Cantar de los cantares: Capítulo 2 declaración
Prosiguen en el principio de este capítulo el Esposo y la Esposa en su amorosa porfía de loarse el uno al otro cuanto más pueden, y después en el proceso refiere algunas cosas la Esposa, que ya en los pasados días le habían acontecido con su Esposo.
1. "Yo rosa del campo."
Estas palabras están así que se pueden entender indiferentemente del uno de los dos; pero más a propósito es que las diga la Esposa, que, por ser mujer, tiene más licencia para loarse, y que vengan dependientes y hagan una sentencia con lo que acaba de decir en el fin del primer capítulo: "Nuestro lecho florido y nuestra casa de ciprés". Añade: "Yo rosa del campo", por que todo ello convide y persuada más a que el Esposo la ame más y acompañe y en ningún tiempo la deje.
"Yo rosa del campo": la palabra hebrea es jabachélet, que, según los más doctos en aquella lengua, no es cualquiera rosa, sino una cierta especie de ellas en la color negra, pero muy hermosa y de gentil olor. Y viene bien que se compare a ésta, porque, como parece en lo que habemos dicho, la Esposa confiesa de sí que, aunque es hermosa, es morena.
" Azucena de los valles". Esto dice la Esposa del Esposo, como si más claro dijese: «Yo soy rosa del campo, y tú, Esposo mío, lilio del valle». En lo cual muestra cuán bien diga la hermosura del uno con la belleza del otro, y que, como se dice de los desposados, son para en uno; como lo son la rosa y el lilio, que juntos crece la gentileza de entrambos y agradan a la vista y dan olor más que cada uno por sí. Demás que siendo entrambas rústicas flores, cuadra bien la una con la otra, que la una es rosa del campo y la otra lilio de los valles, donde la naturaleza es la hortelana, que por estar el lugar más húmedo, está más fresco y de mejor parecer.
Lo que traducimos azucena o lilio, en el hebreo está sosanot, que quiere decir flor de seis hojas. Cuál sea o cómo se llama acá no está bien averiguado, ni va mucho en ello, y de aquí es que a las veces la llamamos azucena, a las veces alhelí, o violeta.
2. "Como azucena entre espinas."
Muchas veces se ve que una yerba buena crece más cercada de espinas u otras yerbas que si estuviese sola, y esto es lo que se halla por experiencia; y la razón de esto es, lo uno, por natural apetito que las plantas tienen de gozar del sol; y lo otro, que las yerbas circunstantes le hacen sombra al pie y le conservan en frescura y humedad; y de aquí viene a ser mayor su crecimiento. Demás de esto, la flor que nace entre las espinas es tanto más amada y preciada cuanto son más aborrecibles las espinas entre que nace; y de la fealdad de las unas viene a descubrirse más la hermosura de las otras. Presupuesto esto, consiente el Esposo en lo que la Esposa dice de sí misma; y añade tanto más cuanto se echa más de ver y descubre la rosa entre las espinas que entre otras cosas. Así que, en decir esto, no sólo dice ser hermosa como rosa entre otras, sino así hermosa que sola ella es rosa; porque las demás en su comparación parecen espinas.
Lo que dice "entre las hijas", es como decir entre todas las doncellas, por propiedad de aquella lengua, que, cuando pone esta palabra así a solas, habla de las doncellas solas, y que cuando le añade otra, como "hijas de Jerusalén", significa todas las mujeres de aquella tierra, siquiera sean casadas, siquiera sean doncellas. Pues es doncella la Esposa; y de las mujeres las doncellas tienen su hermosura más entera y más hermosa, y entre todas ellas la Esposa es la que vence.
En el espíritu de esta letra digno es de considerar que la Iglesia es rosa entre espinas, y no rosa cultivada y regalada, porque no es obra de los hortelanos del mundo, sino flor que crece y se sustenta por sola la influencia del cielo, como dice San Pablo: «Yo planté y Apolo fue el que regó; pero sólo Dios fue el que os sacó a luz y a crecimiento». Y está cercada de espinas esta rosa por la muchedumbre de las diversas sectas de infidelidad y herejías y supersticiosas creencias que en derredor de ella están, las cuales procuran ahogalla. Pero firme y segura es la promesa del Señor, y entre esos golpes, mientras mayores fueren, tanto más centelleará la luz de la verdad.
