

El cantor de Tracia [20] sentado do en la popa del navío, que osó el primero arrostar los peligros de los mares, agita las cuerdas de su lira: los argonautas se sienten arrebatados de admiracion; y enagenados con los atractivos de la gloria, se hacen otros tantos héroes, y miran con ojo intrépido los riesgos y la muerte.

IV.

Pero cuando el amor, tan poderoso como la muerte, conduxo al poeta á las sombrías moradas del Tártaro [21], ¿de qué escenas no fue testigo? Por ninguna parte oía mas que tristes gemidos y gritos espantosos, sin ver otra cosa que objetos de lástima y de horror. Sin embargo apénas tocó su lira de oro, cuando cesaron los tormentos de los culpables. ¡O Sisifo! [22] detúvose el peñasco que estabas condenado á rodar.... Yxion, tú reposaste sobre la rueda de afiladas cuchillas.... Las furias quedaron inmóviles en sus lechos de hierro, y las serpientes que ceñian sus sienes, levantaron las cabezas para escucharte mejor.

V.

«A nombre de los rios, cuyas aguas corren sin cesar.... á nombre de los perfumes que exhalan las flores de los campos Elíseos.... á nombre de aquellas dichosas almas, que se deleitan en las esmaltadas praderas de arrayan, ó bajo de agradables emparrados de amaranto.... á nombre de los héroes, cuyas sombras se complacen aun en distinguirse por el brillo de sus armas.... á nombre de todos los jóvenes amantes, que bus­can la soledad en los bosques de mírtos, apiadaos ¡ó dioses infernales! de mi desgracia. Volved á la vida mi cara Eurídice.... permitid que su esposo la saque de esta morada, ó que quede con ella en vuestro imperio.„

Esta fue la súplica de Orfeo. Las bóvedas del Tártaro resonaron con los sonidoe de su lira, y las orillas del Flegetonte, y del Cocito [23] repitieron sus ecos.

La severa Proserpina [24] se sintió movida de compasion, y le concedió el objeto á que iban dirigidos sus votos.

De este modo, ayudada de la armonía, la ternura conyugal triunfó del Erebo y la muerte, obligándoles á volver una presa que por un decreto del destino estaba encerrada en una mansion circundada nueve veces por las aguas de la negra Stigia [25].

VI.

Pero ¡ah! el amante, antes del tiempo señalado por las deidades infernales, vuelve los ojos sobre su cara esposa.... ¡Infeliz! ella vuelve á sumergirme en el averno, muriendo una segunda vez para su esposo y libertador.

Cantor de Tracia, ¿cómo podrás tú otra vez, mover á compasion los corazones de las crueles Euménides? [26] Tu imprudencia te ha causado la pérdida de Eurídice; pero yo no te culpo, á no ser que sea un crimen el amar.

Solitario, é ignorado del resto de los mortales, Orfeo recorre las riberas del Tánais [27], y los helados paises de la Scithia, llamando con una voz dolorosa la sombra de aquella que ya ha perdido para siempre.

Pero ¿qué oigo? El Ródope [28] resuena con los gritos espantosos que despiden las Bacantes [29]. ¡Ah! Orfeo espira víctima de su furor, y el nombre de Eurídice es el ûltimo que pronuncian sus labios. Eurídice repiten los ecos de los bosques y de los rios, y Eurídice las rocas y los huecos de las montañas.

VII.

La música solamente calma las penas mas violentas.... ablanda el rigor de la suerte, apacigua los dolores mas crueles, templa la desesperacion y el furor, aumenta nuestras alegrías sobre la tierra, y nos causa un gusto anticipado de las felicidades celestes.

La divina Cecilia ha hecho la experiencia de esta verdad, consagrando los nobles sonidos de los órganos á la alabanza de su criador. Cuando sus ecos acompañados de sonoras voces resuenan en las bóvedas de los templos, causan en el alma un éxtasis semejante al de los bienaventurados, y los mismos ángeles prestan los oidos para escucharlos.

Poetas, cesad en adelante de ensalzar el poder de Orfeo en ablandar las deidades infernales. Cecilia es mas poderosa que él, pues si Orfeo pudo con su armonía sacar una sombra del Averno, Cecilia ha encontrado el arte de elevar el alma hasta las regiones del Empíreo.










EL MESÍAS.




