Canción (Zorrilla)
Música del Sr. D. S. Iradier.
CORO
¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.
El tiempo nos roba
Las horas más bellas;
Romped las botellas
Y al baile venid,
Que al son que murmura
La danza insegura,
Sueño es de ventura
La vida feliz.
¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.
Soñemos gozando
Fortuna tan vana,
y el sol de mañana
Que vea al salir,
Que al son de la orquesta
Danzando en la fiesta,
No es carga funesta
La vida feliz.
¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.
Diránnos mañana
Que somos ceniza,
Que es dicha postiza
La de este vivir;
Mas hoy gozaremos,
Dichosos seremos,
En tanto olvidemos
Origen tan vil.
¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.
Bailemos, bebamos,
La vida es muy corta,
Tal vez nos importa
Pasarla feliz;
Y si al fin perdida
Se llora la vida,
Gozando se olvida
Tan lúgubre fin.
¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.
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Venid a mí brillantes ilusiones
Que engalanáis la juventud ardiente;
Dadme, dadme fantásticas visiones
Con que embriagar la mente.
Suéñelas yo en mi necio desvarío,
Y en vistoso tropel pasen risueñas,
Como la espuma de sonante río
Resbala entre las peñas.
Dejadme, aunque ficción, ver a lo lejos
Esa radiante luz de la esperanza,
A cuyos ricos trémulos reflejos
Un porvenir se alcanza.
Y apartad de mi mente esos crespones
Que enlutan cuanto sueño y cuanto miro,
Que tornan al compás de mis canciones
En lúgubre suspiro.
Yo, que cruzo feliz, libre y contento,
De la existencia el áspero camino,
Que ayudado tal vez de noble aliento,
Cantar es mi destino,
¿Por qué al herir ufano el arpa de oro
En amoroso son, lanza perdido,
En vez de canto espléndido y sonoro,
Fatídico gemido?
Y es en vano buscar cuanto risueño
Natura por doquier pródiga brota;
De su ventura a mí tenaz empeño,
todo el raudal se agota.
He querido cantar, radiante y puro,
Al esplendente sol, y apelmazado,
Sorbiendo el día nubarrón oscuro,
Su disco me ha robado.
Quise cantar las danzas inocentes,
Los cándidos placeres campesinos,
Y de muertas naciones insolentes
Lamentó los destinos.
Quise cantar del águila altanera
El imperial y soberano vuelo,
Y profano, llegué tras su carrera
A llamar en el cielo.
Quise cantar cascadas y jardines,
Los brindis y el placer, y ensangrentado,
Hice girar en torno a los festines
El féretro enlutado.
Quise cantar de púrpura y de llores
La senda del vivir entapizada,
Y caminé entre abrojos punzadores
Hasta el mar de la nada.
Mis cántigas de amor, lamentos fueron,
Y ningún amador se holgó con ellas;
Blasfemias, mis plegarias se volvieron,
Y mis himnos, querellas.
Embriagado cantó la amistad santa,
Soñé fraternidad, y huyó el amigo,
¡Que lleva al fin quien desventuras canta,
La soledad consigo!
¿Dónde tornar los desolados ojos?
¿Dónde tender las alas del deseo?
Truécanseme las flores en abrojos,
Y es niebla cuanto veo.
Me dijeron acaso que el bullicio
Del loco mundo las tristezas cura…
Cada sonrisa me costó un suplicio,
Doblando mi amargura.
Tal vez la calma el corazón consuela
De la sombría noche misteriosa…
Las noches he pasado en larga vela,
En lucha congojosa.
Flores: ¿en dónde estáis, que no os encuentro?
Vago por el jardín, y nunca os hallo;
Las raíces tal vez estarán dentro,
Mas no asoman el tallo.
¡Fúlgido sol, espléndidas estrellas,
Melancólica luna: yo os adoro!
Y al bendecir vuestras antorchas bellas,
Mudo os contemplo y lloro.
No importa que la tierra brote flores,
El mar corales y los ríos peces,
Yo bendigo sus senos creadores,
Los adoro mil veces.
Pero al volver al Dios que los ha hecho,
Jamás me pareció ni mar ni tierra,
Más que un sepulcro, cuyo borde estrecho
Nuestra miseria encierra.