3. "Como el manzano entre los árboles silvestres y campesinos."
Tan grande ventaja haces tú a los demás hombres. Hermoso árbol es un manzano lleno de hoja y cargado de fruta; y en esto la Esposa da mayor loor al Esposo del que ella había recibido; que él la comparó a la azucena, que es cosa hermosa, pero de poco o ningún fruto; y el manzano, a que ella le comparó, tiene lo uno y lo otro.
Lleva adelante esta comparación, y como suele un árbol grande y verde, con la hermosura de su fruta y frescura de sus hojas, convidar a los que le ven a reposar debajo de su sombra, deseé, dice, conviene a saber, reposar. "Senteme", esto es, conseguí el fin de mi deseo.
" Y su fruta dulce a mi garganta", en que se declara una posesión entera y perfecta.
Y, como en decir esto tornase a la memoria el tiempo pasado de aquellos sus primeros y más dulces amores, sigue el hilo del pensamiento y cuenta con grandes gracias y blanduras de afectos mucha parte de sus accidentes: la posesión de sí, que le dio el Esposo; cómo ella se le desmayó entre los brazos; los regalos que recibió de él, estando así desmayada, con otras cosas de grande afición, terneza y blandura. Y así dice:
4. "Metiome en la cámara del vino".
Ya dijimos que en el vino se declara en la Escritura todo lo que es deleite y alegría. Así que entrar en la cámara del vino es aposentarse y gozar, no por partes, sino enteramente, de toda el alegría mayor; que, cuanto toca a la Esposa, consistía en los grandes regalos y muestras de entrañable amor que recibía de su Esposo.
Y, por tanto, añade: "la bandera suya en mí, amor". Que se puede sentir en dos maneras: "traer bandera", en la propiedad hebrea, como después veremos, es señalarse alguno y aventajarse en aquello de que se trata; como es señalado el alférez que la lleva entre todos los de aquel escuadrón. Y según esto quiere decir: «enriqueció al Esposo mi alma de alegría, hízola señora de un invencible contento, y esto porque en ninguna cosa quiso señalarse y aventajarse tanto como en amarme».
O digamos, y es lo mejor, que la Esposa diga o dice: «metiome en la bodega del vino y yo le seguí; que como los soldados siguen su bandera, así la bandera que a mí me lleva tras sí y a quien yo sigo es el su amor. De donde se sigue que cualquiera que no está fuera de seso de hombre, ame a quien sabe que le ama, y amándole, que se fíe de él, y fiándose, que se deje llevar sin sospecha y sin recelo por donde el otro quisiere; porque el amor siempre es puerto de la confianza, y el que es amado entiende bien que el que le ama no le lleva sino adonde le cumple para su provecho. Y eso es lo que dice la Esposa, que, sabiendo ella cómo su Esposo la amaba se dejó llevar y guiar de este amor segura; y su Rey y Esposo que la llevaba la metió en la bodega, donde le hizo particulares mercedes y beneficios, que fueron una nueva yesca para acrecentalle el amor; que cierto es que los dones y beneficios, aunque no son causa del nacimiento del verdadero amor todas las veces, a lo menos son parte de su crecimiento, y son como el mantenimiento con que se sustenta y conserva.
5. "Rodeadme de vasos de vino."
La flaqueza del corazón humano no tiene fuerzas para sufrir ningún extremo de alegría o de dolor, ninguna extremada afición, siquiera esta sea de tristeza, siquiera de dolor o alegría. Pues así con el sobrado gozo que recibió con los favores de su Esposo, se desfalleció la Esposa. Y por estas palabras pidió el remedio a su desfallecimiento; en que declaró su mal con mayor gracia que si por claras palabras explicara el gozo de esta manera: «Vencido de gozo el corazón y el deseo, hállome desmayada. Esforzadme con buenos vinos y cosas olorosas para que revoque el corazón en su fuerza y torne en sí el enfermo con tales socorros». Y así, en decir esforzadme se da a entender el desfallecimiento de su fuerza, que se iba a caer, y lo que dice que está enferma, no es la enfermedad propia del cuerpo, sino una grave aflicción del ánima, que la aflige de alguna cosa y de aquí se sigue el desfallecer el cuerpo. Así declaran la palabra hebrea asisot los más doctos en aquella lengua, aunque el texto vulgar traslada flores.