ÉGLOGA SAGRADA

á imitación del POLLION de Virgilio.




Entonad el cántico, hijas de Jerusalen, y que vuestros acentos correspondan a la gravedad del asunto. Las cristalinas fuentes, la sombra de los bosques, las delicias del Pindo, y el trato de las Aónides, perdieron ya para mi sus atractivos.... ¡O tú, que con una ascua del altar purificaste los labios de Isaïas, dígnate animar mis débiles acentos!

Una vírgen concebirá y dará á luz un niño.... De la familia de David brotará un renuevo, cuya flor sagrada esparcirá los mas suaves olores.... El espíritu celestial agitará sus hojas, y la paloma mística bajará á colocarse sobre su copa. Reyne en todas partes un profundo silencio, y vosotros cielos, derramad sobre mí vuestro suave rocío.

La planta saludable dará fuerza á las débiles.... proporcionará la salud á los enfermos.... concederá un abrigo contra las tempestades, y una apacible sombra contra los rigores del calor. Todos los crímenes cesarán, y serán vanas las asechanzas del envejecido fraude.... aparecerá la Justicia, armada de la fiel balanza.... la paz extenderá por todo el universo su ramo de oliva, y la inocencia vestida de blanco, volverá de los cielos. Apresurad vuestro curso, rápidos años, y dejad parecer el dia del Eterno.

Ven, divino niño... ven... toda la naturaleza te ofrece á porfia las primicias de sus producciones, y los mas deliciosos olores de la primavera. Los árboles elevados del Líbano inclinan ya sus copas, y las selvas saltan de regocijo semejantes al ligero cervatillo.... Nubes de incienso se elevan de Saron, y la floride cumbre del Carmelo embalsama los aires.

¡Qué grito de alegría ha resonado en el desierto!.... Hijas de Jerusalen, extended ramos y plantas sobre el camino.... Un Dios, un Dios viene.... Las colinas, y los peñascos repiten un Dios, un Dios viene.... ¡O tierra! de la mansion celeste ea de donde tû recibes este precioso don. Montañas, inclinad vuestras moles.... Cedros, humillaos, para rendirle veneraciones... Rios, regocijaos, y suspended vuestres corrientes. El Salvador viene.... aquel Salvador anunciado por antiguos oráculos. Sordos, escuchadle.... él dará á vuestros oidos el sonido y la armonía. Ciegos, miradle... él abrirá vuestros ojos á la luz. El impedido recobrará su antigua ligereza, y la lengua del mudo cantará en alabanza de su bienhechor.

Cesasán los suspíros, y se calmará el llanto de los mortales.... La muerte se verá ligada con cadenas de hierro, y el tirano del infierno temblará, despojado de su imperio.

Del mismo modo que un pastor que conduce su rebaño á que respire el aire puro de los floridos valles; que reune sus ovejas descarriadas; que no las pierde de vista durante el dia, y vela de noche en su seguridad; que alimenta con su mano los tiernos corderos, y les comunica el calor de su seno, así el gran Pastor tendrá cuidado y compasion del género humano.

Ninguna nacion levantará la espada contra otra.... la cruel guerra no desolará mas nuestros campos, ni el sonido de la marcial trompeta excitará en adelante el furor del guerrero. Las lanzas, haciéndose inútiles, serán encorvadas para que sirvan de hoces, y el ancho cuchillo colocado en el arado, abrirá profundos surcos en la tierra.

La tranquilidad reynará por siempre entre los vasallos del Rey de la paz, pasando pacíficamente sus dias á la sombra de sus viñas, y recogiendo la cosecha la misma mano que la sembró. Verá el pastor con una admiracion mezclada de alegría brotar los lirios, y cubrirse repentînamente de verdura los sitios estériles. Oirá de improviso correr cristalinos arroyos en un árido desierto, y los horadados peñascos, guarida de las fieras, poblarse de pájaros de un canto armonioso. Los valles, donde no macen mas que abrojos, producirán pinos y fértiles olivos, remplazando las tiernas palmeras los arbolillos deshojados, y los olorosos mírtos las plantas venenosas. Pacerán los corderos á la par de los carnívoros lobos, las jóvenes zagalas conducirán el tígre atado con una guirnalda de flores; el leon comerá con el toro en el mismo pesebre, y las serpientes lamerán los pies del pasagero. El niño acabado de despechar, acariciará sonriendo la víbora y el basilisco, y encantado de sus vivos colores, jugará con su lengua puntiaguda.

