Biografía de José Antonio Miralla

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

Breves apuntamientos para la biografía de
D. José Antonio Miralla.


En el número de los argentinos que se han granjeado fama fuera de la patria, debe contarse al Sr. D. JOSÉ ANTONIO MIRALLA.

Él "era incapaz de olvidarse [son sus propias palabras] de las Provincias donde había tenido el honor de nacer, y mucho menos de la gran ciudad donde recibió su instrucción." Esas provincias eran las argentinas, y Buenos Aires la gran ciudad.

El hombre que axial se espresaba después de 12 años de ausencia de la patria, merece cuando menos, el afecto de sus paisanos.

Nosotros hemos sentido siempre simpatía por Miralla, avivándose toda vez que la casualidad nos presentó este nombre mezclado con algún incidente ó unido á algunas personas notables en la historia moderna de la América independiente.

Hemos recojido esos pocos incidentes; conocemos algunos pasos de la carrera de Miralla; pero ignoramos con precisión donde y cuando termina. [1]

Miralla hizo sus estudios en el Colejio de Buenos Aires durante el rectorado del Dr. D. Luis José Chorroarin [2] Permaneció en esta ciudad hasta 1810 y probablemente ya no residía en ella el día 25 de Mayo de aquel año.

No hemos podido rectificar la verdad de algunas curiosas anécdotas referentes á Miralla y á la protección que le dispensó cierto artífice italiano de una custodia famosa, que pasó al Perú después de haber espuesto al público en uno de nuestros templos aquella joya destinada al culto.

El hecho es que en 1812 se le vé á Miralla en Lima, dando cuenta, en un cuaderno de pocas pájinas, "de las fiestas celebradas en la Ciudad de los Reyes con motivo de la promoción del Exmo. Señor Dr. D. José Baquijano al Supremo Consejo de Estado."

Las descripciones de festividades públicas formaron un ramo especial de la literatura peruana. En época en que el talento del escritor tenia allí pocas aplicaciones, era una buena fortuna la oportunidad de lucir erudición y facundia en el panejírico de algún personaje ó en la relación de la alegría ó del dolor del público en ocasiones estraordinarias.

Miralla se manifiesta en ese escrito digno de desempeñar una tarea que él quiso confiar (como lo espresa en la dedicatoria) "á la pluma delicada de un ilustre literato." No faltan allí, ni las citas latinas, especialmente de Lucano y de Ovidio, ni la desenfadada verbosidad á que la jeneralidad de los escritores limeños tenían acostumbrado el oído de sus conciudadanos.

Sin embargo, cualquiera que lea el discurso que encabeza la "breve descripción," no podrá menos de advertir que es fruto de la cabeza de un hombre de ingénio, no mal preparado para honrar la carrera de las letras.

Es demás decir que en este cuaderno abundan los versos en todo metro y medida, la mayor parte anónimos. Sospechamos que muchos pertenecerán á Miralla y especialmente el siguiente cuarteto que fué colocado sobre el frontis iluminado de las casas consulares: el dejo á culto que tienen esos cuatro versos, es propio del terreno en que nacieron.

Estas llamas ardientes simbolizan
El amor que mereces á este pueblo:
Su inquietud el deseo de tu gloria,
Su claridad la luz de tu consejo.

La única composición poética, firmada con iniciales que allí se rejistra, pertenece al Dr. D. José Sánchez Carrion, quien mas tarde se hizo notable por la parte que tomó en la emancipación del Perú y por el cargo de Ministro jeneral de Bolívar que desempeñó hasta la batalla de Junín. Este personaje se liga con nuestra historia en cuanto se le considera por algunos como un rival poco jeneroso del Dr. Monteagudo, asesinado en las calles de Lima durante la influencia política de Sanchez Carrion.

Baquijano pasó á Madrid a tomar posesión de su empleo, y entendemos que llevó consigo á Miralla de quien se había declarado protector.

Es de presumir que la gratitud no flaquease en el ardiente corazón de Miralla; pero también es presumible que sus opiniones políticas y su devoción á la causa de la independencia americana, levantasen un celaje opaco y frío en las relaciones amistosas entre el magnate protector y su protejido, novel y oscuro literato republicano.

Baquijano, Conde de Vista Florida, estaba ligado con estrechos vínculos á dos Ministros del absolutismo de Fernando VII, ambos por una aberración singular, nacidos en América. El uno era el Duque de San Carlos, peruano, y el otro el mejicano Lardizabal.

La reunión á Cortes había hecho de Madrid la residencia de muchos americanos distinguidos, quienes se dividieron, alistándose en uno ú otro de los dos grandes partidos que ajitaban entonces á la Península.

