Cantata epitalámica
AMOR
Numen que el mundo adora y aborrece,
Himeneo tirano,
destructor inhumano
de la hermosura que mi imperio ofrece,
¿qué te conduce aquí? ¿Tornas de nuevo
con tu falaz promesa
de falsas alegrías,
de caducos placeres,
y de las ninfas mías
la más hermosa arrebatarme quieres?
Alado cefirillo,
yo haré que eternas, espirando olores,
vivan las gayas flores
de ese pensil donde contento vagas,
si vuelas hoy al bárbaro Himeneo
y el ala bates y la antorcha apagas
que entre sus manos agitarse veo.
Terrible Dios, ¡piedad! Esa Filena
es la columna del imperio mío:
su palpitante pecho es la azucena
donde oculto me río
acechando rebeldes corazones
que hieren mis arpones
y rindo por despojos
a la celeste lumbre de sus ojos.
¿Has visto al huracán enfurecido,
que con bramido ronco
en el vergel florido
abate el verde tronco
que sustentaba ufano
tres hermosos claveles?
Pues tú, numen tirano,
tú eres el huracán de mis vergeles,
tú destrozas mis flores,
tú dejas ¡ay! el mundo sin amores.
Tente, importuna Aurora,
funesta precursora
del malhadado día;
tente, no alumbres la desdicha mía.
Contempla de tu esposa,
feliz Titón, la cándida hermosura;
no permitas que parta presurosa,
y con amantes lazos
estréchala en tus brazos;
nadie sus quejas alzará al Olimpo;
que cuando asoma a la afligida tierra,
su antorcha alumbra sólo
rencor y llanto y dolo,
y negro crimen, y sangrienta guerra.
¡Inútil demandar! Por el Oriente
la pérfida, anunciando el triste día,
muestra su faz riente.
¡Oh desventura mía!
¡Es ella, sí!... Ni escucha mis gemidos,
ni le duele mi pena...
¡Lució! ¡Lució! -Funesto en mis oídos
el canto epitalámico resuena.
¡Adiós, crudo Himeneo!
Yo parto: vendrá un día
en que la ausencia mía
despierte tu dolor.
Que nunca a tus esposos
darás dulces instantes,
si no los hace amantes
la flecha del Amor.
HIMENEO
Bellas ninfas del patrio Manzanares,
a Himeneo cantad. -La linda Aurora,
de los tranquilos mares desprendida,
se alza al Olimpo ya, y al Dios del rayo
del nuevo Sol anuncia la salida.
¡Sol de Himeneo, ven! Tu inmensa llama
del enlace dichoso
digna antorcha será: tu lumbre pura
que el universo llena
refleje de Filena
la cándida hermosura.
El sí pronuncia; y de carmín bañada
la nieve de su frente,
dirige su mirada
placentera, inocente,
al esposo felice,
y «tuya soy» le dice.
En sus amantes brazos se reclina,
y al beso conyugal modesta ofrece
la púdica mejilla ruborosa,
como al soplo del céfiro se mece
sobre tallo gentil purpúrea rosa.
No apagues la pura llama
que en su corazón ardía,
si tú la victoria mía
quieres, Amor, coronar.
Guarda benigno en su pecho
de tu dulce fuego un rayo,
como alumbra el sol de mayo,
que brilla sin abrasar.
AMOR
¿A qué me llamas? De tu triunfo goza,
y gózate en mi duelo;
que yo al regazo de mi madre vuelo.
HIMENEO
¡Yo en tu duelo gozar! ¡Yo que mi triunfo
a coronar te llamo!
¿Qué es sin ti mi poder? ¿Qué es Himeneo
si en torno Amor no vuela?
¡Raudal fecundo que el invierno hiela!
Mil veces de tus ninfas
dispuse a mi placer; ¡en cuántos pechos
arde la dulce llama
de conyugal amor, y de tu templo
por siempre los robé! Nunca en tu rostro
el llanto ni la pena...
AMOR
¡Ay que no me robabas a Filena!
el lindo pie de Amira,
cuando en la danza volador giraba,
un corazón me daba;
los ojos de Glicera,
cuando vivas centellas despedían,
un pecho me rendían;
el cabello de Lesbia,
cuando al soplo del céfiro ondeaba,
un alma me entregaba;
mas ¡ay! en mi Filena
el talle, el pie, los ojos, el cabello,
todos eran arpones,
todos me cautivaban corazones.
¡Tirano! ¡Y tú me robas
la que más triunfos a mi imperio daba!
