Cancionero (Petrarca)/Virgen hermosa, que de sol tocada

Virgen hermosa, que de sol tocada,
coronada de estrellas, al Sol sumo
gustaste tal que en Ti Su luz ha sido,
de amor por celebrarte me consumo,
mas no sé sin tu ayuda decir nada,
y del que por amor en Ti ha vivido:
Invoco a la que siempre ha respondido
al que con fe la llama,
Virgen, si a pía llama
mortal miseria hay vez que te ha movido,
oído da a mi ruego y da consuelo;
apacigua mi guerra,
aunque soy tierra, y Tú Reina del cielo.

Virgen sapiente, de aquel número una
de las benditas vírgenes prudentes,
la primera, y de lámpara más clara:
oh firme escudo de afligidas gentes
contra golpes de Muerte o de Fortuna,
que da el triunfo y no sólo nos ampara;
oh refresco que el ciego ardor repara
de mundanos antojos;
Virgen, aquellos ojos
que vieron tristes lo que cruz y vara
hicieron de Tu amado Hijo en el porte,
mira mi triste estado
que desnortado a Ti viene por norte.

Virgen pura, en virtud toda perfecta,
del parto gentil tuyo hija y madre;
que alumbras esta vida y la otra honoras;
por ti Tu Hijo, aquel del sumo Padre,
ventana celestial que luz proyecta,
nos ofreció Sus gracias redentoras;
y entre estancias para Él acogedoras
solo tú, bendecida,
Virgen fuiste elegida,
que el llanto de Eva amargo así edulcoras.
Hazme digno de gracia Tú, pues puedes,
sin fin oh afortunada,
ya coronada al cielo de mercedes.

Virgen santa, Tú llena eres de gracia,
que por altísima humildad subiste
al Cielo, donde hoy me das oído,
la fuente de piedad Tú concebiste
y el sol de la justicia, que congracia
el siglo que es de error continuo nido;
tres dulces nombres Tú has merecido,
hija, madre y esposa;
Virgen esplendorosa,
mujer del Rey (que al hombre has desasido
y al mundo libre y jubiloso has hecho)
en cuya santa herida,
deja que pida que repose el pecho.

Virgen única al mundo sin ejemplo,
que al cielo por Tu gracia enamoraste,
no teniendo jamás de Ti segunda,
los actos santos de piedad que obraste
te hicieron para sacro y vivo templo
del verdadero Dios virgen fecunda.
Por Ti puede mi vida ser jocunda,
si a Tus ruegos, María,
Virgen süave y pía,
donde abundó el error, la gracia abunda.
Con las rodillas de la mente hincadas,
te ruego que encamines
a buenos fines vías que traigo erradas.

Virgen clara y estable en el eterno,
de este tempestüoso mar estrella,
de todo fiel timón fïable guía,
mira la tempestad que me atropella,
solo y roto entre olas, sin gobierno,
cerca del postrer grito de agonía.
Mas con todo Te busca el alma mía,
inicua, no lo niego,
Virgen; pero Te ruego
que Tu enemigo de mi mal no ría.
Recuerda cómo Dios por del pecado
hacer nuestra alma sana
en carne humana fue de Ti hospedado.

Virgen, ¡oh cuánto llanto he derramado,
cuánto deseo y cuánto ruego en vano,
por mi pena tan sólo y por mi daño!
Pues desde que nací en Arno toscano,
buscando siempre en uno u otro lado,
sólo probó mi vida mal tamaño.
Mortal belleza, en voz y en obra engaño,
dieron tiniebla al alma.
Virgen sagrada y alma
no tardes que me sé en el postrer año.
Mis días más veloces que una flecha
entre pecado y lodo
andan de modo que la Muerte acecha.

Virgen, ella ya tierra, ha puesto en duelo
mi corazón que viva tuvo en llanto,
sin saber de las mil una porfía;
mas pasara, sabiéndolo, otro tanto
de aquello que pasé, que su desvelo
era a mí muerte y fama a ella impía.
Oh Tú, Dueña del cielo y Diosa mía,
si hablar me es conveniente,
Virgen de aguda mente,
Tú que ves todo y, cuanto no podía
otra, hacer puedes, aunque mucho encone,
pon fin a mi mal grave
que a Ti Te alabe y a mí bien me done.

Virgen, en la que asiento mi esperanza,
que puedes y deseas ayudarme,
no me dejes al cabo de la muerte.
mira, no a mí, sino a Quien dio en crearme;
no yo, si no el ser hecho a semejanza
de Dios, te mueva a hombre de tal suerte.
Por mí y Medusa soy piedra que vierte
humor vano y desecho;
Virgen, Tú sola el pecho
llena de santo llanto y seca el fuerte,
por que al menos devoto sea el postrero,
sin ya limo terreno,
no todo cieno como fue el primero

Virgen humana que ama mansedumbre,
nuestro común principio amor te infunda;
hoy sé con este corazón piadosa;
pues, si a tierra mortal, pobre e infecunda
tuve con tanta fe amar por costumbre,
¿cómo he de amarte a Ti, más gentil cosa?
Si esta mísera vil vida espantosa
por Tus manos ensalzo,
Virgen, consagro y alzo
a Tu nombre el deseo, ingenio y prosa;
la lengua, el corazón y el pensamiento.
Muéstrame el mejor vado,
y ten de grado mi mudado intento.

Corriendo se aproxima el postrer día,
el tiempo huye y no para,
Virgen única y rara,
y muerte y contrición el pecho hoy cría.
A tu Hijo, Dios y Hombre verdadero,
ruégale que en la cita
en paz admita mi exhalar postrero