Lo uno y lo otro es cosa de recreación para el que está enfermo; aunque los vasos de vidrio aquí hanse de entender llenos de vino, como lo advierten los escritores, para que con su olor y sabor tornase en sí el corazón desmayado.
6. "La izquierda".
Prosigue la enamorada Esposa demandando socorros para su desmayo. El natural remedio para los que se desmayan de amores es verse juntos y asidos a los que aman y que les muestren favor y señal de amor; porque de allí les viene su trabajo, y de lo mismo les ha de venir su remedio y descanso. Y así la Esposa, estando ya caída en el desmayo, pide a su Esposo que se llegue a ella, y la sustente y ciña con sus brazos. Y no fue en esto negligente el Esposo en lo que dice la Esposa, que el Esposo, visto su desmayo, acudió luego y la tomó en sus brazos; que se hace, conforme ella pide, poniendo el brazo izquierdo debajo de la cabeza, y abrazando con el brazo derecho. Porque es natural después del desmayo seguirse el sueño, con que torna en sí y se repara la virtud cansada con la pasada lucha
7. "Conjúroos".
Hemos de entender que se le adurmió en los brazos la Esposa; y él, poniéndola en el lecho mansamente guárdale el sueño, como es propio del amor; y dice que se volvió a los circunstantes, y los conjuró por lo que más quieren, que le guarden el sueño y la dejen reposar.
Estas personas a quien conjura eran las compañeras que se finge aquí traía consigo la Esposa, y éstas eran cazadoras, según parece en la conjuración que el Esposo les hace; y es muy conforme a la imaginación que se prosigue en este libro, porque de la Esposa, pastorica, las compañeras han de ser rústicas y que tengan ejercicio en el campo, como es ser pastoras y cazar. Este era uso de la tierra de Asia, principalmente hacia Tiro y en aquellas comarcas de Judea, que las vírgenes se ejercitasen en la caza; y así las requiere y juramenta el Esposo, diciendo: «Ruégoos hijas de Jerusalén, así os vaya bien en la caza, así gocéis de las ciervas y hermosas cabras monteses, que no despertéis a mi Amada, hasta que ella de suyo despierte».
Esta es comunísima costumbre de todos los buenos autores, y aun de todas las gentes, loar la felicidad o desgracia del estudio o ejercicio del otro, cuando le quieren rogar algo o le desean mal; como a uno que estudia le decimos: «Así os haga Dios un gran letrado»; y a uno que pretende dignidad: «Así os veáis un gran señor»; y al marinero: «Así os dé Dios buenos viajes»; y en esta manera en todos los demás.
8. "Voz de mi Amado se oye."
Es el cuidado del amor tan grande y está también tan en vela en lo que desea, que de mil pasos lo siente, entre sueños lo oye y tras los muros lo ve. Finalmente, es de tal naturaleza el amor, que hace obras en quien reina, diversas mucho de la común experiencia de los hombres; y por esto los que no sienten tal efecto en sí no creen, o les parecen milagros o, por mejor decir, locuras, ver y oír las tales cosas en los enamorados. Y de aquí resulta que los autores que tratan de amor son mal entendidos y juzgados por algunos autores de devaneos y disparates. Por lo cual un antiguo poeta de nuestra nación, muy enamorado y muy honesto, hizo el principio de sus canciones diciendo en su lengua esta misma sentencia:
No vea mis escritos quien no es triste,
o quien no ha estado triste en tiempo alguno.
Así que las extrañas cosas que sienten, dicen y hacen los que aman, no se pueden entender de los libros de amor; de donde será forzoso que muchas cosas de este libro sean oscuras, así al expositor de él como a los demás que en el divino amor están fríos y tibios; y, por el contrario, será muy claro todo al que tuviere en sí la sentencia de esta obra, y ninguna cosa le parecerá imposible ni disparatada.