Los americanos liberales que veían en el triunfo del sistema constitucional de la Metrópoli, el triunfo también de la libertad en América, manifestaron con una loable valentía su indignación contra el decreto de 4 de Mayo de 1814 aboliendo la constitución y disolviendo en consecuencia las cortes del Reino.

Algunos de aquellos, como D. Vicente Rocafuerte, y Rivero, diputados por las ciudades de Guayaquil y de Arequipa, llevaron la enerjia de sus convicciones y principios hasta negarse á asistir á una audiencia real, declarando que no era digno de sus respetos un monarca que hacia jemir en las cárceles á los diputados liberales cuyas opiniones estaban garantidas por el rejimen constitucional bajo cuyo imperio las habían emitido. Esta valiente determinación fué, como es de creerse en los momentos de la reacción absolutista, castigada ejemplarmente. Arrebatado Rivero de los brazos de su joven y reciente compañera, fué encerrado en la oscuridad de una prisión de estado, en donde jimió durante seis años.

Si Miralla se hallaba entonces en Europa es de presumirse que pensase como el ecuatoriano Rocafuerte: decía este, "que, los americanos eran mas delincuentes que los españoles en reconocer al rey absoluto, porque sufrían mas de su lejano despotismo y porque había llegado la época en que era obligación de ellos trabajar en sacudir el yugo español y combatirlo de todos modos."

Al fin de una carrera llena de amarguras y de tantos desengaños como importantes servicios había prestado á la libertad y á la ilustración del nuevo mundo, el mismo Rocafuerte volviendo la memoria á la aurora de la revolución esclamaba desde Lima en 1844: «En esa época feliz yo consideraba toda la América española como la patria de mi nacimiento.» Esta también era la manera de sentir de todos los americanos ilustres que el espíritu de fraternidad filosófica del siglo XVIII, había preparado como por milagro para esa larga y heróica lucha de que había de resultar independiente un mundo entero.

Bolivar, Morelos, San Martin, se buscaban anhelantes con el pensamiento en ese océano de llanuras, de bosques y montañas vírjenes que fueron teatro de la lucha de la emancipación, deseándose mutuamente el acierto y la victoria en la idéntica causa que sostenían.

Camilo Enriquez no reconoce en los Andes el poder de separar en dos patrias el suelo chileno y el argentino, y electriza simultáneamente con sus escritos republicanos á Santiago y á Buenos Aires. El Dr. D. Bernardino Vera, ignorado y completamente desconocido á las márjenes del Paraná, donde tuvo su ilustre cuna, vivirá eternamente en los fastos de la revolución chilena, como pensador, como majistrado, como poeta, como patriota.

A este tenor, muchos otros americanos fueron del mismo modo de pensar que Rocafuerte. Miembros de una misma familia por los principios, las aspiraciones y los fines, siguieron el rumbo que el destino quiso señalarles y cultivaron el campo de la independencia con la pluma y la espada como una heredad común. Las victorias de Boyacá y de Maypu alcanzadas por dos distintos héroes en dos opuestos estremos de la América española, son tan hermanas como Leutres y Mantinea. Miralla vivía en la atmósfera de esas mismas jenerosas ideas. —«A pesar de haber sido el principal é inalterable anhelo de su alma el volver al círculo de sus amigos y paisanos y al grato calor de sus hogares,» como lo decía á su antiguo maestro en Julio de 1822, el destino le detenía en la Habana en donde por aquel tiempo era vecino comerciante y propietario acaudalado.

El restablecimiento de la constitución en Cádiz permitió á los amigos de la independencia americana residentes en la principal de las islas Antillas, mayor libertad para sus proyectos y trabajos Existía en la Habana una asociación secreta relacionada con otras de la misma especie en Caracas, cuyo objeto era ganar prosélitos y difundir ideas a favor de la gran causa de nuestro continente.

En esos trabajos tomó Miralla una parte activa, y aprovechando de la libertad de imprenta que el movimiento revolucionario de Riego y Quiroga había devuelto á los súbditos españoles, se asoció á Fernández Madrid para escribir en el sentido de la independencia y de la democracia.

