Brindando en un convite de bodas
Constante Celia, a quien la suerte en vano contradijo un afecto generoso, yo te aplaudo el placer de hacer dichoso a quien se enlaza a tu preciosa mano. Amor, que un tiempo te afligió tirano, hoy te arrebata en carro victorioso, y coronada de su mirlo hermoso al tálamo nupcial te lleva ufano. Al blando yugo allí rindes el cuello; y, cediendo a la noche misteriosa, te mira el sol en su último destello. Con el cariño que una flor dichosa, que hoy la deja botón cerrado y bello, para verla mañana abierta rosa.