Batalla de amores
Estando no descuidado del rebato venidero, mas a guisa de guerrero siempre medio salteado, oí tocar atabales, tamboriles e trompetas; a la hora mis secretas pasiones muy desiguales miedos me ponen mortales. Con una grand turbación de los sones tanto fieros, que los daños venideros, temelos el coraçón, a grand priesa demandé las mis armas defensivas, dexando los ofensivas sólo por salvar mi fe, que nunca vencida fue. E así, muy bien armado cuanto para defender, salí sin me detener con todo bien demudado: vi venir mi pensamiento que estaba por atalaya, diciéndome: «Guaya, guaya, que se llega, según siento, la hora del perdimiento.» E tocando las bastardas trompetas a pelear, luego, sin más lo tardar, se juntan las avanguardas; e las mis alas firieron según les fuera mandado; por recio que cometieron, no refuir lo pudieron.

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