Jerusalen, levanta orgullosamente tu cabeza. Mira tus plazas cubiertas de gente, suspirando por la llegada de tan dichoso dia... Mira las naciones extrangeras de la alianza avanzarse ácia tus puertas, marchar á tu resplandor, y doblar las rodillas en tu templo. Mira tus magestuosos altares, cubiertos del incienso de Sobá, rodeados de Reyes prosternados.

Por tí es, oh Sion, por quien las selvas de Idumea exhalan sus suaves olores, y brilla el oro en las montañas de Ophir. Mira la bóveda respladeciente de los cielos abrirse para inundarte de su luz.

El sol saliente no durará ya por tí el alba de la mañana, ni comunicará á la luna su plateado resplandor, pues se disolverá en rayos mas vivos que los suyos, y aquel que es la misma luz, será el sol que te alumbre para siempre.

Podrá suceder que se agoten las aguas de los inmensos mares, que los cielos se disipen en humo, y que las montañas se derritan; pero las promesas del Mesías, su poder, y su trono augusto, durarán eternamente.










LA SELVA DE WINDSOR.





Canto los bosques, y los floridos valles de Windsor, mansion de musas y de Reyes.

Ninfas, que honrais con vuestra presencia estos sitios deliciosos, admitidme en vuestros encantadores asilos, y abrid en mi favor los sagrados manantiales de vuestra melodía. Y vosotras, diosas, que os dignais inspirar a simples pastores, ayudadme, y prestadme vuestra proteccion. Granwille me manda que cante, aquel Granwille á quien ninguna de las musas ha reusado jamas sus favores. Los bosques deliciosos de Eden, que hace tanto tiempo que no existen, conservan aún todos sus atractivos por la virtud mágica de tus versos. ¡Ah! ¿por qué no tienen los mios el mismo poder? Bosque de Windsor, yo los emplearía en inmortalizar vuestra hermosura.

Las colinas, los valles y campos, donde la vista quede agradablemente limitada; las dilatadas llanuras, en donde se extiende inmensamente el agua; la tierra.... todos estos objetos están mezclados unos con otros, no para hacerse la guerra como en el seno del Caos, sino para formar un conjunto admirable, semejante al todo, que componen las cosas mas diferentes del universo.

Por un lado se ven bosques, que forman una escena pintoresca y variada, interceptando por unas partes y dejando pasar por otras la claridad del dia, asemejándose á una pastora, que enternecida por los discursos de su amante, ni cede, ni resiste enteramente á sus deseos. Por otro se ven grandes claros, en donde solo hay plantados algunos árboles que parece que temen que sus sombras se toquen unas con otras. Aquí el oscuro color de las llanuras se va esclareciendo á medida que se las mira, y mas allá se pierden las montañas azuladas en las nubes. El brezo [30] ostenta casi en todos los sitios su color de púrpura, y los campos de trigo recien nacido en parages áridos, parecen otras tantas islas en medio de los mares.

Las plantas mas ponderadas de las Indias, y los árboles que destilan el bálsamo y el ambar, no deben excitar nuestra envidia, mientras que tengamos nosotros encinas, que contribuyan á nuestro comercio, y á hacernos soberanos de los mares. La cima orgullosa del Olimpo no ha presentado jamas un espectáculo tan encantador, como el que ofrecen aqui nuestras humildes colinas, cuyas fértiles cumbres reunen todos los favores de los dioses. Pan hace en ellas pacer sus ganados: Pomona les prodiga sus frutos, y las flores nacen bajo las plantes de la diosa; y las dotadas espigas se inclinan, como para manifestar que consienten en ser cortadas por la mano del segador. La industria, madre de la riqueza, sonrie á la vista de las tierras cultivadas, y presta el oido á la voz de la paz y de la prosperidad, que dice: Ana reyna en estos lugares................

¡O vosotros, cuya aficion por la caza está ayudada del fuego de la juventud, venid á visitar estas colinas y estos bosques! Ya el otoño ha templado los rayos abrasadores del sol, y la perdiz viene á coger los granos que han caido de la espiga al tiempo de segarla. Ya el perdiguero guiado por su aficion se adelanta al cazador, recorre olfateando cuidadoso los surcos y las matas, y advertido por el viento se acuesta y fija su presa, hasta que la envuelve una red diestramente tendida.