En 1821 fundaron ambos en la misma Habana un periódico titulado el Argos, para influir en la política del continente y en especial en la de los habitantes de Méjico, en donde acababa de dar Iturbide el grito de independencia, (24 de febrero de 1821.) Las ideas monárquicas del plan de Iguala dejaban demasiado transparente los fines de ambición personal que se realizaron en 18 de Mayo de 1822;— día en que se vió en América la parodia de un Emperador consagrado por el motín militar de un sarjento. Los verdaderos patriotas mejicanos querían entrar francamente en el camino natural de los destinos de América que ellos comprendían y aceptaban como ley infalible en lo futuro. Aspiraban al triunfo del sistema democrático republicano y á la comunidad de principios é intereses entre los nuevos Estados que nacían á la independencia, para que esta gran familia de naciones llegase á ser próspera y feliz por medio de la paz, del orden y de una sabia administración económica. El programa del Argos era este mismo, y estas las ideas y tendencias á cuyo servicio se pusieron sus inteligentes redactores.

Fernández Madrid, nacido en Cartajena de la antigua Colombia en 1789, y cuya existencia se apagó en las cercanías de Londres en Junio de 1830, nos es mas conocido que su amigo Miralla, compatriota nuestro y educado en esta capital, objeto constante de sus simpatías y recuerdos.

La amistad entre estos dos ilustrados y beneméritos americanos redunda en elogio del que es objeto de esta breve noticia. Madrid llegó á tener, dentro y fuera del territorio de Colombia las posiciones mas elevadas de la majistratura y de la diplomacia. Orador elocuente, versado en las ciencias, ha salvado su nombre del olvido, no tanto por el distinguido papel que desempeñó en el teatro de la política, cuanto por las amables calidades de su carácter y por su aventajada inspiración poética.

Natural es presumir que entre el Argentino y el Colombiano que habían fundido sus pensamientos y pasiones políticas en el molde de las columnas del Argos, existiese una especial analojia en el carácter y en las propensiones del espíritu, cultivado en ambos por la disciplina de la escuela y por la enseñanza práctica que proporcionan los viajes.

Madrid ha dejado en su colección de poesías, publicadas en Londres en 1828, huellas bien marcadas de la intimidad con Miralla, de las inclinaciones literarias de este, y de su influencia en la sociedad habanera en cuyo seno pasaron ambos juntos muchos años.

Una de esas composiciones forma por si sola un rasgo sumamente característico de la fisonomía de nuestro ilustre compatriota. Ella coloca á Miralla en el numero de esos varones insignes en merecimientos, cuyas palabras son poderosas para aplacar el mar de las iras populares.

Ille regit dictis animos, et pectora mulcet. Esa composición no necesita esplicaciones ni comentarios: las relaciones entre las colonias del golfo mejicano y su metrópoli de entonces, esplicarán los motivos posibles de la asonada que dá ocasión al


SONETO.

Al ciudadano Miralla, con motivo de haber sosegado el furor popular del pueblo el 15 de Abril de 1820.
 

Visteis alguna vez del mar airado
Encresparse las olas ajitadas,
Cuando de opuestos vientos contrastadas
Bramando sin piedad se han levantado?

Ya descienden de un ciclo encapotado
Las centellas por Júpiter lanzadas;
Ya no atiende á las velas destrozadas
El marinero absorto y consternado.

Pero armada la diestra del tridente,
Habla Neptuno y calla el océano
Que la voz reconoce omnipotente.

Imájen de ese mar fué el pueblo Habano,
Y de Neptuno el jóven elocuente,
Que aplacar supo su furor insano.


La otra composición es una sátira bella y orijinal escrita en tercetas fáciles y de grata lectura bajo la inspiración de estos dos versos que dictó Miralla para que sirvieran de tema al poeta:


Hay en el mundo dos felicidades,
Una ser rico, y otra ser soltero.


Dedúcese de la lectura de esta sátira que era común á ambos amigos la inclinacion á escribir en metro:


No mas el tiempo en versos malgastemos,
Porque á la sombra del laurel de Apolo,
Coronados y hambrientos moriremos.....


Dedúcese también de la lectura de esta composición, que doce años de apartamiento de la patria, no habían desvirtuado en Miralla las amables dotes intelectuales y los jeniales arranques de un carácter desenvuelto y comunicativo que con frecuencia acarrean el elojio ó la critica de los estraños á los hijos de nuestro país!

Porque sabes hablar eres pedante;
Porque entiendes de todo eres lijero;
Por ameno y jovial eres tunante.
Asi te juzga el público habanero!.


Otros hechos parciales que han llegado á nuestro conocimiento prueban el amor a las letras y la aptitud para cultivarlas que asistía á Miralla. Rayaba alto en un lujo en que pocas veces pecan los americanos estudiosos. No solo estimaba las buenas obras y los autores clásicos, sino también las bellas ediciones acreditadas entre los eruditos. Complaciase en leer á Homero, á Horacio, á Lafontaine, al Tasso, en anchas pájinas de bien abatanado papel y en tipos vaciados en moldes artísticamente correctos.

