Canto a Honorato Vázquez

Canto a Honorato Vázquez
de Miguel Moreno Ordóñez


¡Qué de cantos se principian
para no ser terminados,
porque se entristece el alma
y el corazón desmayado
las alas pliega, cual madre
que agotó todo su llanto!
Tú lo entiendes, lo has sentido,
y dices muy bien, hermano:
«Son como telas de araña
esos inconclusos cantos».


He visto a ese insecto humilde
comenzar con entusiasmo
la red que darle podría
el sustento y el descanso,
y he visto luego a una mosca
venir y pasar volando,
y echar por tierra a la obrera
con su esperanza y trabajo.
Así nacen y así mueren
los pobres cantos de un bardo...
También una tela urdimos
con nuestros sueños dorados,
y en largas horas de insomnio
pasa la mente escuchando
los ritmos y las cadencias
de un canto, ¡qué hermoso canto!
Pero viene la alborada,
y anhelosos despertamos,
ansiando vuelvan los sones
de ese cántico soñado...


Repite, ¡oh, ardiente musa!,
los sublimes arrebatos
y las pausas deliciosas
y los sollozos ahogados...
y por la cláusula ardiente
del idioma soberano,
sepa el mundo lo que sueño,
sepa el mundo lo que canto...


Y ¡nada!, nada, ¡Dios mío!,
tan sólo silencio amargo
del corazón casi muerto
en el lúgubre santuario.
Y, como moscas errantes,
llegan fúnebres zumbando
algunos recuerdos tristes
que revuelan solitarios
al rededor del cadáver
de algún amor olvidado...
Ya de una esperanza muerta
se ve el sepulcro lejano;
ya los restos de un afecto
que en la alma se están velando...
¡Ay! El corazón entonces,
lo sabes muy bien, hermano,
¡cuánta sangre en vano vierte,
cuánto lucha, gime cuánto!
Y ¿al fin?... Al fin sólo queda,
en medio de un fondo blanco,
algún título pomposo,
renglones medio borrados,
caminos por donde ha ido
el corazón como a saltos,
quizá una lágrima tierna,
gota de hiel o de bálsamo
con que piadosos ungimos
las cenizas del pasado...
¡Se descubre en esas líneas
una herida que hace años
se cerró, y a cuya vista
huye el alma con espanto!
¡Se escucha el eco perdido
de un tiempo hermoso y lejano,
se escucha ardiente reproche
a un ser que está perdonado!
¡Fugaces telas de araña,
pobres cantos, tristes cantos,
tesoro que los poetas
tienen en su alma guardado;
niños que en el vientre mueren
de sus madres; cuánto, cuánto
de dolor traen al pecho
y a los ojos lloro amargo!...
Esos cantos de otro tiempo
acaba, dices.


¡Hermano,
pide también que a la vida
vuelvan los sueños pasados;
que se recoja de nuevo
todo el llanto derramado,
que se fundan, que se junten
del corazón los pedazos!...