Admirad el fino olfato de aquel lebrel, que hace saltar un faisan de entre el espeso ramage de un árbol. El pájaro se remonta ácia las nubes con un vuelo triunfante, y parece que insulta la vana persecucion de su enemigo; pero ¡ah! su alegría fue de corta duracion: le alcanza el plomo destructor, cae, se agita y muere revoloteando. ¿De qué le sirven ya sus variados y resplandecientes colores, su cresta de color de púrpura, el bello círculo que hermosea sus ojos, el verde brillante de sus plumas, sus pintadas alas, ni su dorado pecho?

Los campos y los bosques tienen otros adornos, cuando el lluvioso Arturo cubre el cielo de densas nubes. Entónces los galgos corredores persiguen la tímida liebre, la que al fin, despues de haber agotado todas sus astucias, es cogida y despedazada. De este modo, los animales hechos por las lecciones de los hombres enemigos unos de otros, aprenden los medios de destruirse mútuamente.

En la sazon que la nieve blanquea los bosques despojados de su verdor, el cazador armado con su escopeta recorre los parages húmedos en que habita la perdiz solitaria, ó aquellos en que los árboles despojados sirven de asilo á la incauta paloma, y dirigiendo la puntería del empavonado cañon, derriba ya la ave fria que atraviesa ligeramente la pradera, y ya la alondra que se remonta en los aires.

A la vuelta de la primavera, el pescador amigo del silencio recorre las orillas de los rios, y elige un sitio á propósito para arrojar su caña. La esperanza fixa su vista, y le hace observar con ojo atento si el corcho se sumerge, y si la caña se pliega al esfuerzo del pez que arrastra el anzuelo engañador.

Despues, cuando el carro del sol parece querer detenerse en el ardiente signo de Cancer, el cazador se aposta en una de las avenidas del bosque, y antes de hacer saltar el ligero ciervo, acaricia al sabueso, que debe poner los demas perros sobre el rastro.

Si le era permitido á la antigua Arcadia decantar la hermosura de sus floridas llanuras, que la hija de Latona [31] se deleitaba en recorrer, tú, oh Windsor, disfrutas de la misma ventaja. Tu divinidad tutelar es una grande reyna, cuyo esplendor no cede al de Diana, y que como ella extiende á lo léjos su imperio sobre las ondas de los mares. Esta diosa, dicen que prefirió en otro tiempo la mansion de tus bosques á la florida cumbre de Cinthia. Se la vió frecuentemente, seguida de sus ninfas, atravesar tus sendas con rápido paso, algunas veces reposarse sobre los bordes de una clara fuente, en medio de tus valles solitarios.

Una de ellas llamada Lódona, hija del Dios del Támesis, era célebre por su hermosura. Mi musa va á cantar suerte de Lódona. Todos hubieran tenido á la ninfa por la misma Diana, si el brillante esplendor de la diosa, y su resplandeciente media luna, no la hubiesen hecho distinguir. Lódona, insensible á las alabanzas que tributaban á su hermosura, parecia ignorar sus propios atractivos, y no conocía otro placer que el de herir un gamo en lo mas rápido de su carrera.

Un dia que la ninfa, el arco sobre el hombro, y los cabellos ceñidos con una guirnalda de rosas, se extravió en la espesura de los bosques, Pan la vió, y abrasándose su corazon en un fuego amoroso, corre precipitadamente ácia ella. La huida de la ninfa anima al dios, y su ardor redobla la ligereza de la ninfa. El vuelo de la tímida paloma, que rompe los aires acosada del gavilan, no iguala la carrera de Lódona huyendo de un amante odioso. Asegurada por el ruido de sus pasos, que su perseguidor está inmediato, la sangre se le hiela de horror. Ya ve junto á sus pies la sombra de Pan, alargada por la caida del sol, y ya oye su respiracion agitada. En vano implora la ninfa la proteccion de su padre.... el Dios la alcanza, le echa los brazos al cuello, y la detiene.