Vemos aquí que la Esposa, cansada del trabajo pasado, está durmiendo, y con todo eso, en el punto que su Esposo habla, siente su voz y la conoce sin errarla, y se avisa de su venida, diciendo: Voz de mi Amado se oye. Bien muestra en la manera de las palabras así cortadas el alboroto de su corazón. Esto pasó así, y la Esposa lo relata agora que el Esposo, con el cuidado de su enfermedad, volvió luego a ver si reposaba y hacerle compañía y, si quisiese esforzarse, a convidalla se saliese al campo, que por ser el principio de la primavera, ya está fresco y muy florido y le sería gran remedio para su tristeza y enfermedad. O digamos que fue como sueño o imaginación, que, a causa de grande amor, la Esposa se fingió a sí misma, pareciéndole que veía ya a su Esposo y le hablaba; como es cosa natural a los que aman o tratan de algún negocio avisadamente, traerles los sueños imaginaciones semejantes; pues agora, como he dicho, va refiriendo lo que entonces vio y habló medio entre sueños por las mismas palabras que he dicho. Pues dice: "veisle, viene atravesando por los montes y saltando por los collados".
9. "Semejante es mi Amado a la cabra montesa, o ciervecico. Helo ya está tras nuestra pared, acechando por las ventanas, mirando por los resquicios".
Propio es de los que sueñan o imaginan con desatino alguna cosa, antojárseles que ven así lo ausente y que está lejos, como lo cercano y presente, juntando cosas diferentes y de diversos tiempos, como si todo fuese un mismo negocio. Está en su lecho desmayada la Esposa, y parécele que ve a su Esposo venir volando por los montes y por los collados, como si fuese una cabra o un corzo, animales ligerísimos.
Es prestísimo Dios en dar favor a los suyos.
"Veisle, ya está tras la pared, acechando por las ventanas, descubriéndose por las celosías": Todo este mostrarse, esconderse, no entrar de rondón, sino andar acechando ora por una parte, ora por otra, es natural de los muy requebrados; y son unos regalos y juegos graciosísimos del amor, que es como una prueba del mutuo amor que se tienen los amantes, lo cual se pone aquí con gran propiedad y hermosura de palabras. Así que, cuando ella lo ve por entre las puertas, él de presto se quita de allí y corre a mostrarse por las saeteras de la casa; y de allí, siendo visto, se muda a las rejas y se asoma un poco, y así de un lugar en otro, y en todos ella le sigue y alcanza con la vista. Y esto es muy común acá, cuando uno se esconde, burlando, decirle el otro: «¡Ah! Bien te veo la cabeza; veo agora los ojos por entre las puertas. ¡Oh!, que ya se ha quitado. Helo, helo allí, por la ventana asoma». Y, como hemos visto, estas cosas, aunque parecen niñerías, no lo son en los amantes, porque ellos estiman unas cosas de que los otros hacen poco caso; y las cosas en que otro se recrea o precia, a ellos dan fastidio.
" Mostrándose por las ventanas". En la propiedad de su lengua se toca en estas palabras una gentil comparación, que en nuestra lengua no se siente. Donde decimos "mostrándose", la palabra hebrea es mechich, que viene de chich, que es propiamente el mostrarse la flor cuando brota, o de otra manera se descubre. Pues como suelen los claveles asomar por los agujeros pequeños de los encañados que los cercan, así imagina y dice que el Esposo, más que el clavel y que la rosa bella se descubría, ya por una parte, ya por otra.
10. "Hablado ha mi Amado, y díjome".
Cuenta lo que le dijo, o por mejor decir, soñó que le decía su Esposo: "Levántate, Amiga mía, galana mía y vente" [11.] "Ya ves; pasó el invierno, cesó la lluvia, fuese." [12.] "Descubre flores la tierra. Los capullos de las flores se muestran; el tiempo del cantar es venido; oída es la voz de la tórtola en nuestro campo." [13.] "La higuera brota sus higos, y las uvas pequeñas dan olor. Por ende, levántate, Amiga mía, hermosa mía, y vente." Y haciendo de todo una sentencia seguida, convida en este lugar a la Esposa al gozo de sus amores; y porque él anda en el campo, que es lugar para el amor mejor que otro, pídele que se salga a él, poniéndole para movella el amor que la tiene en regaladas palabras de Amiga y de galana; y la sazón del verano, que es tiempo fresco y apacible, y muy aparejado para tratar amores, y así dice: "Levántate, amiga mía, galana mía, y vente". En decir "levántate", se entiende que estaba acostada y indispuesta; y así le dice que se esfuerce y se salga con él para su salud a gozar de la hermosura y frescor del campo, a que tienen natural afición los corazones enamorados; que con la nueva venida del verano, estaba deleitosísimo, lo cual pinta poéticamente por apacibles rodeos y deseos.