Este placer, propio de un hombre de gusto y entendido, quiso compartirle con sus compatriotas destinando á la biblioteca pública de Buenos Aires, en donde existen hoy, treinta y siete volúmenes de las ediciones in-folio del Bodoni, muchas de las cuales eran ya raras en Europa en 1822, según la indicación del donante en la carta con que remite el obsequio desde la Habana á su respetable rector el Dr. D. Luis José Chorroarin. [3] Esta carta cuya fecha es de 27 de Julio de 1822 se publicó en el Argos de Buenos Aires del Sábado 28 de Diciembre de aquel mismo año. El mismo periódico, cuya redacción se señaló en su larga carrera por inteligente y noticiosa, había anunciado de antemano el donativo de Miralla, agregando: "D. José Antonio Miralla, hijo de esta ciudad, que se halla en el día en la Habana ejerciendo el comercio es un argentino muy recomendable por sus talentos y por el número considerable de idiomas que posee. Cuantos porteños han visitado aquel puerto, hacen elojios de la cordialidad con que los ha tratado." (Argos número 90 - Miércoles 27 de Noviembre de 1822.)

Fruto de su inclinación al estudio de las lenguas, es su traducción del orijinal italiano de la afamada obra de Foscolo, titulada: últimas cartas de Jacobo Dortis. Este libro, reimpreso en Buenos Aires en 1835, por un porteño amigo de las letras, que había tratado y estimaba á Miralla, es el único documento que haya llegado á nuestras manos, medianamente apropiado para dar testimonio de los dotes ó de los defectos de su estilo.

Esa versión es fácil y correcta, y conserva transparente, sin daño de la lengua patria, las formas mórbidas del orijinal italiano, indecisas y vaporosas á veces, enérjicas y lúgubres con mayor frecuencia. Miralla habría sido capaz de traer al dominio del habla española los recónditos tercetos de la Divina Comedia, como puede juzgarse por la muestra que nos ofrece la versión de las últimas cartas. Es imposible traducir con mayor concisión, con mas eficacia, aquellos dos hemistiquios del Dante tan conocidos como citados;


...Come sa di sale
Lo pane altruí!....


AH! COMO SABE A SAL EL PAN AJENO!


Algunos trozos de la trajedia de Alfieri, intercalados en el testo orijinal, han sido traducidos en verso con igual propiedad y maestría.

El acierto en traducir de que dió pruebas nuestro compatriota faltole para elejir el objeto de su "principal obra literaria" [4] La familia enfermiza de Verther pudo llegar vigorosa hasta el umbral del siglo presente; pero hoy no puede tener descendencia en las Repúblicas que crecen en el nuevo mundo, sin ruinas del tiempo sobre sus juveniles espaldas, y que andan alegremente el camino hacia lo venidero en que tantas esperanzas de hoy han de ver cumplidas. Podemos aceptar la dulce y fecunda melancolía que el cristianismo hace brotar del contraste entre nuestra nada y la eternidad; pero de manera alguna la amarga y venenosa desesperación que proviene de la duda ó del ateismo. Estamos por lo tanto los argentinos, en el deber de buscar en el rastro de la existencia andariega y desprendida del Sr. Miralla, otros títulos para colocarle en el lugar que le corresponde por su indudable mérito como literato, así como los tiene ya granjeados, como patriota, para nuestra gratitud y nuestro cariño. Alentar á otros para que efectúen esas indagaciones, es el objeto que nos hemos propuesto al escribir estos lijeros apuntes que reclaman la induljencia de los lectores.



  1. Según datos vagos, Miralla ha debido morir en Colombia, tal vez en Nueva Granada, el año de 1826. Con fecha 14 de Enero de 1857, nos prometen desde Valparaíso algunas noticias pedidas sobre el particular á Bogotá. No nos merece entera fé las que da el editor bonaerense de las Cartas de Jacobo Dortis.
  2. El Real Colejio de San Carlos fundado el 3 de Noviembre de 1783. El Dr. Chorroarin era ya Rector de este establecimiento el año 1792.
  3. Miralla libró con los libros una cantidad para que fuesen encuadernados en Buenos Aires, porque en la Habana no había entonces un artesano capaz. En Buenos Aires no existía tampoco; pero no faltó un atrevido que envolviese en badana verde aquellos preciosos volúmenes y sobre todo que hiciera la heregia de recortarles los márjenes. Ahí están bien maltratados en aquel establecimiento, con aire de libros de caja de comerciante pobre.
  4. Así denomina el editor de Buenos Aires la traducción de esas cartas.