Lódona desconsolada pronuncia estas palabras interrumpidas por el miedo.... «¡O Diana! yo he abandonado mis campiñas.... concédeme que vaya á llorar mi falta á los lugares que me vieron nacer.» Dixo la ninfa, y rompiendo en lágrimas se disuelve poco á poco, convirtiéndose en una onda plateada. Conserva ésta su primera frialdad, y llevando siempre el nombre de Lódona, riega los bosques en que la ninfa se complacía en cazar otras veces.

Diana se baña frecuentemente en sus puras corrientes aumentándolas con sus lágrimas, cuando se acuerda de la triste suerte de su compañera. Sus aguas corren blandamente, y dejando con dolor los sitios mas agradables de la tierra, van á perderse en el seno del Támesis.

¡O rio favorecido del cielo! ¡y cuan glorioso es tu destino! Tú contemplas con una altivez mezclada de alegría las encinas magestuosas que cubren tus orillas, y nos aseguran la soberanía del Océano. Entre todos los tributos que Neptuno recibe, no hay ninguno mas crecido que el que tú le pagas. No hay mar mas caudaloso que tú, ni rio cuyas riberas sean mas agradables, ni lago mas profundo, ni fuente cuyas aguas sean mas puras y cristalinas. El Pó, tan decantado por los poetas, no ve en toda la extension de su curso parages tan encantadores como los que tú bañas atravesando la Selva de Windsor, ni los astros del Empíreo tienen tanto brillo como las deidades que habitan tus riberas. Si Júpiter se volviese á abrasar en amor por una mortal, elegiría para su mansion otro monte que el Olimpo.

Dichoso aquel que colmado de los favores de su Soberana, se ve amado de sus conciudadanos, y prefiriendo una alegría secreta á una aparente felicidad se dedica al trato de las musas á la sombra de los bosques, dividiendo sus ociosos momentos entre el ejercicio, el estudio, y la tranquilidad.

Por este medio, y con el socorro de las plantas medicinales que él mismo ha cogido con su mano, asegura una larga salud, y con el auxilio de la química, encuentra los medios de aumentar la virtud de los minerales, y los perfumes de las flores.

Unas veces, estudiando el curso de los astros, se sorprende á la vista de tantos mundos diferentes, ó agotando el rico tesoro de antiguos escritos, transporta su entendimiento á los pasados tiempos: otras recorre pensativo y con incierto paso los lugares consagrados al silencio, llenando los deberes de un hombre bueno y sabio; y guardando un justo medio entre los dos extremos, está de acuerdo consigo mismo, piensa sin cesar en su fin postrero: ó bien, dirigiendo ácia los cielos sus miradas, levanta su alma inmortal ácia el Criador, reconoce su mansion celeste, y anhela la felicidad de gozar la bienaventuranza.

¡O vosotras, musas! que me habeis hecho disfrutar las mayores delicias, transportadme á alguno de estos retiros sombríos, donde reyna el silencio y la soledad, ó á las pacíficas riberas del caudaloso Támesis. Ya me parece que miro sus verdes y solitarios bosques, y que resuenan en mis oidos los ecos de una lira. Esta dulce ilusion me transporta á los sitios en que Denham entonó por primera vez sus cantos magestuosos á los dioses campestres, y aquellos en que Cowley con su muerte cesó de encantar sus oidos.

A la vista de las tristes exêquias de este favorito de Apolo, el Támesis bañó sus riberas con lágrimas, los cisnes que habitan sus aguas entonaron su fúnebre canto, y las musas suspendieron sus liras silenciosas á los sauces que cubren sus orillas.

¡Cruel muerte! tú has condenado al silencio las voces encantadoras de Denham y Cowley.... ¿Quién podrá en adelante... Pero, ¿qué oigo? Las selvas parecen resonar con ecos de alegría. ¿Volve­rán á vivir? ¿ó es acaso Granwille, que canta? Tú eres, sí, oh Granwille, el que debes en adelante dar nuevo encanto á nuestros retiros, restablecer las musas en su antigua morada, ensalzar hasta los cielos las colinas de Windsor, y describir la belleza de sus valles, cubiertos siempre de un verde renaciente.

Aquí su rey, el Granwille de tiempos pasados, ofreció sacrificios á las castas hermanas, y su pluma y su lanza triunfaron igualmente del olvido. Tan propio para encantar los oidos de la parte mas bella del género humano, como para combatir los enemigos de su patria, fue victorioso en los campos de Marte, y no cantó jamas sin que las gracias hubiesen templado su lira.