Dice pues: "Ya ves, pasó el invierno, pasó la lluvia, fuese, etc." Todas son condiciones de la primavera. "El tiempo de cantar" (que es el mes de marzo o abril) "es venido"; "La voz de la tortolilla", (que es ave que suele venir con el verano, como las golondrinas) "es oída en nuestro campo".
"Las uvas pequeñas dan olor"; esto es, están, como decimos en español, en cierne. Y haciendo de todo una sentencia seguida, será como si dijese: «Levántate, amor mío, de ahí donde estás en tu cama acostada, y vente; no tengas temor a la salida, porque el tiempo está muy gracioso; el invierno con sus vientos y sus fríos, que te pudiera fatigar, ya se fue; el verano, como se ve por todas sus señales, es ya venido; los árboles se visten de flores, las aves entonan sus músicas con nueva y más suave melodía; y la tortolica, ave peregrina, que no invierna en nuestra tierra, es venida a ella y la hemos oído cantar; la higuera brota ya sus higos, las vides tienen pámpanos y huelen a su flor; de manera que por todas las señas se descubre ya el verano; la sazón es fresca y el campo está hermoso; todas las cosas favorecen a tu venida y ayudan a nuestro amor, y parece que la naturaleza nos adereza y adorna el aposento. Por eso, levántate, Amiga mía, y vente».
14. "Paloma mía, puesta en las quiebras de la piedra, en las vueltas del caracol, etc."
Todas son palabras de amor y de requiebro, que, continuando su cuento, dice la Esposa haber dicho el Esposo. Declara, pues, en esto el Esposo a la Esposa la condición de su amor, y cómo se ha de haber con él en este oficio de amarlo, y trae para ello una gentil semejanza de las palomas, cuya propiedad sabida, quedará claro este lugar.
Hanse de tal manera las palomas en su compañía que, desque una vez se hermanan dos, macho y hembra, para vivir juntas, jamás deshacen la compañía, hasta que el uno de ellos falta; y tal, que no la basta el amor y lealtad que de naturaleza le tiene, sino que también sufre muchas riñas e importunos celos del marido. Porque esta ave es la que mayores muestras de celos da, y así, en viniendo de fuera, luego hiere con el pico a su compañera, luego la riñe, y con la voz áspera da grandes indicios de su sospecha, cercándola muy azorado y arrastrando la cola por el suelo; y a todo esto ella está muy paciente, sin se mostrar áspera. Y estas aves, entre todos los animales brutos, muestran más claro el amor que se tienen ser de grande fuerza, así por el andar siempre juntos y guardarse la lealtad el uno al otro y con gran simplicidad, como por los besos que se dan y los regalos que se hacen después de pasadas aquellas iras.
Pues de esta manera misma notifica el Esposo a la Esposa que se han de haber entrambos en el amor; y así le dice: «Ven acá, compañera mía, que ya es tiempo que juntemos este dulce desposorio; sabed que yo soy palomo, y vos habéis de ser paloma; y paloma no de otro palomo, sino paloma mía y Amada mía, y yo Amado y compañero vuestro. Este amor ha de ser firme para siempre, sin que cosa alguna jamás lo disminuya; y con todo eso yo os tengo de pedir celos. Y porque, aunque haya muchas palomas en un lugar, cada par vive por sí, ni ella sabe el nido ajeno ni el palomo extraño le quita el suyo, es razón que nosotros nos apartemos a nuestra posadilla aparte. Por eso, veníos al campo, paloma mía; aquí en esta peña hay unos agujeros muy aparejados para nuestra habitación; aquí hay unas cuevas en esta barranca alta; aquí me mostraron los palominos vuestra vista, aquí os oiga yo cantar, que aquí me agradáis y en esta soledad vuestra vista me es muy bella, y vuestra voz suavísima».
Dice: "Paloma en las quiebras de la piedra", porque en semejantes lugares las palomas bravas suelen hacer su asiento. Aunque en lo que dice, "en los escondrijos del paredón", hay deferencia, que algunos trasladan "en las vueltas del caracol". Por lo uno y por lo otro se entiende un edificio antiguo y caído, como suele haber por los campos, donde las palomas y otras aves acostumbran hacer nido.
15. "Prendedme las raposas pequeñas destruidoras de las viñas; que la nuestra viña está en flor, pequeñas uvas."
