Blanca de Borbón
Y era blanca y rubia y de buen donaire y de buen seso.
- (Crónica del rey D. Pedro.)
I Muy ronco silbaba el viento Contra torre gigantesca, Cual si todo el ornamento De su labor arabesca Diese voces de tormento. Que si en plácida armonía Sus arpas eolias suena Céfiro de la alegría, Canta el aquilón su pena Que es el son de la agonía. Es el soplo del invierno, Es el silbo del traidor, Voz del padecer eterno, La rabia del desamor Y el gemido del infierno. Mas si sobre el cornisón Do nacen yerbas perdidas, Callando su indignación Pliega el viento alas dormidas Que de escarcha y nieve son, Óyese este triste acento De mujer allí encerrada, Como el ¡ay! de abatimiento Del náufrago en mar salada Que anuncia el postrer momento. II El tálamo sin amor Es un lecho de cuidados Donde sufren su dolor Dos que fueron ayuntados Por un siervo del Señor. En tan dura situación Vierten sobre su cadena Lágrimas con profusión; Mas son lágrimas de pena, No de mutua compasión. Sin amor, son desventuras Los festines y conciertos Y luto las colgaduras Y sudario de los muertos Las nupciales vestiduras: Es pésame el parabién Y hay un gusano traidor Que punza como el desdén Escondido en cada flor Que ciñe la fresca sien. Vio la luz que al alba brilla Dos coronas en mi frente: De himeneo y de Castilla, Una de piedras de oriente, Otra del amor, sencilla. Eran en extremo bellas; Un sol contempló las dos Y otro sol me vio sin ellas, Que fue voluntad de Dios O rigor de las estrellas Tuve una rival dichosa: (Mucho alaban su embeleso); Tal vez la hizo más hermosa Del rey suspirado beso Que no mereció su esposa. Con ser padres de la grey Mal, los prelados, fallasteis; Que contra la santa ley Nuestros lazos anulasteis Por un vil temor al rey. Porque no debe el temor Del palaciego venal Buscar asilo interior Bajo el rico pectoral De un obispo, de un pastor. Si tuerce amor desreglado Regio cetro alguna vez, Jamás ministro sagrado Por pasión o timidez Tuerza el báculo dorado. Esto se oyó del lamento, Pues cansado de dormir Sus alas agitó el viento Que sordo empezó a mugir. Después nada se escuchaba, Pues fue muerta en su prisión La hermosura que lloraba, Que era Blanca de Borbón.