¡Que no sean mis acentos bastante armoniosos para celebrar las alabanzas de los héroes, de que Windsor fue la tierra natal, y el asilo de sus sepulcros! ¡Ah! Yo cantaria entónces las hazañas inmortales de Eduardo, su carro de triunfo, tirado por Príncipes encadenados, y la victoria ciñendo sus sienes de laureles en los campos de Creci.

Otros ecos mas dulces que los mios deben cantar la triste y lastimosa suerte de Enrique, que sobrevivió á su poder; pero ¡ah! el mármol solo debe inmortalizar el trágico fin de un Rey sacrificado por su pueblo. Eduardo, en otro tiempo tan temido, reposa al lado de su tumba, y otros Príncipes cuya ambicion era ilimitada yacen tambien en estrechos sepulcros, morada en donde los grandes encuentran su reposo, y en la que las cenizas del esclavo se mezclan con las del su tirano.

Que sea célebre para la posteridad el monumento de Cárlos, aunque el sitio donde está colocado sea obscuro, y la losa que le cubre no esté adornada de blasones, ni epitafio. ¡Atentado horrible! En vano quisiste, oh Albion, borrar con tus lágrimas una mancha tan negra. Ya ha visto tus hijos arrebatados por un contagio destructor, y tus templos devorados por las llamas. Ya has experimentado las resultas de una guerra intestina, y has visto tus guerreros cubiertos de deshonrosas cicatrices, y tus ejércitos de acciones poco gloriosa. En fin, Ana dijo: que cese la discordia; y al instante apareció la paz.

En este dichoso momento al Támesis sacó de debajo de sus ondas su cabeza venerable... Sus cabellos goteaban, y el resplandor de su media luna doraba la corriente. La estatua de la augusta reyna de Albion adornaba sus riberas, y sus hermanos hijos del mar colocados al rededor de su trono, le pagaban un abundante tributo. El Dios apareció cubierto de un manto de color de verdemar, que los vientos hacian flotar de una parte á otra. Volvió al instante sus ojos sobre las floridas colinas de Windsor, y despues prorrumpió así: (los vientos callaron, y las aguas cesaron de correr) "yo te saludo divina paz, que hace tanto tiempo espero con anhelo, para que eleves mi gloria hasta los cielos: que la soberbia Roma inmortalice su decantado Tiber.... que el Hermo sea un manantial de oro inagotable.... que el Nilo, cuyo origen se forma en las nubes, alimente con sus aguas fecundas inmensidad de reinos. Mi fama absorverá el nombre de estos rios, borrándolos del templo de la memoria, del mismo modo que hace el mar con sus precipitadas corrientes; y mientras que les riberas del Volga se verán cubiertas de armados escuadrones, y brillen en las aguas del Rhin las lanzas de los ejércitos dispuestos á combatir, y aun un tropel de esclavos armados recorra las orillas del Ganges, yo disfrutaré las dulzuras de un reynado pacífico. Mis hijos no teñirán mas con su sangre las doradas arenas del Ebro, ni las olas espumosas del Danubio: el pastor conducirá su rebaño tranquilamente á lo largo de mis orillas, y recogerá la cosecha la misma mano que la sembró. Cesará de oírse el estruendo de la trompeta guerrera, y no se derramará mas sangre que la de los animales. Ya miro flotar en mis aguas inmensos navíos, y contemplo con placer las cúpulas de los nuevos templos, obras sagradas de la paz, que hermosean la soberana de las ciudades. La mitad de tus árboles, oh Windsor, la mas bella selva del universo, vá á convertirse en buques, cuyos cañonazos hagan resonar el nombre da Albion en los lugares donde nace la aurora, y que atravesando los helados mares á la luz de los fuegos, que rodean el polo Glacial, y guiados por el resplandor de nuevos astros, alzarán sus velas hinchadas de un viento aromático en los climas mas retirados del mediodia.

Para mis hijos es para quien los árboles destilan lágrimas de bálsamo y de ambar, el coral toma un encendido color, y brilla el encarnado rubí. Para mis hijos nacerán las perlas en el seno del Océano, y las minas de oro descubrirán sus dilatadas betas.

