Ha vuelto a ponerse sobre el tapete de las disquisiciones la cuestión relativa al origen de las voces Callaco y Chalaco. En 1885, los diarios El País y El Callao me compelieron a emitir una opinión. Dije por entonces: «Sin humos de maestro o de autoridad, en asuntos de historia patria, voy ligeramente a borronear lo que, como resultado de mi afición a ese género de estudios, he alcanzado a obtener sobre la fundación del primer puerto de la República y origen de su nombre. Lleno así el deber de contribuir, siquiera sea con un dato, al esclarecimiento de puntos obscuros en nuestro pasado colonial. Dejo la cuestión en pie y para que otros digan la palabra final, limitándome a acumular hechos y noticias que acaso sean de provecho para la juventud estudiosa; y sobre los datos que a granel exhibo, otro podrá ir más adelante en la investigación».

He aquí el artículo que publiqué por entonces, y que hoy reproduzco por haberse reabierto la discusión.


I - Datos preliminares

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Que hasta dos años después de la fundación de Lima no fue el Callao más que humildísima ranchería de pescadores, lo comprueba el acuerdo que celebró el Cabildo de los Reyes en 6 de mayo de 1537, en virtud del cual dio licencia a Diego Ruiz, español, para que edificase un tambo o mesón de paredes sólidas. Ya en 1555 llegó a haber hasta seis casas de ladrillos y adobes, cinco bodegas o almacenes del mismo material y gran crecimiento en la ranchería de Pitipilí. El 20 de septiembre de este año, y a petición de Juan de Astudillo Montenegro, nombró el Cabildo a Cristóbal Garzón para el cargo de alguacil del puerto, y en 21 de octubre regularizó el rapartimiento de solares, señalando dos para iglesia y casa del párroco.

El Callao empezó a tener carácter formal de población en 1566, pues fue en 25 de enero de ese año cuando el Cabildo de Lima le nombró un alcalde, con funciones en lo civil y en lo criminal. Y tal sería la importancia que fue conquistándose el Callao, que en 1671 el rey le acordó título de ciudad.

A mi juicio, debió ser después de 1549 cuando se generalizó el nombre Callao para hablar del puerto vecino; porque autografiada, y a la vista, tengo una carta de don Pedro de La Gasca a los príncipes de Hungría y Bohemia (Maximiliano y María), gobernadores de España, dándoles cuenta del estado de los asuntos en el Perú. Ese documento está así datado: Puerto de la ciudad de los Reyes, a 6 de diciembre de 1549.

No es argumento que destruya esta opinión mía el de que el Palentino, en su Historia de las guerras civiles de los conquistadores, hable del Callao de Lima: pues el minucioso cronista empezó a escribir su libro en 1566, dándolo a la estampa en 1571.

El Callao llegó a su apogeo después del tremendo terremoto del 20 de octubre de 1687, en que una salida del mar inundó la ciudad. Entonces fue cuando quedó definitivamente anillada y amurallada en forma triangular, y cuando tuvo el palacio, las siete iglesias y los seis conventos de que habla el virrey conde de Superunda en su Memoria, magnificencias todas que desaparecieron en la ruina del 28 de octubre de 1746.

Cuando el primer terremoto (1687), entre vecinos y guarnición contaba el Callao mil ochocientos habitantes; y en 1746, según las relaciones de Llanos Zapata y del capitán don Victorino Montero del Águila, excedían de siete mil quinientos los vecinos.

En el censo de 1832 figura el Callao con dos mil trescientos vecinos; y en el oficial de 1876 con más de treinta y dos mil.

A los que deseen mayor copia de datos sobre el Callao antiguo, les recomendamos la lectura de la carta-informe del marqués de Obando acerca del terremoto de 1746, y la descripción que de ese puerto escribió en 1785 don José Ignacio Lequanda, contador de la Real Aduana. No menos preciosas páginas noticieras son las del jesuita Bernabé Cobo, que de 1650 a 1653 residió en el Callao, como rector de la casa que allí tuvo la Compañía, y las del erudito limeño Córdova y Urrutia, cuyo libro tiene la importancia de un catálogo de datos curiosos.