¡Adiós! En esta encina
el arco inútil colgaré y la aljaba.
Yo parto: Amor ausente
la rosa virginal de su inocencia
no verá deshojar...
HIMENEO
Amor, detente.
Cuelga a tus hombros la dorada aljaba,
vuelve a empuñar el arco omnipotente.
No cual ciego imaginas
tu imperio feneció. La vista torna:
mis ninfas peregrinas
tus leyes obedecen,
y a las agudas puntas de tus flechas
el inocente corazón ofrecen.
Y crecerá tu imperio. -De Filena
el escondido porvenir dudoso
yo en las obscuras páginas he visto
del destino inmutable y misterioso.
Larga prole de hermosas dar promete
a su materno amor: que tuyas sean;
para ti crecerán, en hermosura
iguales a Filena,
de candor, de virtud, de gracia ejemplo;
y en sazonado fruto
yo cien Filenas te daré en tributo
por una sola que robé a tu templo.
Injusto dios vendado,
de este modo Himeneo
la ruina de tu imperio ha decretado.
¿Has visto al huracán enfurecido
arrebatar bramando
la rosa nacarada,
honor de la pradera,
del ámbar perfumada
aliento de la dulce primavera?
La roba, sí; mas por el blando suelo
sus pétalos derrama,
y al punto brota la fecunda tierra;
y el campo engalanado
así cien flores goza
por una flor que el huracán destroza.
AMOR
¿Qué flor en mis vergeles
igualará a la flor que tú me robas?
Mi poder acabó: rebelde el mundo
burlará mi cadena.
Mortales, respirad: perdí a Filena.
HIMENEO
No la perdiste, Amor. -Si es tu deseo
sólo flechar incautos corazones,
no la perdiste, Amor.
AMOR
¡Habla, Himeneo!
HIMENEO
Nuestro poder unamos
y de Filena hermosa
el tormento y placer del mundo hagamos.
Yo su mirada artera,
su sonrisa hechicera,
su habla encantadora,
su mano de marfil, su pie gallardo,
te cedo desde ahora:
sólo su corazón para mí guardo.
Escóndete en la nieve de su pecho,
asesta tus arpones,
cautiva corazones:
cien amantes heridos
adórenla rendidos;
y a la virtud ligada
por mágica cadena,
a su esposo no más ame Filena.
AMOR
Ven, hermano de Amor, ven a mis brazos.
¡Oh dicha inesperada!
¿Qué otra victoria a mi poder agrada?
Herir sin ser herida
es de mis ninfas ley: ame en buen hora
a su feliz esposo;
que a mí me basta, oculto entre los rizos
de su negro cabello,
o en los hoyuelos de su dulce risa,
ostentar mi poder flechando el seno
de cien y cien amantes,
que caigan delirantes
a sus plantas rendidos,
y de amor y desdén a un tiempo heridos.
HIMENEO
¡Oh venturosa unión! -Llévense luego
los vientos del olvido
la contienda fatal. -Amor, volemos;
y el tálamo de rosas coronando,
el enlace feliz juntos cantemos.
Bajad, del sacro Olimpo
alados moradores.
AMOR
El lecho orlad de flores,
ministros del amor.
HIMENEO
Goce Filena hermosa
perpetua primavera.
AMOR
Nunca su pecho hiera
la espina del dolor.
HIMENEO
Yo haré que en dulce dicha
correr sus años mire.
AMOR
Yo haré que el orbe admire
su mágica beldad...
HIMENEO
No perderá su talle
la esbelta gentileza.
AMOR
Triunfará su belleza
del tiempo y de la edad.
EL POETA Y tú perdona si mi humilde lira
tu hermosura a cantar y la alta pompa
de tus ilustres bodas hoy se atreve.
Cese ya la ficción: no es a Filena
a quien mi canto suena:
a ti, Señora, que la noble frente
de majestad y de candor ceñida
entre hermosuras tantas,
gloria y adorno de Madrid, levantas,
cual suele en la pradera
cuando a la excelsa nube
alto ciprés entre tomillos sube.
Tu frente, sí, tu frente a quien por alto
misterioso decreto roba el cielo
la diadema esplendente
que de tu grande abuelo
el Sabio Alfonso coronó la frente.
Mas qué digo, insensato. -¿Acaso pudo
el imperio arrancarte?
Natura te le da. -Mira a tus plantas
si la sangre real hierve en tus venas
y te agradan despojos
cuantos te ven, vasallos de tus ojos.