Ya llega el tiempo en que libres como los vientos y los mares, las olas de Támesis corran por las llanuras de toda la tierra. Los extremos del universo contemplarán con envidia nuestra gloria, y los habitantes del nuevo mundo admirarán nuestra grandeza. Buques de una extraña construccion vendrán á navegar sobre mis aguas, y pueblos adornados de plumas cubrirán mis riberas, y admirarán nuestro color, nuestro idioma, nuestros trages, y nuestras costumbres.

Divina paz, extiende tu reinado desde un­ estremo al otro de la tierra. No consientas que haya en adelante ni esclavos, ni conquistadores, y permite que el Indio viva dichoso en los bosques que le vieron nacer. Destierra del mundo la discordia, y confínala para siempre en los abismos del Averno, en donde la acompañen el orgullo, el terror y la ambicion. Haz que la envidia se vea despedazada por sus mismas serpientes, que el espíritu de rebelion vuelva su rabia contra sí mismo, y que las furias no apaguen la sed de sangre que las devora."

Pero, ¿adonde me extravía un ardor insensato? Tú solo, oh Granwille, eres el que debes penetrar en la asamblea de los dioses, y describir con acentos nobles y armoniosos el destino glorioso de Albion. Mientras que crecen las verdes ramas, que son el símbolo de la paz, y ésta reparte sus favores á manos llenas, musa no se ocupará en otra cosa que en pintar la hermosura de las verdes selvas y de las llanuras deliciosas; y si aún se abriga en mi pecho alguna ambicion, ésta se limita á agradar con mis canciones á los pastores de estos valles.

Dichoso yo por haber sido el primero que he hecho llegar á sus oidos rústicas canciones, y cantos pastoriles.








  1. Támesis, famoso rio de Inglaterra.
  2. Teócrito, célebre por sus Idilios.
  3. Albion, antiguo nombre de Inglaterra.
  4. El Lord Lansdowne, famoso poeta ingles.
  5. Pactole.
  6. Alude á la encina en cuyo tronco estuvo Cárlos II oculto de sus perseguidores despues de la batalla de Worcester.
    No he querido variar las palabras de la traduccion francesa en la expresion de produce Reyes, porque tomadas metafóricamente, expresan con perfeccion el sentido que el autor se propuso demostrar en este lugar, pues puede decirse que la encina produjo á Cárlos II, por cuanto le salvó la vida, que irremediablemente hubiera perdido si hubiese caido en manos de sus enemigos.
  7. Alude al cardo, divisa de los monarcas de Escocia establecida por la reyna Ana, puesta en parangon con la flor de Lis, que son las armas de Francia. Bajo esta ingeniosa alegoría ensalza Pope la grandeza de Inglaterra sobre la de Francia.
  8. Nayades, ninfas de las aguas, que los poetas fingen ser hijas de Achelóo, hijo de Thetis, á quien Hércules transformó en rio.
  9. Syrio, la estrella mayor de la constelacion llamada Canícula.
  10. Caramillo, instrumento músico pastoril.
  11. Sátiros, sacerdotes de Baco.
  12. Pan, Dios de los pastores.
  13. Ceres, inventora y Diosa de la agricultura.
  14. Arcturo, lo mismo que el carro segun los astrónomos.
  15. Dríadas, ninfas que presidian en las florestas y en los prados.
  16. Silvanos, presidian en los bosques como las Dríadas.
  17. La ninfa Eco.
  18. Filomela: fue convertida en ruiseñor.
  19. Orion: una de las diez y seis constelaciones celestes, que llaman australes.
  20. Orfeo.
  21. Tártaro: este nombre daban los gentiles al infierno.
  22. Sisifo: insigne ladron, condenado á subir un enorme peñasco hasta la cumbre de un monte elevado, el cual así que llegaba á lo alto, volvia á caer á la profundidad, y Sisifo comenzaba de nuevo su trabajo.
  23. Rios del infierno.
  24. Proserpina; esposa de Pluton, y reyna de los infiernos.
  25. Stigia: rio del infierno, cuyas aguas mortíferas formaban nueve giros al rededor del Tártaro.
  26. Euménides, furias infernales.
  27. Tánais, rio de la Scithia.
  28. Ródope, monte elevadísimo de Tracia.
  29. Bacantes: sacerdotisas de Baco: celebraban en su honor unas fiestas llamadas Orgias, y en unas de estas fue donde despedazaron á Orfeo.
  30. Brezo: arbusto.
  31. Diana.