II - Dos orígenes inaceptables de la palabra Callao

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Por disposición del conde de Toreno, ministro de Fomento a la sazón, se publicó en Madrid en 1877 una lujosísima obra de más de mil páginas en folio mayor, titulada Cartas de Indias, y de la que el gobierno español envió de regalo un ejemplar a la antigua Biblioteca de Lima. Desaparecido éste en 1881, ha sido reemplazado con otro ejemplar, obsequio del señor don Joaquín J. de Osma. Al final de la obra hay un vocabulario geográfico, en el que se lee lo siguiente:

«CALLAO (EL).- Así se empezó a llamar el puerto de la ciudad de los Reyes, desde los años de 1549, por una pesquería indiana, de antiguo establecida en aquel punto. Callao en lengua yunga o de la costa significa cordero».


Afírmelo quien lo afirmare, eso de que Callao significa cordero, no merece gastar tinta en refutarlo. Es un testimonio antojadizamente levantado al yunga.

Con motivo de esta investigación etnológica, he leído también (y por la primera vez en letras de molde) hace pocos días un nuevo origen de la voz Callao. Dice un articulista, con angelical candor, que viendo Pizarro la mansedumbre de las olas, exclamó: «¡Qué callado es este mar!». Y así como Balboa bautizó el mar del Sur con el nombre de Pacífico, nuestro puerto mereció el de Callado, que no lo es, porque bastante ruido mete por el lado de la mar brava. Si Pizarro hubiera sido andaluz y no extremeño, o si entre los primeros conquistadores, en vez de vascos y castellanos, hubiera habido siquiera un centenar de hijos de la tierra de María Zantízima, posible es que hubieran lanzado un «¡Sonsoniche! ¡Y qué Callao es este demonio de mar!».

Lo de que Callao viene de Callado no puede, pues, tomarse en serio. Ni a Cieza de León, ni al Palentino, ni al jesuita Acosta, ni al agustino Calancha, ni a cronista alguno del siglo XVI se les ocurrió llamar Callado al puerto del Callao. Pase tal nombre como un esfuerzo de ingenio, y punto y acápite.


III - ¿Es indígena la voz Callao?

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Hasta 1878 era para mí artículo de fe que la palabra Callao viene de la voz indígena calla o challua (costa y pesca, por generalización), y así lo dije por aquellos tiempos a mis amigos los señores Flores Guerra, Alejandro O. Deusto y José Gregorio García, que más de una vez, me dispensaron el honor de consultar mi opinión sobre el origen de la voz Callao. Vigorizaba mi creencia la circunstancia de que hoy mismo se da el nombre de cala al acto de la pesca; y para ser lógico tenía que reconocer el mismo origen indígena a la palabra chalaco. Y que estas opiniones mías estaban muy lejos de ser desautorizadas o de no apoyarse en autoridad histórica o lingüística, lo compruebo con las siguientes líneas que copio de la página 28, edición sevillana de 1603, hecha por mandato del Concilio de Lima, de la Gramática del arte aymará. Dicen así: «Otros nombres hay compuestos de dos sustantivos, porque en esta lengua no hay nombres adjetivos para significar la materia de que está hecha alguna cosa, como terrenus aureus, etc.; ni hay nombres derivados de ciudades o provincias, como hispalensis, peruvianus, etc.; y en lugar de éstos usan los indios de los nombres sustantivos, poniendo primero el que significa la materia de la cosa o la ciudad, domus lapidea, calauta (casa de piedra), o bien homo-cuzquensis, cuzcc-haque (hombre del Cuzco».

Siguiendo esta regla, y denominando chala (costa) al Callao, tendríamos, para designar al hombre allí nacido, challa-haque, del que por corrupción pudo salir chalaco.

No falta quien afirme que el nombre Chalaco, en el departamento de Piura, tiene idéntica derivación. Arena, se dice también en aymará challacuchal-llacu, y como este pueblo está situado en arenales, vendría su nombre de chala-lacu (arena) y no de chala (costa) o de challa-haque (hombre de la costa). Alcedo en su Diccionario geográfico dice que Chalaco es pueblo y asiento de minas en el corregimiento de Piura, y rehúye entrar en explicaciones sobre su nombre.

Desde luego ni la palabra Callao, ni la palabra chalaco pertenecen al quechua; pues no se encuentran en el vocabulario de esa lengua publicado en 1707 por el jesuita González Holguín; ni en el del franciscano Honorio Mossi, impreso en Sucre en 1860; ni en el que publicó el padre Torres Rubio en Roma en 1603; ni en el que se imprimió en 1585, por orden del Concilio limense; ni en el arreglado por Francisco del Canto en 1614. Tampoco se encuentran estas voces en el vocabulario chanchaisuyo del padre Figueredo, impreso en 1700, ni en el yunga del párroco don Fernando de la Carrera, impreso en 1644.

