Brillaban en la altura
Brillaban en la altura cual moribundas chispas
las pálidas estrellas,
y abajo... muy abajo en la callada selva,
sentíanse en las hojas próximas a secarse,
y en las marchitas hierbas,
algo como estallidos de arterias que se rompen
y huesos que se quiebran,
¡qué cosas tan extrañas finge una mente enferma!
Tan honda era la noche,
la oscuridad tan densa,
que ciega la pupila
si se fijaba en ella
creía ver brillando entre la espesa sombra
como en la inmensa altura las pálidas estrellas,
¡qué cosas tan extrañas se ven en las tinieblas!
En su ilusión creyóse por el vacío envuelto,
y en él queriendo hundirse
y girar con los astros por el celeste piélago,
fue a estrellarse en las rocas que la noche ocultaba
bajo su manto espeso.