Bebedor de ajenjo
Si siempre estoy ensayando
mi sonrisa amarga y triste,
es porque estoy esperando
a una mujer que no existe.
Víctima del desencanto
sufro martirios letales;
por eso adoro yo tanto
mis dichas artificiales.
Paraísos artificiales
que huyen del ruido y del sol...
¡Mis rimas son inmortales,
pues son hijas del alcohol!
Soy mísero y decadente;
en mi alma el Hastío muerde.
Por eso adora mi mente
los sueños del licor verde.
Licor venenoso y triste
que como un suave beleño,
un grato perfume diste
al cadáver de mi ensueño.
Licor que tiene el matiz
de unos ojos que yo amé,
y del tinte del tapiz
en que danzó Salomé.
(Ojos glaucos y perversos
que asesinasteis mi vida,
y le disteis a mis versos
fragancia de flor podrida.)
Turbio ajenjo sibilino
que tienes el sabor fuerte;
que harás de mi desatino
vestíbulo de la Muerte.
Cómplice de la locura,
mis hojas muertas no arranques,
licor que todo lo cura,
licor de color de estanques...
Si siempre estoy ensayando
mi sonrisa amarga y triste,
es porque estoy esperando
a una mujer que no existe.