Aunque Collao tiene alguna semejanza con Callao, hay que advertir que la primera palabra no pertenece al aymará. Esa palabra es derivada de colla (mina) o collo (cerro) en lengua yunga; y el nombre Collao, dado a esa región, puede aludir a la cadena de cerros y a los minerales que en ellos se encuentran. Este dato viene a probar que existió antagonismo entre los dialectos del antiguo imperio incásico. En el yunga colla es cerro o mina, y en el aymará, con sólo el cambio de una letra, es costa o arena: dos voces, rival la una de la otra, como lo fueron los pueblos que hablaron esas lenguas.


IV - ¿Es castellana la voz Callao?

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Ojeando más que hojeando en 1878 un libro viejo impreso en Londres en 1660, con el título English navigators, encontreme con una relación de las expediciones de los piratas Drake y Cavendish, que como es sabido pasearon por estos mares, a su regalado gusto, desde 1577 hasta 1588; esto es, cuando el puerto estaba todavía, como si dijéramos en mantillas. Describiendo la playa, dice uno de ellos... «composed of the debris of marine shell, nammed Callao».

Más tarde consulté otra obra en cuatro volúmenes, impresa igualmente en Londres en 1774, con el mismo título English navigators. En ella encontré también un relato de las empresas de Sir Drake; pero la descripción del Callao es rapidísima y no hallé repetida aquella noticia.

No obstante, mi curiosidad se había despertado, y seguí investigando.

El jesuita Domenico Coleti en su Dizionario storico geografico della America meridionale, impreso en Venecia en 1771, dice:

«CALLAO (Callaum, calavia).- Popolazione col titolo de cittá avuto nel 1671. Giorgio Spelberg fece l' asedio nel 1615, e Giacomo Germin, dito il Romito, nel 1624, ma ambidue inutilmente. Era ricca, popolosa e ben fortificata».


El dato carecía de importancia, si al latinizar la palabra Callao no la tradujese calavia, que es la voz con que la marinería, en algunos puntos de la costa italiana, designa al lastre.

El Petit Dictionnaire géographique de l' Amerique espagnole, impreso en París en 1712, dice en la página 103:

«CALLAO (caillou). Port principale de Lima, etc.».


Para los franceses la voz callao significaba guijarro, piedra pequeña; esto es, zahorra o lastre.

El señor Paz Soldán, en su Diccionario de peruanismos, impreso en 1883, consagra un artículo a la palabra Callao. Copiaré lo pertinente:

«Aunque la voz Callao no se encuentra en el Diccionario de Salvá ni en el de la Academia, la trae el de Fernández Cuesta, en la acepción de guija, peladilla de río, y también en la de zahorra, que quiere decir lastre. Después de dar las definiciones que preceden, Fernández Cuesta agrega que en términos de marina callao quiere decir una de las calidades de fondo y de playa, acepción que parece decisiva en favor de la etimología. Es igualmente voz portuguesa callao, que vale guijarro; y no falta quien derive callao de la voz griega xalix, que significa lapillus, calx silex, caemente. Todas las acepciones de Callao que dejamos registradas concurren en la descripción que del Callao hace el padre Bernardo Torres en su crónica agustina, publicada en Lima en 1667. Dice: Su playa limpia, pedregosa, muy útil para lastrar las naves que entran y salen del continente».

V - Conclusión

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Minuciosa investigación hemos hecho por averiguar si antes de 1747 se designó con el nombre de chalacos a los vecinos del puerto. Ni en libro ni en documento alguno hemos hallado escrita tal palabra, sino con posterioridad al año del famoso terremoto, lo que hasta cierto punto es argumento contra la creencia de que chalaco es corrupción de la voz indígena challahaque (hombre de la costa).

Para la construcción del actual Callao, por ruina del antiguo a consecuencia del terremoto e inundación de 1746, se emplearon, en calidad de peones y albañiles, negros esclavos de la tribu o cofradías de los chalas. Dícese que los limeños, para burlarse de los nuevos pobladores del puerto, dieron en llamarlos chalas chalacos. Este origen no pasa de ser una tradición o conseja popular, y por lo tanto no puede ser considerado seriamente.

Y como no sé más, en relación con las voces callao y chalaco, ni he de echarme por los espacios de la fantasía a rebuscar orígenes, pongo punto final a estos renglones.