Canción a las flores
Cuando la tierra toda
creó en un día el Hacedor Supremo,
como traje de boda,
la coronó de flores
de un extremo del mundo al otro extremo;
y cuando en el pecado
cayó el hombre, llorando sus angustias,
sobre el tallo delgado
doblando todas sus corolas mustias.
De entonces que en su frente
brillan las gotas de agua transparente,
que el viento del estío
seca, pasando con callado vuelo,
y son las tenues perlas del rocío
lágrimas de los ángeles del cielo.
Reinas de los festines
fueron en Grecia y Roma;
Semíramis les daba sus jardines;
Nerón gozaba en respirar su aroma.
Del seno de la flor que el Ganges cría,
nació el dios del Oriente;
risueño el Numen que preside al día,
hizo a la blanca Aurora
volar delante de su carro ardiente,
lluvia de rosas derramando en torno;
y la callada Noche al dios del Sueño
le ciñó como adorno
las guirnaldas de flores del beleño.
La Virgen sin mancilla,
la que en el trono de los cielos brilla,
dispensadora de perpetuos bienes;
la que del cieno arranca
y encumbra el alma a la región serena,
lleva en las nobles sienes
de tristes flores la corona blanca
y en las manos la cándida azucena.
Adorna la sencilla campesina
con rojas amapolas
de su cabello los flotantes rizos,
cuando en la cristalina
fuente de mansas olas
mira copiarse, alegre, sus hechizos.
La suntuosa estancia
donde en dorados búcaros consume
la flor de extraños climas sus corolas,
llena está de su célida fragancia;
llena de su perfume
la iglesia humilde de la pobre aldea;
flores lleva en la falda
la niña que en los prados juguetea;
de flores es la púdica guirnalda
que al pie del altar ciñe
la nueva esposa, cuyo rostro tiñe
vergonzoso el rubor de los amores;
cubren las frescas flores
del triunfador la clamorosa vía;
mústianlas en sus frentes
las impuras bacantes de la orgía;
cuídalas la doncella
que en la estrecha ventana,
para reír con ella,
las ve el cáliz abrir cada mañana.
El goce, que no dura,
ama las tiernas flores fugitivas;
la fría sepultura
ama las inmortales siemprevivas.
Tenues hojas brillantes,
juguete de los vientos inconstantes,
nacidas a la aurora
y muertas a la tarde,
víctimas de la lumbre que las dora
y en sus pétalos arde,
en vuestro seno posa.
rival de vuestras galas,
la incierta mariposa,
que es otra flor con alas.
Cual galán, que a la reja
de su amorosa esquiva
pesares canta, la dorada abeja,
zumbando en torno, en vuestro cáliz liba.
En vuestro seno quiso
Dios guardar una gota
de la perdida miel del Paraíso;
y en la esencia que en vuelo
leve al redor de vuestras hojas flota,
algo del aire que embalsama el cielo.
Cuando al morir el día
cruzo yo pensativo los jardines,
estrella que me guía
paréceme la flor de los jazmines;
y el capullo de rosa
que en el vergel descuella,
como púdica virgen, ruborosa
de que la llamen bella.
Son lluvia de amatistas los racimos
de las abiertas lilas.
La humilde violeta, que se pierde
entre el césped, semeja a las pupilas
de brillo azul tras la persiana verde.
Son cautivas beldades, entre abrojos
los azahares presos;
son los claveles rojos
labios que dan enamorados besos;
cetro de la hermosura
la rama de los frescos alhelíes;
voluble el girasol, se me figura
que dice «no te fíes».
Imagen del amor que amor procura
la pasionaria dulce y sin espinas;
cual Venus de los mares,
surgen de entre las aguas cristalinas
los blancos nenufares,
y míranse inclinados
del claro arroyo en las sonoras linfas
los lirios azulados,
como en la fuente el grupo de las ninfas.
Bellas flores queridas,
hijas de la apacible primavera,
¡cómo al miraros siento las heridas
hoy renovarse de mi edad primera!
Los deseos del alma y su audaz brío
cruel el tiempo mata,
cual vuestro cáliz mustia y lo arrebata
la ráfaga de estío.
¡Cuánta esperanza se trocó en desmayo!
¡Cuánta ilusión en luto!
¡Y cuánta bella flor, nacida en mayo,
no dio al otoño el fruto!
Cual cubre el amarillo jaramago
las ruinas desiertas,
así un dolor indefinible y vago
cubre mis ansias muertas.
Pero ¿quién no ha salvado del olvido
un recuerdo feliz de sus amores?
¿Quién no guarda escondido
un ramo seco de marchitas flores?
ENVÍO
Canción, vuela distante,
vuela a mi edad amante,
y di en secreto a aquella
por quien mi eterno amor guardo constante,
que cuando veo flores, pienso en ella.