Estas palabras se pueden entender, o que las diga el Esposo o que las diga la Esposa. Declarémoslas primero en persona de la Esposa, y después seguiremos el otro sentido.
Ufana, pues, la Esposa y muy regalada con los favores y dulces palabras que le acaba de decir su querido, viene en este lugar a ser movida de un afecto que es muy común a los regalados, en teniendo delante de sí a quien les ama y regala. Declararlo hemos por este ejemplo: cuando una madre estando ausente de su niño, y en viniendo luego pide por él y le llama y abraza, mostrándole aquella ternura de regalo que le tiene, lo primero que él hace es quejarse de quien le ofendió en su ausencia, y con unos graciosos puchericos relata, como puede, su injuria y pide a la madre que le vengue. Lo mismo hace una esposa o mujer casada, que mucho ama a su marido y le ha tenido ausente, que luego se regala quejándose de las desgracias que en su ausencia le han sucedido. Este afecto muestra aquí la Esposa, luego que se ve acariciada y regalada con el llamar de su Esposo, y en lo demás que le dijo. Quéjase de la cosa que más le ofende, y es que como ella tenía una viña, que arriba hemos visto, la cual preciaba mucho y veía que las viñas estaban en cierne y comenzaba a quedar limpio el agraz, tiene gran temor que las raposas se la echen a perder; y quejándose de la mala casta dañadora, demanda socorro al Esposo y a los pastores, sus compañeros, diciendo: "Cazadme las raposas pequeñas".
Y en decir pequeñas, guarda bien la propiedad de la naturaleza; porque cuando las viñas están en agraz, y antes que comiencen a madurar, entonces las raposillas de las camadas se crían, y éstas hacen después muchos daños a las viñas, porque son muchas y van juntas, y como por su poca fuerza no se atreven a hacer mal y salto en los ganados pequeños, ni en las gallinas, ni en las otras cosas que los raposos viejos cazan y destruyen, vanse a las viñas, donde hay menos concurso de hombres y de perros, y ellas son menos vistas por la espesura de las hojas y pámpanos, y hacen mucho daño; y por eso pide la Esposa que las prendan y maten y esto ahora que son aún pequeñas, que será más fácil que después. Y así dice "las raposas"; y declarándose más, añade: "las raposas pequeñas".
Porque dijo que su viña estaba en cierne, y con esto se acordó del daño y mal que, estando en tal sazón, podrían hacer en ellas las raposas; o porque como se imagina, en este intermedio, alguna corriendo le pasó por delante, parécele a la Esposa que deja el Esposo su plática y va tras la raposa diciendo a voces a sus compañeros: «¡A la raposa, a la raposa!, que son destrucción de las viñas, y la nuestra está en flor»; y como le ve ir, ruégale que se vuelva luego, diciendo
16. "El Amado mío es mío, y yo soy suya, que apacienta entre las azucenas."
" El Amado mío y yo a él". Es manera de llamar, como si dijese. «Amador y Amado mío, tú que apacientas entre las azucenas tu ganado hasta la tarde, vuélvete luego volando como un corzo».
Algunas palabras de éstas no carecen de oscuridad.
17. "Hasta que sople el día y las sombras huyan."
Algunos entienden por esto el tiempo de la mañana, otros el mediodía; y los unos y los otros se engañan, porque así la verdad de las palabras como el propósito a que se dicen declaran el tiempo de la tarde; porque siempre, al caer del sol, se levanta un aire blando, y las sombras que al mediodía estaban como quedas, al declinar de él crecen con tan sensible movimiento, que parece que huyen. Por donde los Setenta Intérpretes dijeron bien en este lugar: "Hasta que se muevan las sombras". Como también dijo el poeta, significando la misma sazón de tiempo: "«Maioresque cadunt altis de montibus umbrae»" (Virgilio, Égloga I).
[Y ya las sombras caen de las montañas
más largas, y convidan al sosiego]
"Sobre los montes de Bether". Bether, es nombre propio de monte así llamado, o el epíteto general de todos los montes; porque Bether quiere decir división, y por la mayor parte los montes dividen entre unas y otras tierras; así que decir montes de Bether es como decir montes divididores.
Y con estas palabras tornó en sí la Esposa, y viéndose sola y conociendo su engaño, hace lo que en el capítulo siguiente